miércoles, 9 de febrero de 2022

Alan y Eva

 




Querida Sandra,

 

En nuestro intercambio de correos me has preguntado varias veces como comenzó todo. Y lo curioso es que todo empezó sin querer. De la forma más absurda e inimaginable que pudiera pensar. Si me lo preguntas un día antes te hubiese dicho que era imposible y sin embargo el día menos pensado tu vida cambia para siempre. Espero que sepas encontrar las palabras adecuadas a mi historia, mejor dicho, la historia de Alan y Eva.

Pero el asunto comenzó un fin de semana en el que tuve desplazarme a la capital de España por motivos de negocios. Si bien el contrato que debía firmar había sido redactado y revisado por los respectivos abogados de cada empresa implicada durante la semana, elegimos el sábado a la mañana para estampar las firmas correspondientes por los representantes de cada parte. Un mero trámite que me asignó mi empresa, entre otras cosas porque de dicho acuerdo me correspondería un monto importante entre comisiones e incentivos.

Me desplacé con mi esposa con la intención de pasar el resto del fin de semana juntos en Madrid. La secretaria de dirección de mi empresa nos encontró un magnífico hotel de cinco estrellas en Las Rozas relativamente cercano a la razón social de la otra empresa. El sábado a la mañana mientras yo firmaba el acuerdo comercial que personalmente me reportaría un dinerito, mi mujer Eva, aprovechó para ir de compras por varios de los centros comerciales que rodeaban al hotel.

Terminé significativamente antes de lo esperado pues resultó todo mucho más sencillo de lo que cabía imaginar en un principio. La buena disposición por parte de la otra compañía ayudó lo suyo. El caso es que llamé a mi mujer para ver donde se encontraba y pudimos comer juntos en uno de esos típicos restaurantes que se encuentran por todos los centros comerciales del país. Yo vestía traje y corbata y ella ropa cómoda. Por mi parte estaba eufórico y pletórico, pero sobretodo excitado por el acuerdo firmado. En esos momentos me sentía capaz de merendarme el mundo. Le propuse a mi esposa que se arreglase para salir a cenar por la noche, quería llevarla al mejor restaurante de toda la ciudad, tomar unas copas por algún garito de moda hasta alcanzar ese punto de alcohol que desinhibe el cuerpo y mejora el sexo. Estaba como una moto. Mientras comíamos le advertí que se preparase para esa noche. Le comencé a decir que esa misma noche me la iba a follar en todas las posiciones habidas y por haber del kamasutra. Que sería una noche de sexo que nunca olvidaría. Ella se reía de verme en mi estado y trataba de poner algo de cordura en aquella locura de situación. Digamos que yo era el Quijote y ella Sancho Panza. Un Sancho Panza muchísimo más atractiva de lo que podía imaginar el propio Cervantes.

Decir que mi mujer se llama Eva, tiene treinta y seis años, de metro setenta y cabello rubio oscuro. Algo más rubia en la cabeza que en su pubis, el cual decora habitualmente con una fina tira de pelillos. Me encantan sus pechos, los más bonitos del mundo aún después de la lactancia de nuestro hijo, quien se quedó con los abuelos en nuestra ciudad de residencia ese fin de semana. Un culito respingón al que me encanta como le ajustan los vaqueros. Una boca con la que hace maravillas y unos ojos claros que me cautivan cuando me miran mientras me la tiro.

Nos consideramos una pareja abierta en la cama. Debo decir que yo tuve otras novias antes que ella, y que en cambio yo he sido su primer y único hombre. En cuanto al sexo se refiere hemos aprendido prácticamente juntos. Siempre me ha complacido en cuanto le he pedido. Sin pudor o vergüenza entre ambos. Sabe lo que me gusta y me cuenta de sus fantasías. Yo voy más por temporadas, en ocasiones me da por hacerlo a lo perrito, otras a lo misionero, y otras que me da por correrme en sus tetas y cosas así. En fin, según fantasías y manías de moda en mi mente. Últimamente le pedía con frecuencia que me la chupase ella de rodillas y yo en pie. Me encanta verla desde esa posición con mi polla en su boca, que me mire con esos ojitos de zorra que pone para terminar corriéndome en sus pechos, el pelo o su cara. Ella en cambio llevaba una temporada en la que le encantaba que la hablase sucio mientras follábamos. Según ella la excitaba escucharme decir cosas obscenas. Si bien al principio me comedía un poco, lo cierto es que noté que cuantas más barbaridades le decía antes se corría. Además, llevaba una temporada donde prefería algo más un macho “empotrador” que un príncipe que la tratase con delicadeza. Yo estaba encantado con esta faceta suya por explorar pues nos llevaba en muchas ocasiones a polvetes rápidos llenos de morbo, lujuria y buen sexo. Incluso le compré un “satisfayer”, juguete que recomiendo a todas las parejas pues ayudó mucho en nuestra relación. Me consta que mi mujer lo utiliza no sólo conmigo, sino también en sus ratos de soledad íntima. Lo que provoca que se masturbe imaginando sus propias fantasías, eso la mantiene activa y provoca cierta frecuencia dejada tras el nacimiento de nuestro hijo.

Como te digo creo que soy un hombre afortunado que no se puede quejar.

Volviendo a nuestra historia, decir que tras la comida regresamos de vuelta al hotel. Mi mujer había comprado algo de ropa que quería probarse por si había que cambiar algo el domingo a la mañana, pues a diferencia de nuestra ciudad estas tiendas abren en Madrid los domingos. Yo aprovecharía para dormir un poco y descansar pues el vino de la comida me había entonado más de la cuenta.

Me quedé dormido sobre la colcha de la cama prácticamente nada más tumbarme mientras mi esposa se perdía en el baño para arreglarse. Eso suponía al menos un par de horas de ducha, cremas, maquillaje, peinado, uñas, rímel, más crema, elección de joyas, etc, etc, etc. Me despertó mi mujer informándome que estaba casi lista para salir. De no resucitarme de mi estado catatónico hubiera juntado el día con la noche.

Me sorprendió verla con unos leggins de esos que imitan piel y que se ceñían perfectamente a su cuerpo marcando unas piernas perfectas y un culo de infarto. Completaba su atuendo una blusa negra semitransparente que dejaba entrever su sostén de encaje y unos tacones cerrados que estilizaban sus piernas aún más.

.-¿Te gusta?-, me preguntó comprobando que la observaba recién despertado.

.-Lo compré esta mañana- me informó.

.-No sé- pronuncié algo decepcionado. –Me esperaba que te pusieras un vestidito o una minifalda con medias. Ya sabes lo que me gusta que te pongas medias con liguerito y braguitas sexys- le informé de mis expectativas.

.-Ya- musitó ella. –En plan puty ¿no?.- me rebatió.

.-Pues es lo que hay. Me apetecía comprarme algo así y además hace algo de frío en Madrid esta noche- concluyó dando por sentenciado el absurdo debate sobre su ropa. Lo cierto es que no me sorprendió pues últimamente ese tipo de leggins se estaban poniendo de moda y me pareció normal que quisiera hacerse con unos.

.-Bueno, al menos estas mallas te hacen un culo precioso- dije al tiempo que me incorporaba de la cama para darle una buena nalgada a mi esposa en tan irresistible trasero.

Tardé unos quince minutos en usar el baño del hotel para arreglarme. Cuando salí del aseo para terminar de vestirme Eva se estaba observando en el espejo de la habitación comprobando como le quedaba una chupa de cuero a juego con su atuendo. Pero lo que más me sorprendió fue una gargantilla ajustada a su cuello con un aro en medio por delante que le confería un aspecto de domina muy sugerente.

.-Caray, parece que vayas pidiendo sexo duro con ese look  en plan hard rock que te has puesto- pronuncié nada más verla mientras me acercaba a ella por detrás abrazándola entre mis brazos y haciéndole notar la semierección que me había provocado al verla así.

.-Ya veo que te gusta- pronunció al mismo tiempo que restregaba su encuerado trasero por mi paquete.

.-Estas preciosa- le hice saber al tiempo que la agarraba de la cintura simulando que la penetraba en dicha posición y comenzaba a morderle en el cuello.

.-Será mejor que te arregles o no saldremos nunca, además pruébate esa cazadora de cuero que te he comprado- concluyó zafándose de mi para adentrarse de nuevo en el baño libre.

Yo miré la bolsa que había señalado y comprobé que también había una chupa de cuero tipo motorista de mi talla.

.-¿Con qué me pongo esto?- la pregunté desde la habitación mientras ella se daba los últimos retoques de maquillaje en el baño.

.-Yo había pensado en unos vaqueros oscuros con alguna de tus  camisas, te quedara bien- terminó por decirme antes de cerrar la puerta del baño por completo.

A lo que mi mujer salió del baño, yo ya estaba listo. Me puse justo lo que me dijo, unos tejanos oscuros, una camisa gris oscuro y la chaqueta de cuero. Cuando salimos del hotel parecíamos dos ángeles del infierno o algo parecido.

Condujimos en nuestro BMW x5 desde Las Rozas hasta cerca de la Plaza Mayor donde encontramos aparcamiento. Tratamos de encontrar sitio por algún restaurante de la zona, pero sin reserva resultaba imposible encontrar una mesa, así que fuimos de bar en bar tomando tapas y cañas. El caso es que calmado un poco el hambre, y a la tercera cerveza más o menos, mi mujer me advirtió que ella no pensaba conducir nuestro coche por Madrid y que yo estaba bebiendo más de lo prudente. A lo que sugirió que regresásemos de nuevo al hotel, y que como le pareció ver un par de disco pubs por la carretera cerca ya del hotel pues que podíamos tomar por ahí las últimas copas de la noche. No tenía nada que discutir con ella, pues de nuevo aportaba la parte más sensata. Lo único es que lo que ella dijo parecerle discotecas, yo diría que se trataban de puticlubs de carretera, algo más elegantes a los que estábamos acostumbrados en nuestra provincia, pero sitios de alterne al fin y al cabo.

