domingo, 4 de marzo de 2018

En la cola del paro



Como cambian las cosas, nunca pensé que pudiera estar tanto tiempo en el paro. Hacía ya días que no cobraba ningún tipo de prestación, y tampoco tenía derecho al subsidio. Según el funcionario de la agencia del INEM que me ayudó con los trámites, no me correspondía ningún tipo de ayuda dada la renta de mi esposo. Lo que nunca lograba entender de sus explicaciones es porque no tenían en cuenta en el dichoso cómputo el gasto que suponía pagar una hipoteca por una vivienda de la que nunca obtendríamos el precio que desembolsamos en su momento.



Como tantos otros españoles estábamos atrapados.



Una carrera en empresariales y un máster MBA para terminar llevando la economía doméstica de casa. Trataba de ajustar el gasto en todo lo posible recortando caprichos que tuvimos en un pasado, siempre procurando que no faltase de nada, e inventar recursos para que sobretodo nuestro hijo no se diese cuenta de la delicada situación que atravesábamos.



Por suerte mi marido es comercial, dispone de un sueldo fijo con el que hacemos las cuentas, y el variable que pilla de vez en cuando, nos viene muy bien para tapar agujeros y darnos algún que otro capricho. Él era consciente de la necesidad de vender y comisionar para traer dinero a casa, y por si tuviera poco, cada vez tenía más presión por parte de sus jefes para alcanzar los objetivos. Por lo que el pobre acumulaba un stress que comenzaba a afectarle de alguna manera a su salud. Para colmo cada vez viajaba más, y más lejos, por lo que eran muy pocos los días que dormía en casa.



Para los que no me conozcan decir que me llamo Sandra, tengo treinta y un años, y estoy casada desde hace un tiempo con quien hasta la fecha había sido el único hombre en mi vida. Como en todos los matrimonios, y con el paso del tiempo, nuestras relaciones sexuales se fueron deteriorando. Yo siempre he sido una mujer muy caliente, aunque ante mi marido siempre me comportase como una mujer decente, interpretando mi papel de madre responsable. Por suerte encontré el medio para desahogar mi fuego a través de un blog que escribía en las largas ausencias de mi esposo.



El caso es que me sentía sola, muy sola.



Me prometí a mi misma hacer un esfuerzo por mi matrimonio. De algún modo quería recuperar la pasión perdida con mi esposo. Me prometí que esta maldita crisis arrastraría mi dinero, pero en ningún caso mi vida. Mi marido siempre había sido un hombre muy respetuoso conmigo, siempre me trataba con delicadeza, se acordaba de las fechas señaladas con algún detalle, y ante todo era el mejor padre que podía haber. A pesar de llegar cansado del trabajo, siempre sacaba energía para jugar con nuestro hijo.



El cumpleaños de mi esposo ese año coincidió en sábado, pensé que sería un buen día para recuperar nuestra abandonada vida sexual y volver a disfrutar como cuando éramos novios. Ahorré durante un tiempo algo de dinero. Lo arreglé todo para dejar a nuestro hijo con sus abuelos y poder celebrar su aniversario dándonos un pequeño homenaje.



Mi idea era salir a cenar los dos solos como cuando novios o recién casados, beber algo, recordar viejos tiempos, ir a bailar y hacer el amor como hacía tiempo que no hacíamos al regresar a casa.



Recuerdo que me compré un conjunto de lencería algo caro, pero que me hacía sentir muy sexy. Se trataba de un conjuntito de tanga y sujetador en lycra transparente y con blondas, a juego con un ligero y unas medias con el mismo motivo. Llevaba toda la semana probándomelo sola frente al espejo y me gustaba mirarme con él puesto sabiendo lo que pasaría el sábado. Reconozco que en más de una ocasión me entraron ganas de recostarme en la cama y tocarme, pero quise esperar al fin de semana. Estuve muy caliente durante toda la semana esperando el momento.



Incluso una tarde sola en el baño dediqué un tiempo a rasurar y afeitar mi pubis. A mi marido eso lo ponía como una moto cuando éramos novios y me tocaba en el coche en el portal de casa de mis padres. Como hacía mucho tiempo que no lo llevaba así, me picó un poco al principio, lo justo para recordarme que lo llevaba bien arregladito.



Mi esposo se enteró el viernes a la tarde de mis planes, y nunca pensé que pudiéramos discutir por ello. Me recriminó no pasar la noche de su cumpleaños con su hijo. Él esperaba que fuésemos los tres al cine a ver una peli infantil o algo por el estilo, en vez de cenar los dos solos.



Hice todo lo posible por tratar de persuadirlo, y de hacerle creer que pasaría una noche que no olvidaría.



.-“¿Y eso?” preguntó cuando me vio salir del baño con el conjunto de lencería mientras nos arreglábamos para salir a cenar.



.-“¿Te gusta?” le pregunté con sonrisa maliciosa.



.-“Estás muy guapa” me dijo alegrando su cara al verme.



.-“Es parte de tu regalo tontorrón” le dije provocándolo. En ese momento tuvo claro todo lo que iba a suceder y se sonrió.



Una falda negra con motivos como de margaritas y un top negro con un escote algo más que generoso completaban mi vestimenta. Como hacía algo de fresco me enfundé mis botas de piel y me abrigué con una levita de cuero.



Mi marido también se arregló para la ocasión. No sé porqué, lo veía especialmente atractivo esa noche. Le tenía ganas.



La cosa surgió tal y como estaba planeada, fuimos a cenar, nos entonamos con el vino, y después quise bailar un rato antes de que aconteciera lo inevitable. Como a mi marido no le gusta bailar aprovechó para tomarse tres o cuatro gin tonics.



Como decía la canción, de camino a casa nos paramos en cada farola a besarnos como cuando éramos novios. Los portales de las casas le servían de excusa a mi marido para meterme mano exactamente igual que cuando nos conocimos. Yo perdí el control cuando en un portal cercano ya a nuestra casa me atrapó contra la pared besándome frenéticamente. Anduvo todo el camino sobándome el culo, pero en ese portal aprovechó la oscuridad para deslizar su mano oculta bajo el cuero de mi levita, levantando incluso mi minifalda por la parte posterior sobando a merced mis nalgas desnudas, facilitado por el hecho de llevar tanga.



Se entretuvo en jugar con la tira posterior del tanga tipo americano e incluso alcanzaba a comprobar con sus dedos lo empapada que estaba en mi parte más íntima. Siempre ocultando la maniobra entre su cuerpo, la pared, y los abrigos, exactamente igual que cuando éramos jóvenes.



Yo estaba super cachonda a esas alturas, solo tenía ganas de llegar de una vez a casa y que mi marido me penetrase hasta hacerme alcanzar un orgasmo maravilloso. Necesitaba que me follase de una vez por todas.



Nada más entrar por la puerta de casa comenzó a desnudarme, le gustó observarme con el conjunto que me había comprado. Incluso me cogió en brazos y me llevó al dormitorio. Luego me tumbó sobre la cama y se arrodilló a los pies de esta. Tiro de mis tobillos y separo mis piernas al tiempo que hundía su cabeza entre mis muslos.



.-“Esta noche hay conejo para cenar” dijo provocando las risas de ambos, al tiempo que deslizaba mi tanga hasta dejarlo caer por mis tobillos.



Me besó delicadamente subiendo desde mis rodillas por el interior de mis muslos hasta alcanzar mi zona más húmeda. Pude sentir su lengua recorrer de arriba abajo mis labios vaginales tratando de abrirse camino, al tiempo que su nariz se rozaba en mi pubis.



Mi marido no era un experto en esas prácticas pero le agradecía el gesto. El caso es que logró ponerme cachonda como nunca había estado, necesitaba que se dejase de preámbulos y me penetrase de una vez.



.-“Ven, necesito sentirte dentro” le dije incorporándome con la intención de desabrocharle el pantalón.



Quise mirarlo a los ojos mientras le quitaba el pantalón. Yo estaba sentada en el borde de nuestra cama mientras él se quitaba la camisa. Le bajé el pantalón desesperada y acto seguido tiré de sus calzoncillos hacia abajo desnudando su pene ante mi vista.



Para mi sorpresa éste estaba algo flácido. Me llamó la atención que no estuviese dura, me esperaba una erección acorde a mi calentura.



.-“¿Qué pasa?” le pregunté extrañada.



.-“Nada cariño, necesito algo de tiempo” me dijo mirándome deseoso porque hiciese algo que le devolviera el esplendor a su miembro.



Yo necesitaba de su polla, estaba desesperada porque me penetrase de una maldita vez. Nunca me ha gustado en exceso practicar sexo oral, pero esa noche estaba tan necesitada que no me importó introducirme su flácido miembro en mi boca y saborear e impregnarme del aroma de su polla.



Traté de esmerarme en hacerlo lo mejor que sabía, pero parecía insuficiente a la vista de los resultados. Traté de recorrer cada pliegue de su piel con mi lengua, incluso la lamí de abajo arriba y de arriba abajo tratando de que se endureciese, pero nada de nada. Aquello no tomaba fuerza. Pensé que por alguna causa no le estaba resultando agradable y decidí cambiar de táctica.



Me incorporé en pie para empujarlo sobre la cama, y luego comenzar a reptar desde sus píes. Sacaba la lengua tratando de saborear cada centímetro de la piel de mi hombre que recorría en mi travesía desde sus rodillas hasta su boca, pasando por sus testículos y sus tetillas, subiendo por su cuello hasta comerle la boca, siempre restregándole mis tetas por todo su cuerpo.



Luego me tumbé completamente sobre él buscando el máximo contacto de nuestros cuerpos, pezón contra pezón, con una pierna a cada lado de su cuerpo, atrapando su polla entre su vientre y mis labios vaginales.



Para mi estupor la podía sentir flácida entre nuestros cuerpos.



Quise que mi esposo supiera lo cachonda que estaba.



.-“Hay que ver cómo me tienes esta noche” le susurraba en la oreja al tiempo que le lamía por el cuello.



A mi marido siempre le había puesto muy cachondo que le dijese guarradas al oído, especialmente cuando se corría en mi interior.





.-“¿Qué pasa no vas cachondo?” le pregunté sorprendida porque su miembro apenas pasaba de lo que podía denominarse morcillona.



.-“No sé qué me pasa” dijo antes de empujarme airado a un lado, levantarse enfadado consigo mismo y encerrarse en el baño.



Yo quedé desconsolada y cachonda en la cama. Estuve acariciándome un poco, tratando de mantener mi libido esperando a que mi marido regresase del baño en disposición, pero con el paso del tiempo me fui convenciendo de lo contrario, me fui enfriando y me quedé dormida.



Al domingo siguiente no comentamos nada del asunto, además comimos en case de sus padres para celebrar el cumpleaños, y como el lunes tenía que madrugar porque salía de nuevo de viaje, se pasó el día sin hablar de su gatillazo preparando las maletas.



Mi esposo regresó el miércoles a la noche. Llamó del aeropuerto diciendo que ya estaba en la ciudad. Nuestro hijo hacía rato que dormía en su cuarto, por lo que decidí esperarlo con una bata de raso negra que podía conjuntar con lo que me compré.



La cosa se animó, se desnudó nada más entrar por la puerta y verme. Fue hasta algo cómico, pero una vez en faena, a la hora de la verdad, su cosita no se puso en pie. Prácticamente fue un calco a lo que sucedió el sábado pasado, aunque con el inconveniente añadido de que estaba el niño en casa.

