domingo, 4 de marzo de 2018

Torrevieja



Acabábamos de mudarnos a Torrevieja por motivos de trabajo de mi marido. Nosotros proveníamos de una ciudad del interior y norte de España. La idea de mudarnos a una localidad costera con 300 días de sol al año nos atraía bastante, queríamos disfrutar del mar. Además, a mi marido le mejoraron bastante las condiciones económicas, por lo que yo dejé de trabajar, aunque él apenas aparecía por casa debido a las nuevas responsabilidades. Entre las mejoras económicas la empresa pagaba el alquiler del adosado en el que viviríamos. Nos acomodaron en una casa de dos plantas en una urbanización con todos los servicios. Nuestra vivienda era la única junto con la de enfrente que daba a la zona de baño y piscinas comunitarias. A mí me agradó la idea de disfrutar de la piscina, en las largas ausencias de mi marido.



Comentar que yo me llamo Sandra, tengo 31 años y estoy felizmente casada con mi marido desde hace unos años. Soy rubia, algo bajita, y según mi marido bastante atractiva. Siempre me dice que tengo un culo y unos pechos preciosos que de no ser por la altura seguro que daba el tipo de modelo. Él también es moreno, tiene 33 años y mide1,80 de altura, con algo de barriguita, vamos un tipo de lo más normal.



Los días se sucedían y mi marido pasaba todo el día en el trabajo, por lo que yo estaba muchas horas sola, esperando que él regresara a casa y se desfogase del stress de la jornada haciendo el amor conmigo. Pero día tras día se quedaba dormido en cuanto se recostaba sobré el sillón. Enseguida comencé a visitar las tiendas y centros comerciales buscando ropa sexy, y lencería que fuera del agrado de mi esposo con intención de provocarlo, pero llegaba tan cansado de trabajar que me tenía desatendida. Yo trataba de llamar su atención, pero mi marido no me prestaba los cuidados que requería.





 Me pasaba largas horas en la piscina de la urbanización tomando el sol. Quería dorar mi cuerpo y coger bronceado para mi marido. Como aún era comienzo de verano, rara vez entraba alguien en la piscina. Recuerdo un día en que me encontraba tomando el sol sola en la piscina de la comunidad, cuando entró un grupo de tres jovencitas extranjeras. Extendieron sus toallas situándose cerca de donde yo me encontraba. Ambas tendrían entorno a los 20 añitos, tenían unos cuerpos muy bonitos propios de la edad, y lo que más me llamó la atención fue el descaro con el que se desnudaron cerca de mí quedándose tan sólo en micro tangas con un minúsculo triangulo de tela delante que les tapaba sus intimidades y un fino hilo en su trasero que les dejaba al aire sus espectaculares culitos. Enseguida comenzaron a hablar en voz alta y armar jaleo. Hablaban en inglés y debieron de pensar que no las entendía, por eso hablaban sin ningún pudor de los chicos que se habían tirado en la discoteca los días anteriores. Una de ellas incluso daba todo tipo de detalles acerca de cómo se había tirado a un hombre maduro, cincuentón según ella. Comentaba con sus amigas que este le había proporcionado mayor placer que los jovencitos de su edad dada su experiencia. Comentaba con todo lujo de detalles con sus compañeras como había sido la mejor experiencia de su vida. Narró como se la llevó a su casa de madrugada y se lo hizo en la cocina. A mí me resultó algo molesta la situación y decidí irme a la terraza de mi adosado a continuar tomando el sol. Cuando me encontraba poniendo la tumbona en nuestra terraza para continuar tomando el sol tranquilamente, me llamó la atención que desde la ventana del vecino de enfrente se movían ligeramente las cortinas. Yo creí que ese adosado estaba deshabitado, pero desde la terraza pude ver un coche con matrícula de Bilbao que estaría en su jardín desde la noche anterior. Me fijé más detenidamente en la ventana en cuestión y me pareció observar a un señor mayor, que espiaba con prismáticos a las jovencitas de la piscina. Además a juzgar por los movimientos diría que se la estaba pelando a la salud de las guiris que yacían medio desnudas. Me pareció increíble lo que estaba viendo, aunque no me sorprendió. Hay que ver como son los hombres en que ven un poco de carne. Me quedé un rato observando los acontecimientos y enseguida me bajé a preparar la comida y arreglar la casa.




Fue a la noche cuando mi marido comentó que había coincidido con el nuevo inquilino haciendo la compra en el súper de la urbanización y que habían regresado a la vez. Supuso que estaba viudo y prejubilado. Él se alegró de que al menos otro vecino hablase español, y me comentó que se quedaba más tranquilo cuando yo me quedaba sola. Yo no quise comentarle nada de lo sucedido, pero me preguntaba si también el nuevo vecino me había observado a mí en la piscina tomando el sol, y lo que es peor, si se había masturbado observándome.



Al día siguiente como casi todos los días me dispuse a tomar un rato el sol en la piscina. Estaba sola. En un momento dado pude comprobar cómo se movían las cortinas de la ventana del vecino. Me pregunté si también se la estaría pelando como con las jovencitas del día anterior. No podía creerme lo suficientemente atractiva como para que un hombre se hiciese una paja contemplándome en bikini, y la idea de excitar a otro hombre que no fuera mi marido me hizo gracia. Nunca lo hubiera imaginado, pero lejos de resultarme desagradable me gustó sentirme deseada. Me acordé de las palabras de mi marido comentándome que probablemente era viudo. “Pobrecito, seguramente estará necesitado” pensé para mí. El resto de días que tomaba el sol en la piscina pude comprobar cómo se movían las cortinas, me convencí de que me espiaba cada vez que bajaba a tomar el sol y bañarme en la piscina.



Hubo un día en que también coincidimos en el súper de la urbanización. Era la primera vez que lo veía de cerca. Parecía un señor educado, y a mí me pareció bastante atractivo para su edad. Tenía un no sé qué que lo hacía bastante interesante. Era la típica situación en la que él depositaba los artículos de compra sobre la cinta de la caja justo antes que yo. Me llamó la atención que entre los pocos artículos que depositó en la cinta había una caja de preservativos. “¿para que querría una caja de condones?” me pregunté. Pagó en efectivo y se dispuso a meter la compra en las bolsas. Yo llevaba muchas cosas así que se acumulaban al final de la cinta. Él se ofreció a ayudarme a embolsar y a llevarme la compra a casa, pero le dije que no era necesario. El insistió y mientras me ayudó a embolsar sus manos se rozaron con las mías. Me fijé que eran unas manos grandes y muy bien cuidadas. De repente un pensamiento absurdo me vino a la cabeza “¿con qué mano se masturbaría mientras me observaba en la piscina?, ¿por qué se había ofrecido a ayudarme a llevar las bolsas a casa?, ¿Acaso estaba dispuesto a acostarse conmigo?” .



