martes, 19 de enero de 2021

                                          Bien merecido



Queridísima Sandra,

Lo primero de todo, gracias por contestar a mis mensajes. Me has preguntado varias veces cómo me metí en semejante lío. No sabría precisarte cuando empezó. Como todo hombre de mi edad que navega por la red buscaba de vez en cuando algo de porno, al principio visitaba páginas de todo tipo, hasta que poco a poco me detenía cada vez más en páginas del tipo cuckold, cornudos consentidos y negrazos sometiendo a muchachas de piel blanquita.

Supongo que de esta forma y durante años he fantaseado en silencio con ver a mi esposa Raquel siendo follada por otro hombre. La verdad no sabría decirte, ella me ha dado cuanto le he pedido en cuestión de sexo. Es ardiente, apasionada y fogosa. La amo y creo que me ama a pesar de lo sucedido. 


Entonces, ¿por qué?. ¿Por qué esa obsesión de imaginar a mi querida mujercita, tierna y ejemplar siendo follada por otro hombre que no fuera yo?. Tal vez surgiese esa idea en mi cabeza porque en términos de sexo ella era muy inexperta cuando la conocí. Nos conocimos muy jóvenes, yo era cuatro años mayor y con más experiencia, al menos ya había estado con otras chicas. Para ella en cambio yo he sido el único hombre en su vida; tal vez un par de romances con anterioridad pero sin sexo.

Tiene una carita de ángel y un cuerpo que roza la perfección. Desde el primer momento en que la vi siempre pensé que detrás de su fachada inocente acechaba una mujer verdaderamente insaciable. Quizá la vida fue pasando y me consideraba culpable de no desatar su lado más salvaje. Pensaba que su cuerpo y su mente necesitaban más de lo que yo le podía dar como esposo. Y no porque no pudiera ofrecerle todo el sexo del mundo, sino porque yo era simplemente eso, su esposo. Esa persona con la que convivir día a día, a la que mirar todos los días a la cara. ¿Cómo sonsacarle el lado más oscuro de su personalidad?. ¿Cómo convertirlo en realidad y seguir como si nada hubiera pasado al día siguiente?. Nunca lo logré de ella. Sin embargo, en mi caso, se lo mostré casi sin querer. Raquel fue conociendo y asimilando mis perversiones, llegando a formar parte de nuestras vidas casi como algo cotidiano.

Como te contaba mi mujer fue criada en una escuela de monjas católica, de padres algo estrictos y pienso que eso la había llevado a sufrir privaciones sexuales cuando era joven; se había perdido mucho. Esa sensación me acompañó toda la vida hasta que sucedió lo que te cuento. Era como si mi mujer reservase una parte de sí infranqueable. Amo a Raquel y quería verla alcanzar los niveles más altos de placer sexual. Tal vez, si te soy sincero, había una cierta dosis de masoquismo por mi parte, la idea de imaginarla follada por otro era dolorosa, pero siempre me producía una erección en mi bragueta hasta el punto de tener que desahogarme estuviera donde estuviera. 


En un principio pasar de la fantasía a la realidad me parecía imposible, cómo decirle a tu esposa que quieres que se acueste con otro. Era incapaz de proponérselo en serio, aunque la suerte se puso de mi parte. 

Por otro lado mis intentos iniciales por lograr que Raquel me desvelase sus fantasías sexuales no llevaron a ninguna parte. Estaba convencido por mi parte de algo así como que si yo cumplía sus fantasías, ella cumpliese las mías. Pero estaba confundido. Ella siempre argumentaba no tener ninguna, siempre que le preguntaba en que pensaba cuando se masturbaba siempre me decía más o menos lo mismo, en mí, en mi voz, en mi olor, en mi forma de besarla, decía concentrarse en sensaciones más que en situaciones. En cambio, yo poco a poco le iba desvelando las mías. Más bien la mía, porque en ese sentido era monotema. Aunque al principio lo enfocaba más hacia tríos y orgías puesto que me costaba reconocer que lo que verdaderamente me excitaba era verla ensartada en otro miembro.


Así que me arriesgué varias veces a sacar el tema a colación sin nada que reseñar hasta que pasó un hecho destacable.

Recuerdo una noche en especial. Estábamos los dos acostados en la cama como casi siempre antes de conciliar el sueño, ella leyendo su libro y yo con mi tablet. Sabe que miro porno, siempre lo ha aceptado sin problema, “no son más que tetas y culos” como le solía decir. En ese momento me encontraba visitando alguna página orientada a intercambio de parejas y cosas por el estilo cuando desvió su mirada de reojillo y le llamó la atención alguna imagen de la pantalla. 

-No entiendo cómo te gustan esas cosas- pero incluso cerró el libro y dejó de leer para contemplar conmigo lo que estaba viendo. 

Recuerdo que en alguna ventana incluían las fotos de alguno de los usuarios registrados presumiendo de aparato en una página de intercambios, mientras que en otra ventana leía alguno de los relatos en tu blog. Para mi sorpresa me quitó la tablet de las manos y quiso echar un vistazo a la pantalla.

-Sólo por curiosidad- me dijo. 

Pude ver cierto brillo en su mirada. Un brillo que me decía con sus ojos lo que nunca me reconocería en palabras, que le gustaba cuanto estaba observando. 

La abracé mientras ella leía lentamente en voz baja pero perceptible tu relato de “Caprichos”.

Mientras escuchaba el relato de su boca no pude evitar comenzar a acariciarla suavemente sus pechos por encima del camisón. Raquel reaccionó a mis caricias junto con la lectura y comenzó a moverse, a respirar más pesadamente, hasta que pequeños murmullos ininteligibles escaparon de sus labios. La conozco bien cuando está ya en ese estado. Lentamente moví mi mano hacia abajo sobre su estómago levantado el vuelo del camisón y luego me dirigí directo hacia sus braguitas. Moví mi mano sobre su muslo interior e instantáneamente separó las piernas. Decidí juzgar su estado de excitación y apartando a un lado la costura de su braguita deslicé un dedo entre sus labios más íntimos. Raquel estaba excitadísima por cuanto veía y leía, pero sobre todo por cuanto imaginaba. Fue separar sus labios con mis dedos y descubrir un manantial de fluidos esperándome. No podía desaprovechar la oportunidad, así que me metí bajo las sábanas y comencé a comerme su rajita. Me encanta su sabor más íntimo. Cuando estaba en plena faena quise mirar hacia arriba y pude observar cómo continuaba observando la pantalla mientras yo la comía enterita por abajo. Me pregunté qué estaría mirando mientras la lamía hasta la proximidad de alcanzar un orgasmo intenso  por su parte. Quise ser malote y me detuve cuando estuvo a punto de correrse.  Ascendí por su cuerpo para besarla en la boca y preguntarle:

.- ¿No eras tú la que nunca tenía fantasías? ¿Dime en que estás pensando ahora?- la susurré picarón.


Ella me sonrió con una sonrisa perversa que nunca había visto antes en su carita angelical.

-Fóllame y te lo diré- me suplicó.

No me lo pensé dos veces, hice caso de forma sumisa e inmediata y me acomodé entre sus piernas, la penetré con todas mis ganas y ella tuvo un orgasmo casi instantáneo en cuanto mi polla se hundió completamente en su coño. Se corrió enseguida gimiendo de placer.

Mientras ella se recuperaba, yo comencé a follarla lentamente en lo que era mi turno mientras Raquel se confesaba entre susurros a mi oído. 

. - Me ha gustado el momento en el que ella se dejaba follar por su jefe mientras observa a su marido tontear a través del ventanal. Se le está bien a él por gilipollas- continúo confesando mientras me la follaba.

.-No sé, parecía algo tan animal, tan irracional, desde luego ella se estaba dejando follar como una pu, pu, puuuta putaaaaahh-. Raquel gemía entrecortadamente la palabra en cuestión al mismo tiempo que mis embestidas. Nos juntamos en su segundo orgasmo, el más fantástico de nuestras vidas al menos para mí en mucho tiempo.


A partir de ese día tuvimos muchas más sesiones similares donde comenzábamos visitando páginas por internet del mismo tipo de contenido y terminábamos haciendo el amor con toda la pasión. Por supuesto nos conocemos tu blog de memoria. 

De esta forma terminé confesando que si visitaba ese tipo de páginas era porque realmente fantaseaba con la idea de verla con otro hombre. Incluso te ponía a ti Sandra como prototipo ideal de esposa.  

Ella siempre me replicaba que como fantasía podía valer, pero que nunca se le ocurriría llevarlo a la práctica. Que como preliminar para tener relaciones resultaba excitante pero que indudablemente yo era el único hombre en su vida. Siempre argumentaba lo mismo, que si le resultaba difícil separar amor y sexo, que si el olor corporal del otro, que si la higiene, que si el qué dirán si se llega a saber, que si la discreción, que si esto, que si lo otro, para venir a finalizar siempre con el argumento de que su intimidad, mejor dicho, su comportamiento en la intimidad, era lo más preciado que tenía y que solo quería compartirlo conmigo. 

Pero poco a poco a lo largo de años, comencé a ganar mis pequeñas batallas. Por supuesto que teníamos relaciones convencionales, pero sin lugar a dudas los mejores polvos surgían cuando incluíamos de una forma u otra a otro hombre en nuestros juegos o imaginación. Mi mujer comenzó a aceptar hablar del tema incluso fuera de los ratitos en la cama. Por ejemplo, cuando salíamos de fiesta o a cenar le preguntaba que quien podía ser el afortunado en la sala al que llevarse a la cama. Ella siempre trataba de elegir al tipo que más me contrariase, pero al menos me seguía el juego. El calvo, el cincuentón, el mulato, siempre elegía al tipo más ridículo de la sala tratando de burlarse de mí y de mis ocurrencias. Aprendió a jugar con mis celos provocando excitarme para terminar echando unos polvos mejor aún que los de novio. En ese sentido yo ya no le guardaba ningún secreto al respecto, mis fantasías estaban desnudas a su merced.

De hecho, era ella quien en muchas ocasiones provocaba la conversación con otros hombres en los bares para ponerme celoso, o si podía, bailaba con desconocidos en las discotecas mientras yo la observaba. Incluso creo que poco a poco fue vistiendo de forma más sexy y provocadora. Adquirimos el vicio de que otros hombres la miraran con deseo; a mí me volvía loco y a ella parecía no disgustarle. A esas alturas de mi vida estaba como en una segunda juventud. 

Pero todo quedaba ahí, en un juego de celos y poco más. Y eso era lo que yo siempre necesitaba, un poco más. 

Fueron unas navidades el desencadenante más tonto del asunto cuando mi mujer se fue de fiesta con sus amigas. Siempre se juntan todas desde el instituto por esas fechas para ir de cena, tomar algunas copas y salir de baile solas. 

-. Vete, no seas tonta- la animé unos días antes. -Yo me quedo en casa cuidando al niño- le dije tratando de que venciese el cansancio y la pereza puesto que ese año parecía no tener muchas ganas de quedar. 

Como te puedes imaginar por aquel entonces yo estaba encantado con la idea de que saliera de fiesta con sus amigas, sobre todo porque existía así la posibilidad de que ocurriese algo que me acercase al propósito de culminar mis fantasías. Aunque con la boca pequeña, lo justo, nada importante, un poco de celos, los necesarios para culminar la noche con un buen polvo.

Pero el caso es que todo este asunto se nos fue de las manos. No supe llevar bien lo que sucedió en esa noche. 

Estuve mosqueado con ella nada más comenzar la tarde. Ya en la ducha pude espiarla y ver como se afeitaba su pubis rasurándolo casi por completo, algo que casi siempre le he tenido que pedir yo, puesto que como te he contado al principio me encanta comerle el coño a mi mujer. No creía recordar que mi mujer lo hiciera con anterioridad por iniciativa propia. Así que no lograba entender porque lo hacía. Y lo peor de todo es que lo hizo evitando que la viese, escondiéndose como una adolescente en casa de sus padres. 

La ropa que eligió tampoco ayudó a calmar mis nervios. Escogió una minifalda de cuero que si bien combinaba habitualmente con unos leggins o pantys recios, en esta ocasión escogió unas medias negras sujetas por un liguero a juego con un conjunto de tanga y sujetador que yo mismo le regalé. Para colmo la blusa que lucía era de esas semitransparente que dejaba entrever el mismísimo sujetador de encaje. Estaba demasiado provocativa incluso para mí.

. - ¿Por qué te arreglas tanto? - pregunté mientras terminaba de maquillarse.

. - ¿Qué pasa estas celoso? - trató de burlarse de mi comentario.

. -Para no querer salir este año te estas acicalando demasiado - le repliqué.

. -Te recuerdo que eres tú quien me ha animado a salir, así que ahora esto es lo que hay- me contestó.

. - Todo el mundo te mirará si sales así por la puerta- le dije lo que pensaba evidenciando mis celos por su forma de vestir.

. - ¿No es eso lo que quieres? - me replicó- Que todo el mundo me mire- concluyó.

. - ¿Has quedado con alguien?- dije comenzando a perder los nervios.

. - ¿Y qué, que te importa si he quedado con alguien que no sea mis amigas? - se mostró indiferente.

. -Va a pensar que tienes ganas de follar- insistí en mis comentarios.

. -Pues no irá mal encaminado- me rebatió.

. - ¡Joder! Si pareces una puta así vestida- esta vez no pude evitar alzar la voz notoriamente cabreado.

Mi mujer dejó su brocha de maquillaje sobre el lavabo y se giró hacia mi con cara de pocos amigos.

. - ¿Qué me has llamado? - preguntó evidentemente malhumorada con su mirada clavada en la mía.

En esos momentos me percaté de que tal vez me había pasado de la raya, nunca antes la había ni tan siquiera insultado y sin embargo, sin saber ni cómo ni porqué había empezado esa absurda discusión por celos, hasta el punto de perder los nervios por completo. Me encontraba como fuera de mí.

. -Lo siento cari- no debía haber dicho eso- lo siento- dije agachando el cabeza arrepentido por perder los nervios y la razón.

. -Te has pasado, te has pasado tres pueblos- dijo notoriamente enojada. -Que te quede claro una cosa, visto como quiero, salgo cuando quiero y no tengo que dar explicaciones a nadie, ni tan siquiera a ti de lo que hago con mi vida. Que te conste que, si me he vestido así, ha sido por ti y tus estúpidas manías. Esperaba encontrarte despierto a mi regreso, pero vete olvidando de que esta noche pase nada entre nosotros. Te has pasado. Te has pasado tres pueblos con tus tonterías. Ah, y ten cuidado con lo que deseas porque a lo mejor tus sueños se convierten en pesadillas esta noche- concluyó cerrando la puerta del baño con un portazo y dejándome plantado del otro lado.

Ni tan siquiera me dirigió la palabra cuando se fue. Cerró la puerta de casa en silencio y desapareció durante el resto de la noche.

Estuve tentado de llamarla para suavizar la cosa, pero ese orgullo estúpido que tengo me detuvo. Incluso esperaba que llamara ella. Pero no fue así. Pasé la noche preocupado por su actitud. ¿Por qué se arregló tanto esa noche?. No dejaba de darle vueltas a la cabeza. Lo más probable es que tan solo quisiese destacar sobre sus amigas, ser el centro de las miradas de otros hombres, pero… ¿y si no era por eso?. ¿Porqué?, ¿porqué se escondía al arreglarse?.

Ella volvió tarde, ¿o temprano?, según se mire. Regresó casi cuando los primeros rayos de sol se colaban por la persiana y yo dormía agotado de comerme la cabeza de celos. Me hubiera masturbado varias veces a lo largo de esa noche pensando en lo que pudiera estar sucediendo, pero me contuve. Quise esperarla.

Me despertó por el ruido. Venía bebida. Muy bebida y distinta. La vi sentada en el borde de la cama. Yo fingí estar dormido, no me apetecía hablar. La observé en silencio. Esperaba el momento en que se desnudase, me encanta ver como se desnuda. En especial el momento en el que libera sus pechos al aire. Son preciosos. Pero sobre todo esperaba que me dijera algo. Pero nada. Nada de nada.

De esa noche me sorprendió su comportamiento, estaba como esquiva, por eso me hice el dormido. Pude observarla de reojo, a oscuras, con la habitación en penumbra. Se deshizo de la blusa. Si recuerdas esa noche escogió una blusa negra de esas con transparencias. Recuerdo que el conjuntito se lo regalé por un San Valentín. Me relamí al saber que pronto la contemplaría desnuda en esa combinación negra de encaje, con medias y con el liguero a juego que le impedía se le bajasen las medias. 

Como puedes imaginar después de la blusa se quitó la minifalda, como te había dicho una de esas falditas tipo cuero negro. Se desabrochó la cremallera lateral y dejó caer la falda al suelo resbalando por sus piernas. ¡Dios estaba espectacular!

Pero mi mayor sorpresa se produjo cuando al dejar caer la falda al suelo a los pies de la cama y a pesar de darme la espalda, descubrí que no llevaba el tanga puesto. Sus blanquecinas nalgas relucían en medio de la semi oscuridad. Para colmo, cuando se dio media vuelta pude contemplarla de frente para recordarme que se había arreglado el jardincito, como ella dice, en apenas una fina tira de pelillos que decoraban su pubis. Me extrañó muchísimo que no llevase prenda interior. De repente me vino un ataque de celos que a poco no logro contener, estuve por incorporarme y montarle el numerito, pero me contuve.

Al contrario de montar un pollo opté por continuar haciéndome el dormido y tratar de encontrar una explicación a lo que mis propios ojos habían creído ver. ¿Se lo habría quitado antes sin darme cuenta? ¿Tal vez en el baño antes de entrar al dormitorio, o seguramente antes de que me despertara? 

Entonces recordé sus últimas palabras antes de salir por la puerta de casa: “Ten cuidado con lo que deseas que igual se cumple”. 

¿Se la habrían follado?. ¿Habría sido capaz de follar con otro por despecho?. ¿Por una absurda discusión?. ¿Por eso no se atrevía a mirarme siquiera a su regreso?. Ni un hola, ¿estás despierto?, nada.

Todos mis pensamientos anteriores se esfumaron observándola cuando se quitó el sujetador, quedé embobado, me regaló a la vista el movimiento de sus pechos acompasando sus movimientos. Son precisos, nunca me canso de mirarle las tetas. Se las comería una y otra vez y no me cansaría nunca. Ahora estaba increíblemente sexy desnuda tan solo con las medias. Me hubiera abalanzado sobre ella dispuesto a follármela ahí mismo de no ser porque ella tropezó y casi cae al sentarse al pie de la cama dándome la espalda dispuesta a quitarse el calzado. Evidentemente estaba borracha y algo graciosa en su torpeza, así que me propuse seguir observándola simulando estar dormido. Quería saber más.

Brevemente vi de nuevo sus nalgas blanquitas brillando en la oscuridad. No había dudas, no llevaba el tanga que le regalé. Ni tanga, ni nada. Mis dudas me asaltaron de nuevo: ¿Saldría de casa sin bragas para fastidiarme? ¿Acudiría sin ropa interior a una cena de amigas? ¿las habría dejado en el baño antes de irse para que las viese y ponerme más celoso aún y ni me habría dado cuenta?

“Ni de coña” pensé. No veía a mi decente esposa capaz de semejante cosa. La idea, mejor dicho, la necesidad de encontrar una explicación razonable comenzaba a martillear mi cabeza. ¿Qué había pasado entonces? ¿Dónde estaba la tanguita que le regalé y con el que la vi arreglarse antes de salir?

Ella mientras se deshizo de los tacones y de las medias al pie de la cama sin que pudiera ver nada más que su espalda, al incorporarse se quitó el liguero que también dejó caer al suelo como si no le importara. Se acercó hasta coger el camisón bajo la almohada de su lado. Tropezó con la pata de la cama una vez más señal del estado de embriaguez en el que estaba. Olía raro, una mezcla entre humo de tabaco y sudor. Me llamó la atención porque ella nunca fuma. Pude fijarme mejor, tenía el maquillaje mal quitado. Supongo que se lo medio limpió sin hacer ruido para no despertar al niño. Lo hace siempre así, a media luz.

Se incorporó para ponerse el camisón por la parte de arriba. Me regaló otra estupenda visión de sus tetas colgando. Dime pesado, pero es que me encantan esas tetazas que tiene. 

Fue en ese momento cuando mis temores asaltaron de nuevo mi cabeza. ¿Se la habrían follado?, mi querida mujercita…, ¿me habría puesto unos buenos cuernos?, ¿habría sido capaz?. La conozco bien cuando bebe y pierde el control, puede que al fin se desatase la tigresa que lleva dentro. En cualquier caso, fue pensar en ello y sin entender por qué mi polla se me puso dura de repente. 

Pero… ¿mi mujer engañándome de verdad?, imposible. No la veía capaz. 