.-¿Estas segura de que eran discotecas lo que has visto en la carretera y no puticlubs?, mira que al lado de la carretera es más probable lo que yo te digo.- Le comenté a mi mujer mientras subíamos al coche dirección del hotel.

.-Yo diría que había uno que me parecía discoteca, pero como era de día, me dejas dudas- me contestó mi mujer que comenzaba a dudar.

.-Bueno, si no algún garito encontraremos donde tomar unas copas- quise restarle importancia al asunto. Durante el trayecto conversamos de nuestras cosas, el crio, los abuelos, el cole, el trabajo, música, libros, actualidad…etc.

Cuando más o menos estábamos llegando a la altura de nuestro hotel mi mujer me indicó el sitio en el que se había fijado a la tarde.

.-Mira esa es la disco que te decía- me advirtió mi mujer señalando un complejo al otro lado de la autovía en sentido contrario.

“Sala Bloom, café espectáculo” anunciaba un tótem de la carretera indicando el número de salida de la autovía que debíamos tomar en nuestro sentido.

.-Por las luces de neón te diría que es un puticlub, pero lo cierto es que me dejas dudas.- Le comenté a mi mujer mientras tomaba la salida. Esta vez era yo quien no lo tenía nada claro viendo el sitio.

.-Cómo va a ser un club de alterne si está en los bajos de un edificio ,todo esto parece zona residencial, tiene que ser un disco pub- me rebatió mi mujer.

.-En eso tienes toda la razón cari.- me convenció conforme llegábamos a la entrada y todo parecía mucho más discreto de lo que yo había imaginado.

.–Pero no las tengo todas conmigo- mi olfato de hombre me advertía que aquello no era una disco del todo  normal.

.-¿Y qué si es un puti?,¿acaso no puede entrar una mujer?- me sorprendió mi mujer con su salida.

.-Supongo que nadie te diría nada, pero me sorprende que quieras entrar en un puti- le dije mientras nos acercábamos reduciendo la marcha.

.-¿Qué te parece?- me preguntó llena de dudas conforme girábamos la calle para estacionar justo a las puertas de la sala.

.-Pues no sé, lo cierto es que me deja muchas dudas- le respondí a mi esposa, tan solo el gorila de la puerta me dejaba incógnitas de que fuera una cosa u otra.

.-¿En cuantos putis has estado cari?- me preguntó mi esposa de golpe y porrazo.

.- Pues ya lo sabes mi amor, aquella vez que cerré aquel contrato millonario con el tipo de Vigo que nos permitió cambiar de casa y que ya te he contado que para cerrar la operación me pidió que le pagase una chica. Y en la despedida de soltero de Juan que dijeron de terminar la fiesta en algún club. Te lo he contado más de una vez y sabes que en ambas ocasiones han sido las cervezas más caras que me he tomado para nada- le respondí al tiempo que apagaba el coche.

.-Lo sé cari pero…¿qué piensas de este sitio?- me preguntó tan llena de dudas como yo.

.-Sinceramente no lo sé- respondí lo que pensaba.

.-Sigo empeñada en que es una discoteca- me replicó mi esposa abriendo la puerta del coche decidida a salir de dudas bajando del auto y dispuesta a entrar en el local.

Yo bajé tras ella y la acompañé cogiéndola de la cintura.

.-Buenas noches-nos  saludó el gorila de la puerta impertérrito al tiempo que quitaba el cordón rojo y dorado permitiéndonos la entrada y repasando con la mirada a mi mujer con su look encuerado.

Tras un pequeño túnel semi a oscuras accedimos a lo que venía a ser la sala de baile por un lateral más o menos a mitad altura de la estancia. Justo enfrente una barra rectangular en el centro que permitía tomar consumiciones por todo su alrededor. Entre los destellos de luces se podía divisar que estaba rodeada de taburetes altos. Un camarero con traje y corbata atendía la barra. Lo primero que pude ver fueron como cuatro o cinco hombres dispersos prudencialmente alrededor de la barra conversando con sus respectivas parejas. Lo que me llamó la atención es que ellas iban todas ligeritas de ropa, lo que en primera impresión me confirmó que efectivamente se trataba de un puticlub.

.-¿Qué van a tomar?.- se apresuró a preguntarnos el camarero antes de que mi esposa y yo pudiéramos reaccionar.

.-Dos cervezas- respondí por inercia mientras observaba como mi mujer miraba atónita a un extremo del local en el que sobre un pequeño escenario la típica barra vertical en medio delataba que se hacían stripteases.

.-Hay madre cari, tenías razón- pronunció temerosa mi esposa agarrándome del brazo.-Me parece que nos hemos metido en un puticlub- concluyó haciendo evidente a la vista de todos los presentes sus temores.

.-Aquí tienen sus cervezas- interrumpió el camarero nuestra particular escenita, depositando con mucha  clase y elegancia un platillo con la nota que extendió  en mi dirección.

¡¡Dios mío 30 euros por dos cervezas!!, casi me caigo al suelo al ver la nota.

.-Vámonos cari- me incitó mi mujer temerosa por abandonar el local.

.-Tranquilízate, ves, no pasa nada, además ya hemos pagado las copas. Relájate mujer, puede ser divertido, vamos a tomarnos las cervezas- la respondí tratando de aparentar normalidad, pero pensando en lo que habían costado las consumiciones y casi seguro que mi mujer no se había enterado del precio dado sus nervios.

Tomé una de las cervezas y se la puse a mi mujer en sus manos, la cual tenía los ojos abiertos como platos observando todos y cada uno de los detalles de la sala de baile.

.-Anda bebe un trago, eso te calmará los nervios- dije chocando ambas cervezas incitando a mi mujer al brindis.

.-Allí hay un grupo de chicas que no paran de mirarnos- me advirtió mi mujer.

.-Supongo que se preguntarán que hace una mujer aquí, si somos pareja o si eres competencia- la informé.

.-¿Qué quieres decir con eso de competencia?,¿acaso se pensarán que soy otra puta?- me preguntó algo enfadada mi mujer.

.- Con esas pintas que me traes, es lo más probable que piensen, pero tranquila supongo que hay muchas clases de putas que dices tú, y estarán acostumbradas a todo, están las scorts, señoritas de compañía…, todo depende por lo que el hombre esté dispuesto a pagar- traté de informarla al tiempo que comprobaba que conforme pasaban los primeros nervios y conversábamos mi mujer se iba relajando.

.-¿Cómo sabes tú tanto de todo eso?, y ¿qué es eso de una scort?- me preguntó mi mujer algo inocente.

.-Bueno supongo que hay mujeres que cobran simplemente por la compañía sin estar dispuestas a llegar a tener sexo, y otras cuya relación saben que terminará en la cama o algo así supongo- le contesté.

.-¿Y para que querría un hombre pagar a una mujer con la que se va a acostar y venir a un puticlub?, lo lógico sería que se la llevase directo a un hotel- preguntó movida por la curiosidad y el ambiente.

.-Bueno, lo lógico para ti y para mí, pero ¿y si el tío  quiere montárselo con dos chicas a la vez?, o si le pone que ellas sean bolleras, o vete tú a saber que otra perversión se le ocurre. Ay churri, parece mentira que a tus años no te hayas dado cuenta de lo perversa que puede ser la mente de algunos hombres en cuestión de sexo- y tras un trago a mi cerveza continué con mi explicación.

.-Mira aquel tipo del fondo- le hice señas a mi mujer para que mirase a un tipo canoso, barrigudo, sesentón con pinta de empresario salido sentado en unos sofás de piel en el extremo contrario al escenario.

Mi mujer se giró para mirar al tipo que le indiqué.

.-Como puedes ver está sentado con dos chicas y parece que le ríen las gracias. Seguro que esta noche se folla a las dos a la vez- le comenté a mi esposa la cual no apartaba la vista del tipo mirándolo con cierto desprecio y asco al comprobar que las chicas que lo acompañaban bien podían ser sus hijas.

Mientras ambos mirábamos al tipo del fondo una mulatilla de aspecto joven y vestida únicamente con un top de bikini y una minifalda que apenas le cubría nada y que dejaba entre ver el tanga que llevaba debajo, se nos acercó hasta nuestra posición para preguntarme especialmente a mí, mientras me acariciaba provocativamente por el brazo contrario al que me tenía cogido mi mujer.

.-Hola guapo, ¿buscas algo más de diversión?- preguntó insinuando sus servicios al tiempo que se interponía entre mi mujer y yo, y refrotaba su cuerpo por el mío, especialmente sus voluminosos pechos.

.-No gracias, simplemente quiero tomar unas cervezas con mi mujer- la informé al tiempo que la separaba y asía de nuevo a mi esposa de la cintura.

.-Como quieras guapo, pero si quieres divertirte ya sabes dónde estoy- dijo al tiempo que se giraba refrotando su hermoso culazo por todo mi paquete.

.-Para ti también si te animas- dijo deslizando su dedo índice desde el  hombro y recorriendo descaradamente todo el pecho de mi mujer al tiempo que se iba con el resto de chicas que conversaban bajo el escenario.

Yo creo que era la primera vez en mi vida que veía como otra mujer le tocaba el pecho de manera tan erótica y descarada a mi mujer, lo cual me provocó a mí una erección al instante.