Al día siguiente me dispuse a tomar el sol y darme un baño en la piscina como siempre. Miré hacia las cortinas de mi vecino y pude comprobar que se movían y había alguien detrás. No sé si fue porque la noche anterior quería haber hecho el amor con mi marido y de nuevo se quedó dormido, que yo me encontraba especialmente caliente. Comencé a imaginarme que hubiese sucedido si ese hombre atractivo y maduro, me hubiese ayudado a llevar la compra a casa. Me imaginé que una vez en la cocina mientras trasladaba la compra de las bolsas a los estantes, se acercaba a mí por detrás y comenzaba a acariciarme el culo con las mismas manos grandes que me rozaron el día anterior, primero por encima del vestido y luego por debajo. La idea de ser penetrada en la cocina por detrás mirando por una ventana, tal y como narró la jovencita, mientras mis pechos notaban el frío del mármol en la encimera, siempre me excitaba. Me imaginé que aplastaba mis pechos entre sus manos, y acariciaba mis pezones con sus enormes dedos. Tumbada boca abajo como estaba tomando el sol, decidí desabrocharme el lazo de la parte superior del bikini que tenía anudado a la espalda, mis pechos descansaban sobre la toalla. Trataba que las sensaciones se pareciesen a mis pensamientos y recordar lo que detalló la extranjera. Decidí recogerme la braguita del bikini como si de un tanga se tratase y bajar hasta el mismísimo inicio del culo la goma de la parte superior, como si fuese cualquiera de las jovencitas y sus tanguitas con las que coincidí en esa misma piscina. Mientras, me imaginaba que tras sobarme el culo a conciencia se arrodillaba detrás de mí y me bajaba las braguitas. Imaginé que luego subía el vestido enrollándolo en la cintura y sujetándome por las caderas me penetraba sin mediar palabra.



Mis pensamientos hicieron que perdiese la noción del tiempo, y cuando reaccioné el sol quemaba mi piel. Tuve que darme crema. Miré mi braguita del bikini y esta se había humedecido. Comprobé que mi vecino todavía se encontraba en la ventana espiándome. Me había excitado imaginando como me follaba sin piedad aquel tipo, y en el grado de excitación en el que me encontraba decidí corresponderle con un bonito espectáculo. Para darme crema me incorporé sin ponerme la parte superior del bikini. Cuando miré hacia la ventana unos reflejos de cristal lo delataron. “Posiblemente habrá cogido los prismáticos para verme mejor, al igual que hiciese con las guiris jovencitas” pensé para mí. Comencé a darme crema ofreciéndole unas bonitas vistas, sobre todo cuando me daba crema por mis pechos. Aunque no era la primera vez que hacía top less, se podían contar con los dedos de las manos y mi marido siempre había estado presente. Mis pezones estaban blanquitos en comparación con el resto de la piel. Mi voyeur seguramente se habría dado cuenta de este detalle. Quise exhibirme un poco para él, por lo que me tumbé boca arriba a tomar el sol. Comencé a jugar con la braguita del bikini, simulando que podría quitármela en cualquier momento. A veces bajaba la tela hasta el inicio de mis pelillos en el pubis. Al cabo de un rato escuché el ruido de la puerta metálica de acceso al recinto.



.-“Guten morguen” pronunciaron mirando hacia mí con acento alemán dos señores que por su aspecto parecían jubilados bávaros cuyas barrigas eran dignas de una postal de la oktoberfest.



.- “Buenos días” tuve que responder yo sonriendo forzadamente. La idea de que esos dos brutos alemanes estuviesen allí no me agradaba, y menos cuando pude comprobar que no me quitaban ojo de encima. El espectáculo de mi cuerpo no era para ellos. Mis sensaciones eran contrarias, por un lado pensaba que me estaba excitando exhibirme para mi vecino, y por otro me sentía sucia por la presencia de los bávaros babeando por ver mis pechos. Pero sobretodo pensé que si abandonaba la piscina al instante mi vecino se daría cuenta de que quería provocarlo y no de que era algo relativamente habitual en mí practicar top less. Cuando estimé que había transcurrido el tiempo suficiente abandoné la piscina.



Al llegar a casa, una vez en la ducha, no pude evitar volver a pensar que era mi vecino quien me ayudaba con la compra y me poseía brutalmente de nuevo en la cocina. No pude evitar masturbarme mientras me duchaba. Como aliciente en mi imaginación añadí que mientras mi vecino me penetraba desde atrás, yo miraba por la ventana de la cocina, y era observada por los turistas alemanes que se bañaban en la piscina. Tuve que reconocer que me excitó sentirme deseada por señores mucho mayores que yo. Me había gustado exhibirme y había encontrado una forma de gozar de mi sexualidad aunque fuese fantaseando dada la ausencia de mi esposo. Tal vez porque mis pechos ardían del calor del sol, pero ningún aftersoon lograba calmar mi calentura. El resto de la jornada me excitaba por nada, todo cuanto hacía me llevaba a recordar lo bien que lo pasaba fantaseando con la idea de ser penetrada en la cocina por mi nuevo vecino. Decidí calmarme un poco y acercarme a un centro comercial y mirar de hacer algunas compras. Pero casi fue peor el remedio que la enfermedad, pues para salir a comprar me puse una camiseta de tirantes blanca sin sujetador en la parte de arriba y una minifalda que dejaba ver mis piernas y si me descuidaba hasta las braguitas.



Me llamó la atención una tienda de bikinis y trajes de baño. Decidí entrar a probarme alguno. Había un par de bikinis que me parecieron bonitos y que pensé estaría espectacular con ellos. Enseguida vino una dependienta a ayudarme y tras indicarle mi talla me enseñó algunos más. Me guio hasta la zona de probadores. Eran los típicos probadores con un espejo enfrente y una cortinilla detrás. En el probador contiguo al que me introduje había una señora mayor muy arrugada probándose bañadores de una pieza, mientras su marido aguardaba enfrente resignado con el bolso en la mano. Nuestras miradas se cruzaron cuando entré al probador, adiviné su pensamiento, y decidí darnos el gustazo a ambos. Cuando entré en el probador dejé intencionadamente un poco abierta la cortina por el lado en que se encontraba el matrimonio de ancianos. Quería darle un espectáculo a ese viejo. Sabía que luego me masturbaría al llegar a casa imaginando que era mi vecino el compañero de probador. Pero quería saber qué es lo que podía pasar para tener algo nuevo que imaginar. Cuando me quité la camiseta de la parte superior no apartaba ojo de mis pechos, incluso se le calló de las manos el bolso de su mujer de la sorpresa. Yo lo pude comprobar a través del espejo. Quise que me mirase de nuevo cuando me quité la faldita y me quedé expuesta tan sólo con las bragas. Los ojos se le salían de sus órbitas. De nuevo comenzó a gustarme sentirme deseada aunque fuese por una persona que me doblaría la edad. Tal vez por el aire acondicionado o por las miraditas, el caso es que mis pechos comenzaron a ponerse de punta. Empecé a probarme bikinis, y la verdad es que la dependienta me ayudó a elegir bastante bien pues todos me sentaban estupendamente. Una vez me puse el top de uno de ellos cuyo estampado me pareció original, me di cuenta que la parte inferior no era tipo braguita, sino que se trataba de un minúsculo trozo de tela en la parte delantera y tanga de hilo por la parte trasera. Llevaba puestas mis braguitas, y sopesé si probármelo con ellas puestas como indicaba el letrero del interior del probador, o mostrarle mis intimidades a aquel desconocido y quitarme las braguitas delante de él. Aquello eran palabras mayores, una cosa eran los pechos y otra mostrar mi pubis.