De nuevo en mi cabeza sus últimas palabras de la discusión. “Ten cuidado con lo que deseas…”. Llegado este momento temí haber hablado más de la cuenta ese día, no debía haberla insultado, ni haber hecho la más mínima mención de mis celos. Se toma todo a la tremenda. ¿Y si lo hubiera hecho por despecho?. Seguro que había seguido mis pistas por internet, últimamente todo el porno que veía era de cornudos y cuckolds. Sería consciente de mi perversión. Incluso posiblemente ella también se habría tocado de visitar las mismas páginas que yo. De seguir mis cookies y mi rastro, vería a esos negrazos sometiendo a blanquitas como ella y fantasearía con ello también. Ahora tenía miedo, miedo de haber provocado a mi mujer a cometer alguna tontería. A saber que le había podido contar a su amiga Marga, porque ellas se lo cuentan todo. Y la Marga esa no es ninguna buena influencia para mi esposa. Seguro que ella si se habría acostado con más de un tío a la vez, seguro que la animaba a que lo probase, de haber hablado del asunto entre ellas, seguro que la incitaba en contra mía. Me odia. 

Despecho, venganza, curiosidad, incitación, aburrimiento, desatención,…  creí encontrar un montón de motivos con los que justificar a mi esposa a animarse a ponerme unos buenos cuernos esa noche.

Pues aún con todo y con eso en mi cabeza, mi cuerpo tenía problemas para disimular la tremenda erección que se comenzaba a formar bajo mi pijama. No podía evitarlo, seguramente no habría pasado nada, pero por extraño que pueda parecerte por momentos me gustaba fantasear con la posibilidad de pensar que mi mujer había podido tener sexo esa noche con otro tío. Otros instantes en cambio tenía pánico de que verdaderamente hubiera llegado a suceder. Pero esa noche su regreso era distinto.

La realidad es que se me puso tiesa de pensar que se la habían follado. Como dijo mi esposa tal vez mis sueños se hubieran hecho realidad. Estaba nervioso y preocupado a la vez que excitado. Comencé a pensar en ello muy seriamente. De nuevo Marga, siempre tan destructiva, de haber comentado el asunto y nuestra discusión entre ellas, temía que la hubiera convencido a ponerme unos buenos cuernos para vengarse de mí.

¿Pero cómo? ¿En un hotel? No. Demasiado evidente… Me la imaginé en los asientos de atrás de un coche. Borracha. Con la minifalda y en botas, las tetas medio fuera y el tío comiéndoselas. Abierta de piernas, con su arregladito coño dispuesto, botando encima del cabrón elegido. ¿O no? Mejor aún…en los W.C. de una discoteca. Dada la vuelta, mirando a la pared, y el afortunado por detrás llenando su coño de polla, penetrándola con ganas, follándosela a base de bien, agarrándola las tetas y empujando con ímpetu, con fuerza… haciéndola gritar como hace tiempo no grita conmigo. Incluso por el culito que últimamente me niega, para no dejarla preñada. Menuda tormenta de ideas en unos segundos.

¡Joder!. Una parte de mí deseaba que hubiera sucedido. Otra como digo, tenía miedo. Poco a poco se iban apoderando los pensamientos en los que imaginaba que algún tipo se la había follado a base de bien. 

Me puse en la piel del afortunado. Seguro que el muy cabrón se pensó que con mi mujer se puede joder a pelo. Se la ve limpia y sana, no como las putas. Seguro que pensó que follaba muy poco con el marido y que por eso se vistió así pidiendo guerra para la ocasión. Menudo hijo puta. Pijo, chulo y creído. Seguro de sí mismo, riéndose de todos los demás. Qué morbo para él. Me imaginaba al supuesto cabrón a la hora de entrarla, el tío no tuvo nada que perder. Seguramente la seleccionó de entre el resto de amigas no solo por la ropa. Yo también lo tendría claro, mi mujer está muy buena. Buen culo, buenas tetas y la típica carita de ángel que quieres ver cuando te corres. Seguro que en que la vio entrar al bar no se lo pensó dos veces, se decidió, se la cameló y polvazo seguro. Tantear con algo de conversación y cuando ya la tuvo separada de la manada de amigas, empezar a toquetear. Si consigues besarla en la boca, ya casi lo tienes hecho. Y ya si se deja meter mano ya no hay duda: esta va a tiro fijo, solo quiere follar. 

Lo malo es que esa mujer fácil esta vez había sido mi mujer. Estas cosas ocurren, siempre piensas que a tí no te pueden pasar, que tu mujer te ama, pero un día sale con las amigas, se desenfrena y ¡zasca!, siempre hay algún cabrón dispuesto a aprovechar la oportunidad.

Me estaba poniendo enfermo. 

Me imaginé la mano del tipo sobando el culo de mi mujer junto a la barra de cualquier bar, es más, me imaginé la escena tocando sus nalgas desnudas bajo la tela de la faldita. Descubriendo el pequeño secreto de mi mujer, ese que guardaba para mí en las noches de fiesta. Me imagino la cara del cerdo cuando descubrió que mi mujer usaba tanga y medias. Menuda combinación. Eso es morbo. Seguro que manoseó a mi mujer a su antojo al descubrirlo. Se pensaría que era una guarra de tres al cuarto pidiendo guerra. Seguro que avanzó hasta hacerle algún dedo, y una vez el muy cerdo la tuvo entregada y rendida, sabía que ella no se negaría a nada con la polla dura de otro tío que no era la de su marido restregándose por su cuerpo. Es más, llegado ese punto seguro que la recatada de mi mujercita deseaba disfrutar con esa otra polla dentro. Él por supuesto no haría ascos a un coñito como el de mi mujer. Ni a sus tetas, ni su boquita. 

Me imaginé el momento de correrse, si estaban de frente seguro que el muy cerdo la retuvo en el momento preciso y se corrió dentro, y si lo hicieron por detrás, “a lo perrito” como dice ella casi seguro que intentó encularla. Anhelaba que mi mujer se resistiera y el cabrón terminase en su espalda, pero mucho me hacía temer que de suceder así los hechos ella hubiera estado abierta a ofrecer su culito. Seguro que así se sentía mejor.

De nuevo mi imaginación me jugaba malas pasadas. 

Me la imaginé en el coche. Borracha, los ojos medio cerrados comiéndole la polla. Y luego, ensartada. Su culo subiendo y bajando abrazada al tío gimiendo como loca. En ese momento me pregunte qué pensaría como madre responsable, con cargas de familia y con un niño a la hora de abrirse de piernas para que se la cepille un desconocido. ¿Un desconocido?.  ¿Y por qué no un conocido?, ¿un amigo?, ¿un compañero de trabajo?… joder… quién sabe… comenzaba a volverme loco.

“¿Y qué más da?” me dije “si se la han follado”. 

Me sentía como el niño que pasa del juguete, ese que tiene tirado desde hace años en un rincón y que no juega con él, pero que en cuanto viene otro niño a su casa y se fija en él, no se lo deja y se pone de uñas. Ni juega ni deja jugar con él. 

Vuelvo a mirarla mientras pasa a mi lado camino del baño. Mi polla tiesa bajo las sábanas cuando la veo pasar. ¿Y si es verdad?, ¿y si no son imaginaciones mías?, ¿realmente me importaba que se la hubieran follado?. La verdad es que no. Sinceramente, me daba igual que se la cepillaran. Siempre he querido verla disfrutar, aunque sea con otro.

¿Y a ella?, ¿cómo se habrá sentido?. ¿La importará follar con otro que no sea yo?. ¿Lo hará, lo habrá hecho?. ¿Sería capaz?. ¿Ganas de aventura?. ¿Aburrimiento?. Seguramente lo hará porque está mal follada. Sí. Seguro que es lo que le dice el tío que se la acaba de meter en el coño. Una mujer insatisfecha, busca lo que no encuentra en casa. Siempre hay un psicólogo en la sala. Esas zorras buscan los polvos que su marido no la echa, y coincide también con que siempre hay un chulo de discoteca que lo adivina. La culpa es de su amiga Marga. Ella es de esas, siempre se deja meter por el más chulo de todos y seguro que había convencido a mi mujer para que hiciese lo mismo esa noche.

O tal vez la culpa fuera mía y solo mía. No sé.

Pero…¿cómo?, ¿con quién?, ¿qué le habría dicho?. Necesitaba salir de dudas.

Regresó del baño en esos momentos, tropezó una vez más con la pata de la cama. Madre mía que borrachera llevaba. Abrió su lado de la cama y se introdujo entre las sábanas tratando de no hacer más ruido ni despertarme.

.-¿Ahora vienes?- le pregunté simulando desperezarme tratando de salir de dudas.

.-Si- respondió ella entre temerosa y cachonda.

.-¿Y tú?, ¿estás despierto?- me preguntó acercándose mimosa hasta acostarse a mi lado.

.-Ahora sí- le respondí sorprendido por su actitud con cierta iniciativa.

.-Bésame- pronunció al tiempo que tumbaba medio cuerpo encima mío y me acariciaba la polla por encima de la tela del pijama. Evidentemente notó mi erección.

Mi mujer nunca había sido tan directa. Siempre me tocaba a mi pedirle sexo, me sorprendieron sus ganas que encendieron mis temores. Esa noche estaba rara. No era ni mucho menos mi pudorosa mujer de siempre. Por supuesto me dejé hacer. Nos besamos. Fue un beso de unos treinta segundos. Tiempo suficiente para comprobar que su aliento me olía raro.

.-¿Y esto?- preguntó acariciando mi polla al tiempo que su mano se deshacía con urgencia del nudo de mi pijama con la clara intención de bajarme los pantalones.

.-Ya ves- respondí encogiéndome de hombros al tiempo que yo también introducía mi mano bajo el camisón tratando de averiguar porqué venía en ese estado. Logré acariciarle el coño. ¡Joder estaba empapado!.

.- ¿Qué ha pasado?, vienes muy cachonda- quise saber mientras la acariciaba.

.-Bésame- susurró buscando acallar mis preguntas. 

La conozco muy bien, demasiado bien. Mis temores no eran infundados. Había pasado algo. ¿El qué?. ¿hasta dónde había sido capaz de llegar?. Su respiración la delataba.

Se deshizo de mis pantalones y mis calzoncillos a la vez con relativa facilidad, excesivamente deseosa de polla, yo la ayudé levantándome lo suficiente para que pudiera tirar de mis prendas sin dificultad. Antes de que pudiera preguntar o decir nada ella también se había despojado de su camisón y se había situado encima de mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Estaba claro lo que pretendía. Permanecí embobado cuando ella misma cogió mi polla y la guió hasta la entrada de su coñito.

Creo que era la primera vez en mi vida que ella tomaba la iniciativa con tanta urgencia. Me regocijé en mi papel de sumiso.

.-Fóllame cari, lo necesito- me susurró en la oreja al tiempo que se insertaba ella misma mi polla sin apenas ayuda por mi parte.

Quise mirarla a los ojos en esos momentos. Había lujuria en su mirada. Me gustó. Desde luego regresó cachonda a casa y yo no había sido el culpable. ¿Qué habría pasado?, me pregunté durante los primeros movimientos acompasados.

.-Estás empapada-fue mi forma de hacerle saber que me había dado cuenta del estado en el que estaba.

.-Uhhmm, uhmmm- asintió con los labios cerrados poniendo carita de niña mala acariciando los pelillos de mi pecho.

.-¿Estás cachonda?- pregunté incisivo en busca de alguna respuesta.

.-Ni te lo imaginas- respondió al tiempo que se desprendía del edredón que nos cubría ambos, y se incorporaba dispuesta a cabalgarme como una amazona. Tenía calor y le sobraba todo. 

¡Que ni me lo imagino!. Si ella supiera lo que me imagino… inocente.

Nos miramos a los ojos durante un tiempo el uno al otro. Siento decirlo pero estaba muy puta, como nunca, con una cara de zorrita que nunca le había visto. Ni que decir tiene que me excitó. Para colmo hubo un momento en que se chupó los dedos de la mano ante mi atónita mirada y comenzó a acariciarse ella misma. Torturó su clítoris con cierta violencia. Estaba distinta.

Apenas me dio tiempo a nada, mi mujer comenzó a moverse deprisa, con cierta angustia en sus pensamientos. Sus tetas botaban concentrando mi atención en ellas. No pude evitar agarrárselas a dos manos y estrujarlas.

.-Aaah- la brusquedad de mis movimientos le arrancó un primer gemidito de placer. Era pronto, muy pronto. Ella se tumbó de nuevo pecho con pecho tratando de dificultar mis caricias.

.-Eso es, fóllame cabrón- susurró con los dientes entre cerrados cuando aplastó su rostro contra la almohada al lado de mi cabeza.

Me llamó tanto la atención su expresión que traté de girarme lo suficiente para verla. Estaba claro, ese cabrón de sus pensamientos no era yo. La ví concentrada con los ojos cerrados pensando en alguien que evidentemente no era su marido con el que yacía. No sé porque se me puso aún más dura al instante. Por primera vez en mucho tiempo tuve claro que estaba pensando en otro que no era yo. Pero ¿quién?, y lo que es peor… ¿y si efectivamente ese tipo se la había follado?, ¿y si ahora la estaba penetrando con el semen de otro tío dentro?. Me volví tan loco como excitado. La agarré bien por el culo y comencé a moverme a toda prisa.

.-Eso es, muévete, así así, no pares, por favor no pares- me alentaba mi mujer con su rostro reposando en la almohada junto al mío, pero con los ojos cerrados y su pensamiento tan distante.

.-Vienes con ganas de follar, ¿eh puta?- me pasé. Me había excedido. Creí que me daría un buen tortazo por llamarla puta por segunda vez en su vida en el mismo día, y en cambio necesitaba decírselo o reventaba. Tampoco ella nunca me había llamado cabrón.

.-¿Puta?- susurró entre suspiros sonriéndose al escuchar la palabra como burlándose del calificativo. Acto seguido comenzó a morder la almohada al tiempo que se sacudía de placer.

.-Uhmmmmmm- ahogó en la almohada un gemido profundo e intenso que evidenciaba estaba próxima al orgasmo. 

.-Oh, siiiih, siiiiiiih, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiih-. Tras un par de embestidas más su cuerpo se convulsionaba en espasmos de placer mordiendo la almohada para no despertar a nuestro hijo.

.-¿Ya?- pregunté sorprendido de que se viniese tan pronto. Ni tan siquiera me respondió.

Eso sí, fue correrse y su cuerpo se desplomó semiinconsciente encima de mi.

Yo me movía dentro de ella tratando de correrme mientras ella recuperaba el aliento y cuando lo hizo a la vez que la consciencia, se salió de mí con toda la naturalidad del mundo dejándome a medias. Luego se tumbó desnuda como estaba inconsciente por la borrachera al lado de la cama dándome la espalda.

.-¿Y yo?- pregunté como un perrito bueno abandonado dándole a entender que no me había corrido y que me dejase acabar dentro de ella tratando de acoplarme a su cuerpo estilo cucharita.

.-Te buscas a una puta- dijo impidiendo mi penetración enojada por cuanto le había dicho y durmiéndose al instante.

Me quedé como un gilipollas contemplándola. Se había quedado dormida en nada. Yo estaba empalmado como un mono y a medias. Y encima con muchas dudas. Comencé a meneármela observándola. 

¿Qué coño había podido suceder para que regresase a casa tan cachonda?. Me preguntaba mientras me la sacudía. 

Quise acariciarle el culo desnudo que se me ofrecía. Fue pensar que otro tío se lo habría sobado esa misma noche y me corrí. Me corrí pensando que era un cornudo.

Ni ha estado bien, ni que bueno, ni nada. Por respuesta de mi esposa tan solo escuché su fuerte respiración a punto de roncar. Busqué apesadumbrado por el suelo y sintiéndome ridículo el pantalón del pijama y mis calzoncillos que me puse de nuevo antes de quedarme dormido.

Al día siguiente cada vez que le insinuaba lo cachonda que había regresado anoche saltaban chispas. Apenas obtuve respuestas.

Tuvieron que pasar unos cuantos días para que le sonsacara algo. Tuve la suerte de escucharla discutir por el móvil con su amiga Marga acerca de lo sucedido.

.-O se lo cuentas tú o se lo cuento yo- escuché que le gritaba su amiga cuando abrí la puerta de nuestro dormitorio en el que se había encerrado alertado en parte por el tono de voz que tomaba la conversación entre las amigas.

.-¿Qué tiene que contarme Marga?- pregunté tratando de transmitir confianza para enterarme de lo sucedido.

.-Marga, lo siento, te cuelgo, acaba de entrar en el cuarto- escuché que le decía mi esposa antes de cortar la comunicación. Evidentemente estaban hablando de mí.

.-¿Qué pasa, que ocurre?, ¿qué me tiene que contar Marga?- insistí en averiguar lo sucedido. 

.-Lo siento cari- dijo ella con cara de pena.

.- ¿Lo sientes?, ¿por qué?,- pregunté haciéndome el inocente a ver si le sacaba algo.

.-¿Tiene que ver con la noche que salisteis de fiesta?- esta vez fui más directo al grano.

.-Si- musitó apenas audible.

.-¿Qué pasó?, ¿acaso no te lo pasaste bien?- puse un tono comprensivo. 

.-Ese es el problema- respondió bajando la cabeza incapaz de mirarme a la cara – que tal vez me lo pasara demasiado bien- concluyó tragando saliva.

.-¿Qué quieres decir?- me senté a su lado en la cama y le pasé la mano por el hombro en señal de cariño, sin exaltarme, representando ese papel de marido comprensivo .

.-Sé qué bebiste más de la cuenta. Todo el mundo hace tonterías cuando bebe, pero tranquila puedes confiar en mí- traté de transmitirle la confianza suficiente para que confesara.

Le hubiera preguntado que qué hizo con las bragas que le regalé, dónde las había perdido, o lo peor, con quien las había perdido. La hubiera abofeteado hasta que me dijera en quien estaba pensando cuando se corrió, o lo peor, si se lo había follado antes. En cambio dejé relucir ese marido tierno y comprensivo cuyo roll le agrada a mi esposa.

.-La culpa es de Marga- soltó airada culpando a su amiga.

Que conste que entre Marga y yo nunca nos hemos llevado excesivamente bien.

.-De Marga, ¿por qué?- poco a poco la estaba llevando a mi terreno dándole confianza.

.-Ella dijo de quedar en su casa- comenzó a contarme, - picamos algo ligerito de cenar. Nada consistente, en plan tortillas de patata, snacks, croquetas, embutido y tostadas- hizo un silencio dudando si continuar.

.-¿Y?- quise saber frotando su hombro de nuevo. Ella no me miraba a la cara avergonzada. Yo comenzaba a temerme lo peor.

.-Que luego comenzamos a beber. Ya sabes que yo no tolero mucho la bebida y sin embargo insistieron en que bebiera- dijo tratando de tirar balones fuera.

.-No tiene nada de malo beber un poquito- le seguía la conversación a ver si contaba más.

.-El caso es que estuvimos un buen rato recordando tiempos pasados, desde cuando éramos crías- continúo explicándose.

.- Lo normal en estas reuniones, ¿no?- me hice el despistado.

.-Ya bueno, el caso es que fue Marga quien sugirió jugar a verdad, beso o acción como cuando chicas- me contaba preocupada.

.-¿No lo entiendo?- la táctica de hacerme el tonto me estaba dando resultado para arrancarle la confesión.

.-Pues que Marga llevaba el hilo del juego, y lo que comenzó con preguntas y acciones inocentes se le fue de las manos- comenzaba a estar nerviosa mientras me contaba.

.-Sigo sin entenderte- trataba de no romper el ambiente creado para que poco a poco se fuera confesando.

.-Pues que con el paso del tiempo las preguntas se iban haciendo cada vez más íntimas y a mí no me gustó el juego. Las otras parecían pavonearse desvelando sus intimidades por ahí, en plan que si sexo anal, que cómo se la habían chupado a tal o cual noviete, incluso Mónica confesó que había sido infiel a su marido y lo había disfrutado. Para que te hagas una idea la opción de beso quedaba descartada hasta que Marga en una de las veces en su turno dijo que beso. Se besó con Marta en la boca para asombro de Mónica y mía. 

No pude evitar interrumpirla al escuchar sus palabras.

.-¡Que Marga y Marta se besaron en la boca!- exclamé tan sorprendido como ella. -Caray con la fiestecita de pijamas que os montasteis- dije apesadumbrado por no estar presente para verlo.

.-No seas bobo- me dijo mi mujer por haberla interrumpido.

.-Lo siento sigue- dije recuperando el tono anterior.

.-El caso es que en una de las veces elegí acción. Las preguntitas estaban siendo más indiscretas de lo que estaba dispuesta a contar- se paró. Dejó de hablar. Tragó saliva y bajó la mirada al suelo. De hecho se hizo un silencio incómodo entre ambos.

.-¿Qué te tocó hacer que fuera tan malo- ya estaba impaciente por saberlo.

.-Fue Marta- dijo con cierto recelo. -Fue Marta quien con una revista de celebrities en su mano sugirió que debía quitarme las bragas y salir luego a la calle sin ellas puestas- me dijo. Yo no me podía creer lo que escuchaba, si alegrarme o no. Desde luego no veía a mi esposa capaz de hacer una cosa así.

.-¿Y qué paso?- pregunté al tiempo que ya la tenía medio morcillona bajo el pantalón al escucharla.