Tampoco volvimos a hablar del asunto, ambos pensamos que una mala racha la tiene cualquiera, seguramente se debería al stress en el trabajo, y el tiempo lo cura todo.



Dejamos pasar un par de meses más o menos, hasta que quedamos a cenar con unos amigos. Durante ese tiempo apagaba mi fuego como podía. Nuevamente pude arreglarlo pada dejar a nuestro hijo con los abuelos. Salimos a cenar, bailamos, bebimos, nos despedimos de nuestros amigos, y marchamos a casa dispuestos a hacer el amor como locos. Ambos nos teníamos muchas ganas por lo sucedido las anteriores veces.



Pero ocurrió más de lo mismo. Solo que ésta vez nos quedamos a charlar del asunto. Le costó reconocerlo, pero mi marido tenía un problema de disfunción eréctil. Le planteé la opción de buscar ayuda de un profesional. Mi marido descartó esa opción con la excusa de que no teníamos dinero para acudir a un psicólogo, aunque lo que le fastidiaba en verdad era tener que reconocerlo y contarlo. El caso es que me dijo que lo dejase en sus manos.



Yo me lo conozco en estos casos y suele meter la pata con mayor frecuencia con la que arregla este tipo de problemas. Pero no tenía otra que confiar en él.



Para mi sorpresa de regreso un viernes de uno de sus viajes me entregó un paquete envuelto en papel regalo y me dijo:



.-“Espero sea tu talla”, y nada más abrirlo puede comprobar que se trataba de un vestido negro muy corto, más propio de una quinceañera que de una mujer hecha y derecha. La faldita más bien era un cinturón bajo, y la parte superior era un escote en “v” que me llegaba hasta el ombligo. Antes de que pudiera decir nada mi marido se apresuró a decir:



.-“Quiero que te lo pongas mañana, esta vez lo he arreglado yo todo para que podamos salir” dijo devorándome con la vista.



.-“Gracias” dije mirando el vestido con muy poca convicción de que pudiera entrar en aquella prenda tan pequeña.



.-“¿Por qué no te lo pruebas?” me preguntó.



.-“Esta bien, ¿por qué no?”, dije dispuesta a hacer lo que me pedía con tal de animarlo. Me quite el pijama delante suyo y me enfundé el vestido desde abajo.



Me apretaba por todos lados, la falda apenas me tapaba el culo o llegaba a cubrir la braguita, y los tirantes apenas cubrían mis pechos. Para colmo eran de esos que se anudan a la nuca y se unen por debajo del ombligo. Estaba claro que con ese escotazo no podía ponerme ningún tipo de sujetador.



.-“Estas preciosa” me dijo mi marido nada más vérmelo puesto.



.-“¿Estás seguro?” le pregunte sintiéndome incomoda con el vestido. En cierto modo tenía la impresión de ir vestida como una cualquiera.



.-“Seguro que si te lo pones mañana” pronunció con cierta sonrisa en su cara “acabo partiéndote en dos” me dijo mientras me besaba en la boca.



.-“Bueno, si es así me lo pondré” dije correspondiéndole al beso picarona, aunque no me hiciera ni pizca de gracia salir así por la calle.



Después de comer al día siguiente me pase toda la tarde en el baño acicalándome y poniéndome guapa para esa noche. Me repasé mi pubis. Me embadurné en cremas por todo el cuerpo, sobretodo en esa zona más intima para tratar de aliviar el picor. Me pinté las uñas, tanto de las manos como de los pies. Me hice las cejas, las axilas, y a base de pinzas eliminé cualquier pelo que pudiera haber en mi cuerpo. Me maquillé, base correctora, pintalabios, rímel, pestañas, ...etc. Se hacía la hora de salir a cenar y al final salí del baño. Cuando regresé al dormitorio comencé a vestirme. Dado el vestidito que me había regalado mi marido pensé en ponerme unos leggins y unas botas, por lo menos no iría por ahí enseñándolo todo, pero para mi estupor, mi marido nada más verme me preguntó si pensaba salir así, se refería a los leggins.



.-“Claro que si” le respondí.



.-“Escucha cariño”, me dijo mi marido abrazándome desde la espalda mientras ambos nos veíamos reflejados en el espejo del dormitorio, “quiero que esta noche estés espectacular, quiero que me provoques durante toda la noche, quiero que al final de la noche te desee como nunca. Anda hazme el favor de ponerte las medias de la otra vez, con unos zapatos de tacón. Ah! y no olvides el tanga que te compraste”, me dijo mientras me besaba por la nuca.



.-“Esta bien” dije esperanzada en que esa noche se acabase nuestro pequeño problemilla.



Hay que ver cómo son los hombres, nunca llegué a pensar al conocerlo de novios, que fuese mi propio marido quien me animase a enseñar carne, él que siempre me decía que si enseñaba mucho, que si el escote, y que si la minifalda. Como había cambiado la cosa.



El caso es que salimos a cenar, yo me sentía el centro de atención de todas las miradas. Ya en el restaurante al sentarme creí que lo enseñaba todo, a pesar de tener cruzadas las piernas, y por más que trataba de tapar mis muslos era inevitable que al menor descuido enseñase la lycra del final de mis medias. Para colmo durante la cena mi marido pidió vino, luego cava y finalizamos con un gin tonic. Al salir del restaurante ya estaba algo mareada.



Mi marido dijo de ir a bailar, sabe que a mí me encanta. Pasamos cerca de un garito en el que sonaba salsa y ritmos latinos. Según vimos en el letrero se llamaba pub Caribe, le dije de entrar.



Era el típico pub en el que llama la atención la cantidad de mulatos bebiendo y bailando. Mi marido se ubicó cerca de la barra y pidió dos nuevos gin tonics. Yo me separe ligeramente de él para bailar. Mi marido es de esos que no saben estar en un bar sino es con una copa en la mano, y en cambio a mi me molestan para bailar.



Al poco rato anunciaron la presencia de un profesor de baile para animar la sala que comenzaba a estar medio llena. Era el típico negro como el tizón, cachas, al que presentaron con el nombre de César. Con pinganillo en la oreja bailaba coreando y marcando los pasos de las diferentes canciones a través de los altavoces de la sala. Todo el mundo en la pista de baile seguía sus coreografías. Yo me animé a participar, mientras que mi marido prefirió continuar en la barra. Con el transcurso del tiempo yo me sentía más desinhibida, pues el alcohol iba haciendo efecto.



Podía comprobar cómo mi marido me observaba desde la barra. El caso es que me gusto exhibirme ante él. Podía apreciar cómo me observaba con deseo. Bueno él y media pista de baile que me miraba, pero en esos momentos solo me importaba provocar a mi marido. Mis movimientos eran cada vez más descuidados, mostrando intencionadamente todo lo posible en cada vuelta y meneo de cadera. Estoy convencida que debí enseñar mi tanga en alguna que otra ocasión. Mi marido me comía con la vista. Tampoco era el único.



De repente el tal César anunció por los altavoces que las próximas canciones serían para bailar en pareja, así que cada uno debía escoger la suya. Yo hice el ademan de ir hacia la barra a coger a mi marido para animarlo a bailar un rato conmigo, pero ávidamente el instructor de baile se interpuso en mi camino con una sonrisa de oreja a oreja y unos dientes blancos que relucían en medio de su rostro oscuro.



.-"Perdona, ¿bailas?" me preguntó el tal César que quiso invitarme a bailar con él. Al parecer me llevaba observando un rato. No me sorprendió que se hubiese fijado en mí, y en cierto modo me sentí halagada por ser la escogida. Está mal que lo diga yo, pero sin duda era la chica más sexy y exuberante de la pista. El vestido de mi marido tenía gran parte de culpa.



Yo dude por un instante, estuve a punto de decirle que no, pero en cambio mis labios pronunciaron otras palabras.



.-"Bueno" pronuncié tímidamente, y luego me dije a mi misma: "tal vez logre poner celoso a mi marido y sea él el que tenga que pedirme bailar" pensé.



Supongo que estaba cansada de tener que ser siempre yo la que le rogase que bailásemos juntos.



Nada más aceptar, el instructor me cogió de la cadera y empezó a bailar conmigo. Entre vuelta y vuelta yo miraba a mi marido con mirada maliciosa, el cual me devolvía una sonrisa cómplice. Quise jugar con aquel negrazo con la intención de provocar a mi marido. El muchacho a su vez descendía sus manos disimuladamente desde mi cadera hasta mi culo y viceversa, manteniendo la provocación y el espectáculo. Hasta que en un momento dado apretó descaradamente mi culo entre sus dedos.



Por un momento dudé de arrearle un buen bofetón por su atrevimiento, y si no lo hice es porque todo el mundo nos estaba observando, incluido mi marido. Decidí seguirle el juego porque para el mayor de mi asombro, pude contemplar al mismo tiempo como mi esposo se acomodaba su miembro entre los pantalones ante semejante espectáculo.



“¡El muy imbécil estaba empalmado!” pensé nada más verlo. Podía observar su evidente bulto en el pantalón. Con mi jueguecito de los celos había logrado que tuviese una erección. Ni yo misma me lo podía creer.



Estaba incrédula ante lo que acababa de comprobar. Por su parte el negrazo con el que estaba bailando me agarró de nuevo por las caderas y continuamos moviéndonos al ritmo de la música.



Desde ese momento no aparté la vista de mi esposo, el cual se tocaba todo el tiempo el bulto de su pantalón, como no dando crédito a lo que él mismo comprobaba. Insólito ver a mi marido tocarse su entrepierna para acomodarse el pene. Él siempre había sido muy correcto guardando en todo momento la compostura.



Sonó algo de reggaeton, y el tal César con el que continuaba bailando me puso de espaldas a él y me abrazó por la cintura pegando su cuerpo al mío. Perreando. Sus intenciones estaban claras, en otras circunstancias no me hubiese dejado de esa manera, pero en esos instantes sólo pensaba en encelar a mi marido. Pude sentir el miembro del mulato clavado entre mis nalgas. Me sorprendí a mi misma al moverme en circulitos al ritmo de la música, favoreciendo el contacto de toda su herramienta clavada en mi culo. Ya no aguantaba más, necesitaba desesperadamente una polla dentro de mi follándome como a una loca, y no rozándose con mi culo a través de telas de ropa en absurdos jueguecitos. Necesitaba a mi marido.



Ya tenía suficiente adrenalina para toda la vida, estaba super cachonda y mi marido también, aquello había que aprovecharlo. Dejé al muchacho en medio de la pista y fui directa a mi marido. Le arreé un beso en la boca y le dije:



.-“Vámonos a casa” le supliqué desesperada. La gente casi aplaude a nuestro alrededor al ver la escena.



Salimos corriendo del bar con la intención de llegar cuanto antes a la cama.



De camino en el coche mi marido me acariciaba las piernas, yo le dejaba hacer.



.-“Sabes he tenido una erección mientras te veía bailar con ese negrazo” me dijo mientras manejaba el auto.



.-“Lo sé” contesté abriéndome de piernas para que pudiera acariciarme a su antojo.



.-“¿Lo sabes?” exclamó sorprendido mi esposo.



.-"Te vi a lo lejos" le respondí al tiempo que atrapaba su mano entre la mía y la guiaba hasta mis bragas. Enseguida supo lo que quería.