“Al carajo, un día es un día” pensé, y cogiendo mis braguitas por los laterales comencé a deslizarlas por las piernas agachándome para quitármelas y ofreciendo una visión espectacular de mi culo al ancianete de al lado. Ahora estaba de pie frente al espejo tan solo con la parte superior de ese bikini, mostrando mi culo y mi pubis a través del espejo. Me puse el tanga a juego. Me acordé que era prácticamente igual al que lucieron las jovencitas extranjeras y que tanta atención despertaron sobre mi querido vecino. Miré por el espejo hacía mi voyeur de probador. ¡No me lo podía creer! ,¡su entrepierna estaba abultada!, aquel ancianito estaba teniendo una erección. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo a través del espejo y enseguida se cubrió la bragueta de los pantalones con el bolso de su esposa tratando de disimular su erección. Yo me deleité un rato más mirándome en el espejo en todas las posiciones. Nunca creí que pudiera ni tan siquiera probarme una prenda de ese tipo, y ahora estaba dispuesta a llevármela. Estaba absorta en mis pensamientos cuando pude oír como mi honorable ancianito marchaba a las cajas a pagar los bañadores de su señora. Decidí comprar una par de bikinis, entre ellos el de tanga de hilo que me probé.



Esa misma tarde dejó de funcionar la televisión en nuestra casa, yo se lo comenté a mi marido por la noche en la cena y tras comprobar la instalación me dijo que le pareció ver a la entrada de la urbanización el nombre y número de adosado del presidente de la urbanización, que mirase en ese tablón de anuncios a quien le podía corresponder y se lo hiciese saber. Así lo hice, al día siguiente a media mañana me dirigí al mencionado tablón para saber quién era el presidente. Para mi sorpresa correspondía al número de adosado de enfrente, el del señor de Bilbao que al parecer se llamaba Antonio. No me hizo mucha gracia tener que recurrir a él, más bien sentí algo de vergüenza, pero si quería ver la televisión debía de avisarle. Lo llamé a su puerta en un momento en que creí que se encontraba en casa. ¡Din don! Sonó el timbre:



.- “Disculpe preguntaba por el Sr. Antonio, el presidente de la urbanización.” Dije nada más se abrió la puerta.



.- “Si soy yo, ¿en qué puedo ayudarte?”. Me dijo al abrir la puerta. Se encontraba en pantalón corto de deporte, al parecer hacía poco que había regresado de hacer footing y todavía estaba aún algo sudado y con el torso descubierto. Tenía poco pelo por su cuerpo, como si se hubiese hecho una depilación definitiva hace algún tiempo. Se conservaba bastante bien para su edad, marcaba abdominales a pesar de que superaría los cincuenta tacos, y tenía un no sé qué en su mirada que lo hacía atractivo.



.- “Perdone que lo moleste, pero no vemos la tele en nuestra casa, mi marido ha comprobado la instalación y sugiere que puede ser problema de la toma comunitaria. He visto que es usted el presidente de la comunidad, y como somos nuevos en la urbanización no sabemos a qué empresa avisar para que lo solucione.” Le expliqué la situación.



.- “No sabes cómo me alegra tener vecinos que hablen español en la urbanización, las últimas tres reuniones de vecinos tuvimos que hacer el acta en inglés. Si me permites me acerco a tu casa y hecho un vistazo, tal vez pueda solucionarlo sin avisar al servicio técnico”. Y nada más decir esto me acompañó hasta nuestra casa.



Teníamos dos televisores, uno en el salón y otro en nuestro dormitorio, así que le enseñé ambos. Nuestro dormitorio estaba bastante desordenado, y me había dejado varias braguitas y sujetadores encima de una silla al lado de la tele. El tal Sr. Antonio se fijó en ellas. Tras comprobar el estado de las antenas me dijo:



.-“ Las tomas que tenéis son algo anticuadas, creo que tengo recambios en el garaje en casa, si tienes un poco de tiempo puedo arreglarlo”.



.- “Por mí no hay problema, pensaba darme una ducha y hacer cosas de la casa”. Al rato se presentó en casa con una caja de herramientas. Comenzó por el televisor del salón. Le ofrecí tomar algo y darle algo de conversación mientras arreglaba la instalación. Fue entonces cuando me dijo que se llamaba Antonio, que era prejubilado de banca y que efectivamente enviudó hacía ya cinco años. Me preguntó por mi marido, y otros temas hasta que me dijo:



.- “Sandra, si tienes algo que hacer por mí no lo demores, tengo aún para un rato”.



.- “¿no necesita nada?” le pregunté yo.



.-“creo que no, pero si lo necesito ya se lo haré saber” me dijo él.



Decidí entonces ir a ducharme.



Una vez en la ducha, me acordé de cómo tuve que masturbarme el día anterior al subir de la piscina y de lo sucedido en el probador por la tarde, así que decidí dejar la puerta del baño entreabierta. Son de estas cosas que haces sin medir las consecuencias, tan sólo quería jugar y coquetear con ese hombre mayor que yo. Lo escuché subir por las escaleras mientras estaba bajo el agua en la ducha y supe que se encontraba en nuestra habitación. Desde su posición podía verme en el baño a través del espejo. La situación me recordó mucho a la del probador, y lo bien que me lo había pasado masturbándome posteriormente recordándolo. Ni yo misma me creía lo que estaba dispuesta a hacer, pero cuando salí de la ducha y tuve que darme cremas lo hice completamente desnuda. Me di cremas por todo el cuerpo, acariciándome de forma sugerente. Yo me hacía como que no me daba cuenta y que todo era fruto de un descuido fortuito, pero podía ver de reojo por el espejo cómo me observaba mientras me embadurnaba el cuerpo de cremas. En un momento dado se llevó la mano a la entrepierna y comenzó a tocarse por encima de su pantalón corto de deporte. Ambos nos encontrábamos muy calientes, decidí mostrarme de tal forma que no lo olvidase en la vida, así que me senté en el borde de la bañera, frente al espejo, abrí mis piernas todo lo más que pude y me rasuré la fina tira de pelillos que decoraban mi pubis. Yo aprovechaba la posición para acariciar levemente mi clítoris y mantener mi grado de excitación. En un momento dado pude ver como cogía unas braguitas mías de encima de la silla al lado del televisor y las olía a la vez que se tocaba por encima del pantalón. Me hubiese abalanzado sobre él en ese mismo momento, me puso supe cachonda pensar que un hombre pudiera correrse tan solo oliendo mis braguitas, a mi marido le costaba practicarme el sexo oral como es debido y ese abuelete estaba dispuesto a correrse tan solo oliendo mi ropa interior, era algo que me excitó muchísimo. Hubiese sido capaz de ponerle los cuernos a mi marido en su propia cama matrimonial con el maduro vecino en ese mismo instante, pero precisamente por miedo a que eso ocurriese de verdad decidí terminar con aquel juego. Así que en voz alta dije:



.-“¿Ha terminado ya Antonio?, voy a preparar café quiere un poco”



.- “Si, si, ya estoy acabando” dijo él al tiempo que guardaba mis braguitas en su caja de herramientas y la cerraba como quien esconde un tesoro.



Yo me puse tan sólo el albornoz por encima y bajé a la planta de abajo a la cocina a preparar algo de café.



El tardó un tiempo en bajar, supuse que esperó hasta que se le bajase el bulto del pantalón de deporte.



.- “Ya he terminado, puede comprobar que se ven correctamente todos los canales en ambos televisores”, dijo el retomando el rol de presidente de la comunidad.



.- “Me gustaría agradecerle las molestias, por qué no se toma un café y alguna pastita conmigo? Le insistí yo.



