Por mucho que me fastidiase mi
marido tenía razón. Si este año queríamos disfrutar de unos días de vacaciones
en familia no nos quedaba más remedio que pedirles prestada la auto caravana a
mis cuñados. Bueno, sí, había otras opciones, pero sin duda algo más caras y
algo inaccesibles para nuestra maltrecha economía. Desde que me quedé en paro
que nuestros ingresos se habían visto reducidos notablemente y debíamos ajustar
el gasto. Adiós a las vacaciones en crucero, los resorts, o los hoteles con
encanto.
Aunque era plenamente
consciente de lo que me conllevaría tomar esa decisión no tenía otra que
aceptarla. Nunca olvidaré las caras de mi cuñada cuando su hermano le pidió las
llaves de la auto caravana, esa mirada de víbora que tiene y con la que no le
hacía falta pronunciar palabra para decirme: “desgraciada, mira a lo que has
arrastrado a mi hermanísimo. Toda la culpa es tuya”. De hecho no pudo evitar
soltar el malicioso comentario...
.-“¿No eráis vosotros los que
decíais que no os gustaba eso de los campings?, ¿qué era mucho mejor un hotel?”
soltó con cierto rin tintín por su lengua viperina.
.-“Algún año deberíais probar
a disfrutar de unas buenas vacaciones en un resort de esos con campo de golf,
spa y toda clase de lujos para poder comparar como vamos a hacer nosotros” le
respondí callándole la boca sabiendo de sobra que ellos nunca habían podido
costearse ese tipo de vacaciones.
Mi cuñado en cambio era todo
bondad, se deshacía en amabilidades, enseguida se ofreció a explicarnos cada
detalle de la auto caravana y los cuidados que debíamos tener. Se entusiasmó
explicándonos como cargar las bicicletas, como desdoblar las camas, y el resto
de detalles que consideraba debíamos saber.
Para los que no me conozcan
decir que me llamo Sandra, tengo treinta y dos años, y que llevo un tiempo
casada con mi marido con el que he tenido un hijo maravilloso. Me encanta
disfrutar del sexo, una de las pocas cosas que verdaderamente nos pertenecen y
es nuestra de verdad. Lo que ocurre es que mi marido no debe pensar lo mismo.
Pero a lo que iba. El caso es
que llegó el día de nuestras vacaciones. Debo reconocer que todos estábamos un
poco ilusionados con la novedad. Reservamos en un camping de primera categoría
que nos recomendó nuestro cuñado. La verdad es que tenía de todo, no faltaba ni
un servicio, desde piscina, supermercado, animación infantil, hasta tenía wifi
gratuita. Las plazas eran amplias, la auto caravana cabía de sobra e incluso
había espacio para un coche. Las tomas de agua y de luz eran muy accesibles y
cómodas, todo hacía presagiar que pasaríamos unas buenas vacaciones.
Compensaba los comentarios que
tendría que soportar por parte de mi cuñada, incluso pensé que tendría que
encontrar la forma en que dándole la razón a mi cuñada me la pusiese un poco de
mi parte. En plan que si tenías razón, no está nada mal, repetiremos,… etc.
Tenía quince días por delante de vacaciones y relax para pensar en ello. Ahora
me había propuesto disfrutar.
El primer día, lunes, se pasó
enseguida, entre el viaje, la llegada y los preparativos transcurrió todo en un
santiamén. Para colmo nunca habíamos estado en Benidorm, así que a la noche
fuimos a dar una vuelta de reconocimiento por los alrededores para comprobar
todo cuanto nos había explicado mi cuñado.
Efectivamente la playa se
encontraba a pocos metros del camping, se podía acceder a ella desde la puerta
trasera de las instalaciones y a poca distancia ya topabas con la arena.
Convencí a mi marido para que saliese temprano a dar su vuelta con la bici y de
paso plantase la sombrilla en primera línea de playa con la excusa de que el
chico disfrutase de la arena y el agua.
La zona de ocio y restauración
de Benidorm tampoco quedaba nada lejos, tan solo a un pequeño paseo del
camping, por lo que si un día queríamos salir a cenar o comer por ahí no
tendríamos porqué coger las bicicletas. Me sorprendió gratamente la calle Gambo
y alrededores. Todos regresamos contentos por cuanto se nos esperaba en estos
quince días por delante.
Al día siguiente, martes, me
despertó mi marido. Lo cierto es que yo todavía dormía plácidamente cuando
regresó de dar su consagrada vuelta en bicicleta, no sé si por el cansancio o
qué, que la cama resultó ser más cómoda y reparadora de lo que pensaba. El caso
es que mi esposo preparó los desayunos, vistió en un periquete a nuestro hijo,
y marchó a la playa despidiéndose de mí con un beso en la boca mientras yo
continuaba adormilada en la cama.
.-“Date prisa” me dijo, “la
playa está a reventar. Te esperamos justo enfrente de la calle que baja a la
playa. Ya nos verás” y antes de que pudiera contestarle marchó con nuestro hijo
rumbo al agua.
Recuerdo que me demoré un poco
antes de levantarme. El desayuno preparado me supo a gloria. Además mi marido
me había dispuesto un pequeño plato con moras silvestres que seguramente había
recogido por el camino de su vuelta en bici. Sabe que me encantan. Junto al
platito una nota que decía:
“Para mi reina mora”.
Si es que… cuando se pone
romántico me lo comería a besos. Lástima que para otras cosas fuese tan soso.
Todo lo atento que era para unos detalles y lo desatendida que me tenía en
otros.
Mientras tomaba el zumo, las
moras y el café, me propuse que tal vez esa faceta de nuestra vida podía
cambiar en estas vacaciones. Debía hacer algo por cambiar nuestra nula rutina
sexual, me propuse aprovechar todos estos cambios para que me ayudasen en mi
propósito.
Por eso, cuando terminé de
hacer las camas, arreglar la cocina, recoger las sillas y la mesa bajo el
toldo, y llegó el momento de arreglarme para acudir a la playa, sopesé
cuidadosamente que bikini ponerme.
Me desnudé frente al espejo
del baño para probarme el bikini que me había comprado hace tan solo unos días
en El Corte Inglés de mi ciudad. Ahora que me lo veía puesto en situación, me
pareció algo recatado, máxime si lo que pretendía era que mi marido me prestase
más atención en estas vacaciones. Así que decidí probarme otro que aunque era
de la temporada pasada se podía ajustar a mis pretensiones. Pero tampoco me
convenció. Recordé que había visto entre los compartimentos de la auto caravana
varios bikinis de mi cuñada. Decidí husmear un poco y comprobar que tal me
sentaban.
El primero me venía algo
grande, me alegré de saber que tiene mucho más culo que yo. El segundo me
quedaba mejor, pero el estampado floreado parecía de abuela, y también lo
descarté. El tercero era un bikini negro de triángulos de esos que se anudan a
la espalda en la parte superior. Podía ajustarlo a mi talla. Por la parte del
top me ajustaba bastante bien, realzando incluso mi pecho, lo malo es que al
probarme la braguita comprobé que era un tanga de esos tipo americano, y aunque
de vez en cuando uso este tipo de prenda como ropa interior, nunca me había
atrevido a lucir un bikini en público de esas características. Tras probármelo
en un principio mi intención fue descartarlo instintivamente. Pero mientras me
lo quitaba me sorprendió que mi cuñada usase ese tipo de prendas, y me pregunté
cómo es que era capaz de lucirlo en público con lo culona que es. Nada más
quitármelo, y tras observarme desnuda en el espejo me pregunté de nuevo si yo
sería capaz de acudir a la playa con él. Me pregunté qué tal me sentaría a mí
en serio, y sobretodo el por qué no me atrevía a ponérmelo. Así que decidí
probármelo por segunda vez con algo de detenimiento y salir de dudas.
Estuve observándome un rato
frente al espejo titubeando si ponérmelo o no. Por una parte sentía el impulso
de atreverme con tan espectacular prenda a lucir trasero. A decir verdad es una
parte de mi cuerpo de la que me siento especialmente orgullosa. Recuerdo que
pensaba mientras me miraba frente al espejo una y otra vez desde todos los
ángulos posibles, que era una pena que nunca me hubiese atrevido con este tipo
de prendas en público. Vuelta a un lado y al otro, lo mirase por donde lo
mirase, lo cierto es que me realzaba el culete. Estaba segura de que a más de
uno se le caería la baba al verme y la idea prometía.
Llegué a la conclusión,
sincerándome conmigo misma, que si no me lo ponía era por lo que pudiese decir
mi marido. Y sin embargo de algún modo esa era mi intención, que mi marido se
fijase en mí. Debía andar cauta si no quería iniciar una discusión al respecto,
pues la línea que separa un tipo de provocación de la otra es muy fina en el
carácter de mi esposo.
La solución se me presentó al
momento. El bikini era de su hermana, y la maleta la había hecho yo, por lo que
ya tenía la excusa perfecta. Si quería cambiar y provocar algún cambio estas
vacaciones, por algo debía empezar. ¡Decidido!, definitivamente me lo dejaba
puesto. Así que me puse el pareo y decidí no demorarme más en bajar a la playa,
no vaya a ser que se me pasase el calentón y me arrepintiese.
Una vez desperté de mis
pensamientos y mis dudas, me di cuenta que las cortinas de la auto caravana
estaban corridas y las ventanas abiertas. Seguramente mi marido las había
abierto al punto de la mañana para ventilar. Al cerrar la ventanilla más
cercana a mi posición y que caía justo enfrente de donde me había desnudado
para probarme los bikinis, pude contemplar para mi estupor, que en la plaza de
camping de al lado estaba sentado nuestro vecino de caravana en dirección a
nuestra ventana mientras se tomaba un café y parecía leer el periódico.
Corrí las cortinas entre un
sentimiento de rabia por mi descuido y algo de vergüenza.
“¿Y si me había observado
durante todo este rato?” pensé malhumorada conmigo misma por cometer semejante
descuido.
Maldije mi falta de costumbre
por unos segundos. Antes de correr las cortinas de la segunda ventana decidí
espiar a mi vecino tratando de averiguar si me había podido observar, o si por
el contrario no se había percatado de nada. Lo observé un rato tras la
cortinilla y me relajé al ver que mantenía su mirada fija en el periódico.
Pensé que habría permanecido ensimismado en su lectura y que mi torpeza habría
pasado inadvertida.
Parecía un señor relativamente
mayor. Más cercano a los cincuenta que a los cuarenta. Elegante en sus gestos y
en su porte, pese a llevar tan solo puesto las bermudas y una camiseta. Me
sorprendió que no estuviese en la playa como todo el mundo a esas horas de la
mañana. Tras relajar mi tensión observándolo impertérrito en su lectura,
procedí a esconder cuidadosamente el resto de bikinis y prendas de baño, me
recoloqué el pareo, y me dirigí a la playa en busca de mi marido y mi hijo.
Por suerte no me costó mucho
tiempo encontrar nuestra sombrilla. Estaba justo en primera línea de playa, lo
más cercana posible al acceso desde el camping. Me sonreí al pensar que
seguramente mi esposo habría sido el primero en plantar los bártulos a primera
hora peleando entre los madrugadores abuelos, para que su mujercita y su hijo
disfrutasen el resto de la mañana de estar en la orilla. Bueno, pues ahora le
tocaba disfrutar a él en que me viese con el bikini de su hermana.
Los pude ver a lo lejos, ambos
estaban haciendo un castillo en la arena. Mi hijo estaba de espaldas a mi
llegada entre el resto de sombrillas y toallas, de frente al mar, mientras que
mi marido estaba sentado en la arena en sentido contrario, de espaldas al mar y
de frente a las sombrillas. La estampa hubiese sido de lo más tierna y
conmovedora observándolos a ambos jugando juntos, de no ser porque mi marido no
le quitaba ojo de encima a la que parecía nuestra vecina de sombrilla, y que
practicaba top less luciendo pechos a la vista de todos cuantos la rodeaban,
incluyendo como no, a mi marido.
.-“Hola” dije sorprendiendo a
mi esposo mirándola ante mi repentina presencia.
Pude comprobar al ruborizarse
que lo había pillado in fraganti mirando las tetas de la otra. No me importó
mucho, pero pensé que debía aprovechar la situación para llevarla a mi terreno,
como dándole naturalidad al hecho de que una mujer muestre en la playa ciertas
partes de su cuerpo.
.-“Hola” respondió mi marido
nervioso al ser descubierto. “¿Si que te ha costado?” preguntó tratando de
desviar la atención a otros temas mientras continuaba sentado en la orilla de
la playa jugando con nuestro pequeño.
.-“He tenido que hacer las
camas y recoger todo” dije mientras le daba la espalda para dejar mis cosas
bajo el palo de la sombrilla. “Además, no te imaginas lo que me ha pasado” dije
tratando de adelantarle la sorpresa que estaba a punto de llevarse.
.-“¿El qué?” preguntó con
curiosidad por mi suspense creado.
.-“No he encontrado ninguno de
mis bikinis en la maleta, me temo que se hayan quedado olvidados en casa, menos
mal que he encontrado uno que tenía tu hermana entre los cajones y he podido
ponérmelo” dije mientras me quitaba el pareo delante de sus narices dándole
intencionadamente la espalda para que pudiera apreciar en todo detalle lo bien
que me sentaba el tanga del bikini en mi trasero.
Hubiera pagado por ver la cara
que ponía. Su comentario me lo dijo todo:
.-“E…e..., ese bikini… ¿es de
mi hermana?” preguntó consternado.
.-“Sí. Me queda bien ¿verdad?”
le pregunté mientras me tumbaba boca abajo en la toalla dispuesta a tomar el
sol.
.-“Un poco atrevido ¿no
crees?” pronunció todavía sorprendido al verme lucir culo.
.-“Pues es de tu hermana” le
argumenté tratando de zanjar el tema, a lo que se quedó sin respuesta tal y
como esperaba.
De momento todo estaba
resultando según mis planes.
El resto de la mañana
transcurrió de lo más normal, mi marido continuó haciendo castillos con nuestro
hijo, luego nos dimos un baño todos juntos. Tras un rato en el agua jugando en
familia yo salí antes y me tumbé de nuevo en la toalla a tomar el sol. Me quedé
medio dormida, en cambio mi marido y mi hijo continuaron en el agua hasta que
se cansaron y regresaron a la sombrilla. Era ya medio día, y el sol pegaba con
fuerza.
Me despertaron las gotas de
agua que desprendía mi esposo recién salido del mar al tumbarse a mi lado. Me
hizo gracia observarlo durante un rato. Mi marido no sabe estarse quieto ni un
minuto bajo el sol. Se movía como un chiquillo inquieto. Primero a un lado,
luego al otro, boca arriba, boca abajo, ahora me quito la arena, luego le
picaba el sudor, era todo un espectáculo verlo. Yo me hacía la dormida y de vez
en cuando entreabría los ojos para regocijarme con su inquietud. Sus molestias
eran mi regocijo.
.-“No pierdas al chico de
vista” le dije al ver que su desazón no le dejaban acomodarse en la toalla.
Mis palabras provocaron que se
tumbase de lado hacia mi posición apoyando la cabeza sobre el codo. Ingenua de
mí, pensé que si aguantaba tanto tiempo en esa posición era para poder ver lo
bien que me sentaba el tanga a la vez que no perdía ojo al niño. Hasta que me
percaté que mis nalgas y la playa, quedaban en otra dirección bien distinta a
la de su vista, pues miraba sin parar ni disimulo a la vecina que enseñaba los
pechos a mi espalda a escasos metros de nosotros.
Debo reconocer que me puso
algo celosa. Hacía tiempo que a mí no me miraba de esa manera. Podía verlo en
sus ojos. Pero…¿por qué se fijaba tanto en la otra?. ¿Qué le veía a esa que no
tuviese yo?. Además, puestos a comparar, mis pechos eran mucho más bonitos que
los de esa pelantrusca. ¿Por qué mi marido no me miraba así cuando me desvestía
delante suya todos los días?. Paro colmo, lo que más me fastidió fue la mirada
de desaprobación que tenía la señora de una pareja de abuelitos que reposaban enfrente
nuestro tomando el sol, la cual parecía decirme con su mirada algo así
como:”todos los hombres son iguales, su mujer enseñando el culo y él fijándose
en las tetas de la otra”. Y lo peor para ella, es que su anciano marido parecía
un partido de tenis entre mi culo y las tetas de la vecina.
Debía hacer algo.
.-“¿Por qué no me das crema en
la espalda?” le pregunté a mi marido a quien pareció molestarle mi sugerencia.
Le tendí el bote de protección
solar que él tomó como a regañadientes, y en la misma posición en la que
estábamos procedió a extenderme torpemente la crema por la espalda. A pesar de
estar acariciando mi cuerpo no dejaba de mirar a la otra, lo cual me enceló aún
más. “Será imbécil” pensé, y me propuse reclamar mi parte de atención.
.-“Baja un poco más abajo que
comienza a picarme un poco el sol en el culete” le dije tratando de centrar su
atención. Pero ni aún por esas, a pesar de estar acariciándome en las nalgas,
mi marido continuaba mirando a la otra. Pasé a una táctica más directa.
.-“¿Te gustan?” le pregunté.
.-“¿El qué?” respondió
sorprendido por mi pregunta.
.-“¡Que va a ser!. Las tetas
de esa” dije en una respuesta frontal.
.-“¿Pero qué dices? Yo no
miraba a nadie” respondió tratando de hacerse ahora él el ofendido.
Si hay algo que no soporto es
que me mientan. Su respuesta y la situación comenzaban a encolerizarme.
.-“Vamos no disimules. Le
estabas mirando las tetas a esa” dije tratando de facilitarle la confesión.
.-“Que noooh” permaneció en
sus trece negando lo evidente.
.-“Vamos cari, no me parece
mal que le mires las tetas a otra, al menos disimula, ponte unas gafas de sol o
algo así, como hace todo el mundo” traté de rebatirle.
.-“Que yo no estaba mirando a
nadie” insistió en su mentira.
.-“Un día me lo tienes que
explicar” dije tratando de arrancarle una confesión y distraerlo.
.-“¿El qué?” preguntó como un
tortolito.
.-“Lo que no acabo de entender
es porque no me miras así cuando me desnudo delante de ti” pronuncié en un tono
conciliador tratando de rebajar la tensión surgida.
.-“Bueno, es verdad, tal vez
tengas razón, me preguntaba si sus tetas son operadas o no” respondió ahora mi
esposo reconociendo lo evidente: que la estaba mirando.
.-“¿Y qué, si son operadas?”
pregunté yo que no entendí que tenía que ver eso con babear por sus pechos a la
vista de todos pasando de mí.
.-“No, nada” dijo tímidamente
mi esposo.
.-“¿No te parecen más bonitas
las mías?” dije algo enojada por su respuesta de panoli.
.-“Si claro, por supuesto”
dijo dándome la razón como a los tontos.
.-“Si quieres las enseño
también para que compares. Seguro que al anciano de enfrente no le importa en
absoluto” dije enfadada por su respuesta y la falta de personalidad que dejaba
entrever su réplica.
.-“No hace falta cari” dijo
arrepentido por sus respuestas condescendientes, para luego meter más la pata:
“Supongo que las tuyas las tengo muy vistas, ya sabes… siempre te llama más la
atención lo que no tienes en casa” confesó. Al fin escuché de su boca una
respuesta algo convincente aunque no muy consoladora que digamos.
Por suerte, acto seguido llego
nuestro hijo de la orilla pidiendo a mi marido que se metiese de nuevo en el
agua con él. Nuestra conversación se vio de esta forma interrumpida. Cuando
regresaron del baño era ya tarde y recogimos todos los bártulos para volver al
camping a comer.
El resto de la jornada
transcurrió de lo más normal, comimos, me eché la siesta con mi hijo mientras
mi marido marchó a pasear, nos arreglamos para salir a dar una vuelta por el pueblo,
picamos algo, pude ver alguna tienda que otra y regresamos de nuevo a la auto
caravana con la intención de dormir.
El caso es que de vuelta, al
pasar cerca del bar del camping, nuestro hijo escuchó la animación infantil
procedente del escenario de la terraza, y claro, quiso quedarse a bailar y
jugar un rato. Ya se sabe que los chiquillos son inagotables.
Era algo temprano, y aunque
cansados, decidimos acercarnos a ver la fiesta que tenían montada para los más
peques. Lo cierto es que estaba genial para los chavales. Un castillo
hinchable, animadores cantando y bailando, globos, confetis, juegos… vamos un
mini parque de atracciones alrededor de la terraza del bar donde los padres
controlaban a los hijos por el módico precio de una consumición.
Nuestro hijo logró convencer a
mi marido para poder quedarse un rato y jugar con otros niños. Yo les dije que
me acercaba en un momento, pues antes quería dejar las bolsas de compra en
nuestra parcela y ponerme unas sandalias algo más cómodas.
Cuando regresé pude ver que
nuestro hijo jugaba entusiasmadamente con otro niño de su edad, parecía desde
la distancia que se habían hecho amigos. Me alegré de que hiciera alguna
amistad dentro del camping con la que pasar las vacaciones, así podríamos estar
mi marido y yo algo más de tiempo solos para nuestras cosas. Encajaba a la
perfección con mis planes. A mi hijo se le veía feliz y contento corriendo y
jugando.
Mi marido estaba sentado en
una mesa del velador tomando lo que parecía un cola cao con leche. Preludio de
que enseguida se iría a la cama. Acudí a sentarme con él.
.-“¿Qué tal?, ¿ya veo que ha
hecho nuevos amigos?” le pregunté a mi esposo casi antes de sentarme en la
silla en alusión a nuestro hijo.
.-“Si” dijo él, “llevan ya un
tiempo jugando, parece que no se cansan nunca de correr y quemar energía”
concluyó. Enseguida vino un camarero a preguntarme que quería tomar.
.-“Un mojito, por favor” dije
con ganas de refrescarme y alegrarme un poco contagiada por la animación.
En el tiempo en que el camarero
tardó en servirme mi consumición pude fijarme que sentados en otra mesa de la
terraza se encontraba nuestro vecino de plaza, quien temía me hubiese visto
desnuda esa misma mañana probándome los bikinis. Estaba acompañado de una mujer
que al estar de espaldas no podía ver del todo bien. Mi sorpresa fue mayúscula
al comprobar que la mujer que lo acompañaba era la pelantrusca de la mañana en
la playa.
.-“¿Has visto?” le comenté a
mi marido con el ánimo de alcahuetear.
.-“¿El qué?” me preguntó mi marido.
.-“Esta sentada ahí la de los
pechos operados de esta mañana” dije señalando con la vista en dirección a la
susodicha.
.-“Si, ya lo sé. Ya me había
dado cuenta” respondió mi marido, “además... ¿a que no sabes qué?” dijo
tratando de crear cierto suspense con sus palabras.
.-“No, ¿el qué?” respondí
malhumorada porque sin duda mi marido ya se había fijado en la pendeja.
.-“Qué tu hijo está jugando
con su chaval” respondió mi marido como si nada.
.-“¿Queeeé?!!” repetí
sorprendida por semejante casualidad.
.-“Como lo oyes, que creo que
tu hijo se ha hecho amigo del chaval de ese otro matrimonio” pronunció
señalando hacia la mesa en la que estaban sentados nuestros vecinos. No me fijé
a la mañana de que la tipa pudiera tener un hijo de nuestra edad.
Y para el mayor de mi asombro
contemplé como nuestro hijo se acercaba corriendo, riendo y jugando con su
nuevo amigo hasta la mesa de la otra pareja. Pude ver en la distancia como
nuestro pequeño y el otro chico intercambiaban algunas palabras con el
matrimonio y luego marchaban de nuevo a jugar. La escena se repitió varias
veces durante el tiempo que estuve observándolos.
Desde luego él parecía mucho
mayor que ella. Le calculaba entorno a los cincuenta, mientras que ella tendría
más o menos mi edad. Tal vez alguno más, yo me conservo mucho mejor, así que
puede que tuviera cerca de los cuarenta. “Mucha diferencia de edad” pensé.
