Hola Sandra,
Gracias por responder a mis
mensajes. En el último de ellos me pediste que te contara como fue nuestra
primera vez y eso es lo que pretendo con este correo. Supongo que tú sabrás
redactarlo y corregirlo a tu manera, esa que tanto me gusta cuando leo tus
relatos.
Todo comenzó unas vacaciones
con mi esposa a mediados de septiembre. Ella se llama Andrea, es rubia al igual
que tú, ni muy alta ni muy bajita. Conserva un buen tipo a pesar de rozar los
cuarenta y de haber dado a luz a nuestro hijo. De piel más bien blanquita, sin
apenas pecas en su cuerpo. Suave y fresquita al calor de mis manos. Siempre he
admirado sus pechos, firmes, de tamaño medio y con unos pezones hermosos y muy proporcionados.
Me encanta acariciárselos pues los tiene muy sensibles, se le ponen de punta enseguida
a cualquier estímulo, tanto si tiene frío como si está excitada. Tiene un
culito que me vuelve loco, suave, blandito, y respingón. Lo que más me pone
cuando hacemos el amor a lo perrito es el contraste de la temperatura de sus
glúteos más bien fríos y suaves como toda su piel al contacto con mis pelotas. En
los tiempos de novios tratamos en alguna ocasión de practicar sexo anal, pero
nunca conseguimos culminar. Así que es una zona que podemos decir que conserva
todavía virgen. Ni que decir tiene que mi esposa me parece una mujer atractiva,
inteligente, y la mejor compañera de viaje en la vida que pueda tener, por eso
me enamoré de ella. ¡Que coño!, sigo profundamente enamorado.
Si bien es cierto que en
nuestro matrimonio, como en tantos otros, la rutina merma cada día. Pasa
factura junto la hipoteca, la luz, el teléfono, bancos, recibos, préstamos… y
todas esas cosas que hacen que lleguemos agotados al final de la semana con
ganas de descansar y poco más. No me puedo quejar del sexo con ella. En la cama
me da cuanto pido y satisface con creces cuanto le he pedido. Te puedo contar
que se ha disfrazado para mí, hemos utilizado juguetes sexuales, hemos entrado
juntos en sex shops y asistido ambos a espectáculos eróticos (sobre todo en Amsterdam y Barcelona), lo
hemos hecho en los lugares más inverosímiles (probadores, parque, auto,..etc). En
definitiva hemos aprendido juntos el uno del otro. Nos conocimos jóvenes, ella
apenas un par de novietes antes de llegar yo a su vida. Entre otras cosas me
entregó su virginidad. Yo por el contrario me estrené con otra novia anterior y
tuve varias experiencias antes que ella. Aún me lo reprocha de vez en cuando.
Nos hemos sido fieles el uno
al otro, aunque siempre me recuerda mis novias anteriores para argumentar que
debería dejarla probar otros hombres. Siempre la digo al respecto que tiene mi
consentimiento, es más, no tiene ni que pedirme nada, no es de mi posesión, que
su cuerpo es suyo y que puede hacer lo que quiera con él y con su sexo.
Reconozco y lo sabe, que lo digo con la boca pequeña, me moriría de saber que
le ha entregado lo mejor de sí a otro hombre, otro macho. El olor de su cuerpo
a sudor, a su sexo, el sabor de su piel, su forma de moverse en la cama, sus
gemidos, sus besos, sus caricias, su tacto, su piel, el movimiento de sus
pechos, el calor de su intimidad y el fresquito de su piel, sus caritas de
placer… como te digo me moriría de saber que lo entrega a otro.
Cosas del ser humano, del
lado más oscuro y perverso de nuestras mentes, a veces me la imagino en la cama
con otro y me excita. Además ella lo sabe. Hemos hablado de todo. Sabe que es
una fantasía que de vez en cuando me viene en temporadas. Te adelanto que es
perfectamente conocedora de que solo tiene que provocarme un poco de celos para
desatar mis ganas de poseerla como un auténtico animal. Es insinuarme que otro
la pretende y sabe que me la follo bien follada para que se le quiten las ganas
de intentarlo. Debo reconocer que el juego de los celos siempre le resulta práctico
para sacar de mí lo mejor que tengo como macho empotrador. No me puedo quejar,
muchos matrimonios no podrían decir lo mismo.
El caso es que desde el
nacimiento de nuestro hijo es como si de repente todo lo anterior fuera
totalmente prescindible para mi esposa. Y no es que no continuemos teniendo
sexo, simplemente es que sus prioridades son otras. En cambio, yo sigo teniendo
ganas de sexo con ella a todas horas. Por eso apañé una escapadita por sorpresa
los dos solos unos días a la isla de Gran Canaria. Después de todo un verano
contemplando su cuerpo al sol y sin apenas sexo quería montármelo de tal manera
que tuviera garantizadas mis intenciones.
Al ser mediados de septiembre
gozaríamos todavía de buen tiempo. Con la excusa de ser los primeros días de
curso escolar del peque y argumentando que no podía saltarse esos días tan
importantes, no encontraría inconveniente por parte de mi mujer en que debía
quedarse esos días con mis padres. Estaba todo arreglado con mi madre al
respecto. El hotel y los billetes los reservé sin que ella lo supiera y se lo
dije apenas unos días antes. Incluso llegué a tener en cuenta su ciclo
menstrual para que nada lo jodiera. Como supuse no tuvo problemas en su trabajo
para pedirse esos días pues apenas había disfrutado vacaciones ese verano. El
plan era perfecto, por fin podría tener unos días para los dos solos y recuperar
mi merecida ración de sexo.
Llegamos a nuestro hotel situado
en Las Palmas, un resort espectacular que agradó a mi esposa nada más ser
recibidos. La habitación era impresionante. Observé bien a mi esposa en cada
minuto, su cara se iba relajando con cada detalle que descubría, poco a poco la
tensión desaparecía de su carita y de su cuerpo. Estaba en el buen camino.
Como ocurre en este tipo de
viajes llegamos a deshora a la habitación pero con el tiempo suficiente para
ducharnos, descansar y bajar a cenar en el mismo hotel. Me duché yo primero y
luego mi mujer. Andrea dejó la puerta
del baño entreabierta lo cual me permitió observarla tumbado desde la cama.
¡Dios! estaba espectacular, a poco me masturbo observándola desnuda. Lucía algo
de moreno, lo que marcaba el contraste de color en su piel entre las zonas en
las que la toma el sol y en las que no. Unas tetillas blancas y relucientes
rodeadas de un tono dorado perfecto. Se notaba que mi mujer nunca había hecho
ni tan siquiera top less en la playa, idea con la que yo siempre insistía pero
que siempre me rechazaba argumentando que estaba delante el niño, así como que todo
el mundo nos conocía en la playa de siempre. También pude contemplar ese culito
resplandeciente que tiene y que destacaba entre el resto moreno de la piel.
Cuando llegó el turno de
arreglarnos se puso un vestido veraniego del que no recordaba habérselo visto
en mucho tiempo. Lo recordaría porque últimamente apenas se ponía vestidos,
siempre en shorts y vaqueros, con camisetas cómodas que poco estimulan la
imaginación. En cambio con el vestido se la veía espectacular, un escote
perfecto que le insinuaba la proporcionalidad de sus pechos, así como una
minifalda que lucía sus contoneadas piernas. Al verla así quise corresponder
arreglándome también para la ocasión. Todo pintaba bien, ni que decir tiene que
yo estaba empalmado todo el tiempo de pensar que la suerte se ponía de mi lado.
Esos días al fin me la iba a follar bien follada.
- ¿Y este vestido?,- quise
preguntarla antes de salir por la puerta.
- ¿Te gusta?,- me respondió.
- Estás espectacular- le hice
saber.
-Me alegro que te guste. No
encontraba la ocasión para ponérmelo- dijo luciendo modelito girando ante mi
como una niña.
-Pues yo no encuentro el
momento para quitártelo- la hice reír con mi réplica a su argumento.
-Pero que tonto eres…- dijo
al tiempo que salíamos de la habitación entre risas, señal que me confirmaba
que efectivamente Andrea se encontraba relajada.
El pequeño paseo que dimos
antes de cenar descubriendo los distintos rincones del hotel y de los
alrededores fue encantador. Todo resultaba increíble y acogedor. Es maravilloso
a los ojos de unos turistas que llegan por primera vez a la isla. Sin palabras
de la emoción que despertaba en mi mujer cuanto estábamos experimentando.
Incluso agradecimos sentarnos a la mesa a cenar para descansar de tantas
sensaciones nuevas.
La cena transcurrió como todo
desde que aterrizamos en la isla, magnífica. El vino animó la conversación.
Recuerdo las palabras tras retirarnos el camarero el plato y esperar los
postres.
-Estás preciosa esta noche-
la dije tomándola de la mano y mirándola fijamente a los ojos.
-Gracias- respondió
devolviéndome la caricia – pero no hace falta que me mientas- me replicó.
-No en serio, estás preciosa
esta noche, hace tiempo que no te pones vestidos ni te arreglas, y me encanta
que lo hagas-. Andrea sabía que tenía toda la razón del mundo.
-Lo siento cari, tienes
razón, nunca tengo tiempo para ti, sabes que llego muy cansada a casa, sin
ganas de nada. Agotada. Debo reconocer que no me hizo mucha gracia cuando me
dijiste lo del viaje, pero ahora que estoy aquí la verdad es que lo
necesitábamos. Me alegro de haber roto con la rutina y el ritmo de vida que llevamos
en el pueblo. Estas vacaciones son para nosotros dos solos porque nos lo
merecemos-. Era su forma de reconocer que mi capricho había merecido la pena.
-Me alegro que coincidamos en
el mismo punto de vista. Pero creo que deberíamos aprovechar para hacer de
estas vacaciones algo distinto, diferente, algo que las convierta en
inolvidables. No me gustaría que estos días transcurriesen de la playa al hotel
y del hotel a la playa. No sé, me gustaría hacer algo diferente ...-argumenté
tratando de hacer entender que tenía puestas grandes esperanzas en esas
vacaciones.
-Bueno, no solo es playa lo
que tenía pensado hacer estos días, y sabes que la playa me encanta, hay un par
de excursiones que me gustaría hacer, además había pensado en que podíamos
alquilar un coche y ver otros sitios de la isla, me han contado que hay
rincones que merecen la pena acercarse a ver- respondió mi mujer.
-Ves, a eso me refiero- la
interrumpí- ¿Qué va a aportar eso a nuestra relación?,- la sorprendí con mi
pregunta. Mi mujer puso cara de pócker, no lograba entenderme.
-Eso es lo mismo de siempre,
lo mismo que otras vacaciones, otro lugar, otras gentes, fotos y fotos y más
fotos que nunca más volveremos a ver, lo de siempre, yo no he venido a eso
hasta aquí- dije algo irritado por que mi mujer no lograba entender mis
necesidades.
- ¿Y qué hacemos aquí
entonces?- preguntó mi mujer totalmente desorientada.
-Yo no he venido aquí a
disfrutar de paisajes y de fotos con las que presumir ante conocidos, yo he
venido aquí a disfrutar de ti- traté de hacerle entender mi crisis y lo que me
pasaba.
-Te conozco bien pillín. Sé
en lo qué estás pensando, tranquilo cariño que yo también tengo ganas de
disfrutar contigo. Por ahora todo marcha bien. Sabes que en que me relaje
sucederá. Dame mi tiempo. ¿No pretenderás que subamos ahora a la habitación y
nos pongamos a hacerlo sin más ni más y no salir en todo el tiempo? - Trató de
ridiculizar mis sugerencias.
-Precisamente no me refiero a
eso. No me refiero a echar un polvo, otro polvo, uno más. Mira a nuestro
alrededor, son todo guiris, nadie nos conoce, no volveremos a coincidir con
nadie de esta isla en nuestra vida. Cometamos alguna locura, algo que nos
devuelva la chispa-. Trate de hacerla entender que mis necesidades eran algo
más que un casquete y punto.
-No sé cari. Tú dirás, como
entenderás a mí no se me ocurre nada. Es cosa tuya, yo no necesito de
experiencias trascendentales para amarte. Es tu crisis. De verdad que no te
entiendo, pero sabes que confío en ti y que puedes confiar en mí. Tú dirás que
podemos hacer…-increíblemente me dejó la iniciativa.
-Mañana habíamos pensado bajar
a la playa, ¿no? - pregunté.
-Uhm, uhm- asintió con dos
gemidos cortos e intensos.
- ¿Por qué no haces top less?
- la sugerí.
-Lo sabía, sabía que me
saldrías con algo así. Lo sabía desde que me viniste al inicio de la
conversación con el cuento. Sabes que ni hablar, no me siento cómoda, lo hemos
hablado muchas veces, además no te entiendo, ¿de verdad quieres que vaya
enseñando los pechos por ahí a todo el mundo? – concluyó en sus palabras.
-Sinceramente, pues no lo sé
porque nunca lo has hecho. A eso me refiero, siempre dices que no en la playa
del apartamento de tus padres, no cuando vamos a otro sitio, no a esto y no a
lo otro, últimamente nunca cedes a mis peticiones, al principio bien que te
gustaba todo cuanto te proponía y ahora en cambio…- traté de serenarme para
relajar la tensión del momento.
-Cari entiende que me da
vergüenza eso que me pides, no me gusta enseñar mi cuerpo, es solo para ti, te
lo tengo reservado- dijo extendiendo su mano a través de la mesa para
acariciarme la mejilla en señal de afecto y buscando comprensión por mi parte.
-Vergüenza ¿de qué?, ¿de
quién?, aquí nadie nos conoce – rebatí como un niño enfurruñado.
- Entiéndelo cari, no me
gusta y punto. Además, no es justo…- trató de reforzar su posición.
- ¿No es justo por qué? -
pregunté aturdido por esa contraposición.
- No me parece justo que yo
vaya enseñando tetas y tu nada. ¿Por qué no muestras tú los huevos por ahí a
todo el mundo?. ¿Eh?. ¿Por qué no lo haces tú primero y me cuentas la
experiencia?. ¿No querías sensaciones nuevas?, pues te despelotas delante de todas
las tías de la playa y luego me lo cuentas- concluyó su argumento algo enojada
también.
Por un momento se hizo un
silencio entre los dos. Nos miramos a los ojos el uno al otro con cierta rabia
en el ambiente.
-Solo te pido que lo pienses
por un momento, cari, ¿tú te sentirías bien desnudo en la playa rodeado de
gente tapada?. Todas las tías te mirarían, las abuelas incluidas, incluso
algunos hombres, y no me refiero a los homosexuales, sino a los que te mirarían
con aire de superioridad al saber que su pene es mayor que el tuyo, ¿te
sentirías bien?, ¿te resultaría agradable?, ¿a qué no?. Pues así me sentiría yo
enseñando los pechos por ahí- concluyó tratando de hacerme entender su
posición.
-No es lo mismo- quise
rebatirle- muchas mujeres practican top less y no pasa nada, en cambio si yo me
desnudara en la playa sería escándalo público- argumenté tontamente.