.-Será zorra- espetó mi mujer algo molesta por la maniobra de la profesional. Luego me miró a los ojos y tras comprobar mi vergüenza me miró el paquete.

.-¿Tú en cambio parece que has disfrutado?- me preguntó fijándose en la semierección evidente bajo mis pantalones.

.-Bueno cari, me ha sorprendido eso es todo- traté de disculparme.

.-¿Hubieras subido?, ¿hubieras subido a una habitación con ella “a divertirte”?- me preguntó tratando de despejar ciertas dudas de mi pasado en estos sitios.

.-Ya sabes que no cari, yo solo puedo hacerlo contigo- le respondí al tiempo que necesitaba darle otro trago a mi cerveza pues comenzaba a sentirme acosado por las preguntas de mi mujer.

.-La verdad es que la chica era guapa- dijo mi mujer sorprendiéndome. No tenía claro si se sinceró conmigo o buscaba sonsacarme algo.

.-¿No estarás pensando en permitirme un trio con la mulata?- pregunté haciendo el tonto pero alentado por la posibilidad siquiera de que mi mujer se lo plantease.

.- Ni lo sueñes pichurrín mío, pero… ¿y con ella sola?. ¿Y si yo no estuviese aquí?. ¿Te irías con ella?,¿te la tirarías?- insistió en sus dudas.

.-¿Qué es esto, la versión rural de la isla de las tentaciones?- pregunté tratando de hacer el tonto y desviar la conversación.

.-No, en serio cari, respóndeme- me exigió recobrando la seriedad que ella requería al asunto.

.-Sabes que no haría nada sin tu consentimiento- la contesté sincerándome en parte y con la vana esperanza de que pudiera pasar algo por su cabeza e imaginación.

.-¿Y si yo te diera permiso para acostarte con ella, aquí y ahora?-.  Me preguntó con una maléfica sonrisa que no supe interpretar. Una de dos, o no se creía que en mis visitas anteriores había permanecido fiel a su amor, o a lo mejor se le estaba ocurriendo que de verdad pasase algo. Descarté la segunda opción. No tenía nada clara la primera. Lo único que tenía medianamente claro es que mi mujer estaba jugando conmigo y que trataba de ponerme a prueba.

.-No sé cari, no sé qué decirte, no me lo imagino- la respondí inseguro por encontrar la respuesta adecuada.

.-¿Nunca te has imaginado estar con varias chicas a la vez?- me preguntó algo más relajada en la conversación.

.-Pues claro mujer, creo que todo hombre ha fantaseado con eso alguna vez, pero de imaginarlo a llevarlo a cabo hay un abismo. Sabes que te quiero y no haría nunca nada que te hiciese daño. ¿Acaso tú no has imaginado estar con varios hombres a la vez?-. Le devolví la pregunta.

.-Supongo que es inherente al ser humano- respondió al tiempo que lanzaba otra pregunta:

.-Me pregunto qué clase de fantasías y perversiones son por las que están dispuestos a pagar lo tipos presentes en este local. Me refiero, mira aquel hombre de enfrente…- me susurró mi mujer en la oreja con discreción para que mirase a un tipo en la barra más o menos enfrente nuestra con aspecto de paramilitar.

.-El de camiseta negra ajustada marcando bíceps- quise asegurarme del tipo al que hacía referencia.

.-Si ese. No me quita ojo de encima. Tiene una pinta chulo que mata. Seguro que es de esos cabrones que le gusta zumbar a las mujeres. Me da un asco que ni te lo imaginas- me dijo.

.-Puede que tengas razón, parece que va de tipo duro, pero reconoce cari que con estos leggins tipo cuero que te has puesto y esa gargantilla, y en un sitio como este, pues parece que tú también vayas pidiendo algo de sexo duro. Normal que te mire si le va ese rollo. - Argumenté.

.-¿Y no estás celoso?- me preguntó mi mujer algo sorprendida por mi respuesta complaciente.

.-Ya lo hemos hablado, cari, sabes que no me importa que te miren, de hecho me gusta presumir de mujer. Además, no creo que quieras nada con un tipo como ese- quise zanjar el tema de los celos.

.-Tranquilo cari que no es mi tipo. Pero lo que me gustaría que me dijeses es porque pagarías tú en un sitio como este- mi mujer insistía en averiguar lo que yo nunca había imaginado.

.-Que pesadita estás con el temita. Ya te he dicho que no me llama la atención nada de lo que puedan ofrecerme en estos sitios- me reafirmé en mis respuestas.

.-Algo habrá- insistió una vez más mi mujer.

.-Aquí ofrecen sexo y yo soy un romántico. En todo caso nada que no pudieses estar tú conmigo- traté de salvar los papeles en cierto modo y sincerándome.

.-Y si digamos…, digamos que jugamos a que esta noche yo soy tu puta. ¿Qué me pedirías una vez lleguemos al hotel?- quiso saber mi mujer al tiempo que jugaba con el cuello de mi camisa y se mostraba algo mimosa. Respiré con cierto alivio al escuchar esa pregunta. Deduje que de algún modo todo eso quedaría más o menos en nada, y que al llegar al hotel sumergidos los dos en un travieso juego de roll el polvete sería para recordar. Al menos las cervezas más caras de mi historia servirían para conseguir que mi mujer se sometiese a alguna de mis pequeñas perversiones simulando el papel de prostituta.

.- Con esas pintas con las que te has disfrazado me entran ganas de azotarte el culo- quise probar hasta donde estaba dispuesta a llegar con su juego.

.-Pues eso ni lo sueñes, vete pensando algo más normalito o te quedarás con las ganas, y eso que te reconozco que este sitio me pone- me rebatió dejándome claro que permanecían los límites implícitos de siempre entre nosotros.

.-¿Me la chuparías de rodillas?- quise saber si accedería esta vez a algo que le pedía con insistencia y rara vez accedía.

.-Eso puede que tal vez- me respondió dándome a entender que esa noche estaba algo más dispuesta a mis pequeñas locuras.

.- Antes te haría andar a cuatro patas desnuda como una perrita a mi alrededor- le susurré en plan malote en la oreja.

.-Para eso me voy con el tipo de enfrente y te dejo a ti con las ganas- volvió a dejar claros sus límites en un tono algo más jocoso de la conversación en una especie de juego al tira y afloja.

.-No serías capaz- traté de mofarme de su amenaza fallida de antemano.

.-¿Qué no?, ponme a prueba- me refutó.

.-Disculpen. Nos interrumpió el camarero en nuestra pequeña conversación. –El caballero del fondo les ha invitado a una botella de champagne. Les ruego acepten la invitación- pronunció descorchando una botella de Möet & Chandon mientras mi mujer y yo nos mirábamos atónitos el uno al otro por las palabras del barman.

“¿A qué coño viene esto?, ¿Qué es lo que pretende?,¿Quién era ese tipo como para andar invitando gente desconocida en un sitio como ese?,¿por qué?, ¿nos habrá confundido con otro tipo de pareja?, ¿Qué se supone que debemos hacer?”. Miles de preguntas asaltaron mi mente en esos momentos. Antes de que pudiera incluso rechazar la oferta el camarero se apresuró a extender ambas manos a la vez con sus respectivas copas llenas en nuestra dirección, ofreciéndonos tentadoramente un trago a la espera de que le retirásemos el champagne de sus manos.

Fue mi mujer la primera que tomó una de las copas que se le ofrecía y saboreó un trago. En esos momentos entendí cómo se debió sentir Adán en el paraíso cuando Eva mordió de la manzana con que la serpiente les tentaría. Solo que en este caso el Adán era yo, Eva mi mujer, la serpiente se presentaba en forma de camarero y la manzana venía etiquetada de Möet & Chandon. El pecado, ¿quién no cae?. Como táctica comercial era perfecta. En esos momentos temí que mi mujer no fuera consciente de las consecuencias al aceptar dicha invitación. Supongo que podía haber hecho algo al respecto, pero como Adán invitado, no me quedó más remedio que seguir a mi esposa y saborear el prestigioso champagne que se nos ofrecía.

.-Dígale al susodicho caballero que muchas gracias- pronunció mi mujer tras saborear las burbujas del champagne creyendo que todo quedaría en eso, en una simple invitación, algo muy inocente por su parte.

.-Puede agradecérselo usted misma, señora, el Sr. Meyer me ha expresado su deseo de  conversar con ustedes- pronunció al tiempo que nos indicaba con la mirada que tornásemos nuestros ojos en dirección al final de la sala.

Tanto mi mujer como yo pudimos comprobar como el sesentón, barrigudo, canoso y con pinta de empresario que antes estaba al fondo de la sala, se aproximaba caminando en nuestra dirección abrazado de la cintura de una única y bella muchacha de veintitantos años de origen español, de la que luego supimos se hacía llamar Marta.

Mi mujer y yo intercambiamos un rápido par de miradas con cara de sorpresa al comprobar la situación.

.-Permítanme que me presente, mi nombre es Alan, Alan Meyer, para ser exactos. Disculpen mi atrevimiento, pero ustedes dos parecen las únicas personas de este establecimiento más interesadas en conversar que en intimar. Les agradecería me permitiesen unirme al desarrollo del que parece tan interesante coloquio- pronunció en un tono educado con notable acento extranjero.

.-Oh…, pues…, si…, claro, no sé-  titubeé sin saber que decir comprobando la mirada atónita y perpleja de mi esposa al vernos involucrados en situación tan caótica.

.- Yo soy Eva y este es mi esposo Sergio- se presentó mi mujer tomando la iniciativa tratando de aparentar algo más de seguridad de la que yo había demostrado hasta entonces y repartiendo dos besos a los presentes, primero al caballero recién llegado y después a su acompañante.

