domingo, 4 de marzo de 2018

El accidente




Llevaba prisa. Llegaba tarde a una entrevista de trabajo, la primera en mucho tiempo. Lo tenía todo preparado para llegar con tiempo de sobra, pero a última hora mi hijo se puso malo y no tenía con quien dejarlo. Por suerte se hicieron cargo mis suegros, pero de disponer de tiempo de sobra a llegar justa.

Estaba dando vueltas tratando de encontrar un sitio donde aparcar cuando sucedió aquel imprevisto accidente. Juro que no vi de donde salió el ciclista, pero el caso es que al hacer el giro de noventa grados para cambiar de calle me lo llevé por delante. Me percaté más de lo sucedido por el ruido y los gritos de la gente en la calle, que por lo que realmente pude ver por el retrovisor. Bajé asustada del coche, un grupo de personas se arremolinaba alrededor del ciclista preguntando por su estado. Yo también quise saber e interesarme por su salud.



.-“¿Se encuentra usted bien?” pregunte arrodillándome junto a la víctima.



Fue entonces cuando pude verlo por primera vez. Se trataba de un señor mayor, no sabría precisar la edad, tal vez algo menos de sesenta y cinco, pero seguro estaba ya jubilado. Iba uniformado de ciclista con una bici de carretera. Parecía una persona educada y bien posicionada, lo que me relajó en un principio.



.-“¡Mujer tenías que ser!, no sé dónde te han regalado el carnet”, dijo con un aire machista que nunca he soportado.



.-“Bueno, veo por su respuesta que no se encuentra usted muy mal”, argumenté enojada por su comentario y con la intención de dejar claro frente a todos los presentes que si aquel engreído tenía ganas de discutir, tampoco habría sido el golpe para tanto.



.-“Debería conducir con más cuidado señorita”, dijo el retrogrado ciclista tratando de incorporarse entre el gentío de personas que se congregaban a su alrededor.



.-“¿Pero se encuentra usted bien?”, pregunté de nuevo.



.-“Debería acercarse usted a un hospital a que le echasen un vistazo”, se apresuró a decir una de las personas que se arremolinaban entorno nuestro.



.-“No entiendo cómo le dan el carnet a cualquiera”, espetó el accidentado ciclista incorporándose ahora sí con algo de ayuda de la gente a su alrededor, mirándome con desprecio



.-“Bueno al parecer se encuentra bien”, dije yo al comprobar que el susodicho se incorporaba y tenía fuerzas para despotricar contra mí.



Me tuve que aguantar un par de comentarios machistas más por su parte antes de poder marchar de aquella situación tan insólita para mí. Insistí en acompañarlo a un hospital tal y como sugería la gente, aunque yo lo veía en perfecto estado. Si estuviera realmente mal no tendría ganas de maldecir a todas las mujeres conductoras, y de soltar toda clase de improperios que me tuve que aguantar. Como es normal en estos casos, poco a poco la gente se fue marchando, le ofrecí al señor educadamente mi ayuda por última vez, que declinó una vez más dejando claro que se trataba por mi condición de mujer, hasta que tras un par más de insultos por su parte, el tipo optó por subirse de nuevo a la bici y desaparecer camino de no sé dónde ni me importa.



Por supuesto llegue tarde a la entrevista de trabajo. Otra remota posibilidad perdida. De todos modos no creo que me escogiesen como candidata. No daba el perfil según la candidatura. Sin duda a mis treinta y dos años era la más mayor de las chicas que aguardaban en la salita de espera. Seguramente mi contrato no venía bonificado como el del resto de candidatas, todas más jóvenes, frescas y sin experiencia. Mucho más dispuestas que yo a ascender dentro de una empresa llevándose cosas a la boca. Ahora en la distancia no lograba entender porque había hecho tanto nervio.



Para los que no me conozcan decir que me llamo Sandra, tengo treinta y dos años, estoy casada desde hace varios años con mi marido con el que tengo un hijo maravilloso. 

Como habrás podido comprobar prefiero mantener cierto anonimato, ¿es más excitante así, no crees?. Piensa que podría ser tu vecina, o tu compañera de trabajo, la mamá de algún compañero de tus hijos, o esa mujer con la que te cruzas todos los días.



Pero a lo que estábamos…



Lo peor de todo es que al cabo de unos días me llegó una citación del juzgado, al parecer el ciclista del accidente me demandó por lo penal y reclamaba una indemnización por lo sucedido. No me lo podía creer. Era lo único que me faltaba en una semana nefasta. Además del pequeño roce en la carrocería del coche, se había estropeado el calentador del agua, las dos cosas me urgía repararlas. La caldera porque no podíamos estar sin agua caliente en puro mes de febrero, y el coche antes de que pudiera percatarse mi marido y me montase el pollo.



Tras leer la fatídica carta, lo primero que hice fue ponerme en contacto con el seguro de mi coche. Por suerte la póliza a todo riesgo del vehículo cubría los gastos de defensa en caso de accidente. Desde el teléfono de atención al cliente me remitieron muy amablemente a un abogado especialista en estos casos con el que trabajaban habitualmente y que sería quien me representaría llegado el caso. Me puse en contacto con él por si necesitaba algunos datos y debo reconocer que me tranquilizó en primera instancia. Me dijo que lo habitual en estos casos era pagar al demandado las cuantías habituales que dictaminaban los jueces y que estas solían oscilar entre diez y quince euros diarios por cada día de baja médica que acreditaba el accidentado. Según él, nunca se llegaba a la vía penal, y al final se trataba de un caso de dinero en el que la cuantía la marcaba el médico que dictaminaba los días de cura y/o baja médica. Eso sí, me advirtió que las indemnizaciones siempre eran a título personal, esto es, en caso de juicio era yo quien debía pagar y no el seguro, pero que por esa misma causa desde las compañías de seguros trataban de impedir la celebración de juicio y la conciliación entre las partes, en lo que consideraban la mejor defensa de sus asegurados, pactando antes de la celebración del juicio, todo lo cual como digo, me tranquilizó.



Así fueron pasando los días, debo reconocer que me olvidé y despreocupé del tema hasta que pasadas unas semanas, y llegado el lunes de una nueva, vi como tenía marcada en la agenda de esa misma semana la fecha de la citación para juicio con fecha del viernes. Tenía el número del abogado asignado por mi compañía de seguros guardado en el móvil y decidí llamarlo con la intención de que me dijera que ya estaba todo resuelto, que habían llegado a acuerdo, y que me olvidara de nuevo del tema. Pero cuál fue mi sorpresa mayúscula cuando al llamarlo me informó con voz incluso titubeante para un abogado de su prestigio, que todavía no había cerrado un acuerdo con el abogado de la otra parte.



Indudablemente yo le exigí explicaciones:



.-“¿Cómo puede ser, creí dejarlo en buenas manos?”, le apuntillé poniendo en duda su buen hacer como abogado.



.- “El caso es que el acusante no quiere llegar a acuerdo, quiere que se celebre juicio a toda costa”, me respondió tras exigirle algunas aclaraciones.



.-“¿Y ustedes que han hecho al respecto?”, le insistí en darme más justificaciones.



.-“Mire…, no quiero andarme con rodeos, le seré completamente sincero, la cosa no pinta bien para usted. Al parecer el tipo se lo ha tomado como algo personal y únicamente quiere que se celebre juicio a toda costa, me consta que no sigue ni los consejos de su abogado” reseñó al respecto.



.- “Pe, pero... “balbuceé. No me lo podía creer.



.- “Mire su compañía de seguros me ha autorizado a ofrecerle incluso más del doble de lo habitual en estos casos, pero ni aún por esas, está empeñado en ir a juicio. Es más, le puedo decir que incluso desoye los consejos de su propio abogado, el cual le ha insistido en que acepte el trato que le ofrecemos. Lo sé porque su abogado fue compañero mío en la facultad y me debe algún que otro favor. Quiero pensar que todo se trata de una estrategia de negociación por su parte a la desesperada, siempre hay algún que otro pirado que cree saber más de derecho que su abogado, pero creo que como todos antes de que se celebre juicio pactará. Aunque francamente es la primera vez en mi carrera que me ocurre algo semejante. La mayoría de la gente acepta la indemnización que le sugiere su propio abogado, a quien por otra parte tampoco le interesa entrar a juicio”. Se explicó esta vez sobradamente.



.-“Pe..., pero ¿qué podemos hacer?”, pregunté ahora sí algo asustada tras escuchar sus palabras.



.-“Tranquilícese, solicitaré una cantidad extra para negociar a su aseguradora, ya verá como justo antes del juicio, en las puertas mismas del juzgado, aceptan nuestra última oferta” pronunció tratando de relajarme.



.- ¿Cómo está usted tan seguro?” cuestionaba su seguridad.



.-“No se preocupe, ya verá como es su propio abogado quien sabrá encontrar los argumentos necesarios para convencerlo. Es al primero que no le interesa enfrentarse a mí” dijo como si fuese lo más normal del mundo para él, y sin embargo para mí sí era todo un mundo.



.-“Ya, ¿y si no acepta que pasa?”, pregunté alarmada ante la posibilidad de ir a juicio.



.-“Confiemos en que sea así, porque si no acepta, le seré completamente sincero, pese a preparar la mejor defensa, será difícil que el juez de instrucción no la obligue a indemnizar al accidentado. En el fondo usted realizó un giro de noventa grados, con lo que eso supone, además invadió el carril bici y posiblemente se saltó un semáforo en rojo. Si no se presentan testigos, y con el mejor de los argumentos lograremos que la cuantía no supere los cinco euros por día de baja” concluyó al teléfono.



.-“Ya... ¿y quien los paga?”, pregunté alarmada ante la posibilidad de no poder hacer semejante desembolso.



.-“Como ya le dije estas indemnizaciones son a título personal, el juzgado no permite delegar las responsabilidades”, trató de explicarse.



.-“¿Qué quiere decir eso?” aunque fuese repetirlo quise que me lo aclarara una vez más.



.-“Que debe pagar usted”, dijo como si nada.



.-“Entonces…,¿para qué pago un seguro a todo riesgo en el coche?”, no lo entiendo”, dije empezando a perder los nervios y alzando la voz por teléfono.



.- “Tranquilícese por favor, mire…” dijo ahora tratando de rebajar la tensión, “usted no puede cometer un delito y dejar que sea otra persona quien cumpla condena por usted, ¿lo entiende verdad?, pues esto es lo mismo, una vez se celebra el juicio, el tribunal impone la pena, en este caso la cuantía por ser su primera vez a la persona jurídica” concluyó en su argumentación.



.- “Pe..., pero por las fechas en las que ocurrió el accidente y las fechas en las que estamos el tipo se ha pegado casi tres meses de baja, eso son en el mejor de los casos como dice usted unos cuatrocientos cincuenta euros”, dije pensando que en esos momentos de mi vida no podía hacer frente a una cantidad tan ridícula incluso como esa.



.- “Efectivamente me consta que han sido sesenta y cinco días de baja, nos enfrentamos a una sanción de entre trescientos veinticinco y novecientos setenta y cinco euros” dijo confirmando mis temores en un alarde por hacerme ver que lo tenía calculado con anterioridad.



.-“¿De donde saco yo esa cantidad de dinero?”, pregunté horrorizada al escuchar la máxima cantidad.



.- “No se preocupe, le hemos ofrecido dos mil euros, y aunque ha declinado espero poder ofrecerle incluso tres mil a las puertas del juicio, ya verá como acepta”, trató de cumplir con su papel defensor.



.-“¿Y si no acepta?” pregunte una vez más siendo pesada.



.-“Todo el mundo acepta” concluyó, y dicho esto se excusó argumentando que debía atender más casos, por lo que muy atentamente se despidió y colgó dando por finalizada la conversación.



Yo no sabía qué hacer. La conversación con mi abogado había sido de todo menos tranquilizadora. Cuanto más pensaba en sus palabras más nerviosa me ponía. Al llegar a casa no quise comentarle nada a mi marido. El pobre se mataba a trabajar y aún con todo nos costaba llegar a final de mes. No tenía sentido preocuparlo a él también. Además, lo más probable es que quisiese saber dónde vivía el tipo ese para partirle la cara en dos, lo que agravaría el problema en vez de solucionarlo, aunque el susodicho se lo tuviese bien merecido.



Menudo sinvergüenza el tío, le estaban ofreciendo casi el doble de lo que le correspondía y ni aún por esas. Dos mil euros, dos mil, desde luego a mí me vendrían que ni pintado para tapar algunos agujeros.



¿Por qué lo hacía entonces?, ¿por qué no aceptaba el dinero?. Llegué a la conclusión y me temí que el muy cabrón lo hiciese tan solo por el hecho de ser mujer. Desde el primer momento transmitió la sensación de que el dinero no era un problema para él. No era eso lo que más le importaba, era todo por ser mujer.



Seguramente sería un machista de esos que no soportan que las mujeres conduzcan, o hagamos otras cosas incluso mejor que los hombres. A saber que le habría sucedido en la vida para tener tanto odio para con el sexo femenino.