-A mí lo que hagan las demás
me trae sin cuidado. Te repito, ¿tú te desnudarías en medio de la playa? -. De
nuevo se hizo un tenso silencio en medio de los dos.
Yo la miré a los ojos en
medio de aquel intervalo. Sabía que me jugaba mucho en la respuesta.
-Si tú me lo pidieras yo lo
haría por ti- Acerté a responder.
Mi mujer me miró sorprendida
por mi desafío. Supongo que se esperaba un “no” por respuesta o cualquier otra
excusa y en cambio se encontró con lo que podía ser una tierna declaración de
amor a mi estilo.
-Haría cualquier cosa por ti
que me pidieras y lo sabes- traté de rematar mi argumento.
-Te conozco bien. No te
atreverías. Te importa mucho la opinión de los demás. Me apuesto que no te
atreves- argumentó pensando que me rajaría, que pondría cualquier excusa antes
que desnudarme en medio de la playa.
-Está bien, acepto tu apuesta.
Si yo me desnudo en medio de la playa tú te pones en top less- consentí seguir
el juego.
-Está bien- dijo mi mujer-
llegado el momento no te atreverás- se veía segura de que renunciaría a
desnudarme.
- ¿Qué no me atreveré?-
cuestioné que dudara de mí.
-Te propongo una cosa, mañana
buscamos una playa nudista, si yo me desnudo, tú te desnudas- argumenté
envalentonado por la situación.
-Eh, eh, para, esa no era la
apuesta. La apuesta era que si tú te desnudas yo a cambio hago top less- me
rebatió mi mujer. Andrea empezaba a dudar de verme capaz.
-No es justo- rebatí, -si yo
me desnudo tú te desnudas- concluí.
-Eso no es lo acordado. Tu
hablabas de desnudarte en medio de una playa, no habías dicho nada de que fuera
nudista. Además, tú eres quien necesita de hacer locuras, no yo. Así que si
vamos a una playa nudista tú te desnudas y yo me quito la parte de arriba-
quiso matizar mi mujer.
-Está bien, ya verás cómo te
sentirás incómoda de ser la única persona con prenda en medio de gente desnuda-
traté de que cambiara de posición aunque por mi parte daba por zanjadas las
condiciones.
-Tu primero desnúdate, cumple
con tu parte, que yo cumpliré con la mía- y dicho esto mi mujer le propinó un
primer bocado al postre que dio por zanjado el tema.
El resto de la cena
transcurrió con cierta calma. Cada vez que miraba a mi mujer la veía convencida
de que yo no cumpliría mi parte de la apuesta. La veía demasiado tranquila al
respecto, y era esa actitud suya de poner en duda mi palabra lo que me concomía
por dentro una y otra vez.
Apenas pude dormir esa noche.
Con los primeros rayos de sol colándose por la ventana me incorporé del
colchón. Pude observar a mi mujer que dormía plácidamente en la cama. Me metí
en la ducha. Fue al mirarme en el espejo cuando me planteé mis primeras dudas.
Mi mujer tenía razón. Me moriría de vergüenza si otra mujer se fijase en mi
sexo. Me miré al espejo. No estaba mal dotado, así lo creía. Es más, estaba
orgulloso del tamaño de mi miembro, hasta el momento. Tal vez si recortase algo
los pelillos el asunto se viera más grande. Dudé. Me miré una y otra vez. Al
final agarré unas tijeras y me recorté la abundante mata de pelo que rodeaba mi
pene. Es verdad, si se veía algo más grande. Terminé de decorar mi pubis a
cuchilla. Si me iban a ver otras mujeres que al menos estuviera decente la cosa.
Escuché a mi mujer que comenzaba a despertarse. Me apresuré a ducharme y correr
a ponerme un bañador para que ella pensara que comenzaba a rajarme. Quería ver
su cara al despertar.
Efectivamente se sonrió
ganadora al abrir los ojos y contemplarme deambulando por la habitación en
bañador.
-Anda, no tardes en bajar a
desayunar hoy quiero aprovechar bien el día- le dije al tiempo que la besaba en
la boca y desaparecía del cuarto.
Andrea no tardó en aparecer
en el comedor del hotel. Yo ya había devorado medio buffet a lo que ella
apareció. Ninguno de los dos dijo nada al respecto de la apuesta de la noche
anterior. La sorprendí cuando antes de subir de vuelta a la habitación la dije:
-Espera cari, vamos a pasar
un momento por la recepción del hotel- le dije justo en el pasillo del
ascensor. Andrea comenzó a inquietarse temiendo que hubiera maquinado algo
durante la noche.
Una vez en el hall del hotel
nos atendió el típico recepcionista envuelto en un elegante traje con los
bordados de la cadena hotelera y en cuya chapita de la solapa indicaba que se
llamaba Alfredo.
-Perdone Alfredo, mi mujer y
yo queremos alquilar un vehículo para movernos por la isla y nos preguntábamos
si podíamos hacerlo a cargo del hotel- pregunté educadamente. Mi petición terminó
por poner en alerta a Andrea.
-Por supuesto caballero, solo
tiene que indicarme su nombre, la habitación en la que se encuentran alojados y
la hora en la que desean disponer del vehículo, así como su devolución-
respondió profesionalmente. Y de esta forma le hice saber que quería disponer
del coche lo antes posible, que lo entregaríamos a media tarde y por supuesto le
pedí que me informara de las tarifas.
En la conversación también me
entregó un plano de la isla y me indicó cortésmente de los puntos turísticos a
visitar. Fue en esas cuando mi mujer no dio crédito a lo que escuchó…
-Alfredo, perdona que te
interrumpa las explicaciones sobre los puntos turísticos a visitar, pero mi
mujer y yo estamos interesados en alguna playa nudista, ¿puedes recomendarme
alguna? -. La cara que puso mi mujer en esos momentos era todo un poema, pero
guardó silencio estoicamente cuando el tal Alfredo la repasó de arriba abajo.
-Si claro, les recomiendo la
de Maspalomas, es la más famosa, aunque también tiene estas otras a lo largo de
las islas- se explicó rodeando los puntos en el mapa en un tono aséptico y
profesional.
-Tú cual me recomendarías- le
pregunté directamente medio guiñándole un ojo.
-Yo personalmente les
recomiendo la de Maspalomas, es una playa de dunas en las que pueden tener algo
de resguardo del resto de personas si lo desean- concluyó al tiempo que me daba
explicaciones acerca de cómo llegar y repasaba de reojillo a mi esposa.
Fue al quedarnos solos en el
ascensor cuando mi mujer me preguntó medio sorprendida medio enfadada:
-¿En serio piensas continuar
con lo de anoche?- quiso saber.
-Así es- le respondí serio y
decidido.
-Está bien- dijo ella -menuda
forma de desperdiciar el tiempo y las vacaciones, pero si tú lo quieres así,
así lo haremos, luego no digas que no te sigo- concluyó con cierto malestar en
su cuerpo.
Apenas intercambiamos muchas
más palabras entre los dos hasta abandonar el hotel. Desde recepción nos
avisaron que el coche estaba listo esperándonos. Mi mujer cogió la bolsa de la
playa y las toallas y yo la pequeña nevera con las cuatro cosas de picar con
las que pude hacerme en el buffet del desayuno.
Las indicaciones del
recepcionista para llegar fueron claras y precisas. Un letrero indicaba el lugar
tal y como nos dijo el tal Alfredo,
también localizamos el aparcamiento donde dejar el coche, a partir de ahí casi tres kilómetros de suave arena dorada y escaso
oleaje rodeado de campos de dunas.
-Esto lo quiero ver yo- fue lo primero que dijo mi
mujer al comprobar mi firme decisión.
Fui yo quien envalentonado por las sonrisitas de mi
mujer cogí los bártulos del coche y caminé entre la arena dispuesto a elegir el
lugar en el que aposentarnos.
Por suerte no había mucha gente, nada que ver con las
playas de Salou o Benidorm a las que estábamos acostumbrados. En el punto más
cercano al coche había un par de parejas jóvenes que guardaban la prudencial
distancia entre ellos. Se les veía acostumbrados y seguramente preferirían
estar rodeados de gente de nuestra misma edad que por abuelos. No era mi caso,
me moriría de vergüenza de que me viesen ellas. Además a ellos se les veía más
musculados que yo. No quería entrar en odiosas comparaciones, seguramente
porque saldría perdiendo. En esos momentos de ser observado preferiría que lo
hiciese alguna abuela cansada de ver cuerpos y más cuerpos desnudos. Así que
caminamos un par de minutos en busca del sitio ideal. Pude ver un espacio entre
dos parejas de abuelos, veinte o treinta pasos de distancia con el matrimonio
más cercano, una pequeña duna por detrás y más o menos cerca de la orilla. El
lugar perfecto para extender nuestras dos toallas en la arena.
Aunque me puse de espaldas al mar y por tanto de ambas
parejas, estaba seguro de que veníamos siendo observados por nuestros vecinos
más cercanos. No me lo pensé dos veces, me quité la camiseta y me bajé las
bermudas a toda velocidad para tumbarme a la mayor brevedad posible sobre mi
toalla, indudablemente boca abajo.
-Ya está, yo he cumplido con mi parte. Te toca-. Dije
observando a mi mujer que todavía permanecía en píe con su short y su camiseta
atónita de verme tumbado completamente desnudo en medio de la playa.
-No me lo puedo creer- murmuró al tiempo que se
desabotonaba el short vaquero y lo deslizaba por sus piernas hasta deshacerse
de él por los pies. La braguita del bikini era de esos cuyas tiras se anudan a
los lados. Procedió a quitarse la camiseta y el top de su bikini, desnudando
unas tetas blanquitas que relucían tanto como el sol del día que hacía. Andrea
se quedó tan solo con la braguita de su bikini, al ser color beige, tipo carne,
en realidad parecía estar medio desnuda. ¡¡Dios!!, estaba espectacular. También
procedió a tumbarse con rapidez boca abajo en su toalla junto a mí.
-Estas como una cabra- dijo al tiempo que oteaba a su
alrededor sopesando quien podía estar contemplándonos.
-Ves mujer, no ha sido para tanto- la contesté al
tiempo que los dos repasábamos nuestro alrededor con la mirada.
Nada. No pasó nada. Las dos parejas de ancianos
continuaban a lo suyo ajenos a nuestra presencia. Pude apreciar que unos metros
más allá a nuestra derecha había otro tipo solitario, por las pintas un
jubilado guiri. A decir verdad todos parecían jubilados guiris de vacaciones.
Tal vez los dos tipos a la izquierda, dos señores mayores de los que no me
atrevería a apostar por su homosexualidad fueran los únicos españoles.
- ¿Te has fijado?- me susurró mi mujer dándome un
codazo.
- ¿En qué?- quise saber lo que tanto le había llamado
la atención.
- Ninguno tiene el culo tan blanco como tú. De hecho,
nadie a nuestro alrededor tiene marcas de color provocadas por el sol. Se nota
que vienen a menudo- me hizo saber.
- Bueno mejor así ¿no crees?, - le hice saber a mi
mujer. -Tampoco ellas tienen las tetas tan relucientes como tú- apuntillé.
- Si, supongo- respondió ella.
-Deberíamos darnos crema o nos quemará el sol- acertó a
decir mi mujer.
-Dame tu primero- me apresuré a decir. Fue entonces,
cuando al rebuscar mi mujer el bote de crema de entre el bolsón de la playa,
que sin más remedio Andrea tuvo que despegar sus preciosas tetas de la toalla.
Luciendo así sus pechos blanquitos cuyo movimiento me dejaron hipnotizado por
unos instantes.
Regresé de mi ensoñación cuando sentí la crema en mis
hombros. Mi mujer comenzó a acariciarme por la espalda extendiendo la crema con
mimo. El problema surgió cuando sus delicadas manitas descendieron hasta mis
glúteos para embadurnarme de crema allí donde más lo necesitaba. Sus caricias
en mi culo provocaron que comenzase a tener una relativa erección. Menos mal
que estaba tumbado boca abajo sobre la toalla y solo yo conocía del estado de
mi miembro.
Andrea continuó dándome crema deslizando sus manos
entre mis piernas lo que terminó por provocar que el estado de mi pene pasase
de estar morcillona a tener una buena erección. Las sensaciones eran
indescriptibles. Allí estaba yo, desnudo en medio de una docena de ancianos con
la polla más dura que una piedra. No recordaba semejante dureza en mi miembro
desde que era adolescente.
-Date la vuelta- me dijo mi mujer ajena a todo cuanto
me sucedía.
-No puedo-. La cara de pena que debí poner provocó unas
carcajadas en mi esposa.
-¿No me digas que estás empalmao?- preguntó
estupefacta.
-Así es- la respondí.
-Pero mira que eres cerdo- espetó al tiempo que
procedía a ponerse ella crema por el cuerpo.
Lo hizo sentada de cara al mar. Más o menos como lo
hace siempre que vamos a la playa salvo que esta vez con los pechos al aire,
luciendo sus preciosas tetas. Fue entonces cuando uno de los señores de las dos
parejas que estaban alrededor nuestro con los pies en el agua a media pierna se
giró para contemplar la maniobra de mi mujer.
-¿Has visto al tipo ese?- puse en alerta a mi mujer de
que estaba siendo el punto de atención de las miradas del pervertido. – No deja
de mirarte- le murmuré.
-Déjalo que mire. ¿No es eso lo que querías?. Que otros
me viesen, pues déjalo- me respondió para mi asombro.
-¿No te importa?- quise saber.
-Mirará pero no catará. Además… él también está
completamente desnudo enseñando su pito, así que supongo estamos en paz-
concluyó sus argumentos.
-¿Así que no te importa?- me reiteré en mi asombro.
-No- contestó tajantemente al tiempo que continuaba
dándose crema.
-Es más, ¿por qué no me das tú la crema? - propuso mi
mujer mirándome con una cara extraña de la que no lograba dilucidar sus
intenciones. Por suerte mi erección había bajado, así que procedí a sentarme
sobre la toalla. Ahora era ella la que permanecía tumbada sobre la toalla y yo
sentado a su lado acariciando su espalda con la excusa de extenderle crema.
Poco tardé en descender con mis manos hasta sus glúteos y perder mi mano por
debajo de la tela de su bikini, momento en el que el guiri voyeur perdió el
interés por mi Andrea y se sentó en la toalla al lado de su esposa dándonos la
espalda como respetando nuestro jueguecito.
Sin esperarlo volví a tener otra erección al acariciar
el cuerpo entero de mi esposa. Por supuesto ella se percató de mi estado.
-Caray chico, ¿vas a estar todo el día empalmado? – se
preguntó mi mujer quien no dejaba de estar tan sorprendida como yo.
-No sé tú, pero yo estoy así desde que hemos llegado-
dije al tiempo que me tumbaba de nuevo sobre la toalla al lado de mi esposa
pero sin dejar de acariciarla por la espalda.
-Son las doce del mediodía, más o menos, espero que te
calmes o te va a dar un mareo sin sangre en la cabeza- se burló irónicamente mi
mujer.
En esas que ambos pudimos observar como una de las
parejas de nuestra edad que antes estaban más cerca del coche se acercaban
paseando por la orilla de la playa.