.-Encantado Sergio, yo soy Marta- se presentó la chica robándome dos besos muy cerca de la comisura de mis labios, hecho que no pasó desapercibido para mi esposa. Luego besó a mi mujer al tiempo que el tal señor Meyer me estrechaba la mano a mí.

.-¿Y qué hace un matrimonio como vosotros en un sitio como este?- preguntó sorprendido el tipo tras escuchar que éramos marido y mujer fijando su mirada en las alianzas que decoraban nuestras manos.

.-En realidad hemos entrado por error- explicó mi mujer a quien no pareció intimidar la presencia de aquel tipo. Conociéndola, creo que estaba algo envalentonada por el alcohol ingerido en la noche, algo de lo que no me había percatado mientras conversaba con ella pero que ahora apreciaba claro.

.–Yo creía que era una disco, tenía ganas de bailar, aunque mi marido ya tenía sus dudas. El caso es que hemos entrado y la verdad una vez dentro pues no es para tanto. Debo confesar que tenía curiosidad por estar en un sitio como este y de ahí que conversase con mi esposo antes de que Ud. se presentase- me sorprendió la elocuencia de mi esposa dando explicaciones a aquel tipo.

Por mi parte, algo más sereno, no dejaba de observar a aquel susodicho recién conocido. Sesentón, por el acento parecía alemán, aunque me sorprendía el dominio de su español. El traje parecía caro, bien perfumado, pero algo dejado físicamente. Me preguntaba que intenciones tendría. Recuerdo que pensé que seguro que querría tirarse a mi esposa. No logro entender por qué, pero la polla se me puso dura al instante. Observaba a mi mujer conversar inocentemente con aquel tipo y mi mente comenzó a desbordarse imaginando acerca de cuantas cosas podían pasar esa noche. Miré a Marta y ella me devolvió la sonrisa. Mi imaginación al cien por hora. ¿Y si el tipo me ofrecía a Marta a cambio de mi esposa?.

Repasé de abajo arriba a la tal Marta mientras perdía el hilo de la conversación de mi esposa con aquel tipo. Madre mía, Marta era una chiquilla espectacular, desde luego el sueño de cualquier hombre. Mi entrepierna pensó lo mismo. Lo que no llevaba tan bien era lo de imaginar a mi esposa con ningún otro hombre y menos con el tal Meyer.

Supongo que como muchos hombres había fantaseado en alguna que otra ocasión con la posibilidad de que otro tipo se follase a mi mujer, aunque siempre lo descartaba al poco. Tenía claro hasta ese momento que eso solo sería posible en mi imaginación, pues conociendo a mi mujer nunca accedería a nada por el estilo. Nuestra relación era sólida, sincera, y complaciente el uno con el otro en todo cuanto nos habíamos propuesto, pero como en todo matrimonio con ciertas líneas rojas. Para mi Eva era la esposa perfecta, la madre perfecta y la nuera perfecta, los pensamientos que provocaban mi erección en esos momentos eran imposibles. Yo con Marta empezaba a imaginar muchas cosas, pero…¿y mi mujer?. No, con mi mujer no debía suceder nada en ese lugar. Con mi mujer no. Quise alejar de mi cabeza pensamientos tan peligrosos pensando racionalmente que lo más probable es que regresase al hotel con mi mujer e hiciésemos el amor algo más cachondos de lo habitual. Calentados sobre todo por los acontecimientos y cada uno con su película en la cabeza de lo que podía haber sucedido y no pasó.

Permanecí callado mientras mi esposa charlaba con aquel tipo, hacía unas cuantas frases que había desconectado del hilo de la conversación. Mientras tanto la tal Marta, que parecía estar algo más al corriente de la conversación que yo, no dejaba de mirarme y sonreírme como si supiera lo que sucedería a lo largo de la noche.

.-¿Así que tú también vienes por estos sitios?- me preguntó directamente el Sr. Meyer interrumpiendo mis pensamientos e incorporándome de pleno en la conversación.

.-Bueno…, tanto como venir con frecuencia, yo solo he estado un par de veces en puticlubs- respondí aparentando ser un auténtico pardillo. Me pareció que Marta se reía de mí con la mirada al notar mi inexperiencia en estos lares.

.-Entonces, ¿te has acostado con putas y se lo has dicho a tu mujer?- preguntó de forma tajante y directa el Sr. Meyer muy en su estilo.-¿Y tú le dejas?-, preguntó acto seguido a mi esposa antes de que ninguno de los dos acertase a decir nada.

.-Perdone pero que yo sepa tomarse una copa en un sitio de estos no conlleva necesariamente acostarse con nadie- rebatí las teorías de aquel tipo tratando de reafirmarle a mi esposa que yo sabía controlarme en estos sitios según le había contado de ocasiones anteriores.

.-¿Tú le crees?- le preguntó a mi esposa.

.-No tengo porque dudar- le respondió mi esposa a él  pero mirándome a mí a los ojos.

.-Perdonad que lo cuestione pero estas señoritas hacen muy bien su trabajo, de hecho mi experiencia me dice que la mayoría de los hombres que entran en estos sitios solo entran pensando que van a tomar una copa. De ser así estas señoritas no se ganarían la vida-  concluyó al tiempo que repartía lo que quedaba del champagne entre las copas de los presentes y apuraba la botella.

Todos dimos un trago a la vez al magnífico champagne.

.- Eso es poneros a los hombres como muy tontos ¿no?- restableció mi mujer el tema de conversación.-Según su teoría todos los hombres son unos peleles en manos de las mujeres-  argumentó mi mujer sin dejar de mirarme a los ojos. Conozco esa mirada de mi mujer y no me gustaba un pelo. Además, parecía que aquel tipo adivinase las dudas de mi esposa.

.-Por supuesto que somos así de manejables- se reafirmó el Sr. Meyer.

.-¿Tú piensas lo mismo?- preguntó directamente mi mujer a Marta quien agradeció entrar en juego.

.-Así es- le respondió Marta a mi esposa como intuyendo el reto que se le venía encima.

.-Me quieres decir que si mi marido entrase solo en un sitio como este, o acompañado de unos amigos, ¿tu sabrías como provocarlo para llevártelo a la cama?- le preguntó mi mujer a la chiquilla propinando un gran sorbo de champagne a su copa.

.-¿Quieres que te enseñe cómo lo hago?- le preguntó Marta a mi esposa al tiempo que se aproximaba hasta mí para cogerme de la mano y mirarme a los ojos.

.-Eso es, sí, quiero que me enseñes como lo consigues- la animó mi mujer.

.-Oye cari, no sé lo que te propones pero nada de esto es necesario- le retiré la mano a la tal Marta un poco desairado al sentirme nuevamente cuestionado por mi mujer y haciendo evidente que no me gustaba el juego. Pero la tal Marta como no dándose por aludida me asió esta vez por el brazo provocando intencionadamente el roce de mi extremidad con su pecho, de forma muy sútil pero a la vista de los presentes, especialmente mi mujer.

.-Ya entiendo, o sea que la primera lección para provocar a un hombre es buscarle el roce y el contacto- argumentó mi mujer simulando tomar nota como una colegiala aplicada.-Supongo que a ti no te importa- me miró cuestionándome mi mujer quien comenzaba a imitar las acciones de Marta pero con su acompañante el asqueroso Sr. Meyer, el cual me había caído relativamente indiferente hasta ese momento en el que mi mujer se arrimó a él.

No sé si quería ponerme celoso, o lo que pretendía una vez más era saber lo que ocurrió en las veces que le había contado. Si lo que quería era comprobar si yo sería capaz de resistirme, de amarla, de serle fiel, o de provocar mis celos.  La conozco, era obsesiva con algunas cosas, y con esta lo estaba siendo. Opté por pensar que quería salir de sus dudas. Creo que desveló sus inquietudes a todos los presentes, y yo acepté el reto. Era mi oportunidad de demostrarle que otras me podían zorrear y ponerme cachondo, pero que sólo era capaz de follar con ella.  Solo la quería a ella, a la hora de la verdad solo podía ser ella, y quería demostrárselo. Además, no la veía capaz de aguantar por mucho tiempo las caricias que por imitación de Marta consentía de aquel tipo, que por cierto, comenzaba a parecerme un baboso babeando por mi esposa.

.-Tu mujer aprende rápido- pronunció el tal Alan tratando de participar en el juego alzando su copa e invitando al resto a brindar, relajando ese punto de tensión creado, pero abrazando como quien no quiere la cosa a mi mujer de la cintura. Disfrutando.

.-Yo soy incapaz de resistirme, hace tiempo que mi mujer sabe que me gustan mucho las mujeres. Eso no quiere decir que la quiera como el primer día- dijo el Sr. Meyer desviando inteligentemente la conversación de nuestros asuntos a sus asuntos.

.-¿Tú mujer sabe que estas con otras mujeres?- quiso saber mi esposa consintiendo la manita del Sr. Meyer en su cadera.

.-Por supuesto- afirmó orgulloso deslizando sutilmente su mano por el costado de la figura de mi esposa a quien parecía no importarle las caricias de aquel tipo. La aprobación por parte de mi mujer me tenía desencajado por completo. ¿A qué venía todo eso?, ¿a qué estaba juagando?.

.-¿A qué te dedicas Alan?- quise saber esta vez yo de la vida de aquel individuo a quien mi mujer le permitía que la abrazase de la cintura en mi presencia jugando con  mis nervios.

.-Oh, tengo una pequeña inmobiliaria en Mallorca- pronunció al tiempo que su mano ya no solo descansaba en la cintura de mi esposa sino que comenzaba a acariciarla sutilmente por el costado ante mi atenta mirada.