Por más que lo intenté no pude quitarme esta idea de la cabeza. Me preguntaba una y otra vez cual podía ser la mejor defensa según mi abogado. Pensé incluso en alegar que el que conducía era mi esposo tratando de desmantelar su versión y tirando por tierra su ego machista, pero no me atrevía a meter a mi pobre marido en esto. Además casi casi podía adivinar sus palabras…”cari no te preocupes, si has cometido una infracción no pasa nada, será mejor que le paguemos y asunto zanjado”. El muy panoli siempre tan calzonazos, siempre tan correcto, siempre tan educado incluso como para dejar de defender lo suyo.



El caso es que aquella noche no pude conciliar el sueño. Me preguntaba una y otra vez de donde iba a sacar ese dinero que no disponía. En esos momentos no podía hacer frente a una cantidad como esa, es más, nuestra maltrecha economía estaba para que nos hiciesen un préstamo y no para pagar nada semejante. No logré pegar ojo en toda la noche.



A la mañana siguiente quise consultar por internet a ver qué es lo que ponía al respecto, pero aún fue peor, pues tras consultar infinidad de páginas de abogados la cosa pintaba incluso peor de lo que me había dicho el mío. En no sé qué caso hace un par de años, hubo sentencia de cárcel para el infractor, esto es la persona que cometió el accidente, lo cual me alarmó aún más. Me pasé todo el día y toda la noche dando vueltas al asunto, de hecho en mi mente sólo se repetía una palabra “cárcel, cárcel, cárcel” que retumbaba como un mantra sin quererlo.



El miércoles me levanté incluso con dolor de cabeza al no poder dejar de pensar en otra cosa que no fuese el maldito juicio. Llamé a mi abogado un par de veces más a lo largo de toda la mañana y su secretaria no hacía más que excusarlo diciéndome que se encontraba en un juicio, tratándome al final de pesada. Pero es que yo estaba desesperada, no podía cruzarme de brazos y confiar, dejando pasar las horas tan tontamente. No valgo para eso.



Fue entonces cuando me dio por leer la citación judicial con detenimiento. En ella venían algunos datos del demandante. Con esos datos y una guía antigua de teléfono conseguí su dirección, pensé que no podía esperar a que nuestros abogados solucionasen el tema, si quería una solución debía tomar la iniciativa, así que sopese la posibilidad de hacerle una visita a mi demandante y tratar de convencerlo para que aceptase la oferta de mi abogado.



Debía de andarme astuta, no podía fallar pues me jugaba mucho. Llegué a la conclusión, dado su machismo exacerbado que lo mejor sería ir vestida muy femenina, seguro que tras tres o cuatro lagrimones fingidos por mi parte se arrepentía y caía en la trampa. Su propio machismo debía ser mi mejor arma.



Como era miércoles decidí esperar al mismo jueves por la tarde para visitarlo. En el fondo aun anhelaba que aceptase la propuesta de mi abogado, pero no fue así. Ese mismo jueves al mediodía logré hablar por unos instantes con mi abogado para certificarme mis peores temores, que las posturas seguían enrocadas. Escuché por el móvil que quien seguramente sería un secretario judicial lo llamaba para vista oral, motivo por el cual concluyó rápidamente y colgó el teléfono.



A mí este tipo de situaciones me desesperaban, no podía esperar al día siguiente y decidí poner en marcha mi plan según lo elucubrado en días anteriores. Lo tenía más o menos todo bien atado.







Quise mostrarme femenina y elegante a la vez. No quería que el tipo percibiese por su parte, ni transmitirle por la mía, la sensación de que el motivo de mi visita era a causa de mi carencia económica. Debía afrontar la visita en su casa como un motivo de agenda. Deduje que lo mejor sería mostrarme como una mujer triunfadora, ocupada, algo así como una ejecutiva de una gran multinacional, pero sobre todo bien relacionada. Debía causarle inquietud al hablarle de mis amistades. Algo así como para lograr inducirle cierto temor y que aceptase el trato por sus propios miedos. Estaba claro que el dinero no debía ser un problema para él, pero también estaba claro que debía andarme astuta para saber cuáles podían ser sus temores que le llevaran a pactar. Sopesé la posibilidad de mencionarle como amistades ciertos cargos políticos, del ejército, detectives…incluso tirarme el farol de que conocía algún juez dentro de la adjudicatura que ya había resuelto el caso por mí, y que en mi visita le ofrecía un pacto amistoso con la excusa de que al día siguiente tenía una reunión más importante por mis negocios que el propio juicio.







Rebusqué en mi armario sopesando que podía ponerme. Al final opté por un traje chaqueta con raya diplomática. La falda era de color gris marengo de esas tipo tubo a medio muslo, una blusa blanca a través de la cual se transparentaba el sujetador de encaje negro, a juego con la braguita y con un liguero de cintura para asegurar las medias. Comprobé al calzarme los tacones apoyada en el final de la cama, que según cómo me sentaba la falda se subía lo suficiente como para dejar adivinar que usaba medías y liguero en vez de pantis, lo cual podía jugar a mi favor si llegase el caso.



Al principio me sentí algo encorsetada pues hacía ya un tiempo que no me ponía este tipo de prendas. Desde que me quedé en paro que usaba prendas más cómodas. A pesar de que hacía algo de fresco, descarté cogerme abrigo, pues el que tenía no era tan elegante como el resto de prendas, vamos que no me pegaba ni con cola. Por supuesto tardé mi tiempo en maquillarme y ponerme mona, me perfumé a conciencia, me ensortijé, y resoplé por última vez frente al espejo antes de salir de casa decidida a coger el toro por los cuernos.



Repasé mentalmente el plan mientras conducía. Debía presentarme como si nada, siempre muy sonriente, siguiéndole las gracias y haciéndome la tontita. Todo con la intención de que tomásemos un café como pretexto para hablar. En la charla debía descubrir sus inquietudes, descubrir el motivo por el cual podía llegar a acceder al trato y de esta forma llevarlo a mi terreno para zanjar el asunto. Debía estar preparada contra sus argumentos machistas, para ello debía mostrarme segura, contundente, y desplegar llegado el momento mi lado más femenino y sensual para ganar el juego. Nada podía fallar. Repasé un ciento de veces el posible argumentario a mi favor.



Pude aparcar cerca de su casa. Vivía en un piso casi en el centro de la ciudad. La comunidad parecía elegante, la puerta era en forja de hierro y la entrada revestida de maderas nobles, cuadros y sillones. Disponía de conserje el cual me indicó el ascensor al que debía dirigirme para localizar a Don Mariano como dijo él.



Me miré por última vez en el espejo del ascensor, estaba nerviosa e incómoda por todas partes. Advertí que la chaqueta me venía algo justa, al igual que la blusa, la cual se abría un poco por los botones centrales dejando entre ver el sujetador. No le di mucha importancia a este hecho, es más en el último momento y para sentirme menos agobiada, decidí desabotonarme un botón más en el escote de la blusa. Necesitaba algo de aire, pues no sé qué podía ser peor, si los tacones que me apretaban torturándome los pies, o la braguilla que se me entremetía entre los cachetes del culo incomodándome por completo.



“Vamos, tú puedes” me dije por última vez antes de abrir la puerta del ascensor decidida a timbrar en su puerta.



Ding, dong. Sonó el timbre.



.-“¿Qué desea?” escuché la voz de un hombre tras la puerta sin llegar a abrirla.



.-“Mi nombre es Sandra, me gustaría hablar con usted si tiene un momento, por favor” me vi obligada a gritar del otro lado de la puerta.



.-“No quiero nada” gritó de nuevo tras la puerta al tiempo que escuchaba como se alejaban sus pasos.



Caray, esto no estaba saliendo según lo previsto, pero debía insistir, no me había vestido así he ido allí para nada.



Ding, dong. Volví a llamar al timbre.



.-“Ya le he dicho que no me interesa nada, ni pienso comprar nada, así que márchese” gritó de nuevo el hombre malhumorado tras la puerta.



.-“Ohps, me temo que se confunde, no vengo a venderle nada. Mi nombre es Sandra, usted y yo tuvimos un percance hace un tiempo y mañana tenemos un juicio, solo quería hablar un momento con usted si es posible” tuve que alzar la voz tratando de asegurarme que me escuchase.



Tras un breve silencio pude oír el ruido de unos pasos que se acercaban desde el otro lado de la puerta.



.-“¿Qué quiere?” preguntó con mal humor antes de verme siquiera y tras dejar levemente entreabierta la puerta.



.-“Me gustaría hablar con usted” pronuncié intimidada por su mirada inquisidora que me repasó de arriba abajo y de abajo arriba por la rendija.



.-“Usted y yo no tenemos nada de qué hablar” pronunció como irritado por mi presencia, y tratando de cerrar la puerta.



En un acto reflejo me apresuré a poner mi pie entre la puerta y el marco impidiendo así que pudiera cerrar. A poco me pega con la puerta en las narices pero logré evitar que me cerrase de nuevo tirando por tierra todas mis esperanzas.



.-“Es importante para usted” dije ahora mirándolo desafiantemente en un arrebato de ira por mi parte.



Aún con la puerta entreabierta pude fijarme en él detenidamente apreciando ciertos detalles. Lucía barba de tres días y aspecto algo desarreglado. Apenas medía un palmo menos que yo. Llevaba puesto un batín de esos de seda estampado con motivos florales en forma de gota. Supuse que no llevaba otra cosa encima pues por debajo asomaban unas peludas piernas que terminaban en unas pantuflas oscuras con lo que parecían unas iniciales bordadas intencionadamente. Deduje que el motivo de su mal carácter se debía seguramente a que lo había pillado en un mal momento, desnudo como debía estar bajo ese batín, debía encontrar la forma de superar el obstáculo.



.-“Mañana es tarde” solté a modo de slogan tratando de convencerlo para que abriese definitivamente la puerta.



.-“¿Qué es tan importante que no puede esperar?, ¿qué es lo que quiere decirme?” pronunció ahora algo más relajado en su tono de voz.



.-“¿Por qué no me deja pasar y se lo explico con calma?” dije con la mejor y más fingida de mis sonrisas. Pero se hizo un breve silencio en el que el tipo no dejaba de observarme. Advertí que su mirada se clavó en mis pechos, lo cual me contrarió un poco. Aunque supuse que era de esperar.



.-“No querrá hablar de un asunto tan delicado en el rellano de una escalera y que se enteren todos los vecinos” argumenté tratando de convencerlo.



Continúo por un momento observándome, me irritó comprobar cómo me devoraba con los ojos, no me gustó lo más mínimo su mirada sucia, pero aún con todo le devolvía la mejor de mis sonrisas tratando de dar con mi oportunidad. Desde luego debía parecer una chica de anuncio dental con tanta sonrisa gratuita.



.-“Esto… yo, sólo quería a hacerle una proposición” dije poniendo carita de niña buena y tratando de pinchar su lado machista, pero sobre todo tratando de evitar el odioso silencio.



De nuevo me observó de abajo arriba con un detenimiento que me ponía de los nervios. Durante todo este incómodo silencio por su parte yo tan solo atinaba a sonreír como una tonta.



.-“Cierra al entrar” dijo para mi sorpresa. Abrió la puerta de par en par y me dio la espalda con la intención de guiarme hacia alguna de las estancias que se adivinaban a un lado y a otro de un largo pasillo del que se distribuía la casa.



Aproveché al cerrar la puerta tras de sí para respirar aliviada, pues era consciente que acababa de vencer la primera de las muchas batallas que me esperaban a partir de ese momento.



Al girarme de nuevo pude ver como el Don Mariano se perdía de vista por la primera puerta lateral a la derecha del largo pasillo de entrada, y me quedé de piedra al vislumbrar como de una de las habitaciones del fondo, aparecía enrollada en una sábana una chica joven de color que se dirigía con prisa a la puerta de enfrente y que seguramente sería el baño. Aquello sí que no me lo esperaba.



Yo seguí a Don Mariano a la vez que mis pensamientos se detuvieron tratando de dilucidar quién podría ser esa muchacha que cruzaba el pasillo medio desnuda, apenas cubierta por una sábana. Aunque me repitiese mentalmente a mí misma una y otra vez, que aquello no me importaba y que estuviese atenta a lo mío, lo cierto es que no podía evitar tratar de encontrar una explicación a tan inusitada situación.



.-“Pasa y siéntate” pronunció el tipo con cierta autoridad al guiarme a lo que parecía el salón de su casa. Sus palabras me devolvieron a la realidad.



Don Mariano se sentó en el único tresillo de la estancia haciéndome gestos para que me sentara en el otro extremo del mismo sillón. Le obedecí como una autómata. El tropiezo con la mesita de cristal que había justo enfrente me deparó que había tan sólo un cenicero lleno de colillas y algunas revistas de caza. Por los demás tampoco había más sofás en aquella reducida estancia. Un salón de apenas diez metros cuadrados con una librería y una mesa circular de madera con cuatro sillas, dos de ellas contra la pared, lo que quería decir que apenas se utilizaba.