El aceptó la invitación y estuvimos un rato charlando en la cocina. Yo continuaba tan sola con el albornoz puesto. Debía estar supera tractiva cada vez que debía estirarme a coger algo de los estantes superiores, pues estoy segura que cuando me encontraba de espaldas no cesaba de admirar mis piernas hasta el límite del albornoz. Lo mismo cuando me agachaba pues le mostraba una perspectiva impresionante de mi escote entreabierto. Además que cuando ambos estábamos sentados en las sillas dialogando descuidaba la abertura de mi albornoz mostrando mis muslos y escote hasta el límite de lo decente. Fueron varias veces las que me acordé de mis fantasías con ese hombre en la cocina, sin embargo en esta ocasión decidí conocerlo mejor y charlar con él. Me agradaba su conversación y sobretodo su compañía.



Me comentó que le gustaba mucho mantenerse en forma, y por eso practicaba mucho deporte. También intercalamos impresiones sobre algún que otro libro, pues también le gustaba la lectura. Yo le comenté que me gustaba mucho disfrutar del agua y el mar. Y en un momento de la charla me preguntó:



.- “¿Y vas mucho a la playa por aquí Sandra?

.- “La verdad es que no mucho, un día me acerqué hasta la playa del pueblo pero eso de bañarte junto a los barcos siempre me ha parecido algo sucio, por el aceite y gasoil que pierden. Eso, junto con el poco tiempo que llevamos aquí hace que todavía no he disfrutado mucho la playa”. Le respondí yo.



.-“ No sabes lo que te pierdes, hay playas y calas muy bonitas por esta zona. El único inconveniente es que efectivamente hay que acceder en coche o en bici como hago yo muchas veces. Si te gusta el mar y si quieres podría enseñarte cuando quieras algunas de mis preferidas”. Me dijo el invitándome a ir un día a la playa con él.



.- “Por mi encantada, no sabe cuánto se lo agradezco. Si le viene bien Sr. Antonio podíamos quedar mañana mismo.” Le dije yo ilusionada.



.-“Por favor, deja de tratarme de Ud. a partir de este momento, me hace mayor, para ti soy Antonio a secas. Y si te parece bien paso mañana a buscarte a eso de las 10:30 de la mañana. ¿De acuerdo?” me dijo él.



.- “O.k. Mañana a las 10:30 a.m.” Le confirmé yo.



Nada más abandonó mi invitado la casa tuve que subir a mi habitación a comprobar las braguitas que se había llevado. Estaba completamente cachonda. Comprobé que eran unas braguitas de encaje negras, acto seguido me puse el sujetador a juego, e irremediablemente tuve que masturbarme encima de mi propia cama matrimonial, la misma que tiene una foto de mi esposo en la mesilla de noche, y pensando que era mi vecino quien recorría con su lengua todo mi sexo. Fue uno de los mejores orgasmos de mi vida.



Esperé ansiosa hasta el día siguiente. Dudé mucho acerca del bikini que debía llevarme puesto. Al final opté por ponerme debajo del vestido que llevaría el bikini de tanga e hilo, y si en el último momento me arrepentía, buscaría cualquier excusa para cambiarme y ponerme otro bikini. Llamó a mi puerta puntualmente y subí en su coche.



.-“Buenos días Antonio, ¿qué tal está?” le pregunté cortésmente.



.- “Ah , bien gracias, parece que tendremos un día de mucho calor, estupendo para disfrutar de la playa ¿no le parece?” me dijo ahora él.



.- “¿Dónde vamos?” le dije animando a que arrancase el coche.



.- “Había pensado llevarte a una de mis playas preferidas, es bastante grande, hay muchos kilómetros de playa, aunque hay que andar un poco desde dónde se deja el coche y recorrer algunas dunas de arena. Se está muy tranquilo dada la extensión de la playa, el único inconveniente es que se trata de una playa mixta, convive gente nudista con gente normal pero,... ¿supongo que no será un inconveniente, verdad?” me dijo él esperando mi respuesta.



.- “Al contrario, por lo que dices estaremos tranquilos sin que nadie nos moleste, ¡vamos!”. Y dicho esto arrancó el vehículo hasta allí.



Nada más llegar nos situamos en un lugar relativamente apartado. Nuestros vecinos de playa más próximos se trataban de una pareja de novios más o menos de mi edad a nuestra derecha, y un par de chicas a nuestra izquierda. Me llamó la atención que la pareja de nuestra derecha practicaban ambos nudismo, mientras que las chicas de la izquierda una estaba en top less y la otra usaba un bikini de lo más normal. Me alegré de que mi bikini no fuese a llamar la atención en ese lugar. Así podría jugar y coquetear con Antonio sin llamar la atención. Opté por quitarme el vestido blanco y comenzar a tomar el sol con ambas piezas del bikini puestas. Mientras charlaba de temas de actualidad con Antonio la pareja de nuestra derecha comenzó a jugar con unas raquetas en la orilla de la playa, y me llamó la atención el tamaño del pene del chico. Me pareció relativamente grande. En una de las ocasiones en que la pelota cayó cerca de donde me encontraba pude admirar el escultural cuerpo del muchacho. Antonio se dio cuenta de que me fijaba en aquel chico y noté en él cierta envidia y celos. Ya sabéis como son los hombres, todos es una competición para ellos. Quiso exhibirse para mí, tal vez tratando de recrearse con el mismo juego que yo. Esta vez Antonio trató de competir con el muchacho sabiéndose ganador en cuanto al tamaño del miembro se refiere, por eso no dudó en preguntarme:



.- “Sandra ¿te importa si yo también me quito el bañador?” me preguntó como si nada. Y como yo estaba absorta en mis pensamientos le dije:



.- “Ehh, no, no por mi haz lo que quieras”. Dije algo aturdida.



Dicho y hecho Antonio se despojó de su bañador quedándose completamente desnudo a tan sólo unos centímetros míos en la toalla de al lado. ¡¡Madre mía!! que pedazo de polla gastaba Antonio, mayor que la del muchacho y desde luego mucho mayor que la de mi marido. Al principio me dio vergüenza mirarle el pene. Pude darme cuenta que se había afeitado o depilado dado el escaso vello alrededor de su miembro. Decidí cerrar los ojos y tumbarme boca abajo. Se hizo entonces un silencio prolongado.



Yo no podía evitar pensar en el tamaño del pene de Antonio. “¿por qué se afeitaría sus partes un hombre de su edad?” me preguntaba a mí misma, mientras estaba boca abajo y no paraba de imaginarme como sería ese miembro totalmente erecto. Llevaba ya un tiempo en esa posición fantaseando acerca del miembro de mi acompañante, por lo que si no quería que la tira del top me dejase marca de sol en la espalda, tenía que desatarme la parte superior, supuse que tumbada boca abajo como estaba con el tanga de hilo, era como mostrarme prácticamente desnuda, aunque mis pechos y mi pubis descansasen frente al suelo en la toalla sin mostrarse por el momento. De vez en cuando miraba a Antonio, aunque enseguida volvía cerrar los ojos por vergüenza a que me sorprendiese observándolo. Al principio este permanecía tumbado hacía arriba, luciendo orgulloso su miembro. En una de las últimas veces lo sorprendí tumbado de lado acariciándose ligeramente su pene, y aunque llevaba gafas de sol, supuse que miraba a la chica de la pareja de la derecha. ¡¡Se estaba tocando mientras observaba a la chica que jugaba en la orilla de la playa con su pareja!!. En cierto modo sentí envidia de esa chica, me puse algo celosa, ¡cómo era posible que mirase a esa chica estando yo a su lado!. Recordé que ya me había mostrado desnuda en la ducha para él, y aunque esta vez la distancia era mucho menor dada la proximidad de las toallas, quería que mi cuerpo fuese el centro de atención de sus miradas, por lo que decidí darme la vuelta y comprobar si se fijaba en mis pechos, mucho mayores y hermosos que los de mi rival, esa chica de la playa.