.-Entonces…,¿estás aquí por negocios?- preguntó esta vez  mi esposa como insistiendo malévolamente en el juego prolongando la situación.

.-Muchos de mi clientes son de Madrid, así que vengo con relativa frecuencia- le respondió Alan deslizando su mano por el cuerpo de mi mujer, a quien lejos de repudiar la maniobra parecía disfrutar provocándome. Durante mucho rato yo solo tuve ojos para aquella mano peluda, arrugada y pecosa que acariciaba el cuerpo de mi mujer. Mi esposa y creo que Alan también, eran conscientes de dónde fijaba yo mi mirada.

.-Debes de ganar mucho dinero, al menos esa es la imagen que se tiene del sector inmobiliario en España- pregunté tratando de aparentar una conversación normal entre personas que se acaban de conocer y tratando de restar importancia al sutil manoseo que aquel tipo profería a mi esposa. Si mi mujer consentía, ¿qué podía hacer yo?.

Debo confesar que aquella situación era de todo menos normal. En mi inconsciencia transitoria observando la manaza de Alan en mi esposa, apenas me había percatado de que Marta me había estado acariciando haciendo muy bien su trabajo. Francamente a día de hoy no sé cuál de todos y cuantiosos estímulos que recibía pudo haberme provocado la notable erección que mostraba en mis pantalones, si las caricias y el roce de los pechos de Marta por mi cuerpo, o el punto de celos de las caricias del tal Alan en mi esposa.

El caso es que mientras Alan se explayaba en su respuesta las miradas de mi esposa y de Marta se cruzaron en mi bragueta. Pude advertir en el rostro de mi mujer serias dudas acerca de mi capacidad de resistencia. Marta por su parte con una maestría asombrosa, aprovechó el momento para apurar su copa y fingiendo tener que dejarla en el mostrador, posicionarse justo delante de mí y lograr con una habilidad profesional que la rodease con mis brazos.

En esa posición meneó un par de veces su cadera a un lado y a otro restregando ante la atónita mirada de mi mujer su hermoso trasero por todo mi paquete. Por supuesto que pudo apreciar mi erección y así se lo hizo saber a mi esposa con una mueca en su rostro mucho más que estudiada. Sobraban las palabras para saber lo que estaba pasando entre Marta y yo.

Mi mujer algo airada por la situación hizo lo mismo con Alan, se posicionó delante de él, de espaldas, permitiendo que su brazo la rodease casi por completo y permitiendo el contacto de ambos cuerpos. Solo que mi mujer apenas se movió. El único movimiento apreciable era el de su respiración algo más agitada, quise pensar que de los nervios. La suponía incapaz de comprobar el estado de Sr. Meyer. No veía a mi esposa capaz de que el miembro de otro hombre, de aquel hombre, la rozase siquiera en su perfecto culazo. Marta en cambio sabía perfectamente la erección que sus leves movimientos de cadera me provocaban. Era obvio a la vista de todos los presentes que refrotaba su cuerpo contra el mío. Yo me dejaba hacer anhelando las falsas esperanzas de que mi mujer saltaría repleta de celos parando aquella locura.

De repente me vi sometido a una batería de preguntas por parte del Sr. Meyer. Qué si de dónde éramos, a que me dedicaba, un montón de peguntas típicas cuyo único objetivo era desviar la conversación. Método AIDA, lo conozco perfectamente de los manuales de venta comerciales. No quise evitar la propuesta, tenía claro que Alan intentaría algo, pero quería conocer la respuesta de mi mujer. Tenía claro que yo no estaba haciendo nada malo, era mi mujer quien debía resolver sus dudas. Solo debía esperar. Ese era mi único propósito, esperar.

Efectivamente, al poco de comenzar a explicarme la mano de Alan que rodeaba el cuerpo de mi mujer comenzó a acariciarla ante la atenta mirada de mis ojos. Yo no dejaba de hablar explicándome a cada pregunta de Alan. Al principio aquel tipo acariciaba a mi esposa tan solo por las caderas y se atrevió a tocar un par de veces el culo de mi esposa quien permanecía impasible a sus caricias. Me miraba, la miraba, miraba las manos de aquel tipo acariciándola, y la volvía a mirar. Ella me devolvía todos y cada uno de nuestros cruces de ojos. Pero por primera vez en mucho tiempo no sabía descifrar lo que mi mujer me transmitía con su mirada. Estaba perdido, confuso y desorientado. ¿Le estaba gustando ser acariciada por otro hombre?. No creo. ¿Qué trataba de probar, de conseguir?. ¿Acaso quería saber hasta dónde la permitiría continuar?. ¿Hasta dónde llegaban mis celos?. ¿Y los suyos?. El caso es que el uno por el otro que ninguno de los dos detenía aquella locura.

Las caricias de aquel individuo en mi esposa eran inocentes en comparación con el descaro con el que Marta me provocaba. Supongo que por eso esperaba yo que fuera mi mujer quien detuviese primera toda aquella situación tan surrealista. El Sr. Meyer consciente de que los dos habíamos aceptado esas reglas del juego, quiso provocar la situación un poco más allá y deslizó su mano por delante del cuerpo de mi señora, sin dejar dudas y concretamente para que yo lo pudiera ver bien, por debajo del top de Eva, comprobando seguramente el firme vientre de mi mujer, alcanzado por debajo de la blusa la cota de goma de los leggins y poder deleitarse así con el tacto y la suavidad de la piel de mi Eva alrededor de su ombligo. A mi esposa se le escapó un leve suspiro al contacto de aquella mano en su piel. No supe interpretar su mirada perdida.

“ ¿Sería posible que se estuviese excitando con ese tipo?”, me pregunté seriamente por primera vez descubriendo un razonamiento antes inimaginable para mí.

Contemplar atónito ante mis narices la mano de otro hombre perdiéndose bajo el top de mi esposa, muy cerca ya de sus pechos, en lo que siempre había considerado zona prohibida, inevitablemente me envalentonó. Mi explosión de celos se hizo evidente ante los presentes, sobretodo de Marta quien para reducirme y en la misma posición en la que se encontraba de espaldas delante de mí, echó una de sus manos atrás y me acarició la polla por encima de los pantalones cerciorándose de que le dejaba bien claro a mi esposa su maniobra.

Joder, menuda manita, como para hacer de mi lo que quisiera. Marta me tenía en sus manos nunca mejor dicho. Era incapaz de resistirme.

Tanto Marta como mi mujer se miraron como gatas en celo territoriales. Aunque el gato al agua se lo llevó Alan, quien se aprovechó de la rabia de mi esposa, la cual para provocarme, arqueó ligeramente su espalda buscando el contacto estrecho de su culo con el miembro de Alan. Supongo que donde las dan las toman. Para colmo un par de tímidos movimientos circulares con la cadera por parte de mi esposa me acreditaron la fricción entre ambas partes íntimas de sus cuerpos. Contemplé la escena hipnotizado por lo que acaba de ver. No sabría precisar si me excitó o me cabreó. La duda y la confusión eran dueñas de todos y cada una de mis sensaciones. Además, que podía decir o recriminar yo a nadie si la manita de Marta comprobaba el mayor estado de erección de mi polla que jamás recordase. Para culminar la escena, mi mujer se mordió los labios, no sé si de ira, de celos o a lo peor de excitación.

.-¿Por qué no les enseñamos a Eva y Sergio mi sala VIP preferida?- pareció sugerirle Alan a Marta tratando de poner sorprendentemente algo de cordura en todo aquel desfase de roces y caricias.

.-Puede ser divertido- contestó Marta al tiempo  que tiraba de mi mano guiándome por unas escaleras en clara dirección a otra estancia. Yo la seguí obediente con una evidente erección en mis pantalones por culpa de su manita. Tras de mi venían mi mujer y Alan.

Marta abrió dos amplias puertas a la vez que mostraban lo que venía a ser una especie de suite.

En el centro de la estancia un miniescenario redondo con una barra de baile en medio y rodeado por una media luna de sillones. En un lateral de la sala una cama King size rodeada de espejos, y en el otro extremo de la habitación la puerta de un aseo, una barra de bebidas y un jacuzzi junto al aseo. Todo con ese toque de elegancia y cutre a la vez.

Mi mujer y yo nos miramos con la boca abierta. De nuevo una mezcla de sensaciones nunca conocidas. Por una parte mi imaginación se desbordaba en aquella sala, por otra tenía miedo a lo que pudiera pasar. Yo al menos no me sentía dueño de la situación. Quise pensar que con mi mujer presente nada podía pasar, pero estaba aluciando.

A mi mujer le llamó la atención una pared decorada con todo tipo de juguetes e instrumentos  eróticos. Desde arneses con dildos, consoladores, esposas, cuerdas y fustas, hasta todo tipo de condones, aceites y lubricantes. Junto a la cama una “x” de madera postrada a la pared con sus abrazaderas dejaba poco lugar a dudas. En esa sala se follaba, se follaban los unos a los otros sin tapujos y dando rienda suelta a todo lo que la imaginación permitía.

Antes de que nadie pudiera decir ni palabra el elegante camarero que atendía la barra se adentraba ahora en la sala con una champanera y una tercera botella de Möet que depositaba junto a los sillones siguiendo las indicaciones que Alan le hacía. Tuve la impresión de que todo era una especie de ritual estudiado. Pero como Hansel y Gretel en el famoso cuento, la casita de chocolate que se nos mostraba invitaba a probar de la tentación, la tentación de saber y conocer el siguiente paso, pensando que siempre puedes dar marcha atrás, pero que una vez estás, estas atrapado.

