domingo, 4 de marzo de 2018

De camping en Benidorm





Por mucho que me fastidiase mi marido tenía razón. Si este año queríamos disfrutar de unos días de vacaciones en familia no nos quedaba más remedio que pedirles prestada la auto caravana a mis cuñados. Bueno, sí, había otras opciones, pero sin duda algo más caras y algo inaccesibles para nuestra maltrecha economía. Desde que me quedé en paro que nuestros ingresos se habían visto reducidos notablemente y debíamos ajustar el gasto. Adiós a las vacaciones en crucero, los resorts, o los hoteles con encanto.


Aunque era plenamente consciente de lo que me conllevaría tomar esa decisión no tenía otra que aceptarla. Nunca olvidaré las caras de mi cuñada cuando su hermano le pidió las llaves de la auto caravana, esa mirada de víbora que tiene y con la que no le hacía falta pronunciar palabra para decirme: “desgraciada, mira a lo que has arrastrado a mi hermanísimo. Toda la culpa es tuya”. De hecho no pudo evitar soltar el malicioso comentario...


.-“¿No eráis vosotros los que decíais que no os gustaba eso de los campings?, ¿qué era mucho mejor un hotel?” soltó con cierto rin tintín por su lengua viperina.


.-“Algún año deberíais probar a disfrutar de unas buenas vacaciones en un resort de esos con campo de golf, spa y toda clase de lujos para poder comparar como vamos a hacer nosotros” le respondí callándole la boca sabiendo de sobra que ellos nunca habían podido costearse ese tipo de vacaciones.


Mi cuñado en cambio era todo bondad, se deshacía en amabilidades, enseguida se ofreció a explicarnos cada detalle de la auto caravana y los cuidados que debíamos tener. Se entusiasmó explicándonos como cargar las bicicletas, como desdoblar las camas, y el resto de detalles que consideraba debíamos saber.


Para los que no me conozcan decir que me llamo Sandra, tengo treinta y dos años, y que llevo un tiempo casada con mi marido con el que he tenido un hijo maravilloso. Me encanta disfrutar del sexo, una de las pocas cosas que verdaderamente nos pertenecen y es nuestra de verdad. Lo que ocurre es que mi marido no debe pensar lo mismo.

Pero a lo que iba. El caso es que llegó el día de nuestras vacaciones. Debo reconocer que todos estábamos un poco ilusionados con la novedad. Reservamos en un camping de primera categoría que nos recomendó nuestro cuñado. La verdad es que tenía de todo, no faltaba ni un servicio, desde piscina, supermercado, animación infantil, hasta tenía wifi gratuita. Las plazas eran amplias, la auto caravana cabía de sobra e incluso había espacio para un coche. Las tomas de agua y de luz eran muy accesibles y cómodas, todo hacía presagiar que pasaríamos unas buenas vacaciones.


Compensaba los comentarios que tendría que soportar por parte de mi cuñada, incluso pensé que tendría que encontrar la forma en que dándole la razón a mi cuñada me la pusiese un poco de mi parte. En plan que si tenías razón, no está nada mal, repetiremos,… etc. Tenía quince días por delante de vacaciones y relax para pensar en ello. Ahora me había propuesto disfrutar.


El primer día, lunes, se pasó enseguida, entre el viaje, la llegada y los preparativos transcurrió todo en un santiamén. Para colmo nunca habíamos estado en Benidorm, así que a la noche fuimos a dar una vuelta de reconocimiento por los alrededores para comprobar todo cuanto nos había explicado mi cuñado.


Efectivamente la playa se encontraba a pocos metros del camping, se podía acceder a ella desde la puerta trasera de las instalaciones y a poca distancia ya topabas con la arena. Convencí a mi marido para que saliese temprano a dar su vuelta con la bici y de paso plantase la sombrilla en primera línea de playa con la excusa de que el chico disfrutase de la arena y el agua.


La zona de ocio y restauración de Benidorm tampoco quedaba nada lejos, tan solo a un pequeño paseo del camping, por lo que si un día queríamos salir a cenar o comer por ahí no tendríamos porqué coger las bicicletas. Me sorprendió gratamente la calle Gambo y alrededores. Todos regresamos contentos por cuanto se nos esperaba en estos quince días por delante.


Al día siguiente, martes, me despertó mi marido. Lo cierto es que yo todavía dormía plácidamente cuando regresó de dar su consagrada vuelta en bicicleta, no sé si por el cansancio o qué, que la cama resultó ser más cómoda y reparadora de lo que pensaba. El caso es que mi esposo preparó los desayunos, vistió en un periquete a nuestro hijo, y marchó a la playa despidiéndose de mí con un beso en la boca mientras yo continuaba adormilada en la cama.


.-“Date prisa” me dijo, “la playa está a reventar. Te esperamos justo enfrente de la calle que baja a la playa. Ya nos verás” y antes de que pudiera contestarle marchó con nuestro hijo rumbo al agua.


Recuerdo que me demoré un poco antes de levantarme. El desayuno preparado me supo a gloria. Además mi marido me había dispuesto un pequeño plato con moras silvestres que seguramente había recogido por el camino de su vuelta en bici. Sabe que me encantan. Junto al platito una nota que decía:


“Para mi reina mora”.


Si es que… cuando se pone romántico me lo comería a besos. Lástima que para otras cosas fuese tan soso. Todo lo atento que era para unos detalles y lo desatendida que me tenía en otros.


Mientras tomaba el zumo, las moras y el café, me propuse que tal vez esa faceta de nuestra vida podía cambiar en estas vacaciones. Debía hacer algo por cambiar nuestra nula rutina sexual, me propuse aprovechar todos estos cambios para que me ayudasen en mi propósito.


Por eso, cuando terminé de hacer las camas, arreglar la cocina, recoger las sillas y la mesa bajo el toldo, y llegó el momento de arreglarme para acudir a la playa, sopesé cuidadosamente que bikini ponerme.


Me desnudé frente al espejo del baño para probarme el bikini que me había comprado hace tan solo unos días en El Corte Inglés de mi ciudad. Ahora que me lo veía puesto en situación, me pareció algo recatado, máxime si lo que pretendía era que mi marido me prestase más atención en estas vacaciones. Así que decidí probarme otro que aunque era de la temporada pasada se podía ajustar a mis pretensiones. Pero tampoco me convenció. Recordé que había visto entre los compartimentos de la auto caravana varios bikinis de mi cuñada. Decidí husmear un poco y comprobar que tal me sentaban.



El primero me venía algo grande, me alegré de saber que tiene mucho más culo que yo. El segundo me quedaba mejor, pero el estampado floreado parecía de abuela, y también lo descarté. El tercero era un bikini negro de triángulos de esos que se anudan a la espalda en la parte superior. Podía ajustarlo a mi talla. Por la parte del top me ajustaba bastante bien, realzando incluso mi pecho, lo malo es que al probarme la braguita comprobé que era un tanga de esos tipo americano, y aunque de vez en cuando uso este tipo de prenda como ropa interior, nunca me había atrevido a lucir un bikini en público de esas características. Tras probármelo en un principio mi intención fue descartarlo instintivamente. Pero mientras me lo quitaba me sorprendió que mi cuñada usase ese tipo de prendas, y me pregunté cómo es que era capaz de lucirlo en público con lo culona que es. Nada más quitármelo, y tras observarme desnuda en el espejo me pregunté de nuevo si yo sería capaz de acudir a la playa con él. Me pregunté qué tal me sentaría a mí en serio, y sobretodo el por qué no me atrevía a ponérmelo. Así que decidí probármelo por segunda vez con algo de detenimiento y salir de dudas.



Estuve observándome un rato frente al espejo titubeando si ponérmelo o no. Por una parte sentía el impulso de atreverme con tan espectacular prenda a lucir trasero. A decir verdad es una parte de mi cuerpo de la que me siento especialmente orgullosa. Recuerdo que pensaba mientras me miraba frente al espejo una y otra vez desde todos los ángulos posibles, que era una pena que nunca me hubiese atrevido con este tipo de prendas en público. Vuelta a un lado y al otro, lo mirase por donde lo mirase, lo cierto es que me realzaba el culete. Estaba segura de que a más de uno se le caería la baba al verme y la idea prometía.




Llegué a la conclusión, sincerándome conmigo misma, que si no me lo ponía era por lo que pudiese decir mi marido. Y sin embargo de algún modo esa era mi intención, que mi marido se fijase en mí. Debía andar cauta si no quería iniciar una discusión al respecto, pues la línea que separa un tipo de provocación de la otra es muy fina en el carácter de mi esposo.


La solución se me presentó al momento. El bikini era de su hermana, y la maleta la había hecho yo, por lo que ya tenía la excusa perfecta. Si quería cambiar y provocar algún cambio estas vacaciones, por algo debía empezar. ¡Decidido!, definitivamente me lo dejaba puesto. Así que me puse el pareo y decidí no demorarme más en bajar a la playa, no vaya a ser que se me pasase el calentón y me arrepintiese.


Una vez desperté de mis pensamientos y mis dudas, me di cuenta que las cortinas de la auto caravana estaban corridas y las ventanas abiertas. Seguramente mi marido las había abierto al punto de la mañana para ventilar. Al cerrar la ventanilla más cercana a mi posición y que caía justo enfrente de donde me había desnudado para probarme los bikinis, pude contemplar para mi estupor, que en la plaza de camping de al lado estaba sentado nuestro vecino de caravana en dirección a nuestra ventana mientras se tomaba un café y parecía leer el periódico.


Corrí las cortinas entre un sentimiento de rabia por mi descuido y algo de vergüenza.


“¿Y si me había observado durante todo este rato?” pensé malhumorada conmigo misma por cometer semejante descuido.


Maldije mi falta de costumbre por unos segundos. Antes de correr las cortinas de la segunda ventana decidí espiar a mi vecino tratando de averiguar si me había podido observar, o si por el contrario no se había percatado de nada. Lo observé un rato tras la cortinilla y me relajé al ver que mantenía su mirada fija en el periódico. Pensé que habría permanecido ensimismado en su lectura y que mi torpeza habría pasado inadvertida.


Parecía un señor relativamente mayor. Más cercano a los cincuenta que a los cuarenta. Elegante en sus gestos y en su porte, pese a llevar tan solo puesto las bermudas y una camiseta. Me sorprendió que no estuviese en la playa como todo el mundo a esas horas de la mañana. Tras relajar mi tensión observándolo impertérrito en su lectura, procedí a esconder cuidadosamente el resto de bikinis y prendas de baño, me recoloqué el pareo, y me dirigí a la playa en busca de mi marido y mi hijo.


Por suerte no me costó mucho tiempo encontrar nuestra sombrilla. Estaba justo en primera línea de playa, lo más cercana posible al acceso desde el camping. Me sonreí al pensar que seguramente mi esposo habría sido el primero en plantar los bártulos a primera hora peleando entre los madrugadores abuelos, para que su mujercita y su hijo disfrutasen el resto de la mañana de estar en la orilla. Bueno, pues ahora le tocaba disfrutar a él en que me viese con el bikini de su hermana.


Los pude ver a lo lejos, ambos estaban haciendo un castillo en la arena. Mi hijo estaba de espaldas a mi llegada entre el resto de sombrillas y toallas, de frente al mar, mientras que mi marido estaba sentado en la arena en sentido contrario, de espaldas al mar y de frente a las sombrillas. La estampa hubiese sido de lo más tierna y conmovedora observándolos a ambos jugando juntos, de no ser porque mi marido no le quitaba ojo de encima a la que parecía nuestra vecina de sombrilla, y que practicaba top less luciendo pechos a la vista de todos cuantos la rodeaban, incluyendo como no, a mi marido.


.-“Hola” dije sorprendiendo a mi esposo mirándola ante mi repentina presencia.


Pude comprobar al ruborizarse que lo había pillado in fraganti mirando las tetas de la otra. No me importó mucho, pero pensé que debía aprovechar la situación para llevarla a mi terreno, como dándole naturalidad al hecho de que una mujer muestre en la playa ciertas partes de su cuerpo.


.-“Hola” respondió mi marido nervioso al ser descubierto. “¿Si que te ha costado?” preguntó tratando de desviar la atención a otros temas mientras continuaba sentado en la orilla de la playa jugando con nuestro pequeño.


.-“He tenido que hacer las camas y recoger todo” dije mientras le daba la espalda para dejar mis cosas bajo el palo de la sombrilla. “Además, no te imaginas lo que me ha pasado” dije tratando de adelantarle la sorpresa que estaba a punto de llevarse.


.-“¿El qué?” preguntó con curiosidad por mi suspense creado.


.-“No he encontrado ninguno de mis bikinis en la maleta, me temo que se hayan quedado olvidados en casa, menos mal que he encontrado uno que tenía tu hermana entre los cajones y he podido ponérmelo” dije mientras me quitaba el pareo delante de sus narices dándole intencionadamente la espalda para que pudiera apreciar en todo detalle lo bien que me sentaba el tanga del bikini en mi trasero.


Hubiera pagado por ver la cara que ponía. Su comentario me lo dijo todo:


.-“E…e..., ese bikini… ¿es de mi hermana?” preguntó consternado.


.-“Sí. Me queda bien ¿verdad?” le pregunté mientras me tumbaba boca abajo en la toalla dispuesta a tomar el sol.


.-“Un poco atrevido ¿no crees?” pronunció todavía sorprendido al verme lucir culo.


.-“Pues es de tu hermana” le argumenté tratando de zanjar el tema, a lo que se quedó sin respuesta tal y como esperaba.


De momento todo estaba resultando según mis planes.


El resto de la mañana transcurrió de lo más normal, mi marido continuó haciendo castillos con nuestro hijo, luego nos dimos un baño todos juntos. Tras un rato en el agua jugando en familia yo salí antes y me tumbé de nuevo en la toalla a tomar el sol. Me quedé medio dormida, en cambio mi marido y mi hijo continuaron en el agua hasta que se cansaron y regresaron a la sombrilla. Era ya medio día, y el sol pegaba con fuerza.


Me despertaron las gotas de agua que desprendía mi esposo recién salido del mar al tumbarse a mi lado. Me hizo gracia observarlo durante un rato. Mi marido no sabe estarse quieto ni un minuto bajo el sol. Se movía como un chiquillo inquieto. Primero a un lado, luego al otro, boca arriba, boca abajo, ahora me quito la arena, luego le picaba el sudor, era todo un espectáculo verlo. Yo me hacía la dormida y de vez en cuando entreabría los ojos para regocijarme con su inquietud. Sus molestias eran mi regocijo.



.-“No pierdas al chico de vista” le dije al ver que su desazón no le dejaban acomodarse en la toalla.


Mis palabras provocaron que se tumbase de lado hacia mi posición apoyando la cabeza sobre el codo. Ingenua de mí, pensé que si aguantaba tanto tiempo en esa posición era para poder ver lo bien que me sentaba el tanga a la vez que no perdía ojo al niño. Hasta que me percaté que mis nalgas y la playa, quedaban en otra dirección bien distinta a la de su vista, pues miraba sin parar ni disimulo a la vecina que enseñaba los pechos a mi espalda a escasos metros de nosotros.


Debo reconocer que me puso algo celosa. Hacía tiempo que a mí no me miraba de esa manera. Podía verlo en sus ojos. Pero…¿por qué se fijaba tanto en la otra?. ¿Qué le veía a esa que no tuviese yo?. Además, puestos a comparar, mis pechos eran mucho más bonitos que los de esa pelantrusca. ¿Por qué mi marido no me miraba así cuando me desvestía delante suya todos los días?. Paro colmo, lo que más me fastidió fue la mirada de desaprobación que tenía la señora de una pareja de abuelitos que reposaban enfrente nuestro tomando el sol, la cual parecía decirme con su mirada algo así como:”todos los hombres son iguales, su mujer enseñando el culo y él fijándose en las tetas de la otra”. Y lo peor para ella, es que su anciano marido parecía un partido de tenis entre mi culo y las tetas de la vecina.


Debía hacer algo.


.-“¿Por qué no me das crema en la espalda?” le pregunté a mi marido a quien pareció molestarle mi sugerencia.


Le tendí el bote de protección solar que él tomó como a regañadientes, y en la misma posición en la que estábamos procedió a extenderme torpemente la crema por la espalda. A pesar de estar acariciando mi cuerpo no dejaba de mirar a la otra, lo cual me enceló aún más. “Será imbécil” pensé, y me propuse reclamar mi parte de atención.


.-“Baja un poco más abajo que comienza a picarme un poco el sol en el culete” le dije tratando de centrar su atención. Pero ni aún por esas, a pesar de estar acariciándome en las nalgas, mi marido continuaba mirando a la otra. Pasé a una táctica más directa.


.-“¿Te gustan?” le pregunté.


.-“¿El qué?” respondió sorprendido por mi pregunta.


.-“¡Que va a ser!. Las tetas de esa” dije en una respuesta frontal.


.-“¿Pero qué dices? Yo no miraba a nadie” respondió tratando de hacerse ahora él el ofendido.


Si hay algo que no soporto es que me mientan. Su respuesta y la situación comenzaban a encolerizarme.


.-“Vamos no disimules. Le estabas mirando las tetas a esa” dije tratando de facilitarle la confesión.


.-“Que noooh” permaneció en sus trece negando lo evidente.


.-“Vamos cari, no me parece mal que le mires las tetas a otra, al menos disimula, ponte unas gafas de sol o algo así, como hace todo el mundo” traté de rebatirle.


.-“Que yo no estaba mirando a nadie” insistió en su mentira.


.-“Un día me lo tienes que explicar” dije tratando de arrancarle una confesión y distraerlo.


.-“¿El qué?” preguntó como un tortolito.


.-“Lo que no acabo de entender es porque no me miras así cuando me desnudo delante de ti” pronuncié en un tono conciliador tratando de rebajar la tensión surgida.


.-“Bueno, es verdad, tal vez tengas razón, me preguntaba si sus tetas son operadas o no” respondió ahora mi esposo reconociendo lo evidente: que la estaba mirando.


.-“¿Y qué, si son operadas?” pregunté yo que no entendí que tenía que ver eso con babear por sus pechos a la vista de todos pasando de mí.


.-“No, nada” dijo tímidamente mi esposo.


.-“¿No te parecen más bonitas las mías?” dije algo enojada por su respuesta de panoli.


.-“Si claro, por supuesto” dijo dándome la razón como a los tontos.


.-“Si quieres las enseño también para que compares. Seguro que al anciano de enfrente no le importa en absoluto” dije enfadada por su respuesta y la falta de personalidad que dejaba entrever su réplica.


.-“No hace falta cari” dijo arrepentido por sus respuestas condescendientes, para luego meter más la pata: “Supongo que las tuyas las tengo muy vistas, ya sabes… siempre te llama más la atención lo que no tienes en casa” confesó. Al fin escuché de su boca una respuesta algo convincente aunque no muy consoladora que digamos.


Por suerte, acto seguido llego nuestro hijo de la orilla pidiendo a mi marido que se metiese de nuevo en el agua con él. Nuestra conversación se vio de esta forma interrumpida. Cuando regresaron del baño era ya tarde y recogimos todos los bártulos para volver al camping a comer.


El resto de la jornada transcurrió de lo más normal, comimos, me eché la siesta con mi hijo mientras mi marido marchó a pasear, nos arreglamos para salir a dar una vuelta por el pueblo, picamos algo, pude ver alguna tienda que otra y regresamos de nuevo a la auto caravana con la intención de dormir.


El caso es que de vuelta, al pasar cerca del bar del camping, nuestro hijo escuchó la animación infantil procedente del escenario de la terraza, y claro, quiso quedarse a bailar y jugar un rato. Ya se sabe que los chiquillos son inagotables.


Era algo temprano, y aunque cansados, decidimos acercarnos a ver la fiesta que tenían montada para los más peques. Lo cierto es que estaba genial para los chavales. Un castillo hinchable, animadores cantando y bailando, globos, confetis, juegos… vamos un mini parque de atracciones alrededor de la terraza del bar donde los padres controlaban a los hijos por el módico precio de una consumición.


Nuestro hijo logró convencer a mi marido para poder quedarse un rato y jugar con otros niños. Yo les dije que me acercaba en un momento, pues antes quería dejar las bolsas de compra en nuestra parcela y ponerme unas sandalias algo más cómodas.


Cuando regresé pude ver que nuestro hijo jugaba entusiasmadamente con otro niño de su edad, parecía desde la distancia que se habían hecho amigos. Me alegré de que hiciera alguna amistad dentro del camping con la que pasar las vacaciones, así podríamos estar mi marido y yo algo más de tiempo solos para nuestras cosas. Encajaba a la perfección con mis planes. A mi hijo se le veía feliz y contento corriendo y jugando.


Mi marido estaba sentado en una mesa del velador tomando lo que parecía un cola cao con leche. Preludio de que enseguida se iría a la cama. Acudí a sentarme con él.


.-“¿Qué tal?, ¿ya veo que ha hecho nuevos amigos?” le pregunté a mi esposo casi antes de sentarme en la silla en alusión a nuestro hijo.


.-“Si” dijo él, “llevan ya un tiempo jugando, parece que no se cansan nunca de correr y quemar energía” concluyó. Enseguida vino un camarero a preguntarme que quería tomar.


.-“Un mojito, por favor” dije con ganas de refrescarme y alegrarme un poco contagiada por la animación.


En el tiempo en que el camarero tardó en servirme mi consumición pude fijarme que sentados en otra mesa de la terraza se encontraba nuestro vecino de plaza, quien temía me hubiese visto desnuda esa misma mañana probándome los bikinis. Estaba acompañado de una mujer que al estar de espaldas no podía ver del todo bien. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que la mujer que lo acompañaba era la pelantrusca de la mañana en la playa.


.-“¿Has visto?” le comenté a mi marido con el ánimo de alcahuetear.


.-“¿El qué?” me preguntó mi marido.


.-“Esta sentada ahí la de los pechos operados de esta mañana” dije señalando con la vista en dirección a la susodicha.


.-“Si, ya lo sé. Ya me había dado cuenta” respondió mi marido, “además... ¿a que no sabes qué?” dijo tratando de crear cierto suspense con sus palabras.


.-“No, ¿el qué?” respondí malhumorada porque sin duda mi marido ya se había fijado en la pendeja.


.-“Qué tu hijo está jugando con su chaval” respondió mi marido como si nada.


.-“¿Queeeé?!!” repetí sorprendida por semejante casualidad.


.-“Como lo oyes, que creo que tu hijo se ha hecho amigo del chaval de ese otro matrimonio” pronunció señalando hacia la mesa en la que estaban sentados nuestros vecinos. No me fijé a la mañana de que la tipa pudiera tener un hijo de nuestra edad.


Y para el mayor de mi asombro contemplé como nuestro hijo se acercaba corriendo, riendo y jugando con su nuevo amigo hasta la mesa de la otra pareja. Pude ver en la distancia como nuestro pequeño y el otro chico intercambiaban algunas palabras con el matrimonio y luego marchaban de nuevo a jugar. La escena se repitió varias veces durante el tiempo que estuve observándolos.