.-"¿Y por eso continuaste bailando?" me preguntó al tiempo que me acariciaba en mi zona más íntima.



.-"Uhmmm, uhmmm" asentí entre gemidos al tiempo que me dejaba acariciar.



.-"Dime una cosa... ¿te tocó el culo.?" me preguntó mi marido ahora algo celoso.



.-“Si, así fue" le respondí retirando a un lado la tela de mi tanguita para que pudiera comprobar con su mano lo mojadita que estaba.



.-“¿Y te gustó?" me preguntó al tiempo que me manoseaba y comprobaba mi humedad.



.-“¿Qué tiene que ver eso ahora?” le pregunte algo molesta por sus preguntitas.



.-“Pues hombre, estas cachonda como una perra en celo porque te has dejado sobar por un desconocido a la vista de todo el mundo, y me preguntas que qué tiene que ver eso, pues mucho”, dijo evidentemente enfadado.



.-“Creí que poniéndote celoso reaccionarias y así ha sido ¿no?. ¿Acaso no acabas de reconocer tu mismo que habías tenido una erección mientras me veías?” le dije recomponiéndome la ropa porque llegábamos a casa.



No podía creérmelo pero estábamos discutiendo.



.-“Se te veía muy a gusto refrotándole el culo al mulato” dijo elevando el tono de voz al entrar por la puerta de casa.



Nos dirigimos a cambiarnos a nuestro dormitorio.



.-“Siempre tienes que joderla no, siempre tienes que fastidiarla” le espeté yo enfadada mientras me desvestía.



.-“Pues para que lo sepas el chaval se gastaba una herramienta que parecía un caballo. Menuda polla debía tener, lástima que solo he podido notarla en el culo, porque si se deja me lo follo allí mismo” dije totalmente fuera de mi y sin pensar en lo que decía mientras me quitaba los pendientes.



.-“Es eso ¿verdad?, ¿te gustaría follar con otros porque yo no soy capaz de satisfacerte?, ¿verdad?” pronunció ahora a punto de gimotear como un niño pequeño. Mi marido había pasado de mil a nada en cero. Seguramente había bebido más de la cuenta.



.-“No es eso, mi amor” dije consolándolo al verlo afligido y tratando de entender su estado de ánimo.



.-“Hace tiempo que me cuesta tener una erección. A veces siento que no soy un hombre de verdad” dijo totalmente desconsolado sentándose en la cama.



.-“No digas tonterías, al contrario es a ti a quien deseo, y solo a ti” dije acariciando su miembro por encima del pantalón.



.-“Anda déjame que te anime" dije al tiempo que me arrodillaba a sus pies al final de la cama y tiraba de sus pantalones descubriendo ante mí un pene flácido.



La situación digamos que era delicada.



Me lo introduje en la boca con la esperanza de que mis caricias le hiciesen coger fuerza, pero por más que lo intentaba nada de nada, probé a restregarle mis pechos primero por sus piernas y luego guiando la punta de su pene hasta rozarse con mis pezones. Pero nada de nada. Probé a sentarme a horcajadas encima suyo con una pierna a cada lado restregándole mi coñito por su pene, pero nada de nada.



.-“Anda chúpame las tetas tontín” le dije. Pero nada de nada, el caso es que la que se puso caliente y a mil fui yo. Intenté introducirla flácida como estaba, pero no había forma. Mi marido desconsolado corrió a encerrase en el baño al igual que la vez anterior. Hubiese salido detrás suya a consolarlo, pero tenía urgencia, necesitaba desahogarme como fuera.



“Gilipollas” pensé mientras mi marido se encerraba en el baño, y yo me consolaba sola en la cama, “si no hubieses bebido tanto” recriminaba mentalmente la torpeza de mi esposo.



Comencé a acariciarme sobre la cama desnuda tal y como lo habíamos dejado. Incluso mis propios dedos se resbalaban de lo mojada que estaba cada vez que intentaba acariciarme el clítoris. Luego estrujé uno de mis pechos con mi mano libre. Una imagen se repetía en mi mente en esos momentos de íntimo placer: las manos del negro de la disco acariciando mi trasero, me imaginaba sus manos negras acariciando la parte más blanquita de mi culo, allí donde nunca me da el sol. Imaginar el contraste de nuestras pieles era algo que me excitó muchísimo en esos momentos.



Uhhmmm que cachonda estaba, me introduje un dedo yo misma, luego otro y luego tres. Me imaginaba como podía ser su polla, me la imaginaba restregándose sobre mi culo, solo que esta vez era sin ropa. No me costó mucho alcanzar mi ansiado orgasmo, mi cuerpo se convulsionó, gemí, grité y los espasmos evidenciaron mi clímax.



Cuando al fin abrí los ojos, mi marido estaba observándome desde el marco de la puerta del baño.



.-“¿Estabas pensando en él verdad?” me preguntó desde su posición.



Yo no quise responderle, simplemente me cubrí el cuerpo con las sábanas.



No hubo más palabras en el resto de la noche, simplemente me miró y sin decir nada vino a meterse en su lado de la cama, siempre en silencio.



Yo sentí vergüenza, no sé porqué pero estaba avergonzada. El caso es que su silencio me hizo sentir mal, me puse el pijama y me quedé dormida de espaldas a mi marido.



Al día siguiente ninguno de los dos dijo nada respecto de lo ocurrido.



Así transcurrieron algunos meses, ninguno de los dos decía nada al respecto, el tema se había convertido tabú en casa, aquel día había sido sin duda uno de los peores en nuestra relación.



Los días pasaban sin atrevernos siquiera a mirarnos a la cara el uno al otro. Sin duda, hubo un antes y un después desde aquel día. Convivíamos, ambos representábamos nuestro respectivo papel a la vista de familiares, amigos, y sobre todo nuestro hijo. Convivíamos, sin pasión, sin deseo, y lo peor sin ganas de intentarlo.



Transcurrió un tiempo hasta que un día al regreso de un viaje de mi esposo, con el niño ya acostado en la cama, mi marido entró por la puerta de casa con un regalito en la mano.



.- ¿”Qué es? Muchas gracias”, me lo comí a besos. Si no fuera por ese tipo de detalles.



.-“Vamos al dormitorio y lo abres, no quiero que despiertes al chico” dijo tan nervioso como yo por ver mi reacción.



Abrí el regalo impaciente, pero me quedé de piedra cuando pude comprobar que se trataba de un enorme consolador con forma de polla y de color negro. No supe si partirle la cara ¿o qué?. Aquello no me lo esperaba. ¿ Acaso era una broma?. Lo miré desconcertada.



.-“Sabes....” dijo “no he podido dejar de pensar en lo que sucedió el otro día, cuando te vi sola encima la cama, estabas preciosa. He de reconocer que estabas muy hermosa acariciándote, y bueno, he pensado que tal vez quieras repetirlo para mi" dijo bajando la cabeza avergonzado por su petición.



Yo no sabía que decir. Por un lado tenía ganas de gritarle a la cara que era un autentico gilipollas. Pero por otra parte sabía que era su peculiar forma de decir lo siento e intentar recobrar nuestra vida sexual de pareja. Supongo que su forma tan singular de hacer las cosas y de pensar, era lo que me enamoró en otros tiempos. Era su particular forma de arreglar las cosas y haciendo de tripas corazón, debía respetarlo, aunque tan solo fuera por nuestro hijo.



.-“Pues claro cariño, haré lo que tú quieras" dije tratando de no herir sus sentimientos "pero yo no... no sé cómo utilizar estas cosas" le dije temerosa de que me pidiese lo que a todas todas me parecía inevitable, “además…, es demasiado grande no crees" trataba de excusarme.



.-“Me lo recomendó el de la tienda” me dijo risueño como un niño al verme aparentemente receptiva.



Me quedé sorprendida de sus palabras, no me podía imaginar a mi esposo hablando de nuestras intimidades con el dependiente de una tienda erótica. Me pareció hasta gracioso imaginarlo en ese tipo de tiendas, nunca me lo hubiese esperado de él. Sabía que le tuvo que costar un esfuerzo y al menos me hizo sonreír.



.-“No te preocupes” me dijo observando mis reticencias “encontraré la forma de que podamos utilizarlo” dijo tratando de no presionarme.



Yo abrí el paquete, lo desenvolví y pude tocar por primera vez en mi vida un artilugio como ese. Lo contemplé embobada sopesando sus dimensiones. Del diámetro señalar que apenas podía rodearlo entre mis dedos pulgar e índice, y en cuanto a largura sobresalía su cabezota a pesar de tenerlo cogido con las dos manos.



.-“Se te ve muy hermosa con él entre las manos” dijo mi marido fijándose en mis uñas pintadas que resaltaban entre el negro del mástil.



Yo lo miré a los ojos y me introduje eso en la boca simulando una felación.



Mi marido en tono de guasa dijo:



.-“¿Vas a cenar eso?, por qué yo aún no he cenado" y nada más decir esto ambos nos reímos y salimos hacia la cocina.



Guardé el instrumento en su caja y lo escondí en la mesita de noche junto a mi ropa interior, para que nuestro hijo no lo encontrase. Allí quedó olvidado por unos días, hasta que estando mi marido de nuevo de viaje me llamó una noche. Sabía por la hora que nuestro hijo ya dormía en su cuarto.



.-“¿Estás en nuestro dormitorio?” me preguntó mi marido al otro lado del móvil.



.-“Si” le dije yo a pesar de estar tumbada en el sillón del salón. Bajé el volumen de la tele para que no la oyera.



.-“¿Estas tumbada en la cama?” me preguntó por teléfono.



.-“No, estoy en pie, estaba plegando ropa”, le dije inventándome lo primero que se me ocurrió.



.-“Quiero que te desnudes y te tumbes encima de la cama” dijo con voz autoritaria.



Supuse que se trataría de alguna de sus tonterías, pero estaba claro que aunque no me apeteciese nada en ese momento, debía disimular y poner algo de mi parte. Así que traté de seguirle el juego, y de momento me dirigí a nuestra cama, aunque en absoluto tenía pensado desnudarme.



.-“Espera dame un momento” le respondí, y tardé un tiempo en contestarle haciéndole creer que me desvestía.



.-“Ya está” le respondí.



.-“¿Estas desnuda?” me preguntó con voz jadeante. Lo notaba excitado al otro lado del teléfono. Me hacía gracia que pensase que lo obedecía tan fácilmente. Mira que es tontorrón. ¿Qué se estaría pensando?.



.-“Si” le dije mintiéndole.



.-“¿Completamente desnuda?”, mi marido dudaba que le hubiese obedecido, seguramente no se lo creía conociéndome.



.-“Si” le respondí de nuevo mintiéndole.



.-“Quiero que te toques y me digas en lo que piensas” me dijo mi esposo del otro lado del móvil a cientos de kilómetros de distancia.



.-“Cari no sé ¿y tú?” le devolví la pregunta.



.-“Yo también estoy desnudo sobre la cama del hotel, te imaginas...?” lo cierto es que me vino a la mente lo ridículo que debía estar, me lo imaginaba incluso con los calcetines negros puestos en sus pies.



.-“¿Qué quieres que te cuente?” le pregunté sin saber lo que se pretendía.



.-“Quiero saber en qué pensabas el otro día, cuando te tocaste encima de la cama” me preguntó entre sugerentes susurros.



.-“Pues no sé, pensaría en ti cariño” le respondí. Mi respuesta no sonó muy convincente.