Yo me encontraba ahora tumbada hacia arriba luciendo mis pechos al sol, al igual que antes cerraba los ojos, en cierto modo por la vergüenza, no quería que Antonio cruzase sus miradas con las mías. Advertí que al poco tiempo se daba la vuelta y era él quien ahora permanecía boca abajo. De vez en cuando movía ligeramente su musculoso culo, símbolo inequívoco de que debía acomodarse su miembro como podía contra la toalla sobre la que estaba tumbado. Me sentí orgullosa por haber provocado la erección en Antonio. Mis pensamientos comenzaron a divagar imaginando que Antonio me poseía de nuevo en la cocina como ya imaginara en ocasiones anteriores. Como estaba tumbada boca arriba no quería que mi tanguita me dejase marcas de sol en la piel, por lo que decidí desatarme las tiras laterales de la braguita del bikini, aunque la tela seguía cubriendo mi pubis. Permanecí así durante un rato, mi acompañante no podía disimular su erección aunque tratase de ocultarlo. A mí me agradaba comprobar que Antonio seguía empalmado observándome. Una ráfaga de viento hizo que en un descuido por mi parte la fina tela de mi braguita volase y mostrase mi desnudez, yo me tapé como pude enseguida y acto seguido miré hacia Antonio tratando de comprobar si se había percatado de mi descuido y había podido observar mi pubis afeitado. Su sonrisa respondió a mi pregunta. Yo creí morirme de vergüenza en ese momento, mi juego había ido demasiado lejos, cómo había sido capaz de arriesgarme hasta el punto de que alguien que no era mi marido me hubiese visto completamente desnuda a tan sólo unos centímetros. El continuó desnudo boca abajo, se le notaba molesto tratando de acomodar su miembro y su posición en la toalla, debido seguramente a la erección que tenía desde hace ya rato. Yo me acaloraba, no sabía si por la vergüenza o la excitación. Necesitaba refrescarme. Consideré que había llegado el momento de darme un baño. Sin decir palabra me levanté rápidamente, por lo que la única prenda que me cubría mis intimidades se quedó encima de la toalla sobre la que estaba tomando el sol. Corrí desnuda a meterme en el agua. El agua estaba fresquita por lo que mis calores se disiparon enseguida. Me resultó agradable nadar completamente desnuda y notar el agua del mar acariciar mis intimidades sin ninguna prenda en mi piel. Estuve nadando un buen rato. Llegó la hora de salir, miré hacia donde se encontraba Antonio, este se había sentado mirando al mar y no perdía detalle de mis movimientos. Desde lo lejos ya pude observar como su miembro estaba todavía en erección. ¡Madre mía! Que pedazo de polla tenía Antonio, no podía dejar de pensar otra cosa. Al llegar a la orilla me percaté de que me observaría salir del agua del mar completamente desnuda, que esta vez no tenía escapatoria y se deleitaría con mi cuerpo. Volví a acordarme de mi exhibición en la ducha de casa, sobretodo porque me esperaba con mi braguita del bikini entre sus manos. “¿Las habría olido sin darme cuenta mientras estaba nadando?” me pregunté. Corrí a la toalla mientras mis pechos saltaban de un lado a otro, debí estar espectacular. Me sequé el cuerpo delante de él. No perdía detalle de mis movimientos, sobre todo cuando me agachaba para secarme las piernas y le ofrecía el espectáculo de mis pechos o mi culo según me giraba de frente o espaldas. Yo por el contrario no dejaba de mirar su pene todavía erecto, esta vez sin ningún disimulo, nuestras miradas se cruzaban sin importarnos. Él sabía abiertamente que ahora me estaba gustando exhibirme para él. Que quería que me mirase sin pudor. Esperaba en cualquier momento un comentario suyo acerca de mi cuerpo. Cómo este no llegaba decidí forzar un poco más la situación. Una vez me hube secado me tumbé en la toalla, cogí el bote de crema de mi bolsa y tumbándome boca abajo le pregunté:



.- “Antonio, por favor, ¿puedes darme crema?. El agua del mar me habrá quitado el factor de protección y temo quemarme”. le dije yo como si nada.



.- “Encantado” me dijo él. Tomando el bote puso crema en mi espalda, se acomodó ladeado junto a mí para extenderla, pude notar como su pene se rozó con el lateral de mi culo en las caderas desnudas. No quise mirar si había sido intencionadamente o por descuido, porque estaba concentrada tratando de disfrutar la sensación de sus manos recorriendo mi espalda. Empezó por extender la crema en el hombro más cercano a su posición y cuando tuvo que acercarse para llegar al hombro contrario su cuerpo entró definitivamente en contacto con el mío, su pene se rozaba ahora inevitablemente por mis caderas.



.- “Uhmm, que agradable” gemí yo un poquito provocándolo, y tras mis palabras, pude comprobar como su polla daba un respingo. Esta vez con el bote de protección solar apuntando hacía mi piel puso unos gotones de crema de forma intencionada sobre mi coxis. Parecía otra cosa. Se detuvo por unos momentos contemplando la crema en la parte superior de mis nalgas, yo adivinando sus pensamientos le pregunté:



.- “¿Por qué no continúa?” le dije con tono melosa.



.- “Es realmente hermoso” me dijo él.



.- “¿El qué?” le pregunté algo inocente.



.- “Tu cuerpo, Sandra, eres realmente hermosa” y dicho esto continúo extendiendo la crema por mi espalda, al principio lo hacía por la espalda y parte superior de mis nalgas, pero viendo que yo no decía nada comenzaba a bajar poco a poco hasta acariciar mi culo con total descaro. Por fin hizo el comentario que me certificaba que le gustaba.



.-“Que rica estás, Sandra. ¡Qué suerte tiene tu marido de cogerte cuando quiera!”.



.-“Uffh, si supieras lo necesitada que estoy no pensarías lo mismo” me dije a mi misma.



Yo estaba disfrutando de sus caricias, del roce de su pene en mis caderas, de la brisa marina, del momento de sentirme atractiva, de mis sensaciones. En esa posición los dedos de mis manos se entrecruzaban bajo mi frente, y decidí cambiar los brazos de posición, ahora se estirarían junto a mi cuerpo y dispuse mis manos hacía arriba junto a la altura de mis muslos. Fue inevitable que mi mano chocase con su pene. A estas alturas me extendía la crema por las nalgas y los muslos. Yo notando la dureza de su pene sentí la necesidad de agarrarlo y acariciarlo, suave, sutilmente, despacito. Sus manos recorrían ahora el interior de mis muslos, en una de sus caricias sus dedos rozaron mis labios vaginales, pudo notar que estaba empapada.



.- “Uhmm” no pude evitar suspirar de nuevo boca abajo cuando sus manos alcanzaron mis intimidades.