.-Tengo una sorpresa para vosotros- alzó la voz el Sr. Meyer para centrar la atención tanto de mi esposa como mía al tiempo que descorchaba la nueva botella y nos hacía indicaciones para que nos sentásemos los cuatro presentes en lo sillones. La casualidad ¿o no?, quiso que las mujeres se sentasen en medio y los hombres en los extremos, por supuesto Alan se sentó al lado de mi esposa y a mí me tocó en el otro extremo al lado de Marta.

Mi mujer y yo todavía permanecíamos como embobados con los detalles de la estancia cuando las luces disminuyeron de intensidad y aparecía por la puerta la hermosa mulata que antes se nos presentase en la disco, salvo que ahora vestida de enfermera. Al ritmo de la música se subió al escenario y para deleite de los presentes comenzó a realizar un espectacular striptease. Yo estaba alucinando con la situación. Marta me puso la mano en la pierna mientras contemplaba el espectáculo y poco a poco fue aprovechando la situación hasta acariciarme el paquete por encima de los pantalones. Con el primer roce de su mano en mi polla desvié la mirada del escenario para mirar a Marta a los ojos. No dejó de sonreírme en ningún momento sin mediar palabra y segura de que yo me dejaría hacer. Al otro lado de Marta pude ver entre destellos como mi mujer observaba a la mulata cariacontecida con su copa en la mano mientras Alan la acariciaba la pierna y la cintura, y le susurraba palabras ininteligibles para mí muy cerca de su orejita. Incluso el muy cabrón le retiró el pelo a un lado para hablarla de cerca al oído buscando el aliento en su cuello.

Recuerdo que mientras en el escenario la mulata bailaba al son de la música de Beyoncé. Concretamente la canción de “Dance for you”, tema que tanto le gustaba a mi mujer. La muchacha al principio bailaba disfrazada moviendo su cuerpo de forma sugerente, típicas posturas en la barra, mucho twerking  y posiciones imposibles abierta de piernas. Se desabrochó los botones de la bata blanca muy despacio, hasta que una vez entrada la canción se deshizo de la bata por completo. La ropa interior blanca que mostró contrastaba llamativamente con el color de su piel. Me preguntaba atónito mientras la observaba si se desnudaría por completo.

Comenzó por desabrocharse el sostén de los corchetes traseros y permaneció otro tiempo bailando sujetando las copas con las manos generando cierto suspense por mostrar sus pechos. Mis expectativas se vieron superadas cuando casi al mismo tiempo la chica desnudaba sus tetas y Marta se arriesgaba a sobarme la polla descaradamente por encima del pantalón. Creo que nunca he estado tan excitado. Para colmo la mulata bajó del escenario acercándose a mi posición y en plan lap dance comenzó a mover su culo enfrente de mi cara. Jugaba con el elástico de su braguita como quien simula desojar una margarita en una especie de juego a me lo quito no me lo quito.

Marta literalmente me estaba pajeando por encima del pantalón.

¿Y mi mujer?.

Quise mirar hacia la posición de mi esposa. ¡Qué hija de puta!. Mi mujer contemplaba el striptease de la muchacha al tiempo que una mano de Alan le acariciaba uno de los pechos y la otra le manoseaba la pierna, el culo y todo cuanto mi mujer le consentía. Para colmo en muy canalla que antes le había retirado el pelo a un lado a mi esposa desnudando su cuello ahora le robaba traviesos y cariñosos besitos en la piel sobre su nunca. Algo que sé la pone cachonda.

Yo creí que me corría en los pantalones por todo cuanto estaba experimentando. Sobre todo cuando la muchacha se desnudó por completo delante de mis narices. Pude comprobar con la boca abierta que ni un pelo decoraba aquel pubis moreno e inimaginable para mí. Por suerte su completa desnudez coincidió con el final de la canción. Las luces se encendieron. Alan aplaudió el espectáculo y gracias a Dios todos actuamos por imitación, cesando así las caricias de los unos con los otros y relajando la tensión vivida con la oscuridad.

.-¿Os ha gustado?- preguntó Alan a los presentes rellenado de nuevo las copas de todos.

.-Ha sido increíble- se apresuró a decir mi esposa a quien contemplé más risueña incluso que yo por la experiencia.-Nunca lo había imaginado así-. Daba la impresión de que alucinaba con lo que acababa de ver, y continuó explicándose como una niña pequeña en un espectáculo de magia.

.-Mira que a mí no me van las tías, pero lo cierto es que por un momento me entraron ganas de acariciarla. Era todo muy erótico en su forma de bailar, de insinuar, ahora me explico muchas cosas. Hacía que la desearas. Muy bien, la verdad, una actuación de diez- concluyó sus explicaciones dando un nuevo sorbo a su copa conocedora de que estaba hablando sola algo más de la cuenta.

.-Me alegro que te guste- dijo Alan ayudándola a terminar con su grandilocuente discurso- porque aún hay más sorpresas- pronunció al tiempo que daba un par de palmadas al aire.

Las luces se apagaron de nuevo. Comenzó a sonar el mítico “You can leave your hat on” de Joe Cocker al tiempo que una rubia de origen caucásico, subía a bailar al escenario vestida con un camisón de raso similar al de la película de nueve semanas y media. A decir verdad los movimientos juraría que eran iguales a los de Kim Basinger. Una coreografía estudiada pero a la que le faltaba gracia. A mi parecer el espectáculo había caído, no me mantenía en tensión erótica alguna salvo por el hecho de que Marta volvió a la carga de sus caricias en mi polla. La miré, me sonrió, la hubiera incluso besado, sobre todo de no ser que tras su espalda pude contemplar como Alan asía la mano de mi esposa y la guiaba hasta su bragueta. El muy cabrón la animó descaradamente a que le sobara la polla por encima del pantalón. Debo reconocer que del mismo modo en que Marta me sobaba a mí. No podía culparla de nada, yo estaba en lo mismo.

Mi mujer estaba tan concentrada en lo que tenía entre las manos que ni se percató de que yo la estaba observando. Alan le susurró algo en la oreja y ella le rio la gracia. Le dijese lo que dijese pareció animarla más a explorar y comprobar el tamaño del miembro que se le ofrecía.

Casi a la vez que la chica del escenario mostraba unos pechos pequeños desacordes con su cuerpo, que la mano de Marta bajaba la cremallera de mis pantalones e introducía su mano entre mi bragueta para buscar el contacto de su piel con el pellejo de mi prepucio.

¡Dios que manos más frías!. Me sorprendió que pudiera tener las manos tan frías al menos en contraste con mi calentura. A mi polla le dio igual, si hasta ese momento había permanecido algo flácida, fue notar el contraste de temperaturas y crecer instantáneamente hasta ponerse dura como una roca. Ese tacto era tan distinto al que estaba acostumbrado, que la erección que me provocó logró que incluso me doliera por estar aprisionada entre las telas. Por unos instantes deseaba que liberase mi polla de tan maléfica prisión pero por otra temía que al acabar el show mi mujer me sorprendiese con todo el miembro fuera del pantalón, ese si sería el final definitivo, y tampoco era lo que quería. Así que aguanté la tortura a la que Marta me sometía en mi pequeña prisión. Las pocas veces que miré hacia mi mujer durante el tiempo que duraba este sriptease me tuve que soportar la mano de Alan acariciando a manos llenas el culo, pecho y piernas de mi mujer. Aunque Eva me daba la espalda intuía por sus movimientos que ella continuaba acariciando a Alan.

Lo cierto es que la chica llevaba ya un ratillo bailando completamente desnuda en el escenario cuando terminó la canción y se encendieron las luces. Apenas captó la atención de los presentes salvo por un pequeño detalle.

.-¿Todas las chicas llevan el pubis completamente rasurado?- preguntó inocentemente mi mujer recomponiéndose las ropas al tiempo que Alan rellenaba de nuevo las copas de los presentes.

Aunque la preguntita de mi esposa me pareció algo ingenua, lo cierto es que la agradecí en el sentido de que al menos la atención no estaba puesta en mi bragueta. Creo que mi mujer ni se percató en esos momentos de que la cremallera de mi pantalón estaba bajada, cosa que traté de disimular.

.-Yo creo que sí- le respondió Alan al tiempo que miraba descaradamente en la entrepierna de mi mujer y comprobaba como se le marcaban los labios en los leggins, seguramente, preguntándose mentalmente cómo sería el bello púbico de mi esposa.

.-¿Cómo lo llevas hoy Marta?- preguntó Alan a Marta descaradamente.

.-¿Acaso quieres saberlo?- le devolvió la pregunta Marta en un juego que al menos a mí me estaba desconcertando.

.-Sabéis una cosa pareja, Marta es una excelente bailarina, la mejor sin duda- desvió la atención Alan de la conversación anterior.

.-Por qué no nos lo demuestras y así esta parejita sale de dudas- le sugirió Alan a Marta para que hiciese un striptease para nosotros.

.-Esta bien- accedió ella al tiempo que se incorporaba del sillón en dirección al equipo de música.

Qué queréis que os diga, que yo estaba encantado con la idea de ver a Marta desnuda. Desde luego que no sería yo quien detuviese ahora la dinámica en que había entrado la cosa.

.-Espero que disfrutéis del espectáculo- me dijo Alan antes de rellenar las copas de los tres por última vez antes de terminar la botella. Perdí a Marta de vista por unos instantes.

Alan comenzó a enrollarse un poco tratando de hacer algo de tiempo, que si Marta era la mejor, que si esto que si lo otro. El caso es crucé mi mirada con la de mi mujer mientras bebíamos de las copas que Alan nos ofreció.