.-“¿Seguro?” preguntó el sabedor de que le mentía.



.-“Claro cari, ¿en quién si no?” le respondí tratando de ser esta vez más convincente.



.-“Sabes…” me confesó. “Estabas preciosa.” Me dijo entre susurros.



.-“Pero que cosas dices” pronuncié con voz de tontorrona fingida.



.-“ Dime…¿Aún guardas el consolador en tu mesilla?” me preguntó por el móvil.



.-“Sí, supongo que si” le respondí sin estar segura del todo de dónde lo había guardado.



.-“Cógelo” me dijo, y se hizo una breve pausa en la conversación. Yo me temía sus intenciones, dudé si hacerle caso o no, y lógicamente opté por no hacerle caso.



.-“Ya está. ¿Qué quieres que haga?” le pregunté tratando de engañarlo.



.-“Anda, mándame por whatssup una foto con el consolador entre tus piernas. Tienes que estar preciosa” me dijo como si nada.



.-“¿Estás loco?” pronuncié sin dar crédito a lo que me pedía.



.-“No te lo creerás…” se confesó como un niño pequeño, “logro tener erecciones al imaginarte jugando con mi regalo.” Hizo una breve pausa para continuar: “y como sé que te da vergüenza emplearlo conmigo, he pensado que tal vez podrías enviarme una foto” concluyó en su petición.



No encontraba las palabras oportunas para decirle que eso no era más que una majadería más de la suyas, y que además a mí me daba mucha vergüenza hacer lo que me pedía.



.-“Cari y si te pillan la foto” traté de ponerle excusas saliéndome por la tangente.



.-“Tranquila eso no va a pasar” dijo esquivando mis escusas.



.-“Si, luego la borras”. Traté de imponer alguna condición que sonaba a inconveniente.



.-“Vamos, mi conejita, desde cuando has dejado de atreverte a hacer este tipo de cosas” dijo algo más impaciente. El muy tramposo sabe que si hay algo que no soporto es que me rete.



.-“Prométeme que la borrarás” le insistí de nuevo cediendo terreno.



.-“Te lo prometo” dijo dándome la razón para que obedeciese de una vez a sus instrucciones.



Me sentí atrapada por mis propias palabras, no supe o no quise rebatirlo. Así que no me quedó otra que desnudarme y coger el jodido consolador tratando de hacer la maldita foto.



Como estaba tumbada sobre la cama me puse el consolador entre los pechos, se sujetaba entre mis tetas dejando mis dos manos libres. Luego cogí mi móvil y me hice la estúpida foto procurando que no se me viese el rostro.



Se la envié por whatssup.



Durante todo este tiempo ambos estuvimos en silencio sin hablar por el móvil.



.-“Cari…¿estás ahí?” pregunté transcurrido el tiempo conveniente como para saber que le había llegado la foto.



.-“Estas preciosa con él entre las tetas” dijo evidenciando que le había llegado correctamente mi mensaje. “Dime ¿qué te parece?” me preguntó esta vez.



.-“No sé. Se me hace extraño” le respondí.



.-“¿Por qué?” insistió él.



.-“Es raro” le respondí.



.-“¿Te parece grande?” me preguntó



.-“Si” afirmé sin ninguna duda.



.-“¿Más grande que la mía?” preguntó curioso ante mi respuesta.



.-“Si” me reafirmé ante su insistencia tratando de enfadarlo. “¿Pero que se habrá creído el muy imbécil que se gasta?” me pregunté de mi marido.



.-“¿Te estás tocando como la otra vez?” me preguntó.



.-“¿Y tú?” le devolví la pregunta.



.-“Si,” dijo “te me imagino con esa polla de plástico entre tus piernas y me estoy excitando muchísimo” pronunció con la voz entrecortada.



.-“Yo también” le mentí “esto es enorme” le dije acerca del tamaño del consolador.



.-“Sabes me imagino que estás estimulando tu clítoris con su punta y eso me excita” dijo como dándome instrucciones.



.-“Lo estoy haciendo” le seguí el juego y sin querer comencé a acariciar mi cuerpo con él. Lo notaba algo frío al contacto con mi piel.



.-“¿Qué notas?” lo notaba excitado en su voz.



.-“No sé, esta duro” le respondí mientras jugaba rozando con la punta del consolador mis labios vaginales.



.-“Quiero que te lo metas y me digas lo que sientes” me dijo como quien no quiere la cosa.



Yo estaba alucinada con lo que pretendía mi marido que hiciese. ¿Acaso esperaba que me introdujese todo eso por mi vagina?. Estaba loco de remate.



.-“No sé, es muy grande, tengo miedo de que pueda dañarme” me excusé para no hacer ninguna tontería, al tiempo que inconscientemente continuaba jugando con el consolador entre mis muslos.



.-“Sabes… estoy teniendo una erección” me dijo desde donde quiera que estuviese.



.-“Vaya cari me alegro” le hice saber.



.-“Anda cuéntame que sientes con ella dentro” me pidió abiertamente de nuevo que me lo metiese.



.-“Es que es muy grande” le repetí esta vez sopesando realmente su tamaño.



De hecho lo acomodé sobre mi vientre y pude constatar que me llegaba casi hasta las tetas. Por primera vez me imaginé todo eso dentro de mi, y recuerdo que pensé que sería imposible que se adentrase hasta el fondo.



.-“¿No tienes curiosidad por saber qué se siente?” me preguntó tratando de picarme la curiosidad. Y en eso tenía razón.



.-“Bueno, si, tal vez, un poco” le respondí esta vez sincerándome.



.-“Anda hazlo, ya verás cómo no te arrepientes. Te gustará” me dijo animándome desde su hotel.



.-“Esta bien dame tiempo, no es tan fácil como crees” le dije.



Un largo silencio reinó entre nosotros.



.-“¿Qué haces?” escuché que preguntaba mi marido impaciente del otro lado.



.-“¿Tú qué crees?. He tenido que ir al baño a por gel íntimo, esto es muy grande” le respondí.



.-“¿Ya está?” me preguntó ansioso transcurrido un tiempo y no tener noticias por mi parte.



.-“No, no está aún, dame un tiempo” le dije a la vez que sujetaba el móvil entre mi hombro y mi barbilla y acercaba a dos manos el consolador lubricado hasta mis propios labios vaginales.



.-“Empuja” me animaba mi marido.



.-“Espera, esto esta sequito” dije tratando de hacerle entender a mi marido que necesitaba de mi gel.



.-“Chúpalo con esa boquita de vicio que tienes” dijo notablemente excitado por la voz.



.-“Aahhhy, ya está” le dije con algún quejido por mi parte, “tengo la puntita dentro” le sorprendí con mis avances mientras resoplaba nerviosa de sentirme invadida por tan extraño objeto.



.-“Así me gusta cariño, ahora un poco más” me dijo.



.-“Ufff me cuesta, deja que me dilate” le hacía saber una vez logré introducirme algo más que la puntita.



.-“¿Ya está?” preguntó impaciente.



.-“No, aún no, me cuesta” le decía entre resoplidos por mi esfuerzo.



.-“¿Del todo?” preguntaba inquieto mi esposo.



.-“No esperaaah, ay!! me duele un poco, la saco” me ví en la necesidad de sacármela y esperar un poco.



-“¿Te la has sacado?” me preguntaba impaciente mi marido.



.-“Si me dolía un poco” le contesté.



.-“Inténtalo de nuevo” me indicó.



.-“Esta bien” dije al tiempo que volvía a intentarlo entre resoplidos. Ahora era yo la que quería intentarlo.



.-“Siii, mejor, mucho mejor. Cari esto es una pasada me siento llena, joder no puedo creérmelo ha entrado entera, me duele pero me gusta, joder que pasada, noto como me entra toda, joder cari me ha puesto muy cachonda” le decía entre gemidito y gemidito de placer.



.-“Muévelo” me decía mi marido.



.-“No sé si puedo moverla, joder cari esto es una pasada, noto como me dilata un montón, creo que me voy a correr solo de tenerla entro” le dije esta vez.



.-“Tócate” me ordenó “te ayudará”.



.-“Ya lo estaba haciendo” le dije haciéndole saber que estaba concentrada en mi tarea.



.-“¿En qué piensas?” me preguntó.



.-“En que no me rompa nada por dentro, es una pasada?” le hice saber.



.-“¿Tanto la notas?” me preguntaba excitado.



.-“Ni te lo imaginas” le dije.



.-“Muévela” me indicó de nuevo.



.-“Eso intento, ay joder que gusto, cari creo que me voy a correr” estaba a punto de alcanzar mi ansiado orgasmo.



.-“Sabes yo también” me dijo al otro lado del teléfono.



.-“No sabes cuánto me alegro” le dije, aunque la verdad es que me importaba un comino lo que le pasase a él, estaba concentrada a lo mío.



.-“Sería estupendo que fuese de verdad, ¿no crees?” pronunció mi esposo.



.-“Siii” respondí sin escuchar muy bien lo que me decía próxima ya a mi orgasmo.



Justo en ese instante experimenté las primeras sacudidas de placer recorriendo mi cuerpo.



.-“¿Era así de grande la del mulato del otro día?” me preguntó mi marido al otro lado del teléfono notablemente excitado.



.-“No sé, no me acuerdo” le dije algo molesta porque estaba retrasando mi orgasmo con sus preguntitas.



.-“¿No te acuerdas o no me lo quieres decir?” me preguntó mi marido.



.-“No sé, ay cari, ¡¡qué gusto!!” sus palabras interrumpían mi concentración.



.-“Te la clavó en el culo ¿no?, ¿no te acuerdas si era así de grande?” insistía.



.-“Si, supongo que si” respondí dándole la razón como a los tontos.



.-“Pues imagínatela dentro como está ahora” observó.



.-“Que cosas tienes” yo sí que no sabía lo que decía del placer que experimentaba.



.-“Quiero que te imagines que es él quien te penetra” soltó el muy burro.



.-“No cari, no puedo” respondí al tiempo que mi cuerpo comenzaba a temblar entre las primeras convulsiones de placer.



.-“Vamos dime ¿cómo se llamaba?” él erre que erre a lo suyo.



.-“César” creí recordar a punto de alcanzar mi esperado orgasmo.



.-“Grita su nombre” ordenó impaciente mi marido al otro lado del teléfono.



.-“CESAR” grité con las sacudidas previas al cataclismo de mi cuerpo.



.-“Pídele que te folle” escuché atónita que me pedía mi esposo al otro lado del móvil. Sus palabras retrasaron por un instante mi orgasmo, y en cambio notaba muy excitado a mi marido.



.-“César fóllame” hice caso a mi marido como una autómata, mientras me concentraba en mi propio placer.



.-“Dile que te folle duro” dijo mi marido también fuera de sí.



.-“César fóllame, dame duroooo, ooh sí César no pares, eso es métemela, joder que gusto, me corroo, me corroooh” pronuncié excitadísima mientras movía frenéticamente el consolador dentro de mí. Los espasmos de mi cuerpo eran tan intensos que incluso llegaba a incorporarme de la cama en pequeños sobresaltos.



.-“Sssih, joder, siiiih, por fíiin” gemí al culminar en un orgasmo corto pero intenso.



Terminé boca abajo sobre la cama moviendo el culo buscando desesperada los últimos resquicios de placer que podía extraer de semejante aparato.



.-“¿Ya?” preguntó mi marido al notar que recuperaba mi respiración.