Un teléfono sonó en el interior de mi bolsa de playa. “¡Mierda!, ¿quién podría llamar tan inoportunamente en ese preciso momento?” pensé para mí. Tuve que desprenderme de agarrar el miembro del Sr. Antonio para atender al teléfono móvil.



.- “Dígame” dije al teléfono.



.-“Ah!!!. Hola, que sorpresa que llames” respondí a mi marido al otro lado del teléfono. Antonio continuaba ajeno a la conversación acariciando el interior de mis muslos y mis nalgas.



.- “Si, si estoy en la playa con Antonio, el vecino del que hablamos, hace un día precioso y la playa es estupenda la verdad. Ojalá pudieras estar aquí conmigo”. Y mientras conversaba estas palabras con mi marido las caricias del Sr. Antonio en mis muslos se acercaban descaradamente hasta rozar mis labios vaginales.



.-“¡Que dentro de un rato puedes estar en casa para comer!” dije en voz alta sorprendida porque ahora las manos de Antonio alcanzaban sin dificultad mis intimidades, incluso pudo notar que mi pubis estaba recién afeitado.



.-“Bueno recogemos enseguida y te preparo algo de comer”, le dije a mi marido mientras disfrutaba de las caricias de Antonio.



.- “Hasta luego, cariño, nos vemos” me despedía de mi marido a duras penas con un hilo de voz en mi garganta.



.-“Si, yo también te quiero, adiós, mi amor” dije finalizando la conexión con mi marido y colgando el teléfono móvil. Yo permanecía tumbada boca abajo abandonada completamente a las caricias de Antonio. De momento era incapaz de mirarlo a la cara. “¿Cómo había permitido que me metiese mano mientras hablaba con mi marido por teléfono?,” No dejaba de pensar cosas por el estilo. No quería admitirlo, pero aquella persona que me triplicaba la edad me había llevado hasta el límite del morbo y la excitación, metiéndome mano mientras hablaba con mi marido a la vista de todo el mundo presente en aquella playa. Nunca antes había sentido tanta vergüenza y tanto morbo a la vez. Cuanto más consciente era de lo que estaba sucediendo más aumentaba mi excitación. Mi respiración comenzó a agitarse, mi estado era evidente. Me concentraba en el contacto de la polla de Antonio con mis caderas. Sentí un deseo irrefrenable de acariciarla. Quise tener de nuevo todo ese pedazo de carne en mis manos. Pero de nuevo mi razón me llevó a sobreponerme y no tuve más remedio que decirle:



.- “Se hace tarde, ¿por qué no me llevas a casa?” le dije. Recogimos nuestras cosas y enseres de playa. Él se dio un baño rápido, yo me puse de nuevo la braguita del bikini y el vestido blanco con el que había bajado a la playa. Debido a que aún estaba empapada de agua mis pezones se transparentaban a través de la tela del vestido. Antonio se secó rápido y poniéndose una camiseta subimos al coche y nos dirigimos hacía la urbanización.



Una vez en el coche no dejamos de hablar de lo sucedido:



.-“¿Te ha gustado?” me preguntó él.



.-“¿El qué?” contesté inocentemente.



.-“Mejor dicho ¿qué sientes?” insistió él.



.-“¿Por qué lo preguntas?” dije sin saber adónde quería llegar.



.- “Bueno, de alguna forma nos hemos dejado llevar, ¿no te sientes mal?”.



.- “Espera un momento, que yo sepa no hemos hecho el amor ni nada parecido, tan sólo ha sido .... pues eso lo que ha pasado” no sabía explicarlo.



.-“Me alegro que no te enfades, Sandra, para mí es como un juego. Sabes, no recuerdo el tiempo que hacía que no tenía una erección sin viagra, y ha sido gracias ti Sandra” me dijo posando esta vez su mano en mi pierna mientras conducía.



.- “Oh, Antonio, no seas mentiroso eso se lo dirás a todas.” Le dije yo.



.- “¿Todas? Lo dices como si a mi edad tuviese que apartarme las mujeres a cientos” Contestó él.



.- “No me mientas Antonio, entonces ¿para qué compras preservativos en el súper o te tomas viagra?”. Le pregunté con curiosidad de conocer la respuesta. A decir verdad llevaba días intentando saber por qué.



.- “Aunque no te lo creas a mi edad un hombre todavía tiene necesidades que satisfacer” me dijo en tono picante.



.-“Ya y lo haces espiando a jovencitas en la piscina”. Dije medio riéndome.



.-“ Por suerte un hombre con dinero puede satisfacer sus necesidades”



.-“Ya!!, y ninguna de esas, eh... como decirlo, profesionales, sabe levantártela sin necesidad de viagra, no me lo creo”



.- “Te lo creas o no, así es Sandra, no necesito tomar nada desde el primer día que te vi tomando el sol en la piscina, sólo tu consigues que tenga erecciones sin necesidad de la pastillita azul” esta vez su mano se deslizaba por mi muslo.



.- “¿Me has estado espiando tomando el sol en la piscina?” le dije haciéndome la sorprendida.



.-“Acaso te sorprende, Sandra, ¿no lo sabías?” pero de sobras conocía la respuesta, y continuo diciendo:



.- “No sabes la de veces que he tenido que tocarme viendo tu cuerpo en la piscina e imaginando cosas contigo. Hoy mismo en la playa mientras estabas tumbada boca arriba no pude evitar tocarme observándote. Ninguna ha logrado que me corriese dos veces en el mismo día” se confesó sin quererlo. Su mano derecha acariciaba mis muslos desde la rodilla hasta el inicio de la faldita de mi vestido.



.-“¿Dos veces?, ¿cuándo he logrado yo semejante proeza?” le pregunté con curiosidad



.-“ El otro día en la piscina, mientras hacías top less antes de que entrasen esos alemanes de la urbanización, no pude evitar masturbarme mientras te espiaba” me dijo al tiempo que su mano acariciaba mi pierna



.- “ ¿Y la segunda?” le dije ahora interesada en conocer la respuesta.



.- “Esa misma noche no pude evitar pensar en ti, en tu maravilloso cuerpo, en tus hermosos pechos”. A mi escuchar sus palabras me ponían a cien.



.- “Ah sí, ¿y qué te imaginabas si puede saberse?” le pregunté melosa mientras me acomodaba en el asiento del coche de tal forma que mi vestido se recogió hasta dejar ver el lazo lateral de las braguitas del bikini.



.- “Hay una fantasía que siempre he tenido” y continuó diciendo: “Frecuentemente me he imaginado que lo hacemos en la cocina mientras tú estás entre los fogones, y te poseo desde atrás sin mediar palabra”.



.-“¿En serio?!!” le dije yo sorprendida por lo que acababa de escuchar.



.-“ Si, siempre me ha gustado la idea de poseer a una mujer en la cocina”. Yo no podía creerme lo que estaba oyendo. Me mordí el labio inferior y lo miré fijamente. Quise saber más.



.-“Ah siiii ¿y que más cosas te imaginas?, viejo verde” lo provocaba.



.-“Me imagino que lo hacemos sobre el típico taburete de cocina, sobre la mesa, le suelo, la encimera, con la puerta de la nevera abierta,...”. Al oír eso me reí, me hizo gracia y le pregunté:



.-“¿Es así como lo hacías con tu esposa?” le pregunté.