“¿Quieres verla desnuda verdad?” pareció preguntarme mi mujer con su mirada como tratando de hacerme sentir culpable por lo que estaba a punto de presenciar.

“¿Y tú?”, le devolví la mirada a mi esposa, “¿qué coño haces dejándote sobar como una zorra?” traté de hacerla a entender que yo también censuraba su comportamiento con Alan pero que en cambio no la reprochaba nada.

Alan apagó las luces principales de la sala al tiempo que las auxiliares comenzaban a parpadear y empezaba a sonar el Dangerous Woman de Ariadna Grande. Marta apareció disfrazada de policía. Más bien de “puti-policia”. Un mono de latex, con su gorrita y guantes tipo cuero también a juego. Pero lo que más me llamó la atención eran una especie de cinchas a medio muslo donde se sujetaban la porra en una pierna, y unas esposas en la otra.

Se subió al escenario y comenzó a bailar. Debo confesar que transmitía mucha energía en sus movimientos y que se movía francamente bien. Lo que más me sorprendió a diferencia de sus dos antecesoras es que comenzó a desnudarse enseguida. Ya casi con los primeros acordes se había desecho del mono y me mostraba orgullosa sus contundentes pechos, esos que había restregado por mi cuerpo todo el tiempo. No dejó de mirarme a los ojos desde el inicio de la canción. Enseguida comenzó a jugar con la porra. Era fácil la similitud de movimientos de la porra con una buena polla. Jugó con su lengua simulando una buena mamada. Instintivamente me llevé la mano a la bragueta y yo mismo comencé a acariciarme por encima de los pantalones mientras contemplaba el movimiento de sus pechos al son de la música. Marta llenaba el escenario bailando únicamente vestida con la gorra, los guantes y un tanguita negro de esos de hilo que desnudaba su firme trasero y cubría lo justo en su parte frontal.

Creí estallar cuando bajó del escenario y se acercó hasta mi posición para bailar justo enfrente mío. Se giró de espaldas a mi para menear de la forma más sexy que he visto en mi vida su culo prácticamente en mi cara. No podía creer lo que veía. Pero para mayor sorpresa mía y creo que de mi mujer, no dudo en descender meneando ese perfecto culazo hasta sentarse encima de mi regazo. ¡¡Dios!!, tenía mi polla a punto de estallar y la muy puta lo sabía. Podía notar esas hermosas nalgas frotándose contra mi polla a un lado y al otro, arriba y abajo. Para colmo me cogió de las manos y me las guio recorriendo y acariciando todo su cuerpo hasta depositarlas en sus pechos. Era un lap dance en toda regla. Mi polla comenzó a segregar líquido preseminal en señal inminente de que estaba a punto de correrme. Como buena maestra de tiempos que era Marta se puso en pie para darme una tregua y ponerse a bailar ahora justo enfrente de mi esposa. A quien entre gestos y sugerentes movimientos le insinúo que fuera ella quien le quitase el tanga que aún cubría su cuerpo. Mi esposa pareció dudar, pero finalmente ayudada por las manos de Alan tiró de los laterales de la goma del tanga hacia abajo desnudando ante sus ojos el pubis de Marta perfectamente rasurado.

Antes de que mi mujer pudiera reaccionar era Marta quien acercándose hasta mí, me cogió de la mano, y completamente desnuda como estaba me guio para que la acompañase hasta el escenario. Yo me dejaba llevar como un pelele.

Me situó en pie en el escenario descansado con la barra vertical a mi espalda y comenzó a bailar enfrente mío como a medio metro de distancia, se deshizo de la gorra, los guantes, y la cincha del muslo que sujetaba la porra al inicio, para poco a poco acercarse al ritmo sugerente de la música y rozar así su cuerpo contra el mío. En un momento dado sacó de la cincha que quedaba rodeando el otro muslo lo que venían a ser unas esposas. Me esposó de espaldas como estaba a la barra con los brazos por detrás. Me inmovilizó. Por mucho que lo intentara no podía moverme. Estaba a su merced. La cosa se ponía calentita.

Entre meneo y contoneo Marta me desabrochó uno a uno los botones de mi camisa. Creo que era la primera vez desde que empezó el show de Marta que miré a mi mujer. Parecía hacerle gracia que yo también terminase desnudo en el escenario. Lo que no me hacía tanta gracia es que creo que Alan no dejó ni un solo centímetro del cuerpo de mi mujer por recorrer y acariciar con sus manos mientras ella alucinaba con el espectáculo.

Una vez que Marta me abrió de par en par la camisa comenzó a acariciarme por el pecho con sus manos mientras bailaba desnuda a la vista de todos. En una de las veces me besó en la tetilla y comprobando la excitación que me provocó probó con la otra. La canción se me hizo eterna mientras Marta con su lengua recorría mi vientre hasta arrodillarse a mis pies y desabrochar el cinturón de mis pantalones. Os podéis imaginar cómo tenía mi polla de dura de ver a Marta desnuda arrodillada a mis pies. No hizo falta que tirase mucho de los pantalones para que yo quedase ridículamente expuesto en calzoncillos. Aquella joven con cuerpo perfecto era toda una maestra.

Una vez centrada la vista de todos en mi entrepierna, Marta no se lo pensó dos veces y comenzó a acariciarme la polla por encima de los calzoncillos lo que provocó un ataque de celos de mi esposa que se incorporó del sillón dispuesta a increpar a Marta por tan descaradas caricias. Con las luces en penumbra y entre destellos y ráfagas, desde mi posición tan solo pude ver como Alan retuvo a mi esposa abrazándola por la espalda, impidiendo que llegase hasta nuestra posición y consiguiendo que mi mujer se serenase un poco. Atisbé entre intervalos de luz que le decía algo, no podía escucharlos pero debió ser lo suficientemente convincente como para que mi mujer desistiese de interrumpir el espectáculo.

Yo traté de resistirme y de parar aquella locura, pero esposado como estaba con las manos a la espalda por detrás de la barra estaba a la merced de Marta. En esos momentos Marta me daba la espalda desnuda refrotando su culo contra mi polla que apenas podía resistir dentro de los calzoncillos mirando desafiante a mi esposa.

Desde mi posición no lo podía escuchar, incluso el cuerpo de Marta me tapaba en algo la visibilidad cuando se movía, pero podía ver como Alan abrazaba a mi esposa desde la espalda y esforzándome por leer sus labios trataba de convencer a mi esposa no sé de qué, pero que pasó de sujetar y retener a mi esposa que sopesaba sus palabras más sosegada, a acariciarla de nuevo recorriendo su cuerpo con las manos. Supongo que con sus palabras cuestionó la confianza que había entre mi esposa y yo al tiempo que desde su posición apartaba el pelo de la nuca de mi esposa y le robaba un par de besos en el cuello como hiciera anteriormente y ya supiese del resultado.

Pude ver en la distancia y entre destellos como un tímido suspiro se escapaba de los labios de mi esposa casi al mismo tiempo que una de las manos de Alan se perdía debajo de su blusa hasta alcanzar sin piedad  uno de sus pechos y la otra descendía por su vientre hasta acariciar descaradamente los labios vaginales que tanto se marcaban en los leggins de mi Eva.

Tan absorto estaba contemplando la parsimonia de mi esposa que no vi venir la maniobra de Marta. La muy puta se había arrodillado ante mis pies y me bajó los calzoncillos desnudándome por completo a la vista de todos, sobre todo de mi mujer que me vigilaba en la distancia y entre los destellos de las luces. Antes de que pudiera decir nada Marta succionaba mi polla con auténtica maestría.

¡¡Dios!!, a poco me corro ahí mismo en la boca de Marta.

La mano de Alan que momentos antes se deleitase en recorrer los marcados labios vaginales de mi mujer por encima de los leggins se perdía ahora por el interior de la prenda.

La mueca de mi mujer era inequívoca, la mano del puto Sr. Meyer la estaba dedeando. Incluso mi mujer arqueó su espalda lo justo para facilitarle la labor. La muy zorra se estaba dejando manosear al antojo de aquel cerdo y lo peor de todo es que consentía de sus caricias mientras me miraba de frente y observaba como a mí me la chupaban.

Juro que quise resistirme pero la boquita de Marta engullendo en su garganta toda mi polla anuló mi voluntad. Miré a mi esposa suplicándola con la mirada que detuviese toda aquella locura, pero muy a mi pesar ella tenía los ojos cerrados, la boca semiabierta suspirando, concentrada en las sensaciones que una mano desconocida le provocaba en esos momentos, seguramente penetrándola con los dedos. Creo que lo entendí todo en ese instante. Supongo que mi mujer necesitaba correrse tanto como yo. Los dos acumulábamos demasiada excitación, deseo que Marta y Alan supieron cultivar para recoger su fruto.

Yo tenía a Marta arrodillada a mis pies chupándome la polla como nunca antes me la habían chupado. Mi mujer nunca me negó una buena mamada, pero lo de Marta era muy distinto, sabía como estimular la polla de un hombre y encima se estaba esmerando.

Cerraba los ojos para concentrarme en las sensaciones que su boquita de zorra me provocaban, y cuando los abría para regresar a la realidad, me tenía que ver a mi mujer siendo penetrada por los dedos de Alan, quien debía conocer muy bien como masturbar hasta provocar el máximo placer a una dama.

En una de esas en que reabrí los ojos tras cerrarlos y abandonarme a la mamada de Marta, comprobé que mi mujer ya no poseía la blusa en su torso, el sujetador colgaba aún de sus hombros abierto por la espalda cubriendo ridículamente las caricias que a una mano el Sr. Meyer le provocaba en los pechos.