“¿Qué podrían tener en común una pareja tan dispar?” me preguntaba en mi
cabeza. De nuevo él me pareció un tipo elegante en sus gestos, su porte, sus
maneras, mientras que ella era más bien vulgar. Deduje por los pequeños
detalles que debía de irles bien económicamente. Llamaba la atención el reloj
de su muñeca, mientras que ella destacaba más por su belleza natural. Sin duda
se conservaba bien para su edad, por lo que había podido comprobar a la mañana
tenía el cuerpo de una adolescente en una cara que observándola detenidamente
delataba algo más de edad que yo. Seguramente una buena alimentación, gimnasio
y lo que mejor conserva un cuerpo… la falta de stress.
Los chavales se acercaron otra
vez hasta su mesa. No podíamos oírles pero se deducía que le estaban
preguntando cosas a nuestro hijo, y que éste les respondía, hasta que en un
punto de la conversación nuestro hijo señaló hacia nuestra posición.
Yo hice un tímido gesto de
saludo con la mano en la distancia, como confirmando al matrimonio que el
chaval era hijo nuestro, si era eso por lo que preguntaban. El hombre se sonrió
nada más comprobar quienes eran los padres del chaval que acompañaba en los
juegos al suyo, y nada más diferenciarnos entre el resto de gente que estaba en
la terraza se levantó y vino hasta nosotros.
Creí morirme de vergüenza al
comprobar cómo nuestro vecino de plaza se acercaba hasta nuestra posición. Se
desataron los temores porque me hubiera podido ver desnuda a la mañana.
.-“Disculpen que les moleste,
los chavales me han pedido que les pida una horchata para refrescarse del calor
de la noche, y me preguntaba si su hijo podía tener algún tipo de alergia al
respecto” preguntó educadamente, y aunque en principio hablaba para los dos,
tanto a mi marido como a mí, al terminar su pregunta no dejó de mirarme a los
ojos en todo momento.
Yo no supe que decir, estaba
ruborizada, mis miedos me paralizaban, me puse roja como un tomate sin apenas
poder articular palabra. Fue mi marido quien reaccionó y dijo:
.-“Oh, no, puede tomarla, no
hay problema, pero no es necesario nosotros se la pedimos” y tras pronunciar
estas palabras mi marido se centró en llamar la atención del camarero y de
nuestro hijo.
.-“No se preocupe, ya se la
hemos pedido, tan solo quería asegurarme de que no había ningún inconveniente,
ya sabe que hay que andarse con cuidado con las alergias hoy en día” comentó
gentilmente sin dejar de mirarme a la cara. “Además, como puede ver ya la están
sirviendo” dijo señalando con un gesto hacia su mesa donde el camarero
depositaba de la bandeja las respectivas bebidas, zanjando de esta manera la
pequeña discusión que estaba a punto de iniciar mi marido por el pago de la
consumición. Dicho esto se despidió y marchó de nuevo rumbo a su mesa.
Ambos nos quedamos mudos sin
decir palabra, era como si su personalidad dejase cierta magia que no se
pudiese romper tras su presencia. Mi marido en parte porque tras terminarse su
cola cao se estaba quedando medio dormido en la silla, y yo porque saboreaba mi
mojito imaginando todo cuanto podía suceder estas vacaciones. Hasta que pasada
la una de la madrugada, pusieron fin al show y todo el mundo se retiró a sus
parcelas, momento que aprovechamos para recoger a nuestro hijo y meternos en la
cama.
Al día siguiente, miércoles,
fue prácticamente un calco del anterior. Cuando desperté mi marido me había
preparado el desayuno junto a una nota que decía:”Te esperamos en la playa”. De
nuevo me tomé mi tiempo para saborear el almuerzo. Hice las camas, recogí las
sillas y me dispuse a arreglarme para bajar a la playa.
En ese instante recordé que en
la tarde anterior no había comprado otro bikini como era mi intención, y tenía
dos alternativas: o volver a ponerme el bikini de mi cuñada, o simular que
había encontrado los míos en la maleta. Pensaba en una solución u otra mientras
terminaba de recoger la auto caravana por dentro. Hasta que me percaté que las
cortinas estaban como en el día anterior corridas para ventilar. Seguramente
las habría dejado así mi marido. De nuevo miré por la ventanilla antes de
cerrarlas y de nuevo pude ver a nuestro vecino sentado en su silla leyendo el
periódico, solo que esta vez me saludó al verme.
.-“Buenos días” dijo con una
sonrisa en su cara mientras me saludaba con una mano desde su posición.
.-“Buenos días” le respondí en
un gesto de buena educación, pero temerosa una vez más de que me hubiera podido
observar la mañana anterior. No sabría explicar cómo me sentía en esos
momentos, era algo extraño para mí. Era una mezcla de vergüenza y satisfacción
a la vez.
Por una parte vergüenza porque
sería la primera vez en mucho tiempo que otro hombre que no fuera mi marido me
podía haber visto completamente desnuda. Y satisfacción porque a pesar de ser
una recatada esposa y modélica madre, me había atrevido en parte a cumplir una
de mis pequeñas fantasías más íntimas y secretas.
Recuerdo que tuve que pararme
por un instante a respirar profundamente apoyada contra la fregadera de la
caravana. Tuve que reconocérmelo a mí misma, en realidad estaba excitada por
las circunstancias. No sé porque vino a mi mente la cara del abuelito que
compartió espacio en la playa la mañana anterior, sus ojos de deseo cada vez
que lo sorprendía mirándome el trasero. Caí en la cuenta que otros hombres me
debían haber mirado de igual forma mientras me paseaba en tanga por la playa, y
despistada de mí no me había dado ni cuenta.
Sin querer ya lo había decidido,
repetiría a ponerme el bikini de mi cuñada con el propósito de fijarme esta vez
en las miradas de otros hombres que no fuesen mi marido. Si bien mi intención
cuando me lo puse en el día de ayer era que mi marido se fijase en su querida
mujercita, mi propósito en el día de hoy era ponérmelo con el objetivo de que
otros hombres se fijasen en mí para satisfacción al menos de mi propio ego.
Seguro que otros sabían apreciar lo que les enseñaba.
“¿Cómo dijo el imbécil de mi
esposo cuándo me enfadó ayer?…, ah sí ya recuerdo, supongo que las tuyas las
tengo muy vistas, ya sabes… siempre te llama más la atención lo que no tienes
en casa”. Pues esta vez se iba a enterar. Estaba dispuesta a pavonearme delante
de todo el mundo para hacerlo reaccionar, y si él no hacía nada, al menos yo me
sentiría mejor conmigo misma por intentarlo.
Y lo cierto es que mientras
terminaba de arreglar la caravana, la idea de que otros hombres se fijasen en
mí con deseo en sus miradas comenzó a tomar fuerza en mi cabeza. Incluso llegué
a humedecerme de pensar en ello mientras me daba el protector solar acariciando
todo mi cuerpo frente al espejo del reducido baño. Estaba más que dispuesta a
exhibirme delante de todos y hacer reaccionar a mi marido. Debía provocarlo,
era necesario hacer algo al respecto. Debía arriesgarme, justificaba mi nueva
faceta y mi descaro al considerar que nuestra vida sexual merecía la pena.
Además, yo ya estaba caliente sólo de pensarlo, y porque no reconocerlo, el
mero hecho de maquinar y atreverme a llevar a cabo mi plan ya me producía
cierta excitación.
Toda mi ilusión y mis
expectativas se vinieron abajo al llegar a la orilla de la playa.
Para mi consternación pude ver
a mi marido conversando con nuestra vecina de sombrilla, que como en la mañana
anterior, lucía orgullosa sus pechos ante la atenta mirada de mi esposo. Ambos
observaban y comentaban el juego de nuestros hijos con la arena y el agua. En
el día anterior ninguno nos dimos cuenta del chaval, y hoy en cambio era el
mejor amigo de nuestro hijo.
.-“Hola” dije sorprendiéndolos
a ambos por la espalda.
.-“Hola cari” dijo como si
nada mi marido.
.-“Hola, que tal, encantada”
dije saludando a la de tetas operadas en un gesto de cortesía y disimulando
como pude mi mal humor.
.-“Yo soy Julia” se presentó
ella misma al tiempo que me daba dos besos. Para mi maldición sus pechos
rozaron levemente los míos en el intercambio.
.-“Encantada Julia, yo soy
Sandra” pronuncié al tiempo que le daba otros dos besos, esta vez manteniendo
la distancia, pues no me hizo ni pizca de gracia el roce anterior entre
nuestros cuerpos.
.-“Le estaba comentando a tu
marido lo bien que parecen llevarse nuestros hijos” se apresuró a decir
tratando de ponerme al corriente de su conversación como justificándose de que
realmente estaba coqueteando con mi esposo.
.-“Que bien ¿no?” dije
lanzando una mirada recriminatoria a mi marido que sonreía como un estúpido, encantado
con la nueva amistad de nuestro hijo.
Sin duda, la muy pendeja se
dio cuenta de la mirada llena de odio que le dirigí a mi marido. Una sonrisa
como de triunfo se dibujó en su cara al comprobar mis celos. Como siempre en
estos casos, el idiota de mi marido no se enteraba de nada. Pero estaba claro,
la guerra entre ambas estaba declarada.
.-“Perdona…¿qué años tiene tu
hijo?. Lo digo porque parece de la misma edad que el mío” la pregunté
sibilinamente con la intención de que mi marido escuchase la conversación.
.-“Cumple cinco años dentro de
una semana” respondió esta vez ella inocentemente.
.-“Entonces como el nuestro,
que hace los cinco en diciembre” y se hizo un breve silencio que enseguida
interrumpí. “Te lo preguntaba porque como pareces un poco mayor que yo, dudaba
si el chico sería también mayor” apuntillé para que mi marido se diese cuenta
de una maldita vez que era una vieja pendeja operada.
Se quedó callada por
respuesta.
“¡Toma ya!. Una a cero” pensé
para mis adentros al tiempo que me giraba para quitarme el pareo y dejar las
cosas bajo la sombrilla sin darle opción a réplica a la muy bruja.
Como en el día anterior, y
posteriormente en los siguientes, enfrente tras nuestra sombrilla estaban la
pareja de ancianos, que sin duda habían contemplado toda la escena desde el
principio. De nuevo la mirada inquisitoria de la anciana, pero sobretodo la
mirada lasciva e inquieta del abuelete que se relamía esperando a que me diese
la media vuelta para ver si de nuevo enseñaba el trasero.
Me tumbé boca abajo dispuesta
a tomar el sol, tratar de olvidarme de todo cuanto acababa de suceder y retomar
mi estado de relajación que tan a gusto llevaba en estas vacaciones.
Poco a poco el calor logró que
me olvidase de todo, cerré los ojos, y enseguida caí en un estado de ensoñación
muy agradable.
No podía ver a mi marido pero
lo escuchaba alertar a nuestro hijo y a su amigo de sus andanzas por la playa.
Cuando abrí los ojos tuve que
verme casi a mi lado a la vecina de sombrilla tumbada al sol boca arriba
mostrando los pechos a la vista de cuantos paseaban por la playa. Miré al
frente tratando de tomar conciencia tras mi pequeño sueño de cuanto acontecía a
mí alrededor. Mi mirada se cruzó con la del ancianete de siempre. Al girar el
cuello hacia el lado que faltaba, pude ver a mi marido acompañando a los
pequeños haciendo castillos en la arena. No sabría precisar si me miraba a mí o
a nuestra vecina. Para su suerte esta vez ambos cuerpos estaban en la misma
dirección.
Otra vez miré al frente, y
otra vez sorprendí al simpático abuelete mirándome. Al menos con él no tenía
dudas, prefería verme el culo a mí que las tetas a la otra. Me percaté que el
sol me estaría dejando marcas a la altura de los tirantes en la espalda y
decidí deshacerme del nudo que sujetaba mi top, para lo cual tuve que arquearme
sobre la toalla ligeramente. De no ser porque mis pechos permanecían sutilmente
aplastados contra la tela del bikini en la hamaca, que se me hubiesen visto los
pezones en la maniobra. Mi aviejado espectador no se perdió detalle del
acontecimiento, pero me sobresalté al comprobar que se acomodaba
disimuladamente su miembro entre los elásticos del bañador y se relamía
inconscientemente repasando sus labios con la lengua a la espera de mi
descuido.
Era precisamente esa imagen la
que no pude apartar de mi mente una vez me tumbé de nuevo contra la toalla: su
lengua humedeciendo sus agrietados labios a la espera de mi descuido. Era entre
asqueroso y a la vez excitante.
“¿A saber qué se estaría
imaginando el octogenario?” pensé para mis adentros.
Seguro que babeaba por verme
los pechos en un descuido. Pero… ¿por qué yo?, si podía ver los de la otra.
Vale, lo sé, los míos son más bonitos, pero él no lo sabe. Entonces…por qué
acecharme tan insistentemente. ¿Por qué yo y no la bruja de al lado?. Que le
gustaba mirarme el culo eso es seguro. No queda otra sino que le debo parecer
más bella y hermosa. Que soy más joven también es seguro.
De nuevo abrí los ojos para
sorprenderlo. No me había defraudado, me estaba observando detenidamente, como
memorizando en su cabeza cada centímetro de mi cuerpo. Un pensamiento me vino a
la cabeza en esos momentos: “Seguro que en sus ratos de intimidad piensa en
mí”, y no sabría precisar muy bien el tipo de sentimientos que produjo en mí.
Lo cierto es que debía estar
espectacular ante sus ojos, tumbada medio desnuda a casi un metro escaso de él.
A decir verdad, con la espalda desnuda y tan sólo con el tanga tapando una
ridícula parte de mi cuerpo, es como si estuviera prácticamente desnuda boca
abajo. Lo que no lograba entender es porque ese anciano no me quitaba ojo de
encima y en cambio mi marido no dejaba de mirar a la otra pendeja. Era algo que
me cabreaba de sobremanera. Por eso recordé todo cuanto había pensado antes de bajar
a la playa, y decidí jugar un poco con el pobre anciano. Resultaría ser mi
conejillo de indias en mi propósito por provocar la reacción de mi marido.
Así que decidí incorporarme un
poco sobre los hombros. En esa posición mis pechos quedaban colgando ligeramente
aplastados contra la toalla para deleite de mi admirador.
El abuelillo se acomodó
inconscientemente en su sillita preso de la excitación por pillarme esta vez en
un descuido. De nuevo su lengua recorriendo sus labios. Quise tener claro que
todo su trastorno era por mi culpa, y comencé a jugar con las copas de mi top
ajustándolas hasta el límite de las aureolas de mis pezoncillos. Era gracioso
contemplar como el abuelete se retorcía en su silla sin encontrar una cómoda
posición preso de la excitación.
Las voces de mi marido me
alertaron de mi juego. Quise girarme para ver a que se debía el murmullo con el
que escuchaba su voz. Me tuve que aguantar el malhumor cuando observé que de
nuevo charlaba con nuestra vecina.
Al girarme para contemplar la
escena, uno de mis pezones quedó ligeramente al descubierto por mi torpeza, y
tuve que soportar la mirada triunfal de mi octogenario admirador por
sorprenderme finalmente en mi descuido. Era como el cazador que acecha a su
presa y al final la consigue.
No sé porque lo hice, tal vez
encorajinada por los acontecimientos no quise ajustar la copa del sujetador, ni
moverme, ni taparme. Al contrario, quise sostenerle la mirada al anciano como
en un absurdo reto. Nos mirábamos el uno al otro. Bueno más bien era yo quien
lo miraba a los ojos, porque él por su parte entrecerraba los ojos cada vez más
hasta parecer un chino, tratando de adquirir agudeza visual y ver con detalle
el pezón que asomaba ahora sí, intencionadamente por entre mis copas del
bikini.
Hasta la abuelita le propinó
un codazo por su falta de sutileza. Supongo que el sol, o los celos de escuchar
a mi marido riendo con risa tonta las gracias de la descarada vecina, que sin
quererlo ni beberlo me envalentoné en cometer aquella pequeña locura. Me
incorporé de la toalla mostrando los pechos ante la atenta mirada del abuelito
al que casi le da un infarto. Fue tan solo unos segundos, el tiempo suficiente
para ajustarme de nuevo las copas del bikini en mis pechos y anudarme a la
espalda y a la nuca el resto del top.
La cara de la pareja de
ancianitos de enfrente fue todo un poema al comprobar mi maniobra. No sé por
qué motivo, pero me invadía una extraña sensación de orgullo por dentro. Sí, lo
había hecho, había sido capaz, me había atrevido a mostrarle mis pechos a un
desconocido, y además de no ser para tanto, había resultado incluso excitante.
Sin duda, ese era el mejor momento para dar un pequeño paseo por la orilla de
la playa y fijarme cuidadosamente en el efecto que mi tanga podía producir en otros
hombres, tal y como me había propuesto a la mañana.
Así lo hice, y me incorporé
para decirle a mi marido que me apetecía dar un paseo por la orilla. Este dudó
si acompañarme o no, por suerte Julia se apresuró a decir:
.-“Ve con ella si quieres, ya
me quedo yo con los niños” dijo animando a mi marido a que se viniese conmigo.
Creo que incluso ella misma estaba agobiada del acoso y las tonterías de mi
esposo, y vio la oportunidad de deshacerse de él.
El paseo no me defraudó lo más
mínimo. Incluso cogida de la mano de mi esposo los hombres se volvían para
fijarse en mi trasero. Era algo descarado incluso en algunos hombres casados.
Creo que hasta el descuidado de mi esposo sorprendió a más de uno mirándome el
culo sin ningún tipo de miramiento. Algunos hombres me miraban incluso estando
sus esposas delante. A mí me gustó sentir todas esas miradas de buenos machos y
su deseo clavados en mi cuerpo. No sé, era algo nuevo para mí, estaba
descubriendo una faceta nueva en mi vida, como si despertase un sentimiento
oculto en mí que había permanecido dormido durante mucho tiempo.
Me estaba gustando el paseo.
Lo estaba disfrutando y mucho. Desde luego mucho mejor de lo que había podido
imaginar. Debía reconocerlo, haberme atrevido a dar el paso de ponerme semejante
prenda estaba despertando mi libido. Las sensaciones que experimentaba eran
como un afrodisíaco natural, y aunque en mi matrimonio todavía no se habían
consumado los cambios esperados, de alguna forma yo sí comenzaba a experimentar
algún cambio en mi interior. Al menos me sentía reconfortada tras unos años de
sacrificio de desaborías dietas y ejercicio físico por intentar conservar mi
figura.
Recuerdo un rato que
llevábamos pegados detrás de nosotros una pareja de hombres cincuentones que
sin duda habían incorporado sospechosamente su paso al nuestro. Pude verlos un
par de veces de reojillo mientras charlaba con mi esposo. Siempre que miraba por
el rabillo del ojo los sorprendía mirándome el culo. Quise comprobar lo mala
que podía llegar a ser y cometer una pequeña travesura. En un momento en que me
agarré del brazo de mi esposo mientras hablaba cariñosamente con él, me giré
para dedicarles la más pícara de mis sonrisas. Ambos señores se dieron cuenta
de la maniobra, e incluso interrumpieron su conversación de aburridos negocios
para tomar conciencia de mi gesto. Aún babeaban mudos sorprendidos por mi
insinuación caminando detrás de nosotros, cuando de repente me paré en seco en
la misma orilla de la playa y me agaché sin flexionar las piernas para recoger
una caracolilla que supuestamente me había llamado la atención.
.-“Mira que concha más bonita”
pronuncié como excusa a mi inesperada interrupción de la marcha.
Todo salió según lo esperado,
uno de los hombres no pudo frenar el ritmo a tiempo y sus partes impactaron de
pleno contra los cachetes de mi culo en el provocado tropiezo. Una encoxada en
toda regla.
.-“Perdón” dijo totalmente
avergonzado el señor por el fortuito choque entre nuestros cuerpos.
.-“No hay de qué” dije yo con
una sonrisa picarona. Y a lo que pude reaccionar me percaté de que el tipo
¡estaba medio empalmado!. Aquello sí que no me lo esperaba.
Era la primera vez en mucho
tiempo que podía notar otro miembro que no era el de mi marido clavado en mi
culo apenas separado por dos finas telitas, mi bikini y su bañador. No pude
dejar de pensar en ello durante toda la mañana. No sé cómo podría describirlo,
era un amalgama de cientos de sentimientos. Excitación, vergüenza,
satisfacción, exaltación de mi ego, regocijo, estupor, atrevimiento, temor,
agrado, deleite,… vamos, un montón de sentimientos que no hacían más que rondar
mi cabeza y confundirme.
Por suerte de regreso a nuestra
sombrilla mi chaval me pidió que me bañase con él y jugar con las olas del mar.
Refrescarme y divertirme me sentaron muy bien para sosegar mi cuerpo que ardía
por dentro con las nuevas experiencias. Desde luego ayudo a distraerme. Al poco
rato de salir del agua, y tras secarnos, decidimos volver al camping a comer.
Mientras mi marido y mi hijo
se duchaban en el minúsculo baño de la caravana yo decidí marchar a las duchas
comunitarias a quitarme la arena y la sal de mi cuerpo. Una vez dentro del aseo
reservado exclusivamente a las mujeres, había unas seis u ocho duchas
enfrentadas unas con otras y separadas por tabiques de esos que dejan los pies
y la parte de arriba al descubierto.
Elegí una de las duchas del
fondo. Apenas había ocupados otros dos o tres habitáculos cuando llegué. Así
que cuando me desnudé dentro y comencé a enjabonarme el cuerpo, no pude evitar
acariciarme un poco. Mi mente se disparó, cerraba los ojos tratando de
relajarme y en mi cabeza no dejaban de repetirse las imágenes de todos y cada
uno de los hombres a los que había sorprendido observándome. Al principio me
enjabonaba con la intención de quitarme la arena de la playa, pero conforme
recordaba las miradas de otros hombres que no eran mi marido mis manos
enjabonaban mi cuerpo deseando que fueran las manos de esos mismos hombres las
que me acariciaban. Me aclaraba los pechos una y otra vez gozando del calor de
la ducha y de las sensaciones que provocaba en mi cuerpo. Incluso llegué a
pellizcarme los pezones en un par de ocasiones, hasta que al fin deslicé una de
mis manos hasta mi pubis. Separé mis labios vaginales con mis dedos dejando que
el agua caliente me acariciase en esa zona tan sensible de mi cuerpo. En esos
momentos era todo muy excitante para mí. Al fin y al cabo me estaba masturbando
en un sitio público y me encantaba la idea. La yema de mis dedos comenzó a
dibujar pequeños circulitos alrededor de mi clítoris, preludio inequívoco de
que en breves momentos necesitaría torturar ese punto en el que confluyen mis
labios vaginales.
Estaba a punto de introducirme
desesperada por la excitación un dedo en mi interior presa del morbo, cuando
advertí por el ruido que alguien se introducía en el habitáculo de enfrente.
Abrí los ojos para contemplar como una anciana vieja y gorda, que por el
aspecto parecía francesa, se introducía en el habitáculo de delante.
.-”Bon jour” dijo nada más
cruzarse nuestras miradas algo extrañada por mi reacción al verme sorprendida.
.-”Bon jour” respondí como
pude en mi francés interrumpiendo mi particular momento de satisfacción.
Caray que vacaciones, y eso
que tan solo llevaba tres días.
El resto del día transcurrió
más o menos siguiendo la nueva rutina de las vacaciones. Siesta, paseo por el
pueblo de tiendas, alguna tapa para picar algo de cenar y vuelta de noche al
camping para dormir. Lo único destacable en la tarde fue que mi marido me animó
frente al escaparate de una tienda a comprarme algún bikini nuevo.