.-“No que va, con mi esposa era de lo más tradicional, ya sabes el misionero y poco más, a los de nuestra generación nos educaron de esa forma.”



Estábamos parados en un semáforo. Yo cogí con la yema de los dedos el extremo de uno de los cordones de la tira que sujetaba mi bikini por el lado que se había subido el vestido y podía verme. Nuestras miradas se cruzaron.



.-¿Por qué no tiras del otro extremo? Le pregunté dirigiendo mi mirada hacia la otra tira del mismo lazo. El mirándome a los ojos tiró del otro extremo del lazo y el nudo se deshizo. Yo aproveché para deshacer el nudo del otro lado de las braguitas. El coche se puso en marcha. Ahora fui yo quien puso la mano sobre el bañador de Antonio. ¡¡ De nuevo tenía una erección!!.



.- “Antonio, ¿puedo preguntarte una cosa?” le dije comprobando el estado de su miembro por encima del bañador.



.- “Si claro”, me dijo él dejándose hacer.



.-“¿Cogiste unas braguitas negras de mi dormitorio el otro día?” se quedó sorprendido.



.-“Lo siento Sandra no pude evitarlo, puedo devolvértelas cuando quieras” a mí me hacía gracia que se disculpase como un niño pequeño.



.-“¿Querías jugar con ellas? Le pregunté todo lo más sugerente que pude.



.-“Si, ¿qué insinúas?” me preguntó él.



.-“¿Te gustaría coger las que llevo puestas?” le dije subiéndome la faldita del vestido. Me miró de nuevo a los ojos y aprovechó el siguiente semáforo para tirar de ellas. Aunque yacían sin atar en mi entrepierna, tuve que facilitarle la labor levantando ligeramente mi culo del asiento.



.-“¿Por qué no las hueles?” le pregunté, y dicho esto se las llevó a la nariz. A mí me excitó la escena de ver a aquel señor maduro oliendo mis braguitas.



.- “¿Te puedo hacer otra pregunta?” le dije mientras volvía a acariciarle por encima del bañador.



.-“Ya la estás haciendo” me dijo.



.-“¿Te has acostado con muchas mujeres?, ahora me giré hacia él, de tal forma que tenía una visión privilegiada de mis pechos, además no cesaba en acariciarme las piernas desde la rodilla hasta rozar mis labios vaginales.



.-“Si, puede ser, creo que sí?” respondió sin tener muy clara mi pregunta.



.-“¿Por eso compraste preservativos en el súper el otro día, y te tomas viagra?” ahora agarraba su miembro por encima del bañador.



.-“Principalmente si, ¿por qué?”



.-“¿Y nunca antes tuviste dos erecciones tan seguidas?”



.-“No, nunca” estábamos llegando a nuestro destino.



.-“¿Tanto te gusto?” le pregunté.



.-“Sí, eres la mujer más hermosa que he conocido” y luego deteniendo el coche me dijo: “Ya hemos llegado. Ha sido un placer, Sandra”.



.- “¿Por qué no subes y te quedas a comer?” le ofrecí la invitación.



.-“Esta bien, ¿puedo aparcar aquí enfrente?” dijo él.



.- “Si, por mí está bien aquí”.



Y dicho esto salimos ambos del coche, me ayudó con las bolsas de la playa, yo fui abriendo las puertas. Dejamos los enseres en el cuarto de la lavadora, y enseguida nos dirigimos a la cocina a preparar la comida. Antonio me ayudaba con algunas cosas, como pelar las patatas o cortar la verdura. Hablábamos de temas de actualidad porque la tele de la cocina estaba encendida y ponían temas de cotilleos. Yo todavía llevaba el vestido blanco con el que bajé a la playa, y por falta de tiempo o no haber encontrado el momento, permanecía sin bikini ni ropa interior debajo. Antonio se daba cuenta de este detalle, cada vez que me acercaba a la ventana de la cocina enfrente al fregadero y al tras luz se adivinaba mi figura. Además la ventana estaba abierta para dejar salir el humo de las sartenes. Se podía escuchar la voz de unos extranjeros que provenían de la zona de la piscina. Le comenté a Antonio que escogiese una botella de vino y la abriese. Le indiqué donde estaban las copas. Escogió un vino blanco espumoso que a mí me gustaba mucho. En una de las veces, tuve que subirme a una silla para llegar a alcanzar un bote de caramelo de los altillos de la cocina. Antonio estaba sentado en una de las sillas y desde su posición disponía una visión espectacular de mi culito. Acercándose a mí por detrás me dijo:



.-“Te ayudo a bajar, para que no te caigas”. Yo me di la vuelta con el bote de caramelo en la mano y de frente a él me lancé sobre sus brazos. Como me había agarrado de la cintura cuando bajé mi vestidito se subió dejando al aire mis nalgas del culo y mi pubis.



.-“Oppsh, perdona” dijo avergonzado.



.-“No te preocupes, además ya me has visto desnuda ¿qué más da no?.”



.-“Sí, supongo que sí” dijo él y volvió a sentarse en la silla.



Yo me acordaba de todo cuanto hablamos en el coche, no me podía creer que su fantasía fuese como la mía hacerlo en la cocina y se mostrase impasible, sobretodo sabiendo que llevaba toda la mañana caliente. Sobre la mesa de la cocina había varios botes de salsas y dulces, así como fruta y otros alimentos. Las dos copas de vino también estaban preparadas. Yo cogí la que estimé era mía y apurando un trago le dije:



.- “Te importa si me siento en tus piernas” y dicho esto me senté sobre su regazo. Pude notar su paquete a través de su bañador en mi culo.



.-“Toma” le dije, al tiempo que le daba a probar una de las fresas del frutero.



.-“La fruta va bien con este tipo de vinos” y le acerqué la fresa a su boca. El hizo lo mismo con otra fresa y la puso en mi boca.



.- “Cierra los ojos” le dije. Y cuando lo hizo le embadurne la boca con sirope de chocolate. El permanecía con los ojos cerrados y le di a degustar otra fresa. Ambos nos reímos, pues le costaba masticar dado el tamaño de la fresa y la cantidad de chocolate.



.-“Ciérralos tú ahora” me dijo, y al cerrarlos me dio un pequeño beso en la boca. Sabía a chocolate. Pude notar como al besarme su pene crecía en el interior de su bañador. Que no llevase bragas facilitaba la percepción.



.-“Lo siento no he podido resistirme” me dijo:” Espero que no te halla importado”.



Dicho esto yo cogí más sirope de chocolate y lo extendí por su boca, y poniendo mis manos en sus mejillas lo besé de forma apasionada. Mientras nos besamos sus manos acariciaron mis piernas. El deseo se había desatado. Dejamos de besarnos, y ahora me miraba fijamente a los ojos. Yo me incorporé lo suficiente para sentarme a horcajadas suyo. Antonio deslizó los tirantes de mi vestido, que resbalaron por el hombro dejando a la vista mis pechos.



.- “Son preciosos” me dijo y acto seguido comenzó a chuparme las tetas. Al principio me besaba manchándome el escote de los restos de chocolate en su boca, pero luego lo lamía cuidadosamente con su lengua. No dejó ni un solo centímetro de mi piel por recorrer con su lengua, hasta limpiarlo todo. Yo mientras, podía notar la erección de su miembro. Al no llevar ropa interior ni nada debajo del vestido, su polla se restregaba con mi coñito tan sólo separados por la tela de su bañador. No dejaba de imaginarme como sería tener semejante pedazo de polla en mi interior. Le baje el elástico de su bañador y agarré su pene.