.-“Si” le dije tratando de tomar aliento.



.-“Sabes…” me dijo “yo también” me confesó.



.-“¿También?” pregunté asombrada.



.-“Ha sido una pasada, no sabes la cantidad de leche que he derramado” me informó entusiasmado.



.-“Me alegro mucho cari” aunque en el fondo estaba confundida por todo cuanto acababa de suceder. No sabía si debía alegrarme o enfadarme.



.-“Tenemos que repetirlo” me decía risueño como un niño del otro lado de la línea.



Yo le contestaba estupefacta de escucharlo tan contento, pero sobretodo me preguntaba cómo es que había logrado correrse pensando que yo pensaba, que pensaba en lo que pensaba. No sé si me explico, pero seguro que vosotras me entendéis, ¿no chicas?.



El caso es que seguimos hablando un rato más, la conversación terminó desviándose a otros temas, que si lo que había hecho hoy nuestro hijo, que si había vendido mucho, que si hacía falta más dinero… Al fin y al cabo de lo que terminábamos hablando siempre, regresando en apenas unos minutos a nuestra monótona rutina. Hasta que pensando en la factura del móvil uno de los dos dijo de colgar.



Ese día marcó un antes y un después en mis ratos de soledad. Después de aquella sesión, comencé a masturbarme con el dichoso consolador. A decir verdad le cogí el gusto. Irremediablemente fantaseaba con hombres de color, fuertes, con cuerpos musculados y sobretodo bien dotados. Lograba unos orgasmos increíbles.



Incluso llegué a obsesionarme con el tema, visitaba páginas de internet en la que aparecían hombres de color mostrando sus monstruosas herramientas. Leía historias y comentarios de otras mujeres que aseguraban lo maravilloso que era el sexo con hombres de color. Y no dejaba de pensar en ello día y noche.



Todo quedaba siempre en simples fantasías, al fin y al cabo, nunca en mi vida había entablado una conversación con un hombre de color, en el mundo en el que me muevo no existía tal posibilidad.



En cuanto a mi marido decidí buscarle yo misma la solución, visto que él no hacía más que el tonto tratando de encontrar estúpidos remedios. Logré convencerlo para que vigilase su alimentación. Sabía que era difícil al estar casi siempre fuera de casa, y los menús de restaurantes no son la mejor dieta que se puede tener, pero que debía de hacer un esfuerzo. Al igual que vigilar sus horas de sueño y de descanso. La disfunción eréctil suele ser un problema transitorio que puede llegar a ser permanente si no se trata adecuadamente, y yo no estaba para nada dispuesta a perder a mi marido en ese sentido.



Lo mismo con la práctica de ejercicio. Usé sus propias armas. Un día por teléfono le comenté que me ponían los tíos que salen a hacer running, que los veía muy sexys en mallas, y claro sabiendo lo competitivo que es mi esposo acerté de lleno. Incluso algún día me comentó que al regresar de hacer running había tenido alguna que otra erección en la ducha hotel.



Yo sabía que estábamos ganando la batalla física a su problemilla, me quedaba ganar la batalla psicológica y emocional. Incluso lo convencí para que no se tocase y esperase a poder estar juntos para que terminase dentro de mí.



Lo dispuse todo para una noche en que me dijo que teníamos que salir a cenar con otra pareja que resultó ser un compromiso suyo de trabajo. Sabía que esa noche no bebería mucho, y que sus padres cuidarían de nuestro hijo. Logré hacerme con una pastillita de viagra y se la disolví en su copa poco antes de llegar a casa. El plan era perfecto. De regreso en el coche ya estaba como una moto, yo provoqué las circunstancias para que me hiciese el amor, y el caso es que logró correrse dentro de mí.



Aquello fue mano de santo, y recuperamos la normalidad en nuestras relaciones, salvo que ahora era yo la que cada vez que me hacía el amor cerraba los ojos imaginando que era un amante negro quien me penetraba. Pero eso podía llevarlo en silencio. Todo volvió a ser normal y monótono en nuestras vidas.



Hasta que un día tuve que ir al paro a rellenar unos impresos.



Como había mucha gente en esos días tuve que esperar a que me llamaran. Durante mi espera hubo un momento en que un hombre de color se sentó a mi lado. Lo ví nervioso tratando de cumplimentar la documentación. Yo no podía evitar fijarme en él. Era negro como el carbón, nada de mulato, negro negro. Su cara me resultaba familiar y no sabría decir por qué. Tal vez porque se asemejaba bastante a todos esos hombres de color con los que había fantaseado durante todo este tiempo.



He de reconocer que fui algo descarada en mirarlo, pero quería fijarme en los detalles de sus rasgos para mis ratos más íntimos. Se dio cuenta que lo miraba, y me dijo:



.-“Perdone señorita, ¿podría ayudarme un momento?” me preguntó educadamente con un particular acento que no sabría precisar de dónde era.



No me importó entablar conversación con él. Era la primera vez en mi vida que tenía la oportunidad de hablar con un hombre de color así, siempre conviviendo con las mismas amistades pijas y elitistas de mi entorno. Por supuesto le dije que sí, pues lo veía apurado con los papeles, además…a saber que placeres me proporcionaría posteriormente mi imaginación.



.-“¿Qué es el libro de familia?” me preguntó leyendo los documentos que tenía delante. Me fijé en sus manos. Uhhhm grandes y fuertes como siempre había imaginado.



Yo traté de explicárselo, que se trataba de un libro que te dan en el registro civil, y todo eso.



.-“Yo no tengo familia aquí, ¿cómo puedo inscribirlos?” me preguntó.



.-“Me temo que no puedes” le dije apenada al conocer las circunstancias de su vida. Pude fijarme ahora que sus labios eran grandes alrededor de una boca en la que destacaban unos dientes muy blancos al contraste con su piel.



.-“Pero yo necesito dinero precisamente para enviar a ellos. Yo no necesito nada” me dijo bastante apenado. Yo traté de explicarle los pormenores de la burocracia y la administración mientras lo observaba detenidamente. Quería memorizar cada detalle de su rostro para recordarlo al llegar a casa.



Así entablamos conversación. Supe que se llamaba Daren, que quiere decir algo así como el “nacido por la noche”. Que estaba casado y tenía dos hijos. Era de no sé que parte de Nigeria. Que vino a España en patera, hace unos cuatro años, que trataron de aprovecharse de él tanto allí como en España, pero que tuvo suerte, y al año más o menos logró encontrar un trabajo y lo legalizaron. Durante unos tres años había sido fontanero, incluso me dio una tarjeta suya que llevaba en su cartera por si le hacía falta alguna vez, y que hace apenas unos diez días lo habían despedido. Por eso estaba allí. Pensaba sobrevivir de chapuza en chapuza y tirar para adelante como fuese.



Me hubiese gustado charlar más rato con él, conocer más detalles, pues parecía un tipo correcto, atento y sobretodo buena persona. Pero me llamaron de las mesas de atención, era mi turno.



El caso es que el destino quiso que a los pocos días el grifo de la cocina comenzase a perder agua. Se convirtió en un autentico contratiempo. No lo podía usar para fregar los platos con todo lo que eso conlleva, ni para cocinar ni para limpiar. Además no lo cubría el seguro de hogar, ni tenía dinero para llamar a un profesional. Recordé el teléfono de Daren y la tarjeta que me dio en el paro, y decidí llamarlo para que me arreglase el grifo. Bueno, esa fue la excusa para conocerlo un poquito mejor. Me quedé con ganas de saber algo más de su biografía, desde luego me parecía mucho más interesante que la de esos personajes que se dicen importantes, publican libros para lucrarse sin otro mensaje que el de divulgar su ego, y que tanto le gustan leer a mi marido.



Me llamó la atención que en la tarjeta indicase el nombre de César Asemota. Pensé que sería el nombre del autónomo español que lo contrataba y que podría ponerme en contacto con Daren. Todos estos contratiempos aumentaron mi curiosidad por llamar y preguntar.



Lo llamé y efectivamente se puso él al teléfono. Indiscutiblemente era su particular acento y su tono de voz. Le dije lo que me sucedía y le faltó tiempo para decirme que se pasaría al día siguiente a la mañana. Le pregunté preocupada cuanto podría costarme la reparación, y me dijo que nada, que me lo hacía gratis por haberle ayudado con los papeles del inem, y que de hecho estaba deseando corresponderme en señal de agradecimiento. Quedamos a una hora en la que yo regresaría a casa tras dejar a mi hijo en el colegio.



Fue puntual, llegando incluso un poco antes de la cita. Me sorprendió todavía en casa con ropa de calle. Lo guié hasta la cocina y le hice ver donde estaba el grifo de la fregadera. Nada más verlo me dijo que había un latiguillo o algo así que estaba rajado y era lo que provocaba la fuga de agua. Tan sólo había que cambiarlo, no le llevaría mucho tiempo, pero que debía ir a comprar otro para sustituirlo. Así que salió por la puerta en busca del recambio.



No me dio opción a preguntarle si tardaría mucho en regresar. Yo que no entiendo de estas cosas pensé que debería ir a alguna tienda especializada, y como no recordaba ninguna fontanería cerca de casa, supuse que me daría tiempo a mi ducha rapidita de todos los días.



Me quité la ropa en el dormitorio. Reconozco que soy un poco desastre para estos temas, así que me desnudé dejando toda mi ropa tirada por el suelo. Ya estaba incluso dentro de la bañera tratando de preparar los geles de ducha cuando llamarón al timbre de la puerta.



.-“Un momento, ya voy” grité al tiempo que corría a envolver mi cuerpo en una toalla. En un principio recuerdo que pensé que serían el portero o el cartero.



Al abrir la puerta comprobé que era Daren, ya estaba de regreso. Me sorprendió que volviese tan pronto.



.-“¿Has encontrado la pieza?” le pregunté asombrada por su rápida presencia.



.-“Si” me dijo “tenían en los chinos de aquí debajo de tu casa” concluyó al tiempo que me enseñaba una especie de cadena. Él también se sorprendió de verme tan solo con la toalla puesta. Sus ojos se clavaron en mi cuerpo, me sentí intimidada por su mirada.



.-“Creí que te costaría más tiempo. Pensaba darme una ducha antes, ¿puedo?” le dije al tiempo que le abría la puerta y lo guiaba de nuevo hasta la cocina.



.-“No creo que tenga problemas” me dijo a la vez que cogía su caja de herramientas y rebuscaba en su interior.



.-“Si necesitas algo dímelo, estoy en el baño” le hice saber al tiempo que abandonaba la cocina en dirección al cuarto de baño que hay en nuestro dormitorio donde tenía mis cosas.



Me metí en la ducha dispuesta a terminar cuanto antes para darme mis cremitas y proceder con todo mi ritual de hidratar la piel.



He de reconocer que me puse algo nerviosa por desnudarme con otro hombre rondando por la casa. Al fin y al cabo no conocía de nada a Daren, y aunque parecía un buen tipo nunca se puede fiar una de nadie.



El caso es que me metí en la ducha a toda prisa, como digo con la intención de terminar cuanto antes. La maldita costumbre de dejar tirada mi ropa en el suelo quiso que no se cerrase bien la puerta del baño, pues los jeans que llevaba cuando dejé a mi hijo en el cole, impidieron que ésta se cerrase tras de mí. Lo malo es que me di cuenta a través de la mampara de la ducha una vez estaba ya mojada por todo mi cuerpo.