Desde luego él parecía mucho mayor que ella. Le calculaba entorno a los cincuenta, mientras que ella tendría más o menos mi edad. Tal vez alguno más, yo me conservo mucho mejor, así que puede que tuviera cerca de los cuarenta. “Mucha diferencia de edad” pensé. “¿Qué podrían tener en común una pareja tan dispar?” me preguntaba en mi cabeza. De nuevo él me pareció un tipo elegante en sus gestos, su porte, sus maneras, mientras que ella era más bien vulgar. Deduje por los pequeños detalles que debía de irles bien económicamente. Llamaba la atención el reloj de su muñeca, mientras que ella destacaba más por su belleza natural. Sin duda se conservaba bien para su edad, por lo que había podido comprobar a la mañana tenía el cuerpo de una adolescente en una cara que observándola detenidamente delataba algo más de edad que yo. Seguramente una buena alimentación, gimnasio y lo que mejor conserva un cuerpo… la falta de stress.


Los chavales se acercaron otra vez hasta su mesa. No podíamos oírles pero se deducía que le estaban preguntando cosas a nuestro hijo, y que éste les respondía, hasta que en un punto de la conversación nuestro hijo señaló hacia nuestra posición.


Yo hice un tímido gesto de saludo con la mano en la distancia, como confirmando al matrimonio que el chaval era hijo nuestro, si era eso por lo que preguntaban. El hombre se sonrió nada más comprobar quienes eran los padres del chaval que acompañaba en los juegos al suyo, y nada más diferenciarnos entre el resto de gente que estaba en la terraza se levantó y vino hasta nosotros.


Creí morirme de vergüenza al comprobar cómo nuestro vecino de plaza se acercaba hasta nuestra posición. Se desataron los temores porque me hubiera podido ver desnuda a la mañana.


.-“Disculpen que les moleste, los chavales me han pedido que les pida una horchata para refrescarse del calor de la noche, y me preguntaba si su hijo podía tener algún tipo de alergia al respecto” preguntó educadamente, y aunque en principio hablaba para los dos, tanto a mi marido como a mí, al terminar su pregunta no dejó de mirarme a los ojos en todo momento.


Yo no supe que decir, estaba ruborizada, mis miedos me paralizaban, me puse roja como un tomate sin apenas poder articular palabra. Fue mi marido quien reaccionó y dijo:


.-“Oh, no, puede tomarla, no hay problema, pero no es necesario nosotros se la pedimos” y tras pronunciar estas palabras mi marido se centró en llamar la atención del camarero y de nuestro hijo.


.-“No se preocupe, ya se la hemos pedido, tan solo quería asegurarme de que no había ningún inconveniente, ya sabe que hay que andarse con cuidado con las alergias hoy en día” comentó gentilmente sin dejar de mirarme a la cara. “Además, como puede ver ya la están sirviendo” dijo señalando con un gesto hacia su mesa donde el camarero depositaba de la bandeja las respectivas bebidas, zanjando de esta manera la pequeña discusión que estaba a punto de iniciar mi marido por el pago de la consumición. Dicho esto se despidió y marchó de nuevo rumbo a su mesa.


Ambos nos quedamos mudos sin decir palabra, era como si su personalidad dejase cierta magia que no se pudiese romper tras su presencia. Mi marido en parte porque tras terminarse su cola cao se estaba quedando medio dormido en la silla, y yo porque saboreaba mi mojito imaginando todo cuanto podía suceder estas vacaciones. Hasta que pasada la una de la madrugada, pusieron fin al show y todo el mundo se retiró a sus parcelas, momento que aprovechamos para recoger a nuestro hijo y meternos en la cama.


Al día siguiente, miércoles, fue prácticamente un calco del anterior. Cuando desperté mi marido me había preparado el desayuno junto a una nota que decía:”Te esperamos en la playa”. De nuevo me tomé mi tiempo para saborear el almuerzo. Hice las camas, recogí las sillas y me dispuse a arreglarme para bajar a la playa.


En ese instante recordé que en la tarde anterior no había comprado otro bikini como era mi intención, y tenía dos alternativas: o volver a ponerme el bikini de mi cuñada, o simular que había encontrado los míos en la maleta. Pensaba en una solución u otra mientras terminaba de recoger la auto caravana por dentro. Hasta que me percaté que las cortinas estaban como en el día anterior corridas para ventilar. Seguramente las habría dejado así mi marido. De nuevo miré por la ventanilla antes de cerrarlas y de nuevo pude ver a nuestro vecino sentado en su silla leyendo el periódico, solo que esta vez me saludó al verme.


.-“Buenos días” dijo con una sonrisa en su cara mientras me saludaba con una mano desde su posición.


.-“Buenos días” le respondí en un gesto de buena educación, pero temerosa una vez más de que me hubiera podido observar la mañana anterior. No sabría explicar cómo me sentía en esos momentos, era algo extraño para mí. Era una mezcla de vergüenza y satisfacción a la vez.


Por una parte vergüenza porque sería la primera vez en mucho tiempo que otro hombre que no fuera mi marido me podía haber visto completamente desnuda. Y satisfacción porque a pesar de ser una recatada esposa y modélica madre, me había atrevido en parte a cumplir una de mis pequeñas fantasías más íntimas y secretas.


Recuerdo que tuve que pararme por un instante a respirar profundamente apoyada contra la fregadera de la caravana. Tuve que reconocérmelo a mí misma, en realidad estaba excitada por las circunstancias. No sé porque vino a mi mente la cara del abuelito que compartió espacio en la playa la mañana anterior, sus ojos de deseo cada vez que lo sorprendía mirándome el trasero. Caí en la cuenta que otros hombres me debían haber mirado de igual forma mientras me paseaba en tanga por la playa, y despistada de mí no me había dado ni cuenta.


Sin querer ya lo había decidido, repetiría a ponerme el bikini de mi cuñada con el propósito de fijarme esta vez en las miradas de otros hombres que no fuesen mi marido. Si bien mi intención cuando me lo puse en el día de ayer era que mi marido se fijase en su querida mujercita, mi propósito en el día de hoy era ponérmelo con el objetivo de que otros hombres se fijasen en mí para satisfacción al menos de mi propio ego. Seguro que otros sabían apreciar lo que les enseñaba.


“¿Cómo dijo el imbécil de mi esposo cuándo me enfadó ayer?…, ah sí ya recuerdo, supongo que las tuyas las tengo muy vistas, ya sabes… siempre te llama más la atención lo que no tienes en casa”. Pues esta vez se iba a enterar. Estaba dispuesta a pavonearme delante de todo el mundo para hacerlo reaccionar, y si él no hacía nada, al menos yo me sentiría mejor conmigo misma por intentarlo.


Y lo cierto es que mientras terminaba de arreglar la caravana, la idea de que otros hombres se fijasen en mí con deseo en sus miradas comenzó a tomar fuerza en mi cabeza. Incluso llegué a humedecerme de pensar en ello mientras me daba el protector solar acariciando todo mi cuerpo frente al espejo del reducido baño. Estaba más que dispuesta a exhibirme delante de todos y hacer reaccionar a mi marido. Debía provocarlo, era necesario hacer algo al respecto. Debía arriesgarme, justificaba mi nueva faceta y mi descaro al considerar que nuestra vida sexual merecía la pena. Además, yo ya estaba caliente sólo de pensarlo, y porque no reconocerlo, el mero hecho de maquinar y atreverme a llevar a cabo mi plan ya me producía cierta excitación.


Toda mi ilusión y mis expectativas se vinieron abajo al llegar a la orilla de la playa.


Para mi consternación pude ver a mi marido conversando con nuestra vecina de sombrilla, que como en la mañana anterior, lucía orgullosa sus pechos ante la atenta mirada de mi esposo. Ambos observaban y comentaban el juego de nuestros hijos con la arena y el agua. En el día anterior ninguno nos dimos cuenta del chaval, y hoy en cambio era el mejor amigo de nuestro hijo.


.-“Hola” dije sorprendiéndolos a ambos por la espalda.


.-“Hola cari” dijo como si nada mi marido.


.-“Hola, que tal, encantada” dije saludando a la de tetas operadas en un gesto de cortesía y disimulando como pude mi mal humor.


.-“Yo soy Julia” se presentó ella misma al tiempo que me daba dos besos. Para mi maldición sus pechos rozaron levemente los míos en el intercambio.


.-“Encantada Julia, yo soy Sandra” pronuncié al tiempo que le daba otros dos besos, esta vez manteniendo la distancia, pues no me hizo ni pizca de gracia el roce anterior entre nuestros cuerpos.


.-“Le estaba comentando a tu marido lo bien que parecen llevarse nuestros hijos” se apresuró a decir tratando de ponerme al corriente de su conversación como justificándose de que realmente estaba coqueteando con mi esposo.


.-“Que bien ¿no?” dije lanzando una mirada recriminatoria a mi marido que sonreía como un estúpido, encantado con la nueva amistad de nuestro hijo.


Sin duda, la muy pendeja se dio cuenta de la mirada llena de odio que le dirigí a mi marido. Una sonrisa como de triunfo se dibujó en su cara al comprobar mis celos. Como siempre en estos casos, el idiota de mi marido no se enteraba de nada. Pero estaba claro, la guerra entre ambas estaba declarada.


.-“Perdona…¿qué años tiene tu hijo?. Lo digo porque parece de la misma edad que el mío” la pregunté sibilinamente con la intención de que mi marido escuchase la conversación.


.-“Cumple cinco años dentro de una semana” respondió esta vez ella inocentemente.


.-“Entonces como el nuestro, que hace los cinco en diciembre” y se hizo un breve silencio que enseguida interrumpí. “Te lo preguntaba porque como pareces un poco mayor que yo, dudaba si el chico sería también mayor” apuntillé para que mi marido se diese cuenta de una maldita vez que era una vieja pendeja operada.


Se quedó callada por respuesta.


“¡Toma ya!. Una a cero” pensé para mis adentros al tiempo que me giraba para quitarme el pareo y dejar las cosas bajo la sombrilla sin darle opción a réplica a la muy bruja.


Como en el día anterior, y posteriormente en los siguientes, enfrente tras nuestra sombrilla estaban la pareja de ancianos, que sin duda habían contemplado toda la escena desde el principio. De nuevo la mirada inquisitoria de la anciana, pero sobretodo la mirada lasciva e inquieta del abuelete que se relamía esperando a que me diese la media vuelta para ver si de nuevo enseñaba el trasero.


Me tumbé boca abajo dispuesta a tomar el sol, tratar de olvidarme de todo cuanto acababa de suceder y retomar mi estado de relajación que tan a gusto llevaba en estas vacaciones.


Poco a poco el calor logró que me olvidase de todo, cerré los ojos, y enseguida caí en un estado de ensoñación muy agradable.


No podía ver a mi marido pero lo escuchaba alertar a nuestro hijo y a su amigo de sus andanzas por la playa.


Cuando abrí los ojos tuve que verme casi a mi lado a la vecina de sombrilla tumbada al sol boca arriba mostrando los pechos a la vista de cuantos paseaban por la playa. Miré al frente tratando de tomar conciencia tras mi pequeño sueño de cuanto acontecía a mí alrededor. Mi mirada se cruzó con la del ancianete de siempre. Al girar el cuello hacia el lado que faltaba, pude ver a mi marido acompañando a los pequeños haciendo castillos en la arena. No sabría precisar si me miraba a mí o a nuestra vecina. Para su suerte esta vez ambos cuerpos estaban en la misma dirección.


Otra vez miré al frente, y otra vez sorprendí al simpático abuelete mirándome. Al menos con él no tenía dudas, prefería verme el culo a mí que las tetas a la otra. Me percaté que el sol me estaría dejando marcas a la altura de los tirantes en la espalda y decidí deshacerme del nudo que sujetaba mi top, para lo cual tuve que arquearme sobre la toalla ligeramente. De no ser porque mis pechos permanecían sutilmente aplastados contra la tela del bikini en la hamaca, que se me hubiesen visto los pezones en la maniobra. Mi aviejado espectador no se perdió detalle del acontecimiento, pero me sobresalté al comprobar que se acomodaba disimuladamente su miembro entre los elásticos del bañador y se relamía inconscientemente repasando sus labios con la lengua a la espera de mi descuido.


Era precisamente esa imagen la que no pude apartar de mi mente una vez me tumbé de nuevo contra la toalla: su lengua humedeciendo sus agrietados labios a la espera de mi descuido. Era entre asqueroso y a la vez excitante.


“¿A saber qué se estaría imaginando el octogenario?” pensé para mis adentros.


Seguro que babeaba por verme los pechos en un descuido. Pero… ¿por qué yo?, si podía ver los de la otra. Vale, lo sé, los míos son más bonitos, pero él no lo sabe. Entonces…por qué acecharme tan insistentemente. ¿Por qué yo y no la bruja de al lado?. Que le gustaba mirarme el culo eso es seguro. No queda otra sino que le debo parecer más bella y hermosa. Que soy más joven también es seguro.


De nuevo abrí los ojos para sorprenderlo. No me había defraudado, me estaba observando detenidamente, como memorizando en su cabeza cada centímetro de mi cuerpo. Un pensamiento me vino a la cabeza en esos momentos: “Seguro que en sus ratos de intimidad piensa en mí”, y no sabría precisar muy bien el tipo de sentimientos que produjo en mí.


Lo cierto es que debía estar espectacular ante sus ojos, tumbada medio desnuda a casi un metro escaso de él. A decir verdad, con la espalda desnuda y tan sólo con el tanga tapando una ridícula parte de mi cuerpo, es como si estuviera prácticamente desnuda boca abajo. Lo que no lograba entender es porque ese anciano no me quitaba ojo de encima y en cambio mi marido no dejaba de mirar a la otra pendeja. Era algo que me cabreaba de sobremanera. Por eso recordé todo cuanto había pensado antes de bajar a la playa, y decidí jugar un poco con el pobre anciano. Resultaría ser mi conejillo de indias en mi propósito por provocar la reacción de mi marido.


Así que decidí incorporarme un poco sobre los hombros. En esa posición mis pechos quedaban colgando ligeramente aplastados contra la toalla para deleite de mi admirador.


El abuelillo se acomodó inconscientemente en su sillita preso de la excitación por pillarme esta vez en un descuido. De nuevo su lengua recorriendo sus labios. Quise tener claro que todo su trastorno era por mi culpa, y comencé a jugar con las copas de mi top ajustándolas hasta el límite de las aureolas de mis pezoncillos. Era gracioso contemplar como el abuelete se retorcía en su silla sin encontrar una cómoda posición preso de la excitación.


Las voces de mi marido me alertaron de mi juego. Quise girarme para ver a que se debía el murmullo con el que escuchaba su voz. Me tuve que aguantar el malhumor cuando observé que de nuevo charlaba con nuestra vecina.


Al girarme para contemplar la escena, uno de mis pezones quedó ligeramente al descubierto por mi torpeza, y tuve que soportar la mirada triunfal de mi octogenario admirador por sorprenderme finalmente en mi descuido. Era como el cazador que acecha a su presa y al final la consigue.


No sé porque lo hice, tal vez encorajinada por los acontecimientos no quise ajustar la copa del sujetador, ni moverme, ni taparme. Al contrario, quise sostenerle la mirada al anciano como en un absurdo reto. Nos mirábamos el uno al otro. Bueno más bien era yo quien lo miraba a los ojos, porque él por su parte entrecerraba los ojos cada vez más hasta parecer un chino, tratando de adquirir agudeza visual y ver con detalle el pezón que asomaba ahora sí, intencionadamente por entre mis copas del bikini.


Hasta la abuelita le propinó un codazo por su falta de sutileza. Supongo que el sol, o los celos de escuchar a mi marido riendo con risa tonta las gracias de la descarada vecina, que sin quererlo ni beberlo me envalentoné en cometer aquella pequeña locura. Me incorporé de la toalla mostrando los pechos ante la atenta mirada del abuelito al que casi le da un infarto. Fue tan solo unos segundos, el tiempo suficiente para ajustarme de nuevo las copas del bikini en mis pechos y anudarme a la espalda y a la nuca el resto del top.


La cara de la pareja de ancianitos de enfrente fue todo un poema al comprobar mi maniobra. No sé por qué motivo, pero me invadía una extraña sensación de orgullo por dentro. Sí, lo había hecho, había sido capaz, me había atrevido a mostrarle mis pechos a un desconocido, y además de no ser para tanto, había resultado incluso excitante. Sin duda, ese era el mejor momento para dar un pequeño paseo por la orilla de la playa y fijarme cuidadosamente en el efecto que mi tanga podía producir en otros hombres, tal y como me había propuesto a la mañana.


Así lo hice, y me incorporé para decirle a mi marido que me apetecía dar un paseo por la orilla. Este dudó si acompañarme o no, por suerte Julia se apresuró a decir:


.-“Ve con ella si quieres, ya me quedo yo con los niños” dijo animando a mi marido a que se viniese conmigo. Creo que incluso ella misma estaba agobiada del acoso y las tonterías de mi esposo, y vio la oportunidad de deshacerse de él.


El paseo no me defraudó lo más mínimo. Incluso cogida de la mano de mi esposo los hombres se volvían para fijarse en mi trasero. Era algo descarado incluso en algunos hombres casados. Creo que hasta el descuidado de mi esposo sorprendió a más de uno mirándome el culo sin ningún tipo de miramiento. Algunos hombres me miraban incluso estando sus esposas delante. A mí me gustó sentir todas esas miradas de buenos machos y su deseo clavados en mi cuerpo. No sé, era algo nuevo para mí, estaba descubriendo una faceta nueva en mi vida, como si despertase un sentimiento oculto en mí que había permanecido dormido durante mucho tiempo.


Me estaba gustando el paseo. Lo estaba disfrutando y mucho. Desde luego mucho mejor de lo que había podido imaginar. Debía reconocerlo, haberme atrevido a dar el paso de ponerme semejante prenda estaba despertando mi libido. Las sensaciones que experimentaba eran como un afrodisíaco natural, y aunque en mi matrimonio todavía no se habían consumado los cambios esperados, de alguna forma yo sí comenzaba a experimentar algún cambio en mi interior. Al menos me sentía reconfortada tras unos años de sacrificio de desaborías dietas y ejercicio físico por intentar conservar mi figura.


Recuerdo un rato que llevábamos pegados detrás de nosotros una pareja de hombres cincuentones que sin duda habían incorporado sospechosamente su paso al nuestro. Pude verlos un par de veces de reojillo mientras charlaba con mi esposo. Siempre que miraba por el rabillo del ojo los sorprendía mirándome el culo. Quise comprobar lo mala que podía llegar a ser y cometer una pequeña travesura. En un momento en que me agarré del brazo de mi esposo mientras hablaba cariñosamente con él, me giré para dedicarles la más pícara de mis sonrisas. Ambos señores se dieron cuenta de la maniobra, e incluso interrumpieron su conversación de aburridos negocios para tomar conciencia de mi gesto. Aún babeaban mudos sorprendidos por mi insinuación caminando detrás de nosotros, cuando de repente me paré en seco en la misma orilla de la playa y me agaché sin flexionar las piernas para recoger una caracolilla que supuestamente me había llamado la atención.


.-“Mira que concha más bonita” pronuncié como excusa a mi inesperada interrupción de la marcha.


Todo salió según lo esperado, uno de los hombres no pudo frenar el ritmo a tiempo y sus partes impactaron de pleno contra los cachetes de mi culo en el provocado tropiezo. Una encoxada en toda regla.


.-“Perdón” dijo totalmente avergonzado el señor por el fortuito choque entre nuestros cuerpos.


.-“No hay de qué” dije yo con una sonrisa picarona. Y a lo que pude reaccionar me percaté de que el tipo ¡estaba medio empalmado!. Aquello sí que no me lo esperaba.


Era la primera vez en mucho tiempo que podía notar otro miembro que no era el de mi marido clavado en mi culo apenas separado por dos finas telitas, mi bikini y su bañador. No pude dejar de pensar en ello durante toda la mañana. No sé cómo podría describirlo, era un amalgama de cientos de sentimientos. Excitación, vergüenza, satisfacción, exaltación de mi ego, regocijo, estupor, atrevimiento, temor, agrado, deleite,… vamos, un montón de sentimientos que no hacían más que rondar mi cabeza y confundirme.


Por suerte de regreso a nuestra sombrilla mi chaval me pidió que me bañase con él y jugar con las olas del mar. Refrescarme y divertirme me sentaron muy bien para sosegar mi cuerpo que ardía por dentro con las nuevas experiencias. Desde luego ayudo a distraerme. Al poco rato de salir del agua, y tras secarnos, decidimos volver al camping a comer.

 

Mientras mi marido y mi hijo se duchaban en el minúsculo baño de la caravana yo decidí marchar a las duchas comunitarias a quitarme la arena y la sal de mi cuerpo. Una vez dentro del aseo reservado exclusivamente a las mujeres, había unas seis u ocho duchas enfrentadas unas con otras y separadas por tabiques de esos que dejan los pies y la parte de arriba al descubierto.


Elegí una de las duchas del fondo. Apenas había ocupados otros dos o tres habitáculos cuando llegué. Así que cuando me desnudé dentro y comencé a enjabonarme el cuerpo, no pude evitar acariciarme un poco. Mi mente se disparó, cerraba los ojos tratando de relajarme y en mi cabeza no dejaban de repetirse las imágenes de todos y cada uno de los hombres a los que había sorprendido observándome. Al principio me enjabonaba con la intención de quitarme la arena de la playa, pero conforme recordaba las miradas de otros hombres que no eran mi marido mis manos enjabonaban mi cuerpo deseando que fueran las manos de esos mismos hombres las que me acariciaban. Me aclaraba los pechos una y otra vez gozando del calor de la ducha y de las sensaciones que provocaba en mi cuerpo. Incluso llegué a pellizcarme los pezones en un par de ocasiones, hasta que al fin deslicé una de mis manos hasta mi pubis. Separé mis labios vaginales con mis dedos dejando que el agua caliente me acariciase en esa zona tan sensible de mi cuerpo. En esos momentos era todo muy excitante para mí. Al fin y al cabo me estaba masturbando en un sitio público y me encantaba la idea. La yema de mis dedos comenzó a dibujar pequeños circulitos alrededor de mi clítoris, preludio inequívoco de que en breves momentos necesitaría torturar ese punto en el que confluyen mis labios vaginales.


Estaba a punto de introducirme desesperada por la excitación un dedo en mi interior presa del morbo, cuando advertí por el ruido que alguien se introducía en el habitáculo de enfrente. Abrí los ojos para contemplar como una anciana vieja y gorda, que por el aspecto parecía francesa, se introducía en el habitáculo de delante.


.-”Bon jour” dijo nada más cruzarse nuestras miradas algo extrañada por mi reacción al verme sorprendida.


.-”Bon jour” respondí como pude en mi francés interrumpiendo mi particular momento de satisfacción.


Caray que vacaciones, y eso que tan solo llevaba tres días.


El resto del día transcurrió más o menos siguiendo la nueva rutina de las vacaciones. Siesta, paseo por el pueblo de tiendas, alguna tapa para picar algo de cenar y vuelta de noche al camping para dormir. Lo único destacable en la tarde fue que mi marido me animó frente al escaparate de una tienda a comprarme algún bikini nuevo.