.-“Igual no le hace gracia a
mi hermana que uses su bikini. Deberías comprarte alguno nuevo” dijo tratando
de disimular sus verdaderas intenciones, cuando en el fondo sé que estaba
pensando: “no quiero que vuelvas a enseñar el culo en la playa”. Lo cual me
enfadó aún más al no sincerarse conmigo y decirme la verdad de lo que realmente
pensaba.
En lo único que tenía razón
era que efectivamente debía comprarme un par de bikinis y dejar de usar el de
su hermana. Me llamaron la atención unos modelos en los que podías intercambiar
tanto el top como los diferentes tipos de braguitas. Así que elegí un par de
tops idénticos aunque de distinto color. Eran muy sencillos, un simple par de
triangulitos que se anudan a la espalda.
En cuanto a las braguitas opté
por una a juego con el color de un top. Era también un par de triángulos que se
anudaban en este caso por los laterales. Llevaba intención de cogerme también
un tanga tipo americano parecido al del bikini de su hermana para combinarlo
con el otro color. No estaba dispuesta a renunciar a la sensación que me
provocaba notar las miradas de otros hombres clavadas en mi culo. Lo malo es
que en ese color sólo disponían de tangas brasileños, de esos de hilo a juego
con el top. Reconozco que fue en un arrebato de cólera por las palabras
embusteras de mi marido por lo que decidí cogerlo sin pensármelo mucho y
pagarlo en las cajas. Supuse que mi marido me diría algo al verme con tan
escasa prenda puesta, pero él mismo me había dado la excusa perfecta con sus
torticeras palabras.
Lo único que me dijo es que no
usase el bikini de su hermana, cosa que me parecía razonable, pero nada
especificó del tipo de bikini a comprarme. Si hay algo que me revienta es que
me diga lo que puedo o no puedo ponerme, lo que puedo o no puedo hacer. Si lo
que quiso decirme es que no le gustaba que enseñase el culo a todo el mundo, o
que lo que le molestaba era que otros hombres me mirasen, pues que me lo
hubiera dicho y punto, asunto zanjado. Pero nada me dijo al respecto, y era
superior a mis fuerzas que no fuese claro, pues no soportaba para nada la
cobardía en sus palabras. Vosotras ya me entendéis, sabéis a lo que me refiero
¿verdad chicas?.
De regreso al camping, y al
igual que en el día de ayer, mi chico quiso quedarse un poco a jugar en el
parque y disfrutar de la animación infantil de la terraza del camping. Ni a mi
marido ni a mí nos extrañó su petición pues llevaba pidiéndolo toda la tarde.
Nada más llegar se puso a
jugar con el hijo del matrimonio de vecinos a quien encontró enseguida entre el
gentío de chavalería que correteaban por todos los lados. Fue ella, la tal
Julia, quien al vernos aparecer se incorporó inmediatamente en busca de mi
marido para ofrecernos sitio con ellos en su mesa. Me sorprendió tanta
amabilidad por su parte.
Como no, al calzonazos de mi
esposo le resultó imposible rechazar tan sugerente propuesta de sentarnos con
ellos. Yo había pensado en una velada tranquila entre mi esposo y yo, para
poder hablar de nuestras cosas, incluso porque no reconocerlo, con la intención
de provocarlo un poquito a ver qué pasaba. Pero mis planes se fueron al traste
a la vez que observaba como Julia nos presentaba a su marido.
.-“Este es Damián, mi marido”
pronunció la pelantrusca casi al unísono, mientras los dos hombres se
estrechaban la mano. Mi marido le dijo su propio nombre y después me presentó.
.-“Encantado Damián, te
presento a mi mujer: Sandra” y dicho esto no me quedó más remedio que
intercambiar dos besos con nuestro vecino, quien tras presentarnos mirándome a
los ojos dijo:
.-“Es todo un placer”
pronunció de manera imperceptible para el resto, pero de tal forma que yo sí
pudiera oírlo.
Tras las presentaciones la
conversación fluyó de lo más natural, en plan que si que bien que se llevan
nuestros hijos, se han hecho amigos, juegan muy bien juntos, y todo lo típico
en estos casos. La conversación se vio parcialmente interrumpida cuando se
acercó un camarero a preguntarnos si queríamos tomar algo. Mi marido enseguida
se apresuró a pedir su cola cao con leche. Yo ya sabía lo que quería decir eso,
que estaba cansado y que pronto se iría a la cama. Julia pidió un cortado.
Damián se pidió un gin tonic, y yo aproveché y me pedí lo mismo.
De nuevo se retomó la
conversación en grupo, que si de dónde sois, a que os dedicáis, y cosas por el
estilo. Así pude saber que Damián y Julia eran de Valencia, regentaban una
franquicia de belleza, de esas de estética, peluquería, depilación y no sé
cuántas cosas más. Al parecer les iba bastante bien. Nos comentaban que les
gustaba mucho disfrutar unos días de vacaciones en agosto con la caravana.
Defendían la opción de camping como un modo de vida, algo usual entre la gente
que les gusta esta forma de vacaciones. Era curioso escuchar como repetían el
mismo discurso que mi cuñado en ese sentido de campistas. También nos
informaron que luego, fuera de temporada alta, les gustaba realizar algún viaje
por el extranjero, y que este año tenían reservado para octubre un crucero por
el mediterráneo.
Surgió la coincidencia que el
crucero que iban a hacer era el mismo que uno que realizamos nosotros hace un
tiempo, y claro, la conversación derivó en torno a las maravillas del susodicho
crucero. Mi marido estaba encantado de explicarle a Julia lo que podían
visitar, hacer y dejar de hacer. Yo intervenía en la conversación de vez en
cuando, más con la intención de recordarle a mi marido que su querida mujercita
estaba allí a su lado, y de que no se emocionase tanto tratando de coquetear
con su nueva amiga. En cambio Damián apenas hablaba y no dejaba de observarme.
Entre charla y charla se fue
pasando el rato animadamente hasta que terminó la fiesta, momento en el que
todos nos retiramos a dormir.
Era ya nuestro cuarto día de
vacaciones, jueves, y como todas las mañanas, a lo que desperté, mi marido ya
se había bajado a la playa con el chico. De nuevo puede ver a Damián como todas
las mañanas leyendo el periódico en su silla.
La jornada pasó de lo más
normal. Estrené mi nuevo bikini, con la braguita más recatada, no el tanga. Al
llegar a la orilla la cara de decepción de mi admirador favorito, el
octogenario abuelo, me dijo que ese día no sucedería nada reseñable. Y así fue
hasta que llegó la noche.
Al regresar del paseo de la
tarde al camping de nuevo tuvimos que quedarnos por petición insistente de
nuestro hijo a jugar un rato con su amigo. Como las noches anteriores, coincidimos
en la terraza del bar con nuestros vecinos y nuevos amigos. Sólo que esta vez
enseguida se excusó mi marido diciendo que estaba muy cansado y se retiró a la
cama dejándome a mí al cargo de acostar a nuestro hijo.
El caso es que tras la marcha
de mi esposo la conversación entre Julia y yo se tornó un poco sosa e insípida,
incluso hubo largos ratos de silencio. Damián intervenía tratando de relajar la
tensión entre ambas, y a decir verdad cada vez que surgía un pequeño conato de
discusión entre nosotras siempre me daba la razón a mí, o por decirlo de otra
manera, le llevaba la contraria a su mujer.
Julia viendo lo que había se
excusó también enseguida y marchó a dormir dejándonos a nosotros solos
vigilando a los chavales, los que por cierto, seguían derrochando energía y
entusiasmo como si fuera primera hora de la mañana. Su vitalidad contrastaba
con la de los adultos que les rodeaban.
La marcha de Julia fue como un
pequeño triunfo para Damián quien tras deshacerse de su mujer se pidió un gin
tonic. Supo que hacía falta poco para animarme a mí también, y cuando se acercó
el camarero, pidió dos Martin Miller´s con Fever Tree por consejo mío. Le gustó
el combinado nada más probarlo. Aunque realmente me dio la impresión, de que
más que agradarle a él el gin tonic lo que pretendía era agradarme a mí.
Inició una conversación
bastante amena y trató de hacerme reír siempre que pudo. Era ingenioso a la
hora de hacer los chistes, me sorprendió gratamente en sus palabras. Comprobé
que la elegancia que manejaba en sus gestos y en su hacer, se correspondía con
su inteligencia y cultura.
Con el tercer gin tonic me
pareció advertir en la sutileza de sus palabras que aprovechaba la más mínima
ocasión para insinuar lo atractiva que le parecía. Dado el efecto de la
ginebra, tal vez fuesen imaginaciones mías, a lo que reaccionaba riendo
tontamente sin saber que decir cada vez que me elogiaba y piropeaba. Reconozco
que estaba un poco avergonzada por la situación, pero en parte también alagada
de que fuera así.
El caso es que hablamos de un
montón de cosas, nos contamos gran parte de nuestras vidas e intercambiamos
opiniones acerca de un montón de asuntos y temas de actualidad. Menos mal que
la animación infantil concluyó a tiempo de que yo dijese un montón de tonterías
más, pues la ginebra comenzaba a hacer su efecto.
A la mañana siguiente,
viernes, me desperté con esa extraña sensación de haber hablado más de la
cuenta, de haberle transmitido a Damián más información de la que debía haberle
dado. Al fin y al cabo nos acabábamos de conocer, y nunca se sabe en estos
tiempos lo que puedes decir o dejar de decir a un desconocido. Además, debí
parecerle algo tonta con mi risa floja, en contra de lo que yo me creí se me
subieron los pocos gin tonics que bebí, creo que se dio cuenta de ello,
seguramente se llevó una impresión equivocada de mí, y todo por dejarme llevar.
Por lo demás el día siguiente
fue un calco del anterior. Era ya nuestro quinto día de vacaciones y por mi
parte comenzaba a resignarme a la nueva rutina. Bajar a la playa, contemplar
indignada el coqueteo de Julia con mi marido. Tener que aguantarme las ganas al
comprobar cómo me miraban otros hombres mientras mi esposo no me hacía ni caso,
comer, un poco de siesta, paseo por el pueblo, picoteo que servía de cena, y
regreso al camping para que nuestro hijo se explayara con la animación infantil
y su amigo.
Esa noche coincidimos como
siempre en la terraza con nuestros vecinos, salvo que esta vez mi marido apenas
hizo acto de presencia, se tomó a toda prisa su vasito de leche y se excusó
diciendo que estaba muy cansado en irse a la cama. Julia no llego ni a pedirse
nada, tras cuatro palabras de cortesía se levantó y marchó también a descansar.
Así que nos quedamos otra vez Damián y yo solos a cuidar de los chicos hasta
que estos se cansasen, es decir, hasta que acabase la animación cerca de la una
de la madrugada.
Damián aprovechó un momento en
que abandoné la mesa para ir al servicio, cuando a mi regreso me había pedido
el primer gin tonic de la noche.
.-“¿Me has pedido un gin
tonic?” pregunté asombrada al ver las dos copas sobre la mesa y no haber pedido
nada por mi parte.
.-“Creí que te apetecía”
pronunció Damián a la espera de mi respuesta, y antes de que dijese nada se
apresuró a decir:”es tu preferido, Martin Miller´s con Fever Tree” puso de
manifiesto con una sonrisa en su rostro. “¿Por qué no?” me dije a mi misma, y
acepté su invitación.
Descubrió que soy fácil de
convencer en ese sentido. Entre el segundo y el tercer gin tonic ya me estaba
soltando indirectas acerca de lo guapa que le parecía. Eso sí, sin perder la
compostura ni un solo momento, siempre de forma elegante y sutil, halagador,
lisonjero, se notaba su experiencia a la hora de seducir a una dama, y porque
no decirlo con un punto canalla que me agradaba hasta el punto de volver a
reírle las gracias como una tonta, siguiéndole el juego.
Era como si a él le encantase
saber que todavía tenía recursos para conquistar a una mujer. Le gustaba
mostrar todo su arte al respecto. Yo coqueteaba con él y me dejaba seducir.
Vamos chicas a quien no le
gusta que la piropeen con clase y estilo, y si además te hacen reír, te invitan
a una copa, y te despreocupas por un rato de tu chaval, pues que más se puede
pedir.
Ambos sabíamos que no iba a
ocurrir nada entre nosotros. Nada podía suceder con nuestras respectivas
parejas tan cerca y tan presentes en nuestro día a día. Pero en cierto modo a
él le gustaba jugar a cortejarme, y a mí me resarcía de las inquietudes del
resto de día.
Estábamos apurando nuestro
tercer gin tonic cuando ambos nos confesamos sin querer el uno al otro acerca
de nuestras relaciones personales.
.-“¿Por qué no bajas a la
playa como todo el mundo por las mañanas’” le pregunté inocentemente.
.-“Bah” dijo girando la cara
en señal de desaprobación. Yo no entendía el porqué de su malestar repentino
hasta que se explicó.
.-“A mi mujer le encanta hacer
top less en la playa, según dice se lo recomienda a todas sus clientas
argumentando no sé cuántas virtudes…” lo noté malhumorado al decir esto, pero
seguía sin entender nada. Al ver mi cara de circunstancias decidió explicarse
un poco más.
.-“… en realidad lo hace para
fastidiarme” dijo sin dejar de sorprenderme en cada respuesta que daba y sin
entender su razonamiento. “Sabe que no soporto que otros hombres la miren, la
cosa viene ya de lejos” trató de concluir en su razonamiento.
.-“Tu mujer es muy guapa, es
normal que la miren” dije yo tratando de entender lo que ocurría en esa extraña
pareja.
.-“Lo hace para ponerme
celoso” dijo dando un buen trago a su gin tonic. Yo seguí sin entender lo que
se traían entre manos pero sus palabras me cautivaron, en cierto modo me sentía
identificada con la situación. Damián dió un nuevo trago a su copa y continúo
explicándose….
.-”Debo reconocer que hubo un
tiempo en que su estrategia le daba resultado. Lograba ponerme celoso con su
actitud y yo trataba de demostrarle cada vez que me provocaba que sin duda yo
sería el mejor amante que podía tener en la cama. Ella es mucho más joven que
yo, y aunque en un principio me gustaba presumir, lo cierto es que con el paso
del tiempo cada vez me fueron importando menos sus provocaciones, al final todo
cuanto podía suceder sucedía entre nosotros, para más inri, yo ya no soy un
chaval, en fin, que su única ilusión sigue siendo provocar, y como a mí ya no
me provoca, pues...supongo que por eso hace lo que hace” concluyó con un nuevo
trago apurando su copa.
Yo no supe que decir tras
escuchar sus palabras. Hace un momento no entendía nada de nada, y ahora en
cambio me veía reflejada en todo cuanto decía. De alguna manera era exactamente
la dinámica en la que estábamos cayendo mi marido y yo.
Damián como advirtiendo el
pánico que reflejaban mis ojos se apresuró inteligentemente a cambiar de
conversación.
.-”Apura tu copa” dijo
incorporándose sobre su silla “pediremos otro gin tonic” y antes de que pudiera
rebatirle nada estaba llamando al camarero.
Continuamos charlando de temas
de actualidad y triviales, pero lo cierto es que mi mente se había detenido
dando vueltas a sus anteriores palabras. Estaba algo ausente de la conversación
preguntándome un montón de cosas acerca de lo que me había confesado.
¿Y si después de todo mi
estrategia no daba resultado con mi marido y solo empeoraba las cosas?. Desde
luego no parecía despertar en él el sentimiento de celos que trataba de
provocar. ¿Y si cómo decía Damián a pesar de todo era pan para hoy y hambre
para mañana como le había pasado a él?. ¿Realmente me sentía mejor conmigo
misma comportándome de esa manera?.
Hacia un rato que afirmaba
apenas con monosílabos en la conversación con Damián, incluso cuando debía
pronunciar alguna negativa, lo que provocaba la risa de mi interlocutor. Mi
ausencia en la conversación resultó evidente coincidiendo además con la
finalización de los gin tonics.
.-”¿En qué estás pensando?,
tan concentrada” me preguntó Damián al hacerse evidente que mi cabeza no estaba
presente en la conversación. Yo misma me ví sorprendida al no saber retomar la
conversación en el punto en el que Damián decidió que concluyese. Como una niña
mala a la que sorprenden despistada en clase.
Yo, no sabía que decir. Me
había pillado in fraganti totalmente distraída en mis pensamientos.
.-”Yo…, esto…, estaba pensando
en lo que dijiste antes” pronuncié como avergonzada y apartando la mirada
tratando de evitar sus ojos.
.-”¿El que exactamente?.
Porque llevo casi una hora hablando solo” pronunció en un tono algo cómico
tratando de provocar mi sinceridad.
Tuve que tragar saliva antes
de confesarme…
.-”Si hombre, ya sabes, eso
que dijiste antes de que tu mujer se comportaba así tratando de provocar tus
celos….” no quise o no supe como terminar la frase.
.-”Ah, es eso” dijo cogiéndome
la mano como en un gesto de comprensión, y se hizo un breve silencio que a mí
se me hizo una eternidad.
.-”A vosotros os pasa lo
mismo, ¿verdad?” pronunció en un tono que desde luego invitaba a arrancar mi
confesión, sin dejar de cogerme de la mano.
.-”Bueno…, no sé, no sé si
exactamente lo mismo, pero puede que algo parecido” pronuncié esta vez alzando
la mirada armándome de valor para mirarlo a los ojos.
.-”Tranquila mujer, no tienes
porqué contarme nada si no quieres, no es asunto mío” dijo dándome un par de
palmadas en el torso de mi mano que permanecía cogida por la suya.
.-”Ya pero el caso, es que por
lo que has contado veo que a nosotros nos sucede lo mismo, o puede que todavía
sea peor” pronuncié con los ojos enrojecidos del coraje contenido y algo
confundida por el alcohol ingerido.
.-”Tranquila mujer, eso le
debe suceder a todo el mundo alguna vez en su vida de pareja. Todo se convierte
en rutina. Tratas de tirar del carro, de romper la monotonía, el otro no te
sigue, te desgastas, y te cansas. A lo que el otro muestra disposición, tú ya
estás de vuelta y ahora eres tú quien pasa de seguirle el juego, y poco a poco
lo único que se consigue es deteriorar la relación” concluyó su discurso.
Yo asentí medio gimoteando.
.-”Es verdad” pronuncié yo
evidenciando que había dado en el clavo, “eso es exactamente lo que me pasa en
estos momentos” continué sincerándome con Damián. “Siento que soy yo la que
trata de tirar del carro como dices, y que no me veo correspondida” finalicé
como cediendo la palabra a mi interlocutor.
.-”Te entiendo” dijo Damián
sacándose un pañuelo del bolsillo para que me secase las lágrimas que
comenzaban a caer tímidamente por mis mejillas. “A nosotros nos pasaba lo
mismo. Como además no podíamos tener hijos adoptamos a Carlos creyendo que
después de maltratar nuestra relación con tantos celos y desconfianza, un hijo
nos ayudaría a recuperar nuestra vida conyugal. Pero un hijo no hace más que
añadir interferencias a la comunicación entre la pareja. Ahora ya no discutes
no sólo por lo que hace el uno y el otro, sino que además discutes sobre lo que
cada uno piensa que es mejor o peor para el chaval. Ojo, y que conste que no
estoy diciendo que no quiera al chaval, porque lo quiero con locura. Además él
no tiene ninguna culpa de nada, la culpa es de los adultos, nuestra y solo
nuestra.” Y dicho esto llamó al camarero para que nos sirviesen otra copa.
Fue en ese momento cuando me
dí cuenta de que me era más fácil hablar de todos estos temas con Damián que
con mi marido. Me pareció un tipo que transmitía la confianza suficiente como
para confiar estos pequeños secretos con él. Tal vez porque me veía reflejada
en sus palabras.
.-”Tienes toda la razón” le
dije después de que Damián pidiera otro par de consumiciones. “Hay veces que
culpo al chico de lo que nos sucede a nosotros” le confesé esta vez algo más
serena en mis sentimientos.
.-”Los peques no tienen la
culpa de nada, en todo caso son las víctimas de nuestras estupideces” pronunció
a la vez que contemplaba como nuestros hijos disfrutaban con el juego.
.-”Ya... pero…,¿qué puedo
hacer para remediarlo?” pregunté yo sin esperar una respuesta a cambio.
.-”Quien sabe” pronunció esta
vez algo melancólico Damián. “De momento brindar” dijo al comprobar que se
acercaba el camarero con las bebidas.
.-”Por nosotros” dijo alzando
su copa para chocarla con la mía nada más dejar el camarero las consumiciones.
.-”Por nosotros” brindé con
él.
El resto de la velada
transcurrió algo más normal. Damián como siempre se mostraba inteligente en la
conversación que manteníamos, incluso en la manera que tuvo en desviar el tema
y distraer mis aturdidos sentimientos entre comentario jocoso y comentario
ameno.
Llegó el momento de
despedirnos, no sé porque tuve un sentimiento como de culpa. Me sentía como si
hubiese traicionado a mi esposo confesando temas tan íntimos de nuestra
relación con otra persona, y para colmo un desconocido. No sé porque me
sobrevino ese sentimiento como de pecado, que sin duda achaqué al alcohol.
El caso es que al despertarme
a la mañana siguiente del sábado, me sentía igual que como me acosté al lado de
mi esposo la noche anterior. Con remordimientos por haberme sincerado sin
necesidad y de manera que parecía una niñita tonta frente a Damián. Me sentía
mal conmigo misma por haberme ido de la lengua, además tenía cierto temor a que
mis palabras fuesen utilizadas por Damián de mala manera. Había conocido
demasiados gilipollas en mi vida a los que confesándoles nimiedades y cosas sin
importancia las habían utilizado de forma torticera y malintencionada contra
mí. Temí que Damián fuese como el resto de esas personas.
Mis temores aumentaron cuando
lo vi de nuevo sentado en su silla leyendo el periódico como todas las mañanas.
.-”Buenos días” me dijo nada
más verme deambular por la caravana.
.-”Buenos días” le respondí
sin saber que pensar a la mañana, y con las cosas no muy claras por cuanto
podía haberme ido de la lengua.
.-”Le he dicho a tu marido que
no te preparase café, yo hice de sobra a la mañana, y siendo que él no toma no
tenía sentido. ¿Por qué no sales a desayunar aquí conmigo?” se ofreció a
prepararme el desayuno.
.-”Oh, gracias” pronuncié aún
medio dormida, y salí en pijama como estaba a desayunar con él.
.-”¿Qué tal te has levantado
hoy?” me preguntó interesado por la resaca que pudiese tener.
.-”Oh, bien, me duele un poco
la cabeza, eso es todo” dije degustando el primer sorbo del café preparado por
Damián.
.-”Me alegro que te hayas
levantado con tanta energía” pronunció tratando de transmitirme cierta
confianza como si supiese como me sentía. “Ayer te noté un poco más triste. Me
dejaste preocupado la verdad”. Podía notar cierta complicidad en sus palabras.
.-”Que te voy a contar, no van
bien las cosas” dije tratando de disfrutar del desayuno.
.-”¿Has pensado en algo?” me
preguntó.
.-”Pues la verdad es que no”
dije saboreando el café.
.-”De echo no sé qué hacer”
dejé caer la frase.
.-”¿Qué hacer en qué sentido?”
preguntó él sabiendo que yo necesitaba sus palabras para continuar charlando.
.-”Sabes..., es curioso, el
otro día me compré dos bikinis y hoy no sé cuál ponerme” pronuncié para el
asombro de Damián que no entendía de lo que le estaba hablando. Al ver su cara
de estupefacción me dispuse a aclararlo.
.-”Estoy segura de que te
preguntarás que tiene que ver eso con lo que estábamos hablando. Pero
representa exactamente todas mis dudas.” pronuncié tratando de explicarme.
.-”Me acabas de leer el
pensamiento” dijo aún sin salir de su asombro.