“¿Qué puede pasar?” me preguntaba inquieta bajo el agua. Me tranquilicé al pensar que no estaba mi hijo en casa, ni que tampoco tenía dinero en efectivo por la casa. Pensé en las joyas, aunque tampoco eran muchas las que valieran realmente la pena.



“Que me viole” pensé de repente, y enseguida me reí mentalmente. ”Ja, ja, ja seguro que además de arreglarme el grifo me hacía otro favor” bromeé mientras lo pensaba.



De repente escuché unos pasos al otro lado de la puerta, provenían del dormitorio.



.-“Sandra ¿te queda mucho? Debo cortar el agua” vino Daren a preguntarme hasta el baño. Me sorprendió su voz en medio de mi habitación. Miré de reojo a través del espejo del baño y pude ver a Daren prácticamente pisando mis braguitas que yacían en el suelo.



.-“Enseguida termino” le dije observándolo intranquila a través de la rendija de la puerta y del espejo del baño.



.-“Ok, te espero en la cocina” dijo antes de abandonar la habitación.



Yo me apresuré a terminar de enjabonarme y aclararme. Estaba excitada, no sé, más bien nerviosa diría yo. El caso es que acabé lo antes que pude, me enrollé el pelo en una toalla y me anudé otra alrededor del cuerpo. Salí hasta la cocina para indicarle a Daren que ya había terminado y que podía cortar el agua.



Para mi sorpresa Daren había tratado de cambiar el manguito del grifo de la fregadera sin cortar el agua y tenía toda la camiseta empapada.



.-“Ya puedes cortar el agua” le dije mientras me fijaba en lo mojada que estaba su camiseta.



.-“Ok” dijo haciendo intención de agacharse debajo la fregadera.



.-“Espera” le dije yo “tienes la camiseta empapada. Deja que te la aclare y la ponga a tender” le hice indicaciones a la espera de que se quitase su prenda.



Daren se puso en pie justo enfrente de mí, y se quitó la camiseta.



Guauu!!!.¡¡Dios mío que portento de hombre!!.Nunca había visto un cuerpazo así en mi vida. No sé que me llamó más la atención, si los músculos de sus brazos, sus abdominales bien marcados, o el color negro de su piel. Daren se dio cuenta de que lo miraba embobada, rompió el silencio alargando su mano hasta mi con la camiseta entre sus dedos al tiempo que me decía:



.-“Gracias, te lo agradezco mucho” esperó con el brazo tendido a que reaccionase y cogiese su camiseta. Yo cogí su prenda, y me di la vuelta sin poder articular palabra de regreso a mi dormitorio.



Al ver toda mi ropa tirada por el suelo decidí recogerla y echarla al cesto de la ropa sucia. Me llamó la atención al agacharme que no encontraba la braguita que llevaba puesta anteriormente, solo la había llevado para dejar a mi hijo al cole y pensaba ponérmela de nuevo. No le dí mayor importancia y tras poner el resto de la ropa en el cesto de la colada, me dirigí a mi mesita de noche a ponerme otras braguitas. No era cuestión de estar en pelotas con otro hombre en la casa.



Al abrir la mesita pude ver el consolador negro que me regaló mi marido, y no pude más que sonreírme al recordar la cantidad de veces que lo había usado, pensando en todo lo que pensaba y en los buenos ratos que me haría pasar a partir de ese momento.



Me senté en el borde de la cama, aún tenía la camiseta de Daren entre mis manos, no pude resistir la tentación y la olisqueé como una perra en celo. Estaba sudada, era un olor fuerte, penetrante, como a ácido, y aún con todo me resultó agradable. Luego sopesé su talla, pensé que alguna camiseta de mi marido le podría servir, y decidí que me la quedaría con la excusa de que no se habría secado aún cuando se fuese.



Me incorporé, elegí un tanguita color carne tipo americano, y me dirigí al baño dispuesta a embadurnarme en mis cremas tras la ducha. Para mí es importante hidratar siempre la piel.



De nuevo dejé la puerta entreabierta, quería escuchar lo que hacía Daren en la cocina. Lo escuchaba trastear con el sonido de sus llaves inglesas, grifos y demás.



Yo por mi parte me deshice de la toalla de la cabeza, dejando secar el pelo al aire, y para darme las cremas me quité también la toalla anudada a mi cuerpo quedándome tan solo con el tanga color carne.



Al rato me pareció escuchar unos pasos por el pasillo, me puse en alerta, efectivamente Daren se estaba acercando sigilosamente. No podía verlo pero podía oírlo. Cuando deduje que estaba ya en mi dormitorio me giré de espaldas a la puerta pero pudiendo observar sus movimientos a través del espejo.



Para mi sorpresa Daren llevaba mis bragas en la mano. “Joder, eran verdad mis temores, las había cogido él” pensé temerosa y expectante al mismo tiempo por averiguar sus pretensiones. Mi cuerpo temblaba por los acontecimientos.



Pude observar como el negro esnifaba como por última vez mi aroma más profundo de mujer al igual que hiciese yo con su camiseta, y para mi sorpresa tiraba las bragas debajo de mi cama. Seguramente se había arrepentido y trataba de devolvérmelas sin que me diese cuenta. Al hacer intención de marchar se sorprendió de verme desnuda de espaldas a la puerta mientras me daba la crema. Por un instante creí que nuestras miradas se cruzaron a través del espejo, pero tan sólo se quedó observando unos segundos y desapareció del cuarto.



Mi corazón estaba a mil por hora. Reconozco que la situación me había excitado de sobremanera, por un momento temí que se abalanzase sobre mí y me violase. Bueno, violar violar, lo que se dice violar, no sería tan forzado puesto que yo no ofrecería mucha resistencia.



Era toda un manojo de nervios. Seamos sinceras, por una parte deseaba que sucediese algo. ¿Lo estaba provocando no?, y ¿por eso lo llamé?. Y por otra pensaba en mi marido. Por mucho que lo desease, por mucho que Daren representase la posibilidad de materializar todas mis fantasías, mi marido no se merecía que le pusiera los cuernos. Además últimamente la cosa estaba funcionando entre los dos, ¿no?, ¿por qué arriesgarme entonces?.



Terminé de darme las cremas y me dirigí al armario a ver que me ponía. Pude ver un vestido veraniego de tirantes que me ponía en alguna ocasión para bajar a la playa, desde luego era generoso en el escote y corto de falda. Pensé que estaría muy atractiva y decidí ponérmelo. Una cosa tenía clara, me gustaba provocar a Daren, ver sus miradas en mí, y aguardar a quedarme solita en casa para imaginar lo que pudo haber sucedido.



Así que me dirigí a la cocina a ver cómo iba Daren con el grifo.



Lo sorprendí tumbado boca arriba bajo la fregadera. Me paré bajo el marco de la puerta la cocina a contemplarlo un rato sin que me viese. Desde luego tenía un torso espectacular, nunca había visto unas tabletas tan marcadas en los abdominales, parecía un cuerpo de modelo, y sin embargo ahí estaba, tirado en el suelo de mi cocina desperdiciado.



Daren me sorprendió observándolo.



.-“Ah, hola ¿estás ahí?” me dijo al tiempo que asomaba la cabeza de debajo la fregadera para coger una llave inglesa, “esto ya casi está listo, un poco de teflón y a esperar un poco que se hinche para comprobar que no pierde” me dijo al tiempo que metía de nuevo su cabeza bajo la fregadera.



.-“¿Quieres tomar algo mientras esperamos?, ¿un café, una cerveza?” se me ocurrió preguntarle por cortesía.



.-“Un café con leche estaría bien, gracias” dijo desde su posición sin asomar la cabeza bajo la fregadera.



Yo debía coger un par de vasos que estaban en el armario de encima del mueble de la fregadera. La verdad es que no pensé en nada más en ese momento que no fuese alcanzar los vasos para preparar el café, así que inocentemente puse un pie a cada lado de Daren que yacía en el suelo, y me estiré a coger los malditos vasos.



No caí en la cuenta que desde esa posición Daren me estaría viendo todo por debajo de mi vestido. Mi mirada se cruzó con la suya justo en el momento en el que con los dos vasos en mis manos miraba hacia abajo para no pisarlo al salir.



.-“Ya me hubiese apartado” pronunció al tiempo que su mirada evidenciaba que me había visto todo cuanto le había enseñado.



.-“Oh, no hacía falta, llegaba a cogerlos” dije toda nerviosa pensando que se refería a ayudarme con los vasos.



Preparé el café al tiempo que Daren terminaba con el grifo.



Apenas habían transcurrido unos minutos. Le costó más subir al café que terminar a Daren, por lo que se puso a recoger las herramientas en su caja.



.-“Ya está listo el café” anuncié a mi fontanero al tiempo que vertía el café en los vasos que había puesto sobre la mesita de la cocina. “¿Cuánto quieres?” le pregunté mientras rellenaba su vaso.



.-“Con un poco es suficiente” dijo con su peculiar acento terminando de recoger su herramienta.



Lo había preparado todo para sentarnos en la mesita de la cocina, frente a frente. Daren se sentó a degustar el café. Me percaté de que él me miraba alternativamente de las tetas a los ojos y viceversa. Lo noté nervioso. Normal. Mi escote era tan generoso que me llegaba al inicio de los pechos. Y encima sin sostén. Eché un par de cucharadas de azúcar a la leche y, al mirar hacia abajo, vi que tenía los pezones a punto de romper la tela del vestido.



Me avergoncé un poco, entre otras cosas porque yo tampoco podía evitar contemplar ese torso desnudo que tenía sentado enfrente mío, además estaba como hipnotizada por sus dientes tan blancos al contraste con su piel.



.-“Dime Sandra ¿estás casada?” rompió el silencio que se había producido entre los dos.



.-“Si” dije señalando el anillo en mi dedo mientras daba un sorbo a mi taza.



.-“¿Y dónde está tu marido?” me preguntó.



.-“Oh, está de viaje. Es comercial. Le toca viajar mucho” le expliqué.



.-“Yo también sé lo que es estar lejos de casa” pronunció intentando simpatizar conmigo.



Lo miré directamente a los ojos y le tendí el azucarero por si quería azúcar en su café. Daren alargó el brazo para cogerlo y nuestras manos entraron levemente en contacto, lo suficiente como para advertir que le temblaban ligeramente. Para colmo me estaba mirando las tetas. Yo saqué más busto, vamos, que las "eché p´lante", como se suele decir, en un movimiento reflejo, porque en seguida me arrepentí, ya que él levantó la vista y me miró. Casi sería mejor decir que me clavó la vista. Una mirada inquisitiva.



Una mirada que me excitó.



Empezaba a no responder de mis actos. Me sentía como una leona enjaulada, ardiente, con unas ganas terribles de romper las reglas. Pero en cambio debía contenerme. Apuré de un sorbo mi café y echa todo un manojo de nervios me levanté para dejar la taza en el lavavajillas. Supongo que al agacharme Daren debió gozar de una visión espectacular de mi trasero, tan espectacular como para atreverse a ponerse en pie justo detrás de mí. Estaba tan nerviosa que no me percaté de su presencia, me sorprendí al incorporarme y darme la media vuelta. Mis pechos rozaron inocentemente con sus manos en mi maniobra, y a poco tiro el platito y el vaso en el que Daren me acercaba la vajilla.