.-“Igual no le hace gracia a mi hermana que uses su bikini. Deberías comprarte alguno nuevo” dijo tratando de disimular sus verdaderas intenciones, cuando en el fondo sé que estaba pensando: “no quiero que vuelvas a enseñar el culo en la playa”. Lo cual me enfadó aún más al no sincerarse conmigo y decirme la verdad de lo que realmente pensaba.


En lo único que tenía razón era que efectivamente debía comprarme un par de bikinis y dejar de usar el de su hermana. Me llamaron la atención unos modelos en los que podías intercambiar tanto el top como los diferentes tipos de braguitas. Así que elegí un par de tops idénticos aunque de distinto color. Eran muy sencillos, un simple par de triangulitos que se anudan a la espalda.


En cuanto a las braguitas opté por una a juego con el color de un top. Era también un par de triángulos que se anudaban en este caso por los laterales. Llevaba intención de cogerme también un tanga tipo americano parecido al del bikini de su hermana para combinarlo con el otro color. No estaba dispuesta a renunciar a la sensación que me provocaba notar las miradas de otros hombres clavadas en mi culo. Lo malo es que en ese color sólo disponían de tangas brasileños, de esos de hilo a juego con el top. Reconozco que fue en un arrebato de cólera por las palabras embusteras de mi marido por lo que decidí cogerlo sin pensármelo mucho y pagarlo en las cajas. Supuse que mi marido me diría algo al verme con tan escasa prenda puesta, pero él mismo me había dado la excusa perfecta con sus torticeras palabras.


Lo único que me dijo es que no usase el bikini de su hermana, cosa que me parecía razonable, pero nada especificó del tipo de bikini a comprarme. Si hay algo que me revienta es que me diga lo que puedo o no puedo ponerme, lo que puedo o no puedo hacer. Si lo que quiso decirme es que no le gustaba que enseñase el culo a todo el mundo, o que lo que le molestaba era que otros hombres me mirasen, pues que me lo hubiera dicho y punto, asunto zanjado. Pero nada me dijo al respecto, y era superior a mis fuerzas que no fuese claro, pues no soportaba para nada la cobardía en sus palabras. Vosotras ya me entendéis, sabéis a lo que me refiero ¿verdad chicas?.


De regreso al camping, y al igual que en el día de ayer, mi chico quiso quedarse un poco a jugar en el parque y disfrutar de la animación infantil de la terraza del camping. Ni a mi marido ni a mí nos extrañó su petición pues llevaba pidiéndolo toda la tarde.


Nada más llegar se puso a jugar con el hijo del matrimonio de vecinos a quien encontró enseguida entre el gentío de chavalería que correteaban por todos los lados. Fue ella, la tal Julia, quien al vernos aparecer se incorporó inmediatamente en busca de mi marido para ofrecernos sitio con ellos en su mesa. Me sorprendió tanta amabilidad por su parte.


Como no, al calzonazos de mi esposo le resultó imposible rechazar tan sugerente propuesta de sentarnos con ellos. Yo había pensado en una velada tranquila entre mi esposo y yo, para poder hablar de nuestras cosas, incluso porque no reconocerlo, con la intención de provocarlo un poquito a ver qué pasaba. Pero mis planes se fueron al traste a la vez que observaba como Julia nos presentaba a su marido.


.-“Este es Damián, mi marido” pronunció la pelantrusca casi al unísono, mientras los dos hombres se estrechaban la mano. Mi marido le dijo su propio nombre y después me presentó.


.-“Encantado Damián, te presento a mi mujer: Sandra” y dicho esto no me quedó más remedio que intercambiar dos besos con nuestro vecino, quien tras presentarnos mirándome a los ojos dijo:


.-“Es todo un placer” pronunció de manera imperceptible para el resto, pero de tal forma que yo sí pudiera oírlo.


Tras las presentaciones la conversación fluyó de lo más natural, en plan que si que bien que se llevan nuestros hijos, se han hecho amigos, juegan muy bien juntos, y todo lo típico en estos casos. La conversación se vio parcialmente interrumpida cuando se acercó un camarero a preguntarnos si queríamos tomar algo. Mi marido enseguida se apresuró a pedir su cola cao con leche. Yo ya sabía lo que quería decir eso, que estaba cansado y que pronto se iría a la cama. Julia pidió un cortado. Damián se pidió un gin tonic, y yo aproveché y me pedí lo mismo.


De nuevo se retomó la conversación en grupo, que si de dónde sois, a que os dedicáis, y cosas por el estilo. Así pude saber que Damián y Julia eran de Valencia, regentaban una franquicia de belleza, de esas de estética, peluquería, depilación y no sé cuántas cosas más. Al parecer les iba bastante bien. Nos comentaban que les gustaba mucho disfrutar unos días de vacaciones en agosto con la caravana. Defendían la opción de camping como un modo de vida, algo usual entre la gente que les gusta esta forma de vacaciones. Era curioso escuchar como repetían el mismo discurso que mi cuñado en ese sentido de campistas. También nos informaron que luego, fuera de temporada alta, les gustaba realizar algún viaje por el extranjero, y que este año tenían reservado para octubre un crucero por el mediterráneo.


Surgió la coincidencia que el crucero que iban a hacer era el mismo que uno que realizamos nosotros hace un tiempo, y claro, la conversación derivó en torno a las maravillas del susodicho crucero. Mi marido estaba encantado de explicarle a Julia lo que podían visitar, hacer y dejar de hacer. Yo intervenía en la conversación de vez en cuando, más con la intención de recordarle a mi marido que su querida mujercita estaba allí a su lado, y de que no se emocionase tanto tratando de coquetear con su nueva amiga. En cambio Damián apenas hablaba y no dejaba de observarme.


Entre charla y charla se fue pasando el rato animadamente hasta que terminó la fiesta, momento en el que todos nos retiramos a dormir.


Era ya nuestro cuarto día de vacaciones, jueves, y como todas las mañanas, a lo que desperté, mi marido ya se había bajado a la playa con el chico. De nuevo puede ver a Damián como todas las mañanas leyendo el periódico en su silla.


La jornada pasó de lo más normal. Estrené mi nuevo bikini, con la braguita más recatada, no el tanga. Al llegar a la orilla la cara de decepción de mi admirador favorito, el octogenario abuelo, me dijo que ese día no sucedería nada reseñable. Y así fue hasta que llegó la noche.


Al regresar del paseo de la tarde al camping de nuevo tuvimos que quedarnos por petición insistente de nuestro hijo a jugar un rato con su amigo. Como las noches anteriores, coincidimos en la terraza del bar con nuestros vecinos y nuevos amigos. Sólo que esta vez enseguida se excusó mi marido diciendo que estaba muy cansado y se retiró a la cama dejándome a mí al cargo de acostar a nuestro hijo.


El caso es que tras la marcha de mi esposo la conversación entre Julia y yo se tornó un poco sosa e insípida, incluso hubo largos ratos de silencio. Damián intervenía tratando de relajar la tensión entre ambas, y a decir verdad cada vez que surgía un pequeño conato de discusión entre nosotras siempre me daba la razón a mí, o por decirlo de otra manera, le llevaba la contraria a su mujer.


Julia viendo lo que había se excusó también enseguida y marchó a dormir dejándonos a nosotros solos vigilando a los chavales, los que por cierto, seguían derrochando energía y entusiasmo como si fuera primera hora de la mañana. Su vitalidad contrastaba con la de los adultos que les rodeaban.


La marcha de Julia fue como un pequeño triunfo para Damián quien tras deshacerse de su mujer se pidió un gin tonic. Supo que hacía falta poco para animarme a mí también, y cuando se acercó el camarero, pidió dos Martin Miller´s con Fever Tree por consejo mío. Le gustó el combinado nada más probarlo. Aunque realmente me dio la impresión, de que más que agradarle a él el gin tonic lo que pretendía era agradarme a mí.


Inició una conversación bastante amena y trató de hacerme reír siempre que pudo. Era ingenioso a la hora de hacer los chistes, me sorprendió gratamente en sus palabras. Comprobé que la elegancia que manejaba en sus gestos y en su hacer, se correspondía con su inteligencia y cultura.


Con el tercer gin tonic me pareció advertir en la sutileza de sus palabras que aprovechaba la más mínima ocasión para insinuar lo atractiva que le parecía. Dado el efecto de la ginebra, tal vez fuesen imaginaciones mías, a lo que reaccionaba riendo tontamente sin saber que decir cada vez que me elogiaba y piropeaba. Reconozco que estaba un poco avergonzada por la situación, pero en parte también alagada de que fuera así.


El caso es que hablamos de un montón de cosas, nos contamos gran parte de nuestras vidas e intercambiamos opiniones acerca de un montón de asuntos y temas de actualidad. Menos mal que la animación infantil concluyó a tiempo de que yo dijese un montón de tonterías más, pues la ginebra comenzaba a hacer su efecto.


A la mañana siguiente, viernes, me desperté con esa extraña sensación de haber hablado más de la cuenta, de haberle transmitido a Damián más información de la que debía haberle dado. Al fin y al cabo nos acabábamos de conocer, y nunca se sabe en estos tiempos lo que puedes decir o dejar de decir a un desconocido. Además, debí parecerle algo tonta con mi risa floja, en contra de lo que yo me creí se me subieron los pocos gin tonics que bebí, creo que se dio cuenta de ello, seguramente se llevó una impresión equivocada de mí, y todo por dejarme llevar.


Por lo demás el día siguiente fue un calco del anterior. Era ya nuestro quinto día de vacaciones y por mi parte comenzaba a resignarme a la nueva rutina. Bajar a la playa, contemplar indignada el coqueteo de Julia con mi marido. Tener que aguantarme las ganas al comprobar cómo me miraban otros hombres mientras mi esposo no me hacía ni caso, comer, un poco de siesta, paseo por el pueblo, picoteo que servía de cena, y regreso al camping para que nuestro hijo se explayara con la animación infantil y su amigo.



Esa noche coincidimos como siempre en la terraza con nuestros vecinos, salvo que esta vez mi marido apenas hizo acto de presencia, se tomó a toda prisa su vasito de leche y se excusó diciendo que estaba muy cansado en irse a la cama. Julia no llego ni a pedirse nada, tras cuatro palabras de cortesía se levantó y marchó también a descansar. Así que nos quedamos otra vez Damián y yo solos a cuidar de los chicos hasta que estos se cansasen, es decir, hasta que acabase la animación cerca de la una de la madrugada.


Damián aprovechó un momento en que abandoné la mesa para ir al servicio, cuando a mi regreso me había pedido el primer gin tonic de la noche.


.-“¿Me has pedido un gin tonic?” pregunté asombrada al ver las dos copas sobre la mesa y no haber pedido nada por mi parte.


.-“Creí que te apetecía” pronunció Damián a la espera de mi respuesta, y antes de que dijese nada se apresuró a decir:”es tu preferido, Martin Miller´s con Fever Tree” puso de manifiesto con una sonrisa en su rostro. “¿Por qué no?” me dije a mi misma, y acepté su invitación.


Descubrió que soy fácil de convencer en ese sentido. Entre el segundo y el tercer gin tonic ya me estaba soltando indirectas acerca de lo guapa que le parecía. Eso sí, sin perder la compostura ni un solo momento, siempre de forma elegante y sutil, halagador, lisonjero, se notaba su experiencia a la hora de seducir a una dama, y porque no decirlo con un punto canalla que me agradaba hasta el punto de volver a reírle las gracias como una tonta, siguiéndole el juego.


Era como si a él le encantase saber que todavía tenía recursos para conquistar a una mujer. Le gustaba mostrar todo su arte al respecto. Yo coqueteaba con él y me dejaba seducir.


Vamos chicas a quien no le gusta que la piropeen con clase y estilo, y si además te hacen reír, te invitan a una copa, y te despreocupas por un rato de tu chaval, pues que más se puede pedir.


Ambos sabíamos que no iba a ocurrir nada entre nosotros. Nada podía suceder con nuestras respectivas parejas tan cerca y tan presentes en nuestro día a día. Pero en cierto modo a él le gustaba jugar a cortejarme, y a mí me resarcía de las inquietudes del resto de día.


Estábamos apurando nuestro tercer gin tonic cuando ambos nos confesamos sin querer el uno al otro acerca de nuestras relaciones personales.


.-“¿Por qué no bajas a la playa como todo el mundo por las mañanas’” le pregunté inocentemente.


.-“Bah” dijo girando la cara en señal de desaprobación. Yo no entendía el porqué de su malestar repentino hasta que se explicó.


.-“A mi mujer le encanta hacer top less en la playa, según dice se lo recomienda a todas sus clientas argumentando no sé cuántas virtudes…” lo noté malhumorado al decir esto, pero seguía sin entender nada. Al ver mi cara de circunstancias decidió explicarse un poco más.


.-“… en realidad lo hace para fastidiarme” dijo sin dejar de sorprenderme en cada respuesta que daba y sin entender su razonamiento. “Sabe que no soporto que otros hombres la miren, la cosa viene ya de lejos” trató de concluir en su razonamiento.


.-“Tu mujer es muy guapa, es normal que la miren” dije yo tratando de entender lo que ocurría en esa extraña pareja.


.-“Lo hace para ponerme celoso” dijo dando un buen trago a su gin tonic. Yo seguí sin entender lo que se traían entre manos pero sus palabras me cautivaron, en cierto modo me sentía identificada con la situación. Damián dió un nuevo trago a su copa y continúo explicándose….


.-”Debo reconocer que hubo un tiempo en que su estrategia le daba resultado. Lograba ponerme celoso con su actitud y yo trataba de demostrarle cada vez que me provocaba que sin duda yo sería el mejor amante que podía tener en la cama. Ella es mucho más joven que yo, y aunque en un principio me gustaba presumir, lo cierto es que con el paso del tiempo cada vez me fueron importando menos sus provocaciones, al final todo cuanto podía suceder sucedía entre nosotros, para más inri, yo ya no soy un chaval, en fin, que su única ilusión sigue siendo provocar, y como a mí ya no me provoca, pues...supongo que por eso hace lo que hace” concluyó con un nuevo trago apurando su copa.


Yo no supe que decir tras escuchar sus palabras. Hace un momento no entendía nada de nada, y ahora en cambio me veía reflejada en todo cuanto decía. De alguna manera era exactamente la dinámica en la que estábamos cayendo mi marido y yo.


Damián como advirtiendo el pánico que reflejaban mis ojos se apresuró inteligentemente a cambiar de conversación.


.-”Apura tu copa” dijo incorporándose sobre su silla “pediremos otro gin tonic” y antes de que pudiera rebatirle nada estaba llamando al camarero.


Continuamos charlando de temas de actualidad y triviales, pero lo cierto es que mi mente se había detenido dando vueltas a sus anteriores palabras. Estaba algo ausente de la conversación preguntándome un montón de cosas acerca de lo que me había confesado.


¿Y si después de todo mi estrategia no daba resultado con mi marido y solo empeoraba las cosas?. Desde luego no parecía despertar en él el sentimiento de celos que trataba de provocar. ¿Y si cómo decía Damián a pesar de todo era pan para hoy y hambre para mañana como le había pasado a él?. ¿Realmente me sentía mejor conmigo misma comportándome de esa manera?.


Hacia un rato que afirmaba apenas con monosílabos en la conversación con Damián, incluso cuando debía pronunciar alguna negativa, lo que provocaba la risa de mi interlocutor. Mi ausencia en la conversación resultó evidente coincidiendo además con la finalización de los gin tonics.


.-”¿En qué estás pensando?, tan concentrada” me preguntó Damián al hacerse evidente que mi cabeza no estaba presente en la conversación. Yo misma me ví sorprendida al no saber retomar la conversación en el punto en el que Damián decidió que concluyese. Como una niña mala a la que sorprenden despistada en clase.


Yo, no sabía que decir. Me había pillado in fraganti totalmente distraída en mis pensamientos.


.-”Yo…, esto…, estaba pensando en lo que dijiste antes” pronuncié como avergonzada y apartando la mirada tratando de evitar sus ojos.


.-”¿El que exactamente?. Porque llevo casi una hora hablando solo” pronunció en un tono algo cómico tratando de provocar mi sinceridad.


Tuve que tragar saliva antes de confesarme…


.-”Si hombre, ya sabes, eso que dijiste antes de que tu mujer se comportaba así tratando de provocar tus celos….” no quise o no supe como terminar la frase.


.-”Ah, es eso” dijo cogiéndome la mano como en un gesto de comprensión, y se hizo un breve silencio que a mí se me hizo una eternidad.


.-”A vosotros os pasa lo mismo, ¿verdad?” pronunció en un tono que desde luego invitaba a arrancar mi confesión, sin dejar de cogerme de la mano.


.-”Bueno…, no sé, no sé si exactamente lo mismo, pero puede que algo parecido” pronuncié esta vez alzando la mirada armándome de valor para mirarlo a los ojos.


.-”Tranquila mujer, no tienes porqué contarme nada si no quieres, no es asunto mío” dijo dándome un par de palmadas en el torso de mi mano que permanecía cogida por la suya.


.-”Ya pero el caso, es que por lo que has contado veo que a nosotros nos sucede lo mismo, o puede que todavía sea peor” pronuncié con los ojos enrojecidos del coraje contenido y algo confundida por el alcohol ingerido.


.-”Tranquila mujer, eso le debe suceder a todo el mundo alguna vez en su vida de pareja. Todo se convierte en rutina. Tratas de tirar del carro, de romper la monotonía, el otro no te sigue, te desgastas, y te cansas. A lo que el otro muestra disposición, tú ya estás de vuelta y ahora eres tú quien pasa de seguirle el juego, y poco a poco lo único que se consigue es deteriorar la relación” concluyó su discurso.


Yo asentí medio gimoteando.


.-”Es verdad” pronuncié yo evidenciando que había dado en el clavo, “eso es exactamente lo que me pasa en estos momentos” continué sincerándome con Damián. “Siento que soy yo la que trata de tirar del carro como dices, y que no me veo correspondida” finalicé como cediendo la palabra a mi interlocutor.


.-”Te entiendo” dijo Damián sacándose un pañuelo del bolsillo para que me secase las lágrimas que comenzaban a caer tímidamente por mis mejillas. “A nosotros nos pasaba lo mismo. Como además no podíamos tener hijos adoptamos a Carlos creyendo que después de maltratar nuestra relación con tantos celos y desconfianza, un hijo nos ayudaría a recuperar nuestra vida conyugal. Pero un hijo no hace más que añadir interferencias a la comunicación entre la pareja. Ahora ya no discutes no sólo por lo que hace el uno y el otro, sino que además discutes sobre lo que cada uno piensa que es mejor o peor para el chaval. Ojo, y que conste que no estoy diciendo que no quiera al chaval, porque lo quiero con locura. Además él no tiene ninguna culpa de nada, la culpa es de los adultos, nuestra y solo nuestra.” Y dicho esto llamó al camarero para que nos sirviesen otra copa.


Fue en ese momento cuando me dí cuenta de que me era más fácil hablar de todos estos temas con Damián que con mi marido. Me pareció un tipo que transmitía la confianza suficiente como para confiar estos pequeños secretos con él. Tal vez porque me veía reflejada en sus palabras.


.-”Tienes toda la razón” le dije después de que Damián pidiera otro par de consumiciones. “Hay veces que culpo al chico de lo que nos sucede a nosotros” le confesé esta vez algo más serena en mis sentimientos.


.-”Los peques no tienen la culpa de nada, en todo caso son las víctimas de nuestras estupideces” pronunció a la vez que contemplaba como nuestros hijos disfrutaban con el juego.


.-”Ya... pero…,¿qué puedo hacer para remediarlo?” pregunté yo sin esperar una respuesta a cambio.


.-”Quien sabe” pronunció esta vez algo melancólico Damián. “De momento brindar” dijo al comprobar que se acercaba el camarero con las bebidas.


.-”Por nosotros” dijo alzando su copa para chocarla con la mía nada más dejar el camarero las consumiciones.


.-”Por nosotros” brindé con él.


El resto de la velada transcurrió algo más normal. Damián como siempre se mostraba inteligente en la conversación que manteníamos, incluso en la manera que tuvo en desviar el tema y distraer mis aturdidos sentimientos entre comentario jocoso y comentario ameno.


Llegó el momento de despedirnos, no sé porque tuve un sentimiento como de culpa. Me sentía como si hubiese traicionado a mi esposo confesando temas tan íntimos de nuestra relación con otra persona, y para colmo un desconocido. No sé porque me sobrevino ese sentimiento como de pecado, que sin duda achaqué al alcohol.


El caso es que al despertarme a la mañana siguiente del sábado, me sentía igual que como me acosté al lado de mi esposo la noche anterior. Con remordimientos por haberme sincerado sin necesidad y de manera que parecía una niñita tonta frente a Damián. Me sentía mal conmigo misma por haberme ido de la lengua, además tenía cierto temor a que mis palabras fuesen utilizadas por Damián de mala manera. Había conocido demasiados gilipollas en mi vida a los que confesándoles nimiedades y cosas sin importancia las habían utilizado de forma torticera y malintencionada contra mí. Temí que Damián fuese como el resto de esas personas.


Mis temores aumentaron cuando lo vi de nuevo sentado en su silla leyendo el periódico como todas las mañanas.


.-”Buenos días” me dijo nada más verme deambular por la caravana.


.-”Buenos días” le respondí sin saber que pensar a la mañana, y con las cosas no muy claras por cuanto podía haberme ido de la lengua.


.-”Le he dicho a tu marido que no te preparase café, yo hice de sobra a la mañana, y siendo que él no toma no tenía sentido. ¿Por qué no sales a desayunar aquí conmigo?” se ofreció a prepararme el desayuno.


.-”Oh, gracias” pronuncié aún medio dormida, y salí en pijama como estaba a desayunar con él.


.-”¿Qué tal te has levantado hoy?” me preguntó interesado por la resaca que pudiese tener.


.-”Oh, bien, me duele un poco la cabeza, eso es todo” dije degustando el primer sorbo del café preparado por Damián.


.-”Me alegro que te hayas levantado con tanta energía” pronunció tratando de transmitirme cierta confianza como si supiese como me sentía. “Ayer te noté un poco más triste. Me dejaste preocupado la verdad”. Podía notar cierta complicidad en sus palabras.


.-”Que te voy a contar, no van bien las cosas” dije tratando de disfrutar del desayuno.


.-”¿Has pensado en algo?” me preguntó.


.-”Pues la verdad es que no” dije saboreando el café.


.-”De echo no sé qué hacer” dejé caer la frase.


.-”¿Qué hacer en qué sentido?” preguntó él sabiendo que yo necesitaba sus palabras para continuar charlando.


.-”Sabes..., es curioso, el otro día me compré dos bikinis y hoy no sé cuál ponerme” pronuncié para el asombro de Damián que no entendía de lo que le estaba hablando. Al ver su cara de estupefacción me dispuse a aclararlo.


.-”Estoy segura de que te preguntarás que tiene que ver eso con lo que estábamos hablando. Pero representa exactamente todas mis dudas.” pronuncié tratando de explicarme.


.-”Me acabas de leer el pensamiento” dijo aún sin salir de su asombro.