.-Me negué. No podía aceptarlo. Me negué en rotundo pero me sujetaron entre Marga y Mónica mientras Marta me quitaba el tanga, ese que me regalaste, ¿te acuerdas?- me preguntó.

.-Si me acuerdo- contesté como un tontorrón.

.-Pues bien, que sepas que Marta para que no las recuperase las tiro por la ventana- concluyó para mi asombro.

.-¡Joder con la reunión de amigas!. Sois peores que los tíos- exclamé sorprendido por cuanto me contaba.

.-¿Y tú?. ¿Te atreviste a salir a la calle sin bragas ni nada debajo?- pregunté alucinando por lo que me estaba contando.

.-¿Qué iba a hacer?. Además….- provocó cierto suspense en sus palabras.

.-Además ¿qué?- pregunté ansioso porque me contara.

.-Caray que no es para tanto. Una vez te pones en canción no es para tanto. Más fresquito eso sí- se rió de las caras que ponía.

.-¿Qué no es para tanto?- pregunté. .-¿Por eso viniste tan cachonda?, ¿porque no es para tanto?- repetí con cierto recochineo en mis palabras y algo indignado.

Su semblante cambió al recordarle el estado en el que regresó esa noche a casa.

.-No tiene nada que ver- pronunció algo más seria.

.-¿Qué no tiene nada que ver?. O sea que te quitan las bragas y te pones cachonda- concluí a lo bestia.

.-No, no es eso. Es que…- dudó.

.-¿Es que, qué?- recuperé el tono amable y la caricia en sus hombros que tan buen resultado me había dado.

.-El caso es que luego nos fuimos de bares…- dijo sopesando las palabras a elegir.

.-Sccchhhist, no me lo cuentes si no quieres- pronuncie a media voz. 

¡Pero que cabrón soy, estaba deseando que me contase!.

.- Bebimos, bailamos, lo pasamos bien hasta que se le presentaron a Marga un grupo de cuatro amigos. Ya sabes cómo es Marga, así que al poco nos presentó al resto de amigas. Es como si le gustase presumir ante nosotras de su promiscuidad- se explicaba.

.-Hasta ahora normal- le susurré de nuevo a media voz.

.-Con tanta bebida tuve que ir al baño a mear. Marga me acompañó y comenzamos a charlar del grupo de chicos recién conocidos. Ya sabes como es mi amiga. Logró sonsacarme qué chico del grupo me pareció el más majo. Yo se lo comenté en plan parece el más guapete y el más formal y todo eso, sin mala intención, pero ya sabes que Marga tiene el don de manipular a la gente…- de nuevo se hizo un pequeño silencio.

.-Raquel- le giré la cara para que me mirase a los ojos. -¿Qué pasó con el tipo ese?- pregunté serio interpretando un papel que no me veía a cuento simulando estar celoso.

.-Te juro cari que no pasó nada- pronunció a punto de arrancarse a llorar.

.-¿Entonces a que viene todo este numerito?- quise saber.

.-De regreso a la pista de baile Marga se fue directa a hablar con el chico en cuestión, no sé qué coño le dijo pero el tío se pegó a mí todo el rato como una lapa. Yo me imagino lo que le dijo, debió de contarle lo sucedido en su piso, le debió de cascar que no llevaba bragas debajo y que era el que más me gustaba de los cuatro. Supongo que se lo dijo a su manera, manipulando, como siempre- me contó.

.-Me cago en la Marga de los cojones, que coño le pasa a la tía esa- me enfurecí en voz alta. -¿Y tú?, ¿qué hiciste?- la pregunté.

.-Te juro que nada cari, yo no hice nada. Tan solo hice tiempo para regresar a casa con Marta en el mismo taxi- trató de excusarse.

.-¿Ya?- pronuncié poniendo en duda sus palabras – ¿Por eso viniste tan cachonda?, porque no hiciste nada. Vamos Raquel, eso no hay quien se lo crea. Dime que pasó- exigí conocer la verdad representando mi papel de marido celoso y preocupado, aunque en lo más profundo de mi ser agradeciese al tal cabronazo ese, que gracias a él, había echado con mi mujer uno de los mejores polvos de mi vida.

.-Te juro cari que yo ni hice nada, pero él si supo hacerlo bien- respondió ahora más altiva.

.-Explícate- quise saber.

.-Pues nada cari, que se pegaba a mí siempre que podía, se puso tocón y todo eso, aprovechaba para rozarse y no dejaba de invitarme a tragos, de sonreírme y de bailar conmigo- pronunció como si no tuviera nada que ver con ella.

.-¿No pasó nada, no?- le mostré mis dudas.

.-Bueno…, si, no se….-dudó qué o cómo contármelo.

 .-¿Te lo follaste?- pregunté de golpe y porrazo cometiendo el error de mostrarme impaciente.

-Splashhhh- me propinó un bofetón en toda la cara al tiempo que se incorporaba del lateral de la cama en la que estábamos sentados.

.-¿Tú estás enfermo o que te pasa?- preguntó malhumorada mirándome con mala cara.

.-¿Eso piensas de mí?, ¿me ves capaz de eso?- replicó alterada como si la culpa después de todo fuera mía.

.-No sé… ¿qué pasó entonces?- traté de aliviarme el dolor de la cara compungido.

.- Yo no veía el momento en el que regresar a casa y hacer el amor contigo, pero si lo sé no vengo, ¿lo oyes?, eres un imbécil y estás obsesionado- y dicho esto totalmente exaltada abandonó el cuarto para encerrarse en el baño.

Bien pensado no entendí su cambio de comportamiento al hacerle la preguntita, vale que estuve torpe al ser tan brusco, pero eso no motivaba su enojo ni el bofetón. Lo cual me hizo temer que había podido haber acertado de pleno. La conversación no despejó ninguna duda, todo lo contrario me generó alguna más.

El caso es que los días siguientes saltaba nada más mencionar el asunto, se cerraba en banda y no había forma de sonsacarle nada. Dejé estar el tema por un tiempo aunque por dentro me corrompía de curiosidad por saber.

Tras darle muchas vueltas al asunto y sopesar los pros y los contras, decidí quedar con Marga para que me contase lo sucedido en esa noche. No era la mejor fuente de información pero no tenía otra.

Para mi sorpresa y su regocijo fue ella quien disfrutó contándome lo sucedido en su piso. Por supuesto en la versión de Marga mi mujer no opuso resistencia cuando le tocó ejecutar la acción y quitarse las bragas. Es más, me contó que mi esposa pareció disfrutar de salir a la calle sin bragas y que prácticamente era ella misma quien andaba pregonándolo a todo el mundo. Me contó que efectivamente fueron a beber y a bailar a un conocido pub de la ciudad y que allí se encontraron con unos proveedores de la empresa para la que trabaja Marta. La versión comenzaba a diferir de la contada por mi esposa. 

Según Marga estuvieron hablando todos con todos, pero conforme transcurría el tiempo se fue formando una especie de pareja entre Raquel y el otro amigo. Según ella a mi esposa se la veía a gusto charlando con un tal Alberto, así se llamaba el hijo puta ese, por eso que ninguna de las amigas se metió entre medio. Nada de que se hubieran contado nada en el baño ni nada por el estilo.

Marga me desveló que de las risas y el baile entre mi esposa y Alberto pasaron a los toqueteos y las caricias subidas de tono. Debieron ir a la barra juntos y ahí los perdió de vista. La última vez que dijo ver a mi esposa era cuando los sorprendió tras una columna y contempló a Alberto besando en la boca a mi mujer, momento según Marga en el que ambas amigas cruzaron la vista y mi esposa se dispuso a abandonar el pub tirando de la mano de Alberto.

.-Creí que habías hablado con Raquel. Le dije que hablara contigo- con estas palabras Marga concluyó su relato de los hechos.

.-Pues no, no hemos hablado- le hice saber a Marga.

.-Mira. Te lo creas o no ese tío le tocó el culo a tu esposa a placer. Que digo el culo, las tetas y no sé si el coño y puede que algo más. Deberías de hablar con Raquel- me aconsejó disfrutando de cuanto me contaba.

.-Yo estoy soltera y sin compromiso y puedo hacer lo que quiera, pero una cosa es eso y otra lo vuestro, y ya que me has preguntado lo que pasó esa noche he querido serte sincera- concluyó regocijándose en sus palabras de santurrona.

“Menuda puta estás hecha” pensé, pero me mordí las ganas y me despedí de ella dándole las gracias por haberse sincerado conmigo. 

Lo peor de todo es que no dejaba de pensar en todo cuanto me contó Marga. Imaginaba una y otra vez a mi mujer manoseada por el tal Alberto de los cojones. Me atormentaba pensando una y otra vez lo que habría podido pasar al salir del pub entre ese tipo y mi esposa. ¿Se la habría follado o no?. La idea me perseguía a todas partes. Incluso tenía que ir al baño en horas de oficina para masturbarme y relajar las tremendas erecciones que me proporcionaba solo de pensar en ello.

Nunca había estado tan duro y tan activo como imaginando mis buenos cuernos. Era algo increíble. A ratos me decía que eso no estaba nada bien, que cómo podía excitarme de pensar en ello. A ratos mi mujer me daba asco. Aunque eso fue tan solo al principio, los primeros días, porque con el paso del tiempo la idea de fantasear con mi esposa ofreciéndose como una cualquiera al tal Alberto me ponía cachondo perdido. 

Ya os podéis imaginar todo cuanto mi calenturienta mente me hacía pensar que pudo pasar. Coche, baños, hotel, parque, algún apartamento, de frente, por detrás, de todas formas, en todos los lugares imaginables y a todas horas hasta que…

Aquella noche salimos a cenar con un colega mío del trabajo y su mujer. No era la primera vez desde entonces, pero sí la que desató nuevas circunstancias. Era el típico compromiso formal. Ventas, cifras, chismorreos…etc. Ya durante la cena le llené unas cuantas veces la copa de vino a mi mujer, de esta forma me fue fácil convencerla al despedirnos de los otros anfitriones y de quedarnos un rato ella y yo a tomar unas copas. Total, ya habíamos conseguido dejar al chico con los abuelos. Así que mejor disfrutar lo que quedaba de noche. 

Elegimos un garito de moda, estaba a tope de gente pero no lleno. Logramos hacernos un hueco en la barra. Pedimos un par de copas que junto al vino de la cena seguro que lograban la receptividad de mi esposa a hablar de ciertos temas. Es ahí cuando se lo solté.

.-Oye Cari, ¿te puedo hacer una pregunta?- tuve que reclinarme sobre su cuello para que no me escuchara la gente que había alrededor.

.-Si claro-me respondió sin saber lo que se le venía encima.

.-¿Porque no quieres contarme lo que pasó esta cena de navidades con tus amigas?- pregunté inesperadamente para ella.

.-Por que no pasó nada- respondió a la defensiva.

.-Lo sé todo- pronuncié sonriente.

.-No sabes nada- musitó muy seria.

.-Sé lo del tal Alberto- la expresión del rostro de mi mujer cambió tras escuchar el nombre.

.-¿Qué Alberto?- preguntó negando a la mayor.

.-Vamos Raquel, no te hagas la tonta. Me he enterado de todo. Yo solo quiero saber que pasó. No quiero escuchar versiones de una o de otra parte, quiero escucharlo de ti. ¿Lo entiendes?- traté de hacerla entender.

.-¿Qué te han contado?- preguntó seria.

.-Básicamente que os emborrachasteis en casa de Marga y que luego salisteis de copas. Que os encontrasteis con un grupo de conocidos de Marta y que a ti te entró un tal Alberto- quise hacer un parón para ver su expresión.

.-Las malas lenguas dicen que te vieron besando con ese tal Alberto, y que te metió mano a la vista de todos, por eso quiero saber si es verdad lo que dicen por ahí o le tengo que callar la boca a alguno- esta vez me puse algo nervioso.

.-¿Ha sido Marga, verdad?, ¿ha sido Marga quien te lo ha contado?- quiso saber visiblemente también enojada.

.-Pues no, puedes seguir confiando en ella. El problema es que los conocidos de Marta trabajan juntos en la misma empresa, y uno de ellos al parecer viene a visitarnos de vez en cuando a la mía. La historia ha pasado de boca en boca, por suerte pocos en mi oficina conocen a Marta, pero da la casualidad que yo sí. No solo a Marta, sino a Mónica, Marga y una tal Raquel. ¿Qué casualidad no crees?. Coincide en la historia no solo el nombre de Marta, sino también el de sus amigas, el día y los hechos. ¿Menuda coincidencia?- me tiré un farol al contarle cómo había llegado a mis oídos la historia, pero traté de asustarla haciéndola creer que podía afectar a mi carrera profesional.

Ella miró al suelo apenada

.-Tranquila cariño, puedes confiar en mí, pero necesito saber de veras lo que ocurrió, ¿lo entiendes?- le dije tratando de transmitir confianza.

.-Joder cari, lo siento. No pasó nada, solo que se me fue un poco de las manos, pero te prometo que no pasó nada- musitó a punto de llorar.

.-Sccchist, tranquila, yo te creo. Pero si no pasó nada ¿porque no me lo cuentas?- insistí yo mientras ella se reclinaba sobre mi hombro.

.-Que fuimos a casa de Marga a beber ya lo sabes- me preguntó mirándome a los ojos.

.-Uhm, uhm- asentí con la boca cerrada.

.-Que no se quien dijo de jugar a verdad, acción o beso, también lo sabes, ¿no?- comenzaba a confesarse.

.-Uhm, uhm- la animé a continuar haciéndole ver que lo sabía todo, aunque eso me lo contó ella misma.

.-El caso es que las preguntas se estaban saliendo de madre y en una de las ocasiones opté por acción, estaba cansada de responder a preguntas íntimas, a lo que entre todas consensuaron que debía quitarme el tanga que me regalaste y salir a la calle sin ropa interior…- trataba de explicarse cuando la interrumpí.

.- Todo eso ya me lo contaste, yo quiero saber que tiene que ver eso con  el tal Alberto- Quise que me contará el meollo del asunto.

.-Bueno pues no sé si tiene que ver o no, el caso es que nada más presentarnos el tío ese se pegó a mí como una lapa. Al principio no le hacía ni caso. Es más yo hacía tiempo para regresar a casa en el mismo taxi que Mónica. Pero el tío insistente no hacía más que preguntarme tonterías y querer entablar conversación conmigo. Lo cierto es que comenzaba a quedar como maleducada y por eso reconozco que le fui siguiendo el juego. El tío se lo montó bien, me invitó a tomar una copa en la barra e incluso me hizo reír- no pude evitar interrumpirla de nuevo.

.-¿Cómo que te hizo reír?, y ¿qué más te hizo?- pregunté con muestras visibles de enfado.

.-Bueno pues el caso es que de la risa pasó a los toqueteos, ya sabes manita tonta y todo eso- quiso explicarse. Esta vez sí se estaba detallando.

.-Pues no, no sé- la respondí.

.-¿Quieres que te cuente lo que ocurrió o no?- se puso a la defensiva por interrumpirla.

.-Esta bien continúa-me callé.

.-El caso es que sonaron ritmos latinos de música ambiente y el tío se empezó a arrimar. Que quieres que te diga cari, que el tío se me arrimó bien arrimado todo el rato y que una no es de piedra…- la interrumpí.

.-¿Te lo follaste?- pregunté a lo bruto tropezando dos veces en el mismo error.

Me miró a punto de darme otra bofetada en medio de aquella sala, pero en vez de eso me miró con una rabia contenida y entonces me preguntó:

.-¿Y qué si me lo hubiera follado?- gritó por encima del ruido de los altavoces.

.-Eso piensas de tu mujer, ¿que pierdo las bragas y me follo al primero que pasa?- ahora estaba chillando. Por la cara que puso el tipo a su espalda creo que la había escuchado todo.

.-Chhhist. No, no es eso, cari- tuve que pedir disculpas tratando de no llamar la atención de los presentes haciéndole gestos para que volviera a recuperar el tono de voz.

.-¿En serio piensas eso de tu mujercita?- preguntó de nuevo en voz alta aunque moderando el tono.

.-No sé qué pensar cari, viniste muy cachonda aquella noche, olías raro, sabías raro y no me negarás que ganas de follar sí te traías- le rebatí mostrándome algo más mimoso.

.- Bueno pues para zanjar el asunto que sepas que simplemente nos besamos. ¿Lo oyes?, nos besamos y punto, no pasó nada más. Le pedí que me acompañase a casa y eso hizo. Alberto me respetó cuando le hice entender que aquello no estaba bien y además se comportó como un caballero, eso es todo- quiso zanjar el asunto.

.-¿Te metió mano?- pregunté insistiendo cariñosamente.

.-¿Tú estás mal o que te pasa esta noche?- se mosqueó con  mi pregunta.

.-¿Te metió mano?- insistí al tiempo que me abrazaba a ella.

.-Vamos a ver, ¿a qué llamas tu meter mano?, ¿a cogerme de la cintura?- quiso relativizar el asunto, siempre lo hace.

.-¿Te tocó el culo?- insistí.

.-Tal vez, no sé. No tiene importancia- respondió como si nada.

.-¿Qué no tiene importancia?. No tendrá importancia para ti, para mí sí. ¿Te tocó el culo?- pregunté de nuevo al tiempo que deslizaba mi mano de sus caderas a su culo.

.-Pero chico que pesao estás- trató de evitar responderme pero se dejó acariciar.

.-¿Te tocó el culo?- insistí una vez más esta vez con la palma de mi mano abierta de par en par sobre su nalga.

.-¡Je!- esbozó una sonrisa satírica en su cara. –Te conozco demasiado bien. Sé lo que quieres escuchar- dijo antes de soltarse. - Pues sí, me tocó el culo, el culo las tetas y todo cuanto quiso. Me arrimó tanto el paquete que al final tuve ganas de tocárselo yo también- pronunció para mayor de mis erecciones.

.-¿Por qué lo hiciste?- quise saber al tiempo que ahora era yo quien la tocaba el culo.

.-Pues chico porque lo que notaba que tenía Alberto entre las piernas no era normal. El bulto era impresionante y una no es de piedra- pronunció refrotando su cuerpo contra el mío descubriendo mi erección.

.-¿Te lo hubieras tirado?- pregunté siguiendo el juego iniciado entre ambos.

.- Me lo hubiera follado y bien follado, pero que quieres que te diga, una es tonta y te quiere, por eso a la hora de la verdad no pude. Me acordé de ti. Por eso llegué a casa con tantas ganas de hacerte el amor, porque efectivamente tenía ganas de follar, pero ganas de follar contigo- su respuesta me dejó con la boca abierta. 

No sé si era verdad lo que me estaba contando o si sabía que era lo que quería escucharla decir, pero durante un tiempo se hizo un silencio entre ambos sin dejar de mirarnos a los ojos a la vez que la manoseaba el culo.

.-No me hubiera importado- le dije mirándola a los ojos.

.-Tú, tú, tú,… estás chalao ¿o que te pasa?- me miró como si tuviera un problema en la cabeza, y efectivamente tenía un problema pero estaba entre las piernas.

.-No en serio no me hubiera importado, ahora sé que solo hubiera sido un polvo con un desconocido. Solo eso sexo y nada más. Ahora que me lo has contado sé que puedo confiar en ti- dije algo más realista.

.-Pues hijo a buenas horas por qué de saber que tenía tu consentimiento….- ahora era ella la que trató de incitarme. Era mi oportunidad de mostrarle el lado bueno de lo sucedido.

.-Ya, pues reconoce que gracias al tal Alberto echamos un buen polvo tú y yo esa noche como hacía tiempo no teníamos. Igual tengo que conocerlo para agradecérselo- dije de vuelta a los mimos.

.-¡¿Pero qué tonterías dices?!- ya no sé si estaba mosqueada o representaba un papel.

.-No en serio. A partir de ahora no me importa que tontees con otros siempre y cuando me lo cuentes y sea yo quien se aproveché- le dije entre pico y pico en la boca abrazadito a su cuerpo mimosete.

.-Me estás diciendo que no te importa que te ponga los cuernos- cuestionó extrañada.

.-Tampoco fueron cuernos, tú misma me has dicho que solo os besasteis y poco más, no te penetró ni nada por el estilo. Quien te folló bien folladita fui yo- quise restarle importancia a lo sucedido entra ella y el tal Alberto y magnificar nuestro polvete posterior.

.-Hay si tú supieras…- suspiró

.- En cualquier caso no vas a conseguir ponerme celoso, es más, ojalá cuando salgas con tus amigas algún tío te tonteé y vengas tan caliente a casa como viniste. Créeme que lo disfruté- insistí en mi táctica.

.-Pues mira igual estás de suerte- dijo en un tono de voz que me desconcertó.

.-¡Por qué dices eso?- pregunté pensando que había podido suceder algo con alguien más que no conocía.

.-Porque el tipo que tengo atrás me ha tocado el culo- se tuvo que poner de puntillas para susurrármelo al oído de tal forma que nadie nos escuchase, y mucho menos el personaje a su espalda.

.-No me lo creo- la miré asombrado.

.-Pues créetelo, y no una vez sino varias veces. Para mí que te ha estado escuchando- dijo sonriendo maliciosamente

.-Será hijo de ….- dije haciendo ademán de enfrentarme a él.