.-“Ops, lo siento” dije totalmente nerviosa “te creía sentado” dije esta vez mientras lo miraba a los ojos inquieta porque lo veía capaz de atreverse a iniciar algo que yo nunca debía haber provocado, y por supuesto jamás debía suceder.



Daren como excusa a su proximidad simplemente alargó la mano en la que me traía la vajilla para que la dejase en el lavavajillas.



.-“Quería ayudarte” dijo “ya he acabado” concluyó.



Al agacharme para colocar su taza en el lavavajillas, mi culo chocó contra su paquete debido en parte al reducido espacio de la cocina. Tuve la impresión de que Daren provocó intencionadamente el contacto.



.-“¿Pero qué haces?” dije incorporándome como un resorte al notar su entrepierna clavada en mi culo, y propinándole semejante bofetón en la cara que de ser un hombre blanco se le hubiese quedado completamente roja.



.-“Lo, lo, lo siento” pronunció balbuceando dando la impresión de que estaba totalmente arrepentido. Yo lo miraba incrédula por lo que había intentado.



.-“Perdóname. No era mi intención, te pido perdón, no te preocupes recojo mis cosas y me voy” le temblaba la voz.



.-“¿Por qué lo has hecho?” le dije aún malhumorada.



.-“Lo siento, tan solo quería ayudarte, pero veo que me he equivocado. Por un momento pensé que…, pensé que…déjalo son imaginaciones mías. Por favor, no llames a nadie, me voy cuanto antes” dijo evidentemente arrepentido y avergonzado con los ojos enrojecidos por lo que acababa de suceder.



.-“Será mejor que te marches” le indiqué aturdida por los sucesos. En el fondo era la primera vez en mi vida que veía a un tío así, tan fuerte, tan cachas, tan macho, a punto de llorar y pidiéndome perdón por una tontería de na.



.-“Lo siento” dijo una vez más mientras recogía agachado con urgencia las herramientas dentro de su caja metálica, “supongo que me había hecho a la ilusión que te gustaba”.



.-“¡¡¿Pero que te habrás creído?!!” le mentí representando un papel de esposa decente.



.-“Por favor, puedes darme la camiseta, me voy” dijo



suplicando por terminar con semejante situación tan humillante para él cuanto antes.



Yo me dirigí hacia el dormitorio dispuesta a devolverle su camiseta. El me seguía por el pasillo a mi espalda. La camiseta estaba tirada encima de la cama, me incliné para cogerla, y se la entregué.



.-“Sabes…” me dijo mirándome a los ojos “no he dejado de pensar en ti desde el día en que te vi en el pub Caribe donde enseño a bailar salsa. Seguramente tú no te acuerdas de mí pero bailamos juntos. Recuerdo que estabas espectacular en tu vestido negro. El otro día cuando coincidimos en el paro creí que mis sueños se hacían realidad al poder hablar contigo. Desde aquel día le recé a Dios por volver a vernos. Hoy al verte creí, creí que…, déjalo, soy un imbécil, la he fastidiado, ¿perdóname?” concluyó su declaración.



.-“¿Tu eres César?, ¿El instructor del pub Caribe?” le pregunté atónita a lo que escuchaba.



.-“Si” respondió el ahora tan sorprendido como yo.



.-“¿No me dijiste que te llamabas Daren?” le pregunté sin entender a que venía todo ese juego de nombres.



.-“Si” dijo sincerándose “Mi verdadero nombre es Daren, pero en las tarjetas y en las páginas amarillas me hago llamar César. Puede que no te lo creas pero nadie te llama si ven que te llamas Daren, y sin embargo al nombre de César no falta trabajo. En el Caribe me conocen por César porqué en cierta ocasión les arreglé el lavabo.” Terminó por explicarse y yo de entenderlo.



La que estaba hecha un lio era yo. Cómo explicarle a ese hombre que había sido el objeto de todas mis fantasías, cómo explicarle que lo había deseado en mi soledad un ciento de veces, cómo explicarle que le había hecho el amor en todas las posturas imaginables y alguna más.



Sentí el impulso de besarlo. No quería escucharlo disculpándose más. De repente tenía unas ganas locas por probar sus labios carnosos. Así que lo besé.



Él al principio se vio sorprendido por la invasión de mi lengua en su boca, luego se dejó llevar. Besaba bien, muy bien. A mí me temblaban las piernas, pero el paso ya estaba dado, ahora no tenía marcha atrás.



Además, la declaración de amor de semejante pedazo de hombre era lo más romántico que había escuchado en mi vida. Lo siento chicas, pero me humedecí al instante mientras lo escuchaba.



Tras un largo rato de morreo, nuestras bocas se separaron.



Me quedé en pie frente a él sosteniéndole la mirada y alargué una mano hacia su pecho. Lo noté duro, fuerte, y comencé a deslizarla hacia arriba hasta tocarle el hombro, el brazo... y su tacto me excitó más aún. Daren seguía mirándome fijamente, sin moverse, sin apenas atreverse a respirar. Yo volví a dirigir mi mano hacia su vientre y la fui bajando hasta tocarle el sexo por encima de sus jeans. No me conformaba con recordarla clavada en mi culo del baile en el Caribe, necesitaba tocarla.



Tenía un paquete enorme, su tacto a través de la tela me hizo estremecer. Entonces Daren se retiró, dio un paso hacia atrás y musitó algo así como…



.-“Esto no está bien, ambos estamos casados” pronunció con su particular acento y su cabeza debatiéndose en absurdos duelos morales.



Yo, a mi vez, avancé, salvando la distancia que él había establecido y me apreté contra su pecho, sintiendo la dureza de su miembro a la altura de mi bajo vientre, respirando el olor a su sudor. Lo rodeé con ambas manos alrededor de su cuello y le apreté más contra mí. En ese momento sólo pensaba en una cosa. Necesitaba tener todo eso dentro de mí, necesitaba sentirme viva.



Estaba claro que debía ser yo quien tomase la iniciativa. Así que me arrodillé a su pies. Le desabroche la bragueta y extraje un miembro que se ofrecía ante mis ojos erecto y perfecto.



Quise lamerlo. Me dediqué a lamer, lamer, y lamer, sólo pensaba en saborear su pene. Pasar mi lengua por su glande, pasar mi lengua sobre la base, apretarla entre mis labios, utilizar mi mano de arriba bajo en una perfecta sincronía con mi boca que succionaba la punta de su hermosa polla al tiempo que pensaba una y otra vez:



.-“Quiero tenerla dentro, necesito sentirla en mi interior,…fóllame Daren, fóllame por favor, lo necesito”. Me era imposible no querer tenerla, imposible no desear que se agitase en mi interior.



Pude notar los primeros espasmos de su miembro en mi boca.



.-“¿Tan pronto?” me pregunté mentalmente al tiempo que me sorprendía. Eso quería decir que le gustaba. Por primera vez en mucho tiempo me sentí orgullosa de mi misma, de mi habilidad, al menos por no sentirme rechazada como hacía mi marido ante mis intentos por practicar sexo oral.



Un nuevo espasmo de su polla en mi boca. Estaba claro que estaba a punto de correrse. Detuve mi maniobra para mirarlo a los ojos suplicándole con la mirada que todavía no era el momento, que aguantase. El muchacho se disculpó:



.-“Lo siento, pero hace mucho tiempo que no estoy con una mujer” pronunció disculpándose a la vez que se concentraba en el placer que le estaba proporcionando.



Me sonreí maliciosamente reanudando mis caricias.



.-“Si lograba que se corriese ahora, luego retrasaría más el momento, ¡mi momento!” pensé. Y volví a saborear todo ese pedazo de carne llenando mi boca hasta casi atragantarme



Quise sentir cada sensación, la hice mía, la guardé en mis recuerdos, sabía que mi mente recordaría ese momento un ciento de veces.



Pude apreciar el regustillo de su líquido preseminal, su eyaculación era ya inminente. Un primer espasmo acompañado de un primer chorro de su líquido celestial. A la vez que escuchaba unos reprimidos bufidos por parte del macho al que estaba exprimiendo.



Un segundo espasmo de su cuerpo, esta vez su chorro de semen fue más abundante. A Daren le costó mantener el equilibrio. Se agarró con sus dos manos a mi cabeza, y de paso me sujetaba para que no me detuviese en momento tan delicado.



Le siguieron cinco o seis sacudidas de breves pero intensos espasmos que terminaron por llenar mi boca con su lefa.



De repente pude sentir como su miembro perdía fuerza entre mis labios. Degusté por última vez su miembro de abajo arriba, guardando su sabor y sus sensaciones en mi memoria. Quise saborearla al tiempo que la dejaba bien limpita para mí. Abrí los ojos para contemplar cómo se recuperaba.



Madre mía que cruce de miradas. Pude apreciar fuego en sus ojos, y sin embargo era yo la que me quemaba por dentro



Me incorporé ante su atenta mirada. No estaba dispuesta a que sus remordimientos lo echasen ahora todo a perder.



Deslicé sibilinamente los tirantes de mi vestido. Este cayó al suelo desnudando mi cuerpo ante su atenta mirada. Cogí su mano en la mía y la guié hasta uno de mis pechos.



Necesité respirar profundamente al contacto de sus manos, y mis pechos se hincharon ante su mirada.



.-“¿Te gustan?” le pregunté al tiempo que acompasaba su mano con la mía.



.-“Son preciosos” dijo a la vez que estrujaba entre su mano el pecho que ya tenía atrapado. Se le notaban dudas acerca de cómo debía actuar. Sin embargo yo estaba dispuesta a desatar la fiera que veía en sus ojos.



Rodeé su cuello con mis manos, e hice fuerza para que se reclinase a chupar mis pechos.



Succionó mis pechos como si fuese un lactante. Atrapó mi pezón entre sus labios.



.-“Uuuhhhm” gemí retorciéndome de placer al experimentar sus caricias.



Alternaba sus besos y sus lamidas de un pecho a otro. Al principio tímidamente, algo más brusco con el transcurso del tiempo. Tililó con su lengua sobre mis pezones, los rodeó en circulitos, los succionaba y los lamía. Recorría mi escote y mi cuello con su lengua, hasta que en un momento dado me empujó sobre la cama.



Yo caí como un juguete de espaldas sorprendida por su maniobra. Lo miré deseosa. Anhelaba que me penetrase de una vez por todas. Estaba necesitada y tenía urgencia.



Ahora era Daren quien se desprendía de su pantalón mientras yo lo observaba desnuda sobre la cama prácticamente en la misma posición en la que había sido arrojada sobre el lecho conyugal.



Daren se relamía con la mirada, y yo no podía apartar mi vista de su miembro que se bamboleaba desafiante ante mis ojos.



“Necesito tenerla dentro, la quiero, quiero que me folle con esa polla” pensaba al tiempo que saboreaba el maravilloso orgasmo que me aguardaba.



Para mi sorpresa Daren me cogió por los tobillos y tiró de mi cuerpo hasta situarme al borde de la cama. Fui una pelele ante su fuerza, manejó mi cuerpo a su antojo.



Daren se arrodilló a los pies de la cama. Separo mis piernas, y hundió su cabeza entre mis muslos. Yo, que nunca había sido partidaria de que mi marido me practicase el sexo oral, me abrí de piernas dispuesta a dejarme llevar.