Una vez tomé asiento traté de asimilar y captar cuantos más detalles podía para recabar información. Mi cabeza volvió a preguntarse un ciento de cosas. Me preguntaba por ejemplo, el por qué había querido que me sentase en aquel sillón junto a él, cuando estaba la mesa tipo comedor con las sillas más acordes al momento y a la situación. Máxime cuando al acomodarse y cruzar las piernas enseñaba unas piernas peludas que evidenciaban que bajo el batín no llevaba muchas más prendas.



Me detuve en mirar detenidamente los objetos que decoraban la librería a juego con la mesa del salón tratando de buscar alguna pista para mi propósito, y he ahí dónde pude ver una foto relativamente reciente del personaje vestido de militar. Al lado, otra imagen junto a quien parecía ser su esposa. Pero por el peinado de ella, la ropa, y el marco de la foto, esta había sido tomada hace mucho tiempo. Desde luego la mujer del cuadro no se parecía en nada a la muchacha que había visto salir por el pasillo. Así que deduje que seguramente se había quedado viudo hace mucho tiempo. Tampoco vi fotos ni otras señales que mostrasen que había tenido hijos ni descendencia. Por lo que mi cabeza seguía preguntándose en segundo plano que relación podía tener con aquel tipo la chica del pasillo. Lo único que llamó mi atención fueron varios símbolos franquistas en objetos que decoraban la librería, nada más.



.-“Y bien ¿qué es eso tan importante que quería decirme?” interrumpió con sus palabras el silencio prolongado de mi observación a lo largo y ancho de la estancia.



Reconozco que todo aquello me pilló algo fuera de juego, pero si de algo estaba segura es que había ido allí para jugármela.



.-“Quería agradecerle en persona porque llegase a un acuerdo con mi abogado” dije dándome cierto aire de importancia y tratando de recuperar la rienda según mis planes acomodándome algo más en el sillón.



.-“No entiendo” dijo el sorprendido por mis palabras, “pero si yo no he aceptado ningún trato, y como bien ha dicho usted el juicio es mañana” me miró frunciendo el ceño sin entender y seguramente pensando que yo era algo estúpida.



En ese instante me alegré de mis palabras, pues de momento estaban conduciendo la situación a mi terreno, que yo le pareciese tonta y que estuviese desconcertado me hacía comenzar a jugar con ventaja.



.-“Lo sé, lo sé” dije haciéndome la tonta con gestos fingidos sin poder evitar fijarme en lo ridículo que estaba aquel tipo en batín enseñando sus peludas piernas y en pantuflas. “Yo solo quería ser generosa con usted. Siento mucho el daño que pudiera causarle aquel día, por eso le di indicaciones a mi abogado para que le ofreciese hasta el triple de lo convenido en estos casos. Sabe, mañana tengo una reunión importante con unos clientes, y el motivo de mi visita es que me gustaría tener su palabra de que no hay inconveniente para cerrar el acuerdo. Sabe… al principio dudaba en venir, pero me alegro de haberlo hecho, se deja ver que es usted todo un caballero. Confío plenamente en su palabra y así podré preparar mañana reunión tan importante para mí” me lancé a la piscina de cabeza anhelando que mis palabras surgiesen efecto.



.-“De momento, que yo sepa, sólo me habían ofrecido más o menos el doble” dijo aquel hombre sopesando mis palabras, y de nuevo me miró al escote como si fuese tontita.



.-“Será…” dije haciéndome la ofendida, “ya no puede una ni fiarse de sus abogados. Si es que ya no quedan hombres honrados y honestos” dije mirando hacia la foto en que mi adversario vestía uniforme de gala del ejército como tratando de apelar a su espíritu militar.



.-“Bueno ahora ya sé que cantidad van a ofrecerme” dijo sonriéndome victorioso y regocijándose por mi torpeza al desvelar las intenciones de mis abogados, achacándolo posiblemente a mi condición femenina y rubia, y por lo tanto tonta según él.



De momento lo tenía dónde quería, lo que no me gustaba un pelo era su forma de mirarme, que empezaba a incomodarme más de la cuenta.



Tras sus palabras su mirada se detuvo una vez más en mi escote, y como si se quedase hipnotizado por lo que veía, de nuevo se produjo un silencio incómodo entre ambos. ¿Sabe este hombre de qué color son mis ojos?, me pregunté tras su mirada fija en todo cuanto mostraba mi blusa.



.-“¿Y qué le parece?” pregunté tratando de desviar su atención, y de ganar tiempo para conocer sus intenciones respecto de la nueva cantidad ofrecida. Pero justo en ese momento entró por la puerta la muchacha de color que antes vi cruzando el pasillo. Esta vez iba vestida con una minifalda de cuero roja, unas medias de rejilla también rojas, y unos botines de plástico también rojos. Todo ello combinado con una blusa transparente estampada de leopardo que dejaba adivinar un sujetador rojo debajo. Vamos, que tenía una pinta de puta que tiraba para atrás. Yo me quedé atónita observando a aquella chiquilla, de la que no sabría precisar ni su edad, pues me parecía joven y vieja a la vez.



.-“Hay que ver como es usted de insaciable papito, aún no termina con una y ya quiere otra” dijo en un tono guasón con acento como cubano a la vez que me miraba a mí también, “ya sabe que yo no pretendía molestarle Don Mariano pero sólo vengo por lo mío” pronunció a la espera de que se le entregase algo. Yo apenas lograba entenderla, y ni mucho menos entendía lo que quería decir.



Don Mariano se levantó del sillón, y al hacerlo su bata se entreabrió lo justo a la altura de su entrepierna como para apreciar que no llevaba ni ropa interior ni nada debajo del batín. Es más, me pareció apreciar lo que parecía la sombra de unos cojones como mi puño, peludos y agrietados colgando, en lo que vino a ser una visión esperpéntica que se clavó en mi mente.



El señor, el ancianito, o jubilado, o lo que fuese abrió un cajón de la librería y sacó un sobre con algunos billetes. Extrajo tres billetes de veinte euros y se lo dio en la mano a la chica.



.-“Ten” dijo con voz firme ofreciéndole los billetes a la muchacha, “y ten el teléfono alerta por si te llamo mañana. Ah, y dile a Jennifer que me has gustado mucho” concluyó dándole una palmada en el culo a la muchacha que resonó por toda la habitación.



.-“Pero que ímpetu pone usted Don Mariano” dijo la muchacha con ese acento típico de su tierra guardándose los billetes en su sujetador y dirigiéndose hacia la puerta.



Yo no sabía que pensar de todo aquello. Me temí lo peor. Aunque no quería aceptarlo en mi condición de mujer, no me quedaba la menor duda, ¿o sí?. La muchacha debía ser una prostituta. Trataba de aferrarme a la esperanza de que no fuese así, de que fuese una especie de empleada del hogar o algo así. Pero ¿desnuda?, ¿y vestida de esa manera?, lo cierto es que no encontraba otra explicación menos denigrante para encajar aquella situación, salvo que la chica cobrase por sus servicios. Pero…, ¿sesenta euros?, ¿qué poco no?, me preguntaba por el contrario.



No sé por qué, pero de repente todo a mí alrededor se tornó repulsivo. Me entraron ganas de levantarme de aquel asqueroso sillón en el que ha saber lo que habría hecho su repugnante dueño, y sin embargo, a pesar de mis principios y de mi dignidad como mujer, permanecí allí sentada, impertérrita, observando como aquel repugnante tipo del batín volvía a cerrar el cajón, contraria a mis sentimientos, y sin saber que hacer o que decir ante situación tan insólita.



.-“¿Cómo le gusta el café?” me preguntó nada más girarse.



.-“Oh, no es necesario” dije tratando de excusarme agarrándome a mi bolso con la clara intención por mi parte de incorporarme y salir de allí cuanto antes. Ya tenía suficiente con lo que acababa de ver, era superior a mis fuerzas.



.-“Insisto” dijo Don Mariano, el cual me observó levantarme con ganas de huir de la casa y de su presencia.



.-“El caso es que se me hace un pelín tarde” dije ahora incapaz de mirar a los ojos a semejante ser despreciable, mostrando señales de mi nerviosismo, y dirigiéndome hacia la puerta de salida con prisas.



.-“No habrá acuerdo entonces” pronunció contundentemente al ver mi reacción.



Sus palabras cayeron como un jarro de agua fría en mi mente. En esos momentos fui consciente de que si salía de allí despavorida habría perdido del todo la más mínima oportunidad por mi parte de no celebrar juicio.



Me giré sobre mis pasos para mirarlo con una rabia y un odio tan profundo que juro nunca antes había sentido en mí.



.-“Yo creí…, yo creí que el asunto estaba zanjado” tartamudeé retomando mi papel de tontita y mostrando a pesar de mi repulsa por aquel tipejo la mejor de mis sonrisas.



.-“En absoluto” pronunció observando mi reacción “como bien dijo al principio usted y yo tenemos mucho de que hablar” repitió mis palabras al tiempo que me hacía gestos para retomar mi posición en el sillón junto a él.



Ahora era yo quien lo miraba detenidamente a los ojos llena de consternación por sus palabras. El muy cerdo me aguantaba la mirada expectante, conocedor seguramente de lo que pensaba de él. Ambos sabíamos que si me sentaba de nuevo era porque tenía alguna necesidad imperiosa de llegar a acuerdo con él. Lo que me ponía en clara desventaja negociadora. Sin duda él me miraba preguntándose una y otra vez a qué o por qué podía tener yo esa necesidad. En un gesto de torpeza por mi parte, le había dejado claro que su vida de putero no era en absoluto de mi agrado, por lo que debía tener un motivo superior por el que quedarme allí y ahora en su casa.



Ambos lo sabíamos, los dos sabíamos que aquella era una batalla importante en esta guerra. Por mi parte, resignada y enfurecida conmigo misma por no encontrar mejor opción me senté de nuevo en el sillón reticente, aunque mostrando de nuevo la mejor de mis sonrisas.



.-“Me gusta el café solo y bien cargado, si es tan amable” pronuncié con aires de suficiencia nada más sentarme en el sillón.



.-“Eso está mucho mejor” dijo dando un chascarrillo entre los dientes, al tiempo que abandonaba la estancia y se perdía en dirección a la puerta de enfrente: la cocina.



Pude ver desde mi posición como rebuscaba entre los muebles y puertas de la fregadera hasta encontrar un par de tazas de café. Lo perdí de vista apenas unos segundos mientras escuché que me preguntaba a voz en grito desde la cocina…



.-“¿RISTRETTO o ARPEGIO?” escuché que chillaba desde la cocina sin verlo.



A mí, que debido a mis modales y educación siempre he odiado hablar a voz en grito, me incorporé del sillón del salón para acudir a la cocina.



.-“¿Cómo dice?” le pregunté una vez bajo el marco de la puerta.



.-“Le preguntaba si prefería el café con sabor de ristretto o arpegio” y vi que tenía en sus manos dos cápsulas de nespresso.



.-“Ophs” dije dudando “me es igual” respondí encogiéndome de hombros.



Me sorprendió que la cocina estuviese limpia y ordenada, contrastaba con la imagen descuida de aquel hombre. Pensé que seguramente vendría alguien a limpiarle de vez en cuando, y me apiadé de la mujer que le tocase atender a semejante tipejo.



.-“¿Cuánto azúcar quiere?” preguntó esta vez amablemente.



.-“Oh, si, un par de cucharaditas no estaría mal” respondí yo también relajando el tono y tratando de mostrar seguridad.



.-“Ya disculpará pero yo no tomo azúcar y está en ese estante de allí” dijo señalando un mueble alto a mi espalda, “tampoco llego a alcanzarla” y me hizo gestos para que tratase yo de cogerla puesto que era algo más alta que él.



Nada más abrir el estante ví que el azúcar estaba alto incluso para mí, por lo que sin pensarlo acerqué un pequeño taburete y me subí en él para alcanzar el azucarero.



.-“Tenga cuidado no vaya a caerse” dijo temeroso y acercándose rápidamente hasta donde estaba para sujetarme por mi espalda, apoyando sus manos en la parte posterior de mis rodillas, “este taburete cojea un poco” concluyó agarrándose a mis piernas para que no me cayese.



Nada más sentir el contacto de sus manos en mis medias quise mirarlo para reprobárselo con la mirada desde mi posición. Sin duda que el tipo gozaba de una visión espectacular de mis piernas. Por la cara que puso seguro que pudo ver el final de mis medias y quién sabe si algo más. Su sonrisa satírica contrastaba con mi mal humor. Maldije mi torpeza por haberme subido a ese maldito taburete. Intercambiamos una rápida mirada, él en el suelo y yo en lo alto del taburete. Recriminándole por mi parte con la mirada su innecesaria ayuda, él en cambio satisfecho por lo que acababa de ver bajo mi falda.