.-”El caso es que fuimos a comprarme unos bikinis nuevos a la tienda con mi marido. Uno de ellos es normalito, clásico, convencional, digamos que reprensenta la rutina, lo que se espera de una madre recatada y todo eso. El otro es un tanga de hilo de esos tipo brasileños. Verdaderamente no sé porque lo compré, bueno sí que lo sé, pero el caso es que sería la primera vez en mi vida que me pongo una prenda de esas. Indudablemente representa todo lo contrario que el anterior” interrumpí mi explicación para terminarme el café.


.-”Ya entiendo” dijo Damián “¿Y cuál piensas ponerte?” preguntó acto seguido.


.-”La verdad no sé qué hacer” pronuncié mirando al suelo echa un lio.


.-”Hay una cosa que no entiendo” apuntilló Damián “¿Porque compraste el tanga si no pensabas ponértelo?” trataba de buscarle una lógica a mis hechos.


.-”Como dijiste ayer trataba de llamar la atención de mi marido, tal y como me contaste que os pasó a vosotros hace un tiempo, pero hoy no tengo tan claro que esa sea una buena idea. No veo que sea la solución” pronuncié evidenciando mis dudas. “¿Tú que crees que debo ponerme?” le pregunté tratando de buscar su respuesta.


.-”Para serte sincero yo en esto no puedo ser imparcial en este asunto concreto” me sorprendió con su respuesta.


.-”¿Por qué dices eso?” le pregunté inquieta.


.-”Bueno a mí personalmente me encantaría verte con el tanga puesto, seguro que estás espectacular” pronunció medio en broma medio en serio despistándome por completo.


.-”¿Eso es todo lo que tienes que decir?” le pregunté decepcionada por su respuesta. Yo esperaba una ayuda, el consejo de un adulto, y me encuentro con una respuesta más propia de un adolescente que de un tipo hecho y derecho.


.-”Es broma mujer, trato de hacerte ver, que no se trata de lo que piensen los demás, sino de qué es lo que te apetece hacer a tí” dijo ahora recuperando un tono más serio.


.-”Pues para serte sincera lo que me pide el cuerpo es ponerme el dichoso tanga y lucirme a la vista de todos. Y de que si no se entera de que va el tema el estúpido de mi marido, al menos sentirme mejor conmigo misma por haberme atrevido a intentarlo, aunque me muera de vergüenza.” dije algo enojada por la situación.


.-”Me parece muy bien, adelante, hazlo, claro que sí mujer” trató de animarme Damián con mi decisión.


.-”¿Y si luego no puedo?” le pregunté temerosa de sentirme mal.


.-”Si luego no puedes ¿qué?” preguntó Damián sin entender mis dudas.


.-”¿Y si luego me muero de vergüenza por estar medio desnuda delante de todo el mundo?” le pregunté.


Damián se echó a reír.


.-”Vamos mujer, que no eres ni la primera ni la última mujer que se pone una prenda de esas. Además...” dijo Damián tratando de restarle importancia a mis temores “seguro que mi mujer está más en pelotas que tú” pronunció ahora en tono jocoso pero con cierto resquemor en sus palabras provocando la risa de ambos.


.-”Tengo una idea” le dije entusiasmada con lo que se me acababa de ocurrir.


.-”¿Cuál?” preguntó Damián.


.-”¿Por qué no vienes tú también a la playa hoy?” le sugerí poniéndome en pie delante de él tratando de animarlo.


.-”¿Por qué iba a bajar yo a la playa?” cuestionó incrédulo.


.-”En primer lugar porque me darás las fuerzas necesarias para atreverme. Seguro que si estás me siento mejor. Y en segundo lugar porque como bien dices a lo mejor eres tú quien necesita sorprender a tu mujer” dije tratando de meterlo en un callejón del que no tenía salida a la vez que lo cogía de la mano y tiraba de él para levantarlo de la silla.


.-”Que no , que no” dijo renegando como un chico pequeño.


.-”¿No querrás que me arrepienta y ser el participe del fracaso de mi matrimonio, verdad?” dije tratando de animarlo. Yo le insistía egoístamente porque sabía que si me acompañaba todo me sería mucho más fácil.


.-”No insistas que no” se reiteraba en su negativa aferrado a su silla.


.-”¿No has dicho antes que te gustaría verme con un tanga así puesto….?, pues si quieres verme tendrás que venir a playa” concluí.


Esta vez se hizo un breve silencio entre ambos. Damián me miró de arriba abajo, pude ver en sus ojos que por primera vez se estaba imaginando como podría resultar mi cuerpo con semejante prenda puesta.


.-”¿Estas segura?” me preguntó esta vez con una mirada algo inquietante en sus ojos.


.-”Estoy segura” pronuncié sin saber muy bien de qué.


.-”Los hombres no podrán evitar fijarse en ti” dijo contemplándome una vez más con cierto deseo mientras yo permanecía en pie frente a él.


.-”Eso es lo que quiero” dije al tiempo que tiraba de él para que se incorporase de la silla y recogiese, mientras yo me cambiaba para bajar a la playa. Damián afirmó con la mirada, y dijo…


.-”Esta bien, te acompañaré” musitó no muy convencido.


Una vez dentro de la autocaravana yo tampoco lo tenía tan claro como hace un momento. Al tener que desnudarme necesariamente para ponerme el bikini me eché para atrás. Tal vez no había sido buena idea nada de todo esto. Para colmo nada más probarme el tanga me sentía como desnuda, seguramente me moriría de vergüenza de pasear con el culo al aire por la playa. Eso era una locura, debía recuperar la sensatez. Era todo un mar de dudas.


.-Toc, toc,”¿Ya estás lista?” escuché la voz de Damián que llamaba desde fuera.


.-”Si, ahora salgo” mentí. No, no estaba lista, estaba echa un manojo de nervios, cómo iba a salir así a la calle. Era una locura, una locura.


.-”¿Pasa algo?” insistió Damián.


.-”No, no, ya salgo” le respondí yo, y dicho esto me anudé un pareo a la cintura y salí por la puerta.


Damián me ayudó a bajar la escalerilla de la autocaravana y mirándome a los ojos me preguntó:


.- “¿Qué tal estás?” conocedor de los nervios que debía estar pasando.


.-”Vamos allá” respondí envalentonada. Pero tras dar los primeros pasos y caminar entre las parcelas del camping a la vista de todo el mundo le confesé que me moría de vergüenza.


Que si fíjate que se me debe estar viendo todo el culo, que si soy una caso, que además no me he fijado y el pareo es transparente, que si qué crees que pensará todo el mundo, que si esto que si lo otro. Todo eran escusas por mi parte.


Damián se reía con cada frase que pronunciaba y trataba de restarle importancia al asunto.


Que si que qué va a pensar la gente, pues que tengo un culo muy bonito, que si no es para tanto, que si fíjate aquella también lleva tanga o su bikini es atrevido, que si esto, que si lo otro, trataba de contrarrestar mis argumentos, hasta que un poco arto de mis comentarios y tratando de romper la dinámica dijo:


.-”Si lo prefieres yo te tapo el culo” pronunció al tiempo que se abrazaba a mí y aprovechaba para ponerme su mano bien abierta en todo el cachete de mi nalga.


.-”Oye no aproveches” le dije empujándolo de mi vera, y apartándolo de mi lado entre las risas de ambos. Lo cierto es que debíamos parecer dos adolescentes jugueteando a empujarnos y atraparnos.


.-”Bueno pues deja de decir tonterías, que no pasa nada” dijo tratando de serenar la situación.


Entre juegos y risas al fin llegamos a la playa. Creo que incluso Damián se sorprendió de ver a su mujer hablando como si nada con mi marido. Incluso en la distancia se podía apreciar que su relación era como bien distinta a la nuestra. Estaba claro que ellos coqueteaban el uno con el otro, mientras que lo nuestro era una sana amistad.


Por mi parte mis primeros temores se me vinieron encima al comprobar que una vez más reposaban junto a nuestra sombrilla la pareja de ancianos de siempre.


Julia se sorprendió de la llegada de su esposo, pero quien más se alegró fue su hijo que enseguida gritó:


.-”¡Qué bien que bajaste papi!”. La mirada de Damián al ver la alegría de su hijo me lo dijo todo. No se arrepentía del paso que había dado.


Ahora me tocaba a mí.


.-”Hola” le dije a mi esposo dándole un pico en la boca.


.-”Hola” me respondió boquiabierto cuando me vió luciendo nalgas.


.-”¿Y ese bikini?” me preguntó sin salir de su asombro.


.-”¿No recuerdas? Me lo compré contigo en la tienda” le respondí esperando su respuesta. Sabía perfectamente que no me montaría un numerito a la vista de todo el mundo. Era demasiado mirado como para eso y preferiría morderse la lengua.


.-”Estoy seguro de que lo recordaría” murmuró enojado.


.-”Me dijiste que no querías que me pusiese más el tanga de tu hermana, y yo me compré otro. ¿Creí que te gustaba?” traté de encerrarlo en su argumentación.


.-”Pues no me gusta que te pongas ese tipo de prendas” masculló una vez más.


.-”Hay cari, pues habérmelo dicho” suspiré en plan tontita “como tu hermana los usa...” deje caer la frase en suspense. Mi marido ya no se atrevió a abrir la boca más, ni argumentar motivo alguno, y se marchó enfurruñado a jugar con nuestro hijo.


Damián que había estado contemplando la escena en todo momento me guiñó un ojo en la distancia. De alguna forma la primera prueba estaba superada. Decidí refugiarme tumbándome a tomar el sol en la toalla y dejar que transcurriese la mañana.


Debo reconocer que al principio me tumbé boca arriba, de tal forma que parecía un bikini normal y corriente a la vista de todos los transeúntes en la playa, pero con el paso del tiempo debía darme la vuelta sino quería ponerme morena de un lado y del otro no. Por suerte llevaba un rato con los ojos cerrados y enseguida caí medio adormilada, por lo que llevé bien el tema de la vergüenza.


Al despertar de mi ensoñación pude sorprender a Damián observándome desde su toalla. No sabría precisar muy bien si su mirada era cómplice de amistad, o si por unos instantes me estaba mirando como hombre. El que seguro no me quitaba ojo de encima era mi admirador octogenario. Aunque a decir verdad ya me había acostumbrado a sus miraditas. Quien me iba a decir a mí hace unos días, que mi trasero iba a tener tantos admiradores.


Me incorporé sobre los codos para buscar a mi esposo con la mirada, pero no lograba verlo. Luego me percaté que también faltaban Julia y los niños. Le pregunté a Damián que dónde se habían metido todos y este me dijo que habían marchado a una zona de juegos infantil por insistencia de mi hijo.


Fue en ese momento cuando me percaté que mi culo echaba fuego, me quemaba del tiempo de exposición al sol a pesar de haberme embadurnado en crema solar, pero a todas todas, era insuficiente para una primera vez.


Una vez más sorprendí al vejete observándome con su sucia mirada puesta en mi cuerpo. Al no estar Julia yo era la única a la que admirar, y desde luego no se cortaba un pelo. No sé porque su actitud me enfadó. Cada vez que mi mirada se cruzaba con la suya no había ni el menor esbozo de disimulo por su parte.


Pensé que sería conveniente que al menos su mujer le dijese algo, y para ello la pedí a Damián que me diese crema por la espalda.


Los ojos del anciano a poco se salen de sus órbitas conocedor de que otro hombre que no era mi marido procedía a darme crema por la espalda. Seguramente soñaba con la posibilidad de que un día se lo pidiese a él. Damián estuvo atento y educado en todo momento mientras me daba las cremas, y me cedió el bote de protección solar una vez terminó de darme por la espalda, a lo que le dije que continuase por favor por la parte trasera de las piernas, pues yo no alcanzaba a extenderme bien la crema.


Damián no puso ningún inconveniente y accedió a darme protección por las piernas. Desde luego no iba a ser él quien rechazase semejante oferta. Comenzó por los tobillos y fue subiendo poco a poco por las pantorrillas. Sin prisa, concentrado en hacer bien su tarea. Luego la parte trasera de la rodilla y el comienzo de los muslos. Exquisito en sus caricias. Justo a lo que tenía que extenderme la crema por la parte superior de las piernas, cerquita ya del final de mi tanga, apareció Julia sorprendiéndonos a ambos en tan delicada situación.


.-“¿Y el chico?” le preguntó Damián a Julia con cierta preocupación por haberlo dejado solo y con sus manos aún en mi cuerpo.


.-“Esta con el marido de Sandra” le respondió su mujer con una mirada inquisidora al contemplar la delicada zona en la que Damián me acariciaba con sus manos con la excusa de la crema.


A partir de ahí, noté en las manos de Damián un cambio radical en su actitud al acariciarme y embadurnarme de cremas, y si hasta el momento había sido todo un caballero, desde la llegada de su mujer, sus movimientos se volvieron algo más exagerados y comprometidos. Se entretuvo en acariciarme la parte más alta y suave de mis muslos ante la mirada contenida de su mujer. Incluso llegó a rozar con sus manos el hilo de tela que apenas cubría la comprometida zona de mi perineo.


Por mi parte no quise darle mayor importancia a sus maniobras pues entendía perfectamente lo que se traía entre manos. De seguro que de ser otro hombre y otra situación le habría propinado ya una buena bofetada, pero como sabía que toda aquella caricia poco tenía que ver conmigo le deje hacer, pensando que debía ayudarle a él, como él me había ayudado a mí.


Damián ante la impasividad de las dos mujeres que participaban de la escena se atrevió a darme crema por mis nalgas desnudas. Amasaba mis carnes como si de hacer pan se tratase. Yo me tomaba sus caricias como un masaje e incluso le dí las gracias en varias ocasiones.


.-“Uhmmm, que rico” musité una de las veces tratando de encelar a su mujer. Lo cierto es que me estaba divirtiendo.


.-“Que bien lo haces” dije una vez tratando de enfadar claramente a Julia con la intención de fastidiarla. En el fondo era el mismo jueguecito que ella se traía con mi marido.


Y es que en el fondo tanto Damián como yo nos regocijábamos con las caras que ponía Julia, hasta que se terminó el espectáculo. Yo le dí las gracias una vez más a Damián por el “masaje” y para terminar de fastidiar a su mujer le dije:


.-“Julia deberías de probar tú también. Tu marido da unos masajes maravillosos” pronuncié con una sonrisa de satisfacción y de victoria en mi cara.


Julia totalmente malhumorada se excusó diciendo que hacía mucho calor y que se metía a dar un baño. No sé si seré mala persona o qué, pero me alegré de que le sentara mal, ¿cómo creía ella que me sentía yo de verla coquetear con mi marido?”.


Nada más dejarnos solos Julia a Damián y a mí, este se reclinó a mi lado sobre mi espalda y me susurró al oído:


.-“Gracias” pronunció apartándome el pelo a una mano para decírmelo al oído.


.-“No tienes porque” le dije sin darle mayor importancia.


.-“Insisto, gracias por dejarme darte crema” repitió otra vez en un medio susurro, sólo que ahora más cerca aún de mi nuca a la vez que su mano me daba una tímida palmada en el culo dejándome desconcertada, y dicho esto se incorporó para meterse en el agua en busca de su mujer, supongo que con la intención de reconciliarse con su esposa por cuanto acababa de suceder.


Pero a mí, sus palabras y su maniobra me dejaron sin saber muy bien que es lo que quería haberme dicho, aunque tampoco quise darle mayor importancia. Por suerte al poco llegaron los chicos poniendo paz y tranquilidad en mi mente. La mañana transcurrió sin novedades y pronto marchamos todos a comer.


Por la tarde de nuevo a dar una vuelta por el pueblo y de regreso al camping una vez más mi hijo quiso quedarse a jugar con la animación infantil. Mi marido desistió pues alegó estar cansado y marchó directamente a dormir, así que tuve que quedarme una vez más con mi chaval. A decir verdad no me importaba en absoluto, esperaba ansiosa el momento en el que quedarme a solas con Damián y poder conversar de temas de adultos como hacía tiempo no podía charlar.


Esta vez Julia estuvo con nosotros un rato, supongo que porque era sábado a la noche, y aunque todos los días transcurrían igual, esperaba algo distinto de su esposo. Durante este tiempo la conversación era un poco fría y excesivamente correcta, todos aguantamos la compostura, hasta que algo entrada la noche Julia dijo que se retiraba a dormir. Se percató que Damián, su marido, prefería mi compañía a la suya, y aceptó la derrota dignamente retirándose a descansar. Damián continúo con una conversación amena y distendida hasta que con el tercer gin tonic quiso saber...


.-“¿Qué tal con tu marido tras lo de esta mañana?” preguntó como quien no quiere la cosa.


.-“Qué te voy a contar, más de lo mismo” dije con cierto aire de resignación que enseguida advirtió Damián.


.-“¿La cosa no mejora?” preguntó deduciendo de mis palabras anteriores que necesitaba desahogarme.


.-“Al revés, cada día estamos más distantes” le confesé. Damián esta vez fue prudente y permaneció en silencio a la espera de mis palabras. Como hombre observador intuía que yo tenía ganas de explayarme.


.-“Hace casi más de un año que no tenemos relaciones, y yo ya no sé qué más hacer para llamar su atención” pronuncié bajando la mirada al suelo.


.-“Eso es mucho tiempo para una pareja tan joven como vosotros” pronunció con la intención de dejarme continuar hablando.


.-“Para mí al menos lo es” confesé mientras daba otro sorbo a mi copa.


.-“¿Y qué piensas hacer?” preguntó de nuevo.


.-“Te juro que no lo sé” dije a punto de echarme a llorar.


Se hizo un breve silencio entre los dos.


.-“No sé qué puedo hacer. Te prometo que me desnudaría en medio de la playa o donde fuera a ver si se daba cuenta de una maldita vez que necesito me eche un buen polvo. No entiendo cómo puedo ser tan invisible ante sus ojos. ¡Y encima se enfada!!!” dije encolerizada por la situación.


.-”Bueno…”pronunció ahora Damián en un tono más jocoso queriendo romper la tensión del momento “...si vas a hacer eso avísame cuando lo hagas porque no quiero perdérmelo” apuntilló, y ambos rompimos a reír con risa floja.


.-”Pero mira que eres tonto” le dije abrazándome a su brazo y agradeciendo sus palabras entre risas de complicidad que se apagaron en un breve silencio.


Ambos dimos un trago a nuestras respectivas copas y luego hábilmente Damián desvió la atención a otros temas de conversación más amenos y distendidos. Poco tiempo después finalizaba la animación infantil y ambos recogíamos a nuestros chavales para ir a la cama.


El domingo me desperté la última, como siempre, sólo que esta vez no ví a Damián en su silla leyendo el periódico. No sé por qué me sentí mal porque él no estuviese allí. Era como si necesitara de su presencia para seguir adelante con mi plan. Recogí todos los bártulos como de costumbre, y esta vez a la hora de ponerme el bikini y contemplarme desnuda frente al espejo no tuve fuerzas para atreverme a continuar con mi propósito. Estaba cansada de pelear por la atención de mi marido, debía admitirlo y resignarme, la monotonía había ganado. Supuse que mi vida marital se reduciría a cuidar lo mejor que supiera de mi hijo y poco más, y aunque siempre me había gustado disfrutar del sexo con mi marido, debía desterrar esa idea de mi cabeza.


Llegué a la playa alicaída. Mi marido jugaba con los niños bajo la eterna compañía de Julia. Me alegré de ver a Damián con su periódico tumbado bajo su sombrilla al lado de la nuestra. No sé porque su compañía me transmitía buenas vibraciones y me alegraba el día. Sin duda conocerlo era lo mejor que me había pasado en estas vacaciones que para nada estaban resultando como había imaginado.


Saludé a mi marido y a Julia sin mucho afán, mientras dejaba mi bolsa de la playa bajo la sombrilla. Ambos se alegraron al verme con un bikini normalito. Pude ver la cara de satisfacción en el rostro de mi esposo al optar por esa prenda. En esos momentos mi sexto sentido de mujer me advertía de que estaba perdiendo la batalla conmigo misma.


Le dediqué unas pocas palabras a Damián de cortesía y comprobé la mirada desilusionada del abuelete compañero de sombrilla, que ahora solo tenía ojos para Julia, quien como todos los días seguía practicando top less en todo momento a la vista de todo el mundo incluido mi marido. Todo a mi alrededor me resultaba apático y decadente. Todo, absolutamente todo. Como en días anteriores lo mejor que podía hacer era dejar pasar la mañana y tumbarme a tomar el sol.


Me cuesta poco quedarme adormilada en la playa, fue mi hijo quien me despertó para decirme que se iba de nuevo con su papi y su amigo a la zona de juegos de la playa. Como no, mi marido y Julia marchaban con los peques a acompañarlos. Mientras se perdían en la distancia traté de convencerme a mí misma que desde luego mi esposo era un padre ejemplar, y que como tal se merecía todo mi respeto. Me auto justifiqué del sacrificio al que debía someterme para conservarlo, en el fondo tan solo era renunciar a una parte de nuestras vidas como es el sexo. Me dije a mi misma que no debería ser tan trascendente en mi vida y que debía darle más importancia a otras prioridades.


Pensaba en todo ello cuando de repente pude ver en la distancia como mi esposo agarraba a Julia de la cintura en un gesto de complicidad que desde luego hacía tiempo no tenía conmigo. Era como si se creyese que ya no los seguía con la mirada y desvelase en tan sencillo gesto las intenciones que tenía para con Julia.


Me quedé embobada por un tiempo tratando de asimilar la escena. No podía entender como mi marido apenas se rozaba conmigo y en cambio era capaz de agarrarse a Julia por las caderas. Su mano se perdía justo en el límite entre decir que la abrazaba de la cadera o le tocaba el culo. No me lo podía creer.


“¿No tendrán un lio?” pensé. “No, no puede ser” me rebatía mentalmente. Mis pensamientos luchaban unos con otros. “Mi marido es tan calzonazos y mirao que no se atrevería a ponerme los cuernos. Ya pero...¿y ella?. ¿Se atrevería esa bruja a llevárselo a la cama?”. A ella si la veía capaz de eso y mucho más. “Seguro que lo engatusa, y él como el panolí que es, seguro que cae en sus redes”, pensaba malhumorada tumbada en la toalla sin saber que pensar por lo que acababa de ver.


Para colmo Damián no estaba allí, seguramente se había ido a pasear. Hubiera deseado que él también hubiese visto la escena para aconsejarme qué es lo que debía hacer llegado el caso.


Mi cabreo iba en aumento al igual que mi temperatura corporal. Mis pensamientos me calentaban la cabeza de la misma forma en que el sol calentaba mi cuerpo. Todo se me hizo insoportable y decidí darme un chapuzón en el agua para refrescarme y serenar mis pensamientos. La mano de mi esposo en la cintura de Julia martilleaba mi mente una y otra vez, llegando a obsesionarme.


Nadé, nadé mar adentro hasta cansarme, como si al agotarme físicamente mi cabeza se cansase también de pensar locuras y tonterías. De regreso a la orilla pude ver que todos los demás habían vuelto de su pequeña excursión. Ahora Julia y mi esposo permanecían tumbados en sus respectivas toallas y era Damián quien controlaba con los pies en el agua a los chicos que jugaban en la orilla inagotables.