Mi mujer me retuvo sujetándome del pecho. Por suerte esta vez el tipo ni siquiera se dio cuenta de mi impulso, estaba bebiendo de cara a la barra mirando a la camarera. Se le veía solo, mejor dicho, se le veía un tipo solitario.

.-Pues no eras tú el que no se ponía celoso, al que no le importaba- pronunció mi mujer sarcásticamente.

.-Ya pero esto es distinto- dije airado por la ofensa en mis propias narices.

.-Anda tonto. Olvídalo todo y bésame- dijo mi mujer quien me sorprendió dejando su vaso en la barra y envolviéndose con sus brazos alrededor de mi cuello para fundirnos en un beso con lengua como cuando éramos novios.

Nos besamos. No una ni dos, sino varias veces durante mucho tiempo. Parecíamos novios de nuevo. De vez en cuando interrumpíamos nuestros besos para intercambiar frases cortas sobre el local y sobre la música, hasta que en una de esas le dije a mi mujer…

.-Tengo una idea- pronuncié con una estúpida sonrisa en mi cara que delató mis intenciones.

.-Hay madre- exclamó ella,- ¿en qué estarás pensando?- quiso saber al conocerme como me conoce.

.-¿Por qué no vas al baño y te quitas las bragas?- le susurré en el cuello sobando su culo a placer.

.-¿Tú estás loco?- me dijo poniendo caras raras.

.-Loco por ti, cari. Loco por hacer el amor contigo como la última vez- le dije aplastando ambos cachetes de su culo entre mis manos.

.-Pero mira que eres tontorrón…- dijo ella dejándose acariciar.

.-¿Lo harías?- insistí.

.-No hace falta cari, y lo sabes. Al llegar a casa pienso hacerte el amor mejor aún que la última vez- se mostraba reticente.

.-¿No te atreves?- la piqué en su orgullo. Si hay algo que sé le molesta a mi mujer es que le digan que no se atreve a realizar algo, es la mejor forma de que lo haga.

.-No es eso, es que no me apetece- replicó.

.-Ya, o sea que si te lo piden tus amigas eres incapaz de resistirte, pero si te lo pido yo entonces te niegas. No es justo- argumenté en su contra. Mi mujer esta vez me miró con cara de odio y desprecio.

.-¿Y si el tipo de detrás vuelve a tocarme el culo?- argumentó mi mujer algo temerosa.

.-Entonces se llevará una sorpresa- pronuncié yo entre risas sin pensar seriamente esa posibilidad.

Ella me miró a los ojos cuestionándose mis intenciones. 

.-Tú lo has querido- y dicho esto apuró de un trago lo que le quedaba de su gin tonic y dándome la espalda marchó decidida al baño. No me dio tiempo a decirle nada siquiera, me dejó allí plantado observando como desaparecía entre el gentío de la discoteca.

Reconozco que me quedé ansioso ante las dudas. ¿Sería capaz?. Le dí un trago a  mi combinado mientras me preguntaba en que momento había cambiado tanto mi mujer. ¿Vendría sin bragas debajo de su faldita?. Tuve una erección instantánea sólo de pensar que bajo la cortita falda que llevaba podría acariciar sus nalgas desnudas. Ese día, como en tantos otros se había puesto medias, por lo que nada impediría que acariciase la suave piel desnuda de su culito en medio de la disco.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el tipo que estaba detrás de mi mujer, el que la había tocado el culo según ella, me examinó de abajo arriba con cierta mirada de desprecio. ¿Qué coño mira el gilipollas este?, pensé mientras intercambiábamos miradas de gallos y le sonreía chulesco.

El tipo me devolvió la sonrisa con cara de tipo duro aunque no tendría ni media hostia, pero fue entonces cuando me asaltaron las dudas. ¿De verdad le habría tocado el culo a mi esposa y se estaba riendo de ello ante mi cara?. La sangre me hervía por dentro de pensar que me podía joder el plan con mi esposa. Le hubiera quitado esa sonrisa estúpida de su cara de una buena hostia. La cosa se ponía tensa entre los dos por momentos tan solo con el duelo de miradas.

Por suerte vi como Raquel se habría camino entre la gente para regresar a donde estábamos. Nada más llegar me dio un pico en la boca y me puso un trozo de tela en mi mano.

.-Toma, ahí las tienes, ¿contento?- dijo sonriéndome con cierta guasa en sus ojos.

Yo desplegué el trozo de tela depositado en mi puño. ¡Coño eran sus bragas!. Se había atrevido, la muy… se había atrevido. Las guardé rápidamente en el bolsillo de mis pantalones al tiempo que me abalancé sobre ella para besarla dispuesto a comprobar el asunto con mis propias manos. Ni un segundo más tarde mis manos podían comprobar que efectivamente bajo la faldita de su vestido no había ninguna prenda íntima que cubriese la suave piel de su culito. Se lo acaricié a placer. Durante mucho tiempo estuvimos besándonos y acariciándonos. Menudo morbazo, mi mujer me estaba poniendo como una moto.

Fui yo quien sin apenas poder respirar interrumpí los besos y las caricias.

.-Cuando lleguemos a casa no te quites el vestido -le decía morbosamente al oído,- te voy a echar un polvo en el mismo recibidor, frente al espejo- le susurré una de las veces.

Claramente podía notar en los ojos de Raquel que estaba empezando a calentarse, y tras cada frase nos dábamos un pequeño morreo que confirmaba que deseaba una buena sesión de sexo sin tardar mucho. 

.-O mejor lo hacemos en el coche, no sé si puedo esperar a casa- le decía entre pico y pico en la boca. Mi táctica y unos buenos tragos estaban dando sus resultados. 

En un par de ocasiones note que miraba hacia atrás de improvisto, como si algo la hubiera sorprendido o molestado. Al final mosqueado por su comportamiento me decidí a preguntarle:

.-¿Qué miras?- la pregunté mosqueado.

.-No, nada. –me contesto al oído.

.-Vamos Raquel, algo te molesta o te ha llamado la atención- quise saber.

-Prométeme que no te enfadarás ni montarás un numerito- me hizo dar mi palabra.

.-Te juro que no me enfadaré- dije con tono y carita de niño bueno.

.-Prométemelo- me obligó prácticamente de nuevo mi mujer. 

.-Te lo prometo- dije intrigado por saber que la había distraído de esa manera.

.- No te enfades cari, pero el tío que está detrás me ha vuelto a tocar el culo- dijo ante mi estupefacción por lo que escuchaba. Indudablemente yo hice un mal gesto de cara y el ademán de enfrentarme a él.

.-¿Estás segura?- la pregunté indignado.

.-No hagas ninguna tontería, por favor, te lo pido- me suplicó mientras me retenía por las solapas de la camisa.

.-Recuerda, me lo has prometido- dijo sellando nuestro pacto con un beso.

Por un momento dudé entre sí bromeaba para dar más morbo a la situación o me lo decía completamente en serio. Desde luego el tipo apoyado con el codo en la barra a su espalda tenía el aspecto de típico tío que va de duro por la vida. La camiseta ajustada le marcaba pectorales y sus bíceps a poco reventaban la manga. Advertí un tatuaje con simbología paramilitar o algo por el estilo. Esta vez fui yo quien lo revisó de abajo arriba con cara de pocos amigos. Desde luego el tipo estaba fuerte, sopesé medir el honor de mi esposa con ese tío pero no tenía muchas más opciones. Moreno, con el pelo rapado estilo militar, camiseta negra de marca y jeans. 

Lo mire con excesiva seriedad y sin duda él advirtió que mi expresión no era precisamente la de un amigo. Hizo un ademán de asentimiento con su cabeza, como admitiendo que le había descubierto, lo que me confirmó que mi esposa no bromeaba. En ese mismo instante, mi mujer me atrajo hacia ella y casi me rogó al oído:

.-Déjalo, cari. No le digas nada, no quiero malos rollos, nos vamos a casa y olvídalo- y trató de sellar mi silencio con otro beso en la boca. Pero justo en el preciso momento en que me disponía a abandonar la barra cogiendo a Raquel de la mano, el tipo se dirigió a nosotros interponiéndose prácticamente en el paso.

.-Perdonad, lo siento, ha sido una falta imperdonable por mi parte. Os ruego que me disculpéis. Sobretodo tú preciosa. No os marchéis por mi culpa, dejad que os invite a una copa- dijo para sorpresa de ambos, y sin dejarnos tiempo a reaccionar le hizo una rápida señal con la mano a la camarera que inmediatamente sirvió otro par de gin tonics frente a nosotros. 

Pese a que a mí me irritó la voz de aquel individuo y su propuesta, a mi mujer pareció agradarle las disculpas. Así que casi sin consultarme mi mujer aceptó en silencio la invitación dando un primer sorbo de su supuesta copa recién preparada. Yo estaba que reventaba, así que sin poder aguantarme le solté casi a bocajarro:

.-¿Qué?. ¿Te gusta el culo de mi mujer?- pregunté buscando claramente el enfrentamiento entre ambos.

.-Es precioso, deberías considerarte afortunado- respondió el muy sinvergüenza sin el más mínimo gesto de arrepentimiento y sin perder los nervios. Su calma contrarrestaba con mi nerviosismo.

.-Cari, me lo habías prometido- interrumpió la escena  mi mujer situándose entre los dos cortando cualquier contacto entre ambos y mirándome muy seria a los ojos. Entendí que no podía continuar por ese camino, lo más inteligente era desistir de mis intenciones y controlar mi impulso. Además de llevarme un buen par de hostias a la vista de los bíceps del chulito, seguramente perdería la confianza y el consiguiente polvete con mi mujer por romper mi palabra.

.- Además de guapa veo que eres inteligente. ¿Eres real princesa o te has escapado de un cuento?- pronunció el tipo en que mi mujer le volvió la cara.

El comentario aunque cursi y trasnochado debió de hacerle gracia a mi esposa, quien en medio de ambos nos miró a uno y a otro y tratando de evitar una absurda pelea de gallos dijo para sorpresa de los presentes:

.-Ya está bien de testosterona, chicos, daos la mano- pronunció mi mujer haciendo de mediadora, como árbitro de un ring que presenta a los púgiles, al tiempo que cogía sendas muñecas de cada uno y las aproximaba para que efectivamente nos saludásemos.

.-Lo siento tío, creí que ibas en serio- dijo el muy cínico mientras nos estrechábamos las manos.

.-¿Qué iba en serio?, ¿en qué?- pregunté sin soltarle la mano en una absurda pugna por ver quien la estrechaba más fuerte.

.- Permíteme que me presente- dijo soltándome la mano para centrarse en mi esposa, - mi nombre es Eduardo- y nada más decir su nombre buscó los dos besos de rigor de mi esposa quien no sé porque le siguió el rollo.

.-Hola Eduardo, yo soy Raquel y este es mi marido. Tanto gusto- le devolvió los dos besos mi esposa quien parecía estar encantada con la pelea de machos.

.-Debo deciros que hacéis buena pareja, por eso me llamó la atención cuanto os estaba escuchando. No me lo podía creer. Creí que todo iba en serio, ahora entiendo que todo era un farol. Siento de verás si os he molestado, aunque no puedo negar que ha sido un auténtico placer- dijo disculpándose no sé de qué.

.- Tú exactamente ¿qué estabas escuchando?- le pregunté mosqueado tratando de salir de dudas y de averiguar qué película se había montado el tipo en la cabeza.

.- Tranqui, vale, eres tú y no yo quien ha confesado excitarse al pensar en el tal Alberto ese metiendo mano a tu esposa el día de la cenita. Eres tú y no yo quien le ha dicho a esta preciosidad que no te importaría que otros la entrasen siempre y cuando te lo contase. Eres tú y no yo…- lo interrumpí. Estaba claro que nos había estado escuchando desde el principio y se había enterado de todo.

.-¿A ti no te han dicho de pequeñito que no se escuchan las conversaciones de los mayores?- quise hacerle entender a mi esposa que el tipo este era un maleducado.

.- Lo siento- dijo – es parte de mi profesión.

.-¿Tu profesión es ir por ahí escuchando conversaciones privadas?- traté de evidenciar que mentía, pero en cambio logré el efecto contario despertando aún más la curiosidad de mi mujer.

.-¿Y a qué te dedicas?, ¿si puede saberse?- se mal metió mi mujer en la conversación.

.-Soy Guardia Civil. Pertenezco a un grupo de reserva y seguridad. Tan solo puedo contaros que estamos destinados aquí por poco tiempo, el motivo como entenderéis es alto secreto, pero sí, como mando mi deber es recoger la mayor información que pueda recabar, por eso cualquier conversación es susceptible de aportar información- dijo sonriendo a mi mujer la cual se quedaba embelesada escuchándolo. 

.-¡En serio!. ¿Llevas la placa?- preguntó risueña mi mujer.

.-Si claro- respondió él sacándose la cartera del bolsillo trasero de sus pantalones para mostrarle la identificación a mi mujer.

.-¿Te habrás visto en situaciones muy sorprendentes?- quiso saber mi mujer quien parecía alucinar con todo lo que el de la benemérita contaba.

Qué más quiso el ciego que ver. El muy pavo empezó a alardear de situaciones difíciles y complicadas que parecían ser del agrado de mi esposa, la cual parecía disfrutar poniéndome celoso. A mí no me parecía más que el típico antidisturbios chulito que se cree con derecho a impartir justicia por el mero hecho de tener una porra en sus manos, saltándose a la torera los años de carrera de un juez. Y sin embargo parecía embelesar a mi mujer con sus historias de matones y palos.

Lo cierto es que conforme transcurría la conversación entre ellos yo me encontraba cada vez un poco más relegado. Mi mujer me tenía francamente desconcertado, por un lado me daba la impresión de que trataba de ponerme celoso y nada más. Por otro parecía que el tipo le iba más de la cuenta. No sabía que pensar. Pero como digo permanecía callado como un tonto. ¿Qué otra cosa podía hacer?.

Raquel escuchaba al agente con la espalda pegada a la barra en medio de ambos. Yo la tenía cogida de su cintura con una mano marcando territorio, mientas con la otra sujetaba la copa de la que bebía más rápido de lo que debiera al no participar de la conversación. La iluminación seguía siendo escasa y de nuestra cintura hacia abajo era difícil distinguir cualquier cosa a no ser que se pusiera mucha atención y se aprovecharan los reflejos de las luces que no paraban de relampaguear.

Era evidente que la conversación entre ellos dos subía de tono minuto a minuto hasta que empecé a caer en la cuenta de que mi mujer hacía rato que no pronunciaba una sola palabra. Por el contrario, ella también me había cogido de la cintura y cada vez tiraba más de mi cuerpo acercándome a ella, hasta que nuestros cuerpos quedaron totalmente pegados.

El de la benemérita nos comentaba algo acerca de una espectacular redada cuando empecé a notar que el semblante de mi mujer estaba cambiando por momentos. Tenía la boca entreabierta y me sujetaba fuerte por las caderas. Además, hacía rato que no miraba a nuestro acompañante, se encontraba como ausente de la supuesta conversación y por el contrario tenía sus ojos prácticamente fijos en los míos.

De pronto, me di cuenta que la sutil tela del top de su vestido marcaba perfectamente sus pezones erectos incluso a través del sujetador, muestra inequívoca de que se había despertado su libido. Yo no sabía si atribuirlo a las copas que llevábamos encima o a la conversación, o mejor dicho, casi él monologo que el GRS nos estaba contando.

En estos pensamientos estaba yo cuando noté una mayor presión de las manos de mi mujer en mi cintura, a poco me estruja la camisa con su puño, al tiempo que me mantenía totalmente pegado a su cuerpo. Creí entrever en sus labios como un suspiro de placer. Un leve gemido que me puso en alerta. Por supuesto yo estaba totalmente desconcertado por la expresión en el rostro de mi mujer. Tenía esa mirada perdida de zorra que pone cuando está a punto de correrse y ese no podía ser el caso. Por eso al intentar buscar una explicación a lo que ocurría eché un poco hacia atrás mi cabeza para interrogar a mi mujer. Me quedé de piedra al comprobar que la mano de aquel sinvergüenza estaba otra vez en las posaderas de mi santa esposa.

.-Pe, pe, pero..., ¿qué..........?. ¿Otra vez té está tocando el culo? –le pregunte atónito a mi mujer buscando un motivo por el que no partirle la cara al gilipollas ese.

Inmediatamente, sin responderme ni darme tiempo a que volviera a preguntarle nada ni que lo hiciera a nuestro acompañante, mi mujer subió una de sus manos hasta mi nuca y acercando con ella mi cabeza a la suya, me pegó un morreo de película, metiéndome su lengua en lo más profundo de mi boca con una pasión y una lujuria como nunca antes me había besado. No cerró los ojos como suele hacer, todo lo contrario, me miraba directamente a los míos con expresión deshonesta e inmoral, prolongando el apasionado beso por espacio de varios minutos.

.-No cari, el culo me lo tocó todo lo que quiso hace rato, -me contestó en un tímido susurro tras el beso con cara de gata salvaje desencajada-  Este tipo sabe de sobra que mis bragas están en tu bolsillo y ahora ya tiene la mano justo entre mis piernas, y no te imaginas lo cachonda que me está poniendo este tío- me susurró de nuevo abrazada a mi cuello pero de forma lo suficientemente audible  para nuestro eventual acompañante quien observaba la escena en silencio y continuaba a lo suyo.

Yo, estupefacto, sin saber qué hacer, sobrepasado por las circunstancias, dejé que mi mujer se volviera a pegar a mi cuerpo y apoyara su cabeza en mi hombro mientras escuchaba al guardia de turno decirnos no sé qué de lo que se puede hacer con la porra. Instintivamente, forcé los ojos para descubrir lo que estaba sucediendo entre mi esposa y la barra del bar, y entre flash y flash de las luces acerté a ver como casi todo el antebrazo de nuestro acompañante desaparecía bajo la corta falda del vestido de mi mujer. 

.-¡Será cabrón!-. Musité en voz baja.

Mi primera reacción instintiva fue la de partirle la cara a mi esposa por puta, por consentir que un desconocido la estuviese sobando de esa manera, además de traicionarme vilmente y vilipendiarme. Pero muy a mi pesar me temía que si le ponía la mano encima me llevase además una denuncia por malos tratos. Testigos, agente,…etc., lo sensato y razonable era contenerme y no traicionar mis principios de toda la vida: confiar en mi mujer. Lo segundo que sopesé fue partirle la cara a él por muy cachitas que estuviese, pero ya se había identificado como agente de la ley, así que si en verdad le partía la cara, a lo peor la fiscalía me acusaba de terrorismo o cualquier majadería parecida, todo sea por tocar a sus perros.

Supongo que por eso aún hoy no acierto a explicarme mi pasiva reacción. ¿Qué podía hacer si mi mujer consentía?. No se me ocurrió recriminarle nada ni a mi mujer ni al guardia por su comportamiento, ni ganas que tenía. Por el contrario lo que sí recuerdo perfectamente es que la polla se me puso tiesa como si tuviera un resorte de acero. No recordaba semejante erección desde adolescente. Continué mirando fijamente como la mano de nuestro hábil amigo se movía levemente en la oscuridad bajo la faldita de mi mujer. En el fondo mi sueño se estaba convirtiendo en realidad lo quisiera o no.

Raquel separó su cabeza de mi hombro y sin mover la mano con que se aferraba a mi nuca volvió a mirarme con cara de deseo, se mordía levemente el labio inferior y sus ojos entornados daban significativas muestras de que lo que le estaba haciendo nuestro acompañante le producía enorme placer. Tras tragar saliva con gran esfuerzo conseguí volver a articular palabras para preguntarle:

.-¿Qué, qué, qué está pasando?- acerté a preguntar con la voz entrecortada a mi esposa.

Mi mujer no me contesto enseguida, siguió mirándome fijamente a los ojos un instante con cara de satisfacción y luego me propinó otro beso más apasionado aún que el anterior, al tiempo que refrotaba su bajo vientre a mi paquete todo lo que podía. Evidentemente en esta ocasión se percató de mi erección. Cuando separó su boca de la mía me preguntó acercándose a mi oído con una agitada respiración que la impedía hablar con fluidez.

.-¿No es esto lo que querías?- me preguntó.

.-¿El qué?- quise saber.

.-Pues esto, lo que está sucediendo- me susurró con la cara desencajada.

.-¿Y qué está sucediendo si puede saberse?- cuestioné yo.

.-Mira cari,  nada más regresar del baño sin mis braguitas el tío ha empezado a tocarme otra vez el culo. Creo que sabía de nuestra pequeña travesura. Tú tienes la culpa porque arrastrada por tus palabras estúpidas le he dejado hacer, hasta el punto que he notado como sus manos empezaban a subir por mis piernas por debajo de la falda. Ya lleva un ratito sobándome a placer hasta que ha logrado acariciarme en mi intimidad y, joder, créeme si te digo que este tipo sabe lo que se hace, estoy empapada y a punto de correrme- me confesó mi dulce y recatada esposa.