Nada más girarme de nuevo sobre el taburete, airada por la situación, y tratando de estirarme hasta alcanzar el azucarero en el estante, me tuve que aguantar que sus manos pasasen de sujetarme por las rodillas a deslizarse muslos arriba por entre mis piernas. Naturalmente me puse nerviosa por su caricia, perdí el equilibrio al tratar de bajar de allí cuanto antes y detener a ese viejo verde en su maniobra, y tiré medio azucarero repartido entre la fregadera y el suelo.



.-“Lo siento” dije al ver que todo el azúcar estaba esparcido por el suelo.



.-“Lo ve, ya le dije yo que subirse a ese taburete no era muy buena idea” dijo como si lo tuviese todo planeado de antemano. Y dicho esto abrió un armario de la cocina sacando una escoba y un recogedor, ofreciéndomelo luego como si fuese lo más normal del mundo dijo: “Tenga, yo mientras terminaré de preparar el café” actúo rápidamente sin darme derecho a réplica.



No me lo podía creer, pero a lo que quise darme cuenta tenía la escoba y el recogedor en la mano. No quise o no supe rechistar y accedí a escobar el azúcar esparcido por el suelo. Lo malo fue cuando me agaché a recogerlo, sorprendí al venerable ancianito mirándome el escote descaradamente. Supongo que al estar agachada, con un par de botones menos de lo deseable en esos momentos en mi blusa, que el tipo me tenía que estar viendo todo el canalillo. En medio de aquel silencio reinante, me detuve incluso en mi maniobra para recriminarle una vez más con la mirada su descaro. Le daba igual, siguió mirándome y babeando como si no le importase lo más mínimo mi reproche visual. Pero la cosa no acabó ahí…



Una vez me incorporé escoba en mano y recogedor en la otra, el odioso jubilado se apresuró en abrir el mueble bajo la fregadera para mostrarme donde estaba el cubo de basura e indicarme de alguna manera que vaciase yo misma el recogedor. De nuevo acepté malhumorada su silencioso ofrecimiento, lo hice cometiendo la infracción de agacharme sin llegar a doblar las rodillas, exponiendo sin querer en alto mi trasero. Don Mariano aprovechó vilmente mi descuidada postura. Con la excusa de tener que coger los platitos de las tazas que casualmente estaban en el mueble de encima la fregadera, y aprovechando la estrechez de la estancia, se detuvo detrás de mi cuerpo rozando sin pudor sus partes contra mis nalgas. Incluso llegó a darme un par de puntadas mientras yo terminaba de limpiar el recogedor. Por supuesto me incorporé de inmediato al notar el contacto de su entrepierna con mis nalgas, y como el muy cerdo estaba pegadito a mí, al ponerme en pie y girarme, el destino quiso que mi cuerpo quedase atrapado entre el suyo y la fregadera. Los dos frente a frente, mis pechos aplastados prácticamente contra su torso, y mis manos ocupadas con la escoba y el recogedor.



Transcurrió todo en un instante, aunque el momento se hiciese eterno para mí. Lejos de reaccionar me sentí acorralada, indefensa y a la espera de sus movimientos.



Mi nerviosismo contrastaba con su parsimonia, él en cambio me observaba paciente, disfrutaba claramente de la proximidad de nuestros cuerpos, hasta que haciéndose a un lado y dejándome libre, justo antes de que pudiera recriminarle nada dijo:



.-“Huele usted muy bien, ¿qué colonia usa?” preguntó desviando la atención de lo sucedido y logrando desconcertarme.



Yo quise decirle lo baboso y asqueroso que acababa de ser, abroncarlo por su bajeza moral, por…por…por…., pero no me salieron las palabras.



.-“Channel número cinco” respondí como una idiota. Además, por esas extrañas cosas tan absurdas del cerebro humano, mi mente se paralizó con mi pequeña mentira, pues el perfume no era de channel sino de imitación.



.-“¿Le apetecen también unas pastas?” preguntó cambiando de tema de nuevo por completo y desorientando mis pensamientos.



.-“No gracias” le respondí buscando el modo de salir de aquella cocina lo antes posible y tratar de retomar la situación según mis planes.



Le ayudé a llevar al salón las tazas de café, los platitos, y lo que quedaba de azúcar en el azucarero. De nuevo nos sentamos en el sofá dejando el menaje sobre la mesita de enfrente. Intercambiamos cuatro palabras de cortesía antes de que él comenzase a tomar su café. Yo por mi parte me mostraba algo reticente a beber de aquellas tazas, que a saber cómo estarían fregadas. Se debió dar cuenta de mi pudor y recato.



.-“¿No bebe?. Se le va a enfriar” comentó observando mi reacción.



Como no quería contrariarlo ni ofenderlo obedecí. Le di un primer sorbito a la taza mientras el tipo me miraba detenidamente. Yo quise alardear de mis buenos modales, siguiendo con mi rollito de mujer de clase alta, para lo que me senté en el borde del sillón, cruzando elegantemente las piernas, manteniendo mi espalda recta, y sosteniendo la taza con dos dedos, por supuesto con el dedo meñique recto y sorbiendo sin hacer el menor ruido.



.-“Así que ha venido usted a mi casa con la intención de cerrar el trato” preguntó reclinándose de nuevo sobre el respaldo, cruzando y mostrando sus peludas piernas, y yendo al grano del asunto.



.-“Eso es, exactamente” respondí con firmeza y determinación mientras le daba otro sorbo al café.



.-“Una mujer de negocios como usted, entenderá que no es lo habitual, presentarse en casa del demandante en estos casos” dijo ahora sin saber muy bien a dónde quería llegar, pero vi en sus palabras una oportunidad para tomar la iniciativa.



.-“Entenderá un hombre como usted” repetí con cierto rin tín tín sus palabras “que no soy una mujer que acostumbre a hacer las cosas de manera habitual, de lo contrario no estaría aquí”, mis palabras me hicieron sentir algo más segura y con confianza para retomar el mando.



.-“Ya”, chistó entre dientes mostrando su disconformidad y a la espera de mis palabras.



.-“Como ya le he dicho mis abogados piensan hacerle una oferta de dinero muy generosa, por encima de lo habitual en estos casos”, insistí en lo de `habitual´ como mofándome de sus palabras anteriores. Esperaba que mis argumentos le hiciesen aceptar, pero por el contrario no produjeron tal efecto.



Tras mis palabras se produjo otro inquietante silencio. Y de nuevo me observaba detenidamente de arriba abajo y de abajo arriba, hasta que advertí que su mirada se clavaba en el final de mis medias, que por descuido en mi postura quedaban levemente a la vista. La falda se había subido sin querer un poco más de la cuenta. Y si bien al principio me hizo sentir molesta, luego pensé que si distraía su vista y por tanto su mente, lograría ventaja dialéctica en momento tan delicado de la conversación. Así que a pesar de que nuestras miradas se cruzaron sabiendo los dos perfectamente en dónde, no quise hacer nada al respecto, y permanecí en mi postura como sin darle importancia al hecho.



.-“Pues créame que siento mucho que tenga que aplazar mañana esa reunión tan importante para acudir al juicio, pero me temo que no es su dinero lo que me interesa”, pronunció como si nada de todo esto fuese con él, y le dio otro trago a su café a la espera de mi reacción. Como cediéndome la iniciativa.



“¡Que cabrón!” pensé, y traté de presionarlo una vez más.



.-“Estoy dispuesta a hacerle una oferta muy generosa” insistí tratando de convencerlo.



.-“De eso estoy seguro” pronunció ahora de una manera que me desorientó por completo a la vez que me repasaba de nuevo con su sucia mirada. Pude ver como humedecía con su lengua sus resecos labios, y lo achaqué como señal de que comenzaba a ponerse nervioso.



Otra vez inmersos en un profundo silencio entre ambos mientras me observaba, ahora era yo la que propiciaba un sorbo al café tratando de pensar una salida a la situación, demorando el tener que decir nada, a la defensiva.



.-“¿Siempre usa medias?” preguntó para mi sorpresa mientras bebía.



.-“¿Como dice?” le pregunté asombrada por sus palabras y dudando de lo que me parecía haberle entendido.



.-“¿Qué si siempre usa medias o se las ha puesto sólo para venir hoy a verme?” preguntó esta vez alto y claro.



Yo lo miré dudando si mandarlo a mierda o qué, pero esa opción me pareció poco inteligente dada mi situación, así que opté por contestarle de otra manera.



.-“Creo que eso no es de su incumbencia” le dije evidenciando mi rechazo a su pregunta. Me quedé a medias entre lo que debía hacer y lo que le tenía que haber dicho verdaderamente.



.-“Pues a mi si me gustaría saberlo” pronunció esta vez mirándome desafiante a los ojos.



Yo lo miré llena de rabia porque sabía que la situación no estaba transcurriendo según lo planeado, poco a poco aquel desagradable anciano al que todos llamaban Don Mariano estaba llevando la iniciativa hacia su terreno. Para colmo la bata que antes cubría sus velludas piernas se había abierto por los lados mostrando para mi desconcierto parte de sus también peludos muslos. Lo cierto es que mostraba lo justo como para no ser indecente.



Lo peor de todo, es que en todo momento de la conversación los dos sabíamos que si me levantaba y marchaba perdería todas las opciones de negociar cualquier acuerdo amistoso entre ambos, el muy cerdo lo sabía, por eso ante mi silencio y mis dudas, continúo a lo suyo.



.-“¿No se le clavan estas cosas de aquí?” preguntó alargando la mano y tratando de alcanzar las pinzas de mi liguero que sujetaban las medias.



Nada más notar el contacto de su mano en mi muslo le pegué un manotazo que retumbó en toda la sala, agarré decidida mi bolso y me incorporé visiblemente enfadada dirigiéndome rauda y veloz hacia la puerta de salida.



.-“¿Dónde cree que va?” gritó visiblemente contrariado al ver como marchaba decidida a abandonar la casa.



Aún me dio tiempo de girarme bajo el marco de la puerta del salón para increparle enojada: “es usted un machista asqueroso”, y dicho esto abandoné definitivamente la estancia para alcanzar la puerta de salida.



Estaba abriendo la puerta de entrada tratando de huir de allí, cuando Don Mariano se apresuró a cerrarla desde mi espalda, pasando su brazo por encima de mi hombro.



.-“¿Pero qué hace?” pregunté francamente sorprendida por su rapidez para alcanzar la puerta y asustada por la reacción violenta de aquel energúmeno temiendo que pudiera hacerme algún daño.



Yo quedé apoyada contra la puerta a escasos centímetros de aquel hombre que me miraba de forma inquietante para mí. Por la cara de pavor que debí poner y temiendo que gritase o cualquier otra cosa bajó el tono de su voz y de forma algo más conciliadora dijo:

.-“Estoy dispuesto a escuchar su oferta” musitó al tiempo que se apartaba a un lado, y me hacía indicaciones para que regresásemos de nuevo al salón.

.-“Lo siento pero se me hace tarde” dije tratando de salir como fuese de allí.

.-“Es una pena, porque mañana será demasiado tarde” dijo esta vez repitiendo con el mismo rin tin tin que yo hacía unos momentos mis misma palabras en el rellano tratando de convencerlo.

Y lo cierto es que sus palabras me hicieron recapacitar. Muy a mi pesar tenía toda la razón: mañana era tarde. Quise pensar que si estaba dispuesto a escuchar una oferta tal vez estuviese ahí la solución al problema. Yo sabía lo que estaba dispuesto a entregarle el seguro, y en esos momentos pensé que posiblemente mi abogado designado aún tendría mayor capacidad negociadora, por lo que decidí jugármelo a una carta en ese sentido, por lo demás debía dejarle clarito que no debía intentar propasarse conmigo bajo ningún concepto.

.-“No vuelva a tocarme” le manifesté poniendo cara de malas pulgas a la vez que retomaba la dirección hacia el salón.

.-“No se preocupe por eso” dijo siguiéndome los pasos. Pero antes de sentarme de nuevo en el sillón lo sorprendí mirándome descaradamente el culo a mi espalda, lo que me hizo temer que la situación no había cambiado mucho a pesar de mis palabras amenazantes.

.-“Y bien…” rompió el silencio “¿cuál es esa oferta tan generosa que pensaba hacerme?” cuestiono esta vez observándome de nuevo al tomar posición en el sillón.

.-“Que le parecen tres mil euros y zanjamos de una vez el asunto” hice un esfuerzo enorme por articular las palabras con la mejor de mis sonrisas.

.-“¿Y por qué no diez mil?” profirió como burlándose de mí.

.-“Vamos seamos serios, sabe perfectamente que ningún juez dictaminará tal cantidad. Yo sólo trato de llegar a un acuerdo razonable” traté de demostrarle que a pesar de ser rubia no era tan tonta como creía y aparenté que tenía algún conocimiento de derecho.

Pero mis dudas me asaltaron cuando de nuevo se produjo un silencio entre ambos. Sin duda estaba maquinando algo ajeno a mis palabras.

.-“Ya le he dicho antes que no es su dinero lo que me importa”, dijo esta vez mirándome muy serio a los ojos.

.-“¿Y qué es lo que puedo ofrecerle?” pregunté inocentemente.

.-“Pues por ejemplo, lleva usted todo este tiempo en mi casa, y aún no me ha pedido perdón” pronunció ahora para mi sorpresa.