El agua aún me cubría el cuerpo cuando pude ver que por la orilla de la playa paseaban justo enfrente de nuestras sombrillas un grupo de unas seis o siete veinteañeras todas ellas en top less. Tenían pinta de guiris, jóvenes, con buen tipito, tanto que incluso a mí me llamaron la atención. “¿Quién no tiene buen tipo a esas edades?” pensé mientras las veía pasar. Todos los hombres se giraban al verlas caminar, desde luego eran un espectáculo, y así parecían quererlo las chavalillas a las que les gustaba lucirse. Resultaba patético las miradas de algunos hombres casados a las chiquillas. Pero lo que más me llamó la atención es que mi marido incluso se incorporó de la toalla para contemplarlas alejarse. Aún en la distancia pude ver como se fijaba en la más atrevida de las chiquillas que además de mostrar unos senos grandes y turgentes, lucía un tanga de hilo en su parte posterior. De no ser por tan diminuta prenda se diría que paseaba desnuda. Desde luego entre ellas se producían risitas y comentarios de adolescentes al ver las situaciones que provocaban en los hombres a su paso.


Una vez se alejaron las muchachas pude ver que la mirada de mi esposo se cruzaba con la de Damián como buscando su aprobación, y en cambio este le recriminaba con su mirada su actitud infantil que acababa de demostrar mirando tan descaradamente a las chavalillas. Confirmándome una vez más que él si era un caballero en el que se podía confiar, y no un pichafloja como resultaba ser mi marido.


Pero sobretodo, lo que más me indigno, era el detalle de que para ver a esas chiquillas se había incorporado de la toalla e incluso girado hasta que su corta vista las perdió en la distancia sin ningún tipo de pudor o miramiento. Seguramente se creería que no lo estaba viendo y aprovechó para mirarlas descaradamente, a la vez para satisfacción del ego de las chiquillas. Bueno pues bien, yo también tenía mi propio ego. Debía darle un escarmiento a la vista de todos cuanto podían haber contemplado la escena. Su comportamiento no me dejaba bien parada ni frente a Damián ni frente a la pareja de ancianos que observaban todo como si de una telenovela se tratase.


No sé por qué lo hice pero lo hice. Esa mañana llevaba un bikini de esos de triangulitos tanto en la parte inferior como en la parte superior. Desaté los nudos a la espalda del top desnudando mis pechos, y comencé a andar hacia la orilla con la ligereza que me dió la rabia del momento hasta donde estaba mi marido.


Llegué totalmente encorajinada hasta las sombrillas sorprendiéndolos a todos con mi presencia. Decidí jugar con cautela mis cartas de mujer, yo también sé ser puta ante la estupidez de mi marido.


.-”Hola” saludé a mi marido como si tal cosa nada más llegar. Este se quedó de piedra al verme llegar con los pechos al aire. Su cara de desaprobación fue mi satisfacción. Como era de esperar no dijo ni “mu” y calló resignado.


Mientras me tumbaba pude ver de reojo como mi esposo miraba a Damián cuestionando mi actitud y como éste le respondía con la mirada algo así como “donde las dan las toman”.


Menos mal que Damián estaba siempre ahí para respaldarme en mis decisiones, su mirada terminó por reprimir a mi esposo de hacerme ningún comentario al respecto.


Por mi parte nada más tumbarme en la toalla comencé a morirme de la vergüenza. “Dios mío ¿pero qué he hecho?” me repetía una y otra vez al tiempo que comenzaba a extenderme crema por todo el cuerpo tratando de disimular mi bochorno. Era la primera vez en mi vida que enseñaba los pechos. Nunca había practicado top less y la verdad es que me estaba costando. Me hubiera gustado cubrirme cuanto antes de no ser por el silencioso dialogo que se producía en las miradas cruzadas entre Damián, mi marido y yo.


Mi esposo me miraba como me daba las cremas por el cuerpo con los pechos al aire, perplejo, y sin atreverse a decir palabra. De vez en cuando miraba a Damián evidenciando su consternación como buscando cierta complicidad entre los dos hombres. Pero Damián cada vez que era observado por mi marido le sonreía como devolviéndole la jugada por cada vez que él miraba a su esposa Julia, y acto seguido me miraba a mí y me sonreía sabedor de que eso enfadaba tanto más a mi esposo.


Yo en cambio me deleitaba contemplando a los dos gallitos. La consternación que disimulaba mi marido me ayudaba a permanecer en mi decisión, y por qué no decirlo, por otra parte, me gustaba ser observada por Damián. Lo malo es que al igual que Damián otros hombres aprovechaban a mirarme, o al menos así me lo parecía, y esto hacía que mi estupor también aumentase.


Así que decidí tumbarme un rato boca abajo en la toalla, no sin antes contemplar la cara de salido que ponía el ancianito de enfrene al verme los pechos desnudos esta vez sin ningún descuido.


A lo largo de la mañana me tumbé un par de veces más boca arriba, y otro par de veces más boca abajo. Durante este tiempo mi marido apenas me dirigió la mirada, mientras que siempre que cruzaba la mirada con Damián este me estaba contemplando. Unas veces advertía un gesto de aprobación y complicidad en sus ojos, pero he de decir que otras veces me parecía notar cierto deseo y algo de lujuria en su mirada.


Ya casi a la hora de regresar al camping me cubrí los pechos dando por finalizado el espectáculo. La mañana había sido cuando menos entretenida. Recuerdo que como todas las mañanas, al llegar a las duchas comunitarias los pechos me ardían por haber estado expuestos al sol por primera vez en mi vida. Ni tan siquiera el agua de la ducha lograba calmar el calor que desprendían. Esa mañana me demoré mucho más de lo habitual bajo la ducha, como si el agua tuviese que arrastrar mi poca vergüenza y el pecado cometido.


La tarde trascurrió como siempre, salvo que apenas intercambiaba monosílabos con mi esposo.


De vuelta por la noche a la caravana más de lo mismo. Cuando llegó la hora de permanecer a la animación infantil estuvimos los cuatro adultos vigilando el juego de los chicos. La conversación era en todo momento correcta, distendida y amena. Cada vez que uno realizaba un comentario irónico otro se encargaba enseguida de rebajar la tensión. Era como un pacto no escrito entre los cuatro. Lo único reseñable de esa noche es que Julia comentó que la tarde noche del siguiente sábado podríamos salir a cenar los cuatro juntos con los chavales para celebrar el cumpleaños de su hijo, pues este le había pedido que fuese nuestro chaval, a lo que a todos nos pareció una buena idea pensando que podría sentarnos bien una salida conjunta de ese tipo. Promovidos sobre todo por el buen rollito de esa misma conversación, y pensando en lo bien que se lo pasarían nuestros hijos.


Como en otras ocasiones Julia y mi esposo marcharon primero a la cama y nos quedamos Damián y yo charlando como de costumbre. Tomamos nuestros gin tonics, tres o cuatro esta vez. Hablamos de todo un poco y de nada en concreto, hasta que no sé por qué se me ocurrió decir…


.-”¿Has visto la cara que ha puesto mi marido esta mañana al verme salir del agua con los pechos al aire?” le pregunté a Damián con intención de comentar lo sucedido.


.-”Si era todo un poema” pronunció entre risas contenidas.


.-”Se lo tiene bien merecido” afirmé fingiendo estar enfadada.


.-”La verdad es que no entiendo a tu marido” dejó caer Damián al hilo de la conversación.


.-”¿Por qué?” le pregunté por preguntar.


.-”No sé, una mujer tan guapa e inteligente como tú, atractiva, fresca, dispuesta a entregarse… y en cambio él...” no concluyó la frase, como si no quisiera continuar desvelando sus pensamientos.


.-”Es un imbécil” concluí yo la frase por él.


.-”Eso es” dijo él “es un imbécil”, y dicho esto chocó su copa con la mía a modo de brindis y desvió el tema de conversación, hasta que terminó la animación de los pequeños, y fuimos todos a la cama. Al llegar a nuestras respectivas parcelas, y justo antes de despedirnos, mientras Damián me daba los dos besos de buenas noches, me dijo mirándome inquieto a los ojos:


.-“Estabas espectacular esta mañana en la playa”. Francamente me sorprendieron sus palabras a destiempo, me esperaba un “buenas noches” o algo parecido y no su halagador comentario.


.-“Gracias” respondí como una tonta sin saber que podía decir a sus palabras antes de introducirme en la auto caravana.


Era ya lunes a la mañana, y de nuevo me desperté la última, se había convertido ya en rutina durante estas vacaciones. Como en días anteriores el desayuno ya estaba puesto y las ventanas abiertas para ventilar. Me hubiese gustado ver a Damián en su parcela pero no fue así. A la hora de elegir bikini no tuve mucha opción pues la braguita del día anterior permanecía húmeda. No me acordé de ponerla a tender, así que sin mucho entusiasmo no tuve otra que ponerme el tanga.


Lo cierto es que no estaba muy convencida. No sabía qué hacer, dudé de porqué había comprado semejante prenda, hasta que encontré dentro de mí las razones por las que enfrentarme a la situación. “Vamos Sandra” me decía mentalmente a mí misma...”en el fondo ya has enseñado los pechos y el culo, así que no hay nada nuevo por mostrar”, “No seas cobarde” o “tienes que atreverte” eran frases que me repetía tratando de autoconvencerme. “Valor y al toro”. Y antes de que pudiera arrepentirme terminé de prepararme y salí pitando en dirección a la playa.


Cuando llegué a la orilla del mar pude ver a mi esposo, mi hijo, a Julia, y al hijo de Julia, pero ni rastro de Damián. Debo confesar que me quedé algo decepcionada, pues esperaba encontrármelo ya en la playa. Su sola presencia me alegraba el día.


En esos momentos Julia estaba dándoles cremas a los chicos que jugaban alegres con la arena y el agua. Pero para mi sorpresa, antes de que yo llegase, y sin petición alguna por parte de mi marido, Julia agarraba un bote de crema solar y procedía a expandir parte de crema a mi esposo por la espalda. Creo que se dio cuenta de mi llegada y trataba de devolverme la jugada de ayer con su marido. Al principio lo hizo por los hombros y luego fue bajando poco a poco por la espalda, hasta untarlo también por las piernas a dos manos. Cuando acabó por la parte de atrás le pidió a mi esposo que se diese la vuelta. Ella estaba arrodillada a sus pies, y comenzó a darle crema a mi marido por la parte delantera de sus pantorillas, subió por los muslos, y para mi consternación se atrevió a meter las manos levemente por debajo de la tela del pantaloncito del bañador de mi esposo, el cual ponía en esos momentos una cara de bobalicón inaguantable.


Ver a esa vieja pendeja a los píes de mi esposo, con sus pechos al aire acariciando de esa manera al pasmarote de mi esposo, hizo que me hirviese la sangre por dentro. Reconozco que la que estaba celosa a más no poder en esos momentos era yo. Y para colmo pude ver como ella le rozaba como quien no quiere la cosa los pechos a la altura de las rodillas de él, que se dejaba hacer encantado de la vida.


“Con que esas tenemos ¿eh?, pues se van a enterar” me encabrité en la distancia, y nada más llegar me despojé del pareo, dejé mi bolsa bajo la sombrilla con la intención de que mi marido se fijase bien en mi tanga. Miré de reojo para regocijarme en la cara de incredulidad que puso mi esposo antes de que me dispusiese a quitarme la parte superior del bikini y quedarme medio desnuda a la vista de todo el mundo, incluidos él y Julia.


Antes de que pudiera dejar todo en el bolso y girarme para ver sus caras, escuché como mi marido le decía a Julia que ya tenía bastante crema y malhumorado por la situación, le proponía a los dos chavales marchar a la zona de juegos sin dirigirme siquiera la palabra. Por lo que antes de que me acomodase en la toalla estaba sola y medio desnuda en medio de la nada. Para más inri, me tuve que aguantar las miradas de la parejita de ancianos antes de tumbarme, sobre todo la de él.


Me tumbé boca abajo, con ganas de hundir mi cara en la arena y que la tierra se me tragase allí mismo. Me sentía mal, sucia, sola y avergonzada conmigo misma.


Casi rompo a llorar en silencio con la cara contra la toalla por cómo se estaban sucediendo las cosas. Todo iba de mal en peor...


.-”Hola” interrumpió mis pensamientos la voz de Damián.


.-”¿Dónde están todos?” preguntó sorprendido de no ver a nadie y sentándose a mi lado en una esquina de mi toalla al verme sola entre las dos sombrillas.


.-”Ooh Damián, menos mal que estás aquí” dije nada más verlo y me abracé a él en busca de consuelo.


.-”¿Qué ha pasado?” preguntó Damián al verme tan desconsolada. Pero yo era incapaz de responder a sus palabras, únicamente tenía ganas de continuar abrazada a su cuerpo. Necesitaba de su presencia más que de sus palabras.


Damián percatándose de la situación respetó mi silencio y tan solo acertaba a mover sus manos en mi espalda de abajo arriba en señal de consuelo.


.-”Vamos mujer, seguro que no es para tanto” susurró tratando de consolarme imaginando de qué iba el tema.


Yo permanecía abrazada a él sin decir palabra. Estaba confusa.


.-”Seguro que todo se puede explicar” pronunció al tiempo tratando de que no se prolongase un silencio incómodo entre los dos.


Poco a poco mi mente fue recobrando la serenidad, y tras el estallido de sentimientos fui retomando la entereza. No sé en qué preciso momento me percaté de que al estar abrazada a Damián mis pechos desnudos quedaban aplastados contra el torso de aquel hombre que ahora me consolaba. Pese a lo que hubiera pensado durante toda mi vida, la sensación me era agradable. Sin duda, notar el contacto entre mis senos desnudos y el pecho de ese hombre me parecía fascinante.


Poco a poco le conté lo sucedido, mientras permanecía abrazada a su cuerpo. Me sentía bien en sus brazos, con su contacto, al tiempo que me desahogaba narrándole lo sucedido.


.-”Tranquila mujer” me dijo mientras continuaba moviendo sus manos en mi espalda, “todo está saliendo bien”, concluyó.


.-”¿Cómo puedes decir eso?” esta vez me separé de él al escuchar sus palabras.


.-”Yo creo que marcha por buen camino, tu marido por lo menos ha reaccionado. Piensa que hasta la fecha se había mostrado indiferente. Yo creo que una vez se le pase la fase de malhumor, entrará en la fase de deseo, seguro” argumentó esta vez con nuestros cuerpos ya separados.


.-”¿Estás seguro'” le pregunté.


.-”Estoy completamente convencido” afirmó mirándome a los ojos. “Recuerda que yo ya he pasado por eso”. Y tras un breve silencio dijo….


.-”Oye, tengo una idea. ¿Por qué no me das cremas?. Seguro que Julia y tu esposo están al llegar” sugirió al tiempo que me guiñaba un ojo, como queriéndoles devolver la jugada.


Yo acepté encantada.


Ahora era Damián quien se tumbó en su toalla boca a abajo y yo le extendía crema por la espalda sentada al lado suyo.


.-”Tienes unas manos deliciosas” dijo mientras le daba crema por los hombros.


.-”Gracias” pronuncié agradeciéndole el cumplido.


Efectivamente al poco tiempo llegaron Julia y mi esposo con los chicos. A poco se le salen los ojos de sus órbitas al tontorrón de mi esposo de verme con los pechos al aire, en tanga, medio desnuda dándole cremas a otro hombre que no era él. Pude verlo en su mirada, los celos lo estaban deborando por dentro.


“¿Pero es que no te das cuenta que todo esto lo hago para provocarte?,¿No te das cuenta que necesito que me pegues un buen polvo'” le decían mis ojos mientras le aguantaba la mirada al estúpido de mi esposo.


.-”Será mejor que les des crema a los chicos” argumentó mi marido como excusa para que dejase de darle crema a Damián. “Llevan mucho tiempo al sol”, y tras decir esto llamó a nuestro hijo para que le extendiese crema.


Damián tenía razón en una cosa, que todos estos juegos le estaban sentando mal a mi marido.


Salvo eso, y como en el resto de mañanas yo caí medio adormilada tumbada al sol. Debo reconocer que ese día me costó menos acostumbrarme a mi “desnudez”. Es más, me agradó sorprender las miradas furtivas de Damián a mi cuerpo, y las miradas encolerizadas de mi esposo. Tampoco me importaba ya que mi octogenario admirador me mirase descaradamente, de alguna forma me animaba a continuar en mi nueva actitud, pues su mirada llena de deseo ayudaba no sé cómo a desinhibirme aún más. Era como ese testigo imparcial y necesario para corroborar los hechos de justicia.


La mañana transcurrió dentro de una relativa normalidad. Con el paso de las horas disfrutaba cada vez más al ver a mi marido encolerizado. ¿Cómo creía él que me sentía yo?. Me gustaba recetarle su propia medicina. Cuanto más exhibía mi cuerpo a los presentes más cabreado notaba a mi marido. Así que me lo tomé como un juego. Creo que incluso el hasta ahora despistado de mi marido pudo apreciar las miradas que me lanzaban otros hombres, incluido mi admirador octogenario. Pero sin duda lo que más le fastidiaba era sorprender a Damián mirándome.


Lo que nunca lograré entender de mi esposo es con que derecho se creía él que podía mirar a otras mujeres, y sin embargo no dejar que otros hombres me mirasen a mí. Él, que presumía de ir a misa los domingos, dónde se dejó eso de “no desearás a la mujer de tu prójimo”, o lo de “no hagas a otros lo que no quieras para tí”, pues que se aplicase el cuento porque “donde las dan las toman”. Yo estaba dispuesta a darle “ojo por ojo, y diente por diente”.


El caso es que la mañana se me pasó volando entre unas cosas y otras, y cuando llegó el momento de las duchas no pude evitar recordar la sensación de estar abrazada a Damián con los pechos desnudos. El contacto entre nuestros cuerpos hizo que a la hora de enjabonarme el cuerpo no dejara de acariciarme yo misma los pechos una y otra vez tratando de rememorar lo sucedido esa misma mañana en la playa. Por suerte no había mucha gente a esas horas y el pequeño habitáculo de las duchas comunitarias me proporcionaba cierta intimidad. En un último vistazo al resto de duchas antes de cerrar los ojos pude comprobar que apenas dos compartimentos más estaban ocupados al principio. Creí tener la intimidad suficiente como para dejarme llevar por mis pensamientos. Esta vez cerré los ojos concentrándome en la sensación que me produjo el contacto del cuerpo de Damián a la mañana. Sin querer mis manos se deslizaron desde mis pechos hasta mi pubis sin dejar de concentrarme en el instante del roce con su piel. Absorta en mis pensamientos mis dedos comenzaron a juguetear con mi clítoris.


Recuerdo que escuché las voces de otras mujeres provenientes de los primeros compartimentos, lo cual me hizo caer en la cuenta de que me estaba masturbando en un sitio público. Me dió igual, a mi cuerpo ya no lo paraba nadie. Es más, añadió cierto morbo a mis sensaciones. Mi cuerpo era un estallido de experiencias en esos momentos.


Un primer dedo se abrió camino entre mis labios más íntimos. Ahora, mientras con una mano me acariciaba los pechos con la otra torturaba mi clítoris al tiempo que de vez en cuando me introducía algún dedo en mi vagina.


El momento era increíble. Hacía tiempo que no me corría, bien porque no hacía el amor con mi marido, pero también porque tampoco tenía por costumbre masturbarme, así que cuando mi cuerpo estalló de gusto tuve que taparme yo misma la boca con la mano para no gritar, y para colmo, en la locura de mis movimientos compulsivos desplacé el monomando de la ducha de caliente a fría, por lo que un chorro de agua helada cayó sobre mi cuerpo sacando un alarido que ni tapándome la boca con la mano pude contener.


Cerré la ducha y abrí los ojos cuando me recuperé del pequeño momento de satisfacción que acababa de vivir para mi sola, pero…


¡¡No!!, ¡¡aquello no podía ser verdad!!, ¡¡No!!, ¡no!, ¡no!, y mil veces ¡no!.


Al abrir los ojos me tuve que ver a Julia observándome desde el habitáculo de enfrente totalmente sorprendida y sin saber muy bien que pensar de lo que veía.


Yo creí morirme de vergüenza. “¿Me habría sorprendido masturbándome?”, “¿me habrá pillado?”, “¿ qué es lo que ha llegado a ver?”, ¿desde cuándo está ahí?”, se torturaba mi mente sin poder pensar en otra cosa. “


Fueron tan solo unas décimas de segundo que a mí se me hicieron eternas. Nunca en mi vida me había visto en situación tan comprometida. Sin duda era lo peor que podía sucederme. Ante la pasividad de Julia observándome y tratando de salir del lío, tan sólo atiné a decir:


.-”Me gusta acabar las duchas con un chorro de agua fría, no sabes lo bien que me sienta” pronuncié tratando de disimular ante situación tan bochornosa.


.-”Ya”, exclamó ella con cara de pocos amigos dándose la media vuela para continuar con su ducha sin creerse del todo mis palabras.


Ni que decir tiene que me envolví en la toalla y salí de allí a toda prisa sin percatarme muy bien de lo que cogía o dejaba de coger en mis manos.


Esa tarde desperté la primera de la siesta, salí fuera de la caravana a tomarme un café. Esta vez era Julia la que estaba sentada en su parcela.


.-”Tengo una cosa para ti” dijo nada más verme, y acto seguido se dirigió al interior de su caravana perdiéndola de vista.


Yo me preguntaba que podía ser. No sabía si pensar bien o mal de ella, o con qué podía venirme esta vez. Además me costaba mirarla a la cara pues todavía estaba muerta de vergüenza por el episodio de las duchas.


.-”Ten” dijo tendiendo su mano nada más regresar mostrándome entre sus dedos el top y el tanga de mi bikini.


Yo la miré estupefacta.


.-”¿Es tuyo no?. Te lo dejaste esta mañana en las duchas” dijo para mayor de mi vergüenza.


No dije palabra, tan sólo lo cogí en mis manos y me dispuse a guardarlo.


La situación resultó entre humillante y bochornosa. Tanto que esperé a que Julia marchase para salir de nuevo.


El resto de la tarde más o menos como siempre, paseo y picoteo por los bares, y de regreso un ratito en la terraza del camping para que nuestro hijo jugase con su nuevo amigo.


Esa noche mi marido y Julia se quedaron un poco más con nosotros que otras veces, así que estuvimos charlando los cuatro juntos de manera distendida, lo que ayudó a relajar la situación y que todo fluyera de forma más natural. Es más, fue en Julia en quien noté cierto cambio de actitud, cuyo acto se reflejó en mi esposo. Estaba como más agradable conmigo. Incluso en una de las veces en que mi marido forzó un comentario irónico en la conversación sin venir mucho a cuento, acerca de mi práctica de top less, fue la propia Julia quien salió en mi defensa argumentando las bondades que tiene la incidencia directa del sol sobre los pechos de una mujer. Que si son centro de producción de melatonina, que si estimulan y ayudan la producción de vitamina B, y no sé cuántas cosas más por el estilo que parecía argumentar en su propia defensa justificándose ante su esposo, y no como si estuviese defendiéndome a mí frente a mi marido.