Pude sentir como su lengua recorría mi sexo de abajo arriba y de arriba abajo. Fueron varios lametones, como un perro lamiendo un cucurucho. Luego abrió mis labios con sus manos como si fuese una flor. Rebuscó entre mis pliegues con su lengua, al tiempo que uno de sus dedos se abría camino en mi interior. Exploró con su lengua hasta localizar mi clítoris.



.-“Uuuuuhff” gemí al notar la punta de su lengua jugar alrededor de mi clítoris. Quise atrapar su cabeza entre mis piernas, al tiempo que mis manos tiraban del pelo en su cabeza.



.-“Eso es. Cómemelo” suspiré entre gemiditos de placer.



Daren se concentró en su faena y yo no pude reprimir los primeros grititos de delicia.



.-“Joder, que bien lo haces, me gustaa, me gustaaah” logré pronunciar con mi respiración entrecortada. Estaba super excitada. Me daba muchísimo gusto con su lengua.



Un primer espasmo sacudió mi cuerpo, sorprendiéndome incluso a mi misma por su prontitud.



“¿Cómo podía ser eso?”. Normalmente me cuesta un poco más.



Una segunda sacudida por mi espina dorsal.



“Joder!!!” La que estaba a punto de correrse ahora era yo.



.-“Para por favor, para o me corro” quise informar a Daren de lo cachonda que estaba, como dándole a entender que se detuviese y me follase de una vez. Pero Daren continuaba impertérrito a mis palabras.



.-“Para por favor, quiero que me folles, fóllame, para por favor, para que me corro” gemía atrapando su cabeza entre mis muslos. Daren continuaba impasible sumergido en sus caricias.



Y pasó lo que tenía que pasar.



Un brutal espasmo sacudió mi cuerpo hasta el punto de incorporar mi cuerpo sobre la cama. Daren me sujetó con fuerza por las caderas.



.-“Siiih” grité de placer al reconocer el comienzo del brutal orgasmo que se me avecinaba.



.-“¡Que gusto!, siiiih, siiih” mi cuerpo se convulsionaba ya incontrolablemente sumergido en oleadas de placer. Menos mal que Daren me sujetaba con fuerza al tiempo que su lengua continuaba recorriendo todo mi sexo.



Tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida. Yacía exhausta sobre la cama, rendida ante el placer experimentado. Mi respiración era entrecortada, y mi cuerpo trataba de recuperarse.



Daren por fin se detuvo, se incorporó en pie contemplando orgulloso mi cuerpo sudado tratando de recobrar el pulso.



Para mi suerte lucía un pene erecto, maravilloso, enorme, oscuro e hipnotizador para mis ojos. Me recuperé de golpe al contemplar tan fastuoso falo y adivinar sus intenciones.



Para mi sorpresa Daren me volteó por los tobillos situándome boca bajo sobre la cama. Estaba claro que nada podía hacer ante su fuerza, era una muñequita en sus manos.



Vino a mí, gateando de rodillas sobre la cama hasta que su cuerpo descansó sobre mi espalda, pude notar todo su peso encima mío y me costaba respirar.



Daren estiró las manos para coger la almohada del lado de mi marido y colocarla debajo de mi vientre, ofreciendo de esta manera mi culo bajo su cuerpo. Separó mis piernas con sus pies a la altura de mis pantorrillas, y acto seguido pude apreciar como guiaba su polla a una mano hasta acomodarla a la entrada de mis labios más íntimos.



.-“Voy a follarte” pronunció en mi nuca, esta vez muy seguro de sí mismo. Sus palabras me hicieron estremecer.



“Eso espero” pensé al tiempo que mi cuerpo temblaba de impaciencia.



.-“Splash, splash” me propinó un par de manotazos en cada nalga antes de que empujase con fuerza y su polla se abriese camino en mi interior. No hizo falta ningún tipo de lubricante adicional, estaba completamente empapada.



A veces con mi marido necesitaba de algún producto que nos ayudase, tipo gel íntimo o lubricantes de sabores o efecto frío-calor, pero esta vez no hubo necesidad.



Introdujo solo la punta, y ya me sentí dilatada, la podía notar friccionando mis paredes vaginales. Luego de un golpe firme y seco introdujo su polla hasta la mitad.



.-“Uuhhhhm” un grito ahogado contra el colchón surgió inevitablemente del interior de mi cuerpo.

.-“Eso es, métemela, hasta el fondo, quiero sentirla hasta el fondo” incitaba a mi amante.



Daren me hizo caso, y de un solo golpe de riñón me la clavó hasta el fondo.



.-“Aaaaaah” grité poseída por un extraño dolor al sentirme dilatada de forma tan violenta para mis entrañas. Y al mismo tiempo que gritaba sometida de placer, alcé mi rostro de la almohada en la que ahogaba mis sufrimientos, para contemplar la foto que lucía en la mesilla de noche de mi marido en la que me abrazaba de novios.



“Pobrecillo” pensé de mi marido al tiempo que Daren comenzaba a culearme sobre mi espalda “si supieras lo puta que está siendo tu querida mujercita” se lo tenía bien merecido por imbécil.



Los primeros mete y saca me dolieron un poco, pero en seguida se disipó ese necesario dolor para dar paso a un placer indescriptible. Justo al mismo tiempo en el que Daren comenzaba a moverse más deprisa.



.-“A, ah, ah, ah, ah” un pequeño grito salía de mi garganta por cada embestida, hasta que el ritmo comenzó a hacerse vertiginoso.



¡Madre mía que forma de moverse”. Una embestida tras otra, sin aminorar nunca el ritmo, siempre fuerte y contundente. Salvaje.



Un inesperado espasmo sorprendió mi cuerpo. Daren se dio cuenta de lo que sucedía por mi organismo, y me sujetó de la cabeza por el pelo levantando mi cara al techo, al tiempo que me daba mordisquitos en la oreja y me susurraba al oído.



.-“Por esto me llamaste…. ¿querías mi polla ¡no?. Necesitabas que te desatascase los bajos” pronunció mientras me chupaba con su lengua por mi oreja.



Me sorprendía que su voz no temblase ni un ápice aunque solo fuera por el esfuerzo físico, mi cuerpo en cambio temblaba mezcla de temor y de placer.



.-“Eres igual que todas, veis a un tipo negro y os mojáis como conejas. Putas, todas españolas no sois todas más que unas putas” pronunció con rabia mientras me apartaba el pelo detrás de la oreja.



A mí me sorprendió su cambio de actitud, pero lejos de disgustarme aún me excitó más. Me ví atrapada por sus palabras soeces, me sentí sometida ante sus virulentas embestidas, y en cierto modo porque no, reconocida ante la evidencia.



-“Pues este negrito te está follando, ¿lo oyes zorra?, ¡lo oyes!” gritó esta última vez tirando aún más de mi pelo esperando una respuesta por mi parte. Su tirón de pelo me hizo algo de daño, e interrumpió por unos momentos el placer que antes inundaba mi cuerpo.



.-“Pienso follarme este culito de blanquita que tienes. Fíjate!!, si ni tan siquiera te ha dado nunca el sol en él” continuaba con su discurso.



.-“Muévete cabrón, no pares me oyes, muévete. Quiero que me folles” pronuncié al tiempo que esperaba sus arremetidas.



.-“Menudo culito más blanco que tienes” dijo incorporándose sobre sus brazos para contemplar los golpes de su pelvis contra mi culo.



En esa postura yo pude notar como sus huevos chocaban contra mi piel. ¡Joder, que gusto!.



.-“Siih, me gusta, me gusta, caray que bien me follas” gritaba fuera de mi.



Una bestial sacudida recorrió mi cuerpo, ahora era yo la que se movía convulsionada por el placer.



Daren se detuvo a contemplar el espectáculo que mi cuerpo le proporcionaba.



“Siih, siiiiih, ssiiiiiiih” grité retorciéndome de gusto al explotar en un nuevo orgasmo que me sorprendió tanto por la intensidad como por la rapidez con la que había llegado.



Una vez terminaron mis espasmos Daren comenzó a moverse de nuevo, esta vez como con mucha más urgencia, buscando su propio placer. De vez en cuando me mordía en el hombro y me chupaba la cara con su lengua.



.-“Menuda puta, será zorra, o guarra” eran los vocablos más frecuentes que se le escapaban por la lengua, al tiempo que se movía al ritmo que su cuerpo le marcaba.



Yo no podía creer lo que me sucedía, pero sus palabras, sus gestos depravados, su forma de moverse, me excitaba de sobremanera.



Pronto me vi sorprendida por una nueva sacudida, aún no había terminado de recuperarme del orgasmo anterior cuando ya estaba teniendo otro. Aquello era indescriptible. Era la primera vez que me sucedía en mi vida. Estaba encadenando un orgasmo tras otro. Esa increíble herramienta me estaba proporcionando todos los placeres que había imaginado y alguno más. Había perdido la cuenta de las veces que me había llevado al clímax durante el encuentro. Yo misma empujaba hacia atrás tratando de buscar el límite de mi sensibilidad.



La habitación en esos momentos era una mezcla de gemidos, alaridos, suspiros ahogados por el placer, ruido entre sábanas y de dos cuerpos que se aman, pero sobretodo impregnado todo con el inconfundible aroma del sexo.



.-“Joder siiiihh, siiiih, no pares, no pares ahora cabrón” mi voz temblaba mientras gemía de gusto, todo bajo su atenta mirada.



Por unos instantes miré la foto de mi marido en su mesilla antes de correrme por última vez. Había perdido el control de mi cuerpo.



Pude notar que la respiración de César se hacía más intensa y profunda en mi espalda. Sentí el calor de su aliento en mi nuca, a la vez que su cuerpo se tensaba y profería un grito ahogado…



.-“Me corrooo blanquita, me corooo” musitó antes de salirse de mi interior y notar como su semen decoraba mi espalda con gotas increíbles. Me sentí complacida y complaciente al mismo tiempo. Era agradable la sensación de notar como su líquido más espeso resbalaba por mi espalda.



Acto seguido César se tumbó a mi espalda tratando de recuperar el aliento. Se produjo un silencio algo incómodo por unos segundos. A ambos nos costaba respirar. Una vez recuperados César me preguntó:



.-“¿Te ha gustado?” de repente había recuperado su voz cálida y dulce. Agradecí su gesto enormemente.



.-“Uhm, uhm” musité mientras me abandonada relajada a un mar de sensaciones.



César se tumbó en la cama a mi espalda acariciando mi espalda.



.-“Yooo…” pronunció ahora como un niño pequeño “quería darte las gracias, hace tiempo que no estaba con una mujer. No sabes lo importante que ha sido para mi” susurró agradecido sin que me girase siquiera a verlo.



.-“Ssscht” chisté haciéndole ver que no lo estropeara. Había sido magnífico, tan solo quería quedarme dormida a su lado. Me estaba sobreviniendo un profundo sueño por momentos.



Cuando desperté del sueño reparador César ya no estaba en casa. Me hubiera gustado verlo en la cocina, o en cualquier otra habitación de la casa. Me hubiera gustado despedirme de él, pero no fue posible.



Recuerdo con cierta satisfacción que mientras caminaba desnuda por la casa gritando su nombre y buscándolo lo único que podía sentir de mi cuerpo en esos momentos era un inquietante dolor en mi coño maltratado. Incluso me costó ducharme y tener que deshacerme del olor que había dejado en mi cuerpo. Ahora guardo con mucho cariño el consolador que mi marido me regaló pues me trae muy buenos recuerdos.



Besos,



Sandra.

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