No me podía creer lo que acababa de escuchar. Así que era tan solo por eso. No sé qué es lo que pretendía. Aunque bien pensado puede que tuviese razón, todo encajaba de esa manera, era tan sólo por su ego masculino y nada más. Así que traté de pedirle disculpas como si fuese lo más natural del mundo aunque por dentro me entrasen ganas de mandarlo a la mierda.

.-“Si es por eso no hay problema. Lo siento, tiene razón. Le ruego que me disculpe” sonreí como una tonta tratando de transmitir cierta naturalidad en mis palabras.

De nuevo un silencio entre ambos que me puso nerviosa, pues creí que ya estaba medio solucionado el problema, que con mis disculpas sería suficiente.

.-“Así no vale” pronunció como penetrándome con la mirada.

.-“No entiendo” farfullé temiendo lo peor de un tipo de su calaña, yo había cumplido con mi parte.

.-“No muestra arrepentimiento. Lo dice pero no lo siente” pronunció incrédulo a mis palabras.

.-“Vamos ¿qué tengo que hacer para que se lo crea?, ¿pedírselo de rodillas?” pregunté ahora inocentemente desvelando mis pensamientos en voz alta.

.-“¿Por qué no?” pronunció mirándome detenidamente a los ojos.

Yo lo miré consternada por su insolencia. Estaba claro que aquel asqueroso quería verme humillada desde un principio. Menudo hijo de puta. En el fondo eso es lo que pretendía desde un primer momento, su machismo exacerbado solo se vería resarcido suplicándole.

No podía evitar mirarlo con rabia en los ojos y el muy cabrón lo sabía. Era perfectamente conocedor de la batalla que libraban mi orgullo y mi dignidad en mi interior. Por eso pude apreciar el regocijo en sus ojos cuando sopesé la opción de ceder a sus pretensiones.

.-“¿Si lo hago…?” no me atrevía ni a pronunciar las palabras, mi ego luchaba contra la razón que me decía que esa podía ser mi última oportunidad. Desde luego si no lo hacía el tipo iba a sangrarme en el juicio todo cuanto pudiese, y cualquiera que fuese esa cantidad haría más daño en mi bolsillo que en mi orgullo.

.-“Si lo hace…” musitó él animándome a continuar y evidenciando su impaciencia por decidirme.

.-“Si lo hago,… ¿retirará la denuncia?” concluí armándome del coraje necesario mientras lo decía como para llevarlo a cabo.

.-“Si veo verdadero arrepentimiento, sí, ese es el trato” articuló esta vez contundentemente.

Ni yo misma era capaz de creerme lo que estaba haciendo, pero sin duda debía realizar la representación de mi vida. Debía convencer a semejante hijo de puta de mi arrepentimiento. Así que me levanté despacio. Me tomé mi tiempo otorgándole la solemnidad que el acto requería. Busqué derramar alguna lagrimilla de mis ojos, que por otra parte me brotaban más de odio y de ira que de arrepentimiento. Busqué su compasión lo mejor que pude adentrándome en el papel de mujer sometida para deleite de mi avasallador, hasta que tragándome mi orgullo, me arrodillé del otro lado de la mesita refugiándome con la mirada en las tazas de café que todavía descansaban sobre el cristal.

.-“Lo siento” pronuncié con un hilo de voz en mi garganta arrodillada con la cabeza baja.

El muy cabrón advirtiendo que mi mirada se perdía en la mesita baja del centro y que no era capaz de mirarlo a la cara, retiró el obstáculo rápidamente a un lado y dijo:

.-“Ven, acércate, no te oigo”. En esos momentos no tuve claro que se fuese a dar por convencido, así que tratando de no contrariarlo me acerqué de rodillas como estaba y sin atreverme todavía a mirarlo a la cara le imploré por segunda vez.

.-“Lo siento de verdad”, debo confesar que obtuve una pequeña satisfacción en mi interior por la teatralización, al lograr que una lágrima brotara en ese preciso momento de uno de mis ojos y recorriese la mejilla como en las mejores actuaciones de película.

.-“Venga preciosa no llores, estas más guapa cuando sonríes” pronunció ahora el muy cínico a la vez que me cogía a una mano por debajo la barbilla forzándome a que alzase el rostro para mirarlo.

Mi estupor no acabó al verme obligada a mirar a los ojos a aquel cerdo, no, el muy cabrón quería más.

.-“¿Sabes que es lo que pienso?” preguntó retóricamente pues no me dio opción siquiera a contestar. “Pienso que debajo de ese aspecto de mujer elegante y de negocios con el que has venido hoy aquí, se esconde una mujer necesitada de muchas cosas, ¿no es así?” cuestionó de un plumazo todo cuanto le había dicho con anterioridad.

.-“¿Qué… qué quiere decir?” titubeé logrando deshacerme de la mano que me retenía la cara.

.-“Quiero decir que no tienes un duro para pagar nada, y que por eso has venido hoy aquí, porque temes el fallo de mañana. Estoy seguro de que no has dejado de darle vueltas y vueltas a la cabeza durante un tiempo. Todas las mujeres sois iguales, apuesto a que te crees más capaz de resolver el asunto incluso que tu propio abogado. Pensabas que viniendo aquí con ese aire de señora elegante me la ibas a colar ¿eh?, pues te equivocas, no eres más que…” iba alzando la voz conforme hablaba, pero de repente se detuvo en seco como dudando de continuar con sus palabras, “… no eres más que otra puta barata de tres al cuarto” finalizó su discursito insultándome.

Yo no podía creer lo que escuchaba, me había llamado puta y aún con todo no le di importancia a semejante insulto final porque entre otras cosas había acertado de pleno en su descripción. Pero…,¿cómo podía saberlo?, ¿en qué me había equivocado?, lo había planeado perfectamente, ¿cómo había sido capaz de descubrirlo?. Me percaté entonces de que había nombrado en su discursito a los abogados, ¿no tendrían algo que ver con que lo supiera?, ¿por qué los había mencionado entonces?, ¿es posible que alguno de ellos se hubiese ido de la lengua?. Desde luego esa era una posibilidad que no había barajado hasta entonces y que encajaba perfectamente con todo lo que estaba sucediendo. Sólo así me podía haber descubierto.

Esta vez me derrumbé de verdad, comencé a llorar pues me sentía traicionada, vejada, humillada y sin otra escapatoria que apelar realmente a su compasión.

.-“Por favor…por favor haré lo que me pida, pero acepté lo que le ofrezca mi abogado” imploré con lágrimas en los ojos y postrándome a sus pies.

.-“Por ahí vas mucho mejor” dijo el muy cerdo. “Ahora sí que veo que estás arrepentida” terminó por decir.

.-“Por favor, se lo suplico haré cuanto me pida, se lo prometo” dije sin sopesar muy bien mis palabras.

.-“Eso espero” pronunció como regocijándose por lo que acababa de decir, luego deteniendo su mirada en mi escote me preguntó:

.-“Tu marido ¿lo sabe?, ¿sabe que estás aquí?” quiso conocer logrando desconcertarme de nuevo al cambiar de tema.

.-“No. No sabe que estoy aquí” titubeé al responderle si había hecho bien respondiendo sinceramente a la pregunta, en esos momentos era incapaz de pensar con claridad.

.-“Mejor” dijo alegrándose por mi contestación, “Mucho mejor así, es mejor que no lo sepa”, y me alegré de que al menos en eso estuviésemos de acuerdo, aunque seguía sin entender muy bien que tenía que ver mi marido con todo ello.

.-“¿Lo quieres?” me preguntó.

.-“¿A quién?” pregunté desconcertada sin entender a dónde quería llegar a parar.

.-“A quien va a ser, a tu marido” insistió en saber acerca de mi vida conyugal.

.-“Es un buen esposo” respondí sin entrar en más detalles.

.-“¿Te gusta complacerlo?” preguntó relamiéndose de forma asquerosa mientras me lo preguntaba.

.-“Hago todo lo que puedo para que sea feliz” dije demostrándole mi amor.

.-“Mejor, mejor que sea así, a mí también me gustan las mujeres complacientes ¿entiendes?” dijo tramando algo.

.-“No, no entiendo” dije nuevamente sorprendida.

.-“Dices que harías todo lo posible para hacerlo feliz, pero dime… ¿qué estarías dispuesta a hacer realmente por él?” su pregunta no me sonó nada bien.

Yo lo miré horrorizada pues empezaba a temerme lo peor.

.-“¿A dónde quiere ir a parar?” le pregunté directamente.

.-“Quiero que te desnudes” dijo como si nada.

.-“¡¿¡¿Queeeé?!?!!!!” grité alarmada por lo que acababa de escuchar incorporándome del suelo y dispuesta a salir de allí directamente a denunciarlo a la policía.

.-“Lo que has oído” dijo de nuevo seriamente “Quiero verte desnuda” ordenó.

.-“¿Pero quién se ha creído usted que soy yo?, Por quien me ha tomado” dije totalmente encolerizada por sus palabras, al tiempo que trataba de propinarle un bofetón en toda esa cara de putero que tenía para que se enterase de una vez y le doliese de verdad.

Pero Don Mariano me sujetó por las muñecas impidiendo que le diese su merecida bofetada. Yo traté de zafarme de él, pero a pesar de su edad era un tipo fuerte. Me retuvo sujeta de las manos.

.-“Escúchame putilla de tres al cuarto. Como bien dijiste tú pienso ser muy generoso contigo. Hagamos un trato, tú te desnudas para mí y yo retiraré la denuncia si no…”, de nuevo prolongó un suspense con sus palabras.

.-“Si no ¿qué?” quise saber yo mirándolo desafiante.

.-“El dinero no me preocupa, pediré pena de cárcel a ser posible” espetó con una sonrisa malvada en su boca a la vez que me soltaba como con desprecio.

.-“Es usted un… un… un hijo de puta” le grité a la cara aguantándome las ganas de arrearle definitivamente un buen bofetón.

.-“Vamos mujer, no te hagas ahora la estrecha conmigo. No tienes que representar ningún papel de recatada y fiel esposa para mí. Al contrario que el marica de tu esposo yo conozco en verdad a las mujeres. Sé muy bien todo cuanto puede llegar a hacer una puta como tú. ¿Acaso crees que la chica que estuvo antes no tiene también familia?, ¿Por qué te crees que hace lo que hace?. ¿Te crees única verdad?, pues no lo eres, no eres más que una puta como todas las demás. La única diferencia entre la chica de antes y tú, es que ella si está dispuesta a sacrificarse por su familia, es capaz de tragarse su orgullo por aquellos a los que quiere, en cambio tú eres demasiado egoísta como para reconocerlo” gritaba encolerizado.

.-“Splashhh!!” está vez no pude contenerme y le propiné el merecido bofetón callándole la boca “Es usted un ser despreciable” le espeté en plena cara mirándolo airadamente.

.-“Lo sé” dijo ahora algo más calmado y sosegado, relajando el tono de voz “pero no soy yo quien tendrá un serio problema mañana. Quiero que sepas que pienso pedir prisión para tí” dijo llevándose la mano a la cara dolorido por mi bofetón.

Sus palabras hicieron que se paralizase todo mi ser. En mi cabeza se repetían una y otra vez las sentencias consultadas en internet acerca de condenas a prisión en casos similares. Por un momento quise confiar en mi abogado, pero temí que no hubiese sido sincero conmigo desde el principio. Nadie me quitaba de la cabeza que se había ido más de la lengua para con su colega, y ahora era ese cerdo que tenía enfrente mío quien se estaba aprovechando de la situación. Además un sentimiento de culpa empezó a brotar en mí. Pensaba que en el fondo todo había sido por mi culpa, no tenía que haber ido allí. Eso me pasaba por marisabidilla, y ahora me lo tenía bien merecido.

Únicamente tenía ganas de llorar, mi alma gritaba desesperada por dentro, pero desde luego no pensaba darle semejante satisfacción a ese cabrón. Si como bien decía estaba dispuesta a sacrificarme, debía hacerlo con dignidad. Nada de lloriqueos, en el fondo me dije a mi misma que si otras mujeres eran capaces de soportar cosas peores, yo al menos tenía que ser capaz de desnudarme ante ese tipejo. Poco a poco traté de convencerme, de buscar esa excusa razonable por la que hacerlo. Pensar en la chica anterior me dio que pensar. Puede que el muy cerdo tuviese algo de razón. Si ella había sido capaz de a saber qué, ¿por qué yo no?. Tenía que haber otra salida, tenía que existir más opciones, lo que ocurre es que no llegaban a mi cabeza, no se me ocurría ninguna otra solución.

Dos cosas tenía claras, la una es que no quería ir a prisión ni pagar ninguna multa, la otra es que no podía fiarme de la palabra de ese hijo de puta. El muy cabrón al ver que no me iba, que no marchaba por la puerta, al saber que sopesaba la posibilidad de acceder a sus pretensiones, interrumpió mis pensamientos.