El caso es que salvo ese pequeño comentario lo pasamos bien los cuatro. Se puede decir que por primera vez hubo buena sintonía entre nosotros. No sé en qué momento de la conversación y bajo que pretexto, mi marido le sacó el compromiso a Damián de que bajase a la playa a las mañanas y no se quedase solo en el camping como los primeros días, hecho que a mí me agradó de sobremanera, y que también pareció agradar a Julia. Yo la verdad no sé a qué podía deberse tanto cambio de actitud en esa mujer en tan poco tiempo. El caso es que la noche transcurrió amena, y cuando acabó la animación infantil marchamos todos juntos a la cama.


Ya era martes cuando desperté a la mañana siguiente. Todo transcurría en una nueva rutina. Me desperté sola, a media mañana, con el desayuno ya preparado, las ventanas abiertas para ventilar...miré por la ventana para comprobar que no estaba Damián en su silla leyendo el periódico. Me alegré de que fuera así y de que estuviese esperando en la playa, pues no sé por qué esa mañana me había despertado llena de energía y desde luego con ganas de seguir adelante con mi plan. Consideraba que estaba saliendo bien. Si mi marido no se fijaba en mí pues que le íbamos a hacer, pero al menos yo sí me sentía mejor conmigo misma por atreverme a muchas cosas que antes ni siquiera me había planteado. Era motivo de satisfacción personal haberme decidido a lucir cuerpo. Desde luego tenía motivos para hacerlo y sentirme orgullosa. Así que esa mañana tuve muy claro como tomaría el sol. De nuevo en tanga y top less, y a disfrutarlo.


Al llegar a la sombrilla se repitieron las miradas y recelos de otros días, pero como si la costumbre limase las asperezas al poco tiempo todo transcurrió con mucha más normalidad y naturalidad que en días anteriores. Era como si todos hubiésemos asumido el roll que nos tocaba dada la situación.


Conforme pasaba la mañana yo me encontraba más a gusto conmigo misma. Poco a poco fuí perdiendo la vergüenza de ser observada por otros. No necesitaba tanto del refugio de la sombrilla, ni de estar tumbada en la toalla. Me atrevía a pasear, jugar con mi hijo en la orilla, e incluso no me importaba el roce con otros cuerpos de gente que paseaba despistada por la orilla, sobre todo leves contactos con otros hombres que retenía en mi memoria.


Esa misma naturalidad que ahora me envolvía a mí, parecía que también tendía su manto sobre el resto de personajes de estas vacaciones. La cosa fue suavizándose poco a poco estableciéndose una nueva rutina.


Hablando de rutinas, a la tarde más de lo mismo, paseo, tapeo, y velada en la terraza del bar el camping con nuestros nuevos amigos. Al igual que en las noches sucesivas Julia y mi esposo aguantaron hasta el final de la animación y marchamos los seis juntos, contando con los peques, a la cama.


Así transcurrirían ese mismo martes, miércoles, jueves y viernes de la semana.


El miércoles a la mañana en la playa Julia se mostraba mucho más cercana a mí, conversaba conmigo sin reticencia alguna, tomábamos el sol juntas y charlábamos de nuestras cosas de mujeres. Comentábamos alguna revista del corazón, criticábamos a nuestros maridos, y sobretodo nos burlábamos del octogenario admirador que parecía no haber visto hoja verde en su vida.


Me alegré de que la cosa fuera así y transcurriese por estos nuevos derroteros. Mejor de amigas que de enemigas. Desde luego las vacaciones estaban siendo bastante mejor de lo esperado, y si bien la cosa con mi esposo no mejoraba, al menos yo si estaba experimentando un cambio en mi vida. Me sentía mucho mejor conmigo misma por atreverme a hacer cosas que hacía tan solo unos días me parecían imposibles. En mi vida creí que pudiera atreverme, pero lo cierto es que me ayudaron a conocerme mejor, a sentirme mucho más a gusto con mi cuerpo, y en general a disfrutar mucho más de la vida.


En cuanto a mis necesidades sexuales las mitigaba como buenamente podía. Aprendí a disfrutar de nuevo con mi imaginación, buscar y soñar con situaciones mucho más morbosas de las que había imaginado hasta la fecha. Disfrutaba de mi cuerpo y de mi intimidad en pequeños ratos. En esos momentos venían a mi mente las miradas furtivas en que sorprendía a otros hombres mirándome con deseo, incluyendo a Damián. Era algo que se repetía en mis fantasías.


De hecho ese mismo miércoles volví a masturbarme en las duchas, solo que esta vez tomé las precauciones necesarias y disfruté lo mío de lo lindo.


A la tarde todo sucedería según lo previsto, paseo, cenita ligera, y copa en la terraza del bar del camping.


El jueves podríamos decir que fue un calco de lo acontecido el miércoles, salvo algún detalle sin importancia, todo parecía transcurrir como si hubiera sido así de toda la vida, y tan sólo habían pasado diez días de vacaciones.


El viernes nos despertamos todos un poco más tristes, sabiendo que nuestras vacaciones llegaban a su fin, pero a la vez con las ganas de disfrutar al máximo estos últimos días. Aunque Julia y Damián seguían sus vacaciones en el camping, nosotros el domingo debíamos regresar a nuestra ciudad.


Durante ese día cada vez que alguno de los chavales recordaba el trance del domingo, alguno de los adultos aprovechaba en hacerle caer en la cuenta de que aún quedaba la fiesta de cumpleaños del hijo de Damián y Julia que celebraríamos el sábado.


Se me pasó la mañana volando. A lo que quise darme cuenta era el momento de ir a la ducha para luego preparar la comida.


Una vez en la ducha me acaricié como en días anteriores. Esta vez solo pensé en Damián durante todo el rato. A diferencia de otras veces en que se venían a mi mente otras caras y otros rostros de hombres mirándome con deseo, esta vez solo podía concentrarme en los momentos vividos con Damián. Sus manos dándome crema, el contacto de mis pechos con su cuerpo, sus miradas de deseo… hasta que por primera vez fantaseé con la idea de que me penetrase. Me excitó de sobremanera que su cuerpo pudiera estar encima mío. Además me lo imaginaba desesperado por gozar de mi cuerpo, deseoso por gozar con urgencia, y a la vez con la paciencia y la experiencia en hacerme llegar a un éxtasis descontrolado para mí. Me preguntaba cómo serían sus besos, cómo se movería, que me haría, me preguntaba hasta el tamaño de su pene, cómo sería sentirme poseída por él.


Pese a estar en el reducido habitáculo de la ducha en pie, con el agua cayendo por mi cuerpo desnudo, alcancé uno de los mejores orgasmos de mi vida pensando en Damián y en todos los detalles de su cuerpo que podía visualizar en mi mente. Creo que hasta mi marido advirtió que ese día preparé la comida mucho más contenta que de costumbre.


Cuando desperté de la siesta ni mi marido ni mi hijo estaban en la caravana. Tampoco se les escuchaba por fuera, por lo que deduje habían marchado a la piscina del camping. Me encontraba tan, tan cachonda de la mañana, que no pude evitar tocarme de nuevo….


Esa velada del viernes sería distinta, por primera vez Damián alegó estar muy cansado y retirarse el primero a dormir. Como Julia y yo comenzamos a hablar de nuestras cosas, que si vestidos, manicuras, peinados y asuntos del corazón, mi marido enseguida se retiró también a dormir dejándonos a Julia y a mí al cuidado de los peques.


Recuerdo que yo llevaba mi segundo gin tonic y Julia su tercer mojito cuando pareció sincerarse conmigo. Poco a poco la conversación entre ambas tocó temas algo más personales, hasta que llegado un momento me preguntó:


.-”Dime una cosa... ¿en quién pensabas el otro día en la ducha?” soltó de golpe y porrazo sin esperarme algo parecido siquiera.


Yo no supe que decir, me quedé blanca como una piedra.


.-“Pensabas en mi marido ¿verdad?” dijo para mayor de mis sorpresas.


.-“Co… cómo puedes decir eso” exclamé algo consternada por sus palabras.


.-“Vamos…no tienes porqué mentirme, es más….” Esta vez dejó cierto suspense en sus palabras, como midiendo lo que iba a decir “en cierto modo me parece estupendo” concluyó para mi sorpresa.


.-“No, no te entiendo” dije titubeante por lo que acababa de escuchar.


.-“Mira Sandra, te seré sincera” dijo ahora mirándome a los ojos “me gustaría que tuvieses una aventura con mi marido” pronunció taxativamente.


.-“¡¿Pero qué dices!?, tú estás loca o qué, yo nunca haría algo así” exclamé haciéndome la ofendida por sus palabras a sabiendas de que efectivamente era eso con lo que fantaseaba en el momento de la ducha.


.-“Vamos Sandra, no te hagas la tonta, no disimules conmigo, nadie se toca en unas duchas públicas pensando en lo maravilloso que es su marido, y perdona bonita, pero mucho menos me creo que tu estuvieras pensando en el tuyo. Ambas sabemos de sobra lo pesao que puede llegar a ser. Además…,” dijo de nuevo creando cierto suspense tratando de poner cierto enfásis en lo que iba a decir a continuación, “… yo ya he pasado por eso” medio susurró a modo de confesión.


.-“¿Qué quieres decir con eso?” pregunté intrigada por sus palabras.


.-“Deduzco por tu cara de asombro que Damián no te ha contado nada ¿verdad?” preguntó ahora ella algo incrédula de mi asombro.


.-“Contarme ¿el qué?” pregunté yo ciertamente desconcertada.


Julia agachó la cabeza como avergonzada por lo que estaba a punto de contarme, desde luego no se atrevía a mirarme a la cara altivamente como hasta ahora.


.-“Sabes…, hace tiempo tuve una aventura con un amigo suyo. Cuando se enteró Damián nunca me lo perdonó” pronunció cabizbaja.


.-“No sabía nada” le dije yo queriendo saber más.


.-“Al principio no podía evitar pensar en él cada vez que nos veíamos, con el tiempo comencé a tocarme en mis momentos de intimidad pensando en él, incluso cuando hacía el amor con mi marido pensaba que era su amigo quien me lo hacía. Hasta que sucedió lo que tanto tiempo llevaba anhelando que pasase y pasó” dijo alzando la vista para mirarme de nuevo a los ojos. “Por eso sé perfectamente por lo que estás pasando” concluyó esperando mi reacción.


.-“Yo no… no” tartamudeaba, realmente no sabía cómo excusarme, cómo negarle a esa mujer que efectivamente pensaba en su marido cuando me sorprendió en la ducha.


.-“¿Qué pasó?” reconocí que estaba intrigada por el desenlace y le corroboré con mi pregunta que Damián no me había contado nada.


.-“Debo confesarte que aunque lo estuve haciendo varias veces durante un tiempo con este amigo, al final lo dejamos. Ambos llegamos a la conclusión que el deseo del uno por el otro era una cosa, y la vida en pareja otra muy distinta. Él quería a su respectiva pareja y yo amaba a Damián como esposo. No sé cómo pasado un tiempo Damián se enteró, discutimos y nos distanciamos como era lógico, pero digamos que me perdonó….” de nuevo se produjo un breve silencio entre ambas.


.-“¿Y?” quise saber yo.


.-“Bueno me perdonó a su manera, ya sabes cómo son los hombres, de vez en cuando siempre me lo reprocha” pronunció como si ya me hubiese contado todo cuanto quería contarme.


Yo la miraba sin saber que decir ni que pensar. No lograba entender cómo podía una pareja seguir adelante en esas circunstancias.


.-“¿Quieres saber lo mejor?” me preguntó ella misma deseando que fuese yo quien se lo preguntase.


.-“¿El qué?” le pregunté cayendo inocentemente en su trampa.


.-“Nunca me he arrepentido de lo que hice. Es más, para ser verdaderamente sincera conmigo misma creo que ha sido la experiencia más maravillosa de mi vida, lo único que siento es que Damián no lo entienda y ahí es donde entras tú” desde luego era especialista en crear cierto suspense con sus silencios.


.-“¡¿Yooo?!” exclamé sin lograr entender que tenía que ver con toda esa historia de cuernos y perdones.


.-“Pienso que para que Damián lo entienda de verás, y me perdone de una vez por todas, lo mejor sería que él tuviese una aventura. Así comprendería de una maldita vez que el deseo y el sexo nada tienen que ver con la convivencia y el matrimonio, y que no hay nada malo en disfrutar de tu cuerpo con otra persona que no sea tu pareja, que se trata de satisfacer instintos puntuales, y sin que tuviera que tener mayor relevancia en el devenir de una pareja” concluyó a la vez que observaba mi reacción.


Yo me quede estupefacta, de verdad que no sabía qué podía decir ni qué no debía decir.


.-“Vamos Sandra, ambas nos sabemos del jueguecito que os traéis ambos entre manos. Desde que te conoció mi marido no deja de pensar en ti, se le nota a la legua que esta colado por ti” dijo para mayor de mi sorpresa.


.-“Esta es nuestra oportunidad perfecta, no la dejes pasar” dijo risueña cogiéndome de las dos manos como si fuésemos amigas de toda la vida.


.-“¿No entiendo cómo puedes pedirme algo así?” dije tratando de mostrarme contraria a sus pretensiones.


.-“¿No irás a decirme ahora que te has atrevido a hacer cuanto has hecho por tu marido? Porque no me lo creo. Las dos sabemos de sobra que es la primera vez en tu vida que haces top less en la playa o que luces palmito delante de otros, y todo por mi esposo. En el fondo sabes que lo haces porque te has propuesto llamar la atención de Damián y lo has conseguido” concluyó.


.-“¿Tú crees?” pregunté dubitativa de su última frase.


.-“A Damián se le nota a la legua que está coladito por ti, y me alegro un montón por ello” pronunció para seguimiento de mi asombro.


.-“Damián es un buen tipo, pero no creo que….” traté de justificar su comportamiento.


.-“Claro que es un buen tipo, el mejor, sin duda, y por eso lo quiero con locura. Por eso precisamente quiero que disfrute, que entienda y sea feliz. ¿No crees?” dijo tratando de sonsacar mi consentimiento, que por otra parte no llegaba.


.-“Creo que te equivocas, Damián no es como tú, es una buena persona. Es altruista y generoso. Un caballero, atento, educado, cortes, es inteligente y culto, honrado,…” la sonrisa de Julia aumentaba por momentos mientras yo halagaba a su marido inconscientemente adjetivo tras adjetivo.


.-“Lo ves…” pronunció interrumpiéndome “…estoy completamente segura de que hace un montón de tiempo que no dices nada así de tu propio marido. Ya te lo dije: sé perfectamente por lo que estás pasando. No dejes que te arrepientas toda tu vida de dejar pasar esta oportunidad” argumentaba mirándome a los ojos.


Yo ponía cara de asombro al escuchar sus palabras.


.-“Mira, mañana es el día perfecto, tras la fiesta de cumpleaños podrás quedarte a solas con mi marido. Te adelanto que tendrás que dejárselo claro pues estoy convencida de que el muy tontorrón no se atreverá a dar el primer paso. Tendrás que ser tú quien tome la iniciativa, ya sabes que llegado el momento de la verdad a todos los hombres les tiemblan las piernas. Por tu marido no te preocupes, ambas sabemos que no tolera muy bien el alcohol, ya me encargaré yo de esa parte para que tengas toda la noche por delante. Sólo espero que valga la pena”, y dicho esto se incorporó de su silla y se marchó dándome la espalda sin dejarme opción de rebatir.


Lo cierto es que sus palabras me hicieron meditar. Debía reconocer que mientras estaba defendiendo a Damián me encontraba mejor conmigo misma. Tal vez las palabras de Julia me habían caído como un jarro de agua fría, pero puede que tuviese razón. ¿Y si todo cuanto había sucedido en estos días no era por salvar mi matrimonio sino por conquistar y coquetear con Damián?, ¿por qué pensaba sino entonces en él en mis momentos más íntimos?. En esos momentos todos mis principios se tambaleaban de repente. Estaba echa un lío.


Aquella noche no pegué ojo en toda la noche pensando en las palabras de Julia. Mis sentimientos se revolvían dentro de mi alma. Inquieta, era incapaz de pensar con claridad.


Por suerte el día transcurrió más o menos como de costumbre, sólo que al llegar a la playa era incapaz de mirar a la cara de Julia. Tuvo que ser ella quien se acerase a mí para preguntarme insidiosamente:


.-“¿No piensas quitarte el top?” cuestionando mi comportamiento de días anteriores. No me quedó otra que hacerlo con toda la naturalidad del mundo sino quería evidenciar que sus palabras de anoche influían en mi conducta.


Es más, fue ella quien transcurrido un tiempo de la mañana me señaló lo siguiente:


.-“¿Has visto?, mi marido no te quita ojo en toda la mañana” me susurró en uno de los momentos en que estuvimos codo con codo tumbadas en las toallas.


No quise responderla porque tenía razón. Hoy se hacía evidente que Damián no dejaba de mirarme.


.-“¿Quieres saber por qué?” insistió. Yo no quise responder, estaba segura que lo haría ella por mí.


.-“Anoche le dije a mi esposo que querías acostarte con él” dijo como si nada.


.-“Que tú ¿qué?” la pregunté ofendida.


.-“Lo que oyes” continuo diciendo tumbada en su toalla sin inmutarse ni cambiar de posición. “Le dije que te morías de ganas por acostarte con él. Que ayer te emborrachaste y que me lo confesaste en un momento de confidencialidad” concluyó la muy bruja.


Ni tan siquiera me dirigió la mirada cuando me hablaba.


.-“Oye, no tienes ningún derecho” traté de rebatirle haciéndome la ofendida.


Ahora era ella la que me hacía señas para bajase el tono de voz. Sin duda comenzaba a llamar la atención de cuantos nos rodeaban, y lo que menos nos interesaba es que nadie supiese de nuestra conversación.


.-“No sé cómo te atreves” traté de hacerle ver lo enfadada que estaba.


.-“¿Acaso no es verdad?” me preguntó ella.


.-“Noooo” la rebatí.


.-“Quieres que te recuerde cierto día en las duchas” me susurró ahora para no llamar la atención.


Yo me quedé observando como nadie podía tener la cara tan dura como ella. Me incorporé de inmediato y marché a dar un paseo por la orilla. No podía soportar su presencia ni un minuto más. La muy cerda había provocado un lio de cuidado. Seguro que lo tenía todo planeado.


A mi regreso del paseo aguanté la compostura y traté de aparentar cierta indiferencia. Lo último que quería era amargarle el día a mi hijo con la ilusión que tenía puesta en la celebración del cumpleaños de su nuevo amigo.


Al fin llegó la noche. Quedamos en que iríamos a cenar los seis juntos a un conocido restaurante de esos que tienen zona de recreo infantil y que le encantaba al hijo de Juila y Damián. Luego iríamos a un karaoke, pues ninguno de nuestros hijos había estado nunca en uno, y como a ambos les gustaba cantar e imaginarse que eran estrellas del rock, la idea parecía entusiasmarles.


A la hora de arreglarme opté por un top negro sin mangas muy escotado que impedía llevase sujetador debajo. A juego combiné una minifalda también negra con algo de vuelo. Como era verano y hacía calor, tan sólo llevaba unas sandalias y algún colgante y pulseras para decorar mi cuerpo. Mi marido tampoco se arregló mucho, unas bermudas, unos náuticos y una camisa a juego.


Los que me sorprendieron fueron Julia y Damián pues se arreglaron bastante en comparación a nosotros. Sobretodo Julia, lucía un espectacular escote en el que dejaba pocas opciones a la imaginación además de una falda ajustada que marcaba las formas de su cuerpo. Desde luego a mi marido se le iban los ojos detrás de ella. Damián por su parte vestía un traje de lino claro con una camisa entreabierta, bastante elegante.


Todo salió según lo planeado, cenamos en el citado restaurante, y por suerte los chavales se levantaron enseguida a jugar en la zona infantil mientras los mayores hablábamos de nuestras cosas.


Cada vez que Julia rellenaba la copa de vino de mi marido me miraba maliciosamente, evidenciando que mi esposo no sería el problema esa noche. Mi marido por otra parte no ponía inconveniente, pues cada vez que Julia le llenaba la copa esta lo distraía intencionadamente con su escote. Yo por mi parte era incapaz de mirar a Damián a la cara muerta de nervios. “¿Qué podría estar pensando ese hombre de mí en esos momentos?” me preguntaba una y otra vez muerta de vergüenza.


Yo salí algo mareada del vino y la copa del restaurante, pero sobretodo el que salió perjudicado del salón era mi marido, se le notaba incluso en la voz. Para colmo, nada más llegar al karaoke Julia se encargó de que se bebiese un gin tonic y lo sacó a bailar.


No me agradó en absoluto ver como se agarraba a él bailando, parecía disfrutar manoseándolo. Mi esposo por su parte estaba en la gloria.


Hubo un momento en que estábamos las dos parejas bailando, sólo que intercambiadas. Mi esposo con Julia y yo con Damián.


Me tuve que aguantar al ver como mi marido deslizaba su mano de la cintura de Julia hasta posarla sobre una de sus nalgas, tocándole disimuladamente el culo aunque a la vista de todos.


No sé si Damián también lo vio. Pero lo que es por mi parte, llena de coraje decidí coger la mano de mi pareja de baile que me rodeaba por la cintura, y guiarla yo misma hasta mi culo para que también lo viese mi esposo.


Damián me miró sorprendido pero no apartó la mano de mi culo, todo lo contrario aprovechó para apretarlo con fuerza entre sus manos.


Fue en esos momentos cuando Julia decidió que ya había hecho todo cuanto le correspondía en esa fiesta y alegando cansancio, nos informó a los presentes que regresaba al camping con los chavales pues ya era tarde para ellos. No sin antes flirtear con mi esposo para conseguir que la acompañase dejándonos a Damián y a mí solos como era su propósito.


Desde luego una cosa debía reconocer: que la tipa sabía cómo manipular a la gente de buenas maneras.


Nada más quedarme a solas con Damián la situación se tornó tensa. Yo no sabía que podía estar pensando ese hombre, cuantos pájaros le habría metido su esposa en la cabeza. Lo único que tenía claro en esos momentos es que me lo estaba pasando bien bailando y quería que continuase así. No quería que mis vacaciones se acabasen, con todo lo que eso conllevaba. Adiós a todas mis ilusiones. Le propuse a Damián cambiar de garito a uno con música donde poder bailar lo que quedaba de noche.


El caso es que estuvimos danzando toda la noche. Bebimos y reímos. Lo pasamos bien. Hubo algún que otro roce entre nosotros, pero nada significante, hasta que ya de madrugada cerraron todos los bares y no tuvimos más remedio que regresar al camping.


Decidimos volver paseando por la playa. Los zapatos de medio tacón que llevaba empezaban a rozarme, y me pareció buena idea regresar descalza por la arena.


Caminamos juntos por la orilla de la playa, Damián me abraza rodeándome con su brazo de la cintura. Charlábamos y reíamos de tonterías. De vez en cuando las olas alcanzaban nuestros pies. Comencé a tener algo de frío. Era ya de madrugada y comenzaba a refrescar. Sobre todo debido al contraste entre el calor de los bares y la brisa del mar. Yo estaba todavía empapada en sudor. Damián se percató de ello e hizo alarde de su buena educación.