.-”El caso es que fuimos a
comprarme unos bikinis nuevos a la tienda con mi marido. Uno de ellos es
normalito, clásico, convencional, digamos que reprensenta la rutina, lo que se
espera de una madre recatada y todo eso. El otro es un tanga de hilo de esos
tipo brasileños. Verdaderamente no sé porque lo compré, bueno sí que lo sé, pero
el caso es que sería la primera vez en mi vida que me pongo una prenda de esas.
Indudablemente representa todo lo contrario que el anterior” interrumpí mi
explicación para terminarme el café.
.-”Ya entiendo” dijo Damián
“¿Y cuál piensas ponerte?” preguntó acto seguido.
.-”La verdad no sé qué hacer”
pronuncié mirando al suelo echa un lio.
.-”Hay una cosa que no
entiendo” apuntilló Damián “¿Porque compraste el tanga si no pensabas
ponértelo?” trataba de buscarle una lógica a mis hechos.
.-”Como dijiste ayer trataba
de llamar la atención de mi marido, tal y como me contaste que os pasó a
vosotros hace un tiempo, pero hoy no tengo tan claro que esa sea una buena
idea. No veo que sea la solución” pronuncié evidenciando mis dudas. “¿Tú que
crees que debo ponerme?” le pregunté tratando de buscar su respuesta.
.-”Para serte sincero yo en
esto no puedo ser imparcial en este asunto concreto” me sorprendió con su
respuesta.
.-”¿Por qué dices eso?” le
pregunté inquieta.
.-”Bueno a mí personalmente me
encantaría verte con el tanga puesto, seguro que estás espectacular” pronunció
medio en broma medio en serio despistándome por completo.
.-”¿Eso es todo lo que tienes
que decir?” le pregunté decepcionada por su respuesta. Yo esperaba una ayuda,
el consejo de un adulto, y me encuentro con una respuesta más propia de un
adolescente que de un tipo hecho y derecho.
.-”Es broma mujer, trato de
hacerte ver, que no se trata de lo que piensen los demás, sino de qué es lo que
te apetece hacer a tí” dijo ahora recuperando un tono más serio.
.-”Pues para serte sincera lo
que me pide el cuerpo es ponerme el dichoso tanga y lucirme a la vista de
todos. Y de que si no se entera de que va el tema el estúpido de mi marido, al
menos sentirme mejor conmigo misma por haberme atrevido a intentarlo, aunque me
muera de vergüenza.” dije algo enojada por la situación.
.-”Me parece muy bien,
adelante, hazlo, claro que sí mujer” trató de animarme Damián con mi decisión.
.-”¿Y si luego no puedo?” le
pregunté temerosa de sentirme mal.
.-”Si luego no puedes ¿qué?”
preguntó Damián sin entender mis dudas.
.-”¿Y si luego me muero de
vergüenza por estar medio desnuda delante de todo el mundo?” le pregunté.
Damián se echó a reír.
.-”Vamos mujer, que no eres ni
la primera ni la última mujer que se pone una prenda de esas. Además...” dijo
Damián tratando de restarle importancia a mis temores “seguro que mi mujer está
más en pelotas que tú” pronunció ahora en tono jocoso pero con cierto resquemor
en sus palabras provocando la risa de ambos.
.-”Tengo una idea” le dije
entusiasmada con lo que se me acababa de ocurrir.
.-”¿Cuál?” preguntó Damián.
.-”¿Por qué no vienes tú
también a la playa hoy?” le sugerí poniéndome en pie delante de él tratando de
animarlo.
.-”¿Por qué iba a bajar yo a
la playa?” cuestionó incrédulo.
.-”En primer lugar porque me
darás las fuerzas necesarias para atreverme. Seguro que si estás me siento
mejor. Y en segundo lugar porque como bien dices a lo mejor eres tú quien
necesita sorprender a tu mujer” dije tratando de meterlo en un callejón del que
no tenía salida a la vez que lo cogía de la mano y tiraba de él para levantarlo
de la silla.
.-”Que no , que no” dijo
renegando como un chico pequeño.
.-”¿No querrás que me
arrepienta y ser el participe del fracaso de mi matrimonio, verdad?” dije
tratando de animarlo. Yo le insistía egoístamente porque sabía que si me
acompañaba todo me sería mucho más fácil.
.-”No insistas que no” se
reiteraba en su negativa aferrado a su silla.
.-”¿No has dicho antes que te
gustaría verme con un tanga así puesto….?, pues si quieres verme tendrás que
venir a playa” concluí.
Esta vez se hizo un breve
silencio entre ambos. Damián me miró de arriba abajo, pude ver en sus ojos que
por primera vez se estaba imaginando como podría resultar mi cuerpo con
semejante prenda puesta.
.-”¿Estas segura?” me preguntó
esta vez con una mirada algo inquietante en sus ojos.
.-”Estoy segura” pronuncié sin
saber muy bien de qué.
.-”Los hombres no podrán
evitar fijarse en ti” dijo contemplándome una vez más con cierto deseo mientras
yo permanecía en pie frente a él.
.-”Eso es lo que quiero” dije
al tiempo que tiraba de él para que se incorporase de la silla y recogiese,
mientras yo me cambiaba para bajar a la playa. Damián afirmó con la mirada, y
dijo…
.-”Esta bien, te acompañaré”
musitó no muy convencido.
Una vez dentro de la
autocaravana yo tampoco lo tenía tan claro como hace un momento. Al tener que
desnudarme necesariamente para ponerme el bikini me eché para atrás. Tal vez no
había sido buena idea nada de todo esto. Para colmo nada más probarme el tanga
me sentía como desnuda, seguramente me moriría de vergüenza de pasear con el
culo al aire por la playa. Eso era una locura, debía recuperar la sensatez. Era
todo un mar de dudas.
.-Toc, toc,”¿Ya estás lista?”
escuché la voz de Damián que llamaba desde fuera.
.-”Si, ahora salgo” mentí. No,
no estaba lista, estaba echa un manojo de nervios, cómo iba a salir así a la
calle. Era una locura, una locura.
.-”¿Pasa algo?” insistió
Damián.
.-”No, no, ya salgo” le
respondí yo, y dicho esto me anudé un pareo a la cintura y salí por la puerta.
Damián me ayudó a bajar la
escalerilla de la autocaravana y mirándome a los ojos me preguntó:
.- “¿Qué tal estás?” conocedor
de los nervios que debía estar pasando.
.-”Vamos allá” respondí
envalentonada. Pero tras dar los primeros pasos y caminar entre las parcelas
del camping a la vista de todo el mundo le confesé que me moría de vergüenza.
Que si fíjate que se me debe
estar viendo todo el culo, que si soy una caso, que además no me he fijado y el
pareo es transparente, que si qué crees que pensará todo el mundo, que si esto
que si lo otro. Todo eran escusas por mi parte.
Damián se reía con cada frase
que pronunciaba y trataba de restarle importancia al asunto.
Que si que qué va a pensar la
gente, pues que tengo un culo muy bonito, que si no es para tanto, que si
fíjate aquella también lleva tanga o su bikini es atrevido, que si esto, que si
lo otro, trataba de contrarrestar mis argumentos, hasta que un poco arto de mis
comentarios y tratando de romper la dinámica dijo:
.-”Si lo prefieres yo te tapo
el culo” pronunció al tiempo que se abrazaba a mí y aprovechaba para ponerme su
mano bien abierta en todo el cachete de mi nalga.
.-”Oye no aproveches” le dije
empujándolo de mi vera, y apartándolo de mi lado entre las risas de ambos. Lo
cierto es que debíamos parecer dos adolescentes jugueteando a empujarnos y
atraparnos.
.-”Bueno pues deja de decir
tonterías, que no pasa nada” dijo tratando de serenar la situación.
Entre juegos y risas al fin
llegamos a la playa. Creo que incluso Damián se sorprendió de ver a su mujer
hablando como si nada con mi marido. Incluso en la distancia se podía apreciar
que su relación era como bien distinta a la nuestra. Estaba claro que ellos
coqueteaban el uno con el otro, mientras que lo nuestro era una sana amistad.
Por mi parte mis primeros
temores se me vinieron encima al comprobar que una vez más reposaban junto a
nuestra sombrilla la pareja de ancianos de siempre.
Julia se sorprendió de la
llegada de su esposo, pero quien más se alegró fue su hijo que enseguida gritó:
.-”¡Qué bien que bajaste
papi!”. La mirada de Damián al ver la alegría de su hijo me lo dijo todo. No se
arrepentía del paso que había dado.
Ahora me tocaba a mí.
.-”Hola” le dije a mi esposo
dándole un pico en la boca.
.-”Hola” me respondió
boquiabierto cuando me vió luciendo nalgas.
.-”¿Y ese bikini?” me preguntó
sin salir de su asombro.
.-”¿No recuerdas? Me lo compré
contigo en la tienda” le respondí esperando su respuesta. Sabía perfectamente
que no me montaría un numerito a la vista de todo el mundo. Era demasiado
mirado como para eso y preferiría morderse la lengua.
.-”Estoy seguro de que lo
recordaría” murmuró enojado.
.-”Me dijiste que no querías
que me pusiese más el tanga de tu hermana, y yo me compré otro. ¿Creí que te
gustaba?” traté de encerrarlo en su argumentación.
.-”Pues no me gusta que te
pongas ese tipo de prendas” masculló una vez más.
.-”Hay cari, pues habérmelo
dicho” suspiré en plan tontita “como tu hermana los usa...” deje caer la frase
en suspense. Mi marido ya no se atrevió a abrir la boca más, ni argumentar
motivo alguno, y se marchó enfurruñado a jugar con nuestro hijo.
Damián que había estado
contemplando la escena en todo momento me guiñó un ojo en la distancia. De
alguna forma la primera prueba estaba superada. Decidí refugiarme tumbándome a
tomar el sol en la toalla y dejar que transcurriese la mañana.
Debo reconocer que al
principio me tumbé boca arriba, de tal forma que parecía un bikini normal y
corriente a la vista de todos los transeúntes en la playa, pero con el paso del
tiempo debía darme la vuelta sino quería ponerme morena de un lado y del otro
no. Por suerte llevaba un rato con los ojos cerrados y enseguida caí medio
adormilada, por lo que llevé bien el tema de la vergüenza.
Al despertar de mi ensoñación
pude sorprender a Damián observándome desde su toalla. No sabría precisar muy
bien si su mirada era cómplice de amistad, o si por unos instantes me estaba
mirando como hombre. El que seguro no me quitaba ojo de encima era mi admirador
octogenario. Aunque a decir verdad ya me había acostumbrado a sus miraditas.
Quien me iba a decir a mí hace unos días, que mi trasero iba a tener tantos
admiradores.
Me incorporé sobre los codos
para buscar a mi esposo con la mirada, pero no lograba verlo. Luego me percaté
que también faltaban Julia y los niños. Le pregunté a Damián que dónde se
habían metido todos y este me dijo que habían marchado a una zona de juegos
infantil por insistencia de mi hijo.
Fue en ese momento cuando me
percaté que mi culo echaba fuego, me quemaba del tiempo de exposición al sol a
pesar de haberme embadurnado en crema solar, pero a todas todas, era
insuficiente para una primera vez.
Una vez más sorprendí al
vejete observándome con su sucia mirada puesta en mi cuerpo. Al no estar Julia
yo era la única a la que admirar, y desde luego no se cortaba un pelo. No sé
porque su actitud me enfadó. Cada vez que mi mirada se cruzaba con la suya no
había ni el menor esbozo de disimulo por su parte.
Pensé que sería conveniente
que al menos su mujer le dijese algo, y para ello la pedí a Damián que me diese
crema por la espalda.
Los ojos del anciano a poco se
salen de sus órbitas conocedor de que otro hombre que no era mi marido procedía
a darme crema por la espalda. Seguramente soñaba con la posibilidad de que un
día se lo pidiese a él. Damián estuvo atento y educado en todo momento mientras
me daba las cremas, y me cedió el bote de protección solar una vez terminó de
darme por la espalda, a lo que le dije que continuase por favor por la parte
trasera de las piernas, pues yo no alcanzaba a extenderme bien la crema.
Damián no puso ningún
inconveniente y accedió a darme protección por las piernas. Desde luego no iba
a ser él quien rechazase semejante oferta. Comenzó por los tobillos y fue
subiendo poco a poco por las pantorrillas. Sin prisa, concentrado en hacer bien
su tarea. Luego la parte trasera de la rodilla y el comienzo de los muslos.
Exquisito en sus caricias. Justo a lo que tenía que extenderme la crema por la
parte superior de las piernas, cerquita ya del final de mi tanga, apareció
Julia sorprendiéndonos a ambos en tan delicada situación.
.-“¿Y el chico?” le preguntó
Damián a Julia con cierta preocupación por haberlo dejado solo y con sus manos
aún en mi cuerpo.
.-“Esta con el marido de
Sandra” le respondió su mujer con una mirada inquisidora al contemplar la
delicada zona en la que Damián me acariciaba con sus manos con la excusa de la
crema.
A partir de ahí, noté en las
manos de Damián un cambio radical en su actitud al acariciarme y embadurnarme
de cremas, y si hasta el momento había sido todo un caballero, desde la llegada
de su mujer, sus movimientos se volvieron algo más exagerados y comprometidos.
Se entretuvo en acariciarme la parte más alta y suave de mis muslos ante la
mirada contenida de su mujer. Incluso llegó a rozar con sus manos el hilo de
tela que apenas cubría la comprometida zona de mi perineo.
Por mi parte no quise darle
mayor importancia a sus maniobras pues entendía perfectamente lo que se traía
entre manos. De seguro que de ser otro hombre y otra situación le habría
propinado ya una buena bofetada, pero como sabía que toda aquella caricia poco
tenía que ver conmigo le deje hacer, pensando que debía ayudarle a él, como él
me había ayudado a mí.
Damián ante la impasividad de
las dos mujeres que participaban de la escena se atrevió a darme crema por mis
nalgas desnudas. Amasaba mis carnes como si de hacer pan se tratase. Yo me
tomaba sus caricias como un masaje e incluso le dí las gracias en varias
ocasiones.
.-“Uhmmm, que rico” musité una
de las veces tratando de encelar a su mujer. Lo cierto es que me estaba
divirtiendo.
.-“Que bien lo haces” dije una
vez tratando de enfadar claramente a Julia con la intención de fastidiarla. En
el fondo era el mismo jueguecito que ella se traía con mi marido.
Y es que en el fondo tanto
Damián como yo nos regocijábamos con las caras que ponía Julia, hasta que se
terminó el espectáculo. Yo le dí las gracias una vez más a Damián por el
“masaje” y para terminar de fastidiar a su mujer le dije:
.-“Julia deberías de probar tú
también. Tu marido da unos masajes maravillosos” pronuncié con una sonrisa de
satisfacción y de victoria en mi cara.
Julia totalmente malhumorada
se excusó diciendo que hacía mucho calor y que se metía a dar un baño. No sé si
seré mala persona o qué, pero me alegré de que le sentara mal, ¿cómo creía ella
que me sentía yo de verla coquetear con mi marido?”.
Nada más dejarnos solos Julia
a Damián y a mí, este se reclinó a mi lado sobre mi espalda y me susurró al
oído:
.-“Gracias” pronunció
apartándome el pelo a una mano para decírmelo al oído.
.-“No tienes porque” le dije
sin darle mayor importancia.
.-“Insisto, gracias por
dejarme darte crema” repitió otra vez en un medio susurro, sólo que ahora más
cerca aún de mi nuca a la vez que su mano me daba una tímida palmada en el culo
dejándome desconcertada, y dicho esto se incorporó para meterse en el agua en
busca de su mujer, supongo que con la intención de reconciliarse con su esposa
por cuanto acababa de suceder.
Pero a mí, sus palabras y su
maniobra me dejaron sin saber muy bien que es lo que quería haberme dicho,
aunque tampoco quise darle mayor importancia. Por suerte al poco llegaron los
chicos poniendo paz y tranquilidad en mi mente. La mañana transcurrió sin
novedades y pronto marchamos todos a comer.
Por la tarde de nuevo a dar
una vuelta por el pueblo y de regreso al camping una vez más mi hijo quiso
quedarse a jugar con la animación infantil. Mi marido desistió pues alegó estar
cansado y marchó directamente a dormir, así que tuve que quedarme una vez más
con mi chaval. A decir verdad no me importaba en absoluto, esperaba ansiosa el
momento en el que quedarme a solas con Damián y poder conversar de temas de
adultos como hacía tiempo no podía charlar.
Esta vez Julia estuvo con
nosotros un rato, supongo que porque era sábado a la noche, y aunque todos los
días transcurrían igual, esperaba algo distinto de su esposo. Durante este
tiempo la conversación era un poco fría y excesivamente correcta, todos
aguantamos la compostura, hasta que algo entrada la noche Julia dijo que se
retiraba a dormir. Se percató que Damián, su marido, prefería mi compañía a la
suya, y aceptó la derrota dignamente retirándose a descansar. Damián continúo
con una conversación amena y distendida hasta que con el tercer gin tonic quiso
saber...
.-“¿Qué tal con tu marido tras
lo de esta mañana?” preguntó como quien no quiere la cosa.
.-“Qué te voy a contar, más de
lo mismo” dije con cierto aire de resignación que enseguida advirtió Damián.
.-“¿La cosa no mejora?”
preguntó deduciendo de mis palabras anteriores que necesitaba desahogarme.
.-“Al revés, cada día estamos
más distantes” le confesé. Damián esta vez fue prudente y permaneció en
silencio a la espera de mis palabras. Como hombre observador intuía que yo
tenía ganas de explayarme.
.-“Hace casi más de un año que
no tenemos relaciones, y yo ya no sé qué más hacer para llamar su atención”
pronuncié bajando la mirada al suelo.
.-“Eso es mucho tiempo para
una pareja tan joven como vosotros” pronunció con la intención de dejarme
continuar hablando.
.-“Para mí al menos lo es” confesé
mientras daba otro sorbo a mi copa.
.-“¿Y qué piensas hacer?”
preguntó de nuevo.
.-“Te juro que no lo sé” dije
a punto de echarme a llorar.
Se hizo un breve silencio
entre los dos.
.-“No sé qué puedo hacer. Te
prometo que me desnudaría en medio de la playa o donde fuera a ver si se daba
cuenta de una maldita vez que necesito me eche un buen polvo. No entiendo cómo
puedo ser tan invisible ante sus ojos. ¡Y encima se enfada!!!” dije
encolerizada por la situación.
.-”Bueno…”pronunció ahora Damián
en un tono más jocoso queriendo romper la tensión del momento “...si vas a
hacer eso avísame cuando lo hagas porque no quiero perdérmelo” apuntilló, y
ambos rompimos a reír con risa floja.
.-”Pero mira que eres tonto”
le dije abrazándome a su brazo y agradeciendo sus palabras entre risas de
complicidad que se apagaron en un breve silencio.
Ambos dimos un trago a
nuestras respectivas copas y luego hábilmente Damián desvió la atención a otros
temas de conversación más amenos y distendidos. Poco tiempo después finalizaba
la animación infantil y ambos recogíamos a nuestros chavales para ir a la cama.
El domingo me desperté la
última, como siempre, sólo que esta vez no ví a Damián en su silla leyendo el
periódico. No sé por qué me sentí mal porque él no estuviese allí. Era como si
necesitara de su presencia para seguir adelante con mi plan. Recogí todos los
bártulos como de costumbre, y esta vez a la hora de ponerme el bikini y
contemplarme desnuda frente al espejo no tuve fuerzas para atreverme a continuar
con mi propósito. Estaba cansada de pelear por la atención de mi marido, debía
admitirlo y resignarme, la monotonía había ganado. Supuse que mi vida marital
se reduciría a cuidar lo mejor que supiera de mi hijo y poco más, y aunque
siempre me había gustado disfrutar del sexo con mi marido, debía desterrar esa
idea de mi cabeza.
Llegué a la playa alicaída. Mi
marido jugaba con los niños bajo la eterna compañía de Julia. Me alegré de ver
a Damián con su periódico tumbado bajo su sombrilla al lado de la nuestra. No
sé porque su compañía me transmitía buenas vibraciones y me alegraba el día.
Sin duda conocerlo era lo mejor que me había pasado en estas vacaciones que
para nada estaban resultando como había imaginado.
Saludé a mi marido y a Julia
sin mucho afán, mientras dejaba mi bolsa de la playa bajo la sombrilla. Ambos
se alegraron al verme con un bikini normalito. Pude ver la cara de satisfacción
en el rostro de mi esposo al optar por esa prenda. En esos momentos mi sexto
sentido de mujer me advertía de que estaba perdiendo la batalla conmigo misma.
Le dediqué unas pocas palabras
a Damián de cortesía y comprobé la mirada desilusionada del abuelete compañero
de sombrilla, que ahora solo tenía ojos para Julia, quien como todos los días
seguía practicando top less en todo momento a la vista de todo el mundo
incluido mi marido. Todo a mi alrededor me resultaba apático y decadente. Todo,
absolutamente todo. Como en días anteriores lo mejor que podía hacer era dejar
pasar la mañana y tumbarme a tomar el sol.
Me cuesta poco quedarme
adormilada en la playa, fue mi hijo quien me despertó para decirme que se iba
de nuevo con su papi y su amigo a la zona de juegos de la playa. Como no, mi
marido y Julia marchaban con los peques a acompañarlos. Mientras se perdían en
la distancia traté de convencerme a mí misma que desde luego mi esposo era un
padre ejemplar, y que como tal se merecía todo mi respeto. Me auto justifiqué
del sacrificio al que debía someterme para conservarlo, en el fondo tan solo
era renunciar a una parte de nuestras vidas como es el sexo. Me dije a mi misma
que no debería ser tan trascendente en mi vida y que debía darle más
importancia a otras prioridades.
Pensaba en todo ello cuando de
repente pude ver en la distancia como mi esposo agarraba a Julia de la cintura
en un gesto de complicidad que desde luego hacía tiempo no tenía conmigo. Era
como si se creyese que ya no los seguía con la mirada y desvelase en tan
sencillo gesto las intenciones que tenía para con Julia.
Me quedé embobada por un
tiempo tratando de asimilar la escena. No podía entender como mi marido apenas
se rozaba conmigo y en cambio era capaz de agarrarse a Julia por las caderas.
Su mano se perdía justo en el límite entre decir que la abrazaba de la cadera o
le tocaba el culo. No me lo podía creer.
“¿No tendrán un lio?” pensé.
“No, no puede ser” me rebatía mentalmente. Mis pensamientos luchaban unos con
otros. “Mi marido es tan calzonazos y mirao que no se atrevería a ponerme los
cuernos. Ya pero...¿y ella?. ¿Se atrevería esa bruja a llevárselo a la cama?”.
A ella si la veía capaz de eso y mucho más. “Seguro que lo engatusa, y él como
el panolí que es, seguro que cae en sus redes”, pensaba malhumorada tumbada en
la toalla sin saber que pensar por lo que acababa de ver.
Para colmo Damián no estaba
allí, seguramente se había ido a pasear. Hubiera deseado que él también hubiese
visto la escena para aconsejarme qué es lo que debía hacer llegado el caso.
Mi cabreo iba en aumento al
igual que mi temperatura corporal. Mis pensamientos me calentaban la cabeza de
la misma forma en que el sol calentaba mi cuerpo. Todo se me hizo insoportable
y decidí darme un chapuzón en el agua para refrescarme y serenar mis
pensamientos. La mano de mi esposo en la cintura de Julia martilleaba mi mente
una y otra vez, llegando a obsesionarme.
Nadé, nadé mar adentro hasta
cansarme, como si al agotarme físicamente mi cabeza se cansase también de
pensar locuras y tonterías. De regreso a la orilla pude ver que todos los demás
habían vuelto de su pequeña excursión. Ahora Julia y mi esposo permanecían
tumbados en sus respectivas toallas y era Damián quien controlaba con los pies
en el agua a los chicos que jugaban en la orilla inagotables.