.-“¿A qué estas esperando zorra?” dijo sentándose en el sillón a la espera y regocijándose en mis dudas.

Yo lo miraba llena de odio y de rabia. Él sabía que cada segundo que permanecía en esa sala estaba más cerca de su objetivo. Yo en cambio permanecía callada, pensando y pensando, tratando de buscar otra solución. Pero para mi propia desesperación no la encontraba, era incapaz de pensar con claridad.

En un arrebato de coraje me deshice rápidamente de la falda dejándola caer antes incluso de que él pudiera deleitarse. Pillándolo de improviso. En cambio desabrocharme los botones de la blusa requirió algo más de tiempo por mi parte. Tiempo que aprovechó para cogerme a la altura de las rodillas y acercarme más a él, todavía permanecía sentado sobre el sillón. Yo quedé cerquita de él, a la distancia de sus manos, tan solo en bragas, sujetador y medias.

.-“Sabes Sandra, tienes unas piernas preciosas”, dijo Don Mariano. Yo me quedé helada al notar el contacto de sus manos en mis piernas. “Espero que no te moleste que te lo diga”, pronunció mientras me acariciaba.

.-“No” susurré pensando en el contacto de sus manos mientras permanecía inmóvil a sus caricias. Y supongo que él pensó que mi negativa era la respuesta a su pregunta porque continúo tocándome.

.-“Y estas medias, discúlpame que te lo diga, pero te sientan fantástica” sentí como sus manos avanzaban hacia arriba por mis piernas. Yo permanecí sumisa.

.-“Guauu... y tu piel es suave como la seda” dijo cuando alcanzó la parte de mis muslos entre el final de las medias y mis braguitas.

.-“No, no por favor” dije nerviosa ante los acontecimientos. Pero sus manos empezaron a moverse suavemente sobre mis piernas. Se deleitaba acariciándolas, disfrutando del momento, mientras yo entrecruzaba levemente mis piernas en actitud pudorosa. Mostrándome recatada, al tiempo que le dejaba hacer.

Cada vez que subía y bajaba lo hacía acercándose un poco más al comienzo de mis braguitas, tanto por dentro como por fuera de mis muslos.

Por otra parte, y en contra de todas mis fuerzas, el hecho de estar en esas condiciones, con un viejo mirándome descaradamente y a la vez tocando y sintiendo mi piel, no hacían más que acrecentar una mezcla de sensaciones y sentimientos contradictorios en mí. Confundía nerviosismo y excitación a partes iguales. Me limité a escucharlo y tratar de disimular lo mejor posible mi estado de ansiedad o lo que fuese, porque no tenía claro ni mis sentimientos.

.-“Estas muy buena, ¿lo sabes?” Al muy cabrón le gustaba regocijarse en mi pasividad.


Maldición, era un viejo que se aprovechaba de mí, un viejo que podía ser mi padre. Para colmo, al dirigir mi mirada al suelo pude apreciar que entre la seda de la bata se apreciaba un incipiente bulto entre las piernas de Don Mariano.

En ese momento hubiera gritado un "¡¡no!!, ¡ya basta!" pero mi cuerpo no me respondía. Las piernas me temblaban y seguro que él podía notarlo en sus caricias. Estaba haciendo realidad los sucios deseos de aquel viejo y no tenía fuerzas para evitar que abusara de mi cuerpo. Mi mente me decía que aquello no estaba bien, que debía pararlo, en cambio mi cuerpo permanecía inmóvil.

Don Mariano como adivinando mis pensamientos se apresuró a incorporarse, y sus manos me rodearon suavemente hasta atrapar mis pechos.

.- “Que buenas tetas “susurró en mi oído. El contacto de sus manos en mis pechos me hicieron reaccionar, traté de detenerlo pero me detuvo por las muñecas forzándome a que fuesen mis propias manos las que se apoyaran fuertemente sobre mis pechos.

.- “Ya basta, suélteme Don Mariano“, pedí insistentemente tratando de detenerlo. En ese preciso instante comprendí porque no me había resistido con todas mis fuerzas a sus caricias.

Por supuesto que tenía toda la intención de resistirme, faltaría más, pero entendí que en cierto modo me excitaba pedir un alto y no obtenerlo, que aquel viejo no me hiciera caso, que su calentura fuera más fuerte que mis palabras, me sentía deseada y abusada, y sorprendentemente incluso para mí, muerta de excitación.

Me apretaba los pechos con pasión, los amasaba fuertemente murmurándome al oído que estaban grandes y firmes. Empezó a rozarse y apretarse contra mi cuerpo cada vez con más fuerza, hasta el punto que tuve que apoyarme contra la librería del salón para no perder el equilibrio. Podía sentir su miembro rozándose por mis piernas.

Yo comenzaba a estar fuera de mí, a pesar de todos mis esfuerzos, no podía evitar dejar de pensar en lo morboso de la situación, ese viejo que todas las tardes compartía la cama con alguna puta barata, ahora tenía un cuerpo mucho más fresco, elegante y bastante mejor formado para darse gusto, y ese cuerpo era el mío, el de una mujer casada, la esposa fiel a su maridito, y que además era incapaz de resistirse, se estaba dejando hacer como una puta.

Don Mariano estuvo un rato masajeándome los pechos y apretando una y otra vez su cuerpo contra el mío. Yo debía estar loca en esos momentos, pues comenzaba a humedecerme por dentro, parecía despertar la parte más oscura y depravada de mi interior; cualquiera podría decir que la escasa sensatez que me quedaba me impedía entregarle el placer del triunfo a aquel viejo maldito, pero no, no era esa la razón, solo quería que eso explotará dentro de mí, la idea de sentirme dominada por Don Mariano me estremecía.


Durante el leve forcejeo, el viejo apoyó una de sus manos sobre la parte superior de mi muslo derecho, y poco a poco fue subiendo su mano acariciando la piel de mi pierna, hasta alcanzar el borde del elástico de mis braguitas. Comenzó a jugar con la gomita de la única prenda que cubría mi pubis.

Abrí por un momento los ojos y vi como él muy pervertido observaba con detenimiento los movimientos de sus dedos tan cerquita de la parte más húmeda y caliente de mi cuerpo. Su rostro era enfermizo, parecía un lunático, su arrugado rostro delataba un placer morboso. Se le notaba concentrado como preguntándose en todo momento hasta dónde podía llegar, hasta dónde me dejaría hacer yo. Cuando repentinamente me agarró de la cintura y me dio la vuelta sobre mi misma poniéndome de cara a la librería, dándole la espalda.

Lo escuché relamerse al ver mi pequeña prenda interior atrapada entre mis redondas nalgas. Continuaba aferrado a mis caderas, tirando de mi cuerpo para que le mostrase mi culo en todo su esplendor.

.-“Muéstrame el culo como debe ser”, comentó mientras me propinaba una fuerte palmada en mi trasero. Su comentario, mezclado con el fuerte sonido de su nalgada, me hizo comprender que ya no había vuelta atrás si accedía.

“Lo siento, lo siento” pensé acordándome de mi marido, pero a esas alturas mi excitación era demasiado fuerte y no podía renegar de ella, Don Mariano me tenía en sus viejas y asquerosas manos. El muy cabrón sabía perfectamente por mi respiración agitada y entrecortada, el calor y la humedad que desprendían mis braguitas segundos antes, pero sobre todo por mi pasividad ante sus caricias, que aceptaba ya voluntariamente sus vejaciones aunque aparentase ser reticente.

Mientras seguía admirando mi trasero, tomó mis nalgas y las separó, para apoyar sobre la línea de mi braguita el grueso bulto que se le notaba entre los pliegues del batín. Cuando soltó mis nalgas sentí entre ellas las palpitaciones de su excitado miembro y enterré mi blanco culete bajo su barriga. Me tomó de las caderas desnudas y me apoyó su paquete con fuerza, incluso pude oír un pequeño gemido por parte de él, a la vez que a mí me salía uno más evidente.

.-“Mueve tu culo como quiera que te llames, ...vamos muévelo para mí” dijo.

Obedecí y pare lo más que pude mi culito, empecé a moverlo suavemente de lado a lado mientras rozaba su entrepierna. Me volteé un instante, quise ver su rostro. Me excitó mirarlo y comprobar la cara que ponía, el viejo estaba en la gloria y el morbo de la situación me tenía totalmente fuera de control.

.-“Es usted un cerdo” le dije aparentando lo que no era.

Las palmadas en mi trasero empezaron a sonar y sentí cosquillas de dolor en mis nalgas cuando el vejete gozaba golpeándolas, este dolor me hacía sentir más abusada, a merced de un lobo hambriento que devoraba a caperucita.

.-“No” pronuncié más en un tímido gemido que en una negativa.

En ese momento tuve claro que yo misma había caído atrapada bajo las garras de ese ogro que ahora iba a saciar sus más sucias y degeneradas perversiones con mi cuerpo, y lo que es peor aún, comenzaba a desear que sucediese. Por el momento todo resultaba llevadero.

Don Mariano aparto su paquete de mi trasero, se separó un poco de mí y apoyó su mano sobre la parte baja de mi espalda. Empezó a acariciar suavemente mi trasero, se paseaba de nalga en nalga, seguía por mis muslos y de vez en cuando acariciaba fugazmente mi entrepierna sobre mi braguita. Yo dejé de mover mi trasero, lamenté por un momento el cesé de los golpes, pero pronto volvieron a aparecer y no volvieron solos.

.- “¿Qué pasa?, no he dicho que pares, ¡sigue meneando el culo puta”, exclamó mientras me atizaba una fuerte palmada.

.- “¿Cómo me llamó?... uuuyyy... aaahhh... ¿Cómo me llamó?”, balbuceé como pude, mientras reanudaba descontroladamente el meneo de mi trasero.

.- “Puta... no eres más que una puta calentona y además con un cuerpazo de miedo...pero no te preocupes, porque voy a darte lo tuyo”, pronunciaba totalmente alterado.

El dolor, mezclado con la increíble excitación que me provocó el haberlo escuchado llamarme puta, desencadenó la tensión de todo mi cuerpo. Mientras gozaba con aquel sentir, la idea de que aquel viejo hablara mal de mí, me excitaba aún más.

.-“ Aaaahhhh, déjeme Don Mariano... uuuuyyyy... por favor” gemía remilgando de mi condición mientras recibía fuertes palmazos en mi culito. Hasta que Don Mariano se cansó de azotarme y me giró de nuevo sobre mi cuerpo para observarme de frente.

Yo me quedé quieta contra el mueble del salón temerosa de lo que podía suceder a partir de ese momento. Mi cabeza estaba apoyada contra la librería, mis ojos cerrados y la fuerte respiración delataban mi pasividad. Comenzó a acariciarme a una mano mi enrojecido culo, y con la otra se dedicó a recorrer el elástico superior de mis braguitas de un lado a otro. Mi vientre se agitaba al ritmo de mi respiración hasta que en un momento dado deslizó su mano por encima de la tela de mis braguitas a lo largo de todo mi coñito. Suficiente para regocijarse al comprobar mi humedad. Yo era incapaz de abrir los ojos. Temía que adivinase mi pequeña satisfacción reflejada en ellos. Quería mostrarme sumisa en contra de mi voluntad en un pequeño acto de orgullo por no darle la satisfacción a ese cabrón y reconocerle que me estaba gustando.

Él por su parte estuvo jugando unos segundos con mi cuerpo hasta que en un momento dado el viejo se acercó y metió su lengua por entre mis labios, jugó un momento dentro de mi boca y luego lamió mis labios y mi mejilla. Aquello sí que no me lo esperaba, y en un primer momento me dio asco. Sobre todo cuando su lengua recorría mi rostro, mi cuello, mi nuca e incluso alrededor de mis orejas, chupando y tragándose mi pendiente.

De repente agarró mis braguitas a dos manos por las costuras de un lateral y de un solo tirón las arrancó y tiró al suelo. Yo reaccioné cubriéndome mi pubis con las dos manos escrupulosamente y me alejé cuanto pude de él.


Ahí estaba yo, frente al jubiladete, sin bragas, con mi intimidad totalmente expuesta, tan sólo en sujetador y medias y unas sandalias con tacón. De seguro me veía increíble, porque la sonrisa del viejo era enfermizamente caliente. Se empezó a acariciar su bulto en frente de mí; la idea de que ese viejo se estuviera masturbando mirando mi cuerpo provocó el regreso de esos cosquilleos tan extraños en mi cuerpo, pero a la vez hipnotizadores y placenteros.

.-“Estás bien buena Sandra” me sorprendió que recordase mi nombre, “sí que tiene suerte el hijo de puta de tu marido” dijo mientras se tocaba sin pudor delante de mí.

.-“Por favor, no se refiera así de él” increpe sin mucha convicción.

- “Ja, Ja, ja… ¿cómo quieres que le llame?... ah sí, cornudo, esa es la palabra, es un hijo de puta cornudo” dijo mientras se apretaba el bulto y me miraba a los ojos.