.-“Hace algo de fresco, si quieres puedes ponerte mi chaqueta” dijo galantemente. No me defraudó, se le notaba todo un caballero. Yo acepté que me prestase su prenda. Pude apreciar su olor envolviéndome y me resultó agradable. Apenas dimos unos pasos cuando comentó que era una pena que tuviésemos que marchar. Luego me preguntó por lo mío.


.-“Después de tanto esfuerzo por tu parte estas vacaciones no han mejorado las cosas con tu marido, ¿verdad?”. Sus palabras sonaron como una invitación a confesarme. El fresco de la noche despejó por unos momentos mi cabeza, y opté por permanecer en silencio.


.-“Ophs, lo siento, no sé por qué te lo pregunto, no tienes por qué contarme nada si no quieres” dijo entendiendo mi silencio y disculpándose por su metedura de pata al proponer el tema. Por primera vez en todas las vacaciones lo notaba algo nervioso y torpe en sus palabras.


.-“No, no, tienes razón, las cosas no marchan nada bien entre mi marido y yo” me sinceré con él.


Preferí hablar del tema al maldito silencio.


.-“Se nota” dijo informándome de lo evidente.


Yo me confesé paseando por la orilla del mar una vez más con ese hombre al que apenas conocía y con el que en un par de semanas sabía más de mi vida que mi propio marido. Le dije que ya no me sentía deseada, ni que hubiese atracción entre los dos, que la rutina se había instalado en nuestras vidas y un montón de cosas e intimidades más. Recordamos algunos de los momentos vividos en estos días, y eso arrancó alguna sonrisa nerviosa entre los dos. Algo tensa al recordar los toqueteos, miradas y situaciones comprometidas entre ambos. No sé cómo explicarlo, pero yo sacaba a colación esos momentos movida por un extraño sentimiento. Porque si había algo que no quería en ese momento, es que Damián se sintiera incómodo conmigo. Me agradaba su compañía. Además la conversación extrañamente me hizo sentir algo más segura respecto de sus intenciones para conmigo. Era como si al hablar de mi marido alejase la posibilidad de que intentase nada. Temía sentirme mal teniéndolo que rechazar.


Llegamos casi al final de la playa, subimos al paseo y nos sentamos en un banco a la espera de ver amanecer. Todo resultaba muy romántico de no ser porque yo estaba confundida y llena de dudas. Comenzaba a dolerme la cabeza por culpa de los gin tonics consumidos.


.-“Eres muy bueno Damián, ¿por qué haces esto conmigo?” le pregunté sin entender que siguiendo las instrucciones de su mujer no intentase acostarse conmigo. En esos momentos no sabría precisar si de verdad quería que intentase algo, o si por el contrario prefería que siguiese comportándose como el caballero que era.


.-“No sé” dijo encogiéndose de hombros. Al menos era sincero. En esos momentos pensé que ya no quedaban personas como él.


Apoyé mi cabeza en su hombro y traté de retener en mi memoria aquel mágico momento. Nos dedicamos a ver amanecer sin pronunciar palabra, dejando pasar el tiempo, hasta que fue él quien trató de romper el incómodo silencio.


.-“¿En qué estás pensando?” me sorprendió extrañado.


.-“Pensaba en todo cuanto ha sucedido en estos días” le respondí sincerándome una vez más.


.-“¿Hay algo que te preocupa?” quiso saber.


.-“No, preocuparme no, solo que…” dejé cierto suspense en mis palabras.


.-“¿Solo qué?” me preguntó intrigado por mi suspense


.-“No te rías, pero me da cosa que me hayas visto medio desnuda. Preferiría que todo hubiese sido de otra manera. No sé, conocernos de otro modo y todo eso…, ahora me da vergüenza. Yo no…, no soy así”, titubeaba confusa sin atreverme a mirarlo a los ojos. Incluso bajé la cabeza compungida mientras le hablaba.


.-“No tienes nada de lo que arrepentirte” me dijo alzando mi rostro por la barbilla para mirarme directamente a los ojos. “Eres maravillosa” me dijo tratando de consolarme. Esta vez pude advertir un brillo especial en sus ojos mientras me hablaba.


.-“Soy una estúpida por haberme comportado así todos estos días. Total, para nada. Lo único que he conseguido es enfadar aún más a mi marido comportándome como una zorrona” argumenté mientras Damián me sujetaba aún por la barbilla.


.-“No, no digas eso nunca de ti. Tú eres una mujer maravillosa. Lo oyes. No dejes que nadie diga lo contrario”, me rebatió enseguida con ese brillo tan especial en sus ojos mirándome detenidamente a escasos centímetros de mi cara.


En esos momentos lo entendí todo. Realmente ese hombre se había enamorado de mí, me respetaba incluso más que yo a mí misma. No sé porque hice lo que hice. Tal vez porque me acariciaba sujeta de la barbilla para alzar mi rostro mientras contemplaba el brillo de sus ojos, tal vez la proximidad de sus labios, tal vez mi debilidad en esos momentos, la necesidad de sentirme amada, tal vez el deseo porque verdaderamente ocurriese algo, el caso es que lo besé. Lo besé en la boca. No pude evitarlo, fue algo instintivo, lo besé como nunca he besado a nadie antes, con todo el fuego de mi cuerpo.


Fue como un impulso irrefrenable al entender que me amaba. Necesitaba probar la ternura de sus labios. Necesitaba que sucediese. Damián se quedó sorprendido por mi beso. A mí me gustó tomar la iniciativa. De nuevo tomaba las riendas de mi vida y dejando a un lado todos mis prejuicios me atrevía a hacer cuanto me apetecía.


.-“¿Por qué has hecho eso?” me preguntó algo temeroso.


.-“No sé, tal vez sea mi forma de agradecerte todo cuanto has hecho por mi” le respondí confusa por su pregunta.


.-“No tienes porque…”. Esta vez su corrección me supo a cuerno quemado y le callé la boca con otro beso.


.-“Pero quiero” le dije al tiempo que lo sujetaba por el cuello y lo besaba de nuevo en la boca.


.-“Sandra, por favor no siguas…” pero antes de que pudiera terminar la frase le propiné otro beso en la boca.


.-“¿Por qué no?” le pregunté algo incrédula por lo que creía un rechazo por su parte


.-“Sandra, ambos estamos casados, esto no está bien…” y antes de terminar la frase fue él quien se abalanzó sobre mí, y me besó apasionadamente, como si lo que acababa de decir fuese una solemne tontería. Nuestras lenguas se entrelazaron por primera vez, el momento resultaba maravilloso.


Estábamos sentados en aquel banco en medio del paseo. Ahora era él quien me abrazaba entre sus brazos con fuerza y me besaba apasionadamente. Nuestras lenguas continuaban jugueteando en el interior de nuestras bocas. Apenas nos separábamos. Me pareció que besaba muy bien. En esos momentos me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo.


Después de ese beso vino otro, y otro. A cual más intenso y apasionado. No nos decíamos ninguna palabra, tan solo besos y miradas cómplices retenidas durante mucho tiempo. Debíamos parecer dos adolescentes en un romance de verano.


Dios mío que me estaba pasando, unas mariposas revoloteaban en mi estómago, mi cabeza daba vueltas de felicidad, mi corazón latía al mil por hora, y mis piernas temblaban de los nervios.


“Damián me estaba besando” tuve que repetirme varias veces mentalmente tratando de asimilarlo. Y es que en el fondo me estaba morreando con otro tipo que no era mi marido. Le estaba poniendo los cuernos y pese a lo que hubiera podido pensar nunca por mi educación, lo estaba disfrutando. El muy imbécil se lo tenía bien merecido. Yo sólo sé que en esos momentos estaba en la gloria en los brazos de otro hombre tan comprensivo conmigo. Un sentimiento como de entrega me invadió en esos momentos. Era como si en compensación por su comprensión necesitase entregarle mi cuerpo a ese hombre.


.-“Oh Sandra, no sabes cuánto te deseo. Te deseo desde la primera mañana en que te vi en tu caravana probándote todos esos bikinis”, interrumpió nuestro beso para confesarse, mirándome a los ojos con una pasión y un fuego en su mirada que hacía tiempo no veía en otro hombre. Un calor me vino de repente por todo el cuerpo. Incluso creo que me sonrojé al escuchar sus palabras.


.-“¿Quieres decir que me observaste mientras me desnudaba?” le pregunté mientras yo lo agarraba del pelo por la nuca y le ofrecía mi cuello para que me besase en él. Damián enseguida lo entendió y comenzó a besarme por el cuello y el hombro, recorriendo cada centímetro de mi piel. Comprendió que me volvía loca que me besasen por el escote y que su pequeña confesión había despertado algo en mí.


.-“Uuuhhmm” comencé a gemir cuando me besó en esa zona tan sensible de mi cuerpo. Aquel hombre experimentado se dio cuenta de que eso me excitaba e insistió.


.-“Estabas magnifica. Apareciste como una diosa en la mañana” me dijo de nuevo entre mordisquito y mordisquito.


Me gustaba escuchar sus piropos, hacía tiempo que nadie me decía ese tipo de cosas. Yo le ofrecía el cuello para que continuase besándome allí donde él había descubierto que me estimulaba de sobremanera. Comenzaba a perder el control.


En esos momentos era todo muy confuso para mí, el alcohol, el cansancio de la madrugada, aquella forma de besar que no era la de mi marido,…y a pesar de todo me sentía maravillosamente bien.


.-“No está nada bien espiar a las damas” le susurré al oído jugueteando, mientras me dejaba besar por el canalillo, y lo incitaba a que continuase haciendo lo incorrecto.


.-“Pues eso no es lo peor. Si supieras todo cuanto he soñado que hacía contigo. Me condenarías al infierno por mis pensamientos” pronunció a media voz mientras me besuqueaba.


.-“¿Y qué es eso tan malo que imaginabas y que no se puede decir?” le pregunté quisquillosa.


Una de las manos de Damián comenzó a acariciarme por las piernas mientras con la otra continuaba abrazado a mi cuerpo.


.-“Que hacía mío este cuerpo en todas las posiciones inimaginables” me susurró de nuevo en el cuello.


Tras pronunciar estas palabras Damián se atrevió por primera vez a deslizar su mano con cierto descaro por debajo de mi falda. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo cuando noté sus dedos acariciando mis muslos. Incluso tuve que dejar de besarlo para reparar en su maniobra por debajo de mi falda. Los dos contemplábamos al unísono como su mano rebasaba la frontera de la tela y ambos sabíamos lo que eso significaba.


.-“Lo siento” dijo retirando su mano avergonzado pensando que yo desaprobaba al mirarlo su descarada maniobra, “espero no haberte ofendido” se disculpó por el atrevimiento tanto de sus palabras como de su caricia.


Yo lo miré a los ojos detenidamente. Comprendí en el brillo de sus ojos que de permitirle avanzar perdería el control de la situación, me dejaría llevar y terminaría ocurriendo aquello de lo que no estaba segura deseara que pasase. ”Un día es un día” pensé envalentonada, así que le dije:


.-“Continúa” referí cogiendo su mano con la mía y depositándola de nuevo en mis muslos.


A partir de ese momento estaba todo dicho entre nosotros.


Damián tenía de mi consentimiento para continuar con sus caricias. Nos besamos de nuevo en un beso eterno. Poco a poco fue deslizando su mano por debajo de mi falda, ascendiendo tímida y lentamente por el interior de mis piernas hasta alcanzar ese punto en el que confluyen mis piernas con el elástico de mis braguitas. Creo que estaba tan cerca de mi parte más íntima, que incluso apreciaba la humedad y el calor que emanaba de esa zona.


.-“Uuuuhhhm” no pude evitar gemir en el interior de su boca mientras nos besábamos cuando su mano alcanzó ese punto tan delicado de mi anatomía.


Damián se dio cuenta de mi estado de excitación y me incorporó en un tris del asiento del banco a su regazo, quedando sentada encima de sus piernas. En esa posición entreabrí mis piernas para facilitarle la labor que había empezado. Evidencié que quería que continuase acariciándome con su mano tan lejos como había llegado. Además, al quedar sentada sobre él, pude apreciar por primera vez el bulto de su entrepierna aplastado contra mi culo. Se le notaba empalmado, no me lo esperaba y me agradó.


Dejé de besarlo para mirarlo a los ojos y hacerle entender que estaba apreciando como su miembro se aprisionaba contra mi zona más íntima.


Damián respondió besándome con mucha más pasión, abrazándome aún más contra su cuerpo con todo su ímpetu, y logrando mayor contacto aún entre nuestros cuerpos.


Yo por mi parte comencé a moverme en pequeños circulitos tratando de lograr el máximo contacto entre ambos, hice evidente que me gustaba sentir su miembro bajo mi cuerpo, aunque fuese a través de la tela de nuestros ropajes.


A esas alturas andaba ya muy calentita. Ya no respondía de mis actos. Sólo quería sentir su miembro aplastado contra mi cuerpo mientras me besaba de la forma más apasionada que me habían besado nunca.


Yo no podía evitar gemir tímidamente mientras aquel hombre experimentado trataba de ahogar mis sonidos más personales de placer tapando mi boca con la suya. Aquello se nos estaba yendo de las manos, definitivamente estábamos perdiendo el control, de seguir así no respondería de mis actos.


Al estar sentada sobre su regazo, Damián deslizó su mano por debajo de la falda hasta acariciarme el culo con total descaro. Incluso me ladeé sobre su cuerpo cuando introdujo su mano por debajo de mis braguitas, y pudo apreciar la suavidad de mi piel en esa zona. Siempre sin dejar de besarnos, y de que nuestras lenguas juguetearan en el interior de nuestras bocas.


Pude apreciar como su polla daba un respingo en el interior de su pantalón al comprobar el tacto de mi piel en esa zona. Mi pasividad ante su maniobra lo envalentonó a sobarme el culo descaradamente. Su respiración se aceleró al explorar con su mano parte tan íntima de mi cuerpo.


.-“No te puedes hacer a la idea de las veces que he pensado en esta parte de tu cuerpo desde el día en que me dejaste darte crema” dijo presionando con su dedos en esa parte tan deseada de mi cuerpo.


.-“Más me he acordado yo, tonto” le respondí disfrutando de sus caricias.


.-“¡¡Dale fuerte!!”, gritó un grupito de muchachos que pasaban por el paseo en ese momento interrumpiendo nuestros arrumacos.


Sus burlas nos despertaron de nuestra ensoñación. Ambos nos dimos cuenta del espectáculo que estábamos dando en la madrugada en medio del paseo marítimo de aquella localidad. Era como si de repente nos hubiesen sorprendido cometiendo un pequeño pecado.


.-“Ven “, dijo Damián al tiempo que me cogía de la mano y tiraba de mi hacia no sé dónde. Yo me dejé arrastrar.


Sólo recuerdo que corrimos unos metros a toda prisa hasta doblar una esquina, adentrarnos en una calle algo oscura, y cobijarnos en un descampado repleto de coches aparcados. Encontramos refugio entre una furgoneta y un todo terreno.


Esta vez Damián me aprisionó contra la chapa de la furgoneta, buscando de nuevo el máximo contacto entre nuestros cuerpos, mientras retomaba apasionadamente como si nada nos hubiese interrumpido un nuevo beso en la boca.


Uhff!!, yo estaba como una moto. Enseguida pude notar como la mano de Damián se deslizaba de nuevo por debajo de mi falda para adentrarse entre la tela de mis braguitas y acariciar la suave piel de mis nalgas. Estaba claro que quería seguir dónde lo había dejado, sólo que esta vez estábamos en pie entre dos coches, y yo podía notar además de su mano, el frío de la chapa de la furgoneta contra la que me aprisionaba.


No sé cómo describir lo que sentía en esos momentos, pero ese descampado me parecía el mismísimo cielo. Ni hotel ni intimidad. Me encantaba ser devorada en la boca por aquel hombre y dejar que sus manos explorasen mi cuerpo por dónde quisiera. Se añadía el morbo a ser descubiertos. Estaba excitadísima, sus manos acariciando mi cuerpo me transportaban a un mundo de sensaciones inexploradas antes para mí.


Quería más, quería que Damián no se conformase con tocarme el culo. Quería encelarlo tanto que quisiera hacerme el amor ahí mismo. “Hacer el amor con Damián”, por primera vez pensé en ello como una posibilidad real y no como una fantasía. La idea tomaba forma en mi interior conforme crecían las ganas. En esos momentos Damián comenzó a acariciarme los pechos. Parecía leer mis pensamientos. Ciertamente lo deseé. Deseé que me acariciase las tetas. Si hay algo que me excita y me vuelve loca es que me estimulen en esa zona. Desde la lactancia de mi hijo que mi marido había dejado de mostrarme atracción por esa zona de mi cuerpo, y yo en esos momentos estaba dispuesta a cometer una locura.


Así que interrumpí sus arrumacos para mirarlo fijamente a los ojos, él me contempló impaciente. Luego me llevé las manos detrás de la nuca y deshice el lazo que anudaba los tirantes del top. Lo dejé caer desnudando mis pechos ante la atenta mirada de Damián que no dejaba de contemplarlos y de creerse su suerte. Los dos saboreábamos el momento conocedores de lo que terminaríamos haciendo. Ambos demorábamos intencionadamente el momento en el que culminar nuestra pasión. Al menos yo ya lo tenía decidido. Estaba dispuesta a hacerle el amor a ese hombre que no era mi marido.


.-“¿Te gustan?” le pregunté en un susurro.


.-“Son preciosos” me indicó, y antes de que pudiese decir nada más, lo cogí por detrás de la nuca entre mis brazos y le guie la cabeza hasta aprisionarla contra mi pecho.


Enseguida pude notar un primer lengüetazo tratando de comprobar la sensibilidad de mis pezones.


.-“Uuuuhhmmm”, mi gemido resonó como el aullido de una loba entre aquellos coches.


Luego pude apreciar cómo se dedicaba a besarme por todo el escote, recorría mi torso desnudo con su lengua, saboreando cada centímetro de mi piel.


De vez en cuando me besaba con la boca abierta tratando de abarcar la aureola de mis pezones. Otras en cambio me regalaba pequeños mordisquitos aprisionando mis pezones entre sus labios y tirando de ellos para arrancarme suspiros de placer.


A esas alturas yo no podía evitar ronronear de gusto cada vez que trataba de introducirse mi pecho en su boca. No respondía ya de mis actos, reconozco que estaba totalmente entregada, por eso no me importó que la mano de Damián que exploraba mi piel por debajo de mi falda, se atreviese a acariciar la zona más húmeda de mi braguita.


Ambos supimos en esos momentos que mi prenda más íntima estaba ya empapada por mis fluidos.


.-“Hay que ver cómo me tienes” le susurré mientras revolvía el pelo de su cabeza entre mis pechos.


Fue escuchar estas palabras, y con una habilidad que me sorprendió gratamente, Damián se atrevió a desplazar a un lado la tela que debía cubrir mi rasurado pubis, para comenzar a mover tililando a un lado y a otro un dedo suyo entre mis labios más íntimos. Pudo comprobar que estaba empapadísima. Todo sin dejar de devorarme a besos por todo el escote, el cuello, la boca, de nuevo los pechos, mi lóbulo, la boca, el cuello, los pechos, y así indefinidamente. Yo no podía hacer otra cosa que dejarme llevar por sus besos en mi escote y sus caricias en mi chochito.


Interrumpió sus besos y sus mimos para mirarme fijamente a los ojos. No quiso perderse ni un detalle de mi rostro cuando me penetró con su dedo, lenta, pausadamente, saboreándolo.


.-“Uuummmhh” gemí esta vez desde lo más profundo de mi ser cerrando los ojos y entreabriendo los labios, dejándome llevar por la extraña sensación de apreciar como aquel dedo invasor se abría paso en mi interior.


Abrí mis ojos cuando su dedo terminó de acomodarse en mi interior. Los ojos de Damián permanecían clavados en mi rostro, me había estado observando detenidamente durante toda su maniobra. Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro, como si fuera plenamente consciente de la barrera que acababa de sobrepasar. Comenzó a mover su dedo dentro de mí, adelante y atrás, arriba y abajo, deleitándose con cada mueca de placer que esgrimía en mi cara.


¡Dios mío me estaba matando de placer!. De seguir así me correría en breves instantes en su mano. Y lo que menos deseaba es que todo terminase entre nosotros de esa manera. No era justo. Debía evitarlo a toda costa, debía prolongar un momento tan maravilloso.


Quise corresponderle, opté por acariciar su polla por encima del pantalón. Hasta el momento tan sólo me había dejado hacer, y quería tomar la iniciativa. Me pareció bastante grande, al menos más grande que la de mi marido. Tuve curiosidad por comprobar su tamaño recorriéndola en toda su longitud con mis propias manos. Quise tocarla, comprobar su tacto, su dureza, así que le bajé la cremallera de sus pantalones para rebuscar entre su ropa interior, justo al mismo tiempo en el que pude comprobar cómo un segundo dedo suyo se abría camino en mi interior.


.-“Uuuhmmm” de nuevo me arrancó otro gemido. De seguir así me correría en sus manos. Aquello no era equitativo. Quería al menos ver su miembro, necesitaba tocarlo, acariciarlo, hacerlo mío.


Extraje su polla de entre su ropa. Guauuu, me pareció maravillosa nada más verla en un primer vistazo. Tenía la cabeza gordota, estaba bien descapullada, y me parecía bastante grande a pesar de estar rodeada de pelo canoso.


Me entraron ganas de olerla y saborearla. Necesitaba empaparme de su aroma. Nunca me ha gustado practicar el sexo oral con mi marido, pero en cambio en esos momentos tenía verdadera curiosidad por averiguar cómo sabría ese pedazo de carne que palpitaba entre mis manos.


Por eso me arrodillé a los pies de Damián, sus maniobras de exploración por mi interior se vieron necesariamente interrumpidas, sus dedos abandonaron mi cuerpo, y sin embargo aquel madurito me miraba ansioso por que comenzase con lo que suponía iba a hacer al arrodillarme.


No me demoré, agarré su miembro con mi mano y procedí a recorrer con mi lengua toda la longitud de su polla. Un sabor intenso y salado inundó mi boca. Decidí introducírmela en la boca, al principio rodeé su capullo entre mis labios, jugando con mi lengua entre sus pliegues. Poco a poco fui introduciéndomela más en mi boca, hasta que alcanzó mi campanilla al final de la garganta.


Me sorprendió que todavía quedaba parte de su miembro fuera de mi boca como para abarcarla con dos manos. Quise comprobarlo una segunda vez tratando de introducírmela de nuevo desde el principio, sólo que esta vez traté de engullirla un poco más. No sé por qué en esos momentos me acordé de Julia y de mi marido, es lo que tiene la mente humana, de vez en cuando brota en nuestro interior nuestro lado más perverso.


.-“¿Tu mujer…?” le pregunté mientras lo miré a los ojos arrodillada a sus píes, “¿Julia te la chupa?” quise saber.


.-“No, pocas veces y mal” respondió al tiempo que me acarició por el pelo dándome a entender que no me detuviese. Sus palabras me animaron a esforzarme.


Rodeé su verga con mi mano y comencé a moverla de arriba abajo tratando de sincronizar el movimiento de la mano con el de mi boca. Ahora podía apreciar el sabor de mi propia saliva por toda su polla.