Lo que me contaba Raquel lejos de enojarme me puso más cachondo de lo que ya estaba, el rabo empezaba a hacerme daño bajo la presión del pantalón. Mire a nuestro acompañante y me dedicó una tenue sonrisa con toda su caradura. Ya no hablaba ni pronunciaba palabra, era como si estuviera convencido de que le iba a permitir que manoseara a mi mujer a su antojo, y verdaderamente según lo cachonda que se había puesto mi esposa y lo cardiaco que me estaba poniendo yo, tenía la partida prácticamente ganada. No era la clase de tipo con el que hubiera acordado la situación pero estaba claro que mi mujer no lo rechazaba, sino todo lo contrario. 

Instintivamente miré hacia ambos lados, temeroso de que otras personas nos estuvieran observando, comprobé con alivio que todo parecía pasar inadvertido al resto de la gente de la disco que estaba a lo suyo. 

De improvisto, disimuladamente, mi mujer metió una de sus manos entre nuestros apretados cuerpos y empezó a sóbrame el paquete por encima del pantalón. Al notar que tenía la polla totalmente empalmada, me miro sonriente y sin cesar en sus lentos movimientos con la mano me susurró de nuevo aferrada a mi nuca:

.-Puede que tuvieras razón cari en eso de tontear con otros tíos, estoy muy cachonda, pero ya basta, será mejor que nos vayamos a casa o de lo contrario no respondo de mis actos- me advirtió mi esposa de su calentura.

Nunca pensé que mi fantasía de ver a mi esposa con otro llegase nunca tan lejos y mucho menos con el beneplácito implícito de mi mujer. En vistas de la situación, decidí dejarme llevar por lo que me dictaban mis instintos, y lentamente, empecé a hacer descender mis manos desde la cintura de Raquel hasta sus nalgas, a mí me tocó acariciarla por encima de la falda mientras el otro la sobaba por debajo. La apreté con firmeza contra mí para hacerle sentir mi erección en su bajo vientre, al tiempo que introducía mi lengua en su boca regalándole otro profundo beso lujurioso.

Permanecimos un tiempo de esa manera. Ella apretujada contra mi cuerpo y manoseada por ambos. Por momentos Raquel gemía ahogadamente en mi boca muerta de gusto. Nunca la había visto tan cachonda.

Aún con eso y con todo no era suficiente para mí, tenía que verlo, tenía que verlo una vez más con mis propios ojos. Así que tras nuestro apasionado morreo y sin dejar de masajearle las nalgas con mis manos, eché otra rápida mirada alrededor para comprobar que nadie nos observaba. Nuestro nuevo compañero tenía los ojos clavados en la cara de mi mujer, estaba claro que se deleitaba observando las inequívocas expresiones de placer que el semblante de mi esposa mostraba en la penumbra de las centelleantes luces de colores. A ratos se mordía el labio, como gemía y resoplaba, o abría y entrecerraba los ojos abandonada al placer de la situación y las caricias. Cada carita suya era un poema. Estaba tan, tan, tan… zorra.

Yo mientras tanto, incapaz ya de parar esa morbosa situación, acerque mis labios al oído de mi mujer para interrogarla:

.-Quiero que me cuentes lo que te hace- esta vez empleé un tono de voz autoritario.

.-No cari, mejor lo dejamos aquí, vámonos a casa, no respondo- suplicó mi mujer por última vez al tiempo que giraba un poco la cara hacia el Guardia Civil, para implorarle algo de sensatez y cordura en todo aquel sin sentido. Estaba claro que confió más en él que en mí, y es que se debía pensar que al fin y al cabo él era un hombre de ley y aquello no estaba bien. Durante unos segundos se aguantaron mutuamente la mirada, la una suplicante y el otro dominante. Tras volver a colocar su boca junto a mi oreja empezó a radiarme el movimiento que acontecía entre sus piernas:

.-Joder cari, es que me ha sobado a su antojo todo lo que ha querido, me ha acariciado el interior de los muslos varias veces y ha subido hasta acariciarme donde tu ya sabes. Tiene claro que lo llevo muy depiladito. Me ha tocado cuanto ha querido. Te digo que sabe que apenas hay pelo. Joder, cari, estoy chorreando de lo cachonda que me ha puesto este tío, pero te quiero a ti y solo a ti, así que vámonos a casa, cari, te lo suplico- pronunció entrecortadamente por la excitación.

Disimuladamente, mi mujer paso sus labios por el lóbulo de mi oreja, jugueteo unos segundos con ella y descendió un poco para pasar su húmeda lengua por mi cuello. Sabía perfectamente que eso me encendía, era ella quien me tenía dónde quería. Yo no paraba de masajearle el culo totalmente excitado por el juego, se lo apretaba con fuerza con mis manos cuando continuó hablándome al oído:

.-Venga cari vámonos, tiene sus dedos jugando entre mis labios..... me está acariciando toda..... joder cari, me voy a correr aquí mismo, siento su dedo..... páralo o dile que me lo meta....., por favor dile algo. Cari que me lo mete, que lo mete joder, que me mete el dedo, que está a punto de… por favor cari haz algo, dile algo…- dijo muerta de gusto con una carita totalmente fuera de sí refrotando su cuerpo contra el mío disimulando su placer cuanto podía. Juro que nunca la había visto tan cachonda.

Hice descender unos centímetros más mis manos, hasta donde acababan las nalgas de mi esposa, las apreté con fuerza y tiré de ellas hacia delante, despejando aún más si cabe el camino libre a la descarada acción que estaba llevando nuestro nuevo amigo. Por primera vez en todo ese tiempo aquel tipo y yo tuvimos una mirada cómplice, lo nuestro tenía delito, y la víctima era mi mujer.

.-¡¡¡Nooohhh...¡¡¡¿Qué coño haces?, noooh, joder, que así lo tiene más fácil, siiiiih.....ya está, uhmmm – gimió como loca mi esposa en medio de la discoteca. Estaba claro que el tío había logrado su propósito.

.- Joder cari, que este tío me está metiendo el dedo..... solo la yema lo mete y lo saca con una habilidad pasmosa- me narraba como la tremenda golfa que se estaba comportando.

Empecé a notar que Raquel movía levemente las caderas, muy despacio, con mucho disimulo, conozco muy bien ese movimiento, acompañaba él mete y saca que el amigo llevaba a cabo expertamente dentro de su vagina exactamente igual a cuando la toco yo. El dolor empezaba a hacerse insoportable en mi polla a causa de lo que me apretaba el pantalón. Mi rabo cada vez estaba más duro escuchando los comentarios de mi mujer. ¡Quien me lo iba a decir a mí apenas unas horas antes!.

.-Mmmm..... como sabe este tío lo que le gusta a una mujer..... no sé cómo lo hace, pero siento ese dedo llegando al fondo de mi coño..... tiene toda la mano empapada con mis jugos..... siiii..... eso es, eso es...... apriétame fuerte el culo con las manos, cariño....- me rogaba suplicante y entregada a cuanto acaecía.

Sus últimas palabras me sonaron a total desesperación, la apretaba contra mí con todas mis fuerzas agarrándola por las nalgas. Sus brazos se enroscaban en mi cuello y casi podía oírla jadear, con las piernas entreabiertas y casi de puntillas, debido a la presión de mis manos bajo su culo.

.-Ohhooo... siii..... siii..... joder como me gusta......que gusto, creo que me voy a correr, ¿es eso lo que quieres no?, ¿qué me corra?, cabrones, sois unos cabrones los dos, pero sobre todo tu, siiii joder, que gustooooh…. –continuaba radiándome mi esposa.

Era increíble, que situación, en medio de toda aquella gente aquel cabrón tenía su mano entre las piernas de mi mujer, bajo su falda, y nadie se estaba dando cuenta de nada. La gente transitaba a mi espalda por el pasillo, muchos incluso me rozaban, pero la escasa iluminación impedía que nadie observara lo que ocurría entre nosotros.

En un momento dado, cuando nuestra excitación estaba llegando al límite y de improvisto, Raquel giró la cara hacia nuestro acompañante con una expresión interrogante, lo estaba matando literalmente con la mirada cuando advertí que el muy hijo de puta sacaba su mano de debajo de la falda de mi mujer para olerse las manos cínicamente ante nuestra atenta mirada. Los dos nos preguntábamos porque se había detenido. Debió de apreciar que tanto mi mujer como yo lo matábamos con la mirada. Mi mujer por haberla interrumpido uno de los mejores orgasmos de su vida, y yo porque no sabía que podía traerse ese tío entre manos.

.-¿Por qué no continuamos con esto en la habitación de mi hotel?. Está cerca. Tendremos más intimidad, aquí hay mucha gente, allí nadie podrá vernos- sus palabras cayeron como un jarro de agua fría tanto como para mi esposa como para mí por interrumpir la magia del momento. El duende se había esfumado.

Yo miré a mi mujer buscando en sus ojos una respuesta a la propuesta. En esos momentos no sabía qué coño hacer ni que decir.

.-Vámonos cari, este es el momento, vámonos a casa solos tú y yo. Ya tienes bastante, te prometo que te voy a echar el mejor polvo de tu vida, pero vámonos a casa tú y yo solos, sin este tío- me pedía mi mujer desconsolada por la boca. 

Y sin embargo no era eso lo que leía en sus ojos. 

En sus ojos había lujuria y miedo, mucho miedo a perder el control, ese que ya había comenzado a fallar. Yo en cambio debía salir de dudas. ¿Sería capaz?. Mi mujer…¿sería capaz de follarse a otro tío que no fuera yo?, ¿Sería capaz?, y lo que es peor ¿querría verlo yo?. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar?, ¿hasta dónde se dejaría hacer?, y eso sí, una cosa tenía claro en ese momento, esa era una pregunta de la que quería obtener respuesta. ¿Hasta dónde?.

Además, seguramente sería la única oportunidad en mi vida de cumplir mi fantasía, al menos de llegar lo suficientemente lejos, la tenía a tiro. Nunca volvería a tener a mi esposa tan excitada como lo estaba allí y ahora.

.-¿Qué pasa?, ¿te vas a rajar ahora?- interrumpió el silencio el agente provocándome una vez más en un reto de miradas. “Chulo de mierda” pensé para mis adentros, en cambio…

.-Está bien- pronuncié para estupefacción de mi mujer y satisfacción del otro presente aceptando su duelo.

No sabría definir la cara que puso mi mujer en esos momentos al escuchar que aceptaba semejante majadería. No sabría precisar si era de odio, o en plan te vas a enterar.

El caso es que sin pensárselo mucho el tipo tiró delante nuestra abriéndose camino entre el gentío con prisa y urgencia por salir del local. Él tiraba de la mano de mi esposa que a su vez tiraba de mi mano. Tuvo la suerte que nada más salir por la puerta un taxi se paró justo enfrente, sin apenas bajar la bandera del cliente anterior nos subimos los tres en el asiento trasero. Mi mujer se situó en medio y permaneció todo el trayecto con los brazos cruzados en señal de desaprobación por mi decisión en medio de un silencio reinante que incluso extrañó al mismísimo taxista. De repente todo se torno frío. Si apenas unos minutos antes mi mujer era todo fuego y desinhibición, ahora estaba fría y distante.

Por suerte en apenas cinco minutos nuestro acompañante estaba pagando el viaje y nos hacía indicaciones para que lo acompañásemos hasta la entrada de un ruinoso hotel de una estrella y regalada.

Aquello parecía el típico hotel barato al que las parejas acuden a echar un polvo por horas y ni tan siquiera pasan la noche entera. Las moquetas desgastadas y llenas de manchas, las paredes grasientas. De no ser porque había visto el letrero a la entrada aquello parecía más un burdel que un hotel.

Conforme avanzábamos por los pasillos las paredes provocaban diferentes sentimientos en mi mujer y en mí. A mí me daba cierto morbo, mientras que a mi mujer cierta repulsa. En general las instalaciones se veían algo faltas de higiene. Imposible de creer que el cuerpo de la Guardia Civil no sufragase hoteles de mayor categoría a sus agentes cuando se desplazan. Llegamos al final del pasillo.

El tal Eduardo abrió la puerta de su habitación. Sorprendentemente era más amplia de lo que cabía esperar. Frente a la camita disponía de un pequeño sofá para dos plazas y otro individual, situados frente a un televisor al lado del típico mueble bar.

El guardia invitó a mi mujer a tomar asiento en el sofá de dos plazas, mientras a mí me hizo señales para que me sentara en el individual. Mientras nos acomodábamos en medio del silencio tratando de relajar los nervios, el nuevo amigo sacó una botella benjamín de cava de la mini nevera.

.-Lo siento chicos, es lo único que hay- dijo improvisando tres copas con vasos de plástico al tiempo que repartía el cava entre los presentes.

Por ese entonces era el único que hablaba de los tres, llevaba claramente la iniciativa y se le veía seguro de sí mismo. Mi esposa permanecía sentada con los brazos cruzados y lanzándome unas miradas de odio por estar ahí. Yo era incapaz de pronunciar palabra ni de hacerme con la situación, tanto ella como yo estábamos paralizados por los nervios.

.-Por los tres- propuso Eduardo un brindis al tiempo que se sentaba en el sofá de dos plazas junto a mi esposa que quedaba ubicada de esta forma entre los dos hombres aunque en diferentes sillones.

.-Por los tres- acepté el brindis haciendo ademán de chocar mi vaso con el suyo en la distancia. Mi esposa en cambio no hizo el menor gesto por mover su vaso malhumorada.

.-Vamos mujer, no seas así, bebe un poco al menos- le sugirió nuestro nuevo amigo. -Te hará sentir mejor- la incitó a darle un sorbo al cava.

Mi mujer le obedeció, no porque yo estuviese deseando que bebiera y se relajase, sino porque se lo pidió el otro. La mirada que me lanzó mi esposa de repulsa cuando bebía de su vaso con todo el desprecio del mundo me lo decía todo.

.-Eso es, mucho mejor. Bebe otro poco, te relajará. No deberías odiar a tu esposo por lo que está haciendo. Sabes, es la fantasía de muchos hombres- dijo al tiempo que descuidadamente posaba su mano sobre la rodilla de mi mujer.

.-¿Cuál?- preguntó mi esposa quien desvió la mirada para contemplar la mano de aquel tipo en su pierna.

.-La de ver a su esposa con otro hombre- comentó al tiempo que comenzaba a acariciarle la pierna a mi mujer bajo su consentimiento pasivo y ante mi atenta mirada. ¿A que sí?- me preguntó esta vez a mí para hacerme sentir partícipe de la conversación por estar mi sillón algo distanciado del de ellos.

.-Así es- dije dando un sorbo al vaso de cava sin quitar ojo a la mano del chulo en la pierna de mi esposa. De repente aquella mano centralizaba como un agujero negro toda la energía de la estancia.

.-¿Acaso quieres que me líe con este tío?- me preguntó mi mujer sin salir de su asombro de golpe y porrazo poniendo caritas de ofendida.

.-No…. no sé…., bueno… lo que tú quieras cari- titubeé bajando la mirada incapaz de pedírselo.

.-Yo solo quiero irme a casa- dijo mi esposa mirándome a los ojos como si el otro no estuviera, llegando incluso a darle la espalda.

.-Vamos, Raquel, no seas así mujer, en el bar no decías que no- interrumpió nuestro amigo la conversación entre ambos para meter baza al tiempo que su mano ascendía por la pierna de mi esposa.

.-Es distinto- argumentó mi esposa como excusa volviendo a dirigir su mirada a la mano de su acompañante.

.-Yo creo que no, que es lo mismo, que te gusta que mis manos te toquen- rebatió el guardia acariciando descaradamente la pierna de  mi esposa subiendo y bajando su mano por todo el muslo hasta el límite de la tela de la falda. 

En esos momentos yo solo tenía ojos para aquella mano que se deslizaba una y otra vez a lo largo del muslo de mi mujer, el resto de la habitación había desaparecido a mi consciencia. El manoseo tan descarado con el que Eduardo tensaba la situación produjo que inevitablemente tuviese una erección de burro, mostrando un bulto incipiente bajo mis pantalones que no pasó inadvertido ni para mi adversario.

.-¿Has visto a tu esposo?- preguntó el tipo a mi esposa mirándome a mí y sonriéndose al ver que la jugada le estaba saliendo bien.

.-Estoy seguro que está deseando que me beses- pronunció alzando y girando el rostro de mi esposa con su mano bajo su barbilla intentando besarla en los labios.

Mi mujer le hizo la cobra y le retiró la boca, lo que me tomé como un halago.

.- ¿Por qué no quieres besarme?- preguntó el tipo algo airado al sentirse rechazado.-¿Temes que te guste?- su segunda pregunta quedó en el aire.

Mi mujer me miraba inquisitoriamente preguntándome con la mirada como parar semejante locura. Ninguno de los dos sabía lo que tenía que hacer en esas circunstancias.

Tragué saliva y afirmé con la cabeza como un gilipollas. Gesto que el otro aprovechó para rodear con su brazo a mi esposa, acercarse a ella de tal forma que ambos cuerpos quedaron pegados el uno al otro. Luego dirigiendo de nuevo su rostro con la mano bajo su barbilla intentar besarla por segunda vez.

Esta vez mi mujer le aceptó el beso. Yo puse unos ojos como platos al ver como mi esposa se besaba en la boca con otro, y no con un otro cualquiera, sino con ese. Chulito, engreído, cachas y feo. Porque sobre todo a mí me parecía mucho más feo que yo. Por un momento me pareció esperpéntico contemplarlos besándose, pero al instante mi polla se puso más dura que nunca bajo mis pantalones. Y eso que se trataba de un tímido morreo en el que mi mujer se mostraba modosita y en el que él respetaba su pudor concentrándose en dar placer a su boca únicamente, sin caricias ni arrumacos, quietos, moviendo tan solo sus lenguas y sus bocas acompasadas. No me lo podía creer. Tenía a mi esposa donde quería, donde tanto había fantaseado, en la boca de otro según mis sueños.

Fue él quien claramente interrumpió el beso.

.-¿Ves?- pronunció mirando a mi esposa a los ojos, -no ha sido para tanto- terminó por argumentar. Mi mujer bajó la mirada incapaz de mirarme a la cara. Al menos no le había disgustado. Por el contrario fue Eduardo quien me miró para sonreírse cínicamente de mí.

Alzando de nuevo el rostro de mi esposa con su mano bajo la barbilla le robó otro besó ante mi perplejidad. Esta vez la unión de sus labios se prolongó más de lo esperado, mi esposa bajó sus defensas conforme transcurría el tiempo y sus bocas no se separaban. Por mi parte no pude evitar acomodar mi miembro bajo la tela de mis pantalones, comenzaba a dolerme tan brutal erección. Por los ruiditos que escuché me quedaba claro que la lengua de aquel cabrón exploraba cada rincón de la boquita de mi esposa con verdadero desenfreno.

El cachas apreció mi pelea por acomodar mi miembro bajo el pantalón y envalentonado por la pasividad de mi esposa que se dejaba hacer con los ojos cerrados concentrada en sus sensaciones, deslizó su mano por debajo de la tela de la falda de mi mujer esperando resolver la circunstancia.

Joder la escena era increíblemente morbosa para mí. No dejaron de besarse en ningún momento totalmente desbocados y mi mujer parecía responder a las caricias de su mano entre sus muslos. En una de esas que Eduardo abrió los ojos mientras se besaba con mi esposa para mirarme y comprobar que continuaba acariciándome como un tonto por encima del pantalón. Interrumpió el beso y le hizo señales a mi esposa para que girase su cuello y me viese también de esa guisa. Su cara fue un poema al verme. Raquel contemplaba mi excitación incrédula. 

.-¿Te gusta?, ¿te gusta ver cómo este cabrón me besa y me mete mano?- me peguntó cariacontecida y con la mirada algo emputecida. 

Fui incapaz de decir nada. Tan solo deseaba que continuasen con el espectáculo que se me ofrecía, correrme, e irnos a casa a follarme a mi mujer como se merecía. 

Eduardo en cambio, el muy cabrón aprovechó el desconcierto entre ambos para deslizar su mano descaradamente por debajo de la falda de mi esposa. Por el gesto de ella supe que había llegado a acariciarla muy cerca de su sexo. Lo miró estupefacta por su osadía, la pilló por sorpresa, incluso algo enfadada, pero él acalló su silenciosa protesta sellando su boca con un nuevo beso. Esta vez sin retirar su mano del interior de los muslos de mi Raquel, trató de alcanzar su objetivo. Mi mujer cerró las piernas instintivamente al tiempo que interrumpió el beso para girarse y mirarme de nuevo circunspecta. Pudo comprobar cómo me acariciaba sin disimulo alguno mi polla excitadísimo por encima del pantalón.

De nuevo el agente aprovechó el particular cruce de miradas entre mi esposa y yo para llegar con su mano todavía algo más arriba de los muslos de mi mujer en su intentona. Por la mueca en el rostro de mi esposa supe que efectivamente en esta ocasión el tipo había alcanzado a acariciar la parte de piel desnuda al final de las medias, ella cerró instintivamente sus piernas con fuerza reteniendo la mano del extraño entre sus muslos tratando de detener sus caricias.