Irremediablemente yo me fijé en ella y mi esposa en él.
Incluso por unos instantes cruzamos las cuatro miradas por un segundo o así.
Fue Andrea la que rompió el silencio cuando la pareja ya nos mostraba sus
culetes en la lejanía.
-Bien que la has mirado a ella- me hizo saber que se
había percatado de mis miradas hacia la morena.
-¿Y tú a él?- le contesté haciéndola entender que me
había dado cuenta de que ella tampoco se perdía detalle de las dotes del
muchacho.
-Pues sí, que pasa. Seguramente no te habrás dado
cuenta porque no dejabas de mirarle las tetas a ella, pero el chaval estaba
muy, pero que muy bien dotado. Menudo pollón que mostraba. Me hubiera gustado
verlo de cerca, porque seguro que era más grande que la tuya- dijo en plan
borde tratando de ridiculizarme.
-Pues que sepas que ella lo llevaba totalmente
rasurado, no como tú-traté de jugar el juego de los piques.
-Lo mío tiene solución, pero lo tuyo es irremediable-
me rebatió siguiendo el juego dialéctico iniciado.
-Yo al menos no tengo vergüenza de enseñar mi cuerpo,
estoy orgulloso de él, incluido el tamaño de mi polla, en cambio tú eres una
acomplejada- continúe con los argumentos.
El caso es que estuvimos un par de minutos que si tú
esto, que si tú lo otro como dos niños pequeños hasta que poco a poco y debido
al calor de la mañana nos quedamos adormilados los dos en las toallas.
Fueron las gotas de agua que sacudió mi mujer al
acomodarse en su toalla junto a la mía las que me despertaron. Pude
contemplarla totalmente mojada peinándose su cabello a mi lado. Estaba claro
que regresaba del agua. Me sorprendió que se hubiese atrevido a bañarse sin mi
presencia a su lado.
-Mira el abuelo de la izquierda- me advirtió mi mujer-
lleva observándome desde que me he metido en el agua-me hizo saber.
-No me extraña-respondí sin girarme siquiera a mirarlo-
yo también te observaría- la respondí inocentemente.
-Pues eso hace el tío, lo asqueroso del caso es que no
para de mostrarme orgulloso la erección que le provoco- me hizo saber. Esta vez
me volteé para mirarlo.
-Será cerdo- espeté al tiempo que contemplaba al abuelo
empalmado. Era un espectáculo bochornoso y decadente.
-Lo peor es que su mujer está al lado y ni le dice
nada- argumentó mi mujer.
-Podía cortarse un poco ¿no?,- le mostré a mi mujer mi
desacuerdo con la actitud del abuelo.
Mis palabras de cabreo seguramente fueran acompañadas
de gestos bruscos por mi parte y por la situación, lo que animó al abuelo a
sentarse de nuevo junto a su esposa dándonos la espalda y dando por terminada
la desagradable función. Momento que aproveché para incorporarme de la toalla y
acariciando la espalda de mi mujer besarla en la boca. Yo no buscaba un beso de
pasión, sino más bien de complicidad al haber superado la incómoda situación
entre los dos, y en cambio mi mujer me devolvió un efusivo beso que delataba
cierto estado de excitación por su parte. Le correspondí en el segundo beso.
Desde luego mucho más prolongado y efusivo que el primero. Hacía mucho que
nuestras bocas no permanecían unidas en un beso durante tanto intervalo de
tiempo.
Últimamente todo eran besos cortos cedidos como por
compromiso entre los dos. Lo justo para decir te quiero y poco más. En cambio,
por primera vez en mucho tiempo nuestras lenguas jugaron la una con la otra
como cuando éramos novios. Entonces podíamos pasarnos horas y horas unidos sin
separar nuestros labios ni tan siquiera para respirar.
Inevitablemente sus besos locos y mis recuerdos provocaron
una incipiente erección en mi polla. Se me puso dura como hacía tiempo no
recordaba. Mi mujer se percató de ello cuando su cuerpo se rozó un par de veces
con mi glande desplegado.
Andrea interrumpió el beso para mirar el estado de mi
miembro.
-Joder cari, te pones cachondo por nada- pronunció al
tiempo que se sonreía medio sorprendida, medio mofándose por mi estado.
-Deberías darte un baño de agua fría- pronunció al
tiempo que se incorporaba de la toalla para ponerse en pie y tirando de mi mano
animarme a que la siguiera al agua.
Logró incorporarme y que la siguiese de la mano a la
orilla. Yo continuaba empalmado a la vista de todo el mundo. En el primer
segundo creí morirme de la vergüenza, pero conforme avanzaba a la orilla ese
sentimiento de ridículo desaparecía despertando en mí cierto orgullo para con
mi cuerpo.
-El agua está buenísima- las palabras de mi mujer salpicándome
me despertaron de mis pensamientos.
-Como tú- la respondí al tiempo que iniciábamos el
inocente juego de salpicarnos el uno al otro mientras corría a atraparla.
Cuando cogí a mi mujer entre mis brazos el agua ya nos
cubría a medio cuerpo. Solo tuve que introducirla un poco más adentro
reteniéndola por su espalda y cruzando los brazos sobre su cuerpo hasta que el
agua por fin nos cubría de cuerpo entero, momento en que la solté y mirándola
fijamente a los ojos la dije:
-Bésame-
Andrea se abrazó a mi cuerpo, rodeándome con sus brazos
por detrás de mi cuello y con sus piernas alrededor de mi cintura. Tuve que
agarrarla del culo para no caernos. Como era de entender retomé mi erección al
tener mis manos abiertas de par en par en sus cachetes y su cuerpo pegado al
mío. Todo eso al tiempo que nos fundíamos en un interminable beso dentro del
agua, a resguardo de la vista del resto del mundo.
Mi pene quedó por tanto aprisionado entre ambos
cuerpos, delatando mi estado ante mi mujer la cual comenzó a moverse lentamente
provocando el roce intencionadamente. Por suerte como digo, el agua nos cubría
ocultando nuestra particular travesura.
-Hay que ver que día llevas- me susurró mi mujer en la
oreja al tiempo que comenzaba a chuparme en el lóbulo tratando de provocarme.
-Te follaría aquí mismo- la dije en plan bestia.
-¿Sabes una cosa?- me susurró con voz insinuante al
tiempo que una de sus manos descendía acariciándome el cuerpo hasta asir mi
miembro entre sus deditos.
-Yo también voy algo cachonda- continuó susurrándome en
el oído en una actitud que hacía tiempo ni podía imaginar de ella pues comenzó
a acariciar mi polla con su manita.
Verdaderamente que tenía que realizar un ejercicio de
autocontrol por mi parte para no follármela allí mismo.
-Sabes…puede que no haya sido tan mala idea venir hasta
aquí- dijo antes de comerme la boca.
-Me encanta cuando te veo así- le dije yo.
-¿Así?, ¿cómo?- quiso saber ella.
-Me encanta cuando te desatas, me vuelves loco, y lo
sabes- le hice saber.
-Tú sí que estás loco- me dijo recuperando el tono de
los buenos tiempos.
A todo esto no
parábamos de besarnos y besarnos al tiempo que nuestras caricias en el agua
eran cada vez más evidentes.
-Loco por ti mi vida. Eres tú quien me vuelve loco-
parecíamos dos enamorados.
-Sabes…- me susurró de nuevo en la oreja esta vez con
carita de niña traviesa- quiero que me lleves de nuevo al hotel y quiero que me
folles. Lo oyes, quiero que me folles- me dijo mirándome con ojitos
suplicantes.
Decir que cuando éramos novios, antes de estar casados
incluso, me encantaba frenarme en seco en plena faena, cuando ella estaba
apunto de estallar, siempre me preguntaba que qué hacía, y yo le respondía que
me dijera que era lo quería. Me encantaba escucharla decir “quiero que me folles”.
Era oírselo susurrar con su voz de princesa indefensa y sacudirme como una
bestia dentro de ella. Creo que incluso a ella le gustaba escuchárselo decir a
sí misma. “Quiero que me folles, o fóllame” eran el detonante para que me
moviese como un auténtico animal.
-Vamos al hotel- pronuncié impaciente descabalgándola
de mi cintura y tirando de la mano de ella hacia la orilla.
Recogimos las toallas y los enseres a toda prisa
haciendo evidente nuestra urgencia. Durante el trayecto en coche apenas
intercambiamos palabras, ella me acariciaba la polla por encima del bañador que
me puse para conducir y de vez en cuando me acariciaba el pecho por debajo de
la camiseta como buenamente le permitía el cinturón. Yo aprovechaba los cambios
de marcha para acariciarle la pierna. Hacía tiempo que mi mujer no me mostraba
esa mirada sucia que tanto me enloquecía de jóvenes. El trayecto a pesar de no
ser muy largo se me hizo eterno. Todavía se encontraba en la recepción del
hotel el mismo Alfredo que nos gestionó el renting del coche. Se lo entregamos
a toda prisa. Mi mujer reconoció pasar vergüenza, era evidente nuestro estado
de urgencia a ojos del recepcionista.
Apenas la reconocí una vez llegamos a la habitación. Se
desnudó ella misma mucho antes que yo. Mi mujer se tumbó en la cama espatarrada
boca arriba acariciándose mientras yo buscaba con aire ridículo un condón con
el que enfundármela. Cuando me abalancé sobre ella y mi pene se rozaba entre
sus labios vaginales pude comprobar que estaba completamente empapada. Apenas
dos besos y dos caricias y fue ella misma quien asió mi polla entre sus deditos
y la acomodó a la entrada de su coñito.
-Fóllame- me susurró en la oreja al tiempo que alzaba
sus piernas en alto para facilitarme la maniobra.
La miré a los ojos preguntándome dónde estaba mi mujer.
Andrea estaba desconocida, como emputecida. Desde luego no iba a ser yo quien
desaprovechase la oportunidad que se me ofrecía. Me la iba a follar. Después de
una larga temporada de sequía al fin iba a conseguirlo. Me dije a mi mismo que
el coste del viaje había merecido la pena.
Como puedes imaginar me la follé sin tregua. Fue
metérsela y moverme como un animal, aunque esa bestia fuese un conejo moviendo
el culo. Mi mujer se corrió enseguida. Hacía tiempo que no se corría tan
pronto. Incluso creo que se hubiese corrido dos veces de no ser porque yo no
pude contenerme un poquito más.
Caí desplomado a su lado en la cama, hacía calor,
estábamos sudados y apenas habíamos comido nada en la mañana, así que el
cansancio se apoderó de nuestros cuerpos y quedamos dormidos en la cama.
Era ya media tarde cuando despertamos, mi mujer se
duchó primero, así tenía más tiempo para darse sus cremitas, arreglarse y
dedicarle tiempo a su cuerpo. Aunque conversamos de muchas cosas durante ese
rato el tema recurrente era lo bien que lo habíamos pasado a la mañana en la
playa, las sensaciones, y el polvete tan rico de después. Los dos estábamos de
acuerdo en que repetiríamos a la mañana siguiente. Mi mujer me reconoció que al
principio no me veía capaz de que me desnudara. También confesó que conforme
transcurría la mañana ella se encontraba cada vez más a gusto a pesar de andar
medio desnuda. Comentamos las pequeñas anécdotas e incidentes, sobre todo
cuando el abuelete guiri, seguramente francés, mostró orgulloso la erección que
le provocó mi mujer. Dijo sentirse alabada, y nos reímos comentando que quien
sería su mujer, la dulce abuelita con la que estaba, no lograba empinársela de
esa manera. Entre besos y arrumacos de complicidad acordamos salir a cenar
fuera del hotel, pasear y disfrutar de los bares y terrazas. Al hilo de los
comentarios de mi mujer acerca de cómo se había sentido esa mañana con su
cuerpo, le sugerí que durante el paseo podía probarse algún tanga de ver alguna
tienda abierta. Logré medio convencerla de que en tanga llamaría menos la
atención en la playa que con braguita. Ella ya usaba ese tipo de prendas de vez
en cuando como ropa interior, así que no debería costarle dar el salto en la
playa. Además, la argumenté que el simple hecho de probárselos ya era un nuevo
juego en sí, aunque al final no le convenciese ninguno.
Así fue. Se probó varios tangas y al final compramos
uno tipo brasileño de esos que se anudan a los lados, la parte frontal era
totalmente normal, mientras que la parte trasera era un triángulo de tela que
poco a poco se convertía en un hilo que desaparecía para unirse de nuevo en la
parte frontal. Solo de verla así en el probador tuve una erección de caballo.
Por suerte a mi mujer le gustó ser la protagonista del espectáculo y se lució
para mí. Habíamos recuperado nuestra vida conyugal.
Ya durante la cena le rogué y supliqué porque se
pusiera la prenda al día siguiente. Se mofó de mí diciendo que estaría todo el
día tumbado boca abajo, pero con la segunda botella de vino medio accedió a mis
peticiones. Apenas llegamos al hotel arrinconé a mi mujer contra la pared, ni
tan siquiera llegamos a la cama. La poseí en el mismo pasillito de entrada a la
habitación. Nada más cerrar la puerta la desnudé ente besos. Andrea aceptaba
mis caricias, ella también se mostraba urgente. De hecho, fue ella quien me
desnudó, quien se colocó cara la pared, y quien cogiéndome la polla entre sus piernas
la acomodó entre sus labios más íntimos.
-Fóllame-. Susurró. Ni tan siquiera hizo falta que se
lo pidiera. Empujé, empujé con todas mis fuerzas desde la primera arremetida.
Ambos buscábamos el contacto de nuestros cuerpos, ella anhelaba mi pecho en su
espalda y yo ese contraste de temperatura entre su cuerpo y el mío. Pude
comprobar el frescor de sus nalgas al contacto con mis pelotas. Su sudor, su
olor y sus gemidos. Si nos oían o no desde otras habitaciones poco importaba.
En apenas diez minutos Andrea se corría entre espasmos y dificultades para
mantenerse en pie cara la pared. Yo por el contrario me corría dentro de ella
apenas unas embestidas más tarde.
Dos polvos en un mismo día. Algo impensable apenas 48
horas antes en la vorágine de nuestro pueblo y sus rutinas. Yo quedé dormido
desnudo sobre la cama viendo como mi mujer procedía con el ritual de arreglarse
antes de acostarse.
Ni que decir tiene que a la mañana siguiente mi mujer
era la primera con ganas de repetir playa y experiencias. No tuve que decirle
nada acerca de su elección entre el tanga comprado la noche anterior y la
braguita, a lo que abrí los ojos ya llevaba la prenda puesta. Estaba
espectacular. Se le veía un culo precioso en el que destacaban sus líneas
blancas.
Al reservar el coche en el hall del hotel nos llamó la
atención que no estaba el recepcionista del día anterior. En su lugar un chico
joven nos realizó la gestión. Llegamos a la playa algo nerviosos, al menos yo,
esperando que el día nos deparase nuevas experiencias.