No sé si quería mirar aquello. Cerré los ojos tratando de no pensar en lo que pudiera estar haciendo mi Eva, pero me resultó imposible no abrirlos de nuevo, necesitaba saber que estaba haciendo aquel tipo con mi esposa. ¡¡Joder se estaban besando!!. Aquel nauseabundo tipejo había recogido el pelo de mi mujer en una coleta tipo cola de caballo y le estaba metiendo la lengua hasta el garganchón con medio torso desnudo girado mientras continuaba masturbándola. Los pechos de mi mujer lucían ahora despojados de su sostén a la vista de todos. Sus gemidos delataban que estaba próxima al orgasmo.

Me tuve que aguantar al ver como el muy cabrón del Sr. Meyer le bajaba los leggins rápida y bruscamente a mi señora junto con sus braguitas, ambas prendas a la vez, provocando que tal amasijo de ropas quedase enrollado en los tobillos de mi mujer a lo pingüino. De esta forma le resultó sencillo al muy cerdo que con un leve empujón mi esposa cayese tumbada con medio cuerpo descansando boca abajo en el escenario y las piernas colgando. Con otro fuerte tirón terminó de quitarle toda la ropa incluidos los zapatos que salieron volando. Acababa de desnudar por completo a mi mujer en un pis pas y en apenas un par de tirones. Mi esposa quiso incorporarse al sentirse completamente desnuda pero el muy canalla se lo impidió reteniéndola por el cuello con tan solo una mano.

Comencé a negar con la cabeza cuando divisé que Alan comenzaba a bajarse la cremallera del pantalón y rebuscaba su polla entre las telas. No me podía creer lo que estaba contemplando, pero de no impedirlo aquel hijo de puta tenía toda la intención de follarse a mi mujer. ¿Violación?, ¿gritar?, … ¿qué coño podía hacer?. La sala seguramente estaría insonorizada y los seguratas estarían de su parte. Además,…, además no veía que mi mujer ofreciese verdadera resistencia. Apenas tímidos movimientos insuficientes claramente para impedir lo inevitable. Observándola detenidamente creo que más bien interpretaba en esos momentos el papel de buena esposa. La conozco, si hubiese querido hubiera gritado, se hubiese resistido más, hubiese pataleado, se agitaría, pero sobretodo su mirada…., su mirada fue un déjame disfrutarlo suplicante que me derrumbó.

Marta se tragó en ese preciso instante toda mi polla en su garganta provocando un incontrolable estertor de mis huevos. Sus pechos se rozaban por mis muslos y sus manos se aferraban a mis nalgas para engullir toda mi dureza.

Crucé la mirada con mi esposa al tiempo que su opresor asía su polla a una mano y la guiaba buscando penetrar a la dama que se le ofrecía. No lo debió conseguir en un primer intento, por lo que dejó de retener a mi esposa del cuello para chuparse esa misma mano y buscar algo más de lubricación a dos manos.

Se me calló el alma a los pies al comprobar como mi mujer, una vez liberada de la mano que la retenía por el cuello, en vez de salir de aquella posición optó por deslizar uno de sus brazos por debajo de su cuerpo hasta alcanzar a tocarse ella misma, seguramente buscando abrir sus propios labios vaginales y dejar que sus propios fluidos impregnasen su cuerpo cumpliendo su función.

Creo que fue ella misma quien en esa posición alcanzó la polla de Alan y la orientó hasta las puertas de su mismísimo coño. No dejó de mirarme a los ojos en todo ese largo momento que a mí se me hizo interminable. En esas que yo luchaba en contra de mi voluntad por no correrme en la boca de Marta.

Alan se aferró con las dos manos a las caderas de mi mujer y lenta, pero decididamente, fue penetrando a mi esposa hasta que por los gestos y muecas en la carita de mi mujer, deduje que se la había metido hasta el fondo. El muy cerdo se deleitó por un instante en las sensaciones y el placer de ensartar a mi mujer. Seguro que el muy cabrón pudo comprobar el calor interno de su cuerpo en contraste con la frescura que el roce de sus pelotas esperimentarían contra la piel de sus nalgas.

Apenas un par de movimientos lentos antes de que comenzara a acelerar el ritmo. Mi mujer se acariciaba el clítoris masturbándose al tiempo que era penetrada buscando correrse cuanto antes. Marta, en esas aceleraba el ritmo de su boca en mi miembro. Se me estaba follando con la boca. Claro, que no es lo mismo. Alan si se estaba follando a mi mujer. Ese pensamiento se repitió varias veces en mi cabeza.

“Se están follando a mi mujer”

Apenas lo repetí un par de veces mentalmente: “Se están follando a mi mujer. Ese cerdo se está follando a mi mujer”, cuando inevitablemente y unido a mis pensamientos me corrí. Me corrí en la boca de Marta sin poderlo evitar. Me hubiera gustado follármela, no sé, otro final, pero me corrí. La muy guarra no derramó ni una gota de lo que debía de ser mi abundante y espeso esperma y se esmeró por extraer de mi polla todo su jugo.

En esas que mi mujer ya no reprimía sus gemidos los cuales se sobreponían incluso a la propia música. Supongo que el Sr. Meyer debido a su edad se cansó del ritmo impuesto por él al principio y ahora era mi esposa quien claramente se movía buscando auto follarse con la polla que la penetraba. ¡Joder, se estaba comportando como toda una puta!. Ni me lo podía creer, ni me lo podía imaginar, pero verla en ese estado me excitaba. Me excitaba hasta tal punto que me costó perder fuerza en mi pene, lo que facilitó que Marta me limpiase a base de bien.

Yo me contemplaba como mi mujer chillaba como loca ensartada con otra polla distinta a la mía, al tiempo que Marta sin dejar de acariciarme se incorporaba en pie. Yo todavía permanecía esposado a la barra cuando me dijo…

.-“Tranquilo cariño, el Sr. Meyer hace tiempo que se hizo la vasectomía. No puede dejar embarazada a tu mujer” me dijo torturándome las tetillas pero tratando de transmitir cierta confianza y evitar que montase un numerito en momento tan delicado.

En esas que el cuerpo de mi mujer comenzaba a retorcerse de gusto, iniciaba convulsiones y estertores y a gemir como cuando se corre conmigo. Se corrió, se corrió a la vista de todos. Su espalda se arqueaba, las piernas le flaqueaban, le faltó el aire, un espasmo, luego otro y otro, hasta que al fin recuperó parcialmente el aliento, casi al mismo tiempo que el cabrón que se la follaba se agarraba con más fuerza aún si cabe a sus caderas y entre bufido y bufido de toro, se corría dentro de ella con claras muecas y gestos de placer.

Una palmada, una palmada en el culo de mi esposa que resonó por toda la estancia fue todas las gracias que mi mujer recibió de ese tipo tras entregarle su cuerpo.

Mi mujer aún permanecía tirada sobre el suelo del escenario cuando Marta me liberó de mis esposas y procedía a abandonar la estancia tras las indicaciones de Alan.

.-“Vámonos Marta, esta parejita tendrán mucho de qué hablar entre ellos” pronunció al tiempo que los dos abandonaban la sala abrazados el uno al otro.

Yo corrí a abrazar a mi mujer y besarla. Besarla con todo el amor del mundo. En esos momentos ambos dos no sabíamos si llorar, reír, recriminar ni que hacer. Tan solo surgía el besarnos el uno al otro tratando de evitar romper el silencio.

.-“Será mejor que nos vistamos y regresemos de nuevo al hotel” pronunció sabiamente mi mujer quien pareció serenarse y tomar la iniciativa de la situación. Los dos buscamos nuestro ropaje entre nervios y prisas. Nos vestimos como pudimos y una vez algo recompuestos decidimos abandonar la estancia.

Aún quedaría lo que para mí sería lo peor. Al salir del cuarto y regresar por el pasillo a la pista de baile nos estaban esperando Marta y el Sr. Meyer, quien amablemente nos ofreció invitarnos a una copa final. Yo no supe que decir ni hacer, estaba como aturdido, incapaz de pensar con coherencia. Fue mi mujer quien rechazó el ofrecimiento aguantando estoicamente las miradas de Alan y de todos los presentes en esa sala que inevitablemente sabían que aquel cabrón se acababa de tirar a mi mujer.

Recobré algo la consciencia cuando mi mujer intercambió dos besos de despedida con los presentes y me tocó estrechar la mano de Alan, el cual, entregó una tarjeta de visita a mi esposa antes de irnos.

Me negué a conducir en mi estado de shock, además por el alcohol ingerido seguro que daba positivo, menos mal que el hotel estaba cerca y llegamos caminando. Como decía la canción de Sabina nos besamos en cada farola y al llegar a la habitación nos desnudamos frenéticamente el uno al otro para hacernos el amor de una manera apasionada e inimaginable.

Debo confesar que contrario a lo que hubiera podido pensar me gustó follarme a mi mujer sabiendo que otro tipo se la había follado antes. Que la penetré con ganas y furia tratando de demostrarle que yo era mucho más macho que el tipo por el que se había dejado follar. Que por mi parte no la guardaba rencor, y que lo disfruté cuando entre posición y posición mi mujer se arrodilló a mis pies para chupármela como tan solo horas antes había visto hacer a Marta. Me demostró que ella también tenía sus cosas en la cabeza. Lo disfrutamos, pocas veces hablamos del tema, y si lo hacemos es con buen rollo; prohibido reprocharnos nada el uno al otro en un pacto implícito.

Muchas gracias Sandra por poner el texto a mi experiencia, a mi mujer y a mí nos agradaría verla publicada en tu maravilloso blog. Besos,

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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