Pero aquel tipo era fuerte, sin duda la leve resistencia de mi esposa a dejarse acariciar su intimidad era insuficiente ante las ganas del otro. A lo que mi mujer quiso mostrar su desaprobación de forma verbal Eduardo se adelantó a besarla de nuevo en la boca.

Nunca olvidaré su mirada antes de abandonarse al beso y las caricias de aquel cabrón. Mi mujer es de piel fresquita, pero en esa zona de sus muslos su tacto se vuelve más cálido y sedoso. El muy cerdo lo había descubierto y estaba eufórico de su triunfo.

Yo no aguantaba más, o eso creía.

Estuvieron besándose por unos minutos, intervalo en el que ella relajó la presión de sus piernas sobre la mano de su amante. Por mi parte ya no disimulaba de ninguna forma que me tocaba la polla excitado por cuanto acontecía por encima del pantalón. Estaba a punto de explotar.

El agente abrió los ojos sin dejar de besar y meter mano a mi esposa preguntándose que podía estar haciendo yo en esos momentos. Se sonrió al verme acariciándome yo mismo mi polla excitado. Esta vez tenía algo más claro que no lo iba a detener. La visión que me ofrecía mi esposa entregada a aquel sinvergüenza lo valía.

Fue el muy hijo de puta quien con su mano libre cogió la manita de mi esposa, concretamente le agarró la mano en la que ella luce aún brillante la alianza de casada, para guiarla hasta su bragueta. Mi mujer interrumpió el beso asustada nada más palpar el bulto de su amante por encima de su pantalón. Se giró para mirarme, me contempló acariciándome, y sin dejar de aguantarme la mirada continúo acariciando el bulto del otro por encima de las telas. Aquella mirada de zorra era insoportable para mí. Ambos sabíamos lo que ese encaramiento significaba perfectamente, y es que en el fondo me estaba suplicando con la mirada que detuviese toda esa locura. Ella misma se reconocía fuera de control y buscaba en mí la sensatez que no encontraba en sí. Yo por mi parte era incapaz de dejar de acariciarme al tiempo que trataba de retener la escena en mi memoria. Era exactamente tal y como lo había imaginado tantas y tantas veces.

Durante todo este tiempo Eduardo estuvo jugando con su mano por debajo de la falda de Raquel a su antojo. En ese intervalo en el que ella y yo parecíamos no reconocernos con la mirada el uno al otro después de tantos años de matrimonio el otro la estuvo besando por el cuello y las orejitas. Ella no dejaba de mirarme y yo a ella tampoco. 

Al fin ocurrió.

.-Uuuuhm- Raquel emitió un sonoro gemido e instantáneamente se abrió de piernas cuanto pudo para facilitarle a él la maniobra. Me quedó claro que la acababa de penetrar con algún dedo.

No pude más, me bajé la cremallera del pantalón y me saqué la polla para tocarme ante la atenta e incrédula mirada de mi esposa que se dejaba masturbar en manos de otro. Me miró con asco, con el hastío que le daba todo aquello. Ella dejándose hacer a la espera de mi reacción, y yo contrariamente a cuanto esperaba de mí, excitado como un mandril en celo. Tras un par de sube y bajas por mi parte ella reaccionó. 

Por primera vez tomó algo de iniciativa y girándose hacia su amante para besarlo apasionadamente en la boca procedió a acariciarlo por encima del pantalón con cierta torpeza pero correspondiendo a las caricias que recibía. Seguro que pudo comprobar el tamaño y la forma de su polla aún por encima de las telas. El aceleró el ritmo de sus dedos en el interior de mi mujer quien comenzaba a gemir a punto de correrse.

.- Uuummm, eso es, muévelos, haz que me corra delante de mi marido- pronunció entre suspiros mi esposa al tiempo que abría las piernas cuanto podía y se aferraba a una mano al brazo del tipo que la torturaba mientras con la otra mano sopesaba el tamaño de la polla de su amante.

.-Siiiih, joder que gusto, que bien, cómo lo haces, sigue- le animaba ella con los ojos entrecerrados abandonada a las sensaciones que los dedos del experto manipulador provocaban en su interior.

Él literalmente se la estaba follando con los dedos.

.-Joder siiiih, me corro, para cabrón o me corro- pronunciaba Raquel completamente fuera de si cerrando los ojos y concentrándose en su propio placer.

Debo reconocer que estaba preciosa, así ofrecida con las piernas abiertas y con el brazo de aquel tipo entrando y saliendo bajo sus faldas a punto de correrse para mi regocijo.

De repente Eduardo interrumpió el clímax de mi señora. 

-Basta ya de tanta tontería, voy a follarte- nos sorprendió Eduardo tanto a mi esposa como a mí, al tiempo que se incorporaba y comenzaba a desnudarse por completo sin el más mínimo pudor ante nuestra presencia dispuesto a vete a saber qué.

Mi mujer se puso en píe algo perpleja por la interrupción de la escena más por imitación y estupor que por otra cosa.

Yo por acto reflejo también me puse en pie, sólo que en mi caso mis pantalones deslizaron hasta el suelo quedándome como un auténtico pingüino. Tan ridículo como la nueva situación.

.-Ya basta, Raquel, ya tengo suficiente, vámonos a casa- argumenté al  ver que el tipo ya se había desnudado por completo salvo por el  boxer que llevaba por calzoncillo y que sin dejar de acariciarse a una mano trataba de desanudar con urgencia el top de mi esposa que permanecía inmóvil en medio de ambos hombres. Mi esposa actuaba sumisa como aturdida y medio en shock por la situación. Para nada podía imaginar lo que estaba sucediendo cuando apenas un segundo antes estaba a punto de estallar en un orgasmo monumental.

Con mis pantalones en los tobillos apenas pude dar un paso para impedir que el tipo continuara desnudando a mi pasiva mujer. En apenas un segundo el tipo la había quitado con urgencia el tirante que quedaba del vestido y ahora tiraba con premura de su falda a lo largo de sus piernas desnudándola prácticamente por completo. Mi mujer lucía espectacular en medio de aquella pugna tan solo en medias y sujetador ya que el vestido yacía arrugado a sus píes. En apenas un par de segundos el tipo había conseguido desnudar prácticamente a mi mujer sin enterarse.

.-No Raquel, vístete, vámonos- traté de revertir la situación.

.-¿De qué vas?, gilipollas- me espetó el otro cabreado.

.-Ya basta, ya es suficiente- esgrimí yo tratando ridículamente de recomponerme las ropas y de vestir a mi mujer.

En esas que el agente aprovechó mi descuido para empujarme levemente, con mis pantalones alrededor de mis tobillos caí como un saco de patatas de nuevo sobre el sillón. A lo que fui a incorporarme para ponerme en píe por segunda vez, el muy cabrón me había esposado por la mano derecha cerrando el otro extremo de la cadena en la tubería del radiador que calentaba la estancia justo detrás del sillón individual. Me había retenido en un abrir y cerrar de ojos con pasmosa facilidad. Ni lo ví venir.

.-¡¡Basta ya los dos de una vez!!- chilló mi esposa para sorpresa de ambos. -Dejaos de comportaros como imbéciles- concluyó imponiendo algo de orden en la escena recuperando la consciencia de cuanto estaba acaeciendo.

.- Que os quede bien claro a los dos que soy yo la única que toma decisiones. Nadie me va a decir lo que tengo que hacer o dejar de hacer. ¡¡¿Está claro?!!- terminó su argumentación.

Los dos asentimos con la cabeza algo más calmados. 

.-Tú siéntate ahí- ordenó a Eduardo que se sentase en el mismo sillón de antes prácticamente en la misma posición solo que esta vez únicamente tenía por prenda sus calzoncillos.


.-Y tú, quiero que te estés bien calladito. ¿lo harás cari?- dijo al tiempo que se acercaba hasta mi posición en el sillón en plan mimosa para reclinarse justo enfrente mío sin doblar sus rodillas, otorgándome una espectacular visión de sus pechos y darme un morreo en toda la boca. 

Pude notar un sabor distinto en que su lengua jugó con la mía. Sabía rara, lo cual provocó que mi polla diese un respingo que no pasó desapercibido ni para mi esposa.

-Así me gusta cariño - interrumpió el beso para asir mi verga entre sus dedos y subir y bajar un par de veces su manita a lo largo de mi polla terminando por provocar mi erección. De nuevo me besó en la boca.

-Este es mi momento. Déjame disfrutarlo. ¿lo harás?- me preguntó entre susurros al tiempo que su manita me pajeaba la polla a un ritmo que me desesperaba.

-Uhm, uhm- asentí sin poder articular palabra incapaz de contrariarla.

-En una cosita tenías razón en todo este asunto- me susurró entre besos al tiempo que ahora se sentaba a horcajadas encima de mí y continuaba masturbándome. 

.-Uhm, uhm- asentí de nuevo al comprobar que hora era Eduardo quien se acariciaba mirándonos a nosotros. 

.-Estoy  muy cachonda, cari, muy cachonda- me confesó Raquel con su voz quebrada de excitación agarrándose a una mano de mi cuello mientras con la otra continuaba con mi paja desesperándome.

.-Lo sé. Te quiero- advertí a decir albergando la esperanza de que se introdujese ella misma mi polla en su coño y me la follase delante de aquel gilipollas que no dejaba de contemplar la escena sentado en el sillón.

.-¿Me quieres cari?- me preguntó entre besitos cortos y picos sin dejar de mirarme a los ojos.

.-Pues claro que te quiero- respondí sin llegar a comprender a qué venía esa pregunta a cuento.

.-Entonces cari, confía en mi. ¿Lo harás?- me susurró al tiempo que sus caderas se movían encima de mis piernas acompasando el ritmo de la masturbación a la que me estaba sometiendo.

-Uhm, uhm- asentí de nuevo suplicando por que definitivamente se clavase mi polla hasta el fondo y follásemos de una vez con ella sentada a horcajadas como estaba encima de mí.

-Gracias, cari, tu tranquilo que puedes confiar en mi- pronunció al tiempo que se incorporaba de su posición dejándome a medias y excitado como un burro para darse la media vuelta y moverse hacia el sillón donde estaba Eduardo. Me dejó pasmado, para nada pensé que me podía dejar de esa guisa. Me había humillado dejándome así.

.-Y tú ahí quietecito. Ojito con lo que haces- advirtió a Eduardo quien no quitaba ojo a mi señora que posaba medio desnuda en medio de ambos.

Me quedé mudo contemplando su perfecto trasero desnudo al darme la espalda mientras ordenaba a Eduardo. Mi mente estaba en un estado de confusión. Me preguntaba dadas las circunstancias si verdaderamente confiaba en mi esposa Raquel cualesquiera que fueran sus intenciones con los dos, pero sobre todo con el otro imbécil. Y no me quedaba otra que confiar.

Una cosa tenía clara, necesitaba correrme cuanto antes para dar por satisfecho el tema y zanjar la situación, al mismo tiempo que se amontonaban mis ideas en la cabeza un profundo malestar en mi estómago estaba aumentando por momentos de pensar que mi querida mujercita quisiese follar con el otro. Quise pensar que seguramente Raquel no sería capaz de llegar hasta el final, en algún instante detendría aquella locura. Confiaba en ella, debía confiar en ella en esos momentos, confiaba en que sabría manejar la situación y en que ella estaría en otros rolles distintos a mis temores.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que ni tan siquiera me había dado cuenta de que Raquel había encendido la tele y buscaba zapeando entre las emisoras de radio hasta que encontró uno de esos canales de hotel con música chill out ambiental.

En pie dándome la espalda a unos metros de mí, Raquel comenzó a mover su cuerpo al compás de la música. Eduardo estaba sentado calladito observando el supuesto baile de mi esposa, con unos ojos abiertos de par en par sin perder detalle de su cuerpo mientras acariciaba su polla por encima de sus calzoncillos, la única prenda que le quedaba a él por desprenderse dada la rapidez con la que se deshizo anteriormente del resto de su ropa. 

Mi mujer movía sus caderas al estilo danza del vientre mientras acariciaba sus pechos e incluso pellizcaba sus pezones a través de la seda del sostén. Estaba bailando para él.

.-¿Te gusta?, ¿Te gusta mi cuerpo?- le preguntó Raquel a Eduardo sin dejar de mirarse el uno al otro a los ojos.

-Eres preciosa- le respondió él con la mirada cargada de lujuria, pero sobre todo excitado de contemplar la tira de pelillos que decoraban esos días el pubis de mi esposa.

Me calmé al comprobar que mi mujer llevaba la iniciativa. Me pareció que disfrutaba con el mero hecho de exhibirse frente a Eduardo, de sentirse deseada y de que al fin estaba cumpliendo con alguna de esas fantasías que nunca me contó. La situación era por momentos mucho menos tensa. Quise pensar que seguramente se vengaría de su amante del mismo modo que él había hecho con ella. Estaba convencido de que trataba de llevar a Eduardo al máximo grado de excitación, para dejarlo luego con las ganas como acababa de hacer él con ella. Conozco a mi esposa, es muy vengativa. Quise pensar que el que Eduardo dejara con las ganas a mi esposa no había sido una buena idea por su parte. Ahora era ella quien llevaba la situación y los tiempos y seguramente le devolvería la jugada despechada.

En esas que mientras se contoneaba de espaldas a mí pude ver como Raquel cruzaba las manos por detrás de su torso y desabrochaba los tirantes de su sostén. Dios, de no impedirlo mi mujer le iba a mostrar los pechos a Eduardo en todo su esplendor. Junto con las medias era la única prenda que le quedaba por desprenderse. Aquel cabrón iba a gozar de la magnífica visión de los pechos de mi esposa, esos que tanto me gustan.

Se detuvo, mi mujer dejó de bailar. Tenía los ojos abiertos, contemplando a Eduardo acariciándose, saboreando el momento en que le revelaría su hermoso cuerpo desnudo. Volvió la cabeza hacia mí y me lanzó un beso mientras me guiñaba un ojo, lo cual terminó por tranquilizarme, al parecer esa iba a ser toda su travesura, desnudarse por completo frente a un extraño. Mi polla dio un respingo al mismo tiempo que descargaba algo de tensión en mi cuerpo.

.-¿Quieres que me lo quite?- me preguntó mi mujer mirándome por encima del hombro mientras sujetaba el sostén a dos manos por las copas que cubrían aún sus pechos.

.-Si es lo que quieres- pronuncié sin dejar de acariciarme, dándole a entender que no me molestaba.

Raquel miró de nuevo a Eduardo a los ojos y levantó sus brazos por encima de su cabeza sujetando el sostén entre sus manos, haciéndome saber que al fin le estaba revelando a su admirador el tamaño y color de sus pezones. 

Raquel se quedó en pie desnuda tan solo con tacones y medias. Estaba espectacular. 

.-Guau- dijo Eduardo,-son preciosos- concluyó como embobado sin dejar de mirar el vaivén tan gracioso con el que mi esposa provocaba el movimiento de las tetas delante suyo.

En esas que Raquel se acercó a mí dando saltitos. Hacía unos instantes que inconscientemente yo volvía a acariciarme torpemente con mi mano izquierda. Mi mujer se sonrío al verme de nuevo excitado aceptando la situación.

.-Gracias cari. Por fa, guárdamelo- me dijo al tiempo que enroscaba su sujetador alrededor de mi polla. -Espero que disfrutes de esto tanto como yo- me dijo antes de darme un último beso en la boca y girarse de nuevo en busca de Eduardo, al que tendiéndole la mano para incorporarlo del sillón le dijo:

.-Ven, quiero que me abraces- le ordenó.

Por supuesto él, obediente a los deseos de Raquel, se levantó y la rodeó entre sus brazos. Comenzaron a bailar agarraditos al son de la música escogida por la tele. No tardaron ni un segundo en fundirse en un beso con lengua. Las manos de él que antes acariciaban la espalda de mi señora se desplazaron hasta explorar los pechos recién ofrecidos.

Mi polla reaccionó al verlos abrazados, pero sobre todo contemplando como él acariciaba los pechos de mi esposa mientras se besaban. Me sentía a punto de tener un orgasmo solo de contemplar la escena, esposado como estaba de la mano derecha, aceleré como pude mis caricias torpemente con la izquierda. 

El muy cabrón había podido comprobar el tamaño de los pechos de mi mujer, su suavidad, su tacto aterciopelado y sedoso. Ahora ya sabía que son duros al amasarlos como dos globos de agua y que los pezones son sensibles al más mínimo estímulo. Que cabrón, lo acababa de comprobar y se notaba que le gustaban. En su vida podría sobar como lo hizo unos pechos tan perfectos como los de mi Raquel. Estuvo jugando con ellos cuanto quiso provocando que los pezones de mi esposa se pusieran notoriamente de punta. Sabía estimularla y excitarla. 

Mi mujer todavía permanecía de espaldas a mí, así que cuando Eduardo se cansó de amasarle las tetas, estrujarlas y pellizcarlas me tuve que ver como las manos del afortunado descendían acariciando la espalda de Raquel hasta las nalgas, jugando con ellas, separándolas. Podía ver su sexo húmedo. Ella se estaba moviendo hacia él buscando el contacto de ambos cuerpos, estaba claro que buscaba rozarse y sentir el enorme bulto que él lucía orgulloso bajo sus calzoncillos. Se besaban apasionadamente, casi podía sentir sus lenguas empujándose, enroscándose y buscando el respectivo sabor en la boca del otro. 

Las manos de Eduardo se centraban ahora en explorar el culo de mi esposa. ¡Que cabrón!. Estaba comprobando que la piel de mi esposa siempre es más fresquita en esa zona de su cuerpo. Suave, fresquito, redondito y esponjoso. Así era el tacto que estaba descubriendo. Amagó con introducir la yema de uno de sus dedazos en el esfínter de mi mujer. Pude escuchar los gemidos de ella ahogados en la boca de su amante. Él envalentonado por la reacción estuvo jugando al límite con ello unas veces más entre caricias, lo que hizo reaccionar a mi esposa, que sabía que de no impedirlo terminaría introduciéndole el juguetón dedito por el agujerito equivocado.

Así, hubo un momento en que Raquel retomó de nuevo la iniciativa y quiso recorrer el cuerpo de su amante con la boca, dejando que su lengua serpenteara sobre el pecho y los pezones de él, a quien no pareció hacerle gracia perder las caricias que estaba tratando de consumar.

.-Chist, chist, chist- replicó ella a los movimientos de Eduardo por continuar con las mismas caricias.

-Aquí mando yo, ¿recuerdas?- le susurró Raquel poniendo de nuevo las cosas en su sitio.

Ahora era ella quien llevaba la voz cantante, besando el pecho de Eduardo, deleitándose con su olor corporal y su sabor, todo eso que nunca aceptaría de otro hombre en nuestras conversaciones de cama. Me estaba poniendo cardiaco de observarla así de zorra con ese otro.

Si bien los besitos de mi Raquel comenzaron por el cuello y el pecho, jugando con sus tetillas y el pelo del cuerpo, luego fue bajando por el torso y los abdominales hasta que al final Raquel se dejó caer de rodillas a los pies del susodicho. Menudo cabrón. Menuda visión debía tener el muy cerdo con mi mujer arrodillada a sus pies, saboreando el momento de lo que tenía pinta de suceder. Ni yo me lo creía. ¿En serio mi mujer iba a hacer lo que iba a hacer con ese tío?.

Para colmo y desesperación mi mujer comenzó a dibujar con su dedito el contorno de la polla de su amante a través de sus calzoncillos, provocando bombeos apreciables de sangre por sus venas, haciendo que Eduardo resoplará de la excitación y del morbo que le provocaba tener semejante doncella a sus pies. Lo hizo despacio, deleitándose, provocando la situación. 

Raquel ahora estaba acariciando el paquete de aquel cabrón a través de la tela de algodón que los separaba, y acercando su rostro al miembro de Eduardo esnifó sonora e intencionadamente el olor a macho que desprendía.  Eduardo suspiraba porque mi mujer liberase su polla de unos calzoncillos aparentemente pequeños que luchaban por contener su erección palpitante. Todo parecía indicar que mi mujer estaba dispuesta a chuparle la polla. Su pudor y sus actos denotaban que poco a poco mi mujer se estaba haciendo a la idea de cómo podía ser eso de mamársela a otro hombre distinto a su marido.

.-No cari, no tienes por qué hacerlo- acerté a pronunciar bajito sin mucha convicción por mi parte, temeroso de que mi mujer efectivamente estuviese dispuesta a chuparle la polla al afortunado.

Raquel al escucharme se giró para mirarme como pidiendo permiso y me contempló masturbándome torpemente con mi mano izquierda. Respiró hondo antes de coger con cuidadito a dos dedos el elástico de los calzoncillos de su amante por la cintura y los deslizó por las piernas de Eduardo, quien mostró orgulloso una tremenda erección ante mi esposa. Una polla que apareció a la vista de mi mujer cimbreando de excitación.

-Joder, es impresionante- exclamó Raquel mirando a los ojos de Eduardo a través del miembro que separaba ambos rostros. Luego se giró para verme a mí de nuevo.

 - ¿En serio no quieres ver como se la chupo?- Me preguntó con una cara de zorra que no le había visto nunca.

No pude responder mientras sus ojos se cruzaron con los míos, mi polla y mi mente estaban a punto de estallar. Mi silencio me traicionó.