.- “Acabo de manosear como he querido a su linda esposa, incluso le di un lindo beso y ahora la estoy mirando desnuda frente a mí mientras me corro una buena paja... definitivamente estas muy buena, mira esas piernas, ¡están de lujo!. Ahora quiero que desfiles para mí, que me muestres ese cuerpazo. ¡Anda, camina como una perra! ¡Caliéntame!” dijo al tiempo que me lanzaba una palmada en el culo.

Dudé, no me gustaba lo que había dicho pero era verdad, me estaba dejando hacer como una puta cualquiera, una puta que quería seguir jugando o que jugaran con ella. “Perdóname maridito, perdóname por no poder evitar entregarme como una puta” pensaba mientras comencé a caminar lentamente frente a él. Mis pasos mejor ensayados se los mostré mientras le miraba el bulto en sus pantalones, sabía que le gustaba que le mirase y a mí me gustaba excitarlo. No lograba adivinar de dónde provenía el placer por calentar a ese viejo, un viejo que nunca podría soñar con una mujer como yo, me provocaba demasiado. Cuando pasaba cerca de él no perdía oportunidad en darme una nalgada o manosearme los pechos, a la vez que me llenaba de insultos llamándome puta o zorra. Estaba en el cielo.

.-“Eso señorita Sandra, menéele el culo a este viejito caliente... muéstreme lo provocativa que puede ser la fiel esposa de su marido , que puta más buena ¡y va a ser mía!, su cuerpo va a ser mío, ¿no es cierto?, ¿No es cierto Sandra?, ¿no es cierto perra?. ¡Vamos, responde!” gritó esperando respuesta.

El viejo se cruzó en mi camino, me tomo de las caderas, y me miró a los ojos con una mueca de satisfacción interrumpida en la cara. Sumisa frente al avance de sus manos, que metió bajo mi sostén para apretarme los pechos.

.- “¿Te gusta que te manoseen las tetas?... a las putas como tú les gusta” decía totalmente excitado.

.- “Si Don Mariano, me gusta que me aprieten las tetas”, decir tetas, refiriéndome a mis propios senos me gustó. Sus manos levantaron mi sujetador para poder contemplar mis tetas.

.- “¿Y te gusta que te las chupen?, ¿Quieres ser mi vaca lechera?... que lindas tetas Sandra, seguro a tu estúpido marido también le gustan”, dijo mientras empezaba a lamer mis pezones. Yo era incapaz de perder de vista su lengua jugando con mis pezones. Un tímido gemido se escapó de mi boca.

Al escuchar esto me las apretó con fuerza, mientras el lamer de mis tetas se trasformó en chupadas y mordiscos descontrolados. Mi marido jamás me había chupado así; me sentía muy deseada y sucia a la vez por permitirle a aquel viejo asqueroso manosearme de esa manera. Además, yo soy muy sensible en esa zona de mi cuerpo.

Al cabo de unos minutos, soltó mis tetas para posar sus manos sobre mi trasero, me apretaba y acariciaba las nalgas violentamente.

.- “Y tu culo... mierda, que bueno está, tienes un culo de ensueño puta... y quien te lo está sobando soy yo... aaaaahhhh... que culazo puta, estoy seguro de que te gusta que te toquen el culo ¿eh?. Pedazo de zorra sois todas iguales” me recriminaba.

.- “No por favor, no está bien... por favor suélteme, ya es suficiente” musité como una bebita asustada, lo que encendió aún más al viejo y volvió con sus fuertes y adorables palmadas sobre mis nalgas.

.-“Pero que puta eres Sandra, una puta preciosa, mira esa carita de ángel... que labios más hermosos, y esas manos seguro que haces unas pajas de miedo. Estoy seguro de que estás deseando acariciarme. Seguro que nunca has tocado una polla tan grande y gruesa como la mía. Mira como me tienes” dijo esta vez al tiempo que me cogía de las manos y las guiaba hasta su entrepierna .

.- “Anda, búscalo putita... muéstrale a este viejo lo que te gusta”.

Era el momento, hasta ese instante no me había dado cuenta de lo ansiosa que estaba por portarme como una verdadera puta, había llegado el momento de hacer en vez de dejarme hacer y mi excitación iba en franco aumento.

- “Ande señorita Sandra, busque lo que le gusta a las perras como usted. Te puedo asegurar que está bien duro; bien duro por tu culpa. Anda putita, acaríciamelo”.

El viejo ya se había dado cuenta del morbo que me provocaba que me dijera puta, y lo sabía aprovechar. Estaba asustada, sabía que era muy diferente dejarme tocar a provocar placer en otro hombre, y más si era ese viejo putero a quien detestaba, pero estaba decidida a seguir adelante y comencé a pensar en la idea de tener que entregarme a Don Mariano. Dejarme follar por aquel viejo verde me convertía en una puta, y eso me seducía, quería ser una puta ansiosa de placer... de polla, de otra polla que no fuese la de mi marido.

Acerqué mis manos rebuscando entre las telas del batín, el viejo suspiró de placer cuando apreté su miembro entre mis dedos sintiendo toda su dureza, llegando a palpitar al contacto de mis manos. Me miraba con una mueca extraña, como un violador burlón mira a su víctima indefensa. Pude sentir un pené largo y grueso bajo la tela, me encantaba, aquel viejo sí que estaba caliente, y me hacía sentir toda una hembra. Desabroche su batín y lo acaricié bajo su ropa interior, cerré los ojos para disfrutar la sensación de tocar aquella vieja barra de carne, una de mis manos atrapó sus peludos testículos, los que acaricié suavemente, la otra apretó fuertemente su base y con un sutil sube y baja lo empecé a masturbar. Me vio descuidada y volvió a meter su lengua en mi boca, parecía que había juntado saliva para inundar mi cara, era asqueroso pero excitante. Devolví su beso como una niña dejándose hacer, como si fuera mi primer beso y luego me dejé lamer la cara.

La piel de su miembro era tersa por la rigidez de este, su glande estaba húmedo y manchaba mi mano cuando lo acariciaba. El tamaño de su miembro era notoriamente mayor al de mi esposo y eso me excitaba, me calentaba la idea de que aquel viejo me pudiera brindar más placer que mi marido. Con sus años de más, su barriga y su fea cara me iban a tomar como nunca lo había hecho mi amado esposo. Don Mariano suavemente me orientó hacia la mesa del comedor. Yo, sin soltar su miembro, lo seguí, ya estaba perdida, estaba ansiosa y desesperada por que sucediese lo irremediable.

- “Ahora me la vas a chupar” dijo Don Mariano y tirando de mi pelo hacia abajo me obligó a arrodillarme a sus pies, al tiempo que empezaba a darme pequeños golpes en la cara con su verga.

.-“¿Qué te parece, eh perrita?, ¿te gusta?”, se deleitaba contemplando como restregaba su polla por mi rostro.

.-“Qué crees que diría tu maridito si te viera con mi polla en la cara, ¿eh?... ¡anda abre esa boquita de puta tan rica que tienes” continuaba tirándome del pelo de tal forma que accediese a sus pretensiones aunque solo fuese por el dolor.

.-“No por favor, no haga eso” yo me mostraba totalmente reticente a chuparle la polla. No podía evitar pensar que tan sólo unas horas antes había podido estar dentro de otra mujer, de otra puta como yo.

Don Mariano por el contrario no podía creer lo que acababan de pronunciar mis labios. Entendió que no era una práctica habitual en mí y eso lo excitaba. Si bien yo me negué en un principio, era más bien por el tema higiénico, aunque sabía que eso iba a calentar al viejo, y era consciente de que a la vez eso me calentaba, pero decirlo con esa mezcla de inocencia y sensualidad me asombraba incluso a mí misma.

.-“Anda prueba, abre la boca putita” dijo con su voz carrasposa tirando con fuerza de mi pelo y provocándome un dolor insoportable. Sabía lo que tenía que hacer para mitigar mi sufrimiento.

Así que repasé primero su miembro con la lengua, él tenía que inclinarse para poder verlo bajo su barriga. Recorría de la base de su gruesa verga hasta su húmedo glande, tenía un sabor a sudor con una pequeña esencia a orines, contraria a todo lo que pudiera pensar me gustaba, el sabor a calentura de viejo me gustaba, bañé su polla con saliva hasta hartarme y sus testículos también, que me sumergiera entre su vello para alcanzar sus testículos con mi lengua le encantaba, podía sentirlo en las contracciones de su polla. Cuando atrapé su glande con mis labios emitió un gemido que resonó por toda la casa.

.-“Eso es puta, chúpamela... demuéstrame lo bien que sabes hacerlo” dijo evidentemente excitado.

Empecé a chupar su verga de forma hambrienta, mientras mis labios la recorrían de arriba hasta donde alcanzara a entrar en mi boca, mi mano apretaba y masturbaba lo que quedaba fuera de está, mi lengua acariciaba su glande sin descanso y mi cabeza se meneaba sin cesar. Ya llevaba un rato así cuando empecé a bajar el ritmo.

.-“No pares, no pares, sigue chupando hasta que me corra” exclamó mientras se aferraba desde su posición a mis pezones.

Reanudé mi ritmo, mi excitación había crecido. Al tratarme de puta y ordenarme que siguiera, me hacía más deseable... mas puta... mas rastrera. Mientras chupaba no podía evitar emitir sonidos de gemidos atrapados en mi garganta, mi calentura se me notaba; y más se notaba cuando disminuía el masaje en su verga, con la intención de que me volviera a gritar, a insultar y a tirar de mis pezones como a una niña que no cumple con su tarea.

Yo estaba concentrada en mi tarea cuando apartó su delicioso aparato de mí boca. Me agarró por debajo las axilas, me levantó en un instante como a una muñequita y me tiró boca abajo sobre la mesa del comedor. Quise mirarlo sin moverme de esa posición, estaba contemplando mi culo desnudo y mi entrepierna totalmente expuesta. Acercó su mano sobre mi húmeda vagina y la acaricio impregnando mi escaso vello con mis propios flujos.



.-“Estas toda mojada, menuda puta estás echa” dijo mientras ponía la punta de su verga sobre mis labios vaginales.

.-“No Don Mariano, no me la meta... por favor... no me penetre”, implore sabiendo que no me haría caso.

.-“Pero si estás loca porque te la metan... la muy puta... piensas que te voy a dejar así no más, pues ahora me lo vas a pedir, me vas a pedir que te la meta… anda, pídeme que te atraviese, pídeme que te haga mía, pídeme que posea tu precioso cuerpo... anda puta, no te la voy a meter hasta que me lo pidas” dijo el viejo mientras rozaba su glande a un lado y a otro en la entrada de mi vagina para mi desesperación.

Estuvo un rato así desesperándome. De vez en cuando sus palmadas se mantenían sobre mis nalgas. Mi excitación me dominaba, estaba ese viejo manoseándome y mirando mi cuerpo desnudo a excepción tan solo de mis medias y tacones, y ya no aguantaba las ganas de que me lo metiera. Me volví a mirarlo, nuestras miradas se cruzaron, su sonrisa malévola me hacía sentir dominada y descontroladamente caliente.

.-“Métemela” dije mirándolo a los ojos en forma suplicante, mientras yo misma acariciaba mi culo a la vez que lo meneaba como sabía que a él le gustaba.

El viejo aguanto hasta que terminó mi desesperada petición; se agasajó mirando mi excitado rostro mientras le pedía que me clavara esa verga. Lo dejé de mirar cuando me tomó de las caderas, ubicó la punta de su miembro y de una sola embestida me lo clavó por completo.

Su gruesa verga se abrió paso en mi interior como un taladro. Me sacó un grito desgarrador, el dolor y el placer se mezclaban de forma exquisita entre mis piernas. Se quedó clavado hasta el fondo por unos momentos, como comprobando la diferencia de temperaturas entre ambos cuerpos, con toda su polla dentro de mí, nunca había sentido nada tan adentro. Me calentaba pensar en cómo me había dejado joder por aquel viejo putero; la idea era repetitiva pero no podía dejar de excitarme. De pronto empezó el violento mete y saca, me tenía agarrada de las caderas y me empujaba hacia él con la misma fuerza que me estaba clavando. Pude sentir su barriga sobre la parte baja de mi espalda cuando se inclinó para agarrarse a mis tetas, luego todo su peso estaba sobre mí follándome salvajemente. Yo apenas llegaba de puntillas al suelo, con mis codos apoyados sobre la mesa daban el espacio suficiente para que manoseara a placer mis excitados pechos. Me tenía montada como a una perra.

.-“¡Aaayyy!... ¡me duele!... ¡me parte!.... ¡No pareee...!” comencé a chillar.

.-“¡Cállate maldita puta!. ¡Mañana cuando estemos en el juicio me mirarás a la cara y querrás repetir” gritaba mientras me cogía.