El agua aún me cubría el
cuerpo cuando pude ver que por la orilla de la playa paseaban justo enfrente de
nuestras sombrillas un grupo de unas seis o siete veinteañeras todas ellas en
top less. Tenían pinta de guiris, jóvenes, con buen tipito, tanto que incluso a
mí me llamaron la atención. “¿Quién no tiene buen tipo a esas edades?” pensé
mientras las veía pasar. Todos los hombres se giraban al verlas caminar, desde
luego eran un espectáculo, y así parecían quererlo las chavalillas a las que
les gustaba lucirse. Resultaba patético las miradas de algunos hombres casados a
las chiquillas. Pero lo que más me llamó la atención es que mi marido incluso
se incorporó de la toalla para contemplarlas alejarse. Aún en la distancia pude
ver como se fijaba en la más atrevida de las chiquillas que además de mostrar
unos senos grandes y turgentes, lucía un tanga de hilo en su parte posterior.
De no ser por tan diminuta prenda se diría que paseaba desnuda. Desde luego
entre ellas se producían risitas y comentarios de adolescentes al ver las
situaciones que provocaban en los hombres a su paso.
Una vez se alejaron las
muchachas pude ver que la mirada de mi esposo se cruzaba con la de Damián como
buscando su aprobación, y en cambio este le recriminaba con su mirada su
actitud infantil que acababa de demostrar mirando tan descaradamente a las
chavalillas. Confirmándome una vez más que él si era un caballero en el que se
podía confiar, y no un pichafloja como resultaba ser mi marido.
Pero sobretodo, lo que más me
indigno, era el detalle de que para ver a esas chiquillas se había incorporado de
la toalla e incluso girado hasta que su corta vista las perdió en la distancia
sin ningún tipo de pudor o miramiento. Seguramente se creería que no lo estaba
viendo y aprovechó para mirarlas descaradamente, a la vez para satisfacción del
ego de las chiquillas. Bueno pues bien, yo también tenía mi propio ego. Debía
darle un escarmiento a la vista de todos cuanto podían haber contemplado la
escena. Su comportamiento no me dejaba bien parada ni frente a Damián ni frente
a la pareja de ancianos que observaban todo como si de una telenovela se
tratase.
No sé por qué lo hice pero lo
hice. Esa mañana llevaba un bikini de esos de triangulitos tanto en la parte
inferior como en la parte superior. Desaté los nudos a la espalda del top
desnudando mis pechos, y comencé a andar hacia la orilla con la ligereza que me
dió la rabia del momento hasta donde estaba mi marido.
Llegué totalmente encorajinada
hasta las sombrillas sorprendiéndolos a todos con mi presencia. Decidí jugar
con cautela mis cartas de mujer, yo también sé ser puta ante la estupidez de mi
marido.
.-”Hola” saludé a mi marido
como si tal cosa nada más llegar. Este se quedó de piedra al verme llegar con
los pechos al aire. Su cara de desaprobación fue mi satisfacción. Como era de
esperar no dijo ni “mu” y calló resignado.
Mientras me tumbaba pude ver
de reojo como mi esposo miraba a Damián cuestionando mi actitud y como éste le
respondía con la mirada algo así como “donde las dan las toman”.
Menos mal que Damián estaba
siempre ahí para respaldarme en mis decisiones, su mirada terminó por reprimir
a mi esposo de hacerme ningún comentario al respecto.
Por mi parte nada más tumbarme
en la toalla comencé a morirme de la vergüenza. “Dios mío ¿pero qué he hecho?”
me repetía una y otra vez al tiempo que comenzaba a extenderme crema por todo
el cuerpo tratando de disimular mi bochorno. Era la primera vez en mi vida que
enseñaba los pechos. Nunca había practicado top less y la verdad es que me
estaba costando. Me hubiera gustado cubrirme cuanto antes de no ser por el
silencioso dialogo que se producía en las miradas cruzadas entre Damián, mi
marido y yo.
Mi esposo me miraba como me
daba las cremas por el cuerpo con los pechos al aire, perplejo, y sin atreverse
a decir palabra. De vez en cuando miraba a Damián evidenciando su consternación
como buscando cierta complicidad entre los dos hombres. Pero Damián cada vez
que era observado por mi marido le sonreía como devolviéndole la jugada por
cada vez que él miraba a su esposa Julia, y acto seguido me miraba a mí y me
sonreía sabedor de que eso enfadaba tanto más a mi esposo.
Yo en cambio me deleitaba
contemplando a los dos gallitos. La consternación que disimulaba mi marido me
ayudaba a permanecer en mi decisión, y por qué no decirlo, por otra parte, me
gustaba ser observada por Damián. Lo malo es que al igual que Damián otros
hombres aprovechaban a mirarme, o al menos así me lo parecía, y esto hacía que
mi estupor también aumentase.
Así que decidí tumbarme un
rato boca abajo en la toalla, no sin antes contemplar la cara de salido que
ponía el ancianito de enfrene al verme los pechos desnudos esta vez sin ningún
descuido.
A lo largo de la mañana me
tumbé un par de veces más boca arriba, y otro par de veces más boca abajo.
Durante este tiempo mi marido apenas me dirigió la mirada, mientras que siempre
que cruzaba la mirada con Damián este me estaba contemplando. Unas veces
advertía un gesto de aprobación y complicidad en sus ojos, pero he de decir que
otras veces me parecía notar cierto deseo y algo de lujuria en su mirada.
Ya casi a la hora de regresar
al camping me cubrí los pechos dando por finalizado el espectáculo. La mañana
había sido cuando menos entretenida. Recuerdo que como todas las mañanas, al
llegar a las duchas comunitarias los pechos me ardían por haber estado
expuestos al sol por primera vez en mi vida. Ni tan siquiera el agua de la
ducha lograba calmar el calor que desprendían. Esa mañana me demoré mucho más
de lo habitual bajo la ducha, como si el agua tuviese que arrastrar mi poca vergüenza
y el pecado cometido.
La tarde trascurrió como
siempre, salvo que apenas intercambiaba monosílabos con mi esposo.
De vuelta por la noche a la
caravana más de lo mismo. Cuando llegó la hora de permanecer a la animación
infantil estuvimos los cuatro adultos vigilando el juego de los chicos. La
conversación era en todo momento correcta, distendida y amena. Cada vez que uno
realizaba un comentario irónico otro se encargaba enseguida de rebajar la
tensión. Era como un pacto no escrito entre los cuatro. Lo único reseñable de
esa noche es que Julia comentó que la tarde noche del siguiente sábado
podríamos salir a cenar los cuatro juntos con los chavales para celebrar el
cumpleaños de su hijo, pues este le había pedido que fuese nuestro chaval, a lo
que a todos nos pareció una buena idea pensando que podría sentarnos bien una
salida conjunta de ese tipo. Promovidos sobre todo por el buen rollito de esa
misma conversación, y pensando en lo bien que se lo pasarían nuestros hijos.
Como en otras ocasiones Julia
y mi esposo marcharon primero a la cama y nos quedamos Damián y yo charlando
como de costumbre. Tomamos nuestros gin tonics, tres o cuatro esta vez.
Hablamos de todo un poco y de nada en concreto, hasta que no sé por qué se me
ocurrió decir…
.-”¿Has visto la cara que ha
puesto mi marido esta mañana al verme salir del agua con los pechos al aire?”
le pregunté a Damián con intención de comentar lo sucedido.
.-”Si era todo un poema”
pronunció entre risas contenidas.
.-”Se lo tiene bien merecido”
afirmé fingiendo estar enfadada.
.-”La verdad es que no
entiendo a tu marido” dejó caer Damián al hilo de la conversación.
.-”¿Por qué?” le pregunté por
preguntar.
.-”No sé, una mujer tan guapa
e inteligente como tú, atractiva, fresca, dispuesta a entregarse… y en cambio
él...” no concluyó la frase, como si no quisiera continuar desvelando sus
pensamientos.
.-”Es un imbécil” concluí yo
la frase por él.
.-”Eso es” dijo él “es un
imbécil”, y dicho esto chocó su copa con la mía a modo de brindis y desvió el
tema de conversación, hasta que terminó la animación de los pequeños, y fuimos
todos a la cama. Al llegar a nuestras respectivas parcelas, y justo antes de
despedirnos, mientras Damián me daba los dos besos de buenas noches, me dijo
mirándome inquieto a los ojos:
.-“Estabas espectacular esta
mañana en la playa”. Francamente me sorprendieron sus palabras a destiempo, me
esperaba un “buenas noches” o algo parecido y no su halagador comentario.
.-“Gracias” respondí como una
tonta sin saber que podía decir a sus palabras antes de introducirme en la auto
caravana.
Era ya lunes a la mañana, y de
nuevo me desperté la última, se había convertido ya en rutina durante estas
vacaciones. Como en días anteriores el desayuno ya estaba puesto y las ventanas
abiertas para ventilar. Me hubiese gustado ver a Damián en su parcela pero no
fue así. A la hora de elegir bikini no tuve mucha opción pues la braguita del
día anterior permanecía húmeda. No me acordé de ponerla a tender, así que sin
mucho entusiasmo no tuve otra que ponerme el tanga.
Lo cierto es que no estaba muy
convencida. No sabía qué hacer, dudé de porqué había comprado semejante prenda,
hasta que encontré dentro de mí las razones por las que enfrentarme a la
situación. “Vamos Sandra” me decía mentalmente a mí misma...”en el fondo ya has
enseñado los pechos y el culo, así que no hay nada nuevo por mostrar”, “No seas
cobarde” o “tienes que atreverte” eran frases que me repetía tratando de
autoconvencerme. “Valor y al toro”. Y antes de que pudiera arrepentirme terminé
de prepararme y salí pitando en dirección a la playa.
Cuando llegué a la orilla del
mar pude ver a mi esposo, mi hijo, a Julia, y al hijo de Julia, pero ni rastro
de Damián. Debo confesar que me quedé algo decepcionada, pues esperaba encontrármelo
ya en la playa. Su sola presencia me alegraba el día.
En esos momentos Julia estaba
dándoles cremas a los chicos que jugaban alegres con la arena y el agua. Pero
para mi sorpresa, antes de que yo llegase, y sin petición alguna por parte de
mi marido, Julia agarraba un bote de crema solar y procedía a expandir parte de
crema a mi esposo por la espalda. Creo que se dio cuenta de mi llegada y
trataba de devolverme la jugada de ayer con su marido. Al principio lo hizo por
los hombros y luego fue bajando poco a poco por la espalda, hasta untarlo
también por las piernas a dos manos. Cuando acabó por la parte de atrás le
pidió a mi esposo que se diese la vuelta. Ella estaba arrodillada a sus pies, y
comenzó a darle crema a mi marido por la parte delantera de sus pantorillas,
subió por los muslos, y para mi consternación se atrevió a meter las manos
levemente por debajo de la tela del pantaloncito del bañador de mi esposo, el
cual ponía en esos momentos una cara de bobalicón inaguantable.
Ver a esa vieja pendeja a los
píes de mi esposo, con sus pechos al aire acariciando de esa manera al
pasmarote de mi esposo, hizo que me hirviese la sangre por dentro. Reconozco
que la que estaba celosa a más no poder en esos momentos era yo. Y para colmo
pude ver como ella le rozaba como quien no quiere la cosa los pechos a la
altura de las rodillas de él, que se dejaba hacer encantado de la vida.
“Con que esas tenemos ¿eh?,
pues se van a enterar” me encabrité en la distancia, y nada más llegar me
despojé del pareo, dejé mi bolsa bajo la sombrilla con la intención de que mi
marido se fijase bien en mi tanga. Miré de reojo para regocijarme en la cara de
incredulidad que puso mi esposo antes de que me dispusiese a quitarme la parte
superior del bikini y quedarme medio desnuda a la vista de todo el mundo,
incluidos él y Julia.
Antes de que pudiera dejar
todo en el bolso y girarme para ver sus caras, escuché como mi marido le decía
a Julia que ya tenía bastante crema y malhumorado por la situación, le proponía
a los dos chavales marchar a la zona de juegos sin dirigirme siquiera la
palabra. Por lo que antes de que me acomodase en la toalla estaba sola y medio
desnuda en medio de la nada. Para más inri, me tuve que aguantar las miradas de
la parejita de ancianos antes de tumbarme, sobre todo la de él.
Me tumbé boca abajo, con ganas
de hundir mi cara en la arena y que la tierra se me tragase allí mismo. Me
sentía mal, sucia, sola y avergonzada conmigo misma.
Casi rompo a llorar en
silencio con la cara contra la toalla por cómo se estaban sucediendo las cosas.
Todo iba de mal en peor...
.-”Hola” interrumpió mis
pensamientos la voz de Damián.
.-”¿Dónde están todos?”
preguntó sorprendido de no ver a nadie y sentándose a mi lado en una esquina de
mi toalla al verme sola entre las dos sombrillas.
.-”Ooh Damián, menos mal que
estás aquí” dije nada más verlo y me abracé a él en busca de consuelo.
.-”¿Qué ha pasado?” preguntó
Damián al verme tan desconsolada. Pero yo era incapaz de responder a sus
palabras, únicamente tenía ganas de continuar abrazada a su cuerpo. Necesitaba
de su presencia más que de sus palabras.
Damián percatándose de la
situación respetó mi silencio y tan solo acertaba a mover sus manos en mi
espalda de abajo arriba en señal de consuelo.
.-”Vamos mujer, seguro que no
es para tanto” susurró tratando de consolarme imaginando de qué iba el tema.
Yo permanecía abrazada a él
sin decir palabra. Estaba confusa.
.-”Seguro que todo se puede
explicar” pronunció al tiempo tratando de que no se prolongase un silencio
incómodo entre los dos.
Poco a poco mi mente fue
recobrando la serenidad, y tras el estallido de sentimientos fui retomando la
entereza. No sé en qué preciso momento me percaté de que al estar abrazada a
Damián mis pechos desnudos quedaban aplastados contra el torso de aquel hombre
que ahora me consolaba. Pese a lo que hubiera pensado durante toda mi vida, la
sensación me era agradable. Sin duda, notar el contacto entre mis senos
desnudos y el pecho de ese hombre me parecía fascinante.
Poco a poco le conté lo
sucedido, mientras permanecía abrazada a su cuerpo. Me sentía bien en sus
brazos, con su contacto, al tiempo que me desahogaba narrándole lo sucedido.
.-”Tranquila mujer” me dijo
mientras continuaba moviendo sus manos en mi espalda, “todo está saliendo
bien”, concluyó.
.-”¿Cómo puedes decir eso?”
esta vez me separé de él al escuchar sus palabras.
.-”Yo creo que marcha por buen
camino, tu marido por lo menos ha reaccionado. Piensa que hasta la fecha se
había mostrado indiferente. Yo creo que una vez se le pase la fase de malhumor,
entrará en la fase de deseo, seguro” argumentó esta vez con nuestros cuerpos ya
separados.
.-”¿Estás seguro'” le
pregunté.
.-”Estoy completamente
convencido” afirmó mirándome a los ojos. “Recuerda que yo ya he pasado por
eso”. Y tras un breve silencio dijo….
.-”Oye, tengo una idea. ¿Por
qué no me das cremas?. Seguro que Julia y tu esposo están al llegar” sugirió al
tiempo que me guiñaba un ojo, como queriéndoles devolver la jugada.
Yo acepté encantada.
Ahora era Damián quien se
tumbó en su toalla boca a abajo y yo le extendía crema por la espalda sentada
al lado suyo.
.-”Tienes unas manos
deliciosas” dijo mientras le daba crema por los hombros.
.-”Gracias” pronuncié
agradeciéndole el cumplido.
Efectivamente al poco tiempo
llegaron Julia y mi esposo con los chicos. A poco se le salen los ojos de sus
órbitas al tontorrón de mi esposo de verme con los pechos al aire, en tanga,
medio desnuda dándole cremas a otro hombre que no era él. Pude verlo en su
mirada, los celos lo estaban deborando por dentro.
“¿Pero es que no te das cuenta
que todo esto lo hago para provocarte?,¿No te das cuenta que necesito que me
pegues un buen polvo'” le decían mis ojos mientras le aguantaba la mirada al
estúpido de mi esposo.
.-”Será mejor que les des
crema a los chicos” argumentó mi marido como excusa para que dejase de darle
crema a Damián. “Llevan mucho tiempo al sol”, y tras decir esto llamó a nuestro
hijo para que le extendiese crema.
Damián tenía razón en una
cosa, que todos estos juegos le estaban sentando mal a mi marido.
Salvo eso, y como en el resto
de mañanas yo caí medio adormilada tumbada al sol. Debo reconocer que ese día
me costó menos acostumbrarme a mi “desnudez”. Es más, me agradó sorprender las
miradas furtivas de Damián a mi cuerpo, y las miradas encolerizadas de mi
esposo. Tampoco me importaba ya que mi octogenario admirador me mirase
descaradamente, de alguna forma me animaba a continuar en mi nueva actitud,
pues su mirada llena de deseo ayudaba no sé cómo a desinhibirme aún más. Era
como ese testigo imparcial y necesario para corroborar los hechos de justicia.
La mañana transcurrió dentro
de una relativa normalidad. Con el paso de las horas disfrutaba cada vez más al
ver a mi marido encolerizado. ¿Cómo creía él que me sentía yo?. Me gustaba
recetarle su propia medicina. Cuanto más exhibía mi cuerpo a los presentes más
cabreado notaba a mi marido. Así que me lo tomé como un juego. Creo que incluso
el hasta ahora despistado de mi marido pudo apreciar las miradas que me
lanzaban otros hombres, incluido mi admirador octogenario. Pero sin duda lo que
más le fastidiaba era sorprender a Damián mirándome.
Lo que nunca lograré entender
de mi esposo es con que derecho se creía él que podía mirar a otras mujeres, y
sin embargo no dejar que otros hombres me mirasen a mí. Él, que presumía de ir
a misa los domingos, dónde se dejó eso de “no desearás a la mujer de tu
prójimo”, o lo de “no hagas a otros lo que no quieras para tí”, pues que se
aplicase el cuento porque “donde las dan las toman”. Yo estaba dispuesta a
darle “ojo por ojo, y diente por diente”.
El caso es que la mañana se me
pasó volando entre unas cosas y otras, y cuando llegó el momento de las duchas
no pude evitar recordar la sensación de estar abrazada a Damián con los pechos
desnudos. El contacto entre nuestros cuerpos hizo que a la hora de enjabonarme
el cuerpo no dejara de acariciarme yo misma los pechos una y otra vez tratando
de rememorar lo sucedido esa misma mañana en la playa. Por suerte no había
mucha gente a esas horas y el pequeño habitáculo de las duchas comunitarias me
proporcionaba cierta intimidad. En un último vistazo al resto de duchas antes
de cerrar los ojos pude comprobar que apenas dos compartimentos más estaban
ocupados al principio. Creí tener la intimidad suficiente como para dejarme
llevar por mis pensamientos. Esta vez cerré los ojos concentrándome en la
sensación que me produjo el contacto del cuerpo de Damián a la mañana. Sin
querer mis manos se deslizaron desde mis pechos hasta mi pubis sin dejar de
concentrarme en el instante del roce con su piel. Absorta en mis pensamientos
mis dedos comenzaron a juguetear con mi clítoris.
Recuerdo que escuché las voces
de otras mujeres provenientes de los primeros compartimentos, lo cual me hizo
caer en la cuenta de que me estaba masturbando en un sitio público. Me dió
igual, a mi cuerpo ya no lo paraba nadie. Es más, añadió cierto morbo a mis
sensaciones. Mi cuerpo era un estallido de experiencias en esos momentos.
Un primer dedo se abrió camino
entre mis labios más íntimos. Ahora, mientras con una mano me acariciaba los
pechos con la otra torturaba mi clítoris al tiempo que de vez en cuando me
introducía algún dedo en mi vagina.
El momento era increíble.
Hacía tiempo que no me corría, bien porque no hacía el amor con mi marido, pero
también porque tampoco tenía por costumbre masturbarme, así que cuando mi
cuerpo estalló de gusto tuve que taparme yo misma la boca con la mano para no
gritar, y para colmo, en la locura de mis movimientos compulsivos desplacé el
monomando de la ducha de caliente a fría, por lo que un chorro de agua helada
cayó sobre mi cuerpo sacando un alarido que ni tapándome la boca con la mano
pude contener.
Cerré la ducha y abrí los ojos
cuando me recuperé del pequeño momento de satisfacción que acababa de vivir
para mi sola, pero…
¡¡No!!, ¡¡aquello no podía ser
verdad!!, ¡¡No!!, ¡no!, ¡no!, y mil veces ¡no!.
Al abrir los ojos me tuve que
ver a Julia observándome desde el habitáculo de enfrente totalmente sorprendida
y sin saber muy bien que pensar de lo que veía.
Yo creí morirme de vergüenza.
“¿Me habría sorprendido masturbándome?”, “¿me habrá pillado?”, “¿ qué es lo que
ha llegado a ver?”, ¿desde cuándo está ahí?”, se torturaba mi mente sin poder
pensar en otra cosa. “
Fueron tan solo unas décimas
de segundo que a mí se me hicieron eternas. Nunca en mi vida me había visto en
situación tan comprometida. Sin duda era lo peor que podía sucederme. Ante la
pasividad de Julia observándome y tratando de salir del lío, tan sólo atiné a
decir:
.-”Me gusta acabar las duchas
con un chorro de agua fría, no sabes lo bien que me sienta” pronuncié tratando
de disimular ante situación tan bochornosa.
.-”Ya”, exclamó ella con cara
de pocos amigos dándose la media vuela para continuar con su ducha sin creerse
del todo mis palabras.
Ni que decir tiene que me
envolví en la toalla y salí de allí a toda prisa sin percatarme muy bien de lo
que cogía o dejaba de coger en mis manos.
Esa tarde desperté la primera
de la siesta, salí fuera de la caravana a tomarme un café. Esta vez era Julia
la que estaba sentada en su parcela.
.-”Tengo una cosa para ti”
dijo nada más verme, y acto seguido se dirigió al interior de su caravana
perdiéndola de vista.
Yo me preguntaba que podía
ser. No sabía si pensar bien o mal de ella, o con qué podía venirme esta vez.
Además me costaba mirarla a la cara pues todavía estaba muerta de vergüenza por
el episodio de las duchas.
.-”Ten” dijo tendiendo su mano
nada más regresar mostrándome entre sus dedos el top y el tanga de mi bikini.
Yo la miré estupefacta.
.-”¿Es tuyo no?. Te lo dejaste
esta mañana en las duchas” dijo para mayor de mi vergüenza.
No dije palabra, tan sólo lo
cogí en mis manos y me dispuse a guardarlo.
La situación resultó entre
humillante y bochornosa. Tanto que esperé a que Julia marchase para salir de
nuevo.
El resto de la tarde más o
menos como siempre, paseo y picoteo por los bares, y de regreso un ratito en la
terraza del camping para que nuestro hijo jugase con su nuevo amigo.
Esa noche mi marido y Julia se
quedaron un poco más con nosotros que otras veces, así que estuvimos charlando
los cuatro juntos de manera distendida, lo que ayudó a relajar la situación y
que todo fluyera de forma más natural. Es más, fue en Julia en quien noté
cierto cambio de actitud, cuyo acto se reflejó en mi esposo. Estaba como más
agradable conmigo. Incluso en una de las veces en que mi marido forzó un
comentario irónico en la conversación sin venir mucho a cuento, acerca de mi
práctica de top less, fue la propia Julia quien salió en mi defensa
argumentando las bondades que tiene la incidencia directa del sol sobre los
pechos de una mujer. Que si son centro de producción de melatonina, que si
estimulan y ayudan la producción de vitamina B, y no sé cuántas cosas más por
el estilo que parecía argumentar en su propia defensa justificándose ante su
esposo, y no como si estuviese defendiéndome a mí frente a mi marido.