.-“¡Qué barbaridad!, Caray con el abuelito” dije en voz alta, me costaba abarcarlo con las dos manos. Su polla permanecía entre mis labios vaginales sin llegar a penetrarme mientras yo me movía adelante y atrás. Las manos de Antonio acariciaban todo mi cuerpo.



.- “Llevo esperando este momento desde el primer día que te vi en la piscina”, me dijo besándome en el cuello y sin cesar de acariciarme el culo.



.-“Sabes,...” le dije yo “ he de confesarte que me ha gustado provocar este momento” y le di un pico en la boca.



.- “Sandra eres la mujer más ardiente que he conocido en mi vida” y mientras me decía esto su manos se deslizaban por mi culo.



.- “¿Estas disfrutando?” le pregunté con voz sensual. Cogí una de sus manos y la guie hasta uno de mis pechos, su cara fue un poema.



.- “Sihhh” dijo Antonio totalmente sumiso a mis iniciativas.



.- “¿Te gusta acariciarme? Le susurré. El asintió con la mirada mientras sus manos recorrían mi cuerpo, una en mi culo y la otra en mis pechos.



.- “¿Te gustan mis pechos?”, le susurré de nuevo.



.- “Siiihhh” respondió con un hilo de voz. Me acerqué de tal forma que le introduje uno de mis pechos en su boca, casi lo ahogaba. Yo lo rodeé con uno de mis brazos por detrás de su nuca, mi pecho en su boca, mientras con la otra mano le acariciaba la polla. El por su parte me chupaba las tetas como si le fuese la vida en ello. Sus manos me sobaban ahora el culo. Yo me propuse elevar aún más la temperatura.



.-“¿Te gustaría follarme como a todas esas putas con que te acuestas, ehh Antonio?.” Pronuncié su nombre con fuerza como recordándome a mí misma que no era mi marido. Cerró los ojos esperando que eso sucediese.



.- “Sabes, me hubiese dejado follar en medio de la playa cuando hablaba con mi marido por teléfono.” Yo no me podía creer que me estuviera comportando de esa manera.



.- “¿En serio?, no me hubiese importado” dijo él.



.- “¿Seguro que te habría gustado metérmela por el culo?, ¿Ahhh, seguro que tú eres de los que dan fuerte por el culo a las mujeres, ehhh.?”.



.-“No, esto yo no, no he hecho eso nunca? se confesó Antonio.



.-“Uhhm a tu edad ¿sería tu primera vez?” le pregunté.



.- “Me temo que sí” dijo él.



.- “Me encantará enseñarte” y dicho esto cogí el dedo corazón de su mano y me lo llevé a la boca. No paraba de chuparle el dedo como si de una mamada se tratase. Él estaba alucinando por mi comportamiento. Una vez estuvo bien lubrificado lo guie hasta mi esfínter, y mirándolo fijamente a los ojos le dije:



.-“Adelante, méteme un dedo en el culo”. Antonio procedió como le ordené.



.- Aaaahhh gemí, y le mordí suavemente en la oreja. “Eres un chico malo”. Pero viendo que mis palabras le ponían cada vez más cachondo le dije:



.- “Si me pones muy cachonda dejaré que me folles, pero tienes que ponerme muy cachonda ehh.” Le dije con la voz más sensual que podía encontrar en mi garganta.



Fue ahora el quien me sujetó por las muñecas con su mano libre por detrás de mi cuerpo, inmovilizándome prácticamente.



.- “Te sentirás llena y notarás como me abro paso dilatando tu vagina”.



Me dijo al tiempo que trataba de penetrarme. Yo lo ayudé en la maniobra y su pene se introdujo dentro de mí. Al principio lo hizo despacio, saboreando cada milímetro de polla que entraba. Luego comenzó a moverse más rápido, casi con violencia.



.- “Siiih, así muévete” le suplicaba yo.



.-“Me vas a suplicar que pare”. Cada sacudida era más fuerte que la anterior.



.- “No, no pares, sigue, sigueeeh”. Gemía como podía.



.-“Vas a saber lo que es una buena polla dentro”. Y sus movimientos eran cada vez más fuertes.



.-“Oooh sí, me gusta sentirte, me gustaaaah” gritaba.



.-“Pienso follarte hasta dejarte sin aliento”. Entonces se levantó de la silla y yo en volandas con él a la vez, cuando ya estábamos en pie me dijo:



.-“Ven, date la vuelta y recuéstate sobre la fregadera”. Obedecí sus indicaciones encantada. Era mi fantasía de toda la vida y ahora estaba a punto de cumplirse. Quise notar el frío del mármol sobre mis pechos, mientras con mis manos me subía yo misma la faldita del vestido, dispuesta a someterme a las embestidas de Antonio. Para mi sorpresa Antonio colocó la punta de su polla a la entrada de mi ano y comenzó a hacer fuerza.



.- “No!!!!!, por ahí no!, me dolerá!!!” dije algo sorprendida.



.-“Calla, te gustará” y dicho esto su polla se abría camino a través de mi ano.



.- “Agggh” dije antes de empezar a gemir como una loca. El ritmo que imprimió Antonio fue frenético. Yo a esas alturas no podía evitar gritar. Cerré los ojos para concentrarme en las sensaciones que me proporcionaba aquel monstruo en mi interior. Comencé a acariciarme el clítoris en busca del orgasmo. Notaba el frío del mármol en mis pechos y me estaban follando como siempre había imaginado.



En un momento dado, levanté la vista y miré a través de la ventana. Veía entrar el coche de mi marido por la puerta del garaje. Sólo de imaginarme que mi marido podía sorprenderme con la polla de Antonio en mi culo, terminó por excitarme y me corrí en ese mismo momento. Al notar mis espasmos Antonio se corrió también en el interior de mi culo.



.- “¿Ya?” le pregunté.



.-“Si” dijo el recuperando el aliento.



.-“Mi marido está llegando en el garaje, por favor no le digas nada” le supliqué mientras me arreglaba y adecentaba el vestido.



.-“Lo sé, yo también lo he visto entrar. Tranquila, será agradable conocer a tu marido” me decía mientras se colocaba el bañador y se sentaba en la mesa simulando estar leyendo una revista desde hacía un tiempo. Justo en ese momento mi marido entró por la puerta.



.- “Buenos días, cariño” se acercó a darme un beso mientras yo me lavaba las manos aún del olor al sexo de Antonio en el fregadero.



.- “Ah! ,supongo que usted debe ser Antonio, el vecino de enfrente. Encantado de conocerle” dijo mi marido totalmente ajeno a lo que acababa de suceder unos momentos antes, mientras le tendía la mano.



.-“El gusto es mío”, dijo Antonio mirándome a mí, mientras estrechaba la misma mano con mi marido que antes me dilataba el culo.



.- “¿Qué tal en la playa?” preguntó mi marido tratando de entablar una conversación amena con nuestro invitado. El resto de la comida permanecimos hablando los tres de cosas sin importancia. Mi marido todavía no se había percatado que yo estaba sin bragas. Cuando nos sentamos a comer en la mesa yo podía sentir el semen de Antonio resbalar por mis intimidades manchando la silla.



Besos,



Sandra.

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