Me sorprendió a mí misma la rapidez con que me vino un primer orgasmo, fue corto e intenso, que por supuesto no me dejó del todo satisfecha. Quería más, esperaba más, ansiaba mucho más, me dejó cansada y más calmada pero no satisfecha, aún estaba hambrienta. El viejo se detuvo, no me la sacó, pero se quedó quieto parado detrás mío. Observando mis convulsiones durante el orgasmo para deleite suyo. Ambos sabíamos lo que había pasado. No me demoré mucho en empezar a moverme en suave vaivén, ahora era yo la que me estaba moviendo metiéndome y sacándome yo misma su miembro. Me lo estaba follando. Podía sentir como mis nalgas se pegaban a su ingle cuando mi culo se clavaba bajo su barriga. Me movía hacia la mesa sintiendo el roce de su miembro dentro de mí, para luego volver a clavármelo y sentir su peluda piel en mis muslos y en mis nalgas.

.-“Te has corrido ¿eh?, vamos putita, así que te gusta ¿eh?, quiero ver cómo te mueves tu solita” decía el vejete mientras acariciaba mi espalda

.-“Así es, más rápido... ¡más rápido putita!” ahora era él el que estaba a punto de correrse.

Volvió a azotar mis pompis con sus arrugadas manos. Aceleré el ritmo de mis movimientos. Él no se movía, era yo la que, bajo el yugo de sus palmazos, devoraba su herramienta por entre mis piernas en un mete y saca frenético, como una yegua complaciendo a su jinete. Sabía que le encantaba mirarme dándome placer con su verga, sabía que gozaba mientras me dejaba golpear con tal de mantener su polla dentro de mí. El sentirme como una puta más con las que podía estar, el escucharlo insultarme, me tenía descontrolada. Mi único control se basaba en dejar que abusara de mi cuerpo, con tal que siguiera gozándome, me mantenía sumisa ante él. Después de un rato de gozar de mis movimientos, sorpresivamente se apartó de mí, sacándomelo y dejándome un gran vació entre las piernas. Me volví para ver qué es lo que hacía hacía y me asusté al ver cómo por un momento pensé que no quería continuar.

.-“¡Pero qué coño haces?, ¿por qué paras cabrón?” grite cabreada por su actitud.

Esta vez me miró con una expresión en su rostro un tanto maléfica, más bien perversa diría yo, se notaba que algo estaba maquinando algo y seguro que nada bueno sería. Su cara era auténticamente maquiavélica.

Acercó su mano a mi cara y me obligó a chuparle su dedo pulgar. Supuse que eso sería todo, quería deleitarse contemplando mi rostro de chupona, seguramente el muy cerdo estaría pensando en correrse en mi boca. Yo en cambio quería más polla, necesitaba más verga para correrme como es debido, por eso decidí clavarme yo misma su pene introduciendo mi mano por debajo de mi cuerpo hasta alcanzar su miembro y ser yo misma quien lo guiase hasta mis labios vaginales para que me penetrase. A la vez trataba de chuparle su regordete y arrugado dedo poniendo la más guarrilla de mis caras para complacerle. Yo le chupaba el dedo como si me fuese la vida en ello a la vez que le suplicaba…

.-“Eso es, … me gusta sentirla dentro Don Mariano, por favor no se salga ahora, déjeme seguir, no pare, no pare…” gemía mientras yo misma me acariciaba el clítoris con la mano que yacía entre la maesa y mi cuerpo.

Cuál fue mi sorpresa cuando una vez estuvo su pulgar bien ensalivado posó su mano sobre mis cachetes del culo e y comenzó a jugar presionando levemente el anillo de mi ano tratando de introducirme la yema de su dedo.

Mi cuerpo se tensó y mi espalda se arqueó al instante nada más notar la presión en su dedo en mi ano. No quise decir nada al comprobar sus intenciones, tan solo me limité a arquear mi cuerpo y rezar porque no sucediese lo que empezaba a temerme.

El anciano al comprobar mi reacción aprovechó esta vez sí a introducirme la yema de su dedo haciendo verdadera presión sobre el anillo de mi ano. Tan solo introdujo la puntita y ya me dolió un montón.

Tan solo un tímido alarido se escapó de mi boca, no quería darle la satisfacción a ese cerdo de gritar o de evidenciar que a pesar de mi edad y mi matrimonio todavía era virgen en esa parte de mi cuerpo. Mi marido nunca me había pedido cosa semejante, y sin embargo ese viejo estaba claramente decidido a metérmela por el culo.

Ante mi impasividad Don Mariano avanzó en su próposito de introducirme por completo su dedo dilatándome a la fuerza. Esta vez si me dolió y no pude evitar que un leve chillido se escapase entre mis dientes.

.-“Aaaaah” suspiré al tiempo que me giraba para contemplar un rostro enfermizo. Nuestras miradas se cruzaron en la distancia de nuestros cuerpos.

.-“Menudo culito más rico que tienes, apuesto a que tu maridito no te lo ha hecho nunca por el culo” pronunció totalmente fuera de sí.

No quise o no supe responderle, quise sostenerle la mirada esperando que se apiadase de mí y cesase en su empeño. Pero el muy hijo de puta estaba decidido a sodomizarme, comenzó a mover su dedo dentro y fuera de mi ano.

Mi cuerpo estaba tenso y él lo notaba, mi respiración ahora era más agitada que antes, y mi rostro debía reflejar el miedo a que el dolor que provenía de mi ano aumentase, o a tener que soportarlo por mucho más tiempo. De momento era como un escozor más o menos llevadero, pero temí que fuese en aumento.

De repente su dedo salió de mis entrañas aliviando mi pequeño tormento.

.-“Abre bien tus nalgas para mi” ordenó al tiempo que me daba un fuerte manotazo en mi culo.

Yo obedecí separando bien mis nalgas con las dos manos.

En ese instante sacó su verga de mi interior para cambiar de agujero, Se sujetaba la polla a dos manos mientras empujaba con fuerza con la punta de su miembro contra mi ano. Yo me movía a un lado y a otro tratando de impedírselo.

.-“¿Pero qué haces puta?, estate quieta” ordenó al tiempo que dirigió una de sus manos a mi pelo agarrándose con fuerza a la raíz de mi cuero cabelludo y tirando de él con fuerza. Me dolió sensiblemente y además había conseguido su propósito: me tenía inmovilizada por el pelo.

.-“Te he dicho que habrás ese culito para mi” ordenó tirando con tanta fuerza de mi pelo que me vi obligada a incorporarme de la mesa poniéndome en pie.

Obedecía a sus órdenes y de nuevo abría con las dos manos las nalgas de mi culo.

Él por su parte a mi espalda como estaba comenzó a hacer fuerza empujando, tratando de introducirme su miembro en mi dolorido ano.

.-“Ummmh” gemí de dolor al notar como su prepucio se abría camino en mi ano.

.-“Eso es putita, aguanta un poco más” me susurró en la nuca al tiempo que su polla dilataba a la fuerza mi trasero. Yo trataba de resistirme y evitarlo, pero su cuerpo me retenía apretada contra la mesa, una de sus manos tiraba de mi pelo sujetándome la cabeza mientras con la otra tapó mi boca en lo que sería su empuje final.

.-“MMmmm” mi gritó quedó ahogado en su mano. Mi ano ardía por dentro en un dolor que esta vez se me hizo insoportable, incluso se me escapó una pequeña lagrimilla que recorrió mi mejilla. No sé si por el dolor, o por la humillación a la que estaba siendo sometida.

El muy cerdo se dedicó además a darme mordisquitos en mi hombro y recorrer con su lengua mi cuello y cuanto alcanzaba de mi cara.

.-“Que culito más prieto que tienes, no sabes cuánto me gusta” susurraba en mi nuca.

Yo cerré los ojos y traté de relajarme, quería que aquel sufrimiento terminase cuanto antes.

.-“Te gusta, ¿eh?, pues córrete en mi culo cabrón” pronuncié en un momento de fuerzas.

.-“Se siente bien rico, anda muévete, quiero ver como mueves ese culito para mi” se deleitaba el muy cerdo mientras continuaba tirándome del pelo y lamiendo con su asquerosa lengua todo mi cuello, mi nuca, mi hombro y mi rostro. En esos momentos una idea fugaz cruzó mi mente, una posible solución a mis problemas.

Siguiendo mi improvisado plan comencé a moverme tratando de complacerle, era imprescindible que sus fluidos quedasen en mi cuerpo.

.-“Eso es Don Mariano, rómpame el culo, no sabe cuánto me gusta, rómpale el culo a esta mujer casada” articulaba como buenamente podía.

.-“Me gusta, me gustaaaah” pronunciaba tratando de ahogar mis gritos.

.-“Pues claro que si putita, ya sabía yo que te gustaría. A todas las putas como tú le gusta” susurró de nuevo en mi cuello.

.-“Eso es soy una puta, su puta. Rómpeme el culo, dame fuerte más fuerte” lo alentaba para que terminase cuanto antes.

Esta vez por respuesta solo obtenía los bufidos que escuchaba a la altura de mi nuca. Su fuente descansó en mi hombro, al fin me soltó el pelo para aferrarse a dos manos a mi cintura, y tras un par de empujones más pude sentir como su miembro se contraía en mis entrañas en espasmos, y notando como un líquido espeso, viscoso y caliente inundaba mis entrañas.

.-“¿Ya?” pregunté observando como aquel monstruo se acababa de correr en mi culo.

.-“Ya” afirmó él dando una nueva nalgada en mis nalgas tratando de retener en su escasa memoria cada curva de mi cuerpo. Me retuvo un rato más agarrándome de la cintura hasta que poco a poco su miembro perdió la dureza de hacía unos instantes.

.-“Creo que iré a limpiarme” dijo al tiempo que se salía de mi interior, “a saber que mierda tienes en ese culo” terminó de apuntillar antes de abandonar la habitación rumbo al baño.

Escuché el agua del bidé a lo lejos mientras yo me apresuraba a realizarme una llamada desde su teléfono fijo a mi móvil y tratar de retener la llamada el mayor tiempo posible.

Luego me recompuse las ropas como buenamente pude, me dí cuenta al ponerme las braguitas que estas estaban manchadas un poco de sangre. Al llevarme la mano atrás pude comprobar que la sangre provenía de mi dolorido ano, y en cierto modo de alegré. Era la prueba definitiva que necesitaba.

Antes de que regresase Don Mariano me dio tiempo de arrancar una hoja de una descolorida libreta que había en su librería junto a un viejo bolígrafo mordido. Quise que viese como colgaba su teléfono cuando entraba por la puerta.

.-“¿Qué haces?” preguntó alertado por mi reacción colgando el teléfono.

.-“Nada que deba preocuparle si firma aquí lo que le diga” dije mirándolo ahora con suficiencia.

.-“¿Y por qué iba a hacer nada putita?” preguntó sin nada que temer hasta el momento.

.-“Porque si no lo hace saldré de aquí directa a denunciarle a una comisaria, les diré que usted me ha llamado para cerrar un trato antes de mañana, les diré que yo no he aceptado y que entonces usted me violó, me forzó. Como pruebas tengo sus fluidos corporales en el interior de mi cuerpo y la llamada de su teléfono a mi móvil” nuestras miradas se cruzaron en el aire. Se podía cortar con un cuchillo la tensión ambiente. Él no dejaba de mirarme cómo preguntándose si sería capaz de cumplir mis amenazas.

.-“Tiene usted razón, las mujeres somos capaces de muchas cosas. Puede que yo pase lo mío pero… ¿sabe usted lo que le hacen a los violadores en la cárcel?. Me imagino que un tipo como usted ya lo sabe” dije sosteniéndole desafiante la mirada a los ojos.

.-“Esta bien” dijo ahora resignado “¿qué quiere que escriba?” preguntó inquieto.

Yo comencé a dictarle….

Yo Don Mariano……, mayor de edad, con D.N.I. ………… y domicilio a efectos de notificaciones en c/Mayor nº …. de la localidad de….., como mejor proceda

EXPONE

Que con fecha tantos de tantos se produjo un accidente con el vehículo matrícula …..

Que tal accidente fue provocado intencionadamente por mi parte con el ánimo de obtención de lucro o compensación económica.

Que por tanto el conductor o conductora del otro vehículo carece de responsabilidad civil o penal en los hechos acontecidos.

Lo que hago constar a los efectos oportunos en tal ciudad a tantos de tantos.

Firmado: Don Mariano.



Nada más firmar el documento salí corriendo de aquel piso, pasé por el despacho de mi abogado a entregarle el documento, el cual se deshizo en preguntas tratando de adivinar como lo había conseguido.

Me pasé toda la noche sin dormir, entre otras cosas porque no quise ducharme temiendo que el muy hijo de puta no aceptase trato ni aún por esas y tuviera que pasar a peores por mi parte.

Por suerte me despertó mi abogado al punto de la mañana alegando que la otra parte había accedido a la cuantía que le habían ofertado. Una vez más quiso saber cómo había conseguido la confesión del afectado, pues según él había sido determinante para llegar al acuerdo, y que según él era la primera vez en su carrera que le ocurría algo semejante.

Yo solo pensaba en ducharme mientras escuchaba sus palabras, y me alegré de que todo se hubiera solucionado. Por supuesto mi marido nunca supo ni de esto, ni de muchas otras cosas que a partir de ese momento supe que era capaz de hacer.

Besos,

Sandra.

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