El caso es que salvo ese
pequeño comentario lo pasamos bien los cuatro. Se puede decir que por primera
vez hubo buena sintonía entre nosotros. No sé en qué momento de la conversación
y bajo que pretexto, mi marido le sacó el compromiso a Damián de que bajase a
la playa a las mañanas y no se quedase solo en el camping como los primeros
días, hecho que a mí me agradó de sobremanera, y que también pareció agradar a
Julia. Yo la verdad no sé a qué podía deberse tanto cambio de actitud en esa
mujer en tan poco tiempo. El caso es que la noche transcurrió amena, y cuando
acabó la animación infantil marchamos todos juntos a la cama.
Ya era martes cuando desperté
a la mañana siguiente. Todo transcurría en una nueva rutina. Me desperté sola,
a media mañana, con el desayuno ya preparado, las ventanas abiertas para ventilar...miré
por la ventana para comprobar que no estaba Damián en su silla leyendo el
periódico. Me alegré de que fuera así y de que estuviese esperando en la playa,
pues no sé por qué esa mañana me había despertado llena de energía y desde
luego con ganas de seguir adelante con mi plan. Consideraba que estaba saliendo
bien. Si mi marido no se fijaba en mí pues que le íbamos a hacer, pero al menos
yo sí me sentía mejor conmigo misma por atreverme a muchas cosas que antes ni
siquiera me había planteado. Era motivo de satisfacción personal haberme
decidido a lucir cuerpo. Desde luego tenía motivos para hacerlo y sentirme
orgullosa. Así que esa mañana tuve muy claro como tomaría el sol. De nuevo en
tanga y top less, y a disfrutarlo.
Al llegar a la sombrilla se
repitieron las miradas y recelos de otros días, pero como si la costumbre
limase las asperezas al poco tiempo todo transcurrió con mucha más normalidad y
naturalidad que en días anteriores. Era como si todos hubiésemos asumido el
roll que nos tocaba dada la situación.
Conforme pasaba la mañana yo
me encontraba más a gusto conmigo misma. Poco a poco fuí perdiendo la vergüenza
de ser observada por otros. No necesitaba tanto del refugio de la sombrilla, ni
de estar tumbada en la toalla. Me atrevía a pasear, jugar con mi hijo en la
orilla, e incluso no me importaba el roce con otros cuerpos de gente que
paseaba despistada por la orilla, sobre todo leves contactos con otros hombres
que retenía en mi memoria.
Esa misma naturalidad que
ahora me envolvía a mí, parecía que también tendía su manto sobre el resto de
personajes de estas vacaciones. La cosa fue suavizándose poco a poco
estableciéndose una nueva rutina.
Hablando de rutinas, a la
tarde más de lo mismo, paseo, tapeo, y velada en la terraza del bar el camping
con nuestros nuevos amigos. Al igual que en las noches sucesivas Julia y mi
esposo aguantaron hasta el final de la animación y marchamos los seis juntos,
contando con los peques, a la cama.
Así transcurrirían ese mismo
martes, miércoles, jueves y viernes de la semana.
El miércoles a la mañana en la
playa Julia se mostraba mucho más cercana a mí, conversaba conmigo sin
reticencia alguna, tomábamos el sol juntas y charlábamos de nuestras cosas de
mujeres. Comentábamos alguna revista del corazón, criticábamos a nuestros
maridos, y sobretodo nos burlábamos del octogenario admirador que parecía no
haber visto hoja verde en su vida.
Me alegré de que la cosa fuera
así y transcurriese por estos nuevos derroteros. Mejor de amigas que de
enemigas. Desde luego las vacaciones estaban siendo bastante mejor de lo
esperado, y si bien la cosa con mi esposo no mejoraba, al menos yo si estaba
experimentando un cambio en mi vida. Me sentía mucho mejor conmigo misma por
atreverme a hacer cosas que hacía tan solo unos días me parecían imposibles. En
mi vida creí que pudiera atreverme, pero lo cierto es que me ayudaron a
conocerme mejor, a sentirme mucho más a gusto con mi cuerpo, y en general a
disfrutar mucho más de la vida.
En cuanto a mis necesidades
sexuales las mitigaba como buenamente podía. Aprendí a disfrutar de nuevo con
mi imaginación, buscar y soñar con situaciones mucho más morbosas de las que
había imaginado hasta la fecha. Disfrutaba de mi cuerpo y de mi intimidad en
pequeños ratos. En esos momentos venían a mi mente las miradas furtivas en que
sorprendía a otros hombres mirándome con deseo, incluyendo a Damián. Era algo
que se repetía en mis fantasías.
De hecho ese mismo miércoles
volví a masturbarme en las duchas, solo que esta vez tomé las precauciones
necesarias y disfruté lo mío de lo lindo.
A la tarde todo sucedería
según lo previsto, paseo, cenita ligera, y copa en la terraza del bar del
camping.
El jueves podríamos decir que
fue un calco de lo acontecido el miércoles, salvo algún detalle sin
importancia, todo parecía transcurrir como si hubiera sido así de toda la vida,
y tan sólo habían pasado diez días de vacaciones.
El viernes nos despertamos
todos un poco más tristes, sabiendo que nuestras vacaciones llegaban a su fin,
pero a la vez con las ganas de disfrutar al máximo estos últimos días. Aunque
Julia y Damián seguían sus vacaciones en el camping, nosotros el domingo
debíamos regresar a nuestra ciudad.
Durante ese día cada vez que
alguno de los chavales recordaba el trance del domingo, alguno de los adultos
aprovechaba en hacerle caer en la cuenta de que aún quedaba la fiesta de
cumpleaños del hijo de Damián y Julia que celebraríamos el sábado.
Se me pasó la mañana volando.
A lo que quise darme cuenta era el momento de ir a la ducha para luego preparar
la comida.
Una vez en la ducha me
acaricié como en días anteriores. Esta vez solo pensé en Damián durante todo el
rato. A diferencia de otras veces en que se venían a mi mente otras caras y
otros rostros de hombres mirándome con deseo, esta vez solo podía concentrarme
en los momentos vividos con Damián. Sus manos dándome crema, el contacto de mis
pechos con su cuerpo, sus miradas de deseo… hasta que por primera vez fantaseé
con la idea de que me penetrase. Me excitó de sobremanera que su cuerpo pudiera
estar encima mío. Además me lo imaginaba desesperado por gozar de mi cuerpo,
deseoso por gozar con urgencia, y a la vez con la paciencia y la experiencia en
hacerme llegar a un éxtasis descontrolado para mí. Me preguntaba cómo serían sus
besos, cómo se movería, que me haría, me preguntaba hasta el tamaño de su pene,
cómo sería sentirme poseída por él.
Pese a estar en el reducido
habitáculo de la ducha en pie, con el agua cayendo por mi cuerpo desnudo,
alcancé uno de los mejores orgasmos de mi vida pensando en Damián y en todos
los detalles de su cuerpo que podía visualizar en mi mente. Creo que hasta mi
marido advirtió que ese día preparé la comida mucho más contenta que de
costumbre.
Cuando desperté de la siesta
ni mi marido ni mi hijo estaban en la caravana. Tampoco se les escuchaba por
fuera, por lo que deduje habían marchado a la piscina del camping. Me
encontraba tan, tan cachonda de la mañana, que no pude evitar tocarme de
nuevo….
Esa velada del viernes sería
distinta, por primera vez Damián alegó estar muy cansado y retirarse el primero
a dormir. Como Julia y yo comenzamos a hablar de nuestras cosas, que si
vestidos, manicuras, peinados y asuntos del corazón, mi marido enseguida se
retiró también a dormir dejándonos a Julia y a mí al cuidado de los peques.
Recuerdo que yo llevaba mi
segundo gin tonic y Julia su tercer mojito cuando pareció sincerarse conmigo.
Poco a poco la conversación entre ambas tocó temas algo más personales, hasta
que llegado un momento me preguntó:
.-”Dime una cosa... ¿en quién
pensabas el otro día en la ducha?” soltó de golpe y porrazo sin esperarme algo
parecido siquiera.
Yo no supe que decir, me quedé
blanca como una piedra.
.-“Pensabas en mi marido
¿verdad?” dijo para mayor de mis sorpresas.
.-“Co… cómo puedes decir eso”
exclamé algo consternada por sus palabras.
.-“Vamos…no tienes porqué
mentirme, es más….” Esta vez dejó cierto suspense en sus palabras, como
midiendo lo que iba a decir “en cierto modo me parece estupendo” concluyó para
mi sorpresa.
.-“No, no te entiendo” dije
titubeante por lo que acababa de escuchar.
.-“Mira Sandra, te seré
sincera” dijo ahora mirándome a los ojos “me gustaría que tuvieses una aventura
con mi marido” pronunció taxativamente.
.-“¡¿Pero qué dices!?, tú
estás loca o qué, yo nunca haría algo así” exclamé haciéndome la ofendida por
sus palabras a sabiendas de que efectivamente era eso con lo que fantaseaba en
el momento de la ducha.
.-“Vamos Sandra, no te hagas
la tonta, no disimules conmigo, nadie se toca en unas duchas públicas pensando
en lo maravilloso que es su marido, y perdona bonita, pero mucho menos me creo
que tu estuvieras pensando en el tuyo. Ambas sabemos de sobra lo pesao que
puede llegar a ser. Además…,” dijo de nuevo creando cierto suspense tratando de
poner cierto enfásis en lo que iba a decir a continuación, “… yo ya he pasado
por eso” medio susurró a modo de confesión.
.-“¿Qué quieres decir con
eso?” pregunté intrigada por sus palabras.
.-“Deduzco por tu cara de
asombro que Damián no te ha contado nada ¿verdad?” preguntó ahora ella algo
incrédula de mi asombro.
.-“Contarme ¿el qué?” pregunté
yo ciertamente desconcertada.
Julia agachó la cabeza como
avergonzada por lo que estaba a punto de contarme, desde luego no se atrevía a
mirarme a la cara altivamente como hasta ahora.
.-“Sabes…, hace tiempo tuve
una aventura con un amigo suyo. Cuando se enteró Damián nunca me lo perdonó”
pronunció cabizbaja.
.-“No sabía nada” le dije yo
queriendo saber más.
.-“Al principio no podía evitar
pensar en él cada vez que nos veíamos, con el tiempo comencé a tocarme en mis
momentos de intimidad pensando en él, incluso cuando hacía el amor con mi
marido pensaba que era su amigo quien me lo hacía. Hasta que sucedió lo que
tanto tiempo llevaba anhelando que pasase y pasó” dijo alzando la vista para
mirarme de nuevo a los ojos. “Por eso sé perfectamente por lo que estás
pasando” concluyó esperando mi reacción.
.-“Yo no… no” tartamudeaba,
realmente no sabía cómo excusarme, cómo negarle a esa mujer que efectivamente
pensaba en su marido cuando me sorprendió en la ducha.
.-“¿Qué pasó?” reconocí que
estaba intrigada por el desenlace y le corroboré con mi pregunta que Damián no
me había contado nada.
.-“Debo confesarte que aunque
lo estuve haciendo varias veces durante un tiempo con este amigo, al final lo
dejamos. Ambos llegamos a la conclusión que el deseo del uno por el otro era
una cosa, y la vida en pareja otra muy distinta. Él quería a su respectiva
pareja y yo amaba a Damián como esposo. No sé cómo pasado un tiempo Damián se
enteró, discutimos y nos distanciamos como era lógico, pero digamos que me
perdonó….” de nuevo se produjo un breve silencio entre ambas.
.-“¿Y?” quise saber yo.
.-“Bueno me perdonó a su
manera, ya sabes cómo son los hombres, de vez en cuando siempre me lo reprocha”
pronunció como si ya me hubiese contado todo cuanto quería contarme.
Yo la miraba sin saber que
decir ni que pensar. No lograba entender cómo podía una pareja seguir adelante
en esas circunstancias.
.-“¿Quieres saber lo mejor?”
me preguntó ella misma deseando que fuese yo quien se lo preguntase.
.-“¿El qué?” le pregunté
cayendo inocentemente en su trampa.
.-“Nunca me he arrepentido de
lo que hice. Es más, para ser verdaderamente sincera conmigo misma creo que ha
sido la experiencia más maravillosa de mi vida, lo único que siento es que
Damián no lo entienda y ahí es donde entras tú” desde luego era especialista en
crear cierto suspense con sus silencios.
.-“¡¿Yooo?!” exclamé sin
lograr entender que tenía que ver con toda esa historia de cuernos y perdones.
.-“Pienso que para que Damián
lo entienda de verás, y me perdone de una vez por todas, lo mejor sería que él
tuviese una aventura. Así comprendería de una maldita vez que el deseo y el
sexo nada tienen que ver con la convivencia y el matrimonio, y que no hay nada
malo en disfrutar de tu cuerpo con otra persona que no sea tu pareja, que se
trata de satisfacer instintos puntuales, y sin que tuviera que tener mayor
relevancia en el devenir de una pareja” concluyó a la vez que observaba mi
reacción.
Yo me quede estupefacta, de
verdad que no sabía qué podía decir ni qué no debía decir.
.-“Vamos Sandra, ambas nos
sabemos del jueguecito que os traéis ambos entre manos. Desde que te conoció mi
marido no deja de pensar en ti, se le nota a la legua que esta colado por ti”
dijo para mayor de mi sorpresa.
.-“Esta es nuestra oportunidad
perfecta, no la dejes pasar” dijo risueña cogiéndome de las dos manos como si
fuésemos amigas de toda la vida.
.-“¿No entiendo cómo puedes
pedirme algo así?” dije tratando de mostrarme contraria a sus pretensiones.
.-“¿No irás a decirme ahora
que te has atrevido a hacer cuanto has hecho por tu marido? Porque no me lo
creo. Las dos sabemos de sobra que es la primera vez en tu vida que haces top
less en la playa o que luces palmito delante de otros, y todo por mi esposo. En
el fondo sabes que lo haces porque te has propuesto llamar la atención de
Damián y lo has conseguido” concluyó.
.-“¿Tú crees?” pregunté
dubitativa de su última frase.
.-“A Damián se le nota a la
legua que está coladito por ti, y me alegro un montón por ello” pronunció para
seguimiento de mi asombro.
.-“Damián es un buen tipo,
pero no creo que….” traté de justificar su comportamiento.
.-“Claro que es un buen tipo,
el mejor, sin duda, y por eso lo quiero con locura. Por eso precisamente quiero
que disfrute, que entienda y sea feliz. ¿No crees?” dijo tratando de sonsacar
mi consentimiento, que por otra parte no llegaba.
.-“Creo que te equivocas,
Damián no es como tú, es una buena persona. Es altruista y generoso. Un
caballero, atento, educado, cortes, es inteligente y culto, honrado,…” la
sonrisa de Julia aumentaba por momentos mientras yo halagaba a su marido
inconscientemente adjetivo tras adjetivo.
.-“Lo ves…” pronunció
interrumpiéndome “…estoy completamente segura de que hace un montón de tiempo
que no dices nada así de tu propio marido. Ya te lo dije: sé perfectamente por
lo que estás pasando. No dejes que te arrepientas toda tu vida de dejar pasar
esta oportunidad” argumentaba mirándome a los ojos.
Yo ponía cara de asombro al
escuchar sus palabras.
.-“Mira, mañana es el día
perfecto, tras la fiesta de cumpleaños podrás quedarte a solas con mi marido.
Te adelanto que tendrás que dejárselo claro pues estoy convencida de que el muy
tontorrón no se atreverá a dar el primer paso. Tendrás que ser tú quien tome la
iniciativa, ya sabes que llegado el momento de la verdad a todos los hombres
les tiemblan las piernas. Por tu marido no te preocupes, ambas sabemos que no
tolera muy bien el alcohol, ya me encargaré yo de esa parte para que tengas
toda la noche por delante. Sólo espero que valga la pena”, y dicho esto se
incorporó de su silla y se marchó dándome la espalda sin dejarme opción de
rebatir.
Lo cierto es que sus palabras
me hicieron meditar. Debía reconocer que mientras estaba defendiendo a Damián
me encontraba mejor conmigo misma. Tal vez las palabras de Julia me habían
caído como un jarro de agua fría, pero puede que tuviese razón. ¿Y si todo
cuanto había sucedido en estos días no era por salvar mi matrimonio sino por
conquistar y coquetear con Damián?, ¿por qué pensaba sino entonces en él en mis
momentos más íntimos?. En esos momentos todos mis principios se tambaleaban de
repente. Estaba echa un lío.
Aquella noche no pegué ojo en
toda la noche pensando en las palabras de Julia. Mis sentimientos se revolvían
dentro de mi alma. Inquieta, era incapaz de pensar con claridad.
Por suerte el día transcurrió
más o menos como de costumbre, sólo que al llegar a la playa era incapaz de
mirar a la cara de Julia. Tuvo que ser ella quien se acerase a mí para
preguntarme insidiosamente:
.-“¿No piensas quitarte el
top?” cuestionando mi comportamiento de días anteriores. No me quedó otra que
hacerlo con toda la naturalidad del mundo sino quería evidenciar que sus
palabras de anoche influían en mi conducta.
Es más, fue ella quien
transcurrido un tiempo de la mañana me señaló lo siguiente:
.-“¿Has visto?, mi marido no
te quita ojo en toda la mañana” me susurró en uno de los momentos en que
estuvimos codo con codo tumbadas en las toallas.
No quise responderla porque
tenía razón. Hoy se hacía evidente que Damián no dejaba de mirarme.
.-“¿Quieres saber por qué?”
insistió. Yo no quise responder, estaba segura que lo haría ella por mí.
.-“Anoche le dije a mi esposo
que querías acostarte con él” dijo como si nada.
.-“Que tú ¿qué?” la pregunté
ofendida.
.-“Lo que oyes” continuo
diciendo tumbada en su toalla sin inmutarse ni cambiar de posición. “Le dije
que te morías de ganas por acostarte con él. Que ayer te emborrachaste y que me
lo confesaste en un momento de confidencialidad” concluyó la muy bruja.
Ni tan siquiera me dirigió la
mirada cuando me hablaba.
.-“Oye, no tienes ningún
derecho” traté de rebatirle haciéndome la ofendida.
Ahora era ella la que me hacía
señas para bajase el tono de voz. Sin duda comenzaba a llamar la atención de
cuantos nos rodeaban, y lo que menos nos interesaba es que nadie supiese de
nuestra conversación.
.-“No sé cómo te atreves”
traté de hacerle ver lo enfadada que estaba.
.-“¿Acaso no es verdad?” me
preguntó ella.
.-“Noooo” la rebatí.
.-“Quieres que te recuerde
cierto día en las duchas” me susurró ahora para no llamar la atención.
Yo me quedé observando como
nadie podía tener la cara tan dura como ella. Me incorporé de inmediato y
marché a dar un paseo por la orilla. No podía soportar su presencia ni un
minuto más. La muy cerda había provocado un lio de cuidado. Seguro que lo tenía
todo planeado.
A mi regreso del paseo aguanté
la compostura y traté de aparentar cierta indiferencia. Lo último que quería
era amargarle el día a mi hijo con la ilusión que tenía puesta en la
celebración del cumpleaños de su nuevo amigo.
Al fin llegó la noche.
Quedamos en que iríamos a cenar los seis juntos a un conocido restaurante de
esos que tienen zona de recreo infantil y que le encantaba al hijo de Juila y
Damián. Luego iríamos a un karaoke, pues ninguno de nuestros hijos había estado
nunca en uno, y como a ambos les gustaba cantar e imaginarse que eran estrellas
del rock, la idea parecía entusiasmarles.
A la hora de arreglarme opté
por un top negro sin mangas muy escotado que impedía llevase sujetador debajo.
A juego combiné una minifalda también negra con algo de vuelo. Como era verano
y hacía calor, tan sólo llevaba unas sandalias y algún colgante y pulseras para
decorar mi cuerpo. Mi marido tampoco se arregló mucho, unas bermudas, unos
náuticos y una camisa a juego.
Los que me sorprendieron
fueron Julia y Damián pues se arreglaron bastante en comparación a nosotros.
Sobretodo Julia, lucía un espectacular escote en el que dejaba pocas opciones a
la imaginación además de una falda ajustada que marcaba las formas de su
cuerpo. Desde luego a mi marido se le iban los ojos detrás de ella. Damián por
su parte vestía un traje de lino claro con una camisa entreabierta, bastante
elegante.
Todo salió según lo planeado,
cenamos en el citado restaurante, y por suerte los chavales se levantaron
enseguida a jugar en la zona infantil mientras los mayores hablábamos de
nuestras cosas.
Cada vez que Julia rellenaba
la copa de vino de mi marido me miraba maliciosamente, evidenciando que mi
esposo no sería el problema esa noche. Mi marido por otra parte no ponía
inconveniente, pues cada vez que Julia le llenaba la copa esta lo distraía
intencionadamente con su escote. Yo por mi parte era incapaz de mirar a Damián
a la cara muerta de nervios. “¿Qué podría estar pensando ese hombre de mí en
esos momentos?” me preguntaba una y otra vez muerta de vergüenza.
Yo salí algo mareada del vino
y la copa del restaurante, pero sobretodo el que salió perjudicado del salón
era mi marido, se le notaba incluso en la voz. Para colmo, nada más llegar al
karaoke Julia se encargó de que se bebiese un gin tonic y lo sacó a bailar.
No me agradó en absoluto ver
como se agarraba a él bailando, parecía disfrutar manoseándolo. Mi esposo por
su parte estaba en la gloria.
Hubo un momento en que
estábamos las dos parejas bailando, sólo que intercambiadas. Mi esposo con
Julia y yo con Damián.
Me tuve que aguantar al ver
como mi marido deslizaba su mano de la cintura de Julia hasta posarla sobre una
de sus nalgas, tocándole disimuladamente el culo aunque a la vista de todos.
No sé si Damián también lo
vio. Pero lo que es por mi parte, llena de coraje decidí coger la mano de mi
pareja de baile que me rodeaba por la cintura, y guiarla yo misma hasta mi culo
para que también lo viese mi esposo.
Damián me miró sorprendido
pero no apartó la mano de mi culo, todo lo contrario aprovechó para apretarlo
con fuerza entre sus manos.
Fue en esos momentos cuando
Julia decidió que ya había hecho todo cuanto le correspondía en esa fiesta y
alegando cansancio, nos informó a los presentes que regresaba al camping con
los chavales pues ya era tarde para ellos. No sin antes flirtear con mi esposo
para conseguir que la acompañase dejándonos a Damián y a mí solos como era su
propósito.
Desde luego una cosa debía
reconocer: que la tipa sabía cómo manipular a la gente de buenas maneras.
Nada más quedarme a solas con
Damián la situación se tornó tensa. Yo no sabía que podía estar pensando ese
hombre, cuantos pájaros le habría metido su esposa en la cabeza. Lo único que
tenía claro en esos momentos es que me lo estaba pasando bien bailando y quería
que continuase así. No quería que mis vacaciones se acabasen, con todo lo que
eso conllevaba. Adiós a todas mis ilusiones. Le propuse a Damián cambiar de
garito a uno con música donde poder bailar lo que quedaba de noche.
El caso es que estuvimos
danzando toda la noche. Bebimos y reímos. Lo pasamos bien. Hubo algún que otro
roce entre nosotros, pero nada significante, hasta que ya de madrugada cerraron
todos los bares y no tuvimos más remedio que regresar al camping.
Decidimos volver paseando por
la playa. Los zapatos de medio tacón que llevaba empezaban a rozarme, y me
pareció buena idea regresar descalza por la arena.
Caminamos juntos por la orilla
de la playa, Damián me abraza rodeándome con su brazo de la cintura.
Charlábamos y reíamos de tonterías. De vez en cuando las olas alcanzaban
nuestros pies. Comencé a tener algo de frío. Era ya de madrugada y comenzaba a
refrescar. Sobre todo debido al contraste entre el calor de los bares y la
brisa del mar. Yo estaba todavía empapada en sudor. Damián se percató de ello e
hizo alarde de su buena educación.