Quise mirarlo a los ojos desde mi posición. Un destello proveniente de la alianza en mi mano con el que pajeaba aquel hombre, me recordó que estaba casada. Pobrecito, mi marido siempre me pedía que se la chupase y en cambio yo me mostraba tan reticente. Si me viese ahora maldeciría la suerte de Damián.


.-“Me muero de gusto” pronunció Damián interrumpiendo mis pensamientos a la vez que revolvía mi pelo y me sujetaba por la cabeza arrodillada a sus pies.


Sus palabras me alentaron a hacerlo todo lo mejor que sabía, quería hacerle a ese hombre la mejor mamada de su vida. Yo desde luego nunca lo olvidaría, era la primera vez que disfrutaba haciendo una felación, y esperaba que aquel hombre tampoco lo olvidase.


Tiré de sus pantalones hacia abajo, le bajé el consagrado calzoncillo blanco, y liberé por completo su polla ante mis ojos para apreciar el deseo reflejado en el rostro de mi amante.


Le agarré el pene de nuevo entre mis manos. Esta vez quise empaparme de su olor, acerqué mi rostro cuanto pude y esnifé profundamente por mi nariz su aroma de macho. Le lamí un testículo. Le gustó.


.-“Sandra, si sigues así me voy a correr, me corrooooh…” escuché entre gemidos de su boca. No hice caso a sus palabras, es más, aplasté mis tetas contra sus piernas para excitarlo aún más, mientras lo miraba a los ojos arrodillada a sus pies. Todo sin dejar de acompasar el movimiento de mi mano con el de mi boca con la que aprisionaba su miembro entre mis labios.


.-“Para, para Sandra o me corro” comprobé que realmente estaba a punto de venirse, pues pude apreciar los primeros pálpitos de su miembro en mi boca. Que delicadeza la suya avisándome, mi marido nunca lo habría hecho. Se hubiese corrido en mi boca sin avisarme buscando su propio placer.


No me hubiese importado tragarme su semen, lo hubiese lamido y relamido, pero interrumpí mi felación. No quería que todo terminase en una simple mamada. Quería más, deseaba más, mi cuerpo necesitaba más. Así que sin saber ni cómo ni porque, arrodillada aún sus pies le dije:


.-“Quiero que me folles” pronuncié a media voz aún de rodillas sin apartar mis ojos de los suyos y sin terminar de creer lo que yo misma acababa de decir.


.-“¡¿Qué?!” preguntó Damián sin creerse su suerte.


.-“Quiero que me folles” le repetí más fuerte como auto convenciéndome a mí misma de lo que decía mientras me incorporaba en pie frente a él.


Damián se aproximó a mí sin dejar de mirarme a los ojos, hasta quedar aplastada entre la chapa de la furgoneta y su cuerpo. Luego me rodeó con su brazo izquierdo tratando de alcanzar mi culo con una mano, mientras con la derecha levantó una de mis piernas para facilitar la maniobra. Se aseguró de retirar a un lado la parte central de mis braguitas, y con el camino despejado comenzó a mover sus caderas. Su pene se rozaba ahora intencionadamente buscando mis labios vaginales.


Estaba claro lo que pretendía. En esa posición esperaba que fuese yo misma quien guiase su polla hasta penetrarme. Él tenía sus manos ocupadas en sujetarme, una por el culo y la otra en mi pierna levantada. No lo hice esperar. Yo también lo deseaba, estaba necesitada de él. Me moría de ganas por qué Damián me follase de una vez por todas.


.-“Métemela” pronuncié en un susurro mientras me agarraba a su cuello con una mano y acomodaba su polla entre mis labios vaginales con la otra.


Pero aún con todo, y a pesar de mi disposición, él trataba de retrasar el momento.


.-“Vamos métemela” le repetí mientras me refrotaba la punta de su polla por mi clítoris aumentando la excitación de ambos.


.-“¿Estás segura?” me preguntó disfrutando del momento haciéndome sufrir.


.-“Fóllame por favor, necesito que me folles” le dije fuera de mí sin control, y sin cesar de refrotar su miembro por mi clítoris. Damián me miró fijamente a los ojos y de un solo golpe certero me introdujo de una estocada su polla en lo más profundo de mi interior. Que su polla estuviese bien ensalivada y mis labios empapados facilitó la maniobra.


.-“Sssiiiiihhh” chillé al verme ensartada por una polla desconocida para mi vagina.


Damián me miraba fijamente a la cara sin perderse ni un solo detalle de mis gestos de placer.


.-“Oh vamos, muévete, muévete” necesitaba que dejase de mirarme y comenzase a moverse más deprisa. Me estaba desesperando, menos mal que me hizo caso a la primera. Comenzó a moverse como un toro enfurecido con un ritmo completamente distinto al que estaba acostumbrada. Con cada envite que me asestaba me recordaba que no era ni el tamaño ni la cadencia de mi marido.


.-“Eso es fóllame, así, sigue, quiero que me folles” en cierto modo me excitaba escucharme a mí misma pronunciando semejantes barbaridades. En esos momentos deslice mi mano entre su cuerpo y el mío para acariciarme, estaba próxima al orgasmo. Él también.


.-“Joder que rico, me gusta, me gustaaah” le gimoteaba entre suspiros de placer mientras le mordía en el hombro para incitarlo.


.-“Me corro Sandra, me corrooooh” susurró en mi oreja con su rostro pegado al mío. Me sorprendió que pudiese venirse tan pronto, no me lo esperaba en un hombre de su edad. Caí en la cuenta de que no podía correrse dentro, no estábamos usando preservativo, podía quedar embarazada. En esos momentos me pregunté qué podía hacer, pues debía impedirlo.


Le arañé en la espalda, le clavé las uñas, quería retrasar el momento, pero aún con todo podía notar los espasmos de su polla en mi interior. Estaba a punto de correrse dentro a pesar de mis esfuerzos por evitarlo.


.-“¿Llevas preservativo?” le pregunté ahora inquieta por lo que pudiera pasar. Hacía unos momentos que había dejado de disfrutar presa del pánico. Damián se detuvo para mirarme sorprendido por mis palabras.


.-“No ¿y tú?” pregunto temeroso por no poder venirse en mi interior y culminar lo que habíamos empezado, pero entendiendo de sobra la situación.


.-“No estoy tomando nada” anuncié deshaciendo toda la magia del momento.


.-“¿Qué podemos hacer?” me preguntó él cariacontecido esperando mi respuesta. Yo pude notar como su polla perdía fuerza en mi interior.


Yo tampoco estaba dispuesta a que todo terminase de esa manera, quería terminar cuanto habíamos empezado. Estaba dispuesta a probar cosas nuevas, por eso me sorprendí a mí misma cuando le dije…


.-“¿Alguna vez se lo has hecho por el culo a tu mujer?”, le pregunté en un susurro para confusión de los dos.


.-“No” se le escapó sorprendido de su boca pero sincerándose. No supe si decepcionarme por su falta de experiencia, o si alegrarme por lo que podría ser nuestra primera vez.


.-“Yo tampoco, pero tal vez sea este el momento adecuado para los dos, ¿no crees?” le pregunté mirándolo a los ojos.


.-“¿Estás segura?, ¿en serio harías eso por mí?” me preguntó besándome apasionadamente recorriendo todo mi cuerpo con sus manos en señal de agradecimiento.


.-“Uhm, uhm. Probemos.” Asentí con la boca dispuesta a cometer semejante locura.


¡¡Cómo se me podía haber ocurrido tal cosa!!, nunca lo había hecho anteriormente, seguro que me dolía, pero ¿qué otra cosa podía hacer para detenerlo?, ¿acaso Damián no se lo merecía?. Estaba dispuesta a entregarme, a aguantar el dolor porque él se llevase su parte.


Damián me miró una vez más fijamente a los ojos sin creerse lo que había escuchado.


.-“Quiero que me desvirgues el culito, ¿lo harás?” le repetí de nuevo para que no hubiera dudas, acariciándolo con mi mano en su mejilla desprendiendo toda la ternura de la que podía hacerlo partícipe. Además, era como si al decirlo repetidamente yo estuviese más segura de que lo quería hacer.


Damián sacó su polla de mi interior, dejó de sujetarme por las caderas, y una vez estuve apoyada en suelo sobre los dos pies me giró de cara contra la furgoneta. Me situó apoyando la palma de mis manos por encima de mi cabeza. Esta vez pude notar el frío de la chapa contra mis pechos desnudos y aplastados. Yo cerré los ojos envuelta en un manojo de nervios expectante a la maniobra del hombre que estaba dispuesto a sodomizarme por primera vez en mi vida, y también en la suya.


.-“No me hagas daño” le supliqué desde mi posición.


.-“Tranquila, no te dolerá” me dijo al tiempo que se arrodillaba a mis pies, me bajaba las braguitas recorriendo mis muslos para sacármelas, y hundía su cara entre mis nalgas dispuesto a saborear mi agujerito negro. No sabría cómo describir las sensaciones que me produjo su lengua recorriendo el anillo de mi esfínter. Mi primer beso negro. Desde luego era algo que jamás hubiera hecho mi marido por mí. Damián recorrió unas cuantas veces mi ano con su lengua tratando de ensalivar tan delicada zona. Lo cierto es que me sentí extraña con la cara de un hombre hundida entre mis nalgas explorando con su lengua la zona más sensible e inexplorada de mi cuerpo. El aire acariciaba mi pubis recordándome que estaba sin bragas.


Al fin se incorporó en pie detrás de mí. Desde luego me había dejado bien ensalivadita. Acto seguido pude notar como su mano exploraba la zona alrededor de mi ano, y comprobaba como un dedo invasor trataba de abrirse camino en mi esfínter. Para ser su primera vez lo estaba haciendo realmente bien. Escuché como chupaba su propio dedo a conciencia y repetía la maniobra alrededor de mi ano varias veces, hasta que al fin la yema de su dedo se abrió paso. Mi cuerpo se tensó. Retuvo la punta de su falange en mi interior hasta permitirme dilatar. Toda una consideración por su parte. Se notaba que a pesar de no haberlo hecho en anteriores ocasiones trataba de ser todo lo delicado que podía conmigo. Aún con todo, yo estaba tensa y rígida frente a lo desconocido.


Gracias a dios no me dolió, pero de los nervios contraje los músculos de mis glúteos aprisionando con fuerza el dedo que me dilataba. Damián me dio una nalgada que resonó entre los coches. Creo que en esos momentos se dio cuenta de que efectivamente no lo había hecho nunca por ahí, y trato de inspirarme confianza.


.-“Tranquila, relájate y disfruta” me susurró en la oreja mientras su dedo se insertaba en mi interior todo cuanto pudo. Mi mueca de dolor fue evidente, me mordí los labios tratando de no gritar. Quería que continuase, lo estaba haciendo muy bien por el momento, se iba ganando mi confianza.


.-“Ves, lo peor ya ha pasado. No duele” me dijo dándome seguridad, al tiempo que comenzaba a mover su dedo lentamente en el interior de mi ano. Lo sacaba y lo introducía al ritmo propicio y controlado para que mi esfínter se acomodara a su tamaño.


El cuerpo de Damián me aplastaba ahora contra la furgoneta, yo sabía perfectamente sin necesidad de abrir los ojos, que aquel hombre disfrutaba contemplando mi rostro y mis gestos de dolor contenidos desde su posición en mi espalda.


Abrí unos ojos como platos cuando pude comprobar que un segundo dedo se abría camino en mis entrañas. Aquello dolía un poco cuando comenzó a mover los dos dedos, pero aún con todo seguía siendo soportable.


.-“¿Te duele?” me preguntó a la vez que me apartaba con su mano libre mi propio pelo detrás de mi oreja.


.-“Nooh” mentí muerta de miedo dispuesta a sacrificarme. Damián comenzó a darme tímidos besitos en mi hombro mientras disfrutaba dilatando mi culito. En esos momentos era un juguete en sus manos.


.-“Espero que te guste” dijo mientras sus dedos jugueteaban en mi interior. Yo continuaba tensa, con mi cara, mis manos y mis pechos aplastados contra el frio de aquella furgoneta. Rezando para que el dolor mitigase. Realmente estaba nerviosa como toda primera vez.


.-“No sabes cuánto agradezco lo que estás haciendo por mí” pronunció Damián en mi espalda interrumpiendo mis pensamientos, “espero que nunca lo olvides”, concluyó al tiempo que su mano libre se deslizaba ahora por delante de mi cuerpo hasta acariciar mi pubis. Una de sus manos jugaba con mis labios vaginales mientras la otra trataba de abrirse camino con un nuevo dedo en mis entrañas.


.-“Aaaahy!!” grité de dolor al comprobar que su tercer dedo se abría camino en mi esfínter, y justo al mismo tiempo, otro dedo de distinta mano me penetraba por la vagina.


Aquello era indescriptible. ¡Qué gozada!.¡Qué explosión de sensaciones nuevas en mi cuerpo! Si hasta podía notar como sus dedos llegaban a tocarse a través de mis tejidos más internos. Inconscientemente agarré la mano de Damián que me penetraba por la vagina temiendo que me lastimase, mientras le suplicaba que parase.


.-“Para…, para por favor., o me corro…, joder que gusto…, para por favor…” le suplicaba mientras trataba de detener el movimiento de su mano en mi vagina. Pero estaba claro que Damián disfrutaba viéndome tan cachonda. De hecho incrementó el ritmo de sus movimientos.


.-“Joder siiih…, siiiiih…,me corro…,me corrooooh…” grité ante la atenta mirada de aquel hombre que observaba las sacudidas de mi cuerpo convulsionándose por el orgasmo tan brutal que estaba experimentando.


Se detuvo. Definitivamente me había corrido en sus manos. Trataba de recuperar la respiración cuando escuché que decía a mi espalda:


.-“Creo que ya estás preparada” y acto seguido comprobaba como empujaba con su polla contra mi esfínter, ayudándose de sus manos. Yo arqueé mi cuerpo en busca de una apostura algo más fácil, hasta que a base de insistir logró introducir la punta de su capullo en mi ano. Mis ojos quedaron en blanco.


Me quedé paralizada, mi respiración se cortó de golpe, no podía concentrarme en otra cosa que no fuese mitigar el dolor que su polla producía al abrir mi esfínter.


Ahora si me estaba doliendo, una cosa eran sus dedos y otra muy distinta tener su polla clavada en mi culo. Damián disfrutaba con mi sufrimiento y mi lucha interna ante lo acontecido. Sabía perfectamente que aquello me estaba doliendo y que yo hacía todo lo posible por soportarlo como buenamente podía. Agradeció que me sacrificase por su placer.


Justo cuando el dolor inicial remitió un poco, entonces comenzó a moverse.


.-“Despacito por favor, despacito, me duele” le supliqué con un hilo de voz en mi garganta a la vez que me temblaba todo el cuerpo presa del pánico.


.-“Lo sé” pronunció con total seguridad en lo que se hacía. Se entretuvo en arrugar mi falda por la cintura, me acarició los pechos desde atrás, incluso recogió mi pelo en una coleta tratando de darme tiempo, hasta que se agarró con fuerza a dos manos por mi cintura y comenzó a moverse.


Al principio se movía lenta y pausadamente, deleitándose sobre todo en la sensación que le producía golpear con sus testículos contra la suave piel de mis nalgas, sabedor de que en esos momentos me la estaba metiendo hasta el fondo. Yo no me lo podía creer: me estaban follando por el culo. Resultaba llamativo el contraste entre el calor de sus testículos y el frio de mi piel en esa zona.


Por primera vez en mi vida me estaban sodomizando, y lo mejor de todo es que no era tan doloroso como pensaba. Es más, creo se apoderaba el morbo y la satisfacción mental al dolor físico real.


El dolor iba mitigando poco a poco, ya no era tan insoportable, sin embargo una sensación de ardor fluía desde mi esfínter por todo mi cuerpo cada vez que Damián con su movimiento llegaba hasta el fondo. Entonces se movía dando pequeños círculos con su cadera, deleitándose en comprobar una vez tras otra con sus huevos la suavidad de mi piel.


El hombre siempre atento a mis sensaciones comenzó a moverse más deprisa. Yo trataba de abrirme con mis manos todo cuanto podía las nalgas de mi culo, facilitándole la sodomización, y como si eso absurdamente fuese a calmar mi picor.


Aumentó el ritmo mientras yo solo podía pensar en una cosa: “Me están follando por el culo, me están follando por el culo” me repetía una y otra vez en mi cabeza.


No sé en qué momento exacto desapareció el dolor, de repente podía sentir como su polla estimulaba partes de mi cuerpo que nunca habían sido alcanzadas antes.


¡Que gozada!. Aquello era mejor incluso que el sexo vaginal. No acertaba a comprender de dónde provenía tanto gusto. Me di cuenta que necesitaba acariciarme de nuevo, necesitaba provocarme otro orgasmo con toda esa explosión de nuevas sensaciones.


Damián estaba bajando el ritmo debido al cansancio.


.-“Noooh, ¿qué haces?, no pares ahora, vamos muévete, muévete, por favor, muévete, por lo que más quieras, por favor muévete, no pares, no pares” le suplicaba con la voz entrecortada. El pobre hombre puso empeño y trató de incrementar el ritmo.


.-“Eso es así, dame fuerte, vamos, dame fuerte, no pares, fóllame, venga fóllame…” mis palabras cada vez eran más sueltas, más soeces. Pude apreciar por sus embestidas que lo incitaban y lo provocaban. Al parecer le estaba costando. Por mi parte, las caricias castigándome mi clítoris desesperada, junto con las nuevas sensaciones en mi interior, estaban logrando que alcanzase un nuevo clímax.


.-“eso es fóllame, que bien, fóllame, reviéntame el culo, quiero que me revientes el culo,…” yo estaba ya totalmente fuera de mí próxima al orgasmo, no era consciente ni de lo que decía.


.-“Si, siii…, siiiiihhh…, siii…, siiiiiiiiih” grité al explotar en un nuevo orgasmo.


Un relámpago recorrió toda mi espina dorsal, desde mi vientre hasta la última punta de mi pelo. Unas sacudidas convulsionaron mi cuerpo. Me agitaba de un lado a otro mientras gritaba presa de espasmos y espasmos seguidos uno tras otro.


Mi amante al verme se movió como con rabia, como si ese orgasmo le perteneciese, y en cambio le estaba costando alcanzar el suyo. No puedo decir que lo sintiese. Me alegré porque continuara moviéndose. Me tenía bien cogida por las caderas y se movía con rabia.


Pronto comencé a experimentar las sacudidas en mi cuerpo antesala de otro orgasmo. ¿cómo podía ser?. Nunca me había corrido dos veces tan seguidas, y estaba a punto de alcanzar un tercer orgasmo. Aquello no tenía explicación para mí, pero sin saber ni cómo ni porque, una nueva descarga eléctrica recorrió mi espalda produciendo un gozo indescriptible y sacudiendo mi cuerpo en una nueva explosión de placer.


Había perdido la cuenta de dónde empezaba uno y terminaba otro, era todo tan distinto. Solo recuerdo que me encontraba como en una nube presa de los estímulos, hasta que pude apreciar los espasmos de la polla de Damián en mi interior, para sentir entre sacudida y sacudida un calor agradable que inundaba mi interior.


.-“Sandra…, Sandraaa…, me corrro, me corrrohhh…” le gustó pronunciar mi nombre mientras se corría en mi culo. Por poco nos corrimos a la vez.


Sentí alivio cuando se salió de mí. De repente se habían ido los estímulos placenteros, para envolverme en una mezcla de sensaciones entre picor y escozor. Incluso pude sentir su leche resbalar por mis muslos al incorporarme.


Ya está, eso era todo, y todo había terminado. Un silencio se apoderó de los dos. Tan solo se escuchaban nuestras respiraciones tratando de recuperar el esfuerzo de nuestros cuerpos. Cuando me giré Damián estaba subiéndose sus pantalones y abrochándoselos. Ni una mirada, ni un gesto por su parte, nada.


En esos momentos sentí una vergüenza tremenda. Todo había cambiado de repente. Fui consciente de acababa de cometer una insensatez, me había dejado follar por un desconocido. Porque eso es lo que era Damián para mí en esos momentos: un desconocido. Pensé que pese a todo mi marido no se merecía eso. Para colmo tuve que contemplar mis braguitas tiradas en el suelo en medio de aquel descampado. Imposible regresar al camping con ellas puestas, estaban llenas de tierra. Me sentí mal por lo que acababa de pasar. Quise cubrirme cuanto antes. Traté de recolocar mi falda, y de anudarme los tirantes del top a la nuca. Estaba torpe, temblaba y no lograba anudarlos. Fue Damián quien comprendiendo cuanto me pasaba, apartó las manos a mi espalda y procedió a anudar gentilmente los tirantes en mi nuca.


.-“Ha sido estupendo, ¿no crees?” me dijo mientras ataba las tiras del vestido.


.-“Si, lo sé” le dije muerta de vergüenza.


En ese momento Damián recogió las braguitas del suelo en su mano, y tendiendo su puño hacia mí, me dijo:


.-“Ten, se te olvidaban” pronunció mirándome a los ojos.


.-“Quédatelas, no las quiero” le dije con una sonrisa forzada en mi rostro. En realidad no me atrevía a ponérmelas.


¿En qué clase de mujer me había convertido?, ¿qué es lo que había hecho?. En esos momentos era toda un mar de dudas. Un manojo de nervios. No me atrevía a mirar a ese hombre a la cara. Me sentía sucia, arrepentida por mi comportamiento tan avergonzante. Me había dejado follar como una cualquiera, ya ves, en medio de la calle. Y lo peor de todo: le había entregado mi culito a un desconocido.


Mi acompañante tampoco articuló palabra alguna. Se dedicó a abrazarme y acompañarme andando hasta el camping. No entendía a que se debía mi cambio de comportamiento pero respetaba mi silencio. Supongo que hizo lo que le pareció correcto, como siempre.


Por suerte el camping no quedaba muy lejos. Intentó despedirse con un beso en la boca, pero le retiré la cara en el último momento.


.-“Espero que nos volvamos a ver” sugirió antes de despedirnos cada uno en su caravana, mientras me tendía la mano para darme un trozo de papel en el que había escrito un número de teléfono y una dirección.


.-“Yo…, no deberíamos” le dije cogiéndole el papelito por educación y cortesía más que por ganas en ese momento.


.-“No lo olvidaré” escuché que decía mientras me daba la vuelta para introducirme en mi caravana.


Nunca lo he pasado tan mal como cuando llegué al camastro y pude ver a mi marido durmiendo. Roncaba plácidamente. Pobrecito, si supiera.


Bien entrada la mañana siguiente sorprendí a mi marido recogiendo los bártulos de la caravana. Nuestras vacaciones habían concluido y era el turno de regresar. Lo peor de todo es que Damián se pegó toda la mañana observando como recogíamos todos los trastos. Bueno en realidad no me quitaba ojo de encima a mí, lo que me ponía más nerviosa aún si cabe. Apenas intercambiamos ninguna palabra, ni un gesto de complicidad, nada. Nada.


Muchísimas gracias por haber leído mi relato.





Besos,






Sandra.

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