-Sé que lo estas deseando tanto como yo, así que luego no me vengas con que no te di la oportunidad de decir que no- y tras estas palabras, asió con firmeza la polla de Eduardo, necesitando ambas manos para alcanzar a rodear su grosor.

- Oh Dios, menudo pollón te gastas, creo que me va gustar- le dedicó el cumplido a su amante antes de comenzar a deslizar sus deditos a lo largo de todo el miembro. Rodeaba el aparato formando un círculito con sus dedos, subiendo y bajando un pellejo algo más oscuro que el resto del cuerpo. Se le veía un miembro hinchado y bien circuncidado. Eduardo por su parte contemplaba la escena sin dar crédito a su suerte.

Tras varias sacudidas por parte de mi esposa acompañadas con caritas de sorpresa y curiosidad, al fin acercó su carita a la polla de nuestro amigo. Todavía no la besó ni nada por estilo, simplemente quería olerla. Estaba claro que trataba de asimilar el perfume a macho de esa otra polla que no era la de su marido. Supongo que ella tendría también sus dudas porque sus ojos eran todo un poema.

Al fin le propinó un tímido besito. Luego un segundo y un tercero. Se sucedieron rápidos. Después se giró para mirarme al tiempo que se la lamía de la base a la punta sacando la lengua todo cuanto pudo para que la viese bien. A poco me corro de ver a mi mujercita chupándosela a aquel desconocido. Era una tortura para mí.

A esa primera lamida le surgieron varias más, hasta que decidió introducirse el capullo del miembro en la boca. Aprisionó la polla de su amante con los labios justo en la zona donde termina el glande y se suceden los pliegues en la piel. La saboreó como si fuera un cucurucho. Desde mi posición podía ver los carrillos de mi mujer hundirse al succionar. Joder, que envidia. A mí nunca me la había chupado de rodillas, además conozco esa carita de zorra que pone cuando la chupa.

.-Eso es joder, que bien la chupas, menuda boquita- pronunció Eduardo rompiendo el silencio de la estancia que solo se veía alterado por los sonidos guturales de mi esposa.

Conforme mi mujer empezó a mover su cabeza a lo largo de la polla de su amante tratando de metérsela entera en la boca, fue Eduardo quien le recogió el pelo a modo de coleta y tratar de ser él quien controlase el ritmo. Poco a poco era él quien se follaba la boca de mi mujer y no ella quien chupase.

.-Glup, glup, glup- mi mujer babeaba como loca algo sumisa ante la follada que Eduardo le estaba dando por la boquita. Se mostró pasiva por un tiempo hasta que reaccionó agarrando a Eduardo del culo para darle más placer a su invasor.

En que Eduardo sintió las manos de mi esposa en sus nalgas desnudas arqueó la espalda como respuesta de placer.

.-Para joder, para porque no aguanto más y quiero follarte ahora- trato de retener las manos de mi esposa con sus manos.

Raquel le devolvió por respuesta un manotazo para que no la sujetara y en cambio era ella quien apretó con una mano los huevos del tipo al tiempo que chistaba.

-Chis, chist, chist- le negó con la cabeza de nuevo al tipo sus pretensiones. -Recuerda Eduardo, que soy yo quien toma las decisiones, ¿lo entiendes?. Soy yo la que pone las reglas, está claro- dijo recalcándole las normas. 

-Te guste o no voy a hacer que te corras, ¿y sabes por qué?- le preguntó Raquel relajando la tensión del momento. Eduardo negó con la cabeza sin pronunciar palabra dejándose hacer agarrado por los huevos.

Raquel se giró para mirarme.

.-¿Recuerdas esas fotos que me enseñabas en que las mujeres aparecían regadas del semen de sus amantes salpicándolas por el pelo, el pecho y la cara?- me preguntó esta vez a mí.

-Si claro- le respondí a mi mujer. Como no acordarme de aquellas sesiones de fotos.


-Pues ahora cariñito, voy a lamer y chupar esta polla hasta que su leche salga a borbotones y me salpique los pechos y la cara. ¿Quieres verme hacer eso, ¿no?. ¿No era lo que decías?, ¿lo que siempre te ha gustado?- me preguntó cínicamente burlándose de mí.

A esas alturas estaba tan desesperado por correrme, que me habría alegrado de que ella hubiera hecho cualquier cosa total de acabar con todo eso. 

"Joder sí, haz que se corra, haz que se corra de un maldita vez- dije fuera de mí, medio indignado y enfurecido al tiempo que relajado de saber que todo culminaría de esa manera.

Raquel mirando a los ojos de Eduardo se lamió los labios como si los mojara para facilitar que deslizaran mejor por todo lo largo de la polla de Eduardo. Sacó la lengua y bajó la cabeza hasta que la punta estuvo a una milésima de su prepucio. Luego, casi a cámara lenta, realizó un tímido contacto. 

Mi polla reaccionó por simpatía, prácticamente me estaba corriendo, las primeras gotas de líquido preseminal rezumaban lentamente por el agujerito de mi glande. 

Raquel ahora estaba lamiendo la polla de Eduardo a conciencia, dejando un rastro húmedo y brillante de saliva. Babeando. Luego bajó la cabeza y sus labios abiertos entraron en contacto con la palpitante cabeza de su polla. Hizo una pausa, sus ojos mirándome, casi sonriendo, pero muy desafiante. Luego sus labios se deslizaron sobre su miembro, estirándose para acomodar su enorme circunferencia, su mejilla era empujada, abultada obscenamente por la polla de su amante. Se podía apreciar la forma del glande a través de sus carrillos. Joder, me jode reconocerlo pero estaba preciosa chupando la polla de otro hombre. Su carita, sus ojitos, su boquita, sus tetas, no sabría donde fijar mi mirada en esos momentos.

Raquel comenzó a moverse lentamente hacia arriba y hacia abajo sobre la polla, se podía ver saliva por todas partes. Incluso cayendo al suelo. Al mismo tiempo, ella comenzó a bombear con sus manitas la parte de aquel miembro más pegada al cuerpo de él, usando saliva para lubricar los maliciosos deditos, de modo que pudiera aumentar su velocidad. Saliva y babas por todas partes. Estaba muy cerda.

Eduardo estaba gimiendo y empujando su polla mientras Raquel continuaba chupando. De repente Raquel apartó la boca de su polla con un “plop” que sonó en toda la habitación, un sonido húmedo provocado a la vez que continuaba bombeando al tipo con las manos. 

.-Quiero que te corras en mi boca Eduardo, dame tu semen, quiero probarte, quiero sentir tu leche saliendo a borbotones, quiero tragar todo lo que puedas darme- pronunció ella provocando la reacción de su amante.

Sus palabras hicieron que Eduardo se encabritara y apartó de golpe las manos de mi esposa en su polla. Esto pilló a Raquel por sorpresa. Las primeras gotas del espeso esperma surgieron de improvisto salpicando el rostro y el cabello de mi esposa. Raquel reaccionó clavando sus labios sobre su polla y él continuó entrando en erupción en su boca mientras ella lo ordeñaba hasta secarlo por completo con sus manos. Finalmente, su orgasmo disminuyó y ella liberó su boca. La polla de Eduardo se mostraba a los ojos de Raquel parcialmente erecta, brillaba mezcla de esperma y saliva palpitando en sus últimos espasmos. Ella se relamía las últimas gotas recogiendo los restos de semen que decoraban su cuerpo entre sus deditos y llevándoselos a la boca como si saborease miel de un panal. No me lo podía creer. Parecía toda una puta. Mi esposa, mi adorable mujercita.

Fue el ruido que yo mismo provoqué mientras me la meneaba desesperado los que despertaron a Raquel de su ensimismamiento. Se levantó y caminó unos pocos pasos hacia mí, sonriendo levemente, con rastros de su esperma todavía visibles en sus labios. 

“Por el amor de Dios, haz que me corra" le suplicaba con la mirada. "Sácame de mi miseria" le pedía por contra a gritos en silencio con los ojos.

Traté de empujar mi polla hacia ella, hasta donde las esposas me lo permitían. Lo recordaré toda mi vida. Raquel se inclinó hacia mi como a cámara lenta. Por fin mi tortura terminaría. 

.-Es tu turno- me susurró con esa carita de cielo que tiene- quiero comparar- concluyó al tiempo que se arrodillaba a mis pies y sin mucho más preámbulo se engullía mi polla hasta dentro. En apenas cuatro o cinco chupetones ya estaba eyaculando en su boquita. Se lo trago todo, cosa que hacía mucho tiempo que no hacía. Una vez me dejó bien seco se incorporó y se dirigió hacia el baño. Ni un ha estado bien, eres mejor, ni nada por el estilo.

Pude escucharla escupir sobre el lavabo, abrir el grifo y aclararse la boca. 

En esas que Eduardo se levantó para ir al baño tras mi mujer.

.-¿Y tú qué princesa?- pude escuchar que le decía Eduardo a mi esposa mientras veía por el espejo como la acariciaba por la espalda.

Raquel se dejó acariciar, quiero pensar que necesitaba sentirse abrazada en esos momentos y por eso dejó que los brazos de Eduardo la rodeasen. Por mi parte trataba de recuperarme de mi corrida esposado al sillón comprobando embobado la escena.

Las manos de Eduardo acariciaban los pechos de mi mujer desde su espalda mientras la propinaba tímidos besitos por la nuca y los hombros. Todos podíamos observar las caricias a través del espejo.

.-Eres preciosa- le susurró Eduardo cuya polla comenzaba a cimbrear contra las nalgas de mi esposa.

.-Mientes muy mal- le rebatió ella dejándose acariciar.

.-Tienes un pechos preciosos- le dijo al tiempo que trataba de abarcar todo su tamaño con las manos abiertas mientras compartían miradas en el espejo.

.-Eso se lo dirás a todas- le contradijo ella al tiempo que movía a un lado y a otro su trasero para comprobar mejor la evidente erección que su amante restregaba en sus nalgas.

.-Y tienes un culo precioso- pronunció Eduardo al tiempo que se dejaba caer de rodillas detrás de mi esposa para darle dos sonoros besitos uno en cada moflete.

.-¡Para!, ¿Qué haces?- protestó tímidamente mi esposa al comprobar como Eduardo comenzaba a besarla por todo el trasero.

.-Quiero comerte enterita hasta que te corras- susurró Eduardo al tiempo que separaba a dos manos los cachetes de mi esposa y procedía a lamer de abajo arriba toda la raja del culo mi señora. 

.-¡Hey!- Advirtió Raquel tensando los glúteos y apoyándose con las dos manos en el lavaba para no caer.

.-¿Te gusta?- preguntó él al tiempo que repetía la maniobra.

.-Joder si,- pronunció ella contemplando la escena desde el espejo.

Al oír las palabras de consentimiento Eduardo no se lo pensó dos veces y hundió su cabeza entre las nalgas de mi esposa. Le estaba comiendo literalmente el culo. Yo nunca le hice nada parecido. Por las caras que ponía Raquel en el espejo le debía estar proporcionando bastante placer. Ella parecía regocijarse de verse reflejada con semejante calentura. Hubo un momento en que nuestras miradas se cruzaron en el espejo, pero enseguida me retiró sus ojos, cerrándolos, concentrándose, para volver abrirlos y verse gozando en el espejo como la perra en celo que era.

A estas alturas, las manos de Eduardo estaban agarrando sus nalgas, amasando y separándolas, revelando su ano en forma de estrella. El muy cerdo pudo comprobar que mi mujer se depiló definitivamente esa zona hacía ya tiempo, seguramente dedujo que su esfínter no era virgen, lo que le hizo pensar que consentía conmigo de sexo anal.

.-Uuuhhmmm-. Los primeros gemidos de mi mujer comenzaron a interrumpir el silencio reinante salvo por la música que todavía sonaba a través del televisor.

.-Eso es preciosa, relájate y disfruta, te toca- le dijo.

Pude ver como Eduardo sacaba su nariz de entre las nalgas de mi esposa para chuparse el dedo corazón a conciencia, y justo antes de que mi mujer pudiese reaccionar tuve una vista perfecta de su dedo reluciente abriéndose paso a través del esfínter de mi esposa. 

.-Nooooh- Raquel pegó un alarido que se escuchó en toda la habitación y seguramente alguna colindante. Se reclinó sobre el lavabo y se aferró con todas sus fuerzas allí donde el relieve de la porcelana se lo permitía. 

Eduardo introdujo y sacó varias veces con cierta rapidez su dedito del esfínter de mi esposa tratando de dilatarlo. Conozco bien a mi esposa, estaba siendo demasiado brusco, no dice que no a un dedo en su ano, pero necesita de más calma y paciencia. En cambio Eduardo era ahora presa de los nervios y la excitación.

.-No, para, no sigas, despacio, que me duele- se revolvió un par de veces mi mujer ensartada como estaba con el dedo en el culo.

.-Que pares joder!!!!!- gritó antes de poder zafarse de su opresor dedito para girarse y mirar enfurecida al tipo que permanecía arrodillado a sus pies.

.-Me escuece joder- le hizo saber relajando ahora un poco el tono de voz al comprobar que Eduardo obedecía.

.-Lo siento- pronunció Eduardo al tiempo que se abrazaba arrodillado como estaba a la cintura de mi esposa.

.-Creí que te gustaba, yo solo quiero que disfrutes- le susurró más mimoso al tiempo que se le escapaban un par de besitos en plan disculpas por el vientre de mi esposa.

Raquel me miró desde el baño mientras Eduardo se disculpaba. Desde luego que yo debía estar de lo más ridículo. Pude ver como los ojos de mi esposa se centraban en mi polla que yacía flácida sobre mis piernas, cansada e incapaz de recuperar su vigor. En cambio, bajó la mirada para comprobar como Eduardo la besaba alrededor de su monte de Venus con la polla bien dura.

Mi mujer me volvió a mirar, esta vez lo hizo a conciencia, quiso dedicarme esos ojos cuando agarrando del pelo a su amante levantó su pierna por encima del hombro de Eduardo y con voz firme y tajante, sin dejar de mirarme, pronunció:

.- Cómeme el coño- le ordenó al tiempo que hundía su cara entre sus piernas.

Hacía rato que Eduardo esperaba que mi mujer se lo pidiese, hacía rato que aguardaba impaciente su oferta.

Pude ver como Eduardo deslizaba su lengua por toda la rajita de mi esposa, saboreando su sabor más íntimo. Acomodó definitivamente su pierna por encima de su hombro facilitándose la labor al tiempo que se agarraba a las nalgas de mi esposa ayudándola entre otras cosas a que no se cayera.

Raquel por su parte se arqueó hacia atrás y se sujetó a dos manos, una a cada lado del lavabo para abandonarse a las sensaciones.

.-Estas riquísima- le hizo saber él entre lametón y lametón. Parecía un perro bebiendo agua.

.-Sigue, cómeme enterita, -le ordenaba ella excitada.

.-Delicioso- se regocijaba él con su manjar.

.-Eso es, joder, lo haces muy bien, continúa, continúa – le animaba ella.

Podía ver el vientre de Raquel expandirse y contraerse al son de su respiración agitada. De vez en cuando cerraba los ojos y se abandonaba al placer. En cambio otras le gustaba mirar hacia abajo para contemplar lo que ese hombre le hacía con la boca en su coño.

En cierto modo me alegré al contemplar la proximidad de mi mujer a su orgasmo. Era la única que no se había corrido de todos los presentes y consideraba justo que obtuviera su recompensa, máxime si lo lograba sin coito, y aquella podía ser una buena manera. Además, la escena era digna de película, así que supongo que por eso me relajé y no interrumpí cuanto acaecía en el baño.

Debido a la calentura y excitación de mi mujer, trató de acomodar también la pierna sobre la que se apoyaba en el suelo por encima de los hombros de Eduardo, abriéndose para él con sus dos piernas sobre sus hombros ofrecida de par en par.

Pero el lavabo cedió al soportar todo el peso de mi esposa, un crujido preocupante obligó a detener la escena. Eduardo se incorporó temiendo que el lavabo se rajase y mi mujer quedó de nuevo en pie interrumpida.

Mientras Eduardo comprobaba la sujeción del lavabo temiendo se hubiese roto, fue mi mujer quien lo cogió de la mano y lo condujo hasta la cama decidida a continuar allí donde la habían interrumpido. Muchas interrupciones para ella, demasiadas. Así lo entendí.

Raquel se tumbó encima de la cama con las piernas abiertas elevadas hacia el techo indicando a Eduardo que continuase allí donde lo había dejado. El muy cabrón enseguida se acomodó entre las piernas de mi esposa. Ahora podía verlos de cerca, ellos yacían recostados en la cama mientras yo permanecía como un pasmarote observándolos desde el sillón. De nuevo trataba de masturbarme con la izquierda como buenamente podía.

Mi mujer de vez en cuando arqueaba la espalda para incorporarse y ver a Eduardo disfrutando de su coño. Intercambiaba sus miradas conmigo. Había una lujuria desconocida en sus ojos. Ni que decir tiene que estaba preciosa para mí, con las piernas abiertas apuntando al techo y la cabeza de Eduardo hundida entre sus muslos. 

.-Uhmmm- un primer gemido se escapó de mi esposa próxima al orgasmo. Luego trató de provocarme con sus comentarios.

.-Joder, cari, que bien lo hace, hay que ver que bien me come el coño este tío- me dijo mi mujer una de las veces en que se incorporó sobre sus codos para verme machacándomela como un mandril.

.-Uhmmm, si joder, creo que me voy a correr- me hizo saber mi esposa mientras revolvía el pelo de Eduardo entre sus piernas.

.-Correte cari, quiero ver cómo te corres- le dije con la voz entrecortada de nervios por mi parte.

En esas que Eduardo al escuchar mis palabras cesó en su tarea. Sacó su rostro de entre los muslos de mi esposa para tratar de alcanzar algo en la mesilla de al lado de la cama. Tanto a Raquel como a mí nos llamó la atención la barbilla brillante de Eduardo embadurnada con una mezcla de saliva y fluidos de mi esposa. Aquel cerdo estiró su mano hasta abrir el primer cajón de la consola para coger un condón, todo ante el silencio atónito de mi mujer y mío provocado sin duda por una situación inesperada.

.-Lo siento preciosa pero si quieres correrte será con mi polla- dijo al tiempo que abría el sobrecito del condón con la boca y escupía el envoltorio sobre la cama muy seguro de si mismo.

.-Te voy a follar hasta que me supliques que pare- le dijo mirando a mi esposa mientras terminaba de acomodarse el condón por todo lo largo de su polla.

Mi mujer contemplaba la escena incrédula a cuanto acaecía, pero sobre todo observando hipnotizada como Eduardo se ajustaba el preservativo.

Fue Eduardo quien agarrando a mi esposa de los tobillos separó sus piernas de par en par y acomodó sus rodillas entre los muslos de mi esposa para refrotar con maestría su polla entre los labios vaginales de mi esposa.

.-¿Quieres que te folle si o no?- le preguntó Eduardo mirando a los ojos de mi esposa al tiempo que estimulaba el clítoris con su prepucio recién encapuchado listo para total desesperación de mi esposa.

Raquel me miró a los ojos, incluso extendió su mano como tratando de alcanzar la mía en la distancia pese a ser imposible.

.-Te quiero cari- me dijo suplicante con la mirada.

.-Yo también te quiero- le respondí incapaz de sonsacar otras palabras de mi interior. Aquello se nos acababa de ir de las manos a los dos. Nuestro adversario supo jugar bien la partida y la tenía ganada.

.-Tengo ganas de follar- me indicó sin dejar de mirarme a los ojos.

.-Yo también cari, ven aquí conmigo, dile que me suelte, ven…- le supliqué con todo mi ser.

.-Quiero follar con Eduardo, cari, lo siento - pronunció al tiempo que desvió su mirada para sopesar el tamaño de la polla que jugaba maestra entre sus labios íntimos.

.-Que estás diciendo cariño por favor- le rogué temeroso por que se dejase llevar por la excitación y tratase de pensar con la cabeza.

.-Lo siento cari, pero voy a dejar que este tío me folle- alzó la voz al mismo tiempo que me apartaba la mirada para concentrarse en Eduardo, el cual no había dejado de refrotar su polla aguardando su momento a lo largo y ancho del coño ofrecido de mi esposa.


.-Ya lo has escuchado, ¿a qué esperas?- le preguntó mi mujer mirando a los ojos de Eduardo.

.-Quiero que me lo pidas- le indicó el tipo torturando a mi esposa con su polla regocijándose de su excitación.

.-Fóllame, ¿lo oyes?, quiero que me folles- le suplicó mi mujer rindiéndose a sus condiciones.

.-No, cari, no, dile que no, detenlo, no por favor no- sollozaba yo en la distancia.

Ambos me ignoraban por completo.

Eduardo acomodó sin apenas dificultad y sin necesidad de manos lo que venía a ser tan solo la puntita de su polla entre los labios de mi señora.

.-Por favor, pídemelo por favor- se regocijó Eduardo en el momento mirando a los ojos de mi esposa.

.-Si joder, por favor, quiero que me folles, por favor, por faaavooooooOOOh-. Eduardo no dejó terminar la frase de mi esposa. Se hundió en ella de improviso todo cuanto pudo. Se dejó caer de una vez, un golpe seco, tensando sus asquerosas nalgas entre las piernas de mi esposa, para detenerse al primer contacto de sus pelotas contra el perineo de ella.

.-AAaaaah- gimió Raquel abriendo unos ojos como platos y estrujando las sábanas con sus puños al sentirse dilatada por semejante tamaño. Una sensación del todo desconocida.

.-Joder que cabrón, la siento tan dentro, tan grande ... no puedo creerlo ... es tan distinto- esta vez quiso mirar a los ojos de Eduardo.

Eduardo se sonrió: 

-¿Quieres que te folle?- le preguntó de nuevo a mi señora estático y maquiavélico dentro de ella. Raquel levantó la cabeza.

- Espera, espera por favor, déjame acostumbrarme, déjame un ratito, tan sólo empuja un poquito más o me vas a romper- le suplicó temerosa al tiempo que resoplaba por su boquita como cuando realizábamos juntitos los ejercicios de preparto.

Eduardo empujó y de nuevo su asquerosa polla penetró hasta el fondo el estrecho coñito de mi mujer. 

.-Oooooooh, Dios, uuuhmmm, me partes- Raquel gimió mezcla de gusto y dolor cuando fue clavada por semejante pedazo de polla. 

.-¡Para cabrón, le vas a hacer daño!- grité a la nada, pues para nada me hacían caso ninguno de los dos.

Eduardo arqueó su cadera hacia atrás y luego hacia adelante un par de veces más buscando lubricar su polla con las secreciones vaginales de mi Raquel. Reconocía el olor que comenzaba a impregnar la habitación. El muy sibarita se movía siempre mirándola a los ojos, saboreando el momento. Sintiendo ese calor íntimo de mi mujer que contrasta con la frescura de su piel.

.-Despacio, por favor, despacito, me haces un poco de daño- le indicó Raquel a Eduardo temerosa por el tamaño de su amante. De hecho trataba de contener la penetración empujando con sus manitas contra las caderas de Eduardo. Ejerciendo toda la fuerza que podía tratando de frenar al invasor de su sexo.

Me pude ver como Eduardo asestaba un par de golpes de riñón con contundencia contra el cuerpo ofrecido de mi esposa en contra de lo que ella pretendía.

. —Oh, Dios me partes... Dios ... Dios me partes-. Raquel estaba casi histérica y moviendo la cabeza de lado a lado de la almohada disfrutando de las sensaciones. 

Eduardo movió el culo otro par de veces y se detuvo de nuevo para deleitarse con las expresiones desesperadas mi esposa.

Con el cese de los movimientos Raquel se relajó y levantó la cabeza para mirar. 

.- Oh Dios es increíble. No se sí puedo soportarlo. Es demasiado grande para mí- pronunció al tiempo que ella misma comenzaba a acariciarse el clítoris a una mano.

Eduardo se sonrió al ver como mi mujer comenzaba a tocarse y agarrando sus piernas, las levantó hasta que quedaron enredadas sobre sus brazos mientras con sus manos se aferraba a las nalgas de mi esposa y controlar así él los movimientos. 

.-Ya verás cómo te lleno toda- y dicho esto comenzó a balancear suavemente su polla dentro y fuera del coño de mi dama, sin profundizar mucho en cada penetración, pero imponiendo un buen ritmo. 

Raquel comenzó a responder, disfrutando de la sensación de una polla bien gorda llenándola. Podía oír el ruido sordo de sus cuerpos y las sábanas mientras la polla de él se deslizaba cada vez más fácilmente dentro de ella.

.-Joder, que buena estás, nunca olvidaré este polvo tan rico- jadeó Eduardo mientras empujaba con más rabia y la empalaba ampliando el rango de la penetración. 

Raquel se quedó helada cuando comprobó como las pelotas de aquel tipo contactaban en cada embestida con su suave piel. Seguramente la polla de Eduardo la estaba dilatando y llegando a partes de su interior a las que yo nunca alcanzaría. Raquel lloraba ahora, mitad de agonía y mitad de felicidad. 

.-No pares, muévete, no pares ahora, muévete, muévete por favor…- Raquel trató de empujar sus caderas hacia adelante para empalarse ella misma en la polla en lo que vendría a ser una “autofollación”. Eduardo, sin embargo, la contuvo con firmeza de sus intenciones. 

.-Tendrás que pedírmelo de nuevo. Ya sabes las condiciones, si quieres que te la meta, tendrás que suplicármelo de nuevo- se relamió el muy cerdo.

.-Cabrón. Eres un cabrón- Ahora Raquel estaba gimiendo de frustración al verse tan humillada intentando autofollarse ella misma con la polla de Eduardo.

.-Por favor, Eduardo, lo necesito.- Eduardo se sonrió una vez más observándola.

.-¿Qué necesitas ... dime qué necesitas?.- se regocijó.

.-Necesito tu polla ... necesito que me folles bien follada, como nunca me han follado,  .. por favor fóllame... quiero que me la metas hasta el fondo, fóllame lo oyes, fóllame ... por el amor de Dios, fóllame…- Antes de que mi mujer terminase con sus suplicas pude ver las nalgas de Eduardo tensarse, y dejar caer su cuerpo sobre mi esposa. 

Su miembro desapareció por completo dentro del coño de mi mujer. Raquel gritó y se llevó la mano al clítoris. 

.-¡Dios Eduardo, no puedo más, me corro- sollozó, al tiempo que deslizaba su mano por su monte de venus para torturar su clitoris entre dos dedos y apretarlo suavemente. Comenzó a animarse cuando Eduardo se quedó allí con el miembro incrustado en su coño. Ella gritó su orgasmo, moviendo la cabeza de un lado a otro. Eduardo esperó mientras ella se revolvía como un animal empalado. 

.-Oohh, siiih, me corrooo, me corroooh- gritó mi esposa entre espasmos y sacudidas de su cuerpo que llegaban incluso a levantarla de la cama. Brutal, nunca la había visto así conmigo.

Eduardo esperó a que el frenesí de mi mujer se calmara. Una vez cesaron las convulsiones comenzó a bombear lenta y rítmicamente su polla dentro y fuera del palpitante coño de Raquel. Estaba claro que buscaba correrse él ahora. Empujó en cada embiste con más fuerza, más violencia, su polla desaparecía una y otra vez en el apretado coño de mi Raquel que lo dejaba hacer mientras ella se recuperaba. Pude fijarme observando detenidamente como entre los muslos de él y las piernas de ella, la polla se hundía bien adentro hasta que los cojones la golpeaban en las nalgas. Supuse que no tardaría mucho en correrse al disfrutar con la polla del calor interior y el contraste en sus pelotas de la zona mas fresquita de mi esposa. Pero estaba equivocado.

En una de esas embestidas Eduardo se retiró hacia atrás a cámara lenta y poco a poco se salió de Raquel. Ambos se miraron a los ojos. Yo en cambio me fijé en el coño de mi esposa y de cómo palpitaba entre espasmos. ¿Se habría corrido Eduardo ya y no me había enterado?.

Eduardo aprovechó el desconcierto tanto de mi esposa como el mío para darle la vuelta girándola por los tobillos y acostándose detrás suyo a su espalda.

.-¡Te tomaré como la perra que eres!- Gritó Eduardo como fuera de sí, sin que mi mujer ni yo entendiéramos el verdadero significado de sus palabras.

Raquel tenía la cabeza gacha contra las sábanas, pero cuando él la penetró con un dedo por el culo, su cabeza se levantó bruscamente, su cara estaba roja y cubierta de sudor temerosa de las intenciones de aquella bestia que ahora la retenía boca abajo contra la cama. Mientras él escarbaba en ella, tirando de sus caderas para aumentar su poder, su rostro se contrajo con salvaje placer. 

-No…, por el culo no… -acertó a decir mi mujer de manera inocente y poco convincente.

Eduardo no hizo el menor caso y con poco cuidado le introdujo uno de sus dedos por su estrecho agujerito trasero. Raquel debió sentir un calor poco agradable y es que la poca lubricación hacía que la penetración no fuera delicada. 

.-Aaaaaah- mi mujer mordió las sábanas para ahogar su grito.

.-Ya basta, déjala- grité en cambio yo desde mi posición observando incrédulo la escena.

-No, por favor, por el culo no, por favor, por el culo no, no por favor, … -susurraba mi mujer a modo de rezo con la cara ahogada contra las sábanas. Yo alcanzaba a escuchar a mi esposa y no me lo creía. A juzgar por el tono de voz diría que buscaba sonsacar al tipo duro que Eduardo ocultaba desde que comenzó todo y que la sodomizase a su antojo.

-Llevo todo el tiempo deseando esto y ahora no me vas a decir que no-pronunció él reteniendo a mi esposa del cuello a una mano y jugando con su esfínter con la otra.

Estaba claro que su tamaño y su fuerza hacían que manejara a mi esposa a su antojo. Eduardo se tumbó ahora sobre su espalda. Su peso encima de mi esposa le facilitaban retenerla a su merced. Mi mujer podía apreciar ahora la respiración agitada y excitada de su amante en la oreja. 

-Sabes que te va a gustar, los dos sabemos que este culito no es virgen- le susurró el muy cerdo en la nuca. Luego pude ver como agarraba las dos manos de mi esposa con tan solo una suya por su espalda, reteniéndolas a la altura de sus lumbares. Por su carita pude intuir que le hacía algo de daño, pero la conozco lo suficiente como para saber que se sentía demasiado excitada para parar la situación. Su silencio la delataba.

-Para ya, no tiene gracia, déjala en paz- grité un par de veces desesperado tratando de detener la situación. En realidad no tenía seguro que estuviera preparado para ver lo que irremediablemente sucedería. Tenía el presentimiento de que me dolería a mí mucho más que a mi esposa.

Eduardo por contra, mucho más grande que yo, forzaba con su corpulencia a mantener sexo anal a mi esposa, lo que no tenía tan claro yo es que fuera en contra de su voluntad. Mi mujer apenas se inmutó cuando Eduardo se deshizo de una de sus medias para atarla definitivamente por las muñecas a su espalda. Y ni tan siquiera protestó cuando le introdujo la otra media en la boca para evitar que gritase. 

-Ya basta cabrón, suéltala- me agité una vez más sin que sirviera para nada.

Raquel apenas se movía intentando zafarse de su hombre, aunque sería una misión imposible ante la diferencia de fuerza, lo cierto es que apenas ofrecía resistencia. Parecía no querer reconocer que disfrutaba siendo manejada al antojo de su energúmeno.

Una vez mi mujer estuvo retenida boca abajo sobre la cama presa de sus propias medias, que ambos pudimos observar a Eduardo rebuscar de nuevo sobre la mesita de noche hasta que encontró lo que claramente era un bote de vaselina. Luego vertiendo un poco sobre sus dedos, se la untó por todo el ano de mi esposa concentrándose en el esfínter. Con menos cuidado que antes, le introdujo dos dedos y comenzó a dilatarla. Ella, inmovilizada y amordazada comenzó a respirar fuerte sabiendo que su amante le iba a romper el culo. 

Eduardo se acercó a su oído para susurrarle:

-No llores que lo estabas deseando…- susurró para vergüenza de mi mujer que se dejaba hacer impasible.

.-Pero que dices,¡dejala ya!. ¡Para!- grité yo horrorizado a esas alturas tratando de ser la voz de mi esposa.

.-Dile al imbécil de tu marido que se calle o te tendrás que conformar con su ridícula pollita por esta noche- le ordenó Eduardo al tiempo que aceleraba el ritmo de sus dedos en el esfínter de mi esposa.

.-Noooo leeeee hagaaaaas caaaso, sigueeeee, sigueeeemmm- pronunció Raquel como pudo medio amordazada y entre suspiros de tensión.

.-Ya lo sabía yo, ya lo sabía yo nada más verte que tu eres de las que le gustan que un macho de verdad les reviente el culo. Pero anda, házselo saber a tu marido. Dile que quieres que te reviente este culito tan rico que tienes. Díselo, anda dile lo que quieres- se regocijaba el muy cabrón observando como mi mujer se retorcía sobre la cama con dos de sus dedos en el culo.

.-Si joder, siiih- esgrimió mi esposa como pudo.

.-Lo ves imbécil- esta vez Eduardo se dirigió a mi.-Tu querida mujercita esta deseando que le reviente el culo y eso es lo que voy a hacer-. En ese momento lo entendí. El muy cerdo tenía razón. Mi mujer deseaba tener sexo anal de la manera más brusca posible. Y ahora me tenía que contemplar como el enorme glande de Eduardo se acomodaba forzando el arrugadito ano de mi esposa. 

Cuando Eduardo comenzó a empujar pude ver por los ojos de mi esposa que sin duda debía dolerle, y es que pese al lubricante extendido el tamaño de la polla de Eduardo era muy superior al que su ojete estaba acostumbrado. 

Mi mujer resoplaba tratando de relajarse mientras Eduardo lograba introducir su prepucio en su culo. Pude ver como su esfínter hacía un esfuerzo por dilatarse para darle cabida a aquel ariete extraño que amenazaba con desgarrarlo.

.-MMMmm- mi mujer emitió un quejido ahogado.

Cuando Eduardo tuvo la cabeza de la polla dentro dejó que se adaptara. Incluso el retiró el pelo de la cara a mi esposa para verla mejor. El muy cerdo la gozaba con los gestos y muecas de dolor de mi Raquel. Un dolor sumiso y consentido por mi esposa. Una carita de ángel torturada mezcla de placer y dolor. 

Yo me oía la respiración forzada de mi esposa, las medias ahogaban cualquier sonido que saliera por su boca y su saliva empezaba a empaparlas. Por el rostro de mi esposa supe que en esos momentos el dolor se entremezclaba en su cuerpo con el escozor. La sensación en ese momento no era agradable aunque sí que se la veía excitada. 

Sin previo aviso, Eduardo comenzó a empujar su polla contra su culo. Notaba como iba abriendo su recto sin apenas resistencia. Por más que apretaba más dolor le producía a mi esposa. Raquel por el contrario soplaba y resoplaba como podía tratando de relajarse y que su sodomizador terminase por encajársela entera. Un golpe de cadera de Eduardo fue definitivo para que su polla llegara a lo más profundo de sus entrañas. Fue el primer intento en todo el rato de mi esposa por zafarse y gritar. Le tenía que haber dolido mucho aquel puntazo y temí que la hubiese desgarrado el ano de la estocada.

Ahora Eduardo estaba tumbado sobre la espalda de mi esposa. Su cuerpo descansaba sobre el de mi dama. Una vez se la clavó hasta el fondo y comprobó que ella se retorcía de dolor le susurró en el oído:

-Te lo voy a partir, así que no te resistas- le dijo al tiempo que besaba a Raquel por la nuca y le retiraba de nuevo el pelo de la cara.

En esos momentos Eduardo yacía sobre mi esposa inmovilizándola prácticamente con el peso de su cuerpo. Yo podía ver como tensaba sus peludos glúteos contra  el culo de mi esposa a la que le costaba respirar con la media en la boca y el peso del tipo encima.

Eduardo también se debió de percatar de las serias dificultades de mi esposa por respirar y le retiró la media de la boca al tiempo que le colocó un cojín debajo del abdomen para poder levantarle un poco el culo y facilitarle la sodomización.

Una vez acomodados mi mujer profirió un grito de placer cuando él empezó a encularla. Primero despacio, notando como su polla iba ganando terreno dentro de su recto, pero a medida que se dilataba el ano de Raquel, los golpes de cadera se hacían más fuertes y seguidos. Después de transcurrido un minuto más o menos que Eduardo ya se movía a buen ritmo de manera que su polla torturaba el ojete de mi esposa. Me tuve que ver como Raquel trataba de rozar su clítoris contra el cojín logrando masturbarse al tiempo que me la enculaban. Menuda guarra parecía. Se la veía desesperada por encontrar su placer físico, porque desde luego que psicológicamente ya lo estaba disfrutando.

Lo quisiera o no que yo hace tiempo que estaba de nuevo duro como una piedra de contemplar semejante escena.

Comencé a acariciarme cuando noté por los gestos de mi mujer que ella llegaba al orgasmo al tiempo que Eduardo aceleraba su follada contra su culo:

-Dame fuerte, cabrón, dame fuerte- le indicó ella.

-¿Te gusta, zorra? ¿Te gusta?- le respondió él entrándole al juego de las oraciones soeces.

-Sí, joder párteme el culo…- le animaba ella.

-Te gusta que te follen duro ¿eh?- 

-Si joder me gusta-

-Lo supe en que te ví entrar por la puerta. Menuda puta es esa tía, me dije, pero me lo confirmaste en que te acaricié este culo tan rico que tienes dejándote sobar delante de tu marido. Menuda golfa estas hecha, y ahora te dejas follar por el culo delante del cornudo. En verdad que eres la puta más puta que he conocido nunca- argumentó Eduardo al tiempo que le propinó una sonora nalgada a mi esposa con la mano bien abierta enrojeciendo la nalga de mi esposa.

.-Eso es joder, dame, dame fuerte, soy tu puta, dame fuerte- pronunciaba mi mujer fuera de sí próxima a su orgasmo.

-Te gusta, ¿eh puta?. ¿Te gusta que te azote el culo?- preguntó el muy cínico al tiempo que le propinaba un par de nalgadas más a mi esposa enrojeciéndole la piel de sus cachetes.

-Si joder, como a las putas conque te acuestas, trátame como a una puta- le incitaba mi mujer para su satisfacción.

-Las putas se merecen un respeto, tu en cambiooooo, ooh, oooh, joder siiiih- y dicho esto Eduardo se dejó caer sobre la espalda de mi señora, era evidente por sus bufidos que se estaba corriendo dentro del culo de mi esposa. La mordió en el hombro dejándole la marca de los dientes y la pellizco en los pechos mientras la embestía en sus últimas sacudidas.

Luego durante varios segundos permanecieron quietos. Fue Raquel quien comenzó a moverse en busca de su orgasmo fracasado. Mi mujer contraía los músculos del ano apretando la polla de su violador, intentando terminar de ordeñar una polla que ahora se deshinchaba con rapidez. Eduardo tardó poco en salirse y dejar con las ganas a mi esposa. Desde mi posición pude ver la leche que había inundando los intestinos de mi mujer y que ahora comenzaban a manar a borbotones. El esfínter de mi esposa latía intentando volver a su tamaño original mientras era incapaz de contener en su interior la corrida de su amante que descendía resbalando por sus muslos hasta impregnar las sábanas.

Eduardo se retiró de la cama y fue al sofá a buscar sus ropas. Se vistió con rapidez en el silencio reinante. Yo lo miraba aturdido tratando de asimilar cuanto había sucedido y mi mujer permanecía tumbada en la cama con las manos atadas a la espalda aún y con los ojos enrasados a punto de llorar.

.-Lo siento cari, lo siento- pronunciaba arrepentida por cuanto había sucedido y tratando de incorporarse torpemente de la cama.

Yo contemplaba a mi esposa desconsolada cuando en esas que Eduardo me deshizo de las esposas.

.-Me voy-pronunció mirando al uno y la otra alternativamente. -Os dejo solos para que habléis. Cerrad la puerta cuando os vayáis- y dicho esto desapareció tras la puerta del motel.

Mi mujer vino hasta mi deshaciéndose en el camino del nudo con las medias que retenían aún sus brazos en la espalda. Se sentó sobre mi regazo antes de que yo pudiera incorporarme y comenzándome a besar por toda la cara me dijo entre sollozos:

.-Lo siento cari, te quiero, lo siento mucho, no sé como ha podido pasar todo esto, te quiero, ¿me perdonarás?- me preguntó al tiempo que las lágrimas resbalaban por su mejilla.

.-No hay nada que perdonar cari, te quiero, te quiero y cualquier cosa que hagas no puede enfadarme- le respondí  devolviéndole los besos por la cara hasta que nuestras lenguas se fundieron en un apasionado beso.

.-Entonces ¿no estas enfadado?- me preguntó deteniendo nuestro beso para mirarme fijamente a los ojos.

.-Pues claro que no, cari, te perecerá ridículo, pero tengo ganas de follarte, tengo más ganas de ti que nunca- y casi sin apenas acabar de pronunciar mis palabras que mi mujer se ensartó mi polla en su coño y comenzó a cabalgarme como nunca antes lo habíamos hecho.

Te mentiría si te dijera que fue el mejor polvo de nuestras vidas, pero no sería verdad, se han sucedido otros muchos, lo que si te puedo asegurar es que ese cambió nuestras vidas.

Después de aquella noche hemos incorporado otros hombres y mujeres en nuestra cama. Por supuesto que hemos discutido y que ha habido momentos difíciles entre nosotros, pero el paso del tiempo ha sabido dejar lo bueno en nuestro caso.

Espero queridísima sabrosissima que le des forma a este relato. Gracias.

Gracias a ti por contarme tu primera vez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jugando con la webcam

  Al fín sábado a la noche. Día en el que pude dejar a mi hijo y mi marido en casa para acercarme a ver a mi amiga Marga. Desde que me dijo ...