.-“Hace algo de fresco, si
quieres puedes ponerte mi chaqueta” dijo galantemente. No me defraudó, se le
notaba todo un caballero. Yo acepté que me prestase su prenda. Pude apreciar su
olor envolviéndome y me resultó agradable. Apenas dimos unos pasos cuando
comentó que era una pena que tuviésemos que marchar. Luego me preguntó por lo
mío.
.-“Después de tanto esfuerzo
por tu parte estas vacaciones no han mejorado las cosas con tu marido,
¿verdad?”. Sus palabras sonaron como una invitación a confesarme. El fresco de
la noche despejó por unos momentos mi cabeza, y opté por permanecer en
silencio.
.-“Ophs, lo siento, no sé por
qué te lo pregunto, no tienes por qué contarme nada si no quieres” dijo
entendiendo mi silencio y disculpándose por su metedura de pata al proponer el
tema. Por primera vez en todas las vacaciones lo notaba algo nervioso y torpe
en sus palabras.
.-“No, no, tienes razón, las
cosas no marchan nada bien entre mi marido y yo” me sinceré con él.
Preferí hablar del tema al
maldito silencio.
.-“Se nota” dijo informándome
de lo evidente.
Yo me confesé paseando por la
orilla del mar una vez más con ese hombre al que apenas conocía y con el que en
un par de semanas sabía más de mi vida que mi propio marido. Le dije que ya no
me sentía deseada, ni que hubiese atracción entre los dos, que la rutina se
había instalado en nuestras vidas y un montón de cosas e intimidades más.
Recordamos algunos de los momentos vividos en estos días, y eso arrancó alguna
sonrisa nerviosa entre los dos. Algo tensa al recordar los toqueteos, miradas y
situaciones comprometidas entre ambos. No sé cómo explicarlo, pero yo sacaba a
colación esos momentos movida por un extraño sentimiento. Porque si había algo
que no quería en ese momento, es que Damián se sintiera incómodo conmigo. Me
agradaba su compañía. Además la conversación extrañamente me hizo sentir algo
más segura respecto de sus intenciones para conmigo. Era como si al hablar de
mi marido alejase la posibilidad de que intentase nada. Temía sentirme mal
teniéndolo que rechazar.
Llegamos casi al final de la
playa, subimos al paseo y nos sentamos en un banco a la espera de ver amanecer.
Todo resultaba muy romántico de no ser porque yo estaba confundida y llena de
dudas. Comenzaba a dolerme la cabeza por culpa de los gin tonics consumidos.
.-“Eres muy bueno Damián, ¿por
qué haces esto conmigo?” le pregunté sin entender que siguiendo las
instrucciones de su mujer no intentase acostarse conmigo. En esos momentos no
sabría precisar si de verdad quería que intentase algo, o si por el contrario
prefería que siguiese comportándose como el caballero que era.
.-“No sé” dijo encogiéndose de
hombros. Al menos era sincero. En esos momentos pensé que ya no quedaban
personas como él.
Apoyé mi cabeza en su hombro y
traté de retener en mi memoria aquel mágico momento. Nos dedicamos a ver
amanecer sin pronunciar palabra, dejando pasar el tiempo, hasta que fue él
quien trató de romper el incómodo silencio.
.-“¿En qué estás pensando?” me
sorprendió extrañado.
.-“Pensaba en todo cuanto ha
sucedido en estos días” le respondí sincerándome una vez más.
.-“¿Hay algo que te preocupa?”
quiso saber.
.-“No, preocuparme no, solo
que…” dejé cierto suspense en mis palabras.
.-“¿Solo qué?” me preguntó
intrigado por mi suspense
.-“No te rías, pero me da cosa
que me hayas visto medio desnuda. Preferiría que todo hubiese sido de otra
manera. No sé, conocernos de otro modo y todo eso…, ahora me da vergüenza. Yo
no…, no soy así”, titubeaba confusa sin atreverme a mirarlo a los ojos. Incluso
bajé la cabeza compungida mientras le hablaba.
.-“No tienes nada de lo que
arrepentirte” me dijo alzando mi rostro por la barbilla para mirarme
directamente a los ojos. “Eres maravillosa” me dijo tratando de consolarme.
Esta vez pude advertir un brillo especial en sus ojos mientras me hablaba.
.-“Soy una estúpida por
haberme comportado así todos estos días. Total, para nada. Lo único que he
conseguido es enfadar aún más a mi marido comportándome como una zorrona”
argumenté mientras Damián me sujetaba aún por la barbilla.
.-“No, no digas eso nunca de
ti. Tú eres una mujer maravillosa. Lo oyes. No dejes que nadie diga lo
contrario”, me rebatió enseguida con ese brillo tan especial en sus ojos
mirándome detenidamente a escasos centímetros de mi cara.
En esos momentos lo entendí
todo. Realmente ese hombre se había enamorado de mí, me respetaba incluso más
que yo a mí misma. No sé porque hice lo que hice. Tal vez porque me acariciaba
sujeta de la barbilla para alzar mi rostro mientras contemplaba el brillo de
sus ojos, tal vez la proximidad de sus labios, tal vez mi debilidad en esos
momentos, la necesidad de sentirme amada, tal vez el deseo porque
verdaderamente ocurriese algo, el caso es que lo besé. Lo besé en la boca. No
pude evitarlo, fue algo instintivo, lo besé como nunca he besado a nadie antes,
con todo el fuego de mi cuerpo.
Fue como un impulso
irrefrenable al entender que me amaba. Necesitaba probar la ternura de sus
labios. Necesitaba que sucediese. Damián se quedó sorprendido por mi beso. A mí
me gustó tomar la iniciativa. De nuevo tomaba las riendas de mi vida y dejando
a un lado todos mis prejuicios me atrevía a hacer cuanto me apetecía.
.-“¿Por qué has hecho eso?” me
preguntó algo temeroso.
.-“No sé, tal vez sea mi forma
de agradecerte todo cuanto has hecho por mi” le respondí confusa por su
pregunta.
.-“No tienes porque…”. Esta
vez su corrección me supo a cuerno quemado y le callé la boca con otro beso.
.-“Pero quiero” le dije al
tiempo que lo sujetaba por el cuello y lo besaba de nuevo en la boca.
.-“Sandra, por favor no
siguas…” pero antes de que pudiera terminar la frase le propiné otro beso en la
boca.
.-“¿Por qué no?” le pregunté
algo incrédula por lo que creía un rechazo por su parte
.-“Sandra, ambos estamos
casados, esto no está bien…” y antes de terminar la frase fue él quien se
abalanzó sobre mí, y me besó apasionadamente, como si lo que acababa de decir
fuese una solemne tontería. Nuestras lenguas se entrelazaron por primera vez,
el momento resultaba maravilloso.
Estábamos sentados en aquel
banco en medio del paseo. Ahora era él quien me abrazaba entre sus brazos con
fuerza y me besaba apasionadamente. Nuestras lenguas continuaban jugueteando en
el interior de nuestras bocas. Apenas nos separábamos. Me pareció que besaba
muy bien. En esos momentos me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo.
Después de ese beso vino otro,
y otro. A cual más intenso y apasionado. No nos decíamos ninguna palabra, tan
solo besos y miradas cómplices retenidas durante mucho tiempo. Debíamos parecer
dos adolescentes en un romance de verano.
Dios mío que me estaba
pasando, unas mariposas revoloteaban en mi estómago, mi cabeza daba vueltas de
felicidad, mi corazón latía al mil por hora, y mis piernas temblaban de los
nervios.
“Damián me estaba besando”
tuve que repetirme varias veces mentalmente tratando de asimilarlo. Y es que en
el fondo me estaba morreando con otro tipo que no era mi marido. Le estaba
poniendo los cuernos y pese a lo que hubiera podido pensar nunca por mi
educación, lo estaba disfrutando. El muy imbécil se lo tenía bien merecido. Yo
sólo sé que en esos momentos estaba en la gloria en los brazos de otro hombre
tan comprensivo conmigo. Un sentimiento como de entrega me invadió en esos
momentos. Era como si en compensación por su comprensión necesitase entregarle
mi cuerpo a ese hombre.
.-“Oh Sandra, no sabes cuánto
te deseo. Te deseo desde la primera mañana en que te vi en tu caravana
probándote todos esos bikinis”, interrumpió nuestro beso para confesarse,
mirándome a los ojos con una pasión y un fuego en su mirada que hacía tiempo no
veía en otro hombre. Un calor me vino de repente por todo el cuerpo. Incluso
creo que me sonrojé al escuchar sus palabras.
.-“¿Quieres decir que me
observaste mientras me desnudaba?” le pregunté mientras yo lo agarraba del pelo
por la nuca y le ofrecía mi cuello para que me besase en él. Damián enseguida
lo entendió y comenzó a besarme por el cuello y el hombro, recorriendo cada
centímetro de mi piel. Comprendió que me volvía loca que me besasen por el
escote y que su pequeña confesión había despertado algo en mí.
.-“Uuuhhmm” comencé a gemir
cuando me besó en esa zona tan sensible de mi cuerpo. Aquel hombre
experimentado se dio cuenta de que eso me excitaba e insistió.
.-“Estabas magnifica.
Apareciste como una diosa en la mañana” me dijo de nuevo entre mordisquito y
mordisquito.
Me gustaba escuchar sus
piropos, hacía tiempo que nadie me decía ese tipo de cosas. Yo le ofrecía el
cuello para que continuase besándome allí donde él había descubierto que me
estimulaba de sobremanera. Comenzaba a perder el control.
En esos momentos era todo muy
confuso para mí, el alcohol, el cansancio de la madrugada, aquella forma de
besar que no era la de mi marido,…y a pesar de todo me sentía maravillosamente
bien.
.-“No está nada bien espiar a
las damas” le susurré al oído jugueteando, mientras me dejaba besar por el
canalillo, y lo incitaba a que continuase haciendo lo incorrecto.
.-“Pues eso no es lo peor. Si
supieras todo cuanto he soñado que hacía contigo. Me condenarías al infierno
por mis pensamientos” pronunció a media voz mientras me besuqueaba.
.-“¿Y qué es eso tan malo que
imaginabas y que no se puede decir?” le pregunté quisquillosa.
Una de las manos de Damián
comenzó a acariciarme por las piernas mientras con la otra continuaba abrazado
a mi cuerpo.
.-“Que hacía mío este cuerpo
en todas las posiciones inimaginables” me susurró de nuevo en el cuello.
Tras pronunciar estas palabras
Damián se atrevió por primera vez a deslizar su mano con cierto descaro por
debajo de mi falda. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo cuando
noté sus dedos acariciando mis muslos. Incluso tuve que dejar de besarlo para
reparar en su maniobra por debajo de mi falda. Los dos contemplábamos al
unísono como su mano rebasaba la frontera de la tela y ambos sabíamos lo que
eso significaba.
.-“Lo siento” dijo retirando
su mano avergonzado pensando que yo desaprobaba al mirarlo su descarada
maniobra, “espero no haberte ofendido” se disculpó por el atrevimiento tanto de
sus palabras como de su caricia.
Yo lo miré a los ojos
detenidamente. Comprendí en el brillo de sus ojos que de permitirle avanzar
perdería el control de la situación, me dejaría llevar y terminaría ocurriendo
aquello de lo que no estaba segura deseara que pasase. ”Un día es un día” pensé
envalentonada, así que le dije:
.-“Continúa” referí cogiendo
su mano con la mía y depositándola de nuevo en mis muslos.
A partir de ese momento estaba
todo dicho entre nosotros.
Damián tenía de mi
consentimiento para continuar con sus caricias. Nos besamos de nuevo en un beso
eterno. Poco a poco fue deslizando su mano por debajo de mi falda, ascendiendo
tímida y lentamente por el interior de mis piernas hasta alcanzar ese punto en
el que confluyen mis piernas con el elástico de mis braguitas. Creo que estaba
tan cerca de mi parte más íntima, que incluso apreciaba la humedad y el calor
que emanaba de esa zona.
.-“Uuuuhhhm” no pude evitar
gemir en el interior de su boca mientras nos besábamos cuando su mano alcanzó
ese punto tan delicado de mi anatomía.
Damián se dio cuenta de mi
estado de excitación y me incorporó en un tris del asiento del banco a su regazo,
quedando sentada encima de sus piernas. En esa posición entreabrí mis piernas
para facilitarle la labor que había empezado. Evidencié que quería que
continuase acariciándome con su mano tan lejos como había llegado. Además, al
quedar sentada sobre él, pude apreciar por primera vez el bulto de su
entrepierna aplastado contra mi culo. Se le notaba empalmado, no me lo esperaba
y me agradó.
Dejé de besarlo para mirarlo a
los ojos y hacerle entender que estaba apreciando como su miembro se
aprisionaba contra mi zona más íntima.
Damián respondió besándome con
mucha más pasión, abrazándome aún más contra su cuerpo con todo su ímpetu, y
logrando mayor contacto aún entre nuestros cuerpos.
Yo por mi parte comencé a
moverme en pequeños circulitos tratando de lograr el máximo contacto entre
ambos, hice evidente que me gustaba sentir su miembro bajo mi cuerpo, aunque
fuese a través de la tela de nuestros ropajes.
A esas alturas andaba ya muy
calentita. Ya no respondía de mis actos. Sólo quería sentir su miembro
aplastado contra mi cuerpo mientras me besaba de la forma más apasionada que me
habían besado nunca.
Yo no podía evitar gemir
tímidamente mientras aquel hombre experimentado trataba de ahogar mis sonidos
más personales de placer tapando mi boca con la suya. Aquello se nos estaba
yendo de las manos, definitivamente estábamos perdiendo el control, de seguir
así no respondería de mis actos.
Al estar sentada sobre su
regazo, Damián deslizó su mano por debajo de la falda hasta acariciarme el culo
con total descaro. Incluso me ladeé sobre su cuerpo cuando introdujo su mano
por debajo de mis braguitas, y pudo apreciar la suavidad de mi piel en esa
zona. Siempre sin dejar de besarnos, y de que nuestras lenguas juguetearan en
el interior de nuestras bocas.
Pude apreciar como su polla
daba un respingo en el interior de su pantalón al comprobar el tacto de mi piel
en esa zona. Mi pasividad ante su maniobra lo envalentonó a sobarme el culo
descaradamente. Su respiración se aceleró al explorar con su mano parte tan
íntima de mi cuerpo.
.-“No te puedes hacer a la
idea de las veces que he pensado en esta parte de tu cuerpo desde el día en que
me dejaste darte crema” dijo presionando con su dedos en esa parte tan deseada
de mi cuerpo.
.-“Más me he acordado yo, tonto”
le respondí disfrutando de sus caricias.
.-“¡¡Dale fuerte!!”, gritó un
grupito de muchachos que pasaban por el paseo en ese momento interrumpiendo
nuestros arrumacos.
Sus burlas nos despertaron de
nuestra ensoñación. Ambos nos dimos cuenta del espectáculo que estábamos dando
en la madrugada en medio del paseo marítimo de aquella localidad. Era como si
de repente nos hubiesen sorprendido cometiendo un pequeño pecado.
.-“Ven “, dijo Damián al
tiempo que me cogía de la mano y tiraba de mi hacia no sé dónde. Yo me dejé
arrastrar.
Sólo recuerdo que corrimos
unos metros a toda prisa hasta doblar una esquina, adentrarnos en una calle
algo oscura, y cobijarnos en un descampado repleto de coches aparcados.
Encontramos refugio entre una furgoneta y un todo terreno.
Esta vez Damián me aprisionó
contra la chapa de la furgoneta, buscando de nuevo el máximo contacto entre
nuestros cuerpos, mientras retomaba apasionadamente como si nada nos hubiese
interrumpido un nuevo beso en la boca.
Uhff!!, yo estaba como una
moto. Enseguida pude notar como la mano de Damián se deslizaba de nuevo por
debajo de mi falda para adentrarse entre la tela de mis braguitas y acariciar
la suave piel de mis nalgas. Estaba claro que quería seguir dónde lo había
dejado, sólo que esta vez estábamos en pie entre dos coches, y yo podía notar
además de su mano, el frío de la chapa de la furgoneta contra la que me
aprisionaba.
No sé cómo describir lo que
sentía en esos momentos, pero ese descampado me parecía el mismísimo cielo. Ni
hotel ni intimidad. Me encantaba ser devorada en la boca por aquel hombre y
dejar que sus manos explorasen mi cuerpo por dónde quisiera. Se añadía el morbo
a ser descubiertos. Estaba excitadísima, sus manos acariciando mi cuerpo me
transportaban a un mundo de sensaciones inexploradas antes para mí.
Quería más, quería que Damián
no se conformase con tocarme el culo. Quería encelarlo tanto que quisiera
hacerme el amor ahí mismo. “Hacer el amor con Damián”, por primera vez pensé en
ello como una posibilidad real y no como una fantasía. La idea tomaba forma en
mi interior conforme crecían las ganas. En esos momentos Damián comenzó a
acariciarme los pechos. Parecía leer mis pensamientos. Ciertamente lo deseé.
Deseé que me acariciase las tetas. Si hay algo que me excita y me vuelve loca
es que me estimulen en esa zona. Desde la lactancia de mi hijo que mi marido
había dejado de mostrarme atracción por esa zona de mi cuerpo, y yo en esos
momentos estaba dispuesta a cometer una locura.
Así que interrumpí sus
arrumacos para mirarlo fijamente a los ojos, él me contempló impaciente. Luego
me llevé las manos detrás de la nuca y deshice el lazo que anudaba los tirantes
del top. Lo dejé caer desnudando mis pechos ante la atenta mirada de Damián que
no dejaba de contemplarlos y de creerse su suerte. Los dos saboreábamos el
momento conocedores de lo que terminaríamos haciendo. Ambos demorábamos
intencionadamente el momento en el que culminar nuestra pasión. Al menos yo ya
lo tenía decidido. Estaba dispuesta a hacerle el amor a ese hombre que no era
mi marido.
.-“¿Te gustan?” le pregunté en
un susurro.
.-“Son preciosos” me indicó, y
antes de que pudiese decir nada más, lo cogí por detrás de la nuca entre mis
brazos y le guie la cabeza hasta aprisionarla contra mi pecho.
Enseguida pude notar un primer
lengüetazo tratando de comprobar la sensibilidad de mis pezones.
.-“Uuuuhhmmm”, mi gemido
resonó como el aullido de una loba entre aquellos coches.
Luego pude apreciar cómo se
dedicaba a besarme por todo el escote, recorría mi torso desnudo con su lengua,
saboreando cada centímetro de mi piel.
De vez en cuando me besaba con
la boca abierta tratando de abarcar la aureola de mis pezones. Otras en cambio
me regalaba pequeños mordisquitos aprisionando mis pezones entre sus labios y
tirando de ellos para arrancarme suspiros de placer.
A esas alturas yo no podía
evitar ronronear de gusto cada vez que trataba de introducirse mi pecho en su
boca. No respondía ya de mis actos, reconozco que estaba totalmente entregada,
por eso no me importó que la mano de Damián que exploraba mi piel por debajo de
mi falda, se atreviese a acariciar la zona más húmeda de mi braguita.
Ambos supimos en esos momentos
que mi prenda más íntima estaba ya empapada por mis fluidos.
.-“Hay que ver cómo me tienes”
le susurré mientras revolvía el pelo de su cabeza entre mis pechos.
Fue escuchar estas palabras, y
con una habilidad que me sorprendió gratamente, Damián se atrevió a desplazar a
un lado la tela que debía cubrir mi rasurado pubis, para comenzar a mover
tililando a un lado y a otro un dedo suyo entre mis labios más íntimos. Pudo
comprobar que estaba empapadísima. Todo sin dejar de devorarme a besos por todo
el escote, el cuello, la boca, de nuevo los pechos, mi lóbulo, la boca, el
cuello, los pechos, y así indefinidamente. Yo no podía hacer otra cosa que
dejarme llevar por sus besos en mi escote y sus caricias en mi chochito.
Interrumpió sus besos y sus
mimos para mirarme fijamente a los ojos. No quiso perderse ni un detalle de mi
rostro cuando me penetró con su dedo, lenta, pausadamente, saboreándolo.
.-“Uuummmhh” gemí esta vez
desde lo más profundo de mi ser cerrando los ojos y entreabriendo los labios,
dejándome llevar por la extraña sensación de apreciar como aquel dedo invasor
se abría paso en mi interior.
Abrí mis ojos cuando su dedo
terminó de acomodarse en mi interior. Los ojos de Damián permanecían clavados
en mi rostro, me había estado observando detenidamente durante toda su
maniobra. Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro, como si fuera
plenamente consciente de la barrera que acababa de sobrepasar. Comenzó a mover
su dedo dentro de mí, adelante y atrás, arriba y abajo, deleitándose con cada
mueca de placer que esgrimía en mi cara.
¡Dios mío me estaba matando de
placer!. De seguir así me correría en breves instantes en su mano. Y lo que
menos deseaba es que todo terminase entre nosotros de esa manera. No era justo.
Debía evitarlo a toda costa, debía prolongar un momento tan maravilloso.
Quise corresponderle, opté por
acariciar su polla por encima del pantalón. Hasta el momento tan sólo me había
dejado hacer, y quería tomar la iniciativa. Me pareció bastante grande, al
menos más grande que la de mi marido. Tuve curiosidad por comprobar su tamaño
recorriéndola en toda su longitud con mis propias manos. Quise tocarla,
comprobar su tacto, su dureza, así que le bajé la cremallera de sus pantalones
para rebuscar entre su ropa interior, justo al mismo tiempo en el que pude
comprobar cómo un segundo dedo suyo se abría camino en mi interior.
.-“Uuuhmmm” de nuevo me
arrancó otro gemido. De seguir así me correría en sus manos. Aquello no era
equitativo. Quería al menos ver su miembro, necesitaba tocarlo, acariciarlo,
hacerlo mío.
Extraje su polla de entre su
ropa. Guauuu, me pareció maravillosa nada más verla en un primer vistazo. Tenía
la cabeza gordota, estaba bien descapullada, y me parecía bastante grande a
pesar de estar rodeada de pelo canoso.
Me entraron ganas de olerla y
saborearla. Necesitaba empaparme de su aroma. Nunca me ha gustado practicar el
sexo oral con mi marido, pero en cambio en esos momentos tenía verdadera
curiosidad por averiguar cómo sabría ese pedazo de carne que palpitaba entre
mis manos.
Por eso me arrodillé a los
pies de Damián, sus maniobras de exploración por mi interior se vieron
necesariamente interrumpidas, sus dedos abandonaron mi cuerpo, y sin embargo
aquel madurito me miraba ansioso por que comenzase con lo que suponía iba a
hacer al arrodillarme.
No me demoré, agarré su
miembro con mi mano y procedí a recorrer con mi lengua toda la longitud de su
polla. Un sabor intenso y salado inundó mi boca. Decidí introducírmela en la
boca, al principio rodeé su capullo entre mis labios, jugando con mi lengua
entre sus pliegues. Poco a poco fui introduciéndomela más en mi boca, hasta que
alcanzó mi campanilla al final de la garganta.
Me sorprendió que todavía
quedaba parte de su miembro fuera de mi boca como para abarcarla con dos manos.
Quise comprobarlo una segunda vez tratando de introducírmela de nuevo desde el
principio, sólo que esta vez traté de engullirla un poco más. No sé por qué en
esos momentos me acordé de Julia y de mi marido, es lo que tiene la mente
humana, de vez en cuando brota en nuestro interior nuestro lado más perverso.
.-“¿Tu mujer…?” le pregunté
mientras lo miré a los ojos arrodillada a sus píes, “¿Julia te la chupa?” quise
saber.
.-“No, pocas veces y mal”
respondió al tiempo que me acarició por el pelo dándome a entender que no me
detuviese. Sus palabras me animaron a esforzarme.
Rodeé su verga con mi mano y
comencé a moverla de arriba abajo tratando de sincronizar el movimiento de la
mano con el de mi boca. Ahora podía apreciar el sabor de mi propia saliva por
toda su polla.