Como en el día anterior dejamos el coche en el parking,
casi en el mismo sitio. Esta vez la zona más cercana al coche estaba poblada
por parejas de abueletes, mientras que conforme nos alejamos del lugar se
divisaba gente más joven y más distanciada entre toallas.
Al final decidimos tumbarnos en un sitio más o menos
solitarios. Esta vez estaríamos separados del resto de parejas unos veinte
metros. Salvo que en esta ocasión a la izquierda había una pareja más o menos
de nuestra edad, diría que alemanes y a la derecha unos cuarentones, al parecer
ingleses. Nada que ver con los octogenarios del día anterior.
Debo reconocer que me dio algo de corte desnudarme
frente a la alemana más joven que no dejó de observarme durante un buen rato
nada más desnudarme. En cambio, al otro lado, era el cuarentón quien no dejaba
de mirar a mi esposa. Tanto el treintañero como la cuarentona apenas nos prestaron
atención.
Ni que decir tiene que mi mujer estaba espectacular con
el tanga, casi medio desnuda, de ahí que al tiempo ambos hombres la mirasen con
frecuencia, siendo el cuarentón el más descarado. El juego de miradas fue el
tema de conversación de la mañana entre mi mujer y yo. Sobre todo el momento calentón
cuando nos dimos el uno al otro cremitas, primero Andrea
a mí y luego yo a ella. Transcurrido el tiempo de las primeras miradas mi mujer
se puso a leer y al cabo de un ratillo yo estaba achicharrado del calor.
Los
acontecimientos se precipitaron cuando fui a darme el baño al mar dejando a mi
mujer sola en la toalla leyendo. Reconozco que me quedé un rato embobado viendo
a la alemana más joven desnuda. Tenía buen cuerpo, buenas tetas, buen culo,
pero lo que más me llamó la atención sin duda era que no tenía ni un pelo en el
pubis. Nada. Totalmente rasurado o depilado. Enseguida pensé que le gustaría de
practicar sexo oral con su pareja. Observé al alemán que tenía por pareja.
Efectivamente tenía pinta de “comecoños”. Comencé a divagar en mis pensamientos
a cual más pervertido. Por eso no presté la menor importancia a un tipo que venía
paseando por la orilla desde lo lejos y que se detuvo a conversar con mi mujer
una vez llegó a la altura de nuestras toallas. Supuse que sería el típico pesao
al que mi mujer mandaría a hacer gárgaras.
Desperté de mi ensoñación y mis pensamientos cuando caí en la
cuenta de que el tipo llevaba un rato desnudo frente a mi mujer hablando con ella.
No pude verle el careto al estar de espaldas a mi posición pero parecía algo
mayor, cincuentón sino sesentón. En esos momentos Andrea estaba tumbada boca
arriba luciendo pecho apoyada en sus codos y con la mano en la frente para que
el sol no la diera en los ojos. Se les veía conversar amigablemente. Como si se
conocieran de algo. En un primer impulso quise salir del agua y averiguar de
quien se podía tratar. No sé cuál de todas las opciones podía ser peor, que se
tratase de algún conocido, a lo peor de nuestra comarca, o de algún pervertido.
La conversación comenzaba a ser más larga de lo esperado por mi parte. Lo que
me mosqueó.
En esas que mi mujer se incorporó y se puso de rodillas para
continuar la conversación. Desde mi perspectiva la boca de mi mujer quedaba a
la altura de la polla de aquel individuo al que dada la perspectiva todavía no
acertaba a verle la cara. Únicamente sabía que se trataba de un cincuentón,
algo obeso, y a juzgar en la distancia con un buen pito.
La polla se me puso dura al instante a pesar del frio del agua
de ver a mi querida mujercita arrodillada a los pies de aquel desconocido con
su miembro cimbreando a un lado y a otro a altura de la boca de mi esposa.
Aunque en realidad guardaban la distancia, desde mi perspectiva parecía otra
cosa. No hacía falta imaginación.
Me hice el disimulado dentro del agua, la situación me estaba
poniendo a mil, ver a ese gorila viejo delante de mí delicada esposa en esa
postura me había puesto la polla bien dura. Ni lo podía disimular ni podía
salir del agua. Entre otras cosas porque la alemana se percató de la situación
y no dejaba de mirarme a la espera de que saliese del agua para darse la
alegría del día. No estaba por la labor de darle el gusto, aunque por otra
parte comenzaba a impacientarme.
Los observaba conversar desde el agua con relativa fluidez, me
llamó la atención la actitud de mi esposa, fuera lo que fuera de lo que estaban
hablando me quedaba claro que ella consentía de la situación, si no, conociéndola,
ya le habría mandado a tomar por culo al tipo. Debían de conocerse de algo, lo
que no dejaba de asombrarme era la actitud de mi mujer. ¿Qué hacía dándole coba
al tipo?. ¿Quién podía ser?.¿De qué coño hablaban tanto rato?. Comencé a
ponerme nervioso.
Me tuve que contemplar con mi polla tiesa bajo el agua como Andrea
le seguía la conversación, una conversación que se alargaba más de lo deseado
por mi parte. Como mi erección era considerable tuve que aguantarme las ganas
de salir y decirle cuatro cosas a aquel cabronazo, pero sobre todo a mi esposa.
No la entendía. Para colmo nuestras miradas se cruzaron en la distancia. Mi
mujer me miró con cara de no sé muy bien qué. Se sonrió de verme en el agua y
continuó dándole coba al tipo. No me gustó un pelo su mirada ni su jueguecito. Si
quería ponerme celoso lo estaba consiguiendo. Por suerte la situación duró poco
más. Tras lo que venían a ser unas palabras de despedida y los consecuentes
besos de adiós el tipo desapareció por donde había venido de regreso a los
coches. Mi erección cesó conforme el tipo se alejaba, hasta el momento en el
que aproveché a salir del agua para pedirle a mi esposa las correspondientes
explicaciones.
Salí del mar todo lo rápido que pude tratando de evitar las
miradas de la alemana, la cual no dejó de sonreírse irónicamente al ver mi
estado, todavía algo morcillona y mi torpeza al andar. Cuando alcancé nuestra
posición me tumbé de nuevo boca abajo sobre mi toalla, Andrea estaba roja como
un tomate, me miró con mucha vergüenza aunque trató de aparentar cierta
indiferencia aunque sabía que yo lo había visto todo. Se fijó en mi empalme
poniendo gesto raro.
Por mi parte también con aparente tranquilidad me senté a su
lado y serena y disimuladamente le pregunté:
- ¿Qué ha pasado?,¿Quién era ese?.- Quise saber fingido y muerto
de celos.
Ella me miró con cara de sorpresa:
-¿No sabes quien era?- me preguntó mi mujer incrédula de que yo
no hubiese reconocido al tipo.
.-Pues si no me lo dices no caigo- le respondí tratando de hacer
memoria.
.-Era Alfredo, el recepcionista del hotel. El que nos aconsejó
esta playa. ¿Te acuerdas?- me dijo con cierto rin tin tin en su tono de voz.
.-¿Y qué coño te ha dicho?, si puede saberse- quise que me
contara lo sucedido.
- Pues nada, que según ibas para el agua, ha pasado como
disimulando, aunque creo que nos estaba buscando, me ha mirado, se ha acercado
y me ha preguntado si me llamaba Andrea. Entenderás que no me lo esperaba y muerta
de vergüenza le he dicho que sí, aún no había caído en la cuenta de quién era.
Así que le he preguntado qué de que me conocía. Y es entonces cuando me ha
dicho que era Alfredo el del hotel, quien nos recomendó la playa y nos indicó
la forma de llegar. Me ha preguntado cosas del tipo qué si nos gustaba el
sitio, del hotel, no sé cari, como lo he visto que trataba de ser amable le he
seguido la conversación, tampoco era como para ponerme en plan borde
entenderás, el resto ya lo has podido ver- soltó como si nada para acto seguido
cuestionar mi interés por su conversación.
-¿Estas celoso?- me preguntó mi mujer medio burlándose de mí.
-¿Yooo?, celoso, ¿de qué?- traté de disimular mi mal humor.
-Me alegro porque ha dicho que hoy se le había hecho algo tarde,
pero me ha preguntado si podía venir mañana y estar un rato con nosotros, se ha
ofrecido a traer bebidas frías e incluso a pasar a recogernos con su coche para
ahorrarnos el renting- me advirtió mi mujer.
-¿Cómo?- pregunté sorprendido sin dar crédito a lo que estaba escuchando.
-¿Qué tú le has invitado a que venga mañana y se tumbe con
nosotros?- en verdad que no me creía nada de lo que me estaba contando mi
mujer. No la creía capaz de algo así.
-Vamos cari, no seas tontorrón. No creas que no me he dado
cuenta de cómo me mirabas cuando me he puesto a hablar con él. Si te has
empalmado como un burro. Se te notaba a la legua, hasta a la alemanita de
enfrente se ha percatado de tu erección. Además,…- dejó cierto suspense en sus
palabras. Sabe que eso me saca de quicio cuando lo hace.
-Además ¿qué?- quise saber.
-Pues además que sepas
que ha sido el mismo Alfredo quien me lo ha advertido-dijo para mayor de mis
sorpresas.
-Que te ha dicho ¿queeeh?- yo alucinaba con lo que escuchaba.
-¿Se puede saber qué es lo que te ha dicho?- le exigí que me
contara de su conversación.
- Nada cari, simplemente me ha dicho que se había alegrado de
ver el coche en el parking. Me ha reconocido que en cierta forma nos andaba
buscando, que tenía varios días libres y que le ha sorprendido reconocerme. No
se esperaba vernos aquí, se pensaba que no nos íbamos a atrever, que se nos
notaba muy primerizos cuando le preguntamos en recepción como para repetir. En
cualquier caso me ha recalcado varias veces que era mucho más hermosa así como
estaba en la playa que vestida como en el hotel. Me ha dicho un par de veces
que tenia los pechos muy bonitos pero que tuviera cuidado con el sol. Que me
picarían a la noche y que entonces me acordaría de él y su advertencia. Que
quieres que te diga, que me he sentido alagada por sus piropos, me ha dado pena
y como te digo el resto ya lo conoces- interrumpió mi mujer el relato.
-Como que el resto ya lo conozco. De verdad que no te entiendo
cari. De negarte a venir, a permitir que un tío en pelotas al que apenas
conocemos se venga a pasar la mañana como su madre le trajo al mundo con
nosotros- le mostré mi desacuerdo para continuar pidiendo explicaciones.
-Oye que yo no le he dicho ni que si ni que no, simplemente que
lo hablaría contigo, pero como tardabas en salir tanto del agua…- trató de
echarme la culpa a mí.
-De verdad que no te conozco-repliqué cariacontecido.
-Bueno… no sé. El tipo tiene su gracia. Ha sabido llevar el
asunto. El caso es que mientras charlábamos Alfredo me ha preguntado qué porque
no salías del agua a saludarle. Todo con bastante arte mi cari. La verdad no he
sabido que responderle, es más, he tratado de excusarte porque estabas quedando
como un maleducado, a lo que él me ha dicho que era porque estabas empalmado. La
verdad yo me he echado a reír más por la forma tan graciosa en que lo ha dicho
que por otra cosa. Aunque estaba en lo cierto. La verdad cari es que estabas un
tanto ridículo dentro del agua. Como ha dicho él, parecías un niño chico
aguantando las ganas de hacer pipí- no pude menos que interrumpirla.
-¿Y a ti eso te ha hecho gracia?- la pregunté.
-Pues un poco sí, la verdad cari para que te lo voy a negar, luego
me ha preguntado qué porque pensaba yo que tú estabas en el agua tan excitado
viendo como su mujer charlaba con un tipo como él. No he sabido que responder,
entenderás que aún ahora no lo comprendo. Al ver mi reacción me ha explicado
que él suele venir con relativa frecuencia por Maspalomas, me ha dicho que ha visto
todo tipo de parejas pero que a nosotros nos había calado enseguida. No he
podido aguantarme la risa. El pobre se ha debido de hacer ilusiones. Es
entonces cuando ha sabido predecir que al irse saldrías del agua. Ha comentado
lo de quedar mañana y me ha dicho que lo hablásemos, que si consentíamos que se
tumbase junto a nosotros pues tanto mejor, que si no también lo entendía, que
ante cualquier excusa se marcharía. No sé cari, ¿qué hacemos?. A mí me ha
pillado todo por sorpresa- me preguntó mi mujer.
-¿Has visto cómo te miraba?- la pregunté.
- Claro que me he dado cuenta, menudo cerdo, se me follaba con
la mirada- me confirmó mi mujer mis teorías.
-¿Y no te da asco?- la pregunté.
-No sé cari, estoy confundida, por una lado sí, pero por
otro….-de nuevo un suspense desesperante para mi.
-Pero por otro ¿qué?,- quise saber.
-No sé cari tal vez sea una locura… me da vergüenza decírtelo
aquí, así, tan de repente, pero por lo que sea voy muy cachonda y por lo que
veo tú también, de verdad que no lo entiendo pero tengo unas ganas locas de
regresar al hotel contigo, todo esta situación me ha puesto a mil, de verdad
que tengo ganas de que regresemos tu y yo solos al hotel- concluyó su
argumentación.
-¿Quieres que regresemos ahora al hotel?- pregunté atontado por la
situación.
.-Uhm, uhm- asintió ella tomando mi mano entre la suya y
guiándola hasta acariciar su sexo por encima de la tela de su tanga.
¡¡Dios!! desprendía un calor perceptible aún a pesar de la
temperatura ambiente. Estaba empapada.
Apenas nos dijimos nada más, recogimos nuestras toallas y
enseres con toda la urgencia del deseo. Apenas un par de besos con las prisas.
Ya en el coche no dejamos de acariciarnos manteniendo nuestro estado de
excitación. Nada más entrar por la puerta de la habitación nos abalanzamos los
dos sobre la cama con nuestras pocas prendas aún puestas. Me encantó el sabor
mezcla de mar y sudor que desprendía mi esposa en cada poro de su piel. Nada de
jabón y perfume, sino mar, sudor y sexo.
Me la follé bien follada, por delante, por detrás, arriba,
abajo, de lado y en todas las posturas. Creo que ella se corrió tres veces en
el tiempo que yo lo hice en dos ocasiones sin apenas recuperación entre medias.
Caímos exhaustos en cuanto me corrí dentro de ella en nuestro último
revolcón. No podíamos más. Estábamos
agotados, o mejor dicho, echo polvos.
El resto del día transcurrió con normalidad, hasta que nos
sentamos a cenar en un agradable velador.
-¿Has pensado que haremos mañana en la playa si aparece Alfredo?-
me preguntó mi esposa mientras elegía en silencio la carta.
.-Pues no- respondí sorprendido por el tema de conversación que
sacó a colación mi esposa tras el silencio producido al examinar la carta.
.-Pero me alegra saber que mañana iremos de nuevo a la playa-
respondí sorprendido porque fuera mi mujer quien diese por hecho el plan del
día siguiente.
-Por eso lo digo- trató de disimular - tal vez mañana no
debiéramos ir- me traslado la iniciativa.
-¿Acaso te lo has pasado mal?- evidencié que después de todo no
había sido tan mala idea mi pequeña locura en todo este viaje.
-Debo reconocer que tenías razón, necesitábamos un tiempo para
nosotros, lejos de la rutina, volver a cometer locuras, pero lo de Alfredo,
pues no sé qué decirte- como siempre mi mujer dejó inconclusa la frase para que
fuese yo el primero en mostrar la opinión.
-Pobre hombre me da pena, ¿has visto cómo te miraba?- la
pregunté.
-Menudo salido, me desnudaba con la mirada, no creas que no me
he dado cuenta- me dijo.
-Mañana fijo que aparece- dije.
-Segura, por eso te lo preguntaba, ¿qué hacemos?- me preguntó
nuevamente.
-Pues no sé, sobre la marcha- dejé mi respuesta a la
improvisación.
-¿En verdad que no te importa que me vea las tetas?, ¿qué me
mire como me mira y que se muestre orgulloso desnudo ante mi?- preguntó
sorprendida mi mujer.
-Bueno, bueno, bueno- traté de rebatir el asunto cansadito de
que tratase de hacerme sentir culpable, -Que no solo es cosa mía, que a ti
también te ha gustado que ese burro te mirase y sentirte deseada. No me irás a
negar a mi ahora que no te ha gustado coquetear con él, aunque solo sea para
ponerme celoso. Tú también te has puesto cachonda, sino de qué regresamos al
hotel y te corres como te has corrido- traté de poner las cosas en su sitio.
.- Es verdad, cari, no puedo negarlo, sabes que tienes toda la
razón, aún no logro entender porque me he puesto así esta mañana, no me
arrepiento, supongo que la situación y todo lo que quieras, pero una cosa es lo
que ha pasado hoy y otra muy distinta la que tenga que pasar mañana - trató de
hacerme ver la diferencia.
.-Bueno, ya veremos lo que pasa, no adelantemos acontecimientos.
Si no nos gusta la situación pues ponemos cualquier excusa, nos levantamos y
nos vamos- traté de zanjar el asunto.
-Espero que tengas razón, ¿qué puede haber de malo?- se
preguntó.
- Una cosa tengo clara, y es que mañana quiero repetir contigo
en la playa, no voy a dejar de ir por miedo a si aparece el tal Alfredo. Si no
aparece pues mejor, y si aparece pues ya veremos, ¿no crees?- quise que mi
esposa me diera la razón.
-Si, supongo que si- musitó no muy confiada.
-Hasta ahora todo está yendo genial, ¿no?. Pues confiemos el uno
en el otro- traté de hacerle entender que no había nada malo en cuanto estaba
pasando.
-Supongo que tienes razón- concluyo el tema mi esposa. -¿Qué te
vas a pedir?- cambió de conversación mi esposa cerrando la carta sobre la mesa
dispuesta a charlar de otros asuntos.
Fue al llegar al hotel cuando al desnudarnos para ponernos el
pijama que mi mujer me pidió que le extendiese crema por la espalda. En esos
momentos estábamos ambos completamente desnudos, desinhibidos de nuestros
cuerpos como hacía tiempo no teníamos esa sensación. Ella permanecía delante
mío mirando las últimas noticias hacia la tele del dormitorio y yo en su
espalda esparciéndole las primeras gotas de la crema sobre los hombros.
-Sabes…- pronunció mi mujer mientras yo untaba sus hombros de
crema.
- …Alfredo tenía razón, me pican los pechos del sol y no puedo
evitar acordarme de sus palabras- pronunció mi mujer.
No supe entender el por qué dijo eso en esos momentos. ¿Por qué
se acordaba ahora desnuda solos ella y yo del tal Alfredo?, supuse que quería
ponerme celoso.
-Sabes que mañana Alfredo me pedirá que le dé crema, o a lo peor
trata de darme crema él a mi- insistió en la idea de que indudablemente Alfredo
aparecería e intentaría alguna maniobra obscena y pervertida.
-Seguro que lo intenta- la respondí.
-¿Qué debo hacer si me pide que le dé crema?- quiso saber mi
mujer.
-Pues no sé, lo que tú quieras- le respondí agotado del día
esparciendo la crema por su espalda.
-¿Y si se las arregla para darme él a mí?- insistió.
-Pues lo mismo, lo que tú quieras- respondí al tiempo que mis
manos descendían por su espalda muy cerca ya de embadurnar sus nalgas.
.-¿No te importa?- me preguntó.
-Mujer todo depende- respondí a la gallega. -Si es correcto en
sus formas no veo porque no, otra cosa es que trate de tocarte el culo o las
tetas- argumenté al tiempo que mis manos descendían hasta sus glúteos para
acariciarla descaradamente y mostrarle lo que no debía suceder al tiempo que un
pequeño silencio se apoderaba de la estancia.
Lo cierto es que mientras le daba crema a mi mujer en las zonas
prohibidas de su cuerpo que no puede evitar imaginarme las manos del tal Alfredo
acariciando el cuerpo de mi esposa, y claro, mi polla se puso dura de repente.
Mi mujer pudo comprobar mi estado aún a pesar de continuar dándome la espalda.
Mi respiración comenzaba a delatarme.
-Sé lo que estás pensando- interrumpió el silencio producido en
nuestra conversación.
Fue Andrea quien sacando un poco en pompa su culete hacia atrás
pudo comprobar mi estado de erección. A esas alturas sabía perfectamente lo que
pasaba por mi mente.
.-Joder, que cerdo eres, no ha pasado nada todavía y ya estás
burrón de imaginártelo- espetó al tiempo que deslizaba una de sus manos hacia
atrás para asir mi polla entre sus deditos y estimular aún más mi erección. En
esos momentos estaba literalmente en sus manos. Fue ella quien girándose de
frente a mi sin dejar de meneármela me dijo:
.-De verdad que no hay quien te entienda. ¿Así que te pone
cachondo que ese viejo verde me acaricie?- cuestionó bajando su mirada para
comprobar como mi polla crecía desmesuradamente al compás de sus caricias.
Yo la miraba suplicante porque continuase masturbándome mientras
mi imaginación se desbordaba.
-¿Ya la tenías así de dura bajo el agua esta mañana mientras me
observabas hablar con él, eh?- quiso saber mi mujer. Yo por el contrario me
dejaba hacer sumiso sin oponer resistencia a sus caricias y mucho menos a sus
comentarios.
- Eres un cerdo, no entiendo cómo te pueden excitar estas cosas,
pero que sepas que Alfredo me ha rozado un par de veces con su polla sin querer
esta mañana- pronunció al tiempo que inocentemente comenzaba a restregar sus
caderas por mi prepucio provocando la sensibilidad de esa parte de mi anatomía.
Yo la miraba incrédulo porque lo que me contaba fuera cierto,
pero a la vez la idea de que pudiera haber sucedido me producía una pizca de
asco y en cambio una tremenda excitación.
-No me lo creo- la hice saber.
-Pues créetelo- me respondió al tiempo que continuaba
restregando la parte más sensible de mi
pene por todo su cuerpo. Se regocijó especialmente en sus pechos, tililando con
mi glande las puntas de sus pezones.
-De hecho con cada rocecito de su pene en mi piel su polla daba
pequeños respingos como por acto reflejo- quiso torturarme con sus palabras en
mi imaginación.
-¿Te has fijado en su polla?- quise saber desatado por la
situación.
.-Como para no fijarme, menudo pollón se gasta el tío. Supongo
que tú en la distancia no te habrás dado cuenta pero Alfredo luce una buena
herramienta, pero sobretodo me ha llamado la atención esos huevazos enormes que
le cuelgan, si todo el pellejo que le soportan las pelotas - y al mismo tiempo
que mi mujer me provocaba con sus palabras soltaba mi polla de entre sus deditos
para provocar tímidos rocecitos entre su piel y mi prepucio. De esta forma no
tuve que imaginarme nada y pude comprobarlo en mis propias carnes. Ella al
darse cuenta de cuanto provocaba en mí su papel quiso llegar más lejos en sus
provocaciones.
.-Piensa que yo estaba más o menos a esta distancia- dijo
arrodillándose a mis pies simulando lo sucedido a la mañana en la playa.
.-En una de las veces en que me he apretado la coleta del pelo
ha sido el primer roce fortuito- me dijo replicando la maniobra.
-Joder Andrea, no puedo más, chúpamela- imploré con mi mujer
arrodillada desnuda a mis pies.
-¿Tan cachondo vas?- preguntó incrédula a mi petición.
-Ni te lo imaginas- dije al tiempo que me aferraba a dos manos a
su cabeza para meterle de una vez mi polla en su boquita.
Debo decir que ella me correspondió. Enseguida se afanó en
hacerme una buena felación. Es algo que tiene que apetecerle, no es lo
habitual, pero cuando se pone es bastante buena. En apenas un par de minutos me
corrí en su boca.
.-Joder ¿ya?-preguntó ella sorprendida porque terminase tan
pronto.
.-No veas como me has puesto- traté de disculparme.
-¿Y yo?- dijo ella ahora como un perrito abandonado.
-Te vas a enterar- le dije al tiempo que la tiraba bruscamente
sobre la cama y me acomodé entre sus piernas para comerle el coño con verdadera
devoción algo encabritado por la situación.
Mi mujer se retorció de gusto al torturar su sexo con mi lengua.
.-Uhhmmm joder sí, que rico- musitó en varias ocasiones mientras
yo saboreaba sus fluidos vaginales.
Hubo un momento en que aprisionó mi cabeza entre sus muslos,
como para retenerme mientras que entre gemidos de placer se le escapaba de la
boca frases del tipo…
.-Joder sí, Alfredo, que bien comes el coño- o del tipo – eso es
Alfredo, sigue, así, así, lo haces muy bien-. Estaba claro que buscaba
provocarme. Y claro que lo consiguió. Yo chupaba y lamía por todos lados.
En un par de veces en que levanté la mirada para contemplarla
pude comprobar que tenía los ojos cerrados concentrada en sus fantasías. A
saber en que estaría pensando. En esos momentos me daba igual si era yo o
nuestro nuevo amigo quien la comía a placer en su imaginación, lo único que me
importaba es que estaba preciosa.
Como era de esperar se corrió brutalmente. Su cuerpo se arqueó,
varios espasmos consiguieron que incluso lograra levitar sobre la colcha, sus
gemidos debieron escucharse en las habitaciones adyacentes, pero todo nos daba
igual en esos momentos.
Estuvimos toda la noche dale que te pego hasta que al final
terminamos exhaustos abrazados el uno al otro.
A la mañana siguiente acudimos puntuales a nuestra cita en la
playa. Mi mujer estaba espléndida semidesnuda con las tetas al sol. Eligió una
braguita más o menos normal color carne, cosa que me llamó la atención. Pensé
que se atrevería con un tanga o al menos eso supuse al salir del hotel. Esta
vez elegimos un lugar más apartado del resto que en las veces anteriores. Una
pena que no pudiéramos estar completamente solos. Debo reconocer que tanto Andrea
como yo estuvimos nerviosos todo el tiempo hasta que al final apareció Alfredo
paseando por la orilla con una mochila a su espalda y una nevera portátil en su
mano.
.-Hey, chavales, ¿qué tal os va?- nos saludó como si nos
conociéramos de toda la vida.
Mi mujer se incorporó de la toalla para saludarlo, se le notó
demasiado efusiva, aspecto que Alfredo apreció. Yo en cambio me mostré menos
entusiasmado con su presencia, aún con eso y con todo traté de seguirle el
rollo.
La mañana y el transcurso del tiempo hicieron el resto. Lo
cierto es que sin ser un tipo muy culto era de conversación fácil y agradable.
Una vez rotos los primeros prejuicios debo decir que el tipo tenía su gracia.
Se podría decir que en la primera parte de la mañana estuvimos charlando un
poco de todo y de nada. De su nevera nos invitó a un par de cervezas que
ayudaron a soltar la lengua. Por supuesto mi mujer quedó situada en medio de
ambos hombres y salvo algún roce fortuito todo quedó prácticamente en un juego
de miradas en un todos contra todos.
A Alfredo le resultaba difícil no apartar la vista del cuerpo de
mi mujer, especialmente sus pechos. Hubo un momento en que le preguntó a mi
esposa si no pensaba desnudarse por completo, pero Andrea se sinceró y le
mostró sus reticencias. Debo decir que Alfredo no la insistió más con el tema.
Eso sí, se la comía enterita con la mirada.
Mi mujer parecía un partido de tenis, por una parte no dejaba de
observar mis reacciones. Y por otra era evidente que la presencia de Alfredo,
desnudo, a su lado, la inquietaba. De sus miradas deduje que el aparato de Alfredo
le llamaba la atención. Por lo demás Alfredo era un tipo regordete, más bien
peludo, lo propio de un hombre de su edad. Creo que pocas veces se atrevió a
mirarlo a la cara, seguramente debido a su pudor y su vergüenza.
Cuando el calor y las cervezas empezaron a hacer sudar nuestros
cuerpos fue Alfredo quien propuso un baño en el agua para refrescarnos. Mi
mujer aceptó enseguida, se la veía sofocada con todo el tonteo. Yo en cambio
alegué que no me apetecía y preferí quedarme tumbado en la toalla.
Pude observarlos a los dos dirigirse al agua, iban charlando
como amigos de toda la vida. Ni que decir tiene que mi mujer estaba
espectacular al lado de semejante orangutan. Una vez en la orilla mi mujer se
zambulló enseguida mientras que a Alfredo le costó algo más. Después de algún
chapuzón permanecieron hablando el uno frente al otro con el agua al cuello
cubriendo sus cuerpos. Lo más relevante de la mañana sucedió cuando regresaron
juntos a las toallas. Mi mujer volvió risueña por la conversación, estaba claro
que el tipo la hacía reír.
Como es habitual en estos casos nada más regresar del agua y con
el cuerpo aún mojado mi esposa comenzó a cepillarse el pelo para eliminar
enredones. Alfredo en cambio se secó con la toalla y cuando terminó rebuscó
entre sus bolsas para coger un bote de crema solar.
Nunca olvidaré la mirada de mi mujer en esos momentos. Me miró,
la miré, nos miramos.
Como era de esperar Alfredo comenzó a embadurnar torpemente su
cuerpo de crema. Mi mujer me dedicó una última mirada antes de preguntarle a Alfredo:
-¿Quieres que te ayude con la crema en la espalda?- la cara de Alfredo
fue todo un poema. Parecía un niño en la mañana de reyes.
-Si eres tan amable- pronunció al tiempo que se tumbaba boca
abajo en la toalla.
Andrea tomó el bote de crema y comenzó a extenderla suavemente
sobre los hombros de Alfredo. El tipo cerró los ojos y se concentró en las
sensaciones que las manitas de mi esposa le producían acariciando su cuerpo.
Yo tuve una erección de caballo al ver las manos de Andrea
acariciando la piel de semejante percherón. Mi mujer se giró un par de veces
para mirarme mientras le extendía la crema. Como Alfredo estaba con los ojos
cerrados y no había prácticamente nadie a nuestro alrededor ni me molesté en disimular
mi empalme. Es más quise lucirlo orgulloso a la vista de mi esposa. Andrea al
comprobar que la situación resultaba morbosa para ambos decidió jugar con fuego
y sus manos comenzaron a deslizarse por la zona lumbar de Alfredo a quien le
escuchamos agitar su respiración.
Mientras Andrea extendía la crema por la zona baja de la espalda
de Alfredo realizó un par de pasadas rápidas y sutiles sobre las nalgas del
susodicho. Vamos que le toco el culo disimuladamente.
De nuevo me miró Andrea preguntándose como lo podía llevar yo, y
se sorprendió de ver que apenas podía evitar acariciarme sutilmente. La
situación era increíblemente morbosa para todos.
Mi mujer ya no esquivó sus caricias y pasó a extenderle la crema
en toda regla por las nalgas de Alfredo a quien se le veía preocupado por
disimular su erección. Sobretodo cuando mi mujer le acarició los muslos de las
piernas. Cada vez que las manitas de mi mujer recorrían la cara interna de las
piernas de Alfredo este se retorcía de gusto. Creo que incluso Andrea llegó a
rozarle inocentemente en sus partes, o al menos así lo parecía por los bufidos
de Alfredo. La escena terminó cuando mi mujer le embadurnó las pantorrillas.
.-Bueno, creo que ya está- le dijo mi mujer una vez terminó de
extender la última dosis del bote. –Por delante creo que podrás hacerlo tu
solito- pronunció mi mujer medio burlándose de Alfredo y dando por terminado el
espectáculo.
.-Creo que prefiero estar un rato tumbado así boca abajo- trató
de disimular Alfredo como pudo para no darse la media vuelta y dar el
espectáculo.
Fue Andrea quien asiendo su bote de crema comenzó a extenderse
ella misma crema por el cuerpo. Yo la miraba tumbado bocarriba a su lado esta
vez semierecto. En esos momentos lo tuve claro, molestaba en la escena, si
quería subir un tono el morbo entre mi mujer y Alfredo debía desaparecer.
Aprovechando que la tenía morcillona y podía andar me inventé una excusa
ridícula para irme a dar un baño al agua.
Pude contemplarlos a ambos desde el agua. Abrí unos ojos como
platos cuando pude comprobar que una vez terminó mi mujer de darse crema por el
frontal de su cuerpo le ofreció el bote a su único acompañante para que la
ayudara por la espalda.
Joder, sus tetas brillaban embadurnadas por la crema antes de
darse la media vuelta y tumbarse en la toalla.
Alfredo ni se lo pensó dos veces. Derramó directamente la crema
del bote sobre los hombros de mi esposa. Que cabrón, seguro que lo hizo
intencionadamente para estar rato y rato extendiendo el sobrante de crema.
No sé si mi mujer podía verlo puesto que la posición de Alfredo
junto al cuerpo de mi esposa me impedía ver si Andrea había ladeado la cabeza o
en cambio hundía la cara en la toalla. El caso es que Alfredo mostró una
erección de caballo nada más acariciar el cuerpo de mi mujer.
Debo decir que el tipo mostraba orgulloso y sin pudor su estado.
Incluso yo podía verlo desde el agua. Se demoró en extender la crema por los
hombros. Claro que tanto tiempo viendo a ese hombre acariciando a mi mujer provocó
que yo también me empalmase aún debajo del agua, incluso llegué a tocarme
sutilmente mientras observaba la escena.
El momento cumbre vino cuando las manos de Alfredo descendieron
por la espalda de Andrea hasta alcanzar el límite superior de su braguita. En
un principio el masaje de Alfredo era de lo más discreto pero a poco me corro
bajo el agua al comprobar que fue la propia Andrea quien recogiendo su braguita
para convertirla en tipo tanga y bajando el elástico superior de la braguita le
ofreció el culo para que se lo acariciara.
El muy cerdo se regocijó en extenderle a base de bien la crema
en zona tan delicada del cuerpo de mi mujer. Le masajeó las nalgas a placer.
Incluso en un par de ocasiones le abrió los cachetes cuanto pudo y quién sabe
si pudo incluso verle el coñito a mi mujer.
Desde la distancia pude ver el cuerpo de mi mujer retorcerse de
gusto. Máxime cuando las manos de Alfredo recorrieron la cara interna de sus
muslos en busca de sutiles caricias. Estuvieron así durante un buen rato. Mi
mujer ya no disimulaba el placer que le producían esas manos desconocidas pues
movía su culito de lado a lado acompasando las caricias de Alfredo. Incluso
creí que la estaba haciendo un dedo, por lo que cuando la situación comenzó a
desmadrarse consideré que era el momento de intervenir.
Fue presentarme en las toallas y como por arte de magia las
manos de Alfredo descendieron repentinamente para acariciar los gemelos de mi
esposa, quien al notar el cambio de sensaciones se incorporó sobre los codos
para comprobar el motivo de la interrupción de las caricias de Alfredo.
.-Ah, hola, ¿estás aquí?- preguntó mi mujer medio defraudada por
mi presencia.
-Empezaba a arrugarme dentro del agua- me excusé tumbándome
sobre mi toalla.
-Esto ya está- dijo Alfredo disimulando y dando por concluido su
trabajo.
El resto de la mañana transcurrió de lo más normal hasta que
llegó la hora de comer, momento en el que nos excusamos de nuestro acompañante
y abandonamos la playa para ir a nuestro hotel. Mi mujer y yo apenas hablamos
durante el camino. Ambos teníamos pudor por comentar nada de lo sucedido. Una
mezcla de sensaciones y sentimientos encontrados por parte de ambos difíciles
de digerir. Lo único que tenía claro yo en esos momentos es que tenía hambre,
por eso le propuse a mi mujer acudir directamente al comedor del hotel sin
pasar por la habitación, propuesta que mi mujer aceptó de buen agrado también.
Durante la comida ambos acordamos tácitamente hablar y comentar
asuntos banales sin valorar lo sucedido a la mañana. Eso sí, con los nervios y
la ansiedad tuvimos que pedir dos botellas de vino que produjeron cayésemos los
dos dormidos en una profunda siesta.
Al despertar casi era la hora de arreglarnos para salir a cenar.
Una vuelta por las calles, varios escaparates, algo de picoteo y motivados por
el cansancio de vuelta al hotel.
Fue al desnudarse mi mujer cuando pude comprobar que bajo el
vestido se había puesto un conjunto de tanga y sujetador. Ni me había dado
cuenta cuando se vistió, de alguna forma supuse que llevaría sus típicas
braguitas de algodón más cómodas según ella.
-Esta mañana no te has puesto tanga en la playa- comenté al
tiempo que observaba su figura en ropa interior.
-¿Quieres que me lo ponga mañana?- me preguntó mientras
comenzaba su ritual de cremas antes de acostarse.
-¿Para eso lo compramos no?- respondí de forma que la respuesta
fuese arrastrada por la lógica en vez de mis ganas.
-¿No te importa que Alfredo me vea el culo?- dijo exhibiendo su
magnífico culete ante mi vista.
-Que me va a importar si esta mañana te lo ha tocado a base de
bien- le respondí dándola a entender que me había percatado de todo desde el
agua.
-¿Así que lo has visto todo y no has hecho nada?- me rebatió
ella.
Ya no pude contenerme más, rememorar lo ocurrido me estaba
poniendo a cien. Su actitud provocándome desataron mis celos. Así que me
acerqué a ella y la abracé por la espalda con fuerza dándole a entender que era
mía y solo mía.
-¿Así que te gusta jugar con fuego, eh?- la pregunté al tiempo
que la besaba y mi mano se deslizaba por su
cuerpo hasta que lentamente la estuve acariciando por su vientre, en ese área
alrededor de su ombligo en dirección a su pubis. Ella respondió alcanzando
y agarrando mi polla que comenzó a acariciar tratando de que recuperase vigor,
pero todavía no recuperado como para follar. Mi intención era otra muy
distinta.
Muy a menudo durante el sexo participamos en juegos de
roles. Ambos encontramos una forma segura e inofensiva de participar en
nuestras fantasías, y pensé que esta noche sería un buen momento para seguir
ese camino. Así que a su espalda y desde mi posición deslicé mis dedos por
debajo de la tela del tanga de mi esposa y en pie como estábamos comencé a masturbar
con mis dedos a mi esposa.
-¿Quieres que te toque?-
la pregunté mientras la besaba en su nuca.
Su respuesta fue un
suave y satisfecho “ummh, umh” al mismo tiempo que movía su culete de lado a
lado restregándomelo por todo mi pene.
-Fuiste muy traviesa hoy
en la playa- comencé a introducirla en el rol.
Andrea arqueó las
cejas. -¿Yoooh, por qué?- se hizo la inocente mientras alzaba sus brazos
para acariciarme la barba por encima de su cabello dejándose llevar.
-Tu sí, menuda guarrilla.
Estabas jugando con el pobre Alfredo. Le dejaste pensar que te iba a follar- la
susurré en su espalda al tiempo que mi mano torturaba su clítoris.
-Yo solo quería ser
amable con él. Recuerda que fue él quien nos recomendó la playa- dijo al tiempo
que se dejaba acariciar su sexo por mí.
-Le diste ilusiones- la
rebatí.
-Ilusiones ¿de qué?- Se
hizo Andrea la inocente. Mi mujer empezaba a respirar agitadamente.
-Seguro que piensa que
no te importaría follar con él- la dije al tiempo que la penetraba con un
primer dedo desde mi posición.
-Uuummmh- gimió mi
esposa a la vez que cerraba los ojos y se abandonaba a la fantasía.
-¿Tú crees que quiere
follar conmigo?- me preguntó mi mujer entregada a mis caricias en su interior.
-Seguro que lo está deseando-
la dije provocando que un segundo dedo se abriese camino en su interior. Estaba
empapada.
-Pobrecito- entre gimió
mi mujer.
-Si pobrecito- le
repetí. -La cuestión es si a ti te gustaría que te follara- la pregunté tajante
mientras que mis dedos cogían cierto ritmo entrando y saliendo de su vagina totalmente
encharcada.
Andrea me conoce a la
perfección. Sabía perfectamente lo que yo quería escuchar en esos momentos, así
que me siguió el juego en el que estábamos inmersos.
-¿No es eso lo que tú
quieres maridito?. ¿No es eso lo que siempre has fantaseado mientras buscabas
por internet?- me preguntó mi mujer de lo más sucio.
Menuda cabrona, había
sabido darle a vuelta a la pegunta. Por unos momentos permanecí en silencio sin
saber cómo rebatirla.
-¿Acaso quieres que Alfredo
me folle?- me preguntó de nuevo provocándome.
-Podemos salir de dudas-
pronuncié al tiempo que dejaba de acariciarla y dirigiéndome hacia la maleta
cogía uno de sus pañuelos de seda para regresar de nuevo a mi posición en su
espalda. Durante estos breves segundos mi mujer me miró atónita preguntándose
que me traía entre manos, sobre todo después de interrumpir mis caricias de esa
manera.
Se dejó vendar los ojos
al tiempo que la explicaba.
-Alfredo me ha dicho
esta mañana que tenía que pasar sobre estas horas por el hotel a recoger unas
cosas. Voy a llamarlo para ver si está por aquí- le dije para su sorpresa.
Una vez comprobé que mi
mujer no podía ver con el pañuelo en los ojos simulé coger el móvil y marcar un
número.
-Hola Alfredo, perdona
que te moleste, me preguntaba si todavía estabas por el hotel- simulé la
conversación y disfrute de ver como mi esposa se ponía nerviosa.
-¿Si?, joder que suerte.
¿Te acuerdas del número de nuestra habitación?. Eso es sí, ¿puedes subir un
momento?. Ok. Te esperamos- y terminada la supuesta conversación mi mujer se
apresuró a preguntar.
-¿Te lo estás inventando
no?, ¿vas de coña?- hizo evidentes sus dudas creyéndome capaz de sobrepasar el
límite de mis fantasías.
No quise responderla.
-Será mejor que te
quites esto- dije al tiempo que desabrochaba los corchetes de su sujetador a su
espalda y desnudaba sus pechos.
-Dime que todo esto es
un farol- mi mujer empezaba a ponerse nerviosa. Yo seguí sin responderla.
-Tú no tienes el
teléfono de Alfredo-se la veía razonando llena de temores.
-Claro que no lo tengo,
he llamado a recepción- argumenté tratando de sembrar sus dudas y de excitarla
aún más.
-No me lo creo- rebatió.
-Te estás poniendo muy
pesadita- la dije al tiempo que buscaba una corbata en la maleta y anudaba las
manos de mi esposa Andrea a la espalda.
-¿Pero qué haces?,
¿estás loco?-mi mujer estaba nerviosa perdida. Dudaba, dudaba de si podía ser
cierto todo cuanto me había inventado.
Una vez até sus muñecas
a la espalda deslicé con mis manos sus braguitas por los muslos desnudándola
por completo hasta deshacerme de ellas por los píes. Mi mujer me facilitó la
maniobra doblando una rodilla y luego la otra.
-Splash- le dí una
nalgada con la mano bien abierta que enrojeció su blanquecino culete.
-Ahora va a subir Alfredo
y quiero que seas una chica obediente. Será mejor que te tumbes en la cama para
cuando suba- Le dije al tiempo que la ayudaba a recostarse boca abajo sobre la
cama. Se dejó acomodar incrédula de cuanto acontecía sumisa a mis maniobras.
Una vez estuvo mi mujer
tumbada en la cama me acerqué a la puerta de entrada y simulé que alguien
llamaba golpeando con los nudillos.
Abrí la puerta para que
todo pareciese real.
-Sssshhhist hola Alfredo
no digas nada. Te pido por favor que no hables, es la única condición que te
pido. Te he hecho subir porque quiero que sepas que mi mujer está tumbada en la
cama desnuda. Me ha dicho que quiere que te la folles. Lleva todo el día
pensando en tu polla desde que la vió en playa por primera vez y se ha puesto
como loca al saber que estabas en el hotel. Lo único que te pido es que yo
estaré presente viéndolo todo. Si estás de acuerdo en follarte a mi mujer tan
solo asiente con la cabeza….Ok, lo suponía, pues vete desnudando que yo se lo
explico a Andrea- pronuncié en voz alta para que mi mujer lo escuchara al
tiempo que cerraba de nuevo la puerta.
-Bueno Andrea, ya lo has
oído, Alfredo está aquí con nosotros y está de acuerdo. Sé que no puedes verlo
y que te gustaría pero se está desnudando. Está como loco por metértela. Quiero
que sepas que estaré presente en todo momento, no diré nada ni os interrumpiré
a menos que tú me lo pidas, simplemente me sentaré aquí en el sillón de la
esquina a contemplar cómo te folla. ¿De acuerdo?- pregunté a la espera de su
reacción.
-Está bien, cari, lo que
tú digas. Te amo. Solo espero que no te arrepientas- dijo Andrea en voz baja
moviendo su culo de lado a lado impaciente por los acontecimientos.
- Que sepas que Alfredo ya
está desnudo junto a la cama. Tenías razón, amor en eso de que se gasta una
buena herramienta. Solo espero que no te lastime.- Nada más terminar de hablar
comencé a trepar por los pies de la cama hasta la posición de mi
esposa. Noté que tenía la boca ligeramente abierta y respiraba entrecortada
más de lo normal. Se estaba metiendo muy bien en el juego de roles. Me
situé entre sus piernas a la altura de las rodillas. Primero comencé
acariciando sus pantorrillas y luego fui subiendo por sus muslos. Sin prisas,
como supuse que haría Alfredo. Luego alcancé a acariciar su rajita, y ella dio
una ligera contracción en sus nalgas a mi primer contacto presa de la
excitación. Disimulé mi voz cuando le hablé, traté de susurrar más que de
hablar e intenté imitar el tono de voz de Alfredo.
-Tu marido me ha dicho
que quieres que te folle, pero yo quiero oírtelo decir a ti- le dije en un tono
de voz que resultó ridículo y delator.
Mi mujer me siguió el
rollo.
-Quiero que me folles, Alfredo.
¿Lo oyes?. Quiero que me folles bien follada delante de mi marido. Quiero que
me partas en dos y que él lo vea. Hazme tuya, por favor, lo necesito. Necesito
que me folles. ¿Lo harás?, ¿lo harás por mi?- suplicó mi mujer.
-Está bien, Andrea, te
voy a dar lo tuyo, te lo aseguro, pero primero quiero probar tu coñito. Desde
que te vi por primera vez en la recepción del hotel que estaba deseando comerte
enterita, ¿puedo?- solicité permiso educadamente como supuse que haría Alfredo
en mi lugar.
-Eso es, sí, Alfredo,
quiero que me comas el coño. Yo también quiero sentir tu lengua dentro de mí-
pronunció mi mujer al tiempo que se giraba sobre la colcha de la cama para
quedar boca arriba ofreciéndome unas piernas abiertas de par en par.
¡Joder que guarra estaba
mi mujer así de ofrecida y cachonda!. Nunca la había visto en ese estado.
Por supuesto, antes de
que terminase sus palabras yo ya estaba deslizándome por el cuerpo de mi mujer,
arrastrando una lengua por su vientre, recorriendo su ombligo y su monte de
Venus para alcanzar con la punta de mi lengua los primeros pelillos de su coño.
Le separé aún más sus piernas mientras mi lengua profirió un primer lametazo
por todos sus labios vaginales.
Me di cuenta de que
realmente se estaba metiendo en su fantasía, y mi polla se estaba poniendo dura
como una moto. Cuando cerré la boca sobre su clítoris, Andrea arqueó la
espalda de gusto y soltó un profundo gemido ahogado.
.-Uhmmm, que rico,
sigueeeh- gimoteó como una guarra.
Entonces comencé a mover
mi lengua hacia arriba y hacia abajo por toda su rajita, localicé su clítoris y
lo lamí como un perro en celo. Lo succionaba, lo besaba, lo lamía a un lado y
al otro, de arriba abajo, lo chupaba y lo torturaba. Cuando mi mujer Andrea
estuvo preparada deslicé dos dedos en su interior. Ella gimió de nuevo.
-Uhhhm, eso es, sí, Alfredo,
joder que buen eres. Cómeme el coño. Fóllame con los dedos- gritó desesperada.
Luego gimió de nuevo y
sus caderas se movían acompasando el ritmo de mis dedos.
-Mierda, sí, Alfredo,
que bien lo haces. Eso es, así, mueve los dedos así, más deprisa, más duro por
favor. Vas a hacer que me corra. Por dios, eso es, muévelos más deprisa, más
deprisa por favor, joder si, siiiih, siiiiiiiih- suplicaba mi mujer.
Yo mismo estaba próximo
al orgasmo de ver a mi mujer tan cachonda y dispuesta a seguir mi fantasía,
creo que ni siquiera hubiera necesitado tocarme para correrme, así que aparté
la boca de su cuerpo y me acosté encima de ella lleno de urgencia.
Andrea al sentir de mi
desesperación por follar se arqueó facilitando que mi polla penetrase su vagina
sin manos ni ayuda. Estaba que goteaba. Con sus propios jugos fluyendo y
mi saliva estaba perfectamente lubricada. Tanto, que me deslicé dentro de ella simplemente
empujando, tan profundo que nuestros huesos púbicos presionaron uno contra el
otro.
.-UUuuhhhm, siiiiiih que
rico, se siente tan bien tu polla moviéndose dentro de mí. Fóllame, Alfredo,
fóllame, por favor lo necesito.- suplicaba mi mujer al tiempo que sus manos
marcaban el ritmo en mis nalgas.
Juro que le di todo lo
que tengo, tan fuerte como pude, tan profundo como la posición permitía y tan
rápido como daban mis arremetidas. Ella se retorcía y se agitaba en la
cama, llorando y gimiendo, podía sentir incluso los músculos de su vagina
contrayéndose en mi polla para aumento del placer de ambos. Ella estaba
teniendo un orgasmo tras otro, traté de retrasar mi momento cuanto pude para
disfrutar al máximo lo que estaba sucediendo, hasta que inevitablemente me
vacié dentro de su cuerpo. Nos empujamos el uno contra el otro por un par
de minutos más con cierta rabia porque se acabase el momento mientras nuestros
orgasmos disminuían. Me clavó las uñas en mis nalgas y yo la mordí en el
cuello. Luego me salí definitivamente de ella y ambos colapsamos en sudoroso
agotamiento.
La fantasía con Alfredo
había terminado. Me incorporé de la cama y simulé ruidos de ropa.
.-Gracias Alfredo. Ha
sido una pasada ver cómo te follabas a mi mujer- regresé al juego donde lo
habíamos dejado, para dirigirme a la puerta de entrada de la habitación y abrir
y cerrar la puerta de nuevo simulando que Alfredo abandonaba la habitación.
.-Ya puedes quitarte la
venda- le dije a mi mujer que permanecía exhausta sobre la cama mientras me
acercaba a ella y la besaba suavemente en los labios.
.-¿Qué tal Alfredo cómo
amante?- la pregunté.
.-Increíble. Es un amante
maravilloso. Estoy destrozada- me contestó devolviéndome otro beso.
.-Creo que es mi turno-
me apresuré a decir al tiempo que me desprendía de nuevo de mi ropa dispuesto a
un segundo asalto.
-No, no, de eso nada, es
hora de dormir- zanjó mi mujer el asunto.
.-¿En serio?- pregunté
apesadumbrado por su negativa.
-Oh, sí, quiero estar
descansada para mañana.- susurró adormilada besándome de nuevo suavemente en la
boca. –por hoy ya me voy a dormir hecha polvo- concluyó.
A la mañana siguiente
todo transcurrió con relativa normalidad, salvo que mi mujer se demoró en el
baño algo más de lo habitual tras subir a la habitación después de desayunar.
No le dí mayor importancia en esos momentos y preparé las bolsas de ir a la
playa con la ilusión de una nueva jornada. Estaba claro el destino.
Pudimos ver el coche de Alfredo
nada más llegar al aparcamiento por lo que nos pusimos a buscarlo entre las
dunas. Esta vez se notaba que había madrugado para coger sitio en una zona de
dunas donde la arena y los matorrales creaban espacios aislados que daban algo
más de intimidad y refugio en esa zona.
Por lo demás la mañana
fue pasando entre cervezas y charla. Tal vez alguna cerveza de más, lo que
animó el ambiente. Cuando la calor se hizo insoportable mi mujer propuso un
baño en el agua. Alfredo enseguida se apuntó al chapuzón, yo en cambio preferí
quedarme en las toallas.
Desde mi posición pude
verlos salpicarse y reír mientras se adentraban en el agua. Una vez el mar los
cubrió de cuerpo entero la cosa cambio, de los juegos pasaron a conversar.
Algún que otro abrazo que me hizo sospechar que Alfredo aprovechaba para
toquetear a mi esposa. Se me puso morcillona de pensar que el muy cerdo estaría
restregando su canoso pollón por el cuerpecito de mi tierna esposa, seguramente
incluso le sobó el culo y las tetas, y a lo peor que mi mujer se dejaría.
Me quedé de piedra al
ver salir a mi esposa del agua mientras se dirigía hacia mi posición. ¡Joder,
salía completamente desnuda con la braguita del bikini en la mano!. Como os
podéis imaginar mi polla se puso tiesa apuntando al cielo al instante. Casi me
da un mareo de la cantidad de sangre que desvié de mi cabeza a mi pene en el
breve trayecto que duró el recorrido desnudo de mi esposa desde la orilla hasta
donde estaba.
Para colmo pude fijarme
bien en el sexo de mi esposa mientras se acercaba. ¡Tenía el chocho
completamente rasurado!. Comprendí la tardanza a la mañana en el baño.
.-Caray, cariño, ya veo
que te gusta lo que ves- pronunció mi esposa totalmente desnuda y rasurada para
mi sorpresa nada más llegar a las toallas donde me encontraba tumbado aún.
.-Que cabrona, ya veo
que te lo has afeitado por completo, estoy seguro de que ya tenías pensado
desnudarte y veo que al fin te has atrevido. No sé lo que te habrá dicho Alfredo
para convencerte pero me gusta. Os he visto, no creas- la dije dándola a
entender que había estado observando sus jueguecitos en el agua.
.-¿Piensas estar así
todo el día?- me preguntó mi mujer mientras se tumbaba a mi lado en alusión a
mi tremenda erección.
.-Que sepas que nunca he
estado tan cachondo. Supongo que es inevitable a menos que hagas algo para
remediarlo- dije desviando mi mirada sonriente a mi miembro hermosamente erecto
dándola a entender que me masturbara.
.-¿Acaso pretendes que
te haga una paja aquí delante de todos?- preguntó mi mujer sorprendida por la
locura que le pedía.
.-A mí no me importa, además
este sitio es discreto, creo que ya lo ha elegido intencionadamente Alfredo. Anda
ven, túmbate a mi lado- le hice indicaciones para que se acomodase junto a mí.
.-¿Vas en serio o vas de
coña?- continuaba sorprendida Andrea por mi atrevida propuesta.
.-Tú ven aquí, acércate
a mi lado- la ayudé a situarse de tal forma que su cuerpo quedase ladeado junto
al mío. Mi brazo derecho pasaba bajo su cuello pudiendo acariciarla por el
pelo, la nuca y la espalda. Al principio mi mujer apoyó la cabeza en su mano
izquierda, mientras que con la derecha procedía a acariciarme los pelillos de
mi vientre. Le encantaba contemplar los respingos de excitación que provocaba
en mi polla al jugar en esa zona. Ya por último la indiqué que subiese su
pierna derecha sobre las mías acariciándome con su muslo y la desnudez de su
pubis, pero sobretodo tapando un poco a la vista de los posibles transeúntes todo
cuanto sucedía a la altura de mi miembro.
.-¿Así?- quiso saber mi
mujer una vez comenzó a acariciarme la polla con cierta sutileza temerosa de
llamar mucho la atención.
.-Así está bien. Ves mi
amor, apenas pueden vernos y estoy convencido de que en que me acaricies un
poco me correré enseguida- la animé a masturbarme según era mi intención.
.-Eres un cerdo y un pervertido,
pero me encanta- me susurró al oído asiendo definitivamente y con firmeza mi
polla entre sus deditos.
.-Tu sigue meneándomela
que vas muy bien- comenzaba a abandonarme a las placenteras sensaciones que mi
mujer me proporcionaba en su lento sube y baja con sus deditos rodeando mi
polla.
.-¿Así?- insistía mi
mujer regocijándose en mi desesperación por correrme y relajar la erección
provocada.
.-Eso es así, un poquito
más deprisa cariño, pero sigue que vas muy bien-. Mientras yo comenzaba a
acariciarla por la espalda buscando el tacto de su piel.
.-Alfredo está saliendo
del agua-, me advirtió Andrea indecisa por continuar.
.-No pares, no pares por
favor, déjalo que venga y se tumbe junto a nosotros, tampoco creo que le
importe, pero no pares cari, por el amor de dios, no pares- por nada del mundo
estaba dispuesto a que nada ni nadie interrumpiese la mejor paja que me hiciera
mi mujer en su vida.
Nada más llegar a
nuestra posición Alfredo se tumbó rápido en su toalla al otro lado de mi esposa
tratando de no molestar ni interrumpir la situación. Supongo que un tanto sorprendido
por los hechos. Mi esposa ante la presencia de Alfredo cambió el ritmo, ya no
me la meneaba, sino que pasó a acariciarme tímidamente.
.-Gracias Alfredo, por
ayudar a mi esposa a animarse a desnudarse- pronuncié sin poder verlo, pero
tratando de relajar la tensión y de dar naturalidad a cuanto acontecía.
.-No tienes porqué
agradecérmelo, ha sido un verdadero placer- escuché que me respondía desde su
toalla. Deduje por los ruidos que buscaba el bote de crema.
.-El placer es mío créeme-
replique entre risas de todos incluida mi mujer, que se relajó y reanudó mi
paja donde lo habíamos dejado.
.-Ya veo ya, no quisiera
molestar, continuad con lo vuestro- concluyó como dándome a entender que lo
comprendía y que no le importaba.
.-Gracias- pronuncié
mientras cerraba los ojos y me abandonaba a las sensaciones del momento.
.-¿No crees que debería
de parar?- me susurró mi mujer pegando su cuerpo aún más al mío y apoyando su
cabeza en mi hombro sabedora de que la situación se prolongaría por un ratito.
.-Ni se te ocurra- la
indiqué.
.-¿Y si vamos mejor al
hotel?-de repente la notaba algo tensa y nerviosa.
.-Joder cari, continua,
necesito correrme o reviento- le indicaba con los ojos cerrados tratando de
concentrarme.
.-Esta bien como
prefieras, pero que sepas que Alfredo me está acariciando el culo como quien no
quiere la cosa- me susurró todo lo bajito que pudo y con la respiración algo
entrecortada.
.-Déjalo, que sea su
pequeña recompensa, después de todo debemos de agradecerle estas vacaciones tan
fantásticas ¿no crees?- yo en cambio no disimulaba mi tono de voz. Sin duda Alfredo
debió escucharme.
.-Bueno, creo que ya me
ha visto desnuda, debería ser suficiente- me susurró de nuevo mi esposa todo lo
bajo que pudo de nuevo con la respiración entrecortada.
.-Vamos cari, no te
pongas ahora mojigata y continúa acariciándome- yo cerraba los ojos concentrado
en culminar lo que mi mujer no paraba de interrumpir.
.-Joder cari, que no
puedes verlo, pero que sepas que ahora me está sobando el culo a conciencia- me
indicó mi mujer para mayor excitación mía.
.- Si lo que tratas es
de ponerme celoso, no me importa, tu sigue, quiero correrme-. Pronuncié
aumentando mis caricias en su nuca y en su pelo.
.-¿En serio quieres
acabar la paja aquí en medio de la playa?,¿no te importa que nos vean?- de
nuevo mi mujer y sus dudas.
-. En estos momentos me
da igual todo, tu sigue, sigue con tu manita que lo haces muy bien-. Mi
desesperación a esas alturas era evidente.
.-¿Tan cachondo vas?-
quiso saber mi mujer aumentando descaradamente y sin tapujos el ritmo de su
mano. Ahora era ella quien buscaba intencionadamente que yo me corriese cuanto
antes como si quisiera parar la situación.
.-Joder sí, no pares,
sigue, sigue que me corro aquí mismo- la animé a que continuase a ese ritmo.
.-Todo esto es una
locura- me susurró con la voz claramente temblorosa.
.-Lo sé. Me gusta- su
excitación me provocaba más placer. Deducía que algo me estaba perdiendo entre
ella y Alfredo, pero aunque abriese los ojos debido a nuestras posiciones poco
podría ver, así que optaba por cerrar los ojos y concentrarme en la mejor paja
que mi mujer me hiciera nunca.
.-Entonces… ¿te gustará
saber que ha sido Alfredo quien me ha desnudado dentro del agua?- continuaba
susurrándome mi mujer al oído con su cabecita apoyada en mi hombro.
.-¿Yo creí que habías
sido tú misma?- quise saber.
.-Si claro, yo he
terminado por quitármelo, pero ha sido él quien ha tirado de los lazos
laterales para verme desnuda dentro del agua- me indicó.
.-¿Y tú te has dejado?-
pregunté entrecortadamente debido al placer con el que estaba siendo torturado.
.-¿Acaso no te ha
gustado verme desnuda en medio de la playa a la vista de todos?- me preguntó
irónicamente.
.-Tu qué crees- a la
vista de mi erección y excitación era evidente que sí.
.-Pues además…- susurró
provocando suspende.
.-Además ¿qué?- quise
saber urgente.
.-Además creo que Alfredo
ha aprovechado las circunstancias para tocarme un poco dentro del agua, vamos
igual que ahora- creía que me estaba provocando.
.-Menudo cabrón- objeté
sin convicción.
.-Pues ese cabrón hace
tiempo que se cansó de acariciarme el culo y con algo de sutileza lleva un rato
intentando meter un dedo en el coñito de tu mujer- su información me excitó aún
más.
.-Serás p …-traté de
aparentar un papel que no me correspondía.
.-Uhmmm, joder sí, lo ha
conseguido- ese gemido no podía ser fingido.
.-¿Me quieres decir que
te está follando con el dedo?- quise saber algo incrédulo a lo que me estaba
contando. Albergaba la esperanza de que todo fuese mentira y únicamente lo
hiciese para encelarme y ponerme más cachondo aún.
.-Joder siiiiihhh, me lo
ha metido. Llevaba un rato intentándolo hasta que al final lo ha conseguido- me
respondió como buenamente pudo mi mujer entrecerrando los ojos y abandonándose
a las sensaciones.
.-¿Cómo te sientes?-
pregunté algo inquieto por las
circunstancias.
.-¿En verdad quieres
saberlo?- cuestionó Andrea entre susurros y gemidos.
.-Me dá mucho morbo- la
informé.
.-Pues anda que a mí. No
veas como lo mueve, desde luego que está sabiendo acariciarme- me detalló.
.-¿Mejor que yo?- quise
saber.
.-Distinto. ¡Hay!- emitió
un tímido quejido.
.-¿Qué pasa?- me
preocupé.
.-Que me ha metido un
segundo dedo-me comunicó.
.-¿Te duele?- por un
momento temí que mi mujer estuviese dolida.
.-Un poco, bueno no,
todo lo contrario cari, me gusta. Solo que se sienten tan diferentes, menudos
dedazos, un pelín grandes pero nada más. ¿Y tú cómo vas?- quiso saber
albergando la esperanza de que todo concluyese con mi paja.
.-No pares, no pares de
meneármela- la supliqué.
.-Lo siento cari pero me
cuesta, creo que me voy a correr en sus dedos incluso antes que tú- entregimió Andrea
con los ojos en blanco y el rostro desencajado.
.-¿Tan cachonda vas?- no
me podía creer cuanto estaba sucediendo.
.-Ni te lo imaginas. Mi
vida, no puedes comprobarlo pero voy empapada- se aferró a mi cuerpo.
.-Anda, chúpamela, por
fa- la supliqué.
.-No cari, aquí no, me
dá verguenza- se negó sin mucha convicción, por otro lado tampoco se lo
esperaba, supongo que mi petición la pilló de sorpresa.
.-Te dá vergüenza
chupármela y en cambio no te preocupa que un desconocido te meta los dedos?-
quise hacer evidente la locura del momento.
.-No es lo mismo- me
replicó con la boquita entreabierta muerta de gusto.
.-Venga, solo un
poquito, mientras él te folla con los dedos. Así si te reclinas un poco podré
ver lo que te hace- traté de animarla.
.-Tal vez sea eso mismo
cari, que no quiero que lo veas- se mostró preocupada.
.-¿Por qué?. De verdad
que no te entiendo- la repliqué.
.-Porque hace rato que Alfredo
ha dejado de meterme los dedos y me está restregando su polla por todo mi coño-
me informó para mi asombro.
.-No pretenderá….- no
podía creerme todo aquello.
.-¿Metérmela?. Creo que
sí, de momento lo está intentando- mi mujer estaba totalmente fuera de sí.
.-Joder, eso son
palabras mayores. ¿Y tú?, ¿qué quieres que haga?- quise saber si mi mujer
estaba dispuesta a dejarse meter.
.-No lo sé cari, yo voy
muy cachonda, en estos momentos puede hacer conmigo lo que quiera- argumentó
como pudo tragándose sus propios gemiditos que a mí me desesperaban más
todavía.
.-Joder no te pares
ahora, sigue machacándomela, no te pares ahora por Dios continúa- sus palabras
y la situación provocaron que estuviera a punto de eyacular en la manita de mi
esposa.
.-Cari, lo siento, es
que está empujando, que me la mete, que me la mete, que me la meeeteeeeeh, oooooughhh-
mi mujer me mordió en el hombro para no chillar más de la cuenta.
.-Joder, ¿Qué pasa?,¿qué
ocurre?- yo me desesperaba al no ver lo que ocurría tras el cuerpo de mi
esposa.
.-¿Que qué pasa?. Que me
la ha metido, que puedo sentirlo dentro, pasa que se están follando a tu
mujercita delante de ti y tú preocupado por acabar tu paja- se indignó mi
mujer.
.-Serás….- quise
resistirme a la evidencia.
.-¿Seré qué?, ¿puta?,¿ibas
a decir puta?. ¿Pues no era esto lo que querías?- me rebatió.
En esas que los primeros
empujones de Alfredo sobre mi esposa, aunque lentos y pausados, provocaban el
vencimiento del peso de Andrea contra mi cuerpo.
.-Sigue, no pares, sigue
que me corro- hice saber a mi esposa que todo cuanto ocurría me excitaba hasta hacerme
venir en breve.
.-¿No lo dirás en
serio?, ¿no me dirás que te vas a correr mientras Alfredo me folla?- me
preguntó mi mujer con su pecho bailando sobre mi torso al tímido ritmo al que Alfredo
la sometía por detrás.
.-Bueno tampoco es para
tanto, tan solo te la ha metido, dejalo- quise minimizar el asunto quedando
como un imbécil.
.-¿Acaso quieres que le
pida que me folle bien follada?- las muecas de placer de mi mujer eran
insoportablemente excitantes para mí.
.-Haz lo que quieras
pero no pares que me corrrrooo- la informé a punto de que mis pelotas
estallaran definitivamente.
.- Joder que cerdo eres-
-Ya lo has oído Alfredo, a mi marido le da igual que me folles. Así que fóllame,
fóllame delante de mi marido- pronunció Andrea al tiempo que por primera vez en
todo este tiempo giraba el cuello y volvía su cara buscando el contacto con los
ojos de Alfredo.
.-Me corrrooooh, me
corrrrooohhh- medio grité tratando de que mi mujer volviese a fijar su mirada
en mí. Al fin descargaba la tensión acumulada en mi cuerpo y quería que mi
esposa lo viese.
.-Eso es Alfredo, si
fóllame, fóllame, métemela hasta el fondo, quiero que me folles bien follada-.
A pesar de que mi descarga de leche fue considerable mi mujer seguía sin
prestarme atención, a pesar de que su cuerpo descansaba todavía encima del mío,
su cuello, su cara y su boca se giraban en busca de su amante.
.-Siiii, eso es, siiih,
joder que gusto, me gusta Alfredo, sigueee, sigue así- esta vez Alfredo calló a
mi esposa sellando su boca con un beso. Andrea le correspondió entreabriendo
sus labios y aceptando la lengua de Alfredo que saboreaba ansioso la boca de mi
esposa. Yo los observé cariacontecido, con cara de bobalicón, sintiéndome
humillado y totalmente marginado de la escena.
.-Uuuuhmm, me gusta, me
gusta sentir su polla. Cómo se mueve, joder que gusto me da, si tu supieras
cari que polla tiene Alfredo, joder que gusto- de repente mi mujer tuvo la
necesidad de informarme.
.-Bésame- dijo acercando
esta vez su rostro al mio. Yo dudé por unos instantes.
-Bésame, lo necesito, creo
que me voy a correr- me hizo saber al tiempo que la correspondía en su petición
y comprobaba su grado de excitación.
.-¿Ya?,¿tan pronto?-
quise saber una vez nuestras bocas se separaron.
.-Joder siiih, este tío
es bueno, menuda polla cari, no te imaginas el gusto que me dá- pronunció antes
de propinarme otro beso en la boca que no me sabía a mi mujer.
.-Córrete cari, córrete-
la animé con otro beso en su boca.
.-Gracias cari, joder
siiii me corrrohhh,ummmm, me corroooh- anunció mi mujer para sorpresa de Alfredo
y mía entre espasmos y convulsiones.
Mientras mi mujer se
corría gimiendo Alfredo incrementó su ritmo desesperado. Aquellos segundos me
parecieron una eternidad. No sabía qué coño hacer, que decir, ni reaccionar. Tan
solo contemplaba atónito el vaivén de los pechos de Andrea moviéndose al ritmo
que su amante le imponía. Fue mi mujer quien reaccionó con algo de cordura presa
del pánico para girarse a Alfredo y decirle.
.-Alfredo, cariño,
quiero que te corras, quiero que disfrutes de mi cuerpo hasta el final, pero
por favor, no te corras dentro, por favor, no te corras dentro- le suplicó mi
mujer tratando de sellar el acuerdo con un beso en su boca.
Alfredo le correspondió
en el beso, saboreó cada rincón de la boca de mi esposa y se aferró a las
caderas de mi mujer bufando como un toro sudoroso buscando su corrida.
.-Por favor Alfredo, no
te corras dentro- suplicó de nuevo mi mujer entre muecas contenidas por su
sometimiento. Esta vez Alfredo la mordió en el hombro. La chupeterreteó por
todo el cuello saboreando en plan cerdo el sudor y el sabor de mi mujer. Dominaba
la situación, sometía a mi mujer y disfrutaba humillándonos. Yo continuaba en
mi nube observando como un pasmarote la escena. Aquel tipo viejuno y gordo se
estaba cepillando a mi mujer delante de mis ojos y yo no era capaz de hacer
nada.
Hubo unos segundos de
tensión en el ambiente y las miradas. Alfredo arremetía contra mi mujer
buscando desesperadamente su orgasmo. Incluso le propinó un par de nalgadas que
resonaron por toda la playa y que Andrea soportó estoicamente.
.- Me corro- anunció Alfredo
al tiempo que mi mujer y yo respiramos aliviados al observar como éste se salía
del interior de Andrea y eyaculaba sobre la suave piel de mi esposa en su
espalda.
Como en la canción de
Héroes del Silencio nunca olvidaré la imagen de aquella blanca esperma
resbalando por su espina dorsal.
.-¿Ya?- le preguntó mi
mujer a su amante al tiempo que se tornaba para comprobar por sí misma la
cantidad de leche derramada sobre su cuerpo.
.-Ya- le respondió Alfredo
tratando de recuperarse de su esfuerzo resoplando como un toro.
.-Gracias- añadió mi
mujer al tiempo que se incorporaba de la toalla tratando de limpiarse el
esperma de Alfredo en su cuerpo con las manos, dándonos a entender a los
presentes que iría a limpiarse al mar.
.-Ha sido un verdadero
placer- agradeció así Alfredo a mi mujer que se hubiese dejado follar,
propinándola un último manotazo en sus nalgas justo antes de que mi esposa se
pusiera en pie y huyese de la situación en dirección al mar dispuesta a lavarse.
No pude evitar seguirla
con la vista en su trayecto. Comencé a tomar consciencia de lo sucedido en la
distancia que recorrió mi mujer de las toallas a la orilla del mar en busca de
su particular bautismo. Por suerte, pude comprobar que no habíamos llamado la
atención de los distintos presentes. Dada la hora apenas dos parejas que
estaban a lo suyo.
Pude contemplar a mi
mujer adentrándose en la mar tratando de lavar su original pecado. Mi estómago
comenzaba a hacerse un nudo, el vértigo de la situación asomaba en mi
consciencia. Tan solo las palabras de Alfredo interrumpieron mis pensamientos.
.-Tienes una mujer
estupenda- pronunció Alfredo recogiendo sus cosas intuyendo la lucha que se
avecinaba en mi interior.
.-Lo sé- respondí sin
dejar de contemplar a mi esposa en la distancia.
.-Espero que seáis
felices-, y dicho esto Alfredo terminó de recoger sus cosas dispuesto a
marcharse.
.-¿Te vas?- pregunté
como un niño asustadizo.
.-Será mejor que os deje
solos, supongo que tenéis mucho de qué hablar. Despídeme de tu mujer y dile que
nunca la olvidaré-. Nada más pronunciar estas palabras desapareció dándome la
espalda.
A lo que mi esposa
regresó junto a mí, Alfredo ya se había perdido de vista.
.-¿Y Alfredo?- preguntó
mi esposa al tiempo que se secaba con la toalla.
.-Se ha marchado-
respondí.
Esas fueron mis últimas
palabras durante un buen rato. Mi mujer permaneció tumbada boca abajo en la
toalla y yo panza arriba mirando al cielo, incapaces de mirarnos a los ojos y
de decirnos nada el uno al otro.
Fue Andrea quien al
tiempo de tan ridícula y tensa situación se incorporó buscando la braguita de
su bikini de entre la bolsa de la ropa y sin mostrar el más mínimo índice de
sentimiento alguno pronunció:
.-Será mejor que
regresemos al hotel- dijo al tiempo que se vestía con el resto de la ropa.
Recogimos nuestros
bártulos en silencio e iniciamos el camino de regreso al hotel. Fue al poco de
iniciar nuestro trayecto en coche, todavía en el camino de tierra cuando
divisamos a Alfredo en la lejanía de las dunas de arena charlando con otra
pareja más o menos de nuestra edad, salvo que en esta ocasión tenían pinta de
guiris. Fue entonces cuando pude ver como a mi mujer rompía a llorar, no me
quedó otra que consolarla. De regreso al hotel…, de regreso al hotel eso es
otra historia.
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