Quise mirarlo a los ojos desde
mi posición. Un destello proveniente de la alianza en mi mano con el que
pajeaba aquel hombre, me recordó que estaba casada. Pobrecito, mi marido
siempre me pedía que se la chupase y en cambio yo me mostraba tan reticente. Si
me viese ahora maldeciría la suerte de Damián.
.-“Me muero de gusto”
pronunció Damián interrumpiendo mis pensamientos a la vez que revolvía mi pelo
y me sujetaba por la cabeza arrodillada a sus pies.
Sus palabras me alentaron a
hacerlo todo lo mejor que sabía, quería hacerle a ese hombre la mejor mamada de
su vida. Yo desde luego nunca lo olvidaría, era la primera vez que disfrutaba
haciendo una felación, y esperaba que aquel hombre tampoco lo olvidase.
Tiré de sus pantalones hacia
abajo, le bajé el consagrado calzoncillo blanco, y liberé por completo su polla
ante mis ojos para apreciar el deseo reflejado en el rostro de mi amante.
Le agarré el pene de nuevo
entre mis manos. Esta vez quise empaparme de su olor, acerqué mi rostro cuanto
pude y esnifé profundamente por mi nariz su aroma de macho. Le lamí un
testículo. Le gustó.
.-“Sandra, si sigues así me
voy a correr, me corrooooh…” escuché entre gemidos de su boca. No hice caso a
sus palabras, es más, aplasté mis tetas contra sus piernas para excitarlo aún
más, mientras lo miraba a los ojos arrodillada a sus pies. Todo sin dejar de
acompasar el movimiento de mi mano con el de mi boca con la que aprisionaba su
miembro entre mis labios.
.-“Para, para Sandra o me
corro” comprobé que realmente estaba a punto de venirse, pues pude apreciar los
primeros pálpitos de su miembro en mi boca. Que delicadeza la suya avisándome,
mi marido nunca lo habría hecho. Se hubiese corrido en mi boca sin avisarme
buscando su propio placer.
No me hubiese importado
tragarme su semen, lo hubiese lamido y relamido, pero interrumpí mi felación.
No quería que todo terminase en una simple mamada. Quería más, deseaba más, mi
cuerpo necesitaba más. Así que sin saber ni cómo ni porque, arrodillada aún sus
pies le dije:
.-“Quiero que me folles”
pronuncié a media voz aún de rodillas sin apartar mis ojos de los suyos y sin
terminar de creer lo que yo misma acababa de decir.
.-“¡¿Qué?!” preguntó Damián
sin creerse su suerte.
.-“Quiero que me folles” le
repetí más fuerte como auto convenciéndome a mí misma de lo que decía mientras
me incorporaba en pie frente a él.
Damián se aproximó a mí sin
dejar de mirarme a los ojos, hasta quedar aplastada entre la chapa de la
furgoneta y su cuerpo. Luego me rodeó con su brazo izquierdo tratando de
alcanzar mi culo con una mano, mientras con la derecha levantó una de mis
piernas para facilitar la maniobra. Se aseguró de retirar a un lado la parte
central de mis braguitas, y con el camino despejado comenzó a mover sus
caderas. Su pene se rozaba ahora intencionadamente buscando mis labios
vaginales.
Estaba claro lo que pretendía.
En esa posición esperaba que fuese yo misma quien guiase su polla hasta
penetrarme. Él tenía sus manos ocupadas en sujetarme, una por el culo y la otra
en mi pierna levantada. No lo hice esperar. Yo también lo deseaba, estaba
necesitada de él. Me moría de ganas por qué Damián me follase de una vez por
todas.
.-“Métemela” pronuncié en un
susurro mientras me agarraba a su cuello con una mano y acomodaba su polla
entre mis labios vaginales con la otra.
Pero aún con todo, y a pesar
de mi disposición, él trataba de retrasar el momento.
.-“Vamos métemela” le repetí
mientras me refrotaba la punta de su polla por mi clítoris aumentando la
excitación de ambos.
.-“¿Estás segura?” me preguntó
disfrutando del momento haciéndome sufrir.
.-“Fóllame por favor, necesito
que me folles” le dije fuera de mí sin control, y sin cesar de refrotar su
miembro por mi clítoris. Damián me miró fijamente a los ojos y de un solo golpe
certero me introdujo de una estocada su polla en lo más profundo de mi
interior. Que su polla estuviese bien ensalivada y mis labios empapados
facilitó la maniobra.
.-“Sssiiiiihhh” chillé al
verme ensartada por una polla desconocida para mi vagina.
Damián me miraba fijamente a
la cara sin perderse ni un solo detalle de mis gestos de placer.
.-“Oh vamos, muévete, muévete”
necesitaba que dejase de mirarme y comenzase a moverse más deprisa. Me estaba
desesperando, menos mal que me hizo caso a la primera. Comenzó a moverse como
un toro enfurecido con un ritmo completamente distinto al que estaba
acostumbrada. Con cada envite que me asestaba me recordaba que no era ni el
tamaño ni la cadencia de mi marido.
.-“Eso es fóllame, así, sigue,
quiero que me folles” en cierto modo me excitaba escucharme a mí misma
pronunciando semejantes barbaridades. En esos momentos deslice mi mano entre su
cuerpo y el mío para acariciarme, estaba próxima al orgasmo. Él también.
.-“Joder que rico, me gusta,
me gustaaah” le gimoteaba entre suspiros de placer mientras le mordía en el
hombro para incitarlo.
.-“Me corro Sandra, me
corrooooh” susurró en mi oreja con su rostro pegado al mío. Me sorprendió que
pudiese venirse tan pronto, no me lo esperaba en un hombre de su edad. Caí en
la cuenta de que no podía correrse dentro, no estábamos usando preservativo,
podía quedar embarazada. En esos momentos me pregunté qué podía hacer, pues
debía impedirlo.
Le arañé en la espalda, le
clavé las uñas, quería retrasar el momento, pero aún con todo podía notar los
espasmos de su polla en mi interior. Estaba a punto de correrse dentro a pesar
de mis esfuerzos por evitarlo.
.-“¿Llevas preservativo?” le
pregunté ahora inquieta por lo que pudiera pasar. Hacía unos momentos que había
dejado de disfrutar presa del pánico. Damián se detuvo para mirarme sorprendido
por mis palabras.
.-“No ¿y tú?” pregunto
temeroso por no poder venirse en mi interior y culminar lo que habíamos
empezado, pero entendiendo de sobra la situación.
.-“No estoy tomando nada”
anuncié deshaciendo toda la magia del momento.
.-“¿Qué podemos hacer?” me
preguntó él cariacontecido esperando mi respuesta. Yo pude notar como su polla
perdía fuerza en mi interior.
Yo tampoco estaba dispuesta a
que todo terminase de esa manera, quería terminar cuanto habíamos empezado.
Estaba dispuesta a probar cosas nuevas, por eso me sorprendí a mí misma cuando
le dije…
.-“¿Alguna vez se lo has hecho
por el culo a tu mujer?”, le pregunté en un susurro para confusión de los dos.
.-“No” se le escapó
sorprendido de su boca pero sincerándose. No supe si decepcionarme por su falta
de experiencia, o si alegrarme por lo que podría ser nuestra primera vez.
.-“Yo tampoco, pero tal vez
sea este el momento adecuado para los dos, ¿no crees?” le pregunté mirándolo a
los ojos.
.-“¿Estás segura?, ¿en serio
harías eso por mí?” me preguntó besándome apasionadamente recorriendo todo mi
cuerpo con sus manos en señal de agradecimiento.
.-“Uhm, uhm. Probemos.” Asentí
con la boca dispuesta a cometer semejante locura.
¡¡Cómo se me podía haber
ocurrido tal cosa!!, nunca lo había hecho anteriormente, seguro que me dolía,
pero ¿qué otra cosa podía hacer para detenerlo?, ¿acaso Damián no se lo
merecía?. Estaba dispuesta a entregarme, a aguantar el dolor porque él se
llevase su parte.
Damián me miró una vez más
fijamente a los ojos sin creerse lo que había escuchado.
.-“Quiero que me desvirgues el
culito, ¿lo harás?” le repetí de nuevo para que no hubiera dudas, acariciándolo
con mi mano en su mejilla desprendiendo toda la ternura de la que podía hacerlo
partícipe. Además, era como si al decirlo repetidamente yo estuviese más segura
de que lo quería hacer.
Damián sacó su polla de mi
interior, dejó de sujetarme por las caderas, y una vez estuve apoyada en suelo
sobre los dos pies me giró de cara contra la furgoneta. Me situó apoyando la
palma de mis manos por encima de mi cabeza. Esta vez pude notar el frío de la
chapa contra mis pechos desnudos y aplastados. Yo cerré los ojos envuelta en un
manojo de nervios expectante a la maniobra del hombre que estaba dispuesto a
sodomizarme por primera vez en mi vida, y también en la suya.
.-“No me hagas daño” le
supliqué desde mi posición.
.-“Tranquila, no te dolerá” me
dijo al tiempo que se arrodillaba a mis pies, me bajaba las braguitas
recorriendo mis muslos para sacármelas, y hundía su cara entre mis nalgas
dispuesto a saborear mi agujerito negro. No sabría cómo describir las
sensaciones que me produjo su lengua recorriendo el anillo de mi esfínter. Mi
primer beso negro. Desde luego era algo que jamás hubiera hecho mi marido por
mí. Damián recorrió unas cuantas veces mi ano con su lengua tratando de
ensalivar tan delicada zona. Lo cierto es que me sentí extraña con la cara de
un hombre hundida entre mis nalgas explorando con su lengua la zona más sensible
e inexplorada de mi cuerpo. El aire acariciaba mi pubis recordándome que estaba
sin bragas.
Al fin se incorporó en pie
detrás de mí. Desde luego me había dejado bien ensalivadita. Acto seguido pude
notar como su mano exploraba la zona alrededor de mi ano, y comprobaba como un
dedo invasor trataba de abrirse camino en mi esfínter. Para ser su primera vez
lo estaba haciendo realmente bien. Escuché como chupaba su propio dedo a
conciencia y repetía la maniobra alrededor de mi ano varias veces, hasta que al
fin la yema de su dedo se abrió paso. Mi cuerpo se tensó. Retuvo la punta de su
falange en mi interior hasta permitirme dilatar. Toda una consideración por su
parte. Se notaba que a pesar de no haberlo hecho en anteriores ocasiones
trataba de ser todo lo delicado que podía conmigo. Aún con todo, yo estaba
tensa y rígida frente a lo desconocido.
Gracias a dios no me dolió,
pero de los nervios contraje los músculos de mis glúteos aprisionando con
fuerza el dedo que me dilataba. Damián me dio una nalgada que resonó entre los
coches. Creo que en esos momentos se dio cuenta de que efectivamente no lo
había hecho nunca por ahí, y trato de inspirarme confianza.
.-“Tranquila, relájate y
disfruta” me susurró en la oreja mientras su dedo se insertaba en mi interior
todo cuanto pudo. Mi mueca de dolor fue evidente, me mordí los labios tratando
de no gritar. Quería que continuase, lo estaba haciendo muy bien por el
momento, se iba ganando mi confianza.
.-“Ves, lo peor ya ha pasado.
No duele” me dijo dándome seguridad, al tiempo que comenzaba a mover su dedo
lentamente en el interior de mi ano. Lo sacaba y lo introducía al ritmo
propicio y controlado para que mi esfínter se acomodara a su tamaño.
El cuerpo de Damián me
aplastaba ahora contra la furgoneta, yo sabía perfectamente sin necesidad de
abrir los ojos, que aquel hombre disfrutaba contemplando mi rostro y mis gestos
de dolor contenidos desde su posición en mi espalda.
Abrí unos ojos como platos
cuando pude comprobar que un segundo dedo se abría camino en mis entrañas.
Aquello dolía un poco cuando comenzó a mover los dos dedos, pero aún con todo
seguía siendo soportable.
.-“¿Te duele?” me preguntó a
la vez que me apartaba con su mano libre mi propio pelo detrás de mi oreja.
.-“Nooh” mentí muerta de miedo
dispuesta a sacrificarme. Damián comenzó a darme tímidos besitos en mi hombro
mientras disfrutaba dilatando mi culito. En esos momentos era un juguete en sus
manos.
.-“Espero que te guste” dijo
mientras sus dedos jugueteaban en mi interior. Yo continuaba tensa, con mi
cara, mis manos y mis pechos aplastados contra el frio de aquella furgoneta.
Rezando para que el dolor mitigase. Realmente estaba nerviosa como toda primera
vez.
.-“No sabes cuánto agradezco
lo que estás haciendo por mí” pronunció Damián en mi espalda interrumpiendo mis
pensamientos, “espero que nunca lo olvides”, concluyó al tiempo que su mano
libre se deslizaba ahora por delante de mi cuerpo hasta acariciar mi pubis. Una
de sus manos jugaba con mis labios vaginales mientras la otra trataba de
abrirse camino con un nuevo dedo en mis entrañas.
.-“Aaaahy!!” grité de dolor al
comprobar que su tercer dedo se abría camino en mi esfínter, y justo al mismo
tiempo, otro dedo de distinta mano me penetraba por la vagina.
Aquello era indescriptible.
¡Qué gozada!.¡Qué explosión de sensaciones nuevas en mi cuerpo! Si hasta podía
notar como sus dedos llegaban a tocarse a través de mis tejidos más internos.
Inconscientemente agarré la mano de Damián que me penetraba por la vagina
temiendo que me lastimase, mientras le suplicaba que parase.
.-“Para…, para por favor., o
me corro…, joder que gusto…, para por favor…” le suplicaba mientras trataba de
detener el movimiento de su mano en mi vagina. Pero estaba claro que Damián
disfrutaba viéndome tan cachonda. De hecho incrementó el ritmo de sus
movimientos.
.-“Joder siiih…, siiiiih…,me
corro…,me corrooooh…” grité ante la atenta mirada de aquel hombre que observaba
las sacudidas de mi cuerpo convulsionándose por el orgasmo tan brutal que
estaba experimentando.
Se detuvo. Definitivamente me
había corrido en sus manos. Trataba de recuperar la respiración cuando escuché
que decía a mi espalda:
.-“Creo que ya estás
preparada” y acto seguido comprobaba como empujaba con su polla contra mi
esfínter, ayudándose de sus manos. Yo arqueé mi cuerpo en busca de una apostura
algo más fácil, hasta que a base de insistir logró introducir la punta de su
capullo en mi ano. Mis ojos quedaron en blanco.
Me quedé paralizada, mi
respiración se cortó de golpe, no podía concentrarme en otra cosa que no fuese
mitigar el dolor que su polla producía al abrir mi esfínter.
Ahora si me estaba doliendo,
una cosa eran sus dedos y otra muy distinta tener su polla clavada en mi culo.
Damián disfrutaba con mi sufrimiento y mi lucha interna ante lo acontecido.
Sabía perfectamente que aquello me estaba doliendo y que yo hacía todo lo
posible por soportarlo como buenamente podía. Agradeció que me sacrificase por
su placer.
Justo cuando el dolor inicial
remitió un poco, entonces comenzó a moverse.
.-“Despacito por favor,
despacito, me duele” le supliqué con un hilo de voz en mi garganta a la vez que
me temblaba todo el cuerpo presa del pánico.
.-“Lo sé” pronunció con total
seguridad en lo que se hacía. Se entretuvo en arrugar mi falda por la cintura,
me acarició los pechos desde atrás, incluso recogió mi pelo en una coleta
tratando de darme tiempo, hasta que se agarró con fuerza a dos manos por mi
cintura y comenzó a moverse.
Al principio se movía lenta y
pausadamente, deleitándose sobre todo en la sensación que le producía golpear
con sus testículos contra la suave piel de mis nalgas, sabedor de que en esos
momentos me la estaba metiendo hasta el fondo. Yo no me lo podía creer: me
estaban follando por el culo. Resultaba llamativo el contraste entre el calor
de sus testículos y el frio de mi piel en esa zona.
Por primera vez en mi vida me
estaban sodomizando, y lo mejor de todo es que no era tan doloroso como
pensaba. Es más, creo se apoderaba el morbo y la satisfacción mental al dolor
físico real.
El dolor iba mitigando poco a
poco, ya no era tan insoportable, sin embargo una sensación de ardor fluía
desde mi esfínter por todo mi cuerpo cada vez que Damián con su movimiento
llegaba hasta el fondo. Entonces se movía dando pequeños círculos con su
cadera, deleitándose en comprobar una vez tras otra con sus huevos la suavidad
de mi piel.
El hombre siempre atento a mis
sensaciones comenzó a moverse más deprisa. Yo trataba de abrirme con mis manos
todo cuanto podía las nalgas de mi culo, facilitándole la sodomización, y como
si eso absurdamente fuese a calmar mi picor.
Aumentó el ritmo mientras yo
solo podía pensar en una cosa: “Me están follando por el culo, me están
follando por el culo” me repetía una y otra vez en mi cabeza.
No sé en qué momento exacto
desapareció el dolor, de repente podía sentir como su polla estimulaba partes
de mi cuerpo que nunca habían sido alcanzadas antes.
¡Que gozada!. Aquello era
mejor incluso que el sexo vaginal. No acertaba a comprender de dónde provenía
tanto gusto. Me di cuenta que necesitaba acariciarme de nuevo, necesitaba
provocarme otro orgasmo con toda esa explosión de nuevas sensaciones.
Damián estaba bajando el ritmo
debido al cansancio.
.-“Noooh, ¿qué haces?, no
pares ahora, vamos muévete, muévete, por favor, muévete, por lo que más
quieras, por favor muévete, no pares, no pares” le suplicaba con la voz
entrecortada. El pobre hombre puso empeño y trató de incrementar el ritmo.
.-“Eso es así, dame fuerte,
vamos, dame fuerte, no pares, fóllame, venga fóllame…” mis palabras cada vez
eran más sueltas, más soeces. Pude apreciar por sus embestidas que lo incitaban
y lo provocaban. Al parecer le estaba costando. Por mi parte, las caricias
castigándome mi clítoris desesperada, junto con las nuevas sensaciones en mi
interior, estaban logrando que alcanzase un nuevo clímax.
.-“eso es fóllame, que bien,
fóllame, reviéntame el culo, quiero que me revientes el culo,…” yo estaba ya
totalmente fuera de mí próxima al orgasmo, no era consciente ni de lo que
decía.
.-“Si, siii…, siiiiihhh…,
siii…, siiiiiiiiih” grité al explotar en un nuevo orgasmo.
Un relámpago recorrió toda mi
espina dorsal, desde mi vientre hasta la última punta de mi pelo. Unas
sacudidas convulsionaron mi cuerpo. Me agitaba de un lado a otro mientras
gritaba presa de espasmos y espasmos seguidos uno tras otro.
Mi amante al verme se movió
como con rabia, como si ese orgasmo le perteneciese, y en cambio le estaba
costando alcanzar el suyo. No puedo decir que lo sintiese. Me alegré porque
continuara moviéndose. Me tenía bien cogida por las caderas y se movía con
rabia.
Pronto comencé a experimentar
las sacudidas en mi cuerpo antesala de otro orgasmo. ¿cómo podía ser?. Nunca me
había corrido dos veces tan seguidas, y estaba a punto de alcanzar un tercer
orgasmo. Aquello no tenía explicación para mí, pero sin saber ni cómo ni
porque, una nueva descarga eléctrica recorrió mi espalda produciendo un gozo
indescriptible y sacudiendo mi cuerpo en una nueva explosión de placer.
Había perdido la cuenta de
dónde empezaba uno y terminaba otro, era todo tan distinto. Solo recuerdo que
me encontraba como en una nube presa de los estímulos, hasta que pude apreciar
los espasmos de la polla de Damián en mi interior, para sentir entre sacudida y
sacudida un calor agradable que inundaba mi interior.
.-“Sandra…, Sandraaa…, me
corrro, me corrrohhh…” le gustó pronunciar mi nombre mientras se corría en mi
culo. Por poco nos corrimos a la vez.
Sentí alivio cuando se salió
de mí. De repente se habían ido los estímulos placenteros, para envolverme en
una mezcla de sensaciones entre picor y escozor. Incluso pude sentir su leche
resbalar por mis muslos al incorporarme.
Ya está, eso era todo, y todo
había terminado. Un silencio se apoderó de los dos. Tan solo se escuchaban
nuestras respiraciones tratando de recuperar el esfuerzo de nuestros cuerpos.
Cuando me giré Damián estaba subiéndose sus pantalones y abrochándoselos. Ni
una mirada, ni un gesto por su parte, nada.
En esos momentos sentí una
vergüenza tremenda. Todo había cambiado de repente. Fui consciente de acababa
de cometer una insensatez, me había dejado follar por un desconocido. Porque
eso es lo que era Damián para mí en esos momentos: un desconocido. Pensé que
pese a todo mi marido no se merecía eso. Para colmo tuve que contemplar mis
braguitas tiradas en el suelo en medio de aquel descampado. Imposible regresar
al camping con ellas puestas, estaban llenas de tierra. Me sentí mal por lo que
acababa de pasar. Quise cubrirme cuanto antes. Traté de recolocar mi falda, y
de anudarme los tirantes del top a la nuca. Estaba torpe, temblaba y no lograba
anudarlos. Fue Damián quien comprendiendo cuanto me pasaba, apartó las manos a
mi espalda y procedió a anudar gentilmente los tirantes en mi nuca.
.-“Ha sido estupendo, ¿no
crees?” me dijo mientras ataba las tiras del vestido.
.-“Si, lo sé” le dije muerta
de vergüenza.
En ese momento Damián recogió
las braguitas del suelo en su mano, y tendiendo su puño hacia mí, me dijo:
.-“Ten, se te olvidaban”
pronunció mirándome a los ojos.
.-“Quédatelas, no las quiero”
le dije con una sonrisa forzada en mi rostro. En realidad no me atrevía a
ponérmelas.
¿En qué clase de mujer me
había convertido?, ¿qué es lo que había hecho?. En esos momentos era toda un
mar de dudas. Un manojo de nervios. No me atrevía a mirar a ese hombre a la
cara. Me sentía sucia, arrepentida por mi comportamiento tan avergonzante. Me
había dejado follar como una cualquiera, ya ves, en medio de la calle. Y lo
peor de todo: le había entregado mi culito a un desconocido.
Mi acompañante tampoco
articuló palabra alguna. Se dedicó a abrazarme y acompañarme andando hasta el
camping. No entendía a que se debía mi cambio de comportamiento pero respetaba
mi silencio. Supongo que hizo lo que le pareció correcto, como siempre.
Por suerte el camping no
quedaba muy lejos. Intentó despedirse con un beso en la boca, pero le retiré la
cara en el último momento.
.-“Espero que nos volvamos a
ver” sugirió antes de despedirnos cada uno en su caravana, mientras me tendía
la mano para darme un trozo de papel en el que había escrito un número de
teléfono y una dirección.
.-“Yo…, no deberíamos” le dije
cogiéndole el papelito por educación y cortesía más que por ganas en ese
momento.
.-“No lo olvidaré” escuché que
decía mientras me daba la vuelta para introducirme en mi caravana.
Nunca lo he pasado tan mal
como cuando llegué al camastro y pude ver a mi marido durmiendo. Roncaba
plácidamente. Pobrecito, si supiera.
Bien entrada la mañana
siguiente sorprendí a mi marido recogiendo los bártulos de la caravana.
Nuestras vacaciones habían concluido y era el turno de regresar. Lo peor de
todo es que Damián se pegó toda la mañana observando como recogíamos todos los
trastos. Bueno en realidad no me quitaba ojo de encima a mí, lo que me ponía
más nerviosa aún si cabe. Apenas intercambiamos ninguna palabra, ni un gesto de
complicidad, nada. Nada.
Muchísimas gracias por haber
leído mi relato.
Besos,